XI. Mañana es un nuevo día.
BRISA
Sábado 30, Agosto 2016.
Mis tacos blancos golpean contra el piso de la sala de estar mientras camino de un lado a otro esperando a que el timbre suene.
Mis primos, Diego y Barbara, están tirados en el sillón mirando la televisión. Al contrario de otros días, Barbi está callada y con la mirada distraída. Diego cada tanto le susurra cosas al oído haciendo que ella sonría un poco pero aun así todos podemos ver una nube negra sobre su cabeza.
Blas se acerca a mí con una copa de vino, tendiéndomela con una sonrisa se apoya contra la puerta principal, observándome.
—Estás demasiado inquieta. Te das cuenta de que no vamos a comérnoslo como cena, ¿verdad? —Su sonrisa se ensancha cuando Aldana sale de la cocina para ir a ver a los chicos—. Será una gran madre.
— ¿Me perdí de algo o que tiene que ver mis nervios con tus deseos de ser padre?
—No seas una perra, Bri —contesta Aldana yendo a los brazos de su esposo. Blas me guiña un ojo—; no es culpa de Blas que Derek este llegando tarde.
— ¡No está llegando tarde! —Chequeo mi reloj y bufo—. Ni siquiera son menos veinte.
—Exacto, ¿por qué no te sientas en el sofá y te calmas? Vas a hacer un piso en el suelo que tú vas a pagar. Y deja de ser una perra con mi marido.
—No estoy siendo una perra.
—Ella no fue una perra conmigo, no digas esas cosas de tu hermana. —Blas trata de conciliar el ambiente. Pasa sus manos por la espalda de ella abrazándola y dejando un beso en su entrecejo fruncido—. Eres hermosa.
—Eso no te hará ganar nada, Blas Martínez.
—Tal vez quiere que lo hagas feliz en la cama esta noche —opina Diego sin mirarnos. Él inmediatamente espera a que mi hermana lo regañe pero ella simplemente suspira y vuelve a la cocina—. No puedo creer que haya sobrevivido a eso.
—No descartes que vaya a envenenar tu comida en estos momentos —susurra Barbi sonriendo de costado. Diego la codea—. ¿Qué? Es verdad.
—Tú estás también un poco gruñona —dice Blas sentándose en uno de los sofás individuales. Yo me apoyo en el respaldo del mismo—. ¿Está pasando algo que debamos saber?
— ¿Practicando para tus charlas con tus futuros hijos? —Diego levanta una ceja y se apunta a sí mismo—. Si tienes un hijo como yo, serás afortunado.
—Entonces luchare con todas mis fuerzas para no tener hijos como tú, ya tengo suficiente con un dolor de cabeza. —Aldana se une de nuevo y se sienta en el regazo de Blas—. En serio, Barbi, no has estado siendo tú misma.
—Solo esta avergonzada.
— ¿De qué? —Inclino mi cabeza hacia mi primo.
—La encontré sacándose fotos... no aptas para todo público y ahora se hace la que eso no paso.
Diego desestima con un movimiento de mano, prestándole más atención a los comerciales que ocupan la pantalla del televisor. Siento el peso de la mirada de Blas y Brisa en mi cara. También puedo ver como Barbi queda quieta en su lugar sin moverse y con los ojos abiertos puestos en Diego, quien de nuevo se encoje de hombros.
—Quiero decir, no es la gran cosa. Mucha gente joven lo hace, más ahora, con las redes sociales y eso. Es como un pre calentamiento.
Aldana se para inmediatamente y le saca el celular a Barbi, el cual estaba sobre la mesa del living. Ni Blas ni yo podemos reaccionar lo suficientemente a tiempo como para prever que mi hermana lo iba a tirar al suelo.
— ¡Aldana! ¡Eres una perra!
— ¡Y tú eres una mocosa! ¡¿Acaso no sabes lo peligroso que es difundir tus fotos íntimas?! ¡¿No eres consciente de ello?!
— ¡Es mi puto cuerpo, mi vida! —Barbi empieza a seguir enojada por la casa a Aldana. Le agarra el brazo para darla vuelta—. No eres mi madre, Aldana.
—Tienes suerte de que no lo seas porque no estaría hablándome así.
— ¿Así, cómo? Soy mayor de edad y tú no puedes decirme qué hacer o no. Me importa un corno si tienes una razón religiosa o moral sobre fotos, como tú las llamas, intimas. Es mi puta vida.
— ¡Aldana! —La voz de Blas por primera vez se eleva cuando ve los ojos voraces de mi hermana brillar con odio. Ella desvía la mirada hacia él y se da vuelta para entrar a su habitación cerrando la puerta con fuerza.
— ¡Mierda, esto quema! —Diego grita desde la cocina. Debió haber visto que la cena seguía en el horno cocinándose; Blas me da una mirada a la que asiento, dejándolo ir para asegurarse de que mi primo no se ha lastimado—. ¡Ayuda!
—Yo no quería decir ni la mitad de las cosas que acabo de decir, yo... —Ella se rompe a llorar cuando pongo mis brazos a su alrededor y la aprieto a contra mi pecho—; yo no quería, Bri.
—Lo sé, muñeca, lo sé —murmuro con voz baja.
— ¿Qué va a pensar Derek al vernos todos enojados y con Aldana en el cuarto, cómo...?
—Es mi novio, yo me ocupare de ello. Aparte él tiene hermanos y una prima, así que no creo que no haya sido participe de alguna pelea.
— ¿Por qué me grito así? Ni siquiera estoy molesta por el celular, pero por su modo de hablar conmigo; como si fuera una puta o...
—Escúchame bien, Barbi, muy bien —digo sosteniendo entre mis manos sus pómulos—, no eres una puta, ni nada parecido. Ese es un insulto usado para denigrarnos y esas fotos no deben tener ese poder.
—Escuchaste a Aldana, ella... tiene razón, no debería haber...
—No se puede cambiar algo que ya se hizo, Barbi. Y a ella le guste o no, no puede juzgarte por lo que hagas con tu cuerpo —contesto mirándola firmemente a los ojos. Ella se aferra a mis muñecas y clava sus uñas mientras las lágrimas corren por sus mejillas—; te amamos, Barbi, nunca dudes de eso. Nunca dudes de quien malditamente eres.
Tarda en responderme, su mirada se pierde en las palabras de Aldana; estoy viendo a un espejo que me devuelve a mi yo de 18 años en el hospital, cuando mi hermana me dijo casi lo mismo.
Ella me pidió disculpas y yo la perdone porque es mi familia. Barbi seguramente la perdonara y Aldana se matara de culpa por sus palabras.
Pero mirando a mi prima veo que ella nunca aprendió que sus palabras tienen mucho filo, que se clavan en la piel de la persona a las que se las dice. Que dejan heridas sin curar.
—Y yo te amo —murmura.
Veo a Diego apoyarse contra la pared del pasillo. Blas también se acerca pero va hacia la puerta de la habitación donde esta Aldana, golpea la puerta suavemente y entra cuando escuchamos el cerrojo pasar.
El timbre suena cortando el silencio. Sacudo mi cabeza recordando que Derek iba a venir a la cena familiar. Mi primo me sonríe de costado.
—Yo me encargo. Ve, explícale —dice abrazando a Barbi a su costado. Ella me da una pequeña sonrisa y asiente—; Brisa, ¡ve!
Me cuesta ponerme en movimiento pero lo hago cuando veo algo de luz en los ojos de Barbi. Diego deja un beso en su cabello mientras los dijere hasta la cocina.
Pasándome los dedos por debajo de mis ojos para borrar el maquillaje y por el pelo. Me doy un vistazo en el espejo, suspiro calmándome antes de abrir la puerta.
—Hola, Derek.
Él me mira y siento que el aire escapa de mis pulmones, me da una sonrisa brillante. Da un paso más cerca y me da una bolsa.
—No quería traer flores porque con mi hermana aprendí que no todas las mujeres aman las rosas o esas cosas. Así que decidí traer un vino, algo más clásico —dice al verme sacar la botella—. Espero que haya elegido bien.
—No deberías haberte molestado, Derek.
—Lo sé pero quise.
—Derek, yo... recién hubo una situación con mi prima y mi hermana y... —Siento que mis ojos se vuelven a humedecer, miro hacia el techo para no dejar que las emociones tomen el control. Las manos de Derek sostienen mi cara para conectar miradas—. De verdad, yo quería que los conocieras y tener una buena noche, pero ahora no sé...
—Hey, no. No te disculpes por tener, ¿qué? ¿Una familia normal? —Sus pulgares acarician mis mejillas. Una sonrisa tira de sus labios que me contagia—. Tengo hermanos mellizos, tengo unos padres que se vuelven locos entre ellos... no te perdono porque no es tu culpa. Entiendo el lío, las peleas, todo.
—A veces creo que vas a desaparecer, ¿sabes? Que lo que dices simplemente es un espejismo —murmuro contra sus labios.
Él sonríe de nuevo antes de unir nuestras bocas. Sus manos bajan a mi cuello y las mías se agarran de su camisa. No presiona más allá, pero sus labios se mueven sobre los míos de una manera que dice más de lo que dijo.
— ¿Estoy interrumpiendo, Bri?
Rompemos el contacto al escuchar la voz de mi primo abriendo la puerta de par en par. Diego extiende su mano para estrecharla con él.
—Diego Ayana, tú debes ser Derek Parker.
—Mucho gusto, Diego.
—Supongo que Brisa no tuvo tiempo de decirte muchas cosas. Los jóvenes ahora parecen no perder el tiempo.
—Ella dijo algo sobre no poder recibirme hoy. Solamente estaba haciendo que mi visita no fuera totalmente en vano.
—Ese es mi tipo de hombre —contesta Diego divertido. Lo sujeta del hombro con fuerza, aun cuando él es más bajo que Derek—; no la lastimes, porque te aseguro que no quieres hacerlo, Parker.
—Me propongo solo traerle alegrías, Diego. Y amarla, mucho.
—Bueno, entonces, ven entra. —Mi primo lo deja pasar y veo a Barbi siendo más ella misma, poniendo los cubiertos en la mesa del comedor. Blas sale de la cocina llevando la comida—. Estamos justo poniendo la comida.
—Creía que no...
—Si lo que Brisa dijo es verdad, sabes que la familia pelea y luego se une más fuerte. —Diego le guiña un ojo y lo acerca a su hermana—. Ella es Barbara Ayana.
—Hola, Derek. Escuche mucho de ti.
—Lo mismo digo, Barbara.
—Por favor, solo Barbi. Él es el esposo Aldana, la hermana mayor de Bri.
—Ya estaba pensando que eras un novio inventado —dice Blas dándole unas palmadas en la espalda. Yo los miro a todos intercambiando miradas.
Barbi me indica de ir a la cocina y aprovecho que tengo el vino en mis manos para llevarlo. Le doy una mirada a Derek, compruebo que él se metió en un interrogatorio con los chicos así que los dejo en el comedor.
—Mientras te besuqueabas con tu novio, salí del cuarto y si bien tengo muchas disculpas que decir y pedir.
—Aldana...
—No, Barbi. Yo no tenía ningún derecho en decirte nada. Y por más que te hablemos del pasado, de que te diga porque reacciones así, nada puedo excusarme. Te amo, Barbi y luego vomitare mis disculpas como una perra. Ahora brindemos por ese hombre llamado Derek, primer novio que vine a conocernos con algo en sus manos —dice Aldana dándonos una copa a cada una—. Les voy a pedir perdón toda mi vida.
—Aldana, te amo —responde Barbi dejando el vino de lado y abrazándola. Yo me apoyo contra la mesada y le guiño un ojo.
—Y yo te voy a disculpar toda mi vida, hermana —contesto uniéndome al abrazo—. Pero de verdad debes controlar tus palabras.
—Lo sé. Blas me dio el discurso sobre ello. Lo siento mucho, Barbi, no eres nada de lo que dije. —Mi hermana nos da un beso a cada una en la cabeza y sonríe de costado. Le limpio unas lágrimas escurridizas—. Ninguna de las dos debe creer mis palabras ni las de nadie. Son espectaculares y bellas. Nunca lo duden.
—Tú también lo eres —murmura Barbi dejándole un beso en la mejilla—; no todos dejamos el orgullo de lado tan rápido como tú.
—Las amo —digo abrazándolas de nuevo—. Pero no quiero dejar a Derek solo con los chicos mucho tiempo.
—Tienes razón, son peligrosos —contesta Barbi volviendo a agarrar su vaso.
—Además yo debo interrogarlo. Es mi turno. —Aldana camina hacia la puerta, pero se gira—. Nunca olviden lo mucho que las amo.
—Nosotras a ti, hermana. —Ella deja la cocina y yo me vuelvo a Barbi—. Eres una cosita especial con un gran corazón. Yo le di mucha mierda.
—Huelo a mucha historia ahí.
—La hay, aunque no hoy.
—Lo sé. Y porque sé cómo eres Bri, decidí no darle mucha mierda... hoy.
—Uf, prima, con razón te notaba tan bondadosa. —Barbi suelta una risa—. Mañana es otro día, ¿no?
—Lo es, Bri.
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