XVI. Bombas.
BRISA
Jueves 18, Agosto 2016.
— ¡Aylen!
El grito de Miles podría escucharse por toda la cuadra, tanto Aaron como yo levantamos la vista de nuestros móviles para observar a nuestros amigos fruncirse el ceño.
— ¿Qué es todo este barullo? —Aaron se para con una elegancia que siempre me hizo envidiarlo. Sus dedos juegan con sus gemelos mientras mira con atención a Aylen—. ¿Están ambos bien?
—Aylen, ella tiene...
— ¡Ni te atrevas! —Mi amiga corta las palabras de Miles y suspira profundamente—. No pasa nada.
—No creo que eso sea nada. —Miles no dice las palabras, las gruñe entre dientes—. Dijiste que estaba todo bien.
—Y lo está. Deja de leer entre líneas.
—Tú eres la que no ve lo que está delante de tus putos ojos, Aylen, y cuando te des cuenta va a ser muy tarde.
Con esas últimas palabras, Miles toma su celular de la mesa y se va del estudio. Aaron estudia a Aylen con atención, ella me asiente a mí y con eso tomo mi campera para frenar a nuestro amigo de cometer un error.
Por suerte lo agarro justo antes de que se meta en su carro.
— ¡Miles!
— ¿Te mando ella a que me vigilaras?
—No, quiero estar aquí para evitar que manejes con rabia y termines volcando, ¿okey?
Miles asiente y cierra la puerta; extiendo mi mano, él deja las llaves en ella. Ambos nos apoyamos en su auto. Quiero hacer preguntas, quiero saber qué vió pero creo que sé a dónde va todo esto.
—Lorenzo la vigila.
— ¿Qué mierda? —Inmediatamente siento mis facciones endurecerse; Miles imita mi reacción cerrando sus manos en puños—. ¿Qué mierda controladora es esa?
—Manda a su hermano gemelo a traerla, llevarla y vete a saber que mierda más. Es una de las condiciones que impuso para que vayan a terapia.
Me tomo unos minutos para que sus palabras se hundan en mí, que mis neuronas procesen la información. Siempre odia a Lorenzo de una forma u otra pero su hermano, Francisco, nunca me dio la misma impresión.
—Tu fiesta de cumpleaños —murmuro uniendo escenas borrosas de esa noche—, Francisco la acompaño a Aylen.
—En esa ocasión, según ella, el acuerdo del que hablamos no estaba en funcionamiento todavía.
—Pero... ella nos dijo que las cosas iban muy bien.
—Si bueno, le debemos dar un Oscar por su actuación. Él nunca la trato bien y debí darme cuenta, yo...
—Siento que me estoy perdiendo una cosa en toda esta situación.
—Es mejor que no lo sepas. Si ella quiere decírtelo, bien, pero no seré quien ponga esa bomba de tiempo en marcha —contesta mirándome de costado. Puedo ver como el secreto le pesa en la mirada—. Aylen se merece mucho más.
—Cualquier persona se merece mucho más que esa porquería obsesiva —murmuro con asco. Extiendo mis brazos abrazándolo—; sé que la quieres mucho, y que te preocupas pero si ella no lo ve, va a ser difícil que lo deje. Aylen de verdad quiere que su matrimonio funcione.
—Lo sé.
Un silencio se instala. Veo como Miles se esconde en su mente, su cara oscureciéndose y puedo ver que esto realmente le afecta.
Con tristeza dirijo mi mirada al edificio de la radio.
—Debería irme. Antes de que tenga otro ataque y Aaron salte sobre mí.
—Él también se preocupa.
—Aaron tiene su propia ceguera de la cual preocuparse —responde misteriosamente. Suelta una risa suave, no tan genuina como las que siempre tiene pero una sonrisa pequeña que alivia algo de mi preocupación—; esa es otra bomba que tampoco pienso detonar.
—De acuerdo pero me hablaras si necesitas algo.
—Sí, belleza. —Deja un beso en mi frente—. Gracias.
Veo como su auto se aleja y por poco quiero gritarle para que se detenga. Sacudirlo hasta que vomite todo lo que me dijo en un idioma que entienda. Pero otro auto oscuro se detiene en el estacionamiento y todos mis instintos se ponen en alerta.
Sé quién es. Y quien mejor para obtener las respuestas que busco.
Saco mi celular de mi bolsillo del pantalón y tecleo rápidamente.
No preguntes. Retenla unos minutos más. Luego te explico.
Conozco a Aaron demasiado bien para saber que él le debe estar sacando información a Aylen y que no importa que, él siempre tiene su celular a mano. Sonrió de costado cuando siento una vibración, esa es mi señal de que recibió mi mensaje.
Tienes 15 minutos con suerte. Por supuesto que me vas a explicar toda esta mierda.
—Francisco Bilodeau.
—Brisa... no conozco tu apellido. Ya estamos desiguales.
—No considero a iguales a los idiotas egocéntricos obsesivos del control hijos de puta.
La sonrisa que mostraba antes se desvanece y es reemplazada por un ceño fruncido. Aprovecho ese momento para detallar su vestimenta.
Francisco y Lorenzo podrán ser gemelos pero definitivamente no los confundirías nunca. Donde Lorenzo es rígido, estirado y lleno de avaricia; Francisco aparenta ser relajado, amable y empático. Aunque ambos visten ropa de marca de algún modo los dos logran tener estilos diferentes: uno es recto con líneas duras y otro es suave sin líneas.
Odio que me haya dejado llevar por esa impresión.
Debo recordar que ambos fueron cortados por el mismo filo y de la misma forma. Poéticamente hablando.
—Creo que te confundes de hermano.
—Y tú te confundes de estúpida —digo con la ira al filo de mi piel—; sé que eres la nueva niñera contratada por Lorenzo. No sabía que este era tu segundo trabajo.
—No es lo que crees.
— ¿Y cuál es la mentira que me vas a soltar ahora? ¿Me la tengo que creer, no?
—Lorenzo me mando a vigilarla, sí. Pero era yo o alguien peor. Así que tome el trabajo ya que mi empresa casi se puede manejar sola. Aylen es mi cuñada, la hermana que nunca tuve, jamás le pondría un dedo encima, Brisa.
—Entonces, ¿qué mierda haces siguiéndola y no sacándola de esa casa?
— ¿Tú crees que no he querido agarrarla y llevarla a mi casa? ¿Lejos de Lorenzo? Aylen me cortaría las manos si hago eso. Eres su amiga así que debes saber que ella está segura de que ellos dos van a resolver sus problemas de algún modo milagroso.
— ¿Le levanto la mano? ¿Le pego? —No me doy cuenta pero involuntariamente mis manos se aferran a su brazo. No sé si busco detenerlo, lastimarlo o ambos.
—No, jamás desde que me mude con ellos temporalmente. —Sé lo que esconden sus palabras. Sé lo que quiere decir.
—Quiero creerte Francisco...
—Cree esto. Aylen nunca tendrá una mano de mi hermano encima de ella ni un moretón ni un rasguño si algo tengo que decir.
Sus ojos oscuros me miran atentamente y puedo, de algún modo, percibir que él dice la verdad. Entrecierro mis ojos pero lo suelto y él se acomoda las mangas de su camisa.
—Me avisarás si eso cambia.
—Sí, de acuerdo —responde él aceptando mientras saca su celular, me lo entrega y marco mi número para agregarme a su agenda.
—No era una pregunta, Francisco. No somos amigos pero estoy considerando creerte.
—Me siento honrado.
—Siéntete alegre de que tienes los dos huevos en su lugar —murmuro entre dientes. Escucho desde lejos la voz de Aylen y la dureza detrás de la voz de Aaron—. No le digas ni una palabra, Bilodeau.
—Sí, señora.
—Brisa Ayana.
—Ayana. Entendido. —Él pone una sonrisa en su cara cuando mi amiga llega a nuestro lado.
Noto que Aaron se quedó en la entrada observando seriamente a nuestro acompañante y no lo juzgo. Asiento con la cabeza hacia él y luego atraigo a Aylen a un abrazo.
—Te amo, mucho.
—Yo también, Bri —dice ella dejándome apretarla. Ríe cuando la sacudo un poco—. ¿Y eso?
—Nada. Solo quería sacudirte un poco —contesto encogiéndome de hombros. Sí, sacudirte para sacarte la estupidez, amiga. Pero guardo mis pensamientos—. Llámame para salir pronto, ¿quieres?
Aylen mira momentáneamente a Francisco y hace una mueca que trata de disimular. Asiente suspirando, sonríe y no le llega a los ojos.
Ambos se alejan antes de que pueda decir más.
Francisco al cerrar la puerta de ella se da vuelta y me saluda con la mano. Puedo leer sus labios cuando dice "Adios, amiga".
—No somos amigos —susurro para mí y sé que él lo sabe por la sonrisa que me dedica antes de subirse al auto.
—¿Qué hacia él acá? —Aaron no esconde su amargura y yo volteo mis ojos—. Aylen no me dijo mucho.
—Miles tampoco me ilumino demasiado —contesto a lo que Aaron parece mitad aliviado mitad irritado. Lo miro mientras se cruza de brazos, su cuerpo apoyado en la pared—; me dijo que ustedes dos tienen dos bombas que él no activara.
—Obviamente Miles diría algo así. —Niega con la cabeza y se para derecho—. ¿Qué te dijo de Aylen?
—Dijo que Lorenzo mando a su hermano a vigilarla.
— ¿Qué ese cabronazo hizo que puta mierda? —Las venas se marcan en la frente y el cuello de mi amigo; por un momento temo que se parta la mano contra el muro—. Lo voy a matar.
—También menciono que es una de las condiciones para que vayan a terapia. Pero... —digo poniendo una mano en su pecho. No quiero que haga ninguna locura—, Aaron, a pesar de mis reservas creo en lo que me dijo Francisco.
—Ese no es mejor que su jodido hermano.
—Él dijo que o el se encargaba de vigilarla o alguien más lo hacía. Y por experiencia creo que es mejor un malo conocido que un malo por conocer.
— ¿Y Aylen tan campante diciéndonos que iba todo bien?
—Aaron vives al frente de ella, nunca viste...
—Brisa, si hubiera visto algo, hubiera tirado la estúpida puerta abajo para cagarlo a palos. Aylen es mi amiga también. —Pasa una mano por su pelo y puedo ver la frustración en su cara—. ¿Qué vamos a hacer?
—Nada que empeore su situación, Aaron. Si actuamos, no dudo que Lorenzo se pondrá físico con ella y eso es algo que debemos evitar.
—Así que no haremos nada y no le diremos a nadie más, ¿eh? Gran plan.
— ¿Qué otra mierda quieres hacer? Lorenzo es un jodido psicópata por todo lo que sabemos, y su hermano puede querer proteger a Aylen, pero ella es su propia persona que si no quiere nuestra ayuda, va a ser muy jodido sacarla de ahí contra su voluntad.
Aaron detiene su caminata de un lado a otro y suspira. Sé cómo se debe sentir. Me siento igual pero no quiero que Aylen termine muerta porque la cagamos a fondo.
—Buscaremos la forma de hacer que quiera nuestra ayuda.
—Sí, Aaron pero seamos más pasivos que agresivos con ella. Gritarle, no va a servir.
—Lo sé, mierda —murmura una vez más con bronca—. Si sabes algo más, dimelo.
—Entendido —respondo mientras lo abrazo. Él me deja, al igual que Miles, un beso en la frente.
Veo como su cuerpo se relaja un poco cuando ve detrás de mí y puedo ver a Derek charlando con Emily. Ambos parecen estar esperándonos a una distancia cuidadosa. Puedo decir que los dos sabían que estábamos teniendo una conversación privada.
—Cuídate, Aaron. Y no hagas nada de lo que nos arrepintamos.
—No lo prometo, pero lo tendré en cuenta —dice haciendo una mueca.
Envuelve sus brazos alrededor de Emily, quien me sonríe y yo asiento en su dirección. Derek saluda brevemente a Aaron y me pasa uno de sus brazos por mis hombros.
No es hasta que los comprometidos están lejos que él me besa duro y profundo. Para luego abrazarme una vez más.
— ¿Algo para compartir? ¿O algo que deba preocuparme?
Pienso rápidamente en las posibilidades de contarle algo. Sé que él jurara no decir nada pero Adela a la vez es demasiado perceptiva y Aaron ya es un peligro sabiendo lo cercanos que son esos dos. Niego con la cabeza sonriendo.
—Nada. Cosas del trabajo —murmuro contra sus labios. Él no me ve muy seguro y lo beso una vez más—, novio.
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