XXII. Todos para uno, uno para todos.
AXEL
De algún modo raro, siempre me imagine cómo sería morir. Es decir, ¿qué pasa después? ¿Tendré tiempo de hacer todo lo que quiero? ¿Seré olvidado, extrañado? ¿Vagaré por el mundo invisible porque deje cosas inconclusas?
Muchas dudas, pocas respuestas.
En el momento que cobro algo de mi conciencia sé que no estoy vivo. Me siento más ligero, menos humano, más alma. Pero también noto dolor, como un hilo fino que me sujeta a la realidad.
Ni siquiera noto en que parte del hospital me encuentro hasta que me cruzo conmigo mismo, loco, ¿no?
Hay cables por todos lados, reconozco los artefactos y puedo ir descubriendo qué me pasa. Luego de unos minutos viendo mis signos vitales, los vendajes que ocultan mis heridas, llego a la conclusión de que dos balas me alcanzaron. Una en la pierna izquierda y otra en mi pecho, siendo la segunda la más grave; moretones y pequeños rasguños decoran mi piel en varios lugares.
Llevo mi mano a mi pecho al sentir dolor, sé que es un auto reflejo. Puedo sentir las heridas que veo en mi cuerpo. Las siento debilitarme y arrastrarme más lejos. Tengo conectado un respirador, así que asumo que el dolor en la garganta deriva de eso.
Giro mi cabeza al oír voces familiares. Veo a mis padres hablar con el jefe de cirugía, Todd.
Mamá se apoya contra el cuerpo de papá, quien trata de mantener su atención centrada en cada palabra que dice el médico. Como si absorberlas fuera aire vital.
No trato de que me vean. Sé que probablemente esto sea o bien un espejismo, delirio de mi cerebro o bien, quien sea que esta arriba, me esta dando esta oportunidad para ver a quienes lloran por mí.
Busco con mi mirada a mi hermano y lo encuentro abrazado a Brisa, en una de las sillas. También veo a un hombre corpulento familiar, él lo acompaña con una mano en su hombro. Mis tíos se sientan en las sillas restantes. Belén y John sostienen a Rachel, mientras que mi tío habla por teléfono con alguien. Si tuviera que adivinar esa persona sería la tía Elena,
Lo que me saca el aire irreal de mi cuerpo-alma es ver a Leo, completamente destruido contra una de las paredes. Lo suficientemente cerca para oír las palabras de Todd. Él se despide de mi familia diciendo que los mantendrá informados de la situación de ambos.
¿Ambos?
Cierro mis ojos y trato de calmarme. Me enfoco en los momentos antes de que todo se volviera negro...
Mi cuerpo cae al piso, el choque de la superficie fría con mi piel me incomoda. Duele.
Siento un par de manos dejarme ir, otro par acercarse a mí. Hay un sonido que me molesta en los oídos que empieza a desaparecer, en cuanto lo hace, escucho voces hablando sin sentido.
—Debemos estabilizarlo... no puedo sentir su pulso...
—Lo encontré, ¿quién es ella? —Más gritos, palabras que no logro captar—. Ella tiene una herida de bala, pero es muy mala. No puedo detener la hemorragia.
— ¿Ves agujero de salida? —No escucho la respuesta.
—No importa ahora, quién es; ¡alguien debe llamar al Dr. Hayes, ya!
Percibo que me levantan, el movimiento alrededor mío es constante. Tratan de que recupere la conciencia, pero no puedo abrir mis ojos. Todo lo que siento es dolor, agudo y constante. Siento que pierdo la sensación más allá del dolor en todo el cuerpo.
Reconozco la sensación de que estoy por entrar en shock, sé que no puedo hacer nada.
No soy el médico ahora.
Soy el paciente.
Y me estoy muriendo.
Abro los ojos ante el grito desgarrador al lado mío. Mi cuerpo se sacude en la camilla, las maquinas hacen ruido y veo como alejan a mi familia.
Paro cardiaco.
Mi cuerpo no está cooperando con los doctores. Veo en la mirada de mis compañeros de trabajo esa emoción familiar cuando tratan de reanimarme: pena. Saben que, si mi cuerpo no soporta el periodo de reposo, antes de que traten de siquiera sacarme el respirador, no hay posibilidad de que vuelva. No sin un milagro y muchas secuelas.
Se activa otra alarma en el hospital de paro, otro grupo de médicos corre a la habitación contigua.
Inmediatamente me siento atraído hacia ella. Es como si recién notara otro hilo que me une a algo. Lo sigo ciegamente, siento un dolor diferente atravesarle.
El cuerpo de Adela también se está rindiendo, los médicos luchan para traerla de nuevo. Ambos nos encontramos en una batalla que no sé cómo ganar.
Luego de unos momentos, nuestros signos se alinean y los especialistas suspiran.
—En cinco horas, ambos entraron en paro casi al mismo tiempo.
—Ninguno sobrevivirá a este ritmo...
—Axel es uno de nosotros, su familia es nuestra familia —ordena a quien reconozco como jefe de Psiquiatría; iba a trabajar con él cuando haya terminado mis pasantías antes de pasar a la especialización—; pongámoslo cómodos, y recemos. Esa familia tendrá días pesados por delante.
— ¿Axel?
Esa palabra hace que me aleje de los médicos y vea a mi hermana. Sus ojos se llenan de lágrimas antes de arrojarse a mis brazos.
— ¿Adela?
—Sí —ríe contra mi pecho—; pensaba que esta alucinando, ahora creo que lo confirmo.
—Quiero creer que esto es real, significa que seguimos acá.
—Dudo que estar acá sea algo bueno —contesta soltándome y mirando a Leo, él habla con los doctores un poco más.
Nuestros padres se acercan a mi cuarto y se sientan para sostenerme las manos. John se sienta en la habitación de Ela y parece hablarle en voz baja.
Los hombros de Derek se sacuden mientras niega con la cabeza. Aaron y Miles acaban de llegar, ellos empiezan a hablar con Brisa, quien deja a nuestro hermano con su acompañante.
—Tristan Arkins, increíble —susurra Ela por lo bajo. Y ahí mi cerebro reconoce al hombre como el mejor amigo de la universidad de Derek.
Veo llegar a más gente de la radio. Celine va directamente hacia Leo, ellos se abrazan y Jordan apoya una mano en la espalda del británico. Aylen entra seguida de Francisco, sin señales de Lorenzo, y con la cara rojiza por estar llorando; la hermana de Leo se reúne con su novio, Teo, a quien reconozco borrosamente como el sonidista de la radio.
Dos de los compañeros de la banda de Leo traen cafés y empiezan a repartirlos. Sacudo mi cabeza.
— ¿Leo no estaba en Londres?
—Sí, pero estoy suponiendo que han pasado días.
—Dos días —contesto acercándome al calendario electrónico de una de las pantallas de su habitación—; dos días casi muertos.
—Realmente estoy orgullosa de que no estemos volviéndonos locos con todo esto. Digo me estoy viendo acostada en una cama conectada a un respirador y es... escalofriante.
—Creo que ambos hemos lidiado con cosas más raras siendo mellizos.
—No, creo que esto le gana a cualquier cosa.
— ¿Recuerdas algo del momento antes de...?
— ¿Caer en una negrura infinita? —Ella suelta una risa sarcástica, se tira en una de las sillas—. Sí y no. Recuerdo reaccionar antes y tratar de cubrirte...
—Ese fue un movimiento estúpido, Adela.
—Eres mi hermano, Axel, obviamente iba protegerte.
—No, deberías haberte agachada inmediatamente. Entonces, tal vez...
—No hubiera recibido una bala en mi pecho, ¿no? Lo sé, pero yo no podía dejarte recibir todas las balas... ¿qué se supone que hiciera? ¿Dejarte ser el héroe muerto?
—Ahora mamá y papá perderán dos hijos.
—No, me niego a saber que este es nuestro final...
En cuanto esas palabras dejan su boca, ruedo los ojos. Solo nosotros nos pondríamos a discutir sobre quien debió hacer qué.
Un movimiento en la sala capta mi atención nuevamente, Mérida entra junto a otro cirujano, quien se especializa en trauma.
Ella mira momentáneamente mi habitación y una lágrima se le escapa. Lo que daría por decirle que la quiero, aun cuando me trato como un perro.
Todos se acercan a ellos y el doctor toma una respiración profunda. Adela y yo también nos movemos, sabemos que no traen buenas noticias.
—Ambos pacientes han tenido unas casi 48 horas inestables, no sabemos en qué condiciones volverán a la conciencia o si lo harán —dice lentamente, intercambiando miradas con todos. Papá cierra sus ojos y agacha su cabeza—; pero sabemos que los dos pacientes han resistido tres reanimaciones en total, y algunas complicaciones en cirugía que fueron atendidas.
≫Lo que puedo decirles es que Adela Parker se encuentra en observación luego de tener una herida de bala en el hombro que pudimos reparar. Honestamente paso más cerca de su arteria carótida de lo que nos gustaría pero creemos que estará bien si podemos estabilizar sus signos vitales. Lo bueno es que pudimos reparar la herida y sacar la bala, aun así, su cuerpo debe reposar y su cuerpo debe ponerse al día. Axel Parker tiene dos heridas de balas, ambas con orificio de salida. Fue sometido a dos cirugías, una para detener la hemorragia y tratar su herida en la pierna; otra para controlar la infección que tuvo en el pecho.
— ¿Cuáles son las posibilidades de que despierten?
—Derek...
—No, mamá. Hay que ser realistas, sus cuerpos...
—Señor, sus cuerpos necesitan descansar y sí, entraron en paros, pero debemos tener en cuenta el estrés que estuvieron sometidos.
—Los actualizaremos cuando haya algo para decirles —comunica Todd, asintiendo hacia mis padres.
Puedo ver a todos ser consumidos por el dolor. Adela se mueve cerca de Leo y empieza a derramar sus propias lágrimas.
Yo me deslizo por una pared hasta le piso, junto a la silla de Derek y lo miro de costado. Siento que trato de memorizar lo más posible.
—Derek, entiendo que estés frustrado, pero a tu madre no le hace nada bien escucharnos hablar de probabilidades...
— ¿Crees que a mi me encanta, papá? —Derek enfrente a papá, quien se acuclilla delante de él y pone una mano en la nuca de mi hermano. De inmediato, Derek derrumba sus protecciones y llorosa —. Si hubiera venido como dije que haría...
—Estarías en una habitación igual que ellos, Derek. —La voz de papá es dura, no deja que él conteste—. Los conozco a los tres, son mis hijos. Mis niños. ¿Te crees que no puedo ver que las heridas en tus hermanos no son consecuencia de que ambos se quisieron proteger entre sí? Si tú hubieras estado aquí, hubieras saltado al frente de las tres balas.
—Los hubiera protegido.
—Y muerto —corta papá sosteniendo su mirada. Papá deja escapar un gemido de dolor y Derek lo abraza—; no podemos ni siquiera pensar en tenerte en una camilla también Derek... tu madre y yo no lo soportaríamos.
—Es que siempre fuimos los tres mosqueteros... yo debería haber estado con ellos. No quiero que se vayan, papá.
—Lo sé, hijo, lo sé... —Papá llora con Derek agarrándose a él. Mamá los mira apoyada en una pared tratando de mantenerse fuerte.
Adela suspira y me sobresalto al verla al lado mío. Tomo su mano entre las mías y apoya su cabeza en mi hombro.
—Todos para uno... —suspira y aprieta mis manos, más fuerte.
—Uno para todos —completo, y una lágrima escapa seguida de otras que no sabía que guardaba—. No quiero morir, Ela.
No quiero irme.
No ame al amor de mi vida, no fui amado por ella.
No tuve sobrinos. No los malcríe.
No tuve hijos, ni perros, ni gatos.
No envejecí, no me reí con mi hermana de lo estúpidos que fuimos siendo jóvenes.
No termine de vivir.
Pero siento que nada de eso importa. Porque no importa que hiciste y que no, todos podemos terminar siendo polvo y cenizas.
De un momento a otro.
Ser todo y nada.
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