¿Boda?

Eleanor irrumpió en el despacho de su padre de forma violenta. El marqués ni se inmutó ante la aparición de su hija, fue cómo si se lo esperara.

- ¿UNA BODA CONCERTADA? - La joven echaba fuego por los ojos.

- Con el príncipe. - Añadió su padre, quién por fin levantó la vista del periódico que leía hasta su hija.

- Me da igual que sea con el príncipe, como si es con el rey. Papá, me prometiste que nunca pasaría por esto... - La voz de Eleanor se empezó a entrecortar y las lágrimas amenazaban con derramarse por sus mejillas.

- Todo eso fue antes de que tu hermano nos dejara en números rojos. - El marqués de Delling seguía sin inmutarse.

- ¡Cásalo a él!

El hombre se levantó y se dirigió hacia su hija que estaba parada en mitad de la habitación.

- Cariño, tu boda es la única que nos puede salvar de la ruina, eres la única que puede salvar esta familia. Aunque nos pagaran la dote de las muchachas no podríamos salir de ésta, además que ninguno de tus hermanos podría mantener a su esposa y no tendrían casa propia. Encima, serás la envidia de todas las jovencitas del país, ya sabes que el príncipe está muy cotizado. - Su padre se calló por un momento - Por otra parte, tu hermano recibirá su merecido.

- ¿Qué vas a hacer?

- Se ha unido al ejército. Dentro de dos semanas marcha a la guerra de Tailandia.

La joven se apartó de él, su cara pasó de miedo a desagrado.

- Tú sabes que Charles no es el causante de la ruina de esta familia. Has sido tú, con tus apuestas de mierda y gastos innecesarios. Y ahora nos vas a usar para arreglar tus cagadas y recuperar tu honor. - Dicho esto, dio media vuelta y salió con la misma agresividad con la que había entrado.

Eleanor Balder era la hija de Henry Balder, marqués de Delling, y de su difunta esposa, Amanda. Era la mediana de los cinco hijos que la pareja había tenido, además de ser la única mujer. Henry, llamado como su padre, era el primogénito de la familia y futuro heredero del marquesado, seguido por Charles, la deshonra de la familia según su padre, y los dos pequeños gemelos, Gerd y Hans.
Los cinco hermanos parecían haber sido cortados por el mismo patrón. Los cinco tenían el pelo exactamente del mismo tono cobrizo y ondulado, como su padre, y todos, menos Henry que había heredado los ojos verdes del marqués, compartían el mismo iris de un color azul profundo con su difunta madre.
Eleanor se había criado en una vida de lujos, la cual la mayoría de las personas hubieran disfrutado mucho más que ella. Odiaba toda clase de ostentación, de fiestas, de modales, de protocolo... y desde que perdió a su madre, siete años atrás, aún más. Ella era feliz leyendo un libro, dibujando, haciendo pasteles, ayudando como voluntaria en el orfanato, y sobretodo, pasando tiempo con sus hermanos. Ellos eran la luz que iluminaba sus días, eran las únicas personas que la hacían reír. Y ahora su padre quería quitarle todo eso, y obligarla a vivir una vida que nunca quiso, y con ello arrebatarle lo único que le aportaba felicidad.

Cómo había hecho en el despacho de su padre, Eleanor irrumpió sin avisar en la habitación de su hermano mayor. Henry estaba recostado en la cama, leyendo un libro de medicina, cuando se percató de las lágrimas de su hermana, dejó la lectura encima de la mesita de noche para encerrarla en un gran abrazo.

- No quiero casarme con el príncipe. Es un gilipollas.

- Eleanor...

- Tú mismo lo has dicho millones de veces. Es un incivilizado, un misógino que solo utiliza a las mujeres, cada semana tiene a dos diferentes, y ahora papá me tortura haciéndome pasar toda una vida con eso.  Aunque aún no entiendo como ha hecho para que la familia real acepte que el príncipe se case con la hija de un marqués arruinado.

- La desesperación mueve montañas hermanita. Dentro de poco el príncipe subirá al trono y debe asentar la cabeza antes para dar una buena impresión al reino. Además seguro que papá se ha encargado de hacer una oferta por ti a los reyes que no han podido rechazar.

- Genial, mi propio padre me trata como un jarrón de coleccionista.

Henry se sentía triste por su hermana, pero al mismo tiempo millones de células de su cuerpo irradiaban odio hacia su padre por arrebatarle a sus dos hermanos y hacerlos sufrir.

- Nos ha llegado una carta de palacio invitándonos al baile de mañana por la noche. Supongo que papá lo aprovechará para que el príncipe y tú tengáis vuestro primer acercamiento público.

- Lo estoy esperando con ansias. Hablar por primera vez con ese ser del paleolítico. Qué ilusión.

Los dos hermanos rieron sarcásticamente. Con los años habían aprendido a tomarse las horribles ideas de su padre con ironía.

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