V-The End
El cuerpo sin vida de Vanessa cae ante nuestra mirada. —¡Mi niña! —Grita Úrsula y corre hacia ella.
La bala ha impactado contra su cabeza, no tiempo tiempo para lamentarme, corro hacia dónde está Erick aprovechando el momento de distracción de mi abuela.
—¿Estás bien? —Pregunta inspeccionando mi rostro.
—Si. —Asiento. —Vamonos.
Hechamos a correr en dirección a la proa. —Erick no puedo irme. —Digo. —Mi padre esta ahí adentro. —Vete tu y llama a la policía.
—Hey. —Toma mi mano. —Tu padre estará bien confía en mi.
Quiero hacerlo, quiero tirarme con él, huir, pero no puedo, no puedo dejar a mi padre, así que sin pensarlo, lo empujo. —Lo siento, no lo siento. —Digo cuando cae en la lancha. —Vete por favor, yo puedo con esto. —Tiro la escalera.
Y armandome de valor tomo una pala que había cerca. —Te amo Erick. —Grito.
Si voy a morir es luchando, tengo demasiadas muertes en la cabeza, la de mi padre no será otra. —Maldita. —Ursula aparece frente a mi con la pistola.
La pala en estos momentos no me parece tan buena idea, comienzo a caminar hacia atrás. —Úrsula, has perdido. —Digo. —Nunca tendrás a Océano, Erick ya llamó a la policía, nadie te la dará, Vanessa murió, tampoco tendrás Kingdom.
—¡A Vanessa la mataste tú! —Grita. —Como mismo mataste a tu padre, como mismo mataste a tu madre, como mismo morirá tu príncipe. —Hay desdén en su tono, quiere que sufra.
Pero no lo voy a hacer, llevo demasiados años culpándome por la muerte de mi madre, solo tenía nueve años, no pienso hacerlo más. —A Vanessa la mataste tu, tu disparaste, tu la volviste una psicótica. —Fría hasta los huesos. —Mi padre aún no ha muerto, y a Erick no lo vas a tocar.
Estoy suficientemente cerca del borde, puedo tirarme. —¡Callate asesina! —Grita.
—Puedes matarme. —Digo mirando el agua, y siento a lo lejos el sonido de la sirena de la guardia costera. —Pero aún así perdiste, sin esposo, ni hija, ni sobrina, ni poder. —Sueno arrogante, me siento arrogante. —He ganado bruja.
Un disparo, dos, caigo al agua, hola dulce inconsciencia.
E̫̫r̫̫i̫̫c̫̫k̫̫ ̫̫M̫̫c̫̫P̫̫r̫̫i̫̫n̫̫c̫̫e̫̫ ̫̫
Maldita cabeza dura pelirroja de Ariel.
Siento su voz, está desafiando a la bruja ¿En que piensa? Subo como puedo por un lateral del yate. Las veo.
Ariel tiene una pala ¿Que va a hacer con una pala? Su abuela le grita, pero mi chica no se amilana, mantiene una mirada arrogante. Definitivamente mi sirena está absolutamente loca. Tomo un arpón que hay cerca y apunto a la bruja. Estoy a punto de hablar cuando siento un disparo, inconscientemente disparo yo también, el arpón atraviesa a la bruja y yo corro a por Ariel quién a caído en al mar.
...
Siempre he odiado los hospitales, no me gusta ni su olor, ni mucho menos ver la cara de las personas de aquí, poner la vida en manos de otra persona es algo que no me gusta.
Pero inevitablemente tengo que estar en uno, ya que la loca de mi sirena, ha recibido un tiro y ahora la debo observar conectada a miles de máquinas a través de un cristal.
—¿Cómo sigue? —La voz de su padre me sorprende.
—Bien. —Digo —Usted no debería estar descansando.
—Muchacho, mi hija es la que esta ahí, solo eso me da fuerzas para sentarme en una silla de ruedas y venir. Cuando despierte descansaré. —La voz del hombre es fuerte dudo que pueda hacerlo cambiar de opinión.
Entonces me doy cuenta, de que ni siquiera me he presentado. —Mucho gusto señor, soy Erick McPrince.
El hombre traga grueso al oír mi nombre. —¿McPrince dijiste?
—Si.¿Que pasa con eso? —No puedo, ni quiero, ni tengo deseos para un drama familiar que me impida estar con mi sirena.
—¿Eres hijo de Melania McPrince? —Pregunta el hombre.
—Si. —Asiento cautelosamente.
El hombre sonríe. —Erick, tu y Ariel están destinados.
Sus palabras me sorprenden, no pensaba que dijera eso, aunque me alegra mucho oírlo.
—La madre de Ariel se llamaba Atenea, ella murió ahogada tratando de salvar a tu madre. —Explica y se me congela el alma. No se que decir. —Supongo que ya sabes de quien heredó ese carácter.—Sin evitarlo sonrió.
"Ariel no mueras, ya has oído a tu padre, debemos estar juntos, por tu madre y por la mía. "
—¡Papá! —Un grito me hace levantar la mirada.
Por el pasillo se acercan seis chicas a toda velocidad. Deben ser las hermanas de Ariel, ninguna se parece físicamente pero seguro que en el carácter si lo hacen. —Tengo hijas muy variadas. —Ríe el padre al ver mi cara de asombro.
Y no se equivoca, hay rubias, morenas, de todo menos pelirrojas. Y solo una tiene los ojos oscuros como Ariel.
—Tú debes ser Erick. —Habla la que parece la mayor. —Nosotras somos sus hermanas, pero en otro momento nos presentamos una a una, si no, no recordarás nuestros nombre.
—Tu vida debe ser muy interesante. —Le digo al padre.
—Y que lo digas muchacho.
—¡Erick! —Un grito me hace mirar al otro extremo del pasillo.
Vienen corriendo Carlotta y Grimbsy y Bella. ¿Que hace mi prima Isabella aquí? ¿Y quién es ese tipo que viene con ella?
—¿Tú hermana? —Prrgunta la morena de ojos azules.
—No. —Niego. —Casi, mi prima francesa.
Bella se acerca a mi. —¡¿Sabes lo que es enterarme de que casi mueres ahogado, que te enamoraste de la chica que te salvó, y casi te casas con la equivocada, luego arriesgaste tu vida por la verdadera y que esa chica está en el hospital?! —Habla tan rápido y con ese acento francés, solo pude entender, chica y hospital.
—Más despacio Isabella. —La regaño.
—Hola. —Estrecho la mano con el chico. —Erick.
—Adam. —Responde y mira a Bella, por lo que veo mi primita tiene novio.
—Ah es mi prometido. —Dice ella cayendo en cuenta que no lo había presentado.
Miro al chico. —Suerte con la psicóloga.
El ríe.
—¿Y su historia? —Miro a mi queridisima prima.
Ella bufa y mira a su prometido. —No me alcanzaría el día para contártela.
A nosotros llega una enfermera. —La chica ya despertó. —Nos informa y al ver el montón de personas pregunta. —¿Quien sera el primero?
—¡Yo! —Decimos todos.
—Creo que debería ir Erick. —Habla el padre. —Tienen que hablar. —Sonrío, este hombre y yo nos vamos a llevar muy bien.
Entro a la sala y ahí esta ella, con un tiro pero sonriente, siempre sonriendo. —Hola sirena.
—Hola príncipe. —Me acerco a ella y sin poder evitarlo la beso. ¡Por fin! Después de tanto tiempo, de tanta sangre, de tanto dolor, engaño y lágrimas todo se reduce a esto, al placer, al placer de dar un beso de amor verdadero, al tenerla en mis brazos, ahora sé que todo estará bien.
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