Ocean Eyes

Usuario: LDYZ09

Tema: Playa

Cantidad de palabras: 2166

Fandom: Tokyo Revenders

Takemichi no recuerda en qué momento exacto empezó todo esto, pero si recuerda el cómo comenzó.

Primero fue algo pequeño, incluso inofensivo, solía pensar que cada que le preguntaban a donde iba o con quien se encontraría, era porque se preocupaban por él, viéndolo ahora, Takemichi se preguntó cómo es que nunca vio ninguna señal de peligro.
Poco después fue restringirle dichas salidas con la excusa de "lo estamos haciendo por ti". Cuando Takemichi sacó el valor para enfrentar a Toman sobre la privatización de su libertad, vino la victimización por parte de cada uno de ellos.

Después de eso, todo fue una mancha borrosa. Ahora en el presente, Hanagaki Takemichi sólo podía mirar a través de él gran cristal enfrente suyo. Anhelando lo que una vez tuvo.

Un toque en el cristal lo sacó de sus pensamientos.

―Takemitchy ―hablo el líder de la organización más peligrosa de Japón.

A Takemitchy le encantaría ignorar dichos toques, pero si lo hacía, vendría algo peor.

Volteo su cabeza y una gran aleta se hizo visible conforme avanzaba, solo para quedar cerca de Sano Manjiro, alias "Mikey".

Mikey no pudo evitar la enorme sonrisa en su rostro. La vista de su Takemitchy en forma de sirena, nunca le pasaría de moda. Ni para ninguno de Toman.

―Takemitchy, te tenemos una sorpresa.

El susodicho no reaccionó ante sus palabras, normalmente las sorpresas sólo eran nuevos peces y arrecifes para su prisión/acuario, haciendo la función de un espectáculo para los altos mandos de Toman, pero Toman seguía insistiendo que era su "casa".

― ¿No quieres saber? ―pregunto de forma inocente el hombre de pelo cenizo.

Al tiempo en que hablaba, empezó a subir unas escaleras que daban con la parte superior del acuario. Takemitchy al ver esto, nado a la superficie, para poder entablar una conversación adecuada con su principal raptor.

―Sí, Mikey-kun ―fingiendo una gran sonrisa, respondió. La mitad de su cuerpo quedó fuera del agua, mientras que su gran aleta se movía de forma rítmica en la parte inferior.

Mikey se acercó y acaricio la cabeza de Takemitchy y Takemitchy se inclinó hacia el toque (aunque sólo quisiera nadar lo más lejos posible de él). Con el pasar de los años, había aprendido a tener un mínimo control sobre los altos mandos de Toman.

No mires a nadie más que no sea ellos (A menos que quieras ver las cabezas de esa gente en bandejas de plata).

Dales una sonrisa cuando te pregunten algo, incluso si es tan simple como un "¿Te gusto la comida?" (Aún recuerda los gritos de dolor del último chef que estuvo en la mansión).

Se obediente y no menciones nunca el mar (A pesar de tener un enorme nudo en la garganta por querer tan siquiera mencionar su hogar natal).

Aquellas principales reglas se hicieron parte de su rutina diaria.

― ¡Vamos a la playa! ―grito emocionado.

Takemitchy sintió un vuelco en el corazón, pero se aseguró no hacer ni un sólo gesto facial. Su mente empezó a correr en diferentes direcciones, pero lamentablemente ninguna dirigía a un buen final.

― ¿Por qué, Mikey-kun? Yo estoy feliz aquí. En las playas hay mucha gente y basura por doquier.

Oh, en ningún momento de su vida creyó estar extrañando la basura junto la contaminación que eran los humanos.

―Bueno, Kisaki me propuso algo que creo que será muy divertido y no seas tonto, Koko nos reservó una playa privada ―respondió como si hablará con su hijo.

― ¡No hay necesidad de tanto, Mikey-kun! Estoy bien aquí.

Un silencio menor a cinco segundos, le advirtió de su mala elección de palabras. Con miedo, siguió mirando al silencioso Manjiro.

― ¿Acaso estas despreciando nuestros regalos? ¿A pesar de todo lo que te hemos dado? ¿Ya no nos quieres ¿ES ESO VERDAD? YA NO QUIERES PASAR TIEMPO CON NOSOTROS CON ESA ESTUPIDA EXCUSA.

Takemichi tembló de miedo, pero no quería que pasara a mayores, así que actuó rápido.

― ¡Te equivocas! Es sólo que nunca habíamos ido y creí que era, umm (una prueba) ... ¿Una broma? ―Con temor respondió mientras acariciaba lentamente las piernas de Mikey.

La excusa no era nada convincente, pero, aun así, aquellos ojos muertos cambiaron por una sonrisa.

― ¡Bien! ¡Entonces, nos vamos! ―grito emocionado y con una gran sonrisa, como si hace unos segundos no estuviera planeando moler a golpes a alguien.

― ¿A-ahora? ―pregunto sorprendido.

― ¡Claro! ¿Algún problema? ―cuestionó.

Sólo que tal vez no estoy listo ―pensó sólo para responder lo contrario ― ¡No! Si así lo quieren, estaré encantado.

Mikey salió de su vista un momento, sólo para regresar con una gran bata esponjosa. Takemichi se impulsó con sus brazos y salió del agua.

La transformación, contrario a lo creído, tardaba horas en cambiar. El paso de una aleta a dos piernas era lento, ya que, si se hacía rápido, era extremadamente dolorosa y las sirenas tuvieron que lograr esta evolución de una mala gana.

Al finalizar, Takemichi tenía que volver a acostumbrarse a sus piernas, y en esta ocasión fue un poco más difícil porque paso meses en esa jaula llamada hogar.

Sus piernas estaban temblorosas y varias veces cayó de bruces contra el suelo, sólo para escuchar las risas y burlas "inocentes" de Manjiro.

Al estabilizarse, ambos hombres bajaron y pudieron notar la presencia de más personas.

―Mitchy, ¿ya te acostumbraste nuevamente a tus piernas?

―Sí, Draken-kun. Gracias por preocuparte.

―Hombre, ¿Cuánto tiempo pasaste esta vez? ¿4 meses? ―pregunto un hombre de gran altura y una cicatriz en la cara.

En realidad 5, pero eso a nadie de ustedes le importa ―pensó con remordimiento.

―Bueno, suficiente por ahora. ―Mikey aplaudió de forma escandalosa para llamar la atención, ―Mitchy ya sabe de la sorpresa y dijo que estará encantado.

Takemichi tuvo un mal presentimiento al ver la gran sonrisa de todos.

―Entonces, ¡vamos a divertirnos!

El resto del viaje paso en una mancha borrosa. Su corazón no dejaba de sonar contra sus oídos y el tiempo parecía ir de forma cada vez más lenta, como si se burlara de él.

Pronto se oyeron las gaviotas y su corazón dio un nuevo vuelco. Al abrir la camioneta en la que iban, Takemichi casi se paralizó ante la vista que lo recibió.

El sol estaba en lo más alto del día, no había ni una sola nube que se interpusiera entre su vista y ese enorme cielo azul. Las gaviotas volaban en todas partes con libertad. Un ligero viento lo estremeció y pudo ver como las palmeras se mecían suavemente ante las caricias del viento. Finalmente, sólo pudo enfocarse en una cosa, esa gran mancha azul, tan enorme que parecía no tener fin e incluso se perdía en el horizonte. Aquellas olas que llegaban a la orilla con gran calma, libres de cualquier prisa. La arena parecía brillar ante sus ojos, se veía tan viva, tan dorada, tan suave y sin ningún tramo de basura. Sin darse cuenta había dejado de respirar y cuando finalmente lo hizo, lo recibió el más exquisito de los olores en el mundo. Extrañaba tanto el dulce aroma del mar que le dio un mareo en su cabeza.

Aquellas emociones se tuvieron que resguardar tan rápido como vinieron.

― ¿Bien? ¿Te gusta? ―pregunto la persona a la que alguna vez pensó que sería buena idea contarle su secreto. Aún recuerda el momento en que se lo dijo, un inocente adolescente asombrado de que los cuentos de sirenas fueran ciertos. Sus ojos brillantes le dieron una mínima seguridad de que lo que hizo, fue lo correcto (como desearía retroceder en el tiempo y nunca haber revelado su secreto).

― ¡Por supuesto! Ya que viene de ustedes, cualquier cose gusta. ―Las arcadas tenía que aguantarlas.

―Ya veo ―devolvió la sonrisa y puso su mano en la cintura.

―Chifuyu, no lo acapares ―gruño un pelinegro con caninos grandes.

―Lo siento Baji-San. Mi socio es tan cursi ―río al final de su disculpa.

Takemichi volvió su mirada al mar, anhelante, pero rápidamente cualquier idea estúpida fue desecha. Toman estaba tan demente, que estaba seguro de que, aunque se escondiera en la fosa de las Marianas. Tarde o temprano lo encontrarían y las consecuencias serían devastadoras.

―Bien, vengan ―llamo Draken para que todos se reunieran. A su lado, Mikey se encontraba comiendo una bolsa de papas fritas.

Al terminar de reunirse, se podía apreciar a diez personas en total.

―Ya que Kisaki propuso esta salida, él nos dirá las actividades que haremos. ―Al terminar de hablar, Kisaki dio un paso al frente, dándole un asentimiento a Draken.

―Lo primero será cambiarnos al traje de baño, partiremos una sandía, jugaremos voleibol y nadaremos un rato en la playa. Al anochecer haremos una fogata y comeremos malvaviscos, ¿entendido? ―termino de hablar, su rostro no cambio en ningún momento, pese a decir actividades tan infantiles.

Takemitchy estaba sorprendido, e incluso así, la palabra quedaba corta. Miraba a los alrededores para ver si lo que escuchaba era cierto, pero el rostro de todos no le decía absolutamente nada. Tenían la comisura de su boca levemente levantada, dando el paso a una gran sonrisa, como si lo acabado de escuchar, no tuviera nada de malo.

― ¡Si! ―contestaron todos.
―Entonces no perdamos más tiempo, apresúrense.

Aún con la mente dando vueltas, Takemichi hizo caso y siguió a todos a un gran cambiador. Sorprendentemente, ninguno trato de entrar a su vestidor e incluso su traje de baño era normal y especializado para su cola.

Al salir, todos lo esperaban con la gran sandía. Todo ello se le hacía incómodo, las risas, las actividades, como si fueran nuevamente adolescentes.

Todo era incomodo al principio, al menos para Takemichi. Los demás actuaban extremadamente normal.

En un punto, Takemichi sintió un nudo en el estómago. Todo regresaba a él como un huracán, no pudo evitar recordar aquellos buenos momentos y sin darse cuenta, empezó a actuar como en el pasado lo hacía. También sin darse cuenta, los demás sonrieron de manera macabra.

Su mente lo empezó a traicionar lentamente y empezó a añorar aquellos tiempos. Empezó a darse cuenta de que no eran tan malos como pensaba, ¡incluso lo dejaron nadar en el agua! (Sin contar la cadena que pesaba en su cuello), jugaron voleibol y también fútbol. Rompieron una sandía y la comieron entre todos.

Todo fue tan feliz, hasta que la noche llegó.

Sentados al rededor del fuego, Takemitchy observó a los demás.

―Takemitchy, ¿te gustó? ―pregunto Chifuyu.

― ¡Sí! Muchas gracias por traerme a este lugar, chicos.

―Me alegra mucho que te gustará, Takemitchy.

Volteo su mirada a Mikey y un escalofrío corrió por todo su cuerpo. Todo su ser le exigía que escapara, pero su mente y años de prisión, lo mantuvieron en su sitio.

―A pesar de todos estos años, sigues teniendo esa maldita mirada en tu rostro. Anhelando algo que no somos nosotros. Ya me harté de esperar, Takemitchy. Kisaki me propuso algo para tenerte por completo, en cuerpo y alma. Finalmente serás nuestro, Ta-ke-mi-chi.

Antes de poder hablar, sintió un pinchazo en su cuello. En su vista periférica, pudo apreciar a Sanzu, sosteniendo la jeringuilla.

Su vista empezó a fallar y ver borroso, lo último que vio fue a las personas en las que confiaba, sonreír.

Al despertar, no había nada anormal, estaba nuevamente en su jaula, pero cuando quiso nadar, su sangre se congelo. Volteo su mirada hacia abajo, solo para darse cuenta de que algo estaba mal, su aleta derecha faltaba por completo.

Su cuerpo reacciono violentamente, no importara a donde intentaba avanzar, su cola no le hacía caso y termino chocando en todos lados, la desesperación se hizo evidente en su rostro y pese a no oírse nada, pronto su garganta empezó a arder por el sobreesfuerzo de querer gritar. Su estómago empezó a doler con gran fuerza, pidiendo clemencia a la gran cantidad de agua que entraba por el gran tiempo que mantuvo la boca abierta.

La realización le pego como el golpe de un camión. Ya no podía nadar, ya no podía volver a sentir como lo llevaban las olas, simplemente todo se había acabado para él. No importa a donde vaya, sin su aleta, nunca podría hacer nada para sobrevivir en el océano.

Ya no podía nadar, ya no podía nadar, ya no podía nadar, ya no podía nadar, ya no podía nadar, ya no podía nadar, ya no podía nadar, ya no podía nadar, ya no podía nadar, ya no podía nadar, ya no podía nadar, ya no podía nadar.

Ya no podía ser libre.

..............................

―Tenías razón, Kisaki. Como siempre.

―No digas eso, Mikey. Era claro que todavía tenía la esperanza de escapar, así que le daríamos esa esperanza que tanto anhelaba, solo para quitarle todo lo que tiene. Takemichi, sin darse cuenta, haría el trabajo restante.

―Eres un demente ―comentó Smiley con su sonrisa habitual.

Kisaki no dijo nada, pues no había necesidad de decirlo. Después de todo, nadie se había opuesto a la idea.

―Finalmente esos ojos son sólo nuestros.

Hermoso gif por puurxbecple ❤❤❤
Muchas gracias cielooo

Weon, no se porque carajos me metí en esto qjznjanana. Es obvio que no sirvo, pero bueno.

0% probabilidad
100% fe

En fin, obviamente lo siento apresurado, pero me ganó el tiempo y la falta de inspiración, lol.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top