Fantasía

Advertencia: Contenido sexual

[Narra Robin]

Una isla nueva por explorar. Acabábamos de llegar tras varias semanas navegando, justo a tiempo para reabastecer el Sunny de provisiones. Con un capitán como el nuestro no era raro que nos escasease la comida, pero nuestro cocinero siempre se las ingeniaba para que no nos faltase de nada.
Volviendo a nuestra llegada, todos se marcharon en seguida, unos en busca provisiones, medicinas o tiendas de ropa con buenas ofertas y otros simplemente a explorar. Me había quedado sola en el barco, y no era nada que me molestase. Antes de ir a explorar como el resto de la tripulación, tenía que consultar en mis libros si la isla podría descubrirme algo relevante sobre la historia. Tras un largo rato entre libros decidí que ese lugar no formaba parte de mi búsqueda.
Decepcionada, me senté en mi cama y me dejé caer de espaldas.

"Qué decepción..." Pensé algo desanimada. "¿Los demás habrán encontrado algo de su interés en este lugar?" Haciéndome esta pregunta comencé a pensar en todos mis nakamas, uno por uno, y en lo que estarían haciendo. La navegante sin duda estaría estafando a algún pobre comerciante, el capitán estaría buscando (si es que no había encontrado ya) algún lugar dónde comer buena carne, todos eran personas bastante predecibles, aunque... ¿Qué estaría haciendo el espadachín? Tras nuestra larga separación, todos habían vuelto bastante cambiados y mucho más fuertes, pero no habían cambiado sus costumbres. Seguramente Zoro estaría bebiendo en alguna taberna, siempre y cuando no se hubiese quedado dormido por ahí. Puede que físicamente fuese el que más había cambiado de todos mis nakamas. No solo por la cicatriz por la que había perdido un ojo, sino por su aspecto en general. O tal vez esta percepción era cosa mía, pero el espadachín se había vuelto mucho más hombre durante esos dos largos años. Siendo yo de las más mayores del grupo, nunca había pensado en él de otra forma que la de un hombrecito al que solo le interesa luchar, pero desde el reencuentro, cada vez que nuestras miradas se encontraban sentía que Zoro se había convertido en alguien mucho más interesante. También físicamente claro, ese duro y trabajado cuerpo que bien podría estar esculpido en piedra no era precisamente algo que se pudiese pasar por alto.

"Tal vez si sus intereses no se dirigiesen solo hacía las espadas..." ¿Qué? ¿En qué estaba pensando? Me sorprendí a mí misma con una actitud poco propia de mí, pero bueno, la lujuria mental no hace daño a nadie. Poco a poco y sin darme mucha cuenta, comencé a sentir calor, pero estaba sola y no creía que fuesen a venir pronto.

En un acto impropio de mí, levante mi falda y comencé sin miramientos a acariciarme por encima de la ropa interior. Ropa que comenzó a humedecerse y a estorbar. Me la quité y la dejé a un lado de la cama. Abrí mis piernas y con la mano izquierda separé mis segundos labios. De la mano derecha humedecí dos dedos que comencé a deslizar suavemente por mi clítoris. Un leve gemido se abrió paso a través de mi garganta, pero me daba igual. Era placentero, y lo que es mejor, un alivio. Pero no era suficiente, y mi imaginación prefería pensar que era el espadachín quien realizaba esos movimientos sobre mi cuerpo.

Imaginaba que se encontraba entre mis piernas, que mis dedos eran su lengua sobre mi clítoris. Me incorporé para quedar sentada e imaginé que él estaba sentado tras de mi, y que sus manos eran mis manos, pero me di cuenta de que podía hacerlo más real e hice aparecer (bendita sea esta habilidad mía) un par de brazos que bien podrían sustituir a los de Zoro. Y justo en ese momento, cuando iba a introducir un par de dedos en mi interior y mi fantasía estaba alcanzando su punto álgido, escuché algo que no me hizo gracia.

-¡¡¡Robin-chwaaaaaaaan!!! -Los brazos falsos desaparecieron en ese momento, pasando a no ser más que pétalos, y yo, sobresaltada por la interrupción de Sanji me metí bajo las sábanas de mi cama a toda prisa. El cocinero llamó a mi puerta con su habitual entusiasmo.- ¿Puedo pasar, Robin-chwan?

-Eh... ¡Claro! -Titubeé antes de contestar, pero decidí no preocuparle negándole la entrada.

Sanji entró en la habitación con una taza de café que desprendía un aroma delicioso.

- ¡Te traigo un café exquisito que he encontrado en la isl...! ¿Uh? -El cocinero se detuvo al encontrarme en la cama.- ¿Te encuentras bien Robin-chwan? ¿Quieres que busque a Chopper?

-¡No! -Me apresuré a decir. Solo me faltaba que viniese más gente.- Solo es que tenía sueño y decidí dormir un poco, no te preocupes. -Me senté aún tapada hasta la cintura para coger el café que me tendía, y pude ver cómo mis bragas se deslizaban de entre las sábanas para caer al suelo. Por suerte, Sanji no pareció verlo (Y ya es tener suerte, ese hombre tiene un radar para estas cosas), así que mientras agradecía el café, hice aparecer un brazo bajo la cama que escondió mi prenda disimuladamente. Bebí despreocupada y felicité al expectante cocinero por el magnífico sabor que había logrado. Esto hizo que la alegría inundase el cuerpo del hombre, que salió corriendo del lugar en busca de Nami, a la que sin duda iba a llevar otra taza similar.

Ya a solas, me levanté y cerré la puerta, recogí las bragas sucias y me puse unas limpias. Me había quedado a medias, así que me arreglé el pelo y salí en busca de mi espadachín preferido.

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Yay, hasta aquí la primera parte, a ver qué os parece! :D

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