LA ISLA ATTILAN

ODI ET AMO.

Autora: Clumsykitty

Fandom: Marvel, AU, ABO.

Parejas: Am... ¿muchas? Harem.

Derechos: a suspirar.

Advertencias: ésta es una historia que he escrito solamente para darme gusto, es una completa paja mental llena de clichés con smut involuntario muy consciente de mi parte. Siendo un ABO encontraremos lo que debemos encontrar en un Omegaverse, así que sobre aviso no hay engaño, esto no es la Divina Comedia ni Cien Años de Soledad.

Pero gracias por leerme.


***

LA ISLA ATTILAN



El Reino estaba de fiesta desde lo más lejano del Norte hasta lo más lejano del Sur, desde la punta extrema del Oeste hasta la punta más extrema del Este. Los bárbaros al fin habían sido vencidos, gracias a la ayuda de sus medios hermanos los Mestizos, a quienes la gente bautizó como Devastadores por su ferocidad en la pelea. Los ejércitos conjuntos atraparon a todos los miembros de la Casa Primera del Sur, el Clan Stane, verdaderos traidores que Loki desenmascaró cuando comparecieron ante el nuevo trono que se hizo para Lord Odinson. Varios de ellos fueron puestos como esclavos, otros llevados a mazmorras, otros más ejecutados. El palacio real tuvo que ser reconstruido, el nuevo Rey ordenó que en los arcos que rodeaban los símbolos de los dioses volviera a estar el escudo del Clan Attilan, inocente de las infamias cometidas a su nombre.

Quill regresó a la Casa Tercera del Norte, junto con Lord Stark cuando fue el tiempo una vez más de su Celo, teniendo su palabra de resguardarlo de los asedios del ahora Rey. Le dieron unas habitaciones de la Casa Común, no queriendo tenerlo fuera del palacio como tampoco al Omega Quinto una vez que el Alfa habló con todos con severidad por lo arriesgado de aquellos planos, antes de felicitarlos por haber buscado la verdad y justicia. Los Guardianes se quedaron con Quill, siempre celosos protectores del Omega como de su cachorro, quien seguía sin tener nombre aún, por lo que Buck comenzó a llamarle Quesito en broma, una que se esparció por todo el palacio. Pronto, ese bebé fue conocido así para exasperación de Quill, negándose a darle nombre o que Lord Stark lo acompañara a llevarlo al Templo de los Dioses para que lo nombrara ahí.

-Estás loco -le comentó Rocket al Omega- No puedes tener un cachorro sin nombre.

-Aún no -era todo lo que respondía Quill.

Cuando las cosas se calmaron, el Alfa del Norte habló a solas con Quill para ahondar en sus últimas andanzas y saber sus motivos para no ver al Rey Odinson. Éste fue al Dominio, escuchando la negativa por parte de su amigo con firmeza. El rubio Omega no lo quería ver y Lord Stark tenía empeñada su palabra con aquel. Si bien eso pudo haber levantado un nuevo conflicto, Dzor aceptó aquel rechazo con honor, diciendo que se ganaría el derecho de conocer a su cachorro y de hablar con su Omega sobre todo lo ocurrido. A mediados de primavera se celebró la coronación, con el Camarlengo Strange colocando la corona de oro sobre las sienes del Alfa, y éste haciendo lo mismo con su consorte, Loki. Lord Stark fue nombrado Protector del Reino, un título que le había sido arrebatado a su padre por las artimañas de Lord Stane, siendo ahora su casa, la Casa Primera del Norte con un nuevo título, el Lobo Invencible.

-¿Nunca más volverás a dirigirle la palabra al Rey? -preguntó Buck, cuando el verano inició. Su amigo se había perdido el Celo del rubio Alfa, no que se le viera interesado en ello.

-Se burló de mí.

-Eso ya se fue con la estación, Quill.

-No es solo por lo que pasó en el palacio, es todo.

-Quesito necesita a su padre.

-Cállate.

-No se me da la gana.

-Iré a decirle a Lord Stark que quieres estar gestando de nuevo.

-Dale una oportunidad.

-¿Por qué no me dejan en paz?

Buck suspiró, bajando sus hombros. Quill rodó sus ojos, deteniéndole al ver que se marchaba de sus aposentos.

-No quise ser grosero, es que... no es tan fácil.

-Ya lo sé, no tienes qué decirme. Pero no puedes esconderte en el Dominio por siempre, ¿qué cuando tu cachorro crezca y sea la viva imagen del Rey?

-Los Dioses me odian demasiado si eso llega a suceder.

-¿Qué le dirás a Quesito sobre su padre cuando te pregunte sobre él?

-Estás empeñado en sacarme de mis casillas, ¿no es así?

-Solo quiero lo mejor para ti, y hueles a desesperación.

-Disculpa, señor Ya Tengo Mi Aroma Gracias.

-Argh, estás igual que Talia, no deja de recordármelo y hacerme sabor todos mis estados de ánimo con ello.

-Hueles a pudor, Omega Quinto.

-Quill, no te hagas el idiota.

-Quiero tiempo, ¿de acuerdo?

-Mientras no sea tanto que Quesito se convierta en Queso, está bien.

-He creado un monstruo.

Buck regresó a su Nido, pensativo sobre lo que podía hacer para resolver esa situación que el idiota de su amigo se negaba a hacer. Tony jugaba con uno de sus tantos juguetes que su padre había traído luego de que los cachorros regresaran bien custodiados por Mantis y los Guardianes. Quesito había sido la sensación por su parecido con el Rey, además de ser un risueño de nacimiento. Incluso ya tenía el agrado del receloso Fenrir, habiendo estado en la isla le tomó cariño desde que el bebé atrapó uno de sus dedos con su manecita y lo llevó a su boca entre gorgoteos, como lo contó Mantis. Además de que si tenía algún dolor por extrañar esos vínculos que alimentaban a todo cachorro, Tony era con el único con quien se calmaba. Gruñó recordando de nuevo a Talia con sus bromas sobre su aroma, pero es que ahora todo mundo parecía darse cuenta de si estaba enojado o feliz, aún tenía que dominar eso como lo hacía Stev.

Lo cierto es que tenía demasiadas cosas en la cabeza para pensar. El Rey había dado las tierras de la Provincia del Oeste a los Devastadores, puesto que al ser los últimos herederos del Clan Attilan, les pertenecían de cierta manera. El Clan Stark ayudó con la disposición y acomodo de todos ellos, durante ese lapso Pet había conocido a una doncella Devastadora que cautivó sus pensamientos. Tenía cabellos rojos como Talia pero más oscuros, decidida firme, toda una Beta Superior que hacía tartamudear e incluso golpearse con su propia espada al primogénito de Lord Stark. Mery de los Yein, era el nombre de la afortunada, aunque si le preguntaban a Pet siempre negaba que estuviera interesado en esas cosas, pero lo cierto es que ya estaba en la edad de fijarse en alguien.

Como Stev no supo bien qué hacer con semejante apuro, fueron Quill y Buck quienes dieron consejos al joven Alfa sobre las maneras de conquistar a una Devastadora, con algunas correcciones de Gamora al escuchar los disparates de los dos Omegas y tácticas más refinadas por parte de Talia. Miko ayudaba vistiendo a Pet. Lord Stark estaba divertido con todo aquello, orgulloso de su cachorro, aunque tuvo que hablar con él porque notó enseguida que el recelo de su hijo se debía a que pensaba que su padre no estaría de acuerdo si la joven llegaba a ser de su agrado para convertirse más adelante en su pareja. El Protector del Reino jamás había seguido tales reglas y menos si se trataba de la felicidad de sus hijos. Más fue jocoso que luego de la charla paterna, Pet siguiera teniendo esos tropiezos que incluso hicieron reír al menos risueño, Drax.

Aquellas actividades mantenían distraído a Quill, pero no a su amigo, quien se decidió a escribir por segunda vez a Loki, contándole sobre su apuro. Era quizá a la persona menos indicada para acercarse, sin embargo, aquel Omega conocía al Rey como su propia mano, algo debía saber para remediar la situación antes que llegara otro invierno. Quesito necesitaba su hogar y aunque todos lo adoraran en el Dominio, lo cierto que ahí no crecería tan sano como en la Capital donde ahora vivía el Clan Odinson. Una misiva con la respuesta llegó pronto para su alivio, mientras todos estaban en la Casa Común con los dos pequeños cachorros siendo paseados por los hijos de Lord Stark entre cantos de Mantis que ya eran favoritos en el Dominio. Buck sonrió lentamente, sin duda Loki tenía bien ganado su reputación como zorro astuto.

-¿Por qué está tan alegre mi hermoso Omega? -preguntó Lord Stark al verle apartado de todos por haber leído la carta.

Como olvidaba lo de su aroma.

-Alfa, quisiera pedirte algo.

-Nómbralo.

-En verdad te digo, un día, esas palabras van a meterte en problemas.

-Confío en que mi bravío Omega me saque del atolladero. Anda, quiero consentirte.

Fueron las palabras que Buck necesitó.

Días después, una pequeña caravana llegó al Dominio, trayendo cofres llenos de telas de todas las Provincias y tierras lejanas, con joyas, perlas, hilos... cosas para crear túnicas y mantos dignos de un Rey... o del consorte del Rey. Eran todos para Quill, mismo que no dio crédito a la cantidad de cofres a sus pies, cargando a un sonriente Quesito.

-¿Quién mandó esto?

-Son para el Omega Quill y su primer nacido.

-Pregunté quien los envió.

-No lo sé, señor. Solo entrego estos obsequios con la bendición de los Dioses.

Quill frunció su ceño, sospechando claro quien había enviado esas cosas, pero al no poder asegurarlo corría el riesgo de hacer un desprecio a alguien más. Tuvo que aceptar esas telas y usarlas, regalando un poco a Miko, otras a Talia y otro tanto a Stev por siempre aconsejarlo con su cachorro.

-Tú ya tienes ropas para toda la eternidad -le bromeó a Buck.

Luego llegaron armas, unas ornamentales y otras para usarse. Gamora, Drax y Rocket las alabaron porque dijeron que eran de metal noble que servía a los Dioses, en sus costumbres de Mestizos. Quill refunfuñó, pero las dagas hicieron brillar sus ojos. A la semana siguiente, toda una hilera larguísima de sirvientes trajo frutas dulces, golosinas y postres para deleitar al Omega. Stev no pudo contener la risa al ver como Quill atacó enseguida la comida, compartiendo con todos los hambrientos cachorros porque el aroma simplemente fue irresistible. Los demás fueron invitados, observando los canturreos de aquel Omega agasajado al probar de todo, con el pequeño Quesito en brazos, aplaudiendo entre burbujas de baba.

Sin duda la conmoción por las pieles, carnes y huesos de una selecta cacería no se olvidó por días. Gamora miró a Talia como preguntándole qué tanto estaba sucediendo en el Dominio, pero ella se encogió de hombros. Quill estaba ya consternado por semejantes obsequios con cierta regularidad. Luego vinieron instrumentos musicales, carrozas atascadas de juguetes para Quesito, e incluso llegó una camada de finos perros de cacería. Lord Stark bromó a Quill diciéndole que tendría que llamar a su arquitecto para ampliar la Casa Común porque si los regalos seguían llegando en tales cantidades, el palacio ya no podría albergarlos. Aún faltaba el golpe maestro de Buck, una tarde que su amigo le visitó en su Nido para que Tony jugara con Quesito mientras ellos terminaban algo de aquellas golosinas.

-¿Recuerdas nuestra apuesta?

-Cómo olvidarlo, Buck, hiciste trampa de último momento.

-298 contra tus 297.

-Bah.

-Quiero el pago.

-Bueno, ¿quieres que vuelva a ser tu sirviente?

Buck negó. -Recuerda, harías lo que yo pidiera sin negarte.

-Sé que te has enamorado de mí, más aprecio mi garganta, no quiero que Lord Stark me la corte.

-Vas a tener una cena con el Rey. En la Isla Attilan. Yo cuidaré de Quesito mientras vuelves.

-¡¿PERO QUÉ CARAJOS?!

-Los niños, Quill.

-No voy a... -el rubio Omega gruñó al otro- Esto es alta traición.

-¿Escuchas eso? Es mi corazón partiéndose en pedacitos.

-Te odio.

-Partes mañana.

El Omega Quinto había solicitado a su Alfa que reconstruyera la fortaleza Attilan, con la única intención de que sirviera de huésped a la cena privada entre el Rey Dzor y su amigo Quill. Ya los obsequios enviados por el Alfa a su Omega le habían inquietado lo suficiente para menguar esa necedad suya, era hora de que hablaran frente a frente como lo estaban necesitando. Si Buck podía llenar una habitación con su aroma a felicidad, Quill lo hacía con su ansiedad. El Milano llevó al Omega a su destino, escoltado por Lord Stark y Rocket, dejándole en la fortaleza en espera de la llegada del Rey. Quill se quedó boquiabierto al ver el cambio, sobre todo la sala del inmenso comedor ya lista para recibirles, con velas que la abuela estaba encendiendo.

-¡Abuelita! -Quill corrió hacia ella, abrazándola- ¿Dónde te habías metido?

-Ayudando a los perdidos, me supongo -replicó sonriente la anciana, mirándole- ¿Ahora ya crees en mis palabras?

-Tienes que explicarte mejor, abuelita. Confundes.

-Si tienes confundido el corazón, tendrás confundida la mente.

-En eso tienes razón -el Omega suspiró, sentándose a su lado- Abuelita... no sé qué hacer.

-Lo sabes, pero tienes miedo de hacerlo. No quieres que te lastimen, detrás de la risa y las bromas ocultas el dolor de siempre estar solo.

-Dzor... él...

-Permite que tu corazón hable por ti, y escucharás lo que tu alma necesita.

-Es un Rey, y yo...

-Eres el hijo de Meredith, y ella salvó a tu Alfa, ¿lo olvidas?

-Los regalos, son geniales, son todas las cosas que siempre quise de niño, todo lo que envidié de los demás.

-Promesas de que ya nada te faltará si das el paso que necesitas. Está ahí, pequeño Omega, delante de ti, solo tienes que alcanzarlo.

-Me da miedo -confesó Quill con un hilo de voz.

La anciana le sonrió, acariciando su mejilla con esa mano arrugada y temblorosa.

-El Rey podía haberte obligado, incluso sentenciado a muerte a quienes se opusieran al deseo que arde en su corazón, pero se ha arrodillado ante ti como el más humilde esclavo. Viene en un barco con el corazón más alterado que una tormenta del océano, orando a los Dioses porque sus palabras sean escuchadas por su Omega. Y tú anhelas algo con toda la fuerza de tu ser, Starlord.

Quill se sonrojó, desviando su mirada algo húmeda pero la mano de la abuela hizo que le mirara de nuevo, picando su nariz.

-Mi primer sueño fue que mamá no muriera por la Lengua Gris, y murió, desde entonces aprendí que todos mis demás sueños tendrían el mismo destino.

-¿Qué tan cierto es eso que ahora un Rey te corteja?

-... abuelita...

-Los Dioses siempre tuvieron obsequios para ti, pero tú nunca extendiste las manos para tomarlos, porque aquí, en este corazón solitario, te creíste la idea de que un Omega huérfano jamás merecía lo bueno de la vida. Has dirigido un ejército, ayudado a un amigo, salvado a un Reino. ¿Y sigues creyendo que no eres digno de un Rey?

-Vaya con los regaños.

-Para navegar hay que soltar las velas, es tiempo de soltar las tuyas, Starlord. Las estrellas esperan por ti.

-Al menos...

-¿Sí?

-¿Puedes... estar?

Con una risa divertida, musical, la anciana asintió. Tal como lo predijo, un barco con velas de orillas doradas llegó con el Rey bajando casi corriendo para ir a la fortaleza. Fue hasta el comedor donde encontró a Quill en sus galas de la Casa Primera del Norte, del otro lado de la mesa. El Alfa no le presionó, sonriendo al verle ahí por fin. Cada uno tomó el extremo de la cabecera, comenzando a cenar en un silencio incómodo. Siendo su naturaleza inquieta, el Omega no pudo resistir tanto tiempo así, dejando su copa a un lado para mirar al Rey.

-¿Realmente sientes algo por mí o soy solamente otro reto más?

-Siempre había sido feliz con Loki, sin ojos para otro Omega. No me faltaba nada, hasta que un día fui a visitar a mi buen amigo Anthony al Norte y te vi canturreando con un baile gracioso como si fueses el amo del mundo. Entonces hubo un hueco aquí en mi pecho, que nada pudo llenar por más que traté. Que jamás ha podido ser ocupado por nada ni nadie más.

-Entonces... ¿por qué no me...? La Marca.

El Alfa sonrió melancólico. -Nunca lo notaste, pero tuve que morderme una muñeca para no hacerlo, no porque no lo deseara, Quill, llámalo soberbia, vanidad, estupidez. Quería primero escuchar de tus labios que lo querías. Me entregaste un Celo y fue mi deseo corresponderlo con el respeto a tu persona, porque para mí, vales todos los tesoros del Reino.

Quill tosió, sonrojándose de nuevo. -Ya supe que te pusieron algo en tu vino que te dejó inconsciente, por eso no me buscaste.

-Esas cabezas ya están separadas de sus cuerpos -el Rey se levantó, caminando al otro lado de la mesa, el Omega se puso de pie también- Ya no soporto esta lejanía, me mata la distancia, el no poder tocarte o ver a mi hijo. Si no quieres estar a mi lado, lo respetaré, pero ya no me hagas esto.

Hubo un silencio por parte del más bajo, apretando sus puños. Una música provino del salón contiguo, que invitaba al baile. Dzor extendió su brazo al Omega, haciendo una reverencia. Quill contuvo el aliento, asintiendo después, enredando su propio brazo con el del Alfa, ambos caminando al gran salón. No se veían músicos o instrumentos, pero ya el Rey estaba versado en aquella magia de la fortaleza Attilan, que había protegido a su hijo en tiempos de guerra. Le sonrió al Omega, tomando su mano y luego su cintura para guiarle en la danza, mirándose a los ojos. Fueron unos primeros pasos tensos, hasta que ambos al fin se entendieron. Una sonrisa amplia apareció en Quill, más relajado y jugando con el Rey. Vino otra pieza, otra más. La carcajada de felicidad del Omega hizo nacer otra igual en el Alfa, bailando todo alrededor, toqueteándose atrevidos.

-Ese grandísimo idiota -murmuró Quill cuando alzó la vista y vio estrellas de bronce muy conocidas, decorando todo el techo de aquel salón de baile en color azul oscuro, formando un firmamento falso con el verdadero que vieron por unos tragaluces.

-¿Qué?

-Digo que me beses, mi Rey.

A inicios de otoño, Quill sería coronado como el segundo consorte del Rey una vez que al fin aceptara la Marca del Rey después de otras tantas caravanas de regalos que enlistó cuidadosamente, obsequios en parte para todos aquellos que le habían ayudado en momentos tan precarios, incluso al propio Loki le tocaron por haberle ayudado a traer al mundo a su hijo, el cual fue presentado al Templo de los Dioses donde ambos padres lo nombraron.

-Seren Dzorson.

La paz en el Reino al fin llegó para quedarse, la isla Attilan sería el nuevo refugio de ciertos Alfas Pura Sangre para estar más cómodos en ciertas temporadas, bien aconsejados por una sonriente abuela bendiciendo sus uniones. Y esos regalos que fueron solicitados por aquel rubio Omega en diferentes tiempos, pasarían como una nueva tradición que bien llamarían el Cortejo, la muestra de amor de un Alfa a su Omega. Una nueva tradición por perdurar en los próximos siglos.

F I N

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