¿Me concede un baile?
Eleanor se giró lentamente y ahí, ante ella se encontraba el rey Joseph V y a su lado, el príncipe James.
- Altezas. - Eleanor hizo una reverencia un poco exagerada y miró a su padre en búsqueda de su aprobación.
- Como le decía majestad. Esta es mi hija Eleanor. Una verdadera joya sin pulir.
- Señorita Balder, es un placer conocerla por fin. Su padre me ha hablado muy bien de usted. - El rey cogió su mano enguantada y depositó un casto beso. - Como bien sabrá, este es mi hijo, el príncipe James.
- Encantada. - Otra reverencia.
- Lo mismo digo señorita. - Y otro beso en la mano de la joven.
- Los dejamos para que se conozcan más, nosotros tenemos que hablar sobre algunos asuntos importantes. - Y así fue como el rey y el marqués se alejaron, dejando a la pareja sola. Eleanor miró hacia atrás, donde minutos antes había estado su mejor amiga, ahora no había nadie, así que dirigió su mirada hacia el suelo. Enfadada consigo misma por no mostrar su característico carácter intrépido y osado ante esa situación.
Entonces el príncipe carraspeó, lo cuál hizo que la joven levantara su vista hacia el joven que tenía delante. El príncipe, un joven alto, como sus hermanos, pero menos corpulento, de cabello negro y ojos grises, la estaba mirando con picardía, con una media sonrisa en la boca, y con la mano tendida.
- ¿Me concede este baile?
- Claro. Encantada.
Entre vuelta y vuelta del vals que estaba sonando, el príncipe abordó el tema que Eleanor esperaba que no quisiera hablar esa noche.
- Así que usted es la jovencita con la que mi padre me quiere casar.
La joven que ya se había armado de valor, clavó sus ojos en los del príncipe.
- Eso creo.
- No está mal. Podría haber sido mucho mejor. Por lo menos más adulta y más madura. Pero es guapa, y tiene buena delantera. Nuestros hijos saldrán atractivos. Además de inteligentes como su padre.
Los ojos de Eleanor se abrieron de par en par. No podía creer lo que estaba oyendo. Ese hombre, al que acababa de conocer hacía menos de diez minutos, acababa de hablar de ella como si fuera una fulana del prostíbulo de más baja clase de toda la ciudad.
- ¿Perdón?
- Oh, vamos. No se irá a ofender por eso. Ya sabe para lo que la necesito. Un heredero. O dos, o tres, o todos los que pueda darme. Yo me encargaré de que no le falten oportunidades.
Eleanor seguía asombrada por el comportamiento que el futuro monarca estaba teniendo con ella. Sabía que tenía fama de ser un desvergonzado y un insolente, pero en ningún momento se había imaginado tales actitudes con la hija de un marqués a la que acaba de conocer en medio de un baile en palacio. Si en vez de ser el príncipe, hubiera sido cualquier otro hombre, tenía claro que sus hermanos se habrían encargado de él y habría llegado a casa con un ojo morado y un par de costillas rotas.
El baile, que hasta ese momento había fluido sin ningún tipo de problema, finalizó con la última nota de la orquesta coincidiendo un pisotón intencionado por parte de Eleanor al príncipe, qué, lejos de molestarse, hizo que apretara un poco más el agarre que tenía en la cintura de la joven y le susurró cerca del oído:
- Salvaje, como a mi me gustan.
Eleanor se separó de él un poco brusca e hizo una rápida reverencia para salir de ahí lo antes posible, pero justo cuando se iba a marchar, el príncipe tomó su mano suavemente y la miró con una arrogante sonrisa.
- Estoy contando los minutos para nuestro próximo baile.
La joven correspondió a eso con una falsa sonrisa y otra reverencia.
- Lo mismo digo alteza.
Y salió disparada en búsqueda de alguno de sus dos hermanos. Pero para su desgracia, primero encontró a su padre.
- ¡Eleanor! He visto tu baile con el príncipe. Así se hace pequeña, estoy orgulloso de ti.
Otra sonrisa falsa volvió a adornar el blanco rostro de la joven.
- Me alegro. Pero no me encuentro muy bien, me duele la cabeza. Voy a buscar a Henry y marcháremos hacia casa.
- De acuerdo. Por lo menos has cumplido tu objetivo de hoy. - Eleanor se mordió la lengua y apretó los puños, todo para no darle un golpe a su padre en toda la nariz.
- Buenas noches padre.
- Si, buenas noches. - Se despidió el marqués sin mirarla incluso.
Eleanor vio a Charles en la pista bailando con una muchacha de su edad, y ambos parecían bastante contentos así que decidió no interrumpir el momento. Charles era el más sociable de la familia, le encantaban los bailes, bailar con unas y charlar con otros, y quería que disfrutara de lo poco que le quedaba antes de marcharse a Tailandia.
Y finalmente, encontró a Henry, apoyado en una columna, solo, bebiendo champán. Cerca de él rondaban grupos de jóvenes en búsqueda de marido que le lanzaban descaradas miradas al chico, uno de los solteros más cotizados del momento, pero el cuál hacia caso omiso de todas. A diferencia de Charles, Henry era un hombre solitario, apasionado de la medicina y obligado a estudiar economía por su padre. Odiaba, como su hermana, todos los bailes y cualquier evento social al que tenían que acudir, así que a Eleanor no le extrañó nada encontrarse a su hermano así.
- ¿Te ha abandonado Oliver?
- El, menos mal. - El ceño fruncido de su hermano desapareció, siendo sustituido por una cálida sonrisa. - Sí, tenía que bailar con la hija del conde de no se qué. Te he visto bailando con el príncipe. ¿Qué tal?
- Por eso te buscaba. No me encuentro bien. ¿Quieres acompañarme a casa? Ya he hablado con papá.
- ¿A casa? Pero si... - Eleanor le sonrió a su hermano. - Ah vale, ya te entiendo, y me parece una idea fantástica.
Henry dejó la copa en el aparador más cercano, y con una sonrisa de oreja a oreja, le tendió el brazo a su hermana y se dirigieron a la salida.
Antes de salir, se toparon con Margaret que iba del brazo del conde de Carelt.
- ¿Te vas? ¿Todo bien?
- Mañana almorzamos juntas y te lo cuento todo.
Las dos amigas se dieron un corto abrazo y volvieron con sus respectivos acompañantes.
Cuando ya estaban en el carruaje, ajenos a todo el barullo de la fiesta y agradeciendo la única compañía de su hermana, Henry le preguntó por lo sucedido, a lo que Eleanor le contó claro y tendido con todo detalle lo que el príncipe le había dicho. Eleanor quería a sus cuatro hermanos por igual, pero la confianza y la compenetración que tenía con Henry no la compartía con los demás.
Al terminar el relato, Henry miró por la ventana con un gesto de enfado y apretando los puños.
- Cabrón. Si no fuera un príncipe, te juro que le rompía la nariz, una pierna y un par de costillas.
El cabreo de Henry se disipó un poco al ver a su hermana reírse después de su comentario.
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