XXVII. Antes de que termine la tormenta.

BRISA

Martes 27, Septiembre 2016.

Río ante de la imagen de Erick tratando de hacer que Philip adivine la película, mientras Celine grita para confundirlo. Tomo un sorbo más de mi copa de vino.

Estamos todos en la casa de Celine para su cumpleaños. Que si bien había una fiesta muy planeado por Jordan, Celine decidió hacer algo menos llamativo y simplificarlo. En realidad, ella no quería ni hacer una reunión, pero Ela se negó completamente. Dijo que a Axel no le hubiera gustado que dejemos pasar su cumpleaños, que él hubiera estado bailando con nosotros si pudiera.

Así que organizamos entre todos una pequeña reunión con juegos, pizzas y bebidas.

— ¿Sabes algo de Derek? —Ela se acerca a mí sin perder de vista a nuestros amigos, niego—. Le voy a mandar un mensaje.

La mención de Derek hace que quiera fruncir el ceño. Estos días ha evitado quedarse en mi casa o hablar sobre cualquier cosa, no lo estoy presionando, tomando los consejos que me han dado. Nada parece tener el resultado esperado.

Me muevo hacia la cocina para buscar más vino, cuando mi celular empieza a vibrar. Veo tres mensajes acumularse y una llamada de mi hermana entrante.

— ¿Aldana?

Brisa, algo paso con Bárbara. Me mando varios mensajes, pero no puedo dejar el trabajo sin hablar con mi jefa. Sé que estás con tus amigos, no quería molestarte...

— ¿Está en el hospital, no? Voy para allá —interrumpo su dialogo y la escucho suspirar—. No te preocupes, la encontrare.

Blas está hablando con su jefe, dice que se encontrara con él allí.

—Nosotros nos ocupamos, te mando mensaje cuando la tenga conmigo —contesto y cuelgo cuando me dice que me va a mandar los mensajes que le llegaron.

— ¿Bri? ¿Pasa algo malo? —Celine se acerca a mí desde la puerta de la cocina. Yo trato darle una sonrisa—. Dime, Bri.

—Problemas familiares. No es nada, Cel.

—No, es algo. Y si es un problema de tu familia, es un problema de todos.

—Mi prima, está en problemas y necesito ir a verla —contesto dejando mi copa y girándome hacia ella.

—No puedes conducir. —Niega con la cabeza cuando me ve abriendo mi boca, su mirada es segura—. Aaron no tomo. Él te puede llevar.

—Celine, es tu cumpleaños, no puedo...

—No lo estás arruinando, que estén mis amigos aquí ya hace mi día el más feliz, aun cuando no han sido los mejores días.

—De acuerdo, pero lamento mucho tener que irme —digo abrazándola, ella ríe mientras pasa uno de sus brazos por mis hombros.

—Ya habrá miles de oportunidades. Que no te quite el sueño.

Ambas caminamos hasta la sala de estar y veo que ahora es turno de Ela y Aylen, quienes nos mandan una mirada curiosa, pero Celine gesticula que después les dirá. Me guiña un ojo.

—Voy a decirle a Aaron, tu campera está en el vestidor —dice antes de irse en busca de nuestro amigo.

Cuando termino de vestirme, Aaron me espera al lado de la puerta junto a Jordan, ambos asiente y se estrechan la mano. Celine pasa una mano por la cintura de Jorda y me despide.

En el auto, Aaron me mira de reojo, pero no dice nada; prende la radio y deja que le dé indicaciones hasta el hospital.

— ¿Quieres que baje contigo, Cel?

—No, no voy a tardar —contesto dándole una sonrisa de labios cerrados. Él toma mi mano antes de que pueda salir del auto.

—Si pasa algo, mándame un mensaje. Las espero aquí, ¿sí? —Él espera a que lo confirme y deja salir un suspiro—. Los hospitales me darán ansiedad por un largo tiempo.

Mirando a ambos lados de la calle, cruzo hasta la entrada principal. Luego pregunto a uno de seguridad por el piso de prácticas, doy un par de vueltas equivocadas hasta que me cruzo a alguien que reconozco como amiga de Bárbara.

— ¿Brooke? —La chica me mira por encima de sus lentes, gira su cabeza y puedo ver cuando me reconoce—. Hola.

—Celine, hola, ¿qué haces por aquí?

—Busco a Barbie, es urgente; ¿la has visto? Me mando unos mensajes raros —digo entrecerrando mis ojos.

—Hoy llegue súper tarde y no pude estar en las rondas. Así que me han dejado haciendo papeleo —dice encogiéndose de hombros con una mirada de disculpa, asiento—. ¿Te has fijado en el vestuario? Si no la has visto en los pasillos, por ahí fue allí para tener un respiro.

— ¿Me señalas hacia dónde ir?

—Claro, mira...

Después de un par de direcciones y de agradecerle, me doy media vuelta a buscar a mi prima. No me lleva mucho tiempo ya que escucho unos llorosos pequeños desde la puerta del baño.

— ¿Barbie?

— ¡Celine! —Su voz sale rugosa y congestionada, pero antes de que pueda cerrar propiamente la puerta, ella salta a mis brazos.

—Shhhh, no pasa nada. Estoy aquí —susurro rodeándola con ambos brazos. Acaricio su espalda—, no me voy a ir.

****

DEREK

—Pensé que tenías un cumpleaños o algo así.

Giro mi cuerpo al escuchar la voz conocida de Tristán, él recorre su mirada por mi aspecto y sé lo ve: mi barba por los días sin rasurarme, la camisa sin planchar y mi saco sucio.

Me encojo de hombros sin decirle nada, hago una seña para que me rellenen el trago. Él se sienta al lado mío.

— ¿Quieres hablar de ello?

—No lo sé —digo sin despegar la mirada de mi vaso, paso un dedo por él y exhalo—. No sé qué estoy haciendo.

—No tienes porqué saberlo. No ahora —responde, él le pide una soda al de la barra y ríe entre dientes al ver mi expresión—. Alguien tiene que llevarte a casa.

—No sé dónde es mi casa.

—Dónde está la gente que te quiere, Derek. No un lugar donde los fantasmas te persiguen. —Sé que habla del departamento que aun no vendo, pero que tampoco visito.

Mis padres han vuelto a Los Ángeles para estar cerca de mis abuelos, ellos me han dicho que puedo hacer lo que me parezca correcto con el apartamento de Axel. Y Ela me dio permiso para quedarme con ella el tiempo que quiera. Así que no me apresuro a hacer nada.

Pero tiene razón, no puedo vivir allí perseguido por recuerdos.

—Siento que si vendo ese lugar, perderé mi conexión con él.

—Lo hará real —dice despacio y por primera vez lo veo a los ojos—. Si no te sientes listo, no lo hagas. Pero no es sano ignorar las situaciones difíciles.

—Sí, bueno, me he vuelto un verdadero genio en eso.

Observo a Brisa recorrer su cocina, preparando nuestra comida, mientras dejo mi campera en el recibidor con mis llaves y teléfono.

Ella no levanta su mirada, pero la veo sonreír.

—Hola, novio.

—Hola, novia —respondo imitando su gesto por inercia. Voy a su encuentro y la abrazo con cuidado, no ignoro su intento de beso, aunque desvío mi mirada cuando ella busca la mía; termino dándole un beso en la frente—; ¿qué estás cocinando? ¿Ayudo?

—No, ya casi estoy. —Casi parece insegura de qué decirme, se aclara la garganta—. ¿Cómo estuvo la revista?

Recuerdo por un momento a mi tía Belén llorando en su oficina privada, como la abrace y ella simplemente se desmorono en mis brazos. Recuerdo todas las miradas de compasión y me estremezco. Ella lo nota, alzando sus cejas.

—Nada fuera de lo usual.

—Derek...

—Brisa, nada inusual pasó —digo interrumpiéndola duramente. Suspiro, girándome a su heladera—. Voy a abrir el vino.

— ¿Te parece si tomamos agua hoy? Creo que mucho vino me revolvió el estómago.

—Entonces no tomes —contesto encogiéndome de hombros, ella toma mi brazo deteniéndome—. ¿Qué?

— ¿No crees que estás tomando más de lo común estos días?

—Creo que me gusta el vino, no me estoy emborrachando, Brisa.

—Derek, eso no es lo que dije.

—No, pero lo pensaste; ¿ahora me vigilas la cantidad de cosas que consumo?

—Yo no hago eso —dice a la defensiva, su mirada cambia de compresión y pena a una de enojo e ira—; tú no me hablas, lo único que haces es venir a comer y luego te vas. No estás siendo tú mismo.

—Disculpadme por no ser el mismo luego de que mi hermano murió.

—Derek, no puedo ayudarte, acompañarte sino pones algo de tu parte. —Ella me señala con su dedo índice—. Tú eres el que me está echando, cada vez que trato de que te abras. Tú te cierras y entierras todo lo que sientes con unas copas de vino.

— ¿¡Ves?! Me estas llamando borracho —digo elevando mi tono de voz—. ¿Alguna vez vine con un olor obsesivo a alcohol? ¿Me has visto manejando cuando he tomado?

—No dije que fueras borracho y estás desviando el tema.

Sacudo la cabeza alejando el repentino pensamiento, Tristán me mira fijamente. Él, a diferencia de otras personas, no me mira con lástima y eso saca algún peso de mi pecho. Respiro profundo.

—Suena a que hay más historia que eso —murmura e inclina su hombro—; tengo tiempo.

—Es bueno que estés de vuelta.

—Sí. Lo es —concuerda con una media sonrisa—, no lo tendría de otra forma.

—Yo tampoco —contesto antes de suspirar. Cuando me acomodo en la butaca para contarle, el zumbido de mi celular en la barra nos interrumpe—. Déjame ver esto.

Tristán asiente y volea a pedir otra soda para él, hago una seña para que me traigan lo mismo. Desbloqueo mi celular para ver el mensaje.

Brisa está en problemas con algo de su prima, deberías llamarla. No seas un estúpido, hermano mayor.

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