Baile real
- ¿Qué gargantilla creéis que luce más?
Eleanor se encontraba sentada en su tocador, ultimando sus accesorios antes de ir al baile en palacio, mientras que, esparcidos por su habitación, se encontraban sus cuatro hermanos cada uno inmerso en una actividad diferente.
- El que sea El, pero elige uno ya. Llevas dos horas. - Charles estaba sentando en un sillón de terciopelo azul con los ojos cerrados.
- A mi me gusta la roja.
- A mi también. - Hans se unió a su hermano en la elección.
- Yo estoy de acuerdo con los pequeños. La roja queda mucho mejor con el vestido.
- Tenéis razón, la roja. Además era de mamá. Y es bueno tenerla cerca el día que voy a conocer a mi futuro marido. - Eleanor pronunció esa última frase con cierto resquemor.
- Es injusto. Nosotros también queremos ir. - Gerd se sentó en el suelo apoyándose en la cabecera de la cama. Su gemelo enseguida lo imitó.
- Eso. Papá no nos deja ir nunca, y estar los dos solos en casa es muy aburrido.
- Está el servicio. - Intervino Charles.
- El servicio es muy aburrido. - Dijo Hans cruzándose de brazos y con el ceño fruncido.
- Solo tenéis 13 años. Esperad algunos años más porque os vais a cansar de ir a bailes y a reuniones. - Henry que estaba acostado encima de la cama de su hermana se levantó y les enmarañó el pelo. - Ahora, mejor será que nos vayamos. Padre nos estará esperando bajo con el coche.
Los tres hermanos mayores, vestidos para la
ocasión, se despidieron de los pequeños y se dirigieron a la entrada, donde efectivamente se encontraba su padre vestido con sus mejores galas. Eleanor a veces se seguía sorprendiendo del parecido de su hermano mayor y de su padre. Tan parecidos físicamente y tan distintos en lo que al interior se refiere.
- Ya era hora. Vamos o llegaremos tarde. Y no queremos llegar tarde a una invitación real. ¿A que no?
Ninguno de los tres hermanos contestó. Se subieron al coche de caballos, seguidos de su padre y emprendieron la marcha hacia el palacio.
Decenas de carruajes se agolpaban a la entrada de palacio. Los Balder bajaron del carruaje pero antes de entrar el marqués aprovechó para apartar a su hijo mayor de sus dos hermanos y decirle:
- Ya sabes que la principal protagonista de esta noche es tu hermana. Pero deberías de ir pensando en casarte. Baila con algunas jovencitas, conócelas. ¿Me has entendido?
- Sí padre.
- Así me gusta. - Y dicho esto se dirigió a paso ligero hacia el interior de palacio.
- ¿Todo bien? - Sus dos hermanos no habían perdido de vista esa conversación y lucían preocupados por las intenciones de su padre.
- Sí, tranquilos. Todo bien. - Henry le tendió el brazo a su hermana y los tres siguieron a su progenitor.
El palacio estaba lleno. Marqueses, duques, condes, toda la élite del país se concentraba esa noche en el baile real. Eleanor se sentía bastante incómoda, como era habitual en esa clase de eventos. Pero siendo "escoltada", como decía Charles, por sus dos hermanos, altos y corpulentos, se sentía segura. Con ellos dos a sus espaldas, todo lo malo que podía pasar esa noche se convertía en un poco menos malo.
- ¡Eleanoor! - Una joven rubia con un vestido azul claro se acercó a ellos con una gran sonrisa y los brazos abiertos para abrazar a su mejor amiga.
- ¡Maggie! ¿Cuándo has vuelto? No sabía que ya estabas aquí.
Eleanor se separó de su hermano y rápidamente se fundió en un abrazo con la que había sido su mejor amiga desde que tenía uso de razón. Era la única persona, a parte de sus hermanos, que le podía sacar una sonrisa desde la muerte de su madre.
Margaret Kingsford, hija del duque y la duquesa de Heid, tenía la misma edad que Eleanor, y se habían convertido en mejores amigas, desde que aprendieron a gatear, como sus madres lo habían sido antes que ellas.
Margaret era todo lo contrario a Eleanor, de estatura baja, tenía el pelo liso y dorado como el sol, unos profundos ojos castaños y una belleza que la mayoría de chicas del reino envidiaba. Además adoraba toda la clase de lujos y excentricidades que su posición social podía ofrecerle.
- He vuelto esta mañana. No me ha dado tiempo a avisarte, además mi madre me ha dicho que también estabais invitados al baile.
- ¿Qué tal por Francia? ¿Cómo es todo aquello? ¿Ya hablas francés?
- Oui mademoiselle. - Le contestó con una reverencia.
- ¿Qué? ¿Eso que significa?
Las dos rieron y se volvieron a abrazar.
- Margaret, me alegro de volver a verte.
Los dos hermanos que se habían quedado atrás observando la escena decidieron intervenir.
- ¡Henry! Lo mismo digo. - Henry le dio un casto beso en los nudillos.
- Charles. - Saludó Margaret con un movimiento de cabeza.
- Margaret. - El susodicho imitó el saludo de la joven.
Eleanor y Henry miraban la escena como si de un espectáculo de comedia se tratase.
- No se la manía que tienen de tratarse así, si se ve a mil leguas que se gustan. - Le susurró Eleanor a su hermano mayor.
- Ya se darán cuenta.
- En dos semanas Charles se va. Así que se podrían dar prisa.
- Margaret. - Interrumpió Henry, haciendo que la pareja cortara la mirada asesina que se estaban lanzando. - ¿Ha venido tu hermano?
- Sí, está con mamá por ahí.
- De acuerdo. Vamos Chuck. - Henry tiró del brazo de su hermano hacia el centro de la sala en búsqueda de Oliver Kingsford, futuro duque de Heid que, igual que pasaba con sus hermanas, hacia 27 años que Henry y él eran uña y carne.
- El. ¿Es verdad eso que me ha contado mi madre? ¿Te casas? ¿Con el príncipe?
- Shh, baja la voz. Pero sí, eso parece.
- Vas a ser princesa... Tú.
- Oye gracias.
- Quiero decir...
- Ya se lo que quieres decir. Y no, no me hace ninguna ilusión, la verdad.
En ese instante una mano se posó en el hombro de la hija del marqués.
- Eleanor, hija mía, aquí estás. Ven, quiero presentarte al rey, y a su hijo.
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