6. Visiones y teorías


No sé qué hacer, ni qué decir. Mis ideas son un completo embrollo, y mis emociones se desbordan.

¿Me está dando un ataque?

No siento mis piernas.

Mis manos tiemblan.

Mi cerebro trabaja a una velocidad inverosímil, sin poder afrontar la cantidad de posibilidades ilimitadas. Y me golpean las primeras visiones:

Veo el cielo gris, árboles y un camino húmedo a causa de la lluvia. Llevo un paraguas sobre mi cabeza y mis botas amarillas.

Una figura camina a mi lado, sus ojos son tan celestes y expresivos como una gota transparente y una claridad extraordinaria. Su sonrisa completa su imagen perfecta.

Veo mi mano en lo alto, con los dedos extendidos y el ocaso atravesando los espacios entre ellos, cual luz opaca y profunda.

Una mano pálida se alza hasta la altura de la mía, los dedos gélidos se entrelazan con los míos y me estremecen al tacto frío. Pero no me aparto, al contrario, correspondo el agarre.

Su rostro pálido se acerca al mío, su mirar es cálido y su caricia sobre mi mejilla es tan delicada como el rozar de una pluma.

Enredo mis dedos entre sus abundante cabellos oscuros, y me pierdo en el tacto repleto de lenidad.

La oscuridad es un acto voluntario; cerrar los ojos y esperar el contacto dúctil entre sus labios fríos y los míos.

El éxtasis es irrevocablemente inolvidable.

Regreso a la realidad.

Él acaba de decirme hola, y yo acabo de echarle un vistazo al futuro más probable.

—¡Profesora! —Alzó la mano —¿Puedo ir al sanitario?

—Adelante; se que ya has terminado la lectura.

Tropiezo con mis propios pies al salir a toda prisa del salón.

Me dirijo directamente a la salida del Instituto.

Me clavo en seco al encontrarme con Amy en la sección de estacionamiento.

—¡Amy! —exclamó al verla —Que bueno que estás aquí, tengo algo que contarte.

—Nahomi, ¿estas bien? Te ves pálida —recalca preocupada.

—¡Eso no importa! —aseguro —Espera, ¿por qué volviste? Creí que estabas enferma.

—Pues no. Cuando llegue a mi casa vomité todo el maldito desayuno y ahora me siento mejor, así que regrese para tomar la siguiente clase.

—¡Me alegro por ti!

—Qué importa eso, fue solo un dolor estomacal. Dime, ¿qué tienes que contarme?

Respiro profundamente, una y otra vez, hasta poder estar segura de que no voy a desmayarme en cualquier momento.

—Te lo digo todo en el almuerzo.


Dejo caer mi bandeja de comida sobre la superficie de nuestra mesa.

Amy se excusó de sus amigos afirmándoles que tenía que hablar conmigo sobre un proyecto para una clase.

—No comeré después de lo que pasó —afirma asqueada —. Bueno, suéltalo todo. ¿Qué tienes que decirme?

—Puedo predecir el futuro.

Arquea su ceja izquierda y suelta una carcajada incrédula.

—¡Hablo enserio! —exclamó, en volumen tan bajo que mi voz es un murmullo apenas audible.

—Nahomi, ¿de qué estás hablando? Nadie puede predecir el futuro. ¿Esto es broma? Porque te sale muy bien la actuación.

Elevo la vista para encontrar mi individuo de prueba.

—El chico de la gorra roja —le informo —. Se tropezara con la pierna extendida del joven atlético, y su bandeja de comida irá a parar al cabello de la morena coqueta.

—Aja, sí.

La obligó a girarse, tomándola por su barbilla y girando su rostro en dirección del siguiente acontecimiento.

Los sucesos se presentan exactamente como los dije. La hermosa morena chilla enojadísima al terminar cubierta de pasta.

Amy abre grandemente los ojos y me observa estupefacta.

—El joven atlético golpeara al chico de la gorra —continuo.

Efectivamente sucede. Apenas las palabras brotan de mis labios, los sucesos se cumplen.

—¡¿Cómo mierda haces eso?! —exclama sonriendo ampliamente.

—El lenguaje, señorita Amy —regaña el directo al entrar a la cafetería, alertado por la pelea entre alumnos, que acaba tan rápido como empezó.

—No sé cómo lo hago —me sincero —. Solo sucede. Pero, los futuros más posibles y próximos son más sencillos de predecir.

»Cuando se trata de un futuro lejano es aún más difícil de entender.

—No pueden ser. ¡Es impresionante! —se admira fascinada.

—¿Por qué no me lo dijiste antes? —pregunta en forma de reproche.

—Esperaba el momento adecuado —aclaró —. Y no hay mejor momento que este, porque necesito que me escuches.

—Claro, claro. Hablaremos, pero después de clases —propone —. Iremos a mi casa, habrá menos ojos y oídos.

—De acuerdo, me parece bien.

Oculto mis manos temblorosas en los bolsillos de mi abrigo.

Las sábanas recién lavadas huelen a lavanda y las almohadas por debajo de mi nuca me relajan lo suficiente como para sentirme apacible y cómoda.

Amy ha servido una bolsa entera de papas fritas sobre una cacerola y espera pacientemente mi extenso relato.

Le cuento todo, de principio a fin, sobre la más extraña, detallada y larga visión que he sufrido en mi vida. Perdiéndome en los recuerdos y hundiéndome profundamente en las realidades reveladas en esos sucesos.

—A ver si entendí —advierte Amy —. Tú viste que llegabas a este lugar, y te llegaba una invitación a un sitio llamado: Instinto Aurora para seres excepcionales. ¿No es así?

—Sí.

—Y en ese instituto asisten vampiros, licántropos, magos, brujas y unos seres llamados Elite veit y Elite Draiks. ¿Correcto?

—En efecto.

—También conociste a un joven licántropo llamado Axel, quien se enamoró de ti de una forma eterna y profunda. ¿Estoy en lo cierto?

—En cada palabra.

—Y luego una loca, mujer lobo, te seguía para asesinaste porque quería vengarse de Axel, porque él asesinó a su pareja.

—Sí. Pero Axel mató a su pareja porque éste había asesinado a su hermana.

—¿Y como venganza hacia Axel, ella quería matarte a ti?

—Sí.

—¡Es una locura! ¡Una locura! ¿Cómo es posible? Y aún más importante. ¿Por qué no se ha cumplido aún?

—Eso es exactamente lo que no sé —lamento con melancolía.

Amy duda. Su mente me asegura que cree cada una de mis palabras, y ahora máquina los hechos en una busca de una respuesta.

—¿Estás segura de que todas tus visiones se cumplen? —vacila primeramente.

—Totalmente. Jamás he fallado en una predicción. Suele pasar que las visiones cambian, pero eso lo veo venir con anticipación.

—¿Y no has visto nada que indique que toda esa larga visión a cambiado?

—Absolutamente nada.

Ella suspira profundamente y se deja caer en el sofá ubicado al lado de la cama.

—Ya que la visión no se cumple por sí sola. ¿Por qué no la provocas? ¿Por qué no vas a su casa y te encuentras con Axel de una vez por todas?

—No puedo —me niego —. Hay dos razones: Una, Axel no está en su casa; su padre le contó a Elías que su hijo se fue de viaje al extranjero por el resto del año.

»Dos: en el momento en que yo lo conozca, y él empiece a quererme, será el momento en que esa mujer demente me busque para matarme.

—¡Santo Dios! ¿Entonces no sería mejor que no se conozcan? ¿No sería mejor que esa visión no se cumpla?

—¡No! —Me duele el simple hecho de imaginarlo —No sería lo mejor.

—¿Por qué?

Me acurruco enredando mis brazos alrededor de mis piernas. No encuentro las palabras correctas para expresar mis razones.

Divulgar los hechos, aunque sea a una de mis personas mas confiables, no parece apaciguar el temblor de mis piernas, impulsado por la idoneidad taladrante de mi ser.

—Ay, no —lamenta Amy —. No solamente él se enamorará de ti, tú también lo querrás, ¿no es así?

—Sí, y no.

—¿Cómo?

—No es que yo lo querré, creo, bueno, estoy casi segura de que... ya lo... quiero.

—¿Cómo es posible que estés enamorada de una persona que aún no conoces? —se admira escandalosamente.

—¡No es así! Aunque aún no lo haya visto, yo se que lo conozco. He visto su personalidad, las facciones de su rostro, su forma de ser y su espíritu. Todo me indica, y siento, cuánto lo quiero.

—¡Ay, qué romántico! Y muy extraño, pero romántico al mismo tiempo.

Escondo mi cabeza entre mis rodillas.

—Vamos, Nahomi, no te pongas así —me anima dándome un golpecito en mi brazo izquierdo —. Si tus visiones no fallan, entonces solo queda una solución; esperar.

Mi estómago se vuelve un nudo ceñido, y mis piernas vuelven a ser extremidades inútiles que se aflojan y escasean de fuerza.

—Es que acabo de ver algo que podría cambiarlo... todo —reveló temerosa.

Amy endereza la espalda y aclarara la mente para escuchar atentamente.

—Dime, ¿qué es? No puede ser tan grave.

—Lo es —insisto.

—¿A ver? Dímelo y lo juzgaré.

—¿Conoces a un joven llamado Marcus Solluna? —interrogó para comenzar.

El rostro de Amy enrojece levemente.

—¡Marcus Solluna! Por su puesto. Ese joven es inhumanamente guapo. Va al Instituto, último año, como nosotras.

—Yo lo conocí en la mañana —continuo —. Vi un futuro, donde él estaba conmigo y...

Siento la boca seca y mi cuerpo se estremece.

Amy vacila continuamente, su mente yace repleta de ideas. Hasta que, a través de mis contadas palabras, llega a una conclusión obvia.

—¡No puede ser! ¡Marcus Solluna se enamorará de ti!

—¡No! —exclamó más por negación que por sentido a la realidad —No puedo asegurar eso, no estoy segura de que ocurra algo así.

—¡Ay, por favor! Entonces qué fue lo que viste exactamente —duda muy segura de la efectividad de su razonamiento.

—Muchas cosas —reveló —. Caminábamos juntos, él tomaba mi mano y después...

La brusquedad del recuerdo sacude mi interior.

—¿Y después? —insiste Amy.

—¡De cualquier manera no sé si eso llegará a cumplirse!

—¿Cuándo te has equivocado en una visión?

—Nunca —afirmó inconscientemente —. Todavía —agregó.

—¿Ves? ¡Lo más probable es que se cumpla!

—No se si quiero que se cumpla, Amy.

—¿Y por qué no?

Mi silencio delata mi dolorosa respuesta interior.

—Vamos, Nahomi. Esto no significa que traiciones a Axel o algo así. ¡Aprovéchalo! —me anima con seguridad —Créeme, jamás he visto un joven más hermoso que Marcus Solluna. Bueno, quizás su padre, su cabello rubio y su tono al hablar es tan sexy.

—¿Conoces al padre de Marcus?

—No directamente. Pero me lo he cruzado en las tiendas del pueblo. Marcus se parece mucho a él.

Inhaló y vuelvo a colocar la cabeza entre mis rodillas.

—Yo no soy un oráculo que predice cosas, como tú. Pero, como dice la famosa frase, lo que tenga que pasar; pasará. Y si eso significa que te ligaras al joven más guapo del pueblo, ¡mejor aún! ¿No?

Solo puedo responder con una débil sonrisa. La confusión es demasiada. Y aún no le he revelado a Amy la verdad sobre la naturaleza de Marcus Solluna.

¿Cómo reaccionará al saberlo?

—Creo que necesito dormir un rato —concluyó.

—Yo también estaría así si fuera tú —corrobora —. ¿Te acompaño a tu casa?

—No, gracias. Caminar sola a casa me servirá para pensar.

—¿Segura?

—Segura.

Se incorpora rápidamente.

—Te prestaré un paraguas; está lloviendo otra vez —resuelve y procede a abrir un pequeño armario de donde saca un paraguas celeste.

Me despido de ella y procedo a caminar en dirección a mi casa. Agradecida con Elías por haberme recordado ponerme botas y llevar un sobretodo impermeable.

El color grisáceo del cielo, mi silencio y la fría cortina de lluvia me resulta familiar, repetitivo.

«No puede ser posible.» Me lamento internamente.

Al girarme con nerviosismo me encuentro con la primera visión cumpliéndose exactamente como la vi:

Lluvia, día gris y unos bellos ojos celestes en un rostro pálido; Marcus Solluna camina por la misma calle que yo.



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