XXVI. El dolor no puede explicarse.

DEREK

Viernes 23, Septiembre 2016.

¿Qué le dices a un padre o madre que ha perdido a su hijo? ¿Qué le dices cuando ese hijo era tu hermano?

Miro a mis padres sentados en el sofá del departamento que ocupaba con Axel. Ahora se siente demasiado chico y asfixiante, me hace querer agarrar una botella de alcohol y ahogarme en ella.

Ela me está dejando quedarme con ella y Leo, en su sofá, ya que mis padres ocupan la habitación de invitados que tiene. Ninguno de nosotros ha tocado el tema del departamento, nadie quiere realmente vender el lugar. Es donde Axel se hizo independiente de mamá y papá, viniendo a Nueva York a la universidad.

Pero quedarme con este lugar se siente mal, muy mal.

— ¿Quieres salir de este lugar? —Miles, uno de los amigos de Ela, se acerca a mí y asiente hacia la puerta—. Tengo que ir a fumar de todos modos.

—Sí, me vendría bien —digo antes de empezar a seguirlo. Cuando estamos por atravesar las puertas, una mano me detiene por el hombro—. Brisa.

—Hey, ¿a dónde vas? —Su voz es baja y en sus ojos veo que no tiene malas intenciones, que es solo una pregunta para ella. Pero no puedo evitar una especie de molestia nacer en mi cuerpo—. ¿Necesitas algo?

Me ahorro una mueca de dolor y pongo mi mejor media sonrisa, saco su mano de mi brazo y la beso.

—No, solo algo de aire.

—Voy contigo —responde de inmediato, la veo con intenciones de dejar su vaso en una de las mesas para seguirme. Niego—; ¿no?

—Miles me hará compañía, no tardaré —contesto sin más. Le doy un beso en la mejilla—. Ve con mi hermana, novia.

—Okey —susurra, y escucho un deje de decepción en su voz. Aunque en otra situación haría lo necesario para calmar esa preocupación, hoy no tengo la energía para ello.

Camino despacio hacia el ascensor y bajo a la recepción del complejo de departamentos. Hay un patio semi-cubierto en el medio, en donde encuentro a Miles ya fumando.

Me hace una seña por si quiero uno, niego y agradezco.

—No tomes esta pregunta de un mal modo, pero ¿hay algo que pueda hacer?

—Me gustaría mucho que pudieran hacer algo. Todo lo que quiero es despertar. —Se me escapa una risa entre dientes irónica, Miles solo me escucha—; cuando éramos chicos, lo único que quería era unas horas en paz, sin mis hermanos menores molestando. Ahora cambiaría cualquier cosa por verlo de nuevo, por tener la oportunidad de decir adiós. De decir gracias. De abrazarlo.

—No puedo decir que te entiendo —dice él luego de unos minutos, su mirada está en otro lugar y es como si estuviera a punto de viajar con sus pensamientos a otro tiempo—; pero tengo hermanos, con los que no soy cercano. Hace muchos años, lo éramos inseparables, mis hermanas me volvían loco, pero las amaba. Las amo. Cuando sucedió lo que sucedió... me destruyo perder esas relaciones.

— ¿Te arrepientes de lo que sea que sucedió? —Mi pregunta no parece tomarlo por sorpresa, de todos modos, un sentimiento de culpa me embarga—. No es mi lugar para preguntar, discúlpame.

—No, está bien. Creo que sirve mucho escuchar y hablar. No me arrepiento del porqué, me arrepiento del cómo. Me fui porque tome una decisión que ellos no aprobaban, que no aprueban; me divorcie y mi familia no estuvo apoyándome.

≫Ni siquiera ese es el problema principal, es que ellos no me creyeron. Pensaron que era débil y un poco hombre. Mi propio padre me dio la espalda y mi madre me dejo de atender el teléfono.

—Nadie debería quedarse en un lugar en donde no lo quieren. Toda relación debe ser un dar y recibir.

—Por eso tengo algo de paz en mi conciencia —responde dándome una sonrisa pequeña de costado. Tira su primer cigarrillo al piso y prende otro—. Brisa y tú, ¿están bien?

—Sí, aunque es difícil ahora concentrarme en nuestra relación.

—Ella lo entiende —responde encogiéndose de hombros—, creo que lo hace. Dijo que te está dando espacio ahora que volvió al trabajo.

—Es difícil expresarme —digo con honestidad total—, no es espacio realmente lo que necesito. No el físico por así decirlo. Pero es tan complicado explicar qué quiero ahora, es como si el dolor opacara y borrara mis capacidades de comunicación.

—El dolor no es fácil de explicar. Es casi imposible. Pero no dejes que te quite más cosas, Derek.

—Tal vez sea tarde para eso —contesto mirando a otro lado—, porque no puedo identificar donde empieza y donde termina el dolor que siento.

Ambos nos mantenemos en silencio, él fuma dos cigarrillos más y luego sube de nuevo. Yo no lo acompaño esta vez.

Unos pasos se acercan minutos después, pienso que es Brisa. Pero cuando me doy vuelta, Ela viene caminando lentamente hacia mí con Tristán, quien la ayuda.

Mi hermana tiene algunos raspones y moretones en su piel que aún no se curaron, pero la herida más notable es la venda que tiene en su hombro, en donde la bala la atravesó. Ella tiene que hacer chequeos regulares, por los puntos y movilidad, pero de todos modos ya está lejos del peligro.

—Derek, tu hermana te estaba buscando —dice Tristán cuando me alcanzan. Ela toma asiento en uno de los bancos que hay en el patio y me hace señas para que la acompañemos—; los dejo solos.

—Puedes quedarte —dice Ela encogiéndose de hombros—, no vine exactamente a hablar.

—Entonces, vienes a mirarme, mocosa —digo tratando de hacerla sonreír un poco. Ella pone sus ojos en blanco, pero logro mi objetivo.

—Vine a estar, acá. Con vos. Nada más.

—Pensé que me ibas a dar un discurso sobre algo profundo. —Me siento a un lado y Tristán se sienta a mi otro lado.

—No hay palabras sabias, nadie las tiene. Y no hay ninguna ley que te diga cómo lidiar con la perdida de alguien a quien amas. Mi dolor no es igual al tuyo, pero eso no hace que sea peor o mejor. Ambos lo amábamos, él era parte de nosotros y todavía lo es; nadie puede quitarnos eso. Por eso, solo quiero estar acá, con vos.

—Eso suena como un mini discurso profundo —susurro con la vos, de repente, ronca. Tristán pone su mano en mi hombro, ahí noto las lágrimas que empezaron a caer por mis mejillas.

Mi cuerpo tiembla, no sé si de dolor o de tristeza. El cuerpo de Ela se aprieta a mi lado y ella toma mis manos entre las suyas con fuerza. Su cabeza se recuesta en mi hombro inestable. Mi respiración es un desastre, pero ninguno dice nada.

Porque no hay mucho que se pueda decir, porque el dolor no se puede explicar.

****

BRISA

Me quedo quieta en el lugar unos segundos que siento eternos, miro hacia la puerta. Sacudo mi cabeza, sé que no es un momento fácil y debo entenderlo. Pero si él no habla conmigo, no puedo.

—Sea lo que sea que pienses, no tiene nada que ver contigo —dice una voz a mi costado. Me doy la vuelta para mirar cara a cara al padre de Derek, Bruce Parker—; Brisa, mi hijo no es bueno hablando de sus sentimientos a veces. Eso no tiene nada que ver con quien eres.

—Lo resolveremos —contesto segura—, no quiero que usted se preocupe... no sobre nosotros, no con todo... —Trato de encontrar las palabras, pero no sé cómo formular mis oraciones sin sentirme tonta.

Me avergüenza decir que no sé cómo acompañar a alguien que está de luto. Nunca perdí a un hermano, gracias a Dios.

—No tienes que tratarme de usted, Brisa. Y no me preocupo, sé que podrán resolverlo. Pero igualmente debes saber que no eras la única en no saber cómo... entender algo que no sabes entender del todo.

≫Todos procesamos las emociones de formas diferentes, eso nos hace humanos. He estado casado con Holanda desde hace mucho tiempo, y siempre me sorprendió lo diferentes que somos cuando hablamos de demostración. Ella es especial, es la luz de mi oscuridad, como yo soy su protección en su oscuridad. Pero llevo tiempo ajustarnos a los tiempos del otro.

Asiento ante sus palabras, mi mirada se dirige casi por inercia hacia la mamá de Derek. Quien se encuentra junto a su hermano, John, abrazada a su costado. Los ojos llorosos, llenos de tristeza, se pueden ver desde kilómetros. Devuelvo mi mirada a Bruce, él se ve también afligido, pero veo la diferencia.

—Eso no significar que yo sea un ser sin emociones, o que ella sea débil —dice elevando una de las comisuras de su boca, una pequeña sonrisa con rastros de dolor. Mucho dolor—. Significa que necesitamos distintas cosas a la hora de procesar las emociones. Pero ella me tendrá siempre, y yo a ella, para mantenernos a flote.

Me quedo en silencio por unos segundos, no sabiendo qué decir, pero ya no me siento incómoda. Supongo que el que sepa que yo no tengo ni la mejor idea que hacer me hace sentir más segura.

—No puedo imaginar el sufrimiento de perder un hijo, pero espero que sepa que aun si no saliera con Derek... estaría aquí porque Axel fue un amigo de todos. Un chico realmente único.

—Lo sé, mis hijos son todos especiales —responde, sus ojos brillan con emoción, pero sin lágrimas—. Iré con mi esposa. Brisa, él solo te necesita ahí. Nada más.

Le agradezco por sus palabras y me giro para ir a la cocina. Ahí veo a Ela hablar en voz baja con Leo, quien la rodea por la cintura con un brazo.

—Ela, ¿me llamabas? —Tristán, el viejo amigo de Derek, aparece junto a mí.

—Sí, necesito ayuda con algo —responde Ela, dejando a Leo con un beso en la mejilla. Tristán le tiende el codo—. Brisa, ¿puedes ocuparte de llevar esas botellas de agua a la mesa del centro? ¿Si no es molestia?

—No te preocupes, lo tengo —contesto tomando su mano cuidadosamente—; te quiero.

—Yo también, gracias por estar aquí —dice saliendo del lugar con Tristán.

Leo me mira por unos segundos y luego señala las botellas.

— ¿Te ayudo?

—Sí, no querría caerme.

—Entonces vamos, siento que no puedo mantenerme quieto.

—Entiendo el sentimiento —digo de acuerdo, ambos empezamos a sacar las botellas de los paquetes—; ¿cómo lo está tomando Ela?

—Un paso a la vez —responde, se encoje de hombros cuando lo miro y suspira—; no la presiono. Solo estoy ahí. Es lo mejor que se puede hacer, escuchar.

—Sí, eso me han dicho —susurro y él me sonríe con los labios cerrados.

—Te vi hablar con Bruce, así que supongo que te dio una de sus charlas —dice despacio y en voz baja—. Más de la sabiduría que él parece tener, yo no tengo, pero... puedo ver que quieres ayudar a Derek y que lo quieres. A veces es difícil ayudar a alguien que no se comunica, lo sé. Si alguna vez quieres hablar, también estaré aquí.

—Gracias Leo.

—Cuando gustes. Los amigos de Ela son amigos míos y viceversa.

Nos acomodamos las botellas en los brazos en silencio, no me molesta porque mi mente piensa en las palabras de Bruce y en las de él.

Escuchar y estar ahí. Suena muy fácil, pero a la vez tan difícil. Pero, me recuerdo, que no se trata de mí, sino de ellos. De la pérdida que han sufrido.

Axel Parker, hermano, hijo y un maravilloso médico con un gran futuro por delante.

Esa es una de las tantas cosas que se dijeron en el funeral, mientras lo enterraban. Muchas personas reunidas para despedir a un alma inocente, atrapada en una pesadilla. Suspiro.

Es cierto lo que dicen, siempre se van los mejores.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top