31. La defensa y la boda
Se le ofrece té verde al invitado, quien acepta con gusto y no se muestra para nada incómodo ante la presencia de los seres fríos a su alrededor.
Su vestimenta fosforescente no es lo único llamativo de su ser, sino su identidad y su raza.
¿Qué hace un joven Elite interesado en el juicio de un posible frío defectuoso? Cuando sus raíces nacen desde la superioridad, aristocracia y total ignorancia hacia sus inferiores.
—Disculpe —habla Erick —. No quiero sonar irrespetuosos pero: ¿Qué quiere y por qué deberíamos confiar en usted?
El Elite, Steikmen Viomiel, arquea una ceja y sonríe ante el atrevimiento de Erick.
—Entiendo que es confuso, inoportuno e inadecuado hacerme presente sin haber hecho un aviso correspondiente —contesta Steikmen con franqueza y un léxico del siglo XIX —. Pero me pareció prudente, y hasta necesario, viajar hasta aquí y poner a prueba a mi propia persona.
»Verán, familia Solluna y amigos cercanos, como les he anticipado mi nombre es Steikmen Viomiel, soy un Elite. Mi oficio es educador en niveles tanto primarios como superiores. Pero, y a esto quería llegar, soy especialista en Desórdenes mentales y Síndromes genéticos.
Habiendo terminado la presentación del señor Steikmen Viomiel, Kay hace un paso al frente, con los brazos cruzados y una mirada fría ante el sorpresivo visitante.
—Aprecio sus buenas intenciones, señor Steikmen Viomiel —menciona —. Pero debe comprender que es un poco extraño que se presente un Elite, siendo ustedes los proclamados seres superiores, ha ofrecernos ayuda cuando son sus leyes las que quieren condenar a Marcus.
—Lo entiendo perfectamente, señor Kay Solluna. Se que es natural que desconfíen de mis verdaderas intenciones. Pero deben creerme: mi única intención es ayudar a Marcus. No les pediré nada a cambio, solamente, sino es demasiado, su aprobación para comenzar mi trabajo.
—Señor Viomiel —hablo para interrumpir.
—Permítame interrumpirle un momento, señorita Omet —dice Steikmen Viomiel —. Primero quiero ofrecerle mis respetos y quiero que sepa que lo considero un verdadero honor estar en presencia de una oráculo tan joven y talentosa como lo es usted. Y así mismo quiero pedirle, estando al tanto de que usted ya se ha enterado de que me impulsa a ofrecer ayuda al joven Marcus Solluna, lo mantenga en confidencialidad por un tiempo.
—Agradezco sus palabras. —Sonrió con dulzura —. Pero deme una razón para guardar su secreto.
Steikmen sonríe y se pone en pie para enfrentarme.
No puedo evitar sentirme cual gnomo de jardín a su lado. Debe medir, como todo Elite, unos dos metros de altura.
—No quisiera que me malinterprete, señorita Omet —menciona con solemnidad —. Usted más que nadie entiende que mis intenciones son fidedignas. Y quisiera poder gozar de discreción en lo que se refiere a mi secreto.
»Considerando que sus amigos poseen confianza en usted, y sin abusar de la libertad que pido cuando realice mi trabajo, pido que los presentes se abstengan de realizarme preguntas para averiguar el susodicho secreto. Prometiendoles, como compensación, decírselos a todos una vez que pueda librar al muchacho Solluna de todo este lamentable asunto.
—Yo confío en Nahomi —afirma Erick sin vacilar —. No me importa el secreto que oculté. Mientras pueda ayudar a Marcus —añade dirigiéndole una mirada furtiva a Steikmen Viomiel.
—Dicen que no hay peor error que dudar de la palabra de un oráculo —comenta Kay —. Así qué, Nahomi, si consideras que el señor Viomiel es de confianza, también lo será para mí.
Siento el peso que conlleva cargar con la responsabilidad, y posibles consecuencias, de asegurar las intenciones de alguien y confiar en mi lecturas.
—Confíen en él —manifiesto —. Estoy segura de que puede ayudar a Marcus.
Steikmen Viomiel sonríe con entusiasmo.
—Muy bien, muy bien —acepta —. Para que entiendan lo que haremos, les explicare detalladamente lo que involucra mi trabajo de Especialista en Desórdenes Mentales y Síndromes genéticos.
»Normalmente trabajo con agnis jóvenes que poseen problemas para transformarse debido a su sangre mestiza y brujos con magia nula o débil que requieren una enseñanza más nutritiva en algunos aspectos. Pero también he realizado trabajos más relacionados con Desórdenes de comportamiento, lenguaje, o racionamiento en diferentes aspectos de la palabra.
»Aunque nunca he tenido la experiencia que trabajar con fríos defectuosos; debido a su casi nula tasa de existencia, me he capacitado al respecto lo suficientemente bien como para, al menos intentar, tener un buen resultado.
—¿Y cree que podrá hacerlo? —vacila Erick —¿Cree qué puede hacer que Marcus vuelva a ser como era antes?
—Desafortunadamente, señor Anderson —replica Steikmen —, no hay casos documentados que atestigüen una posible retroversión en los fríos defectuosos. No puedo hacer que el joven Marcus Solluna vuelva a ser la persona que era antes de su transformación. Pero si puedo, intentar, modificar y enseñarle a vivir de una manera con sus nuevas limitaciones.
—Eso es suficiente —asegura Kay —. Que pueda existir, que pueda seguir adelante. Le aseguro que no le exigiremos nada más, señor Viomiel.
—¿Cuánto tiempo tenemos? —habla Gabriel; quién se ha mantenido extrañamente callado y, hasta cierto punto, desinteresado en Marcus.
—Hasta el juicio de Marcus —habla Kay —exactamente un mes.
Steikmen Viomiel entrecierra los ojos y frunce el ceño.
—Es menos tiempo del que había pensado que dispondríamos —lamenta mientras medita las posibilidades.
—¿El juicio será privado o público? —interpela.
—Según la carta que recibí —alega Kay —, público. Tendrá una audiencia de diez personas oficiales y podremos estar presentes.
—¿Ya poseen un defensor?
—Envié una solicitud al Ministerio Oscuro. Aún esperamos respuesta.
—Es complicado ese asunto —menciona Erick —. Nadie quiere participar en un caso que toman por perdido.
—¡Poseo la solución adecuada! —exclama Steikmen muy animado y con entusiasmo —Mi esposa es capitana en la Patrulla Blanca Elite y también abogada. Normalmente solo trabaja con, sin ánimos de ofender a ninguno de los aquí presentes, casos que involucran a los seres superiores. Pero dirige un Departamento de letrados para casos especiales. Le consultaré al respecto y estoy seguro de que ella accederá a conseguir un buen letrado para la defensa del joven Marcus Solluna.
Gabriel no confía en Steikmen. Está más que preocupado por su hermano y no lo cree seguro en compañía de un Elite.
Lía, quien se encuentra hundida en un sofá cama en su habitación lejos de esta sala, confía poco y menos que Gabriel en nuestro entusiasmado voluntario.
Kay, con sus ojos puestos en la ventana pero sin mirar nada verdaderamente, duda sobre sus intenciones y no deja de preguntarse el por qué de su entusiasmo y en qué momento exigirá una paga por sus servicios.
Aún así nadie protesta. Todos aceptan la proposición del señor Steikmen Viomiel, porque tienen plena confianza en mí juicio sobre él.
Yo sé la verdad.
Es tan sólida, tan ligada a un pasado sentimental y tan esencial con lo que respecta a la historia de Marcus.
Y de esta forma. Con vacilaciones, preguntas no declaradas en voz alta y una promesa de guardar un secreto que será revelado posterior al juicio, comienza a prepararse la defensa para Marcus.
El correr de los días es fugaz y sin mucho que hacer con lo que respecta al caso de Marcus, solamente esperar.
Así que me dedico a estudiar para así aprobar las mesas de exámenes que se presentarán en julio. Algo que Elías aprueba con satisfacción y sin dejar de preocuparse por mi futuro ni un segundo.
Erick decide seguir mi ejemplo, más aún después de haber recibido una carta de sus abuelos exigiendo más preocupación de su parte con sus estudios. Así que, casi con humor, pone manos a la obra a la docena de libros que debe analizar para sus materias de magia.
Steikmen Viomiel ha pedido, más bien exigido con seriedad absoluta, espacio y tiempo necesario para trabajar con buena marcha. Manifestando la importancia de que dejemos en paz a Marcus mientras él trabaja con su especialidad. En pocas palabras: No ver a Marcus durante todo el mes.
Lo extraño. Claro que lo extraño, pero también siento culpa de extrañar una parte de él que ya no existe. Y eso me confunde hasta arrebatarme el sueño y el apetito.
Aunque en medio de las condiciones y excesos de textos sobre las materias del Instituto, recibo momentos de sorpresa y diversión:
Atrapar a Elías besándose con Maira en el jardín de la mansión sin duda alguna es uno de esos momentos. Aunque él ha negado sus sentimientos. En su mente se ha repetido el nombre de ella más veces que nunca.
Erick viene a visitarme. Es una persona tan impulsiva y abierta que es demasiado sencillo mantener conversaciones que con facilidad se transforman en sonrisas tontas. Aunque no podemos evitar terminar hablando de Marcus, compartimos preocupación y, sin duda alguna, una amistad en crecimiento.
Elías ha vuelto a ser el de antes. Estricto, aconsejador y exigente sobre las horas que le dedicó a mis estudios. También mis visitas al médico para asegurar la completa recuperación de mi pierna y una que otra cosa más sobre la narcolepsia.
Así que las semanas han volado. Y me siento satisfecha de haber resistido mis deseos de levantar el teléfono y suplicarle a Steikmen Viomiel que me hable sobre el estado de Marcus.
Las mesas de exámenes me causan nerviosismo y concentración. Se realizan en el Instituto Aurora, en el salón principal. Somos treinta estudiantes realizando pruebas de cada materia rodeados de los profesores que nos observan detenidamente en un ambiente silencioso y, sobre todo, tenebroso ante los resultados.
—¡Finalmente terminamos! —exclama Erick un viernes. Aliviado, igual que yo, de haber terminado la última prueba de recuperación.
—Solo habrá que esperar los resultados —mencionó repasando las respuestas que escribí.
—Eso es lo de menos —comenta Erick —. Lo intentamos y, si fracasamos, solo tendremos que cursar segundo año de nuevo.
Solo puedo sonreír. Erick tiene razón, pero eso no evita que no lamente la posibilidad de perder un año.
El 27 de julio se presenta tras la nevada más fuerte del año. El sol oculto, el agua congelada y la vegetación muerta ante la temperatura bajo cero.
Apenas son las ocho de la mañana, el juicio será a las una de la tarde y yo no he pegado un ojo desde las tres de la madrugada. No es por los nervios; el insomnio es algo natural en mi vida, pero ahora transcurre con más pesadez y lentitud de lo habitual; y es por Marcus.
Sin decir nada a Elías, y abrigándome hasta más no poder, decido salir de la mansión para dar una vuelta por los alrededores. Sin alejarme mucho, por supuesto.
Mi doctora me recomendó caminar tras haber declarado mi pierna completamente sana. Y lo utilizaré como excusa si Elías me atrapa afuera en un día tan frío.
Sigo la ruta de piedras ásperas que serpentea hacia el bosque a un lado de la carretera que rodea el pueblo de Alba.
El silencio, más el frío, logra mi primera intención de apaciguar mi cabeza e intentar mantener la serenidad ante lo que significa la llegada de este gran día.
Dejándome envolver por la sensación de paz me tomo la libertad de alejarme más de lo primeramente planeado.
Una voz irrumpe en el silencio.
—Hay que saber priorizar lo que se debe o no hacer en estos casos, Marcus.
Es el señor Steikmen Viomiel, en compañía de Marcus.
Me quedo paralizada, recordando las estrictas instrucciones de Steikmen sobre no ver a Marcus hasta el juicio de hoy a las una.
Steikmen se percata de mi presencia de inmediato, pero decide ignorarme y continúa con su enseñanza hacia Marcus. Quien parece escuchar detenidamente, sin mirarlo a la cara pero andando al ritmo de los pasos de el primero.
No puedo ver el rostro de Marcus, ya que se encuentra de espaldas a mí y, al no ser capaz de oír su mente o sentir sus emociones a menos que tenga contacto físico con él, me es imposible identificar si ha sufrido algún cambio éste transcurrido mes.
—Debes entender Marcus —continua Steikmen —, que la serenidad de tu parte será esencial al momento en que los jueces hagan sus correspondientes preguntas.
Camino lentamente en dirección a un árbol, quiero esconderme ante la posibilidad de que Marcus aún no se haya percatado de mi presencia.
Con una obviedad irritante, Marcus nota mi presencia ante mi corazón latiendo fuertemente en mi pecho y la utilización de sus oídos agudizados.
Y cuando él se gira para verme, me tropiezo cayendo sobre la nieve que amortigua mi cómica caída.
Me mantengo de espaldas sobre la nieve fresca, intentando comprender por qué me causa tanto nerviosismo volver a verlo después de tan solo un mes. Detesto la agilidad de mi razonamiento en estos instantes por encontrar la respuesta: temo conocer su nueva versión.
Suspiro profundamente y abro los ojos topándome con el rostro de Steikmen Viomiel. Quien se ha inclinando ofreciéndome su mano para ayudarme a ponerme en pie.
Acepto ligeramente avergonzada.
—Señorita Omet, es un placer volver a verla. ¿Se encuentra usted bien? —pregunta tan amablemente como siempre.
—Sí, no se preocupe. También es un gusto saludarlo —aseguro.
¿Por qué estoy temblando? ¿Por qué me niego a girarme y contemplar la figura de Marcus?
Negándome a ceder contra la extraña cobardía, me giro para verlo:
Su rostro incoloro, a excepción de sus carnosos labios, no expresa la frialdad ausente que poseía la última vez que lo vi. Sus ojos ya no se ocultan debajo de sus largas pestañas negruzcas, ahora son dos hermosas esferas celestes que expresan asombro y brillo al toparse con mi imagen.
La realidad desaparece y es reemplazada por otra:
Me veo a mi misma reflejada en el espejo. Mi rostro no ha perdido su redondez pero si posee los aspectos de cualquier veinteañera bonita. Tengo el cabello corto hasta los hombros, tan rubio y rizado como siempre, pero decorado con accesorios pequeños y brillantes.
Sonrió con complacencia ante mi esbelta figura ceñida por un vestido blanco que termina por encima de mis rodillas.
La escenario cambia y ahora me encuentro en el centro de un gran jardín iluminado y totalmente espléndido.
Mi vestimenta es la misma y mi pecho rebosa de una fuerte alegría por la persona que se encuentra conmigo.
Su traje no podría aportarle más belleza a su espléndida figura. Su sonrisa es encantadora. Marcus avergüenza a la perfección misma.
Una de sus manos acaricia mi rostro y la otra me apega a su cuerpo mientras realizamos un baile que inaugura nuestro matrimonio.
Pero no es el antiguo Marcus con el cual me estoy casando. Sino este, el de los grandes y expresivos ojos celestes, el de semblante afable y palidez extrema.
Regresó a la realidad presente.
—¡Tengo que irme! —grito y echó a correr sin importar la cantidad de nieve que obstaculiza mi camino.
Escucho a Steikmen Viomiel gritar desde la distancia:
—¡Señorita Omet, tenga cuidado, los caminos están resbaladizos!
No dejo de correr hasta llegar a la mansión. Sin importar que tan agitada esta mi respiración, el ardor de mi garganta por al aire frío que entra en mi al respirar por la boca o el dolor de mis piernas ante el esfuerzo físico.
Al llegar cierro la puerta fuertemente tras de mí y me dejó caer sobre el suelo del recibidor.
Abrazo mis rodillas e intentó recuperar la estabilidad de mi respiración.
Mi mente está en blanco. No soy capaz de comprender lo que mi visión del futuro acaba de arrojarme con brusquedad y sin aviso.
Elías, alertado por el sonido de la puerta cerrándose con violencia, acude a mi lado.
—Nahomi. ¿Qué estás haciendo en el suelo? ¡Hace mucho frío!
Sus palabras parecen tan lejanas.
—¿Nahomi? Cariño, ¿estás bien? ¿Qué tienes?
—Me voy a casar con Marcus —susurro.
—¡¿Qué?! —exclama Elías estupefacto.
—Me voy a casar con Marcus —repito sin poder reaccionar.
—¿Cómo qué te vas a casar? ¡Tienes diecisiete años, no te casaras con nadie! ¿Qué tonterías son esas? ¡No voy a permitirlo de ninguna manera!
—¡No ahora, Elías! —manifiesto girándome para verlo —En unos años... creo. ¡No lo sé! Te estoy hablando de una visión. ¡Yo lo vi! —balbuceo —Yo lo vi; la boda. No sé cómo... no lo sé.
Elías se sienta a mi lado aún más pálido que de costumbre.
—Oh, mierda, Nahomi —murmura —. Yo aún tenía esperanza de que conocieras a un hombre más normal en tu vida.
Sonrió sin poder dejar de pensar en la visión.
—¡Nahomi! —exclama Elías incorporándose —¿Te das cuenta de lo que esto significa?
—¿Qué acabo de perder mi estabilidad emocional? —susurro confusa.
—¡No! —niega —Pero luego hablaremos de una sesión de terapia —añade antes de continuar —. Significa que si acabas de ver un futuro donde Marcus aún vive...
—¡Existe la posibilidad de salvarlo hoy! —grito comprendiendo su deducción.
El día más helado del año tira a convertirse en el más afortunado.
¡Hola! Hasta aquí el capitulo de hoy.
Les dejo unas preguntas:
¿Alguna idea de que podría ser el secreto de Steikmen Viomil?
¿Se sorprendieron por la visión de Nahomi? ¿Será esta la garantía que definirá la pareja de Nahomi y Marcus? UwU
¿Ilusionados con que se cumpla ese posible futuro?
Estamos llegando al final de esta historia y todo se está aclarando :3
¡Dejenme sus opiniones!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top