XXV. Arrepentimiento.
AXEL
Lunes 19, Septiembre 2016.
Todos nos preguntamos qué pasa después de la muerte o, en mi caso, qué pasa cuando alguien está en coma. Bueno, la realidad es que me duele todo el cuerpo.
Al principio, no era tan malo, un par de dolores aquí y allá; pero nada del otro mundo, literalmente. Luego de cuatro días, parece que estar en este estado, la cantidad de veces que nos revivieron y nuestras heridas nos han estado pasando factura. Mis músculos arden en el lugar donde tendría que tener la herida infectada, pero el malestar es general; lo cual es entendible, pero raro. Por también obvias razones.
Adela se la ha pasado sentada junto a Leo, quien pocas veces ha dejado el hospital, haciendo que ella llore cada vez que ve como él se derrumba. Un poco más cada minuto. Y también con nuestros padres, ambos se turnan para estar con ambos; aunque son más conscientes de que deben mantenerse sanos, ellos tratan de que todos los que se quedan se cuiden.
Me obligo a salir de nuestro piso y deambulo por los distintos niveles, sé a quién estoy buscando sin pensarlo. Asomo mi cabeza en la habitación para ver a un chico conectado a otras máquinas, pero despierto mirando hacia el techo. Él es quien inicio el tiroteo y no he podido entender muy bien cuáles son sus razones o si las tuvo. Tampoco es que lo haya intentado, lo encontré por casualidad cuando todavía estaba dormido por el golpe que se dio en su cabeza. Su familia también se encuentra afuera de la habitación y reconozco a uno de los psiquiatras que habla con una señora, que por el parecido, me arriesgo a pensar que es su madre.
Mérida aparece en mi campo de visión y casi puedo respirar su perfume de rosas, si no fuera porque soy un puto fantasma o lo que sea. Ella está anotando en una ficha mientras una de sus compañeras le habla.
— ¿Cómo puedes atenderlo cuando él es la razón por la que Axel y su hermana no despiertan?
—Porque lo conozco, Francesca. Por eso —responde frunciendo el ceño y yo la imito.
¿Lo conoce? ¿Quién es? ¿Por qué entro a un hospital con un arma y empezó a disparar? ¿La razón es puro odio o dolor?
— ¿Cómo dices?
—Nada, Fran. Solo sé... si no lo atiendo yo, nadie lo hará al parecer y no lo hago por él, lo hago por su familia.
Quisiera mantenerme en mi lugar y escuchar toda la conversación, pero una energía extraña me hace encogerme de dolor. Sujeto mi pecho en busca de encontrar la fuente, pero una mano ya se encuentra en ese lugar.
—Adela... —Mi voz contiene un tono de interrogación, ella tiene los ojos abiertos. Entonces me doy cuenta que me encuentro tirado en el suelo, en el piso enfrente de nuestros cuartos.
— ¡Abran paso! —Gritan, entre otras cosas, mientras hay mucho movimiento de gente a mí alrededor.
Adela se queda sin aire y puedo ver como ella también hace una mueca de dolor, pero no deja de hacer presión en mi pecho. Así me doy cuenta de dos cosas: no quiero que ella muera y que la muerte es imposible de evitar.
—Adela —repito, buscando su atención. Ella me devuelve una mirada de tristeza, sujeto sus dos manos y las beso—, necesito que hagas algo por mí. Necesito que vivas.
—Yo necesito que ambos vivamos.
—Adela, mi herida está infectada y los doctores estuvieron diciendo que aun si despierto, tendré secuelas que me impedirán hacer ciertas cosas...
—Pero no te impedirán vivir, Axel.
—Hermanita, me gustaría mucho ser lo suficiente para estar de acuerdo con eso. Pero no lo soy, y estoy bien con ello. No, escúchame —ruego cuando ella niega con la cabeza, un pedazo de mi corazón se rompe al ver sus lágrimas y su dolor—. Necesito de vivas por ti misma y por todos los que amamos, necesito que luches con esto. Yo... necesito saber que vas a vivir. Ojala pudiera darte un discurso mucho mejor, uno que te deje en paz, pero no tengo ni tiempo ni de verdad me siento de ese modo. No me voy en paz, porque de verdad tenía muchas ganas de encontrar al amor de mi vida, quería tener hijos, casarme, verte tener hijos, ver a Derek tener una familia; ¿te imaginas eso?
Tanto ella como yo reímos a pesar de las lágrimas. Lleva nuestras manos a su pecho y suelta un gemido lleno de dolor que me pesa en el alma.
—Ela, no quiero que vivas con arrepentimientos. Porque yo me voy lleno de ellos y es una reverenda mierda; me hubiera gustado decirle a Mérida que creía que ella podría haber sido la única, ¿sabes? Que ella puede dejar a atrás a ese idiota que le hizo daño y puedo reconstruirse y ser feliz. Me gustaría haber pasado más tiempo con mamá y papá antes de entrar en la universidad y ser un esclavo de la industria médica. Pero como te dije, siempre fui el hijo que vivió todo como si no tuviera tiempo.
—No quiero que te mueras, Axel. Quiero que seamos viejos y me sigas molestando, quiero que estés conmigo cuando pelea con Leo, que me digas que madure y que me odies tanto todos los días.
—Jamás te voy a dejar sola, jamás. Siempre estaré ahí, y quiero que sepas que siempre voy a estar sonriendo. Quiero que le digas a mamá y a papá que fueron los mejores padres que pudimos haber tenido y que nunca dejen de amarse. Dile a Derek que fue el mejor hermano mayor y el mejor compañero de departamento... que la vida está llena de errores y que deje de ser un pendejo. Promételo, Adela.
—Lo haré, lo haré —asegura llorando, asintiendo con la cabeza. Siento mis propias lágrimas en mis labios y el dolor, antes aguantable, extenderse por mi cuerpo.
—Dile a Belén y a John que vivan la vida sin culpa. A Elena que se perdone un poco. Y Adela, vive. Vive por ti. Siempre fuiste la más inteligente, no te quedes dormida.
—Te odio, sabelotodo.
—Y yo siempre te voy a amar. Aun cuando no me sientas, lo seguiré haciendo. Porque si bien no tuve una gran historia de romance, si tuve una gran historia de amor: ustedes, mis hermanos, mi familia, amigos. La palabra amor...
—No puede ni describir lo que siento, por eso usamos la palabra odio. Porque la gente malgasto mucho el "te amo", ¿no?
—Tal vez deberíamos buscar una nueva palabra, ¿eh?
—Sí, sí deberíamos. Lo haremos cuando despierte.
—Cuando la encuentres, dime, ¿sabes?
—Sí, Axel, lo haré. Todo. Te amo. Te amamos. Gracias por ser el mejor hermano mellizo del mundo.
—Y yo a ti, Adela. Fuiste la mejor compañera de útero.
—Te amo, idiota. Te amo. —La escucho repetirlo, una y otra vez. Hasta que su voz es tapada por la oscuridad que me abraza.
Y me dejo ir.
ADELA
¿Desperté luego de que el alma de Axel se despida de mí? No.
¿Lo hice en algún momento? Sí.
Según los médicos estuve en coma y supongo, en base a mi poco conocimiento en cualquier sector de las ciencias naturales, que tuve alucinaciones. Y me desperté un día después.
Un día después de que mi hermano murió. Eso no fue una alucinación.
Veo a Leo apoyarse en la puerta de mi habitación. Me movieron a un piso abajo, lejos de la habitación de vidrio que compartía puerta con la de mi hermano para ir a una habitación más privada. Aunque no me importa quién me ve llorar.
Ya nada de eso importa.
— ¿No puedes dormir? —Él avanza con un vaso de café hasta sentarse en una de las sillas a mis costados; su voz es baja y tranquilizadora, no quiere despertar a mi papá, quien duerme en el sofá cama—. Me dijeron que debería haber estado descansando, es tu cuarto día despierta.
—Creo que dormí suficiente por un tiempo, aunque no prometo nada.
—Me pregunto que podríamos hacer una vez que salgamos de aquí y no puedas dormir —contesta guiñándome un ojo y tomando una de mis manos. su pulgar acaricia mis nudillos de forma delicada.
—Solamente tú podrías ser sucio cuando estoy en una cama de hospital y en bata, nada sexy.
—Extrañaba hacer esos comentarios, no había nadie quien podía ser mi ducha de agua fría con solo dos palabras.
—Esta no es la charla que me gustaría escuchar, niños —dice la voz adormilada de mi padre mientras se siente y masajea los parpados. Mis labios hacen una forma parecida a una sonrisa y eso hace que los ojos de papá brillen—. Ahí está mi niña.
—Hola, Bruce. ¿Cómo has dormido? —Leo se gira para mirar a papá y le ofrece su café. Él acepta.
—No bien, pero tampoco mal —asegura sonriendo un poco de costado.
Ellos hablan un poco más, pero yo me aisló una vez más en mi mente. He estado haciendo esto mucho. Cuando empecé con la rehabilitación física y psicológica, y no tengo que hablar, suelo pensar. Mucho.
Aun cuando no estuve mucho tiempo en coma, los paros cardiacos y todo el trauma que mi cuerpo soporto fueron un buen motivo para que a veces me cueste hacer algunas cosas. No es como que no puedo moverme, pero tengo menos fuerza haciendo algunos movimientos. Y necesitare hacer consultas cada mes por un año por mi corazón, y si todo va normal podremos disminuir las visitas.
Mamá me visita lo más que puede, no hablamos mucho. Generalmente ella llora y yo termino uniéndome, luego papá trata de sacarla porque los doctores aconsejaron no estresarme emocionalmente. No interesa. Mamá necesita saber que sigo viva.
Al igual que Derek.
Derek ha estado yendo y viniendo con todos sus humores. Él se está encargando de la demanda contra el ser humano causante de esto, junto con Jordan y Simón, manager de Leo. También tiene sus momentos oscuros, realmente oscuros, que no muestra a todos; él ha desarrollado esa pared de ladrillos que siempre tuvo, pero ahora es a prueba de balas. Literalmente.
— ¿Está Derek afuera? —Mi pregunta hace que Leo y papá paren, prestándome atención.
—Sí, lo vi subir luego de despedirse de Brisa.
—Quiero hablar con él... —Intercambio una mirada con Leo y él asiente. Aprieto su mano—. A solas. Por favor.
—Tengo que hacer una llamada a Belén de todos modos —dice papá estirándose y parándose. Se acerca a mí y deja un beso en mi frente. Sus ojos analizan mi cara, su mano toma la que tengo libre y me da un fuerte abrazo. Cierro mis ojos, absorbiendo el momento—. Pero volveré.
—No lo dudo, papá.
—Estaré afuera, no me alejare mucho. —Leo deja varios besos en mi palma, yo asiento firmemente—. Te amo, locutora.
—Y yo a ti, Prince —respondo suavemente y saboreando cada palabra. Él lo vuelve a repetir antes de dejarme ir.
Ambos se van juntos dejando la puerta abierta. Una sombra se proyecta en ella, pero nadie entra por unos minutos. Veo como los hombros tiemblan y sé muy bien que esta pasando.
—Quedarte parado ahí solo no va a solucionar nada.
—Llorar tampoco soluciona nada —contesta mi hermano entrando lentamente. Cierra la puerta y se sienta en la silla que Leo dejo vacía, pero se acerca más—. Nada va a solucionar que él no esté.
—No vas a hacerlo solo. Eso sí cambia —respondo tomando sus manos y pasando una de las mías por su mejilla mojada. Siento mis propios ojos humedecerse y mi visión se nubla—. Él no quería que nos atascáramos.
—No sé cómo avanzar, Ela. No sé cómo no atascarme.
—Yo tampoco —. Mi voz tiembla y él se levanta. Le dejo lugar en la camilla, con cuidado me arropa contra su pecho, me dejo derrumbar—. Pero podemos aprender juntas.
—No pude decirle adiós.
—Él sabía que no podríamos decirle nunca adiós. Era... es nuestro hermano, ahora y siempre.
—Me arrepiento de haber... perdido tanto tiempo y no pasar lo suficiente con él.
Busco las palabras que puedan iluminar un poco las suyas, pero no las encuentro. Yo también me arrepiento de no haberlo abrazado lo suficientemente fuerte como para que quede grabado en fuego en mi mente. Quiero aferrarme a cada detalle que tengo y siento que no es suficiente. Nunca lo será.
—No podemos arreglarlo, Derek. Sé que gustaría arreglarlo —murmuro despacio y sintiendo el aire no llegar a mis pulmones—. Me cuesta respirar cuando pienso en no ver a nuestro hermano nunca más.
—Lo sé, Ela. Lo extraño como nadie tiene idea, solo tú —responde en voz baja. Asiento.
El dolor para todos es diferente. Como familia dolemos, nuestros padres sufren y tratan de mantenerse por nosotros. Pero Derek y yo vemos a través del otro.
Vemos que nos falta esa pieza esencial que nunca vamos a recuperar. Axel nunca va a volver. Y eso duele, porque no soy yo sin él. Nunca seré yo completamente.
—Y eso duele. Mucho. —Mi voz suena rugosa y un quejido de dolor deja mis labios.
—Como la mierda. Duele como si me arrancaran el corazón.
—Pero podemos no cometer los mismos errores —susurro contra su pecho y su agarre se aprieta.
—No, no lo haré. No podría hacerlo de nuevo.
Suspiro mientras ambos miramos nuestras manos unidas, es como si pudiéramos sentirlo con nosotros. Me duele no tenerlo conmigo, duele saber que no vivió lo suficiente y que no lo hará nunca. Duele, mucho.
— ¿Y Brisa?
—En su casa, mañana va a ir a trabajar —dice sonriéndome un poco, sin dejar de abrazarme lo siento relajarse un poco más—; tuvimos unos días medios tensos antes de que despertaras y estuve muy cerca de cagarla a lo grande.
—No te puedo dejar sin supervisión ni dos minutos, hermano mayor.
—Pero estamos bien, juntos y bien.
—Me gustas con ellas —digo con honestidad, él asiente de acuerdo.
—Leo me gusta también.
—Qué bueno que lo apruebes —digo irónicamente, voy a decir algo más cuando veo a una chica especial pasar por mi habitación queriendo lucir casual. Cuando desaparece, veo a Derek mirarla también—. ¿Sabes que ella es Mérida, no?
—Sí, lo sé.
—Y... ¿cómo te cae?
—No quiero hablar de ello —susurra mordiéndose el labio. Frunzo el ceño—; te prometo que te lo contare después. Ahora solo descansa para ir a casa.
—Derek, ¿es algo grave? ¿Qué está pasando?
—Luego, ¿okey?
Lo miro dudosamente. Sus ojos se tiñen con preocupación y antes de que pueda contestarle algo inteligente, la voz de Leo nos interrumpe.
—Derek, Adela —dice con una pequeña sonrisa de costado—, ¿interrumpo?
—No, cuñado, para nada.
— ¿Desde cuándo lo llamas así?
—Todos sabemos que ustedes dos se van a casar, tarde o temprano —responde Derek encogiéndose de hombros. Se desliza de su asiento y se ubica al lado de Leo, quien lo mira divertido—; entonces pensé que sería bueno ir acostumbrándome.
—Claro...
—Bueno, yo me voy, los dejo.
—Derek —digo seriamente y elevo mi voz. Ambos me miran y yo les devuelvo la mirada con fuerza, a mi nadie me va a intimidar—, prométeme que me lo dirás. Sea lo que sea.
—Lo hare, hermanita —contesta dejando un beso en mi frente—. Tú solo respira.
—Ajá.
—Chau, Derek.
—Cuídala, cuñado.
Leo se ubica al lado mío, pero yo solo veo a Derek irse por la puerta y entrecerrarla. Pero un sentimiento raro se levanta en mí y me hace querer perseguirlo.
¿Qué mierda me querrá decir? ¿Y qué tiene que ver con Mérida?
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