28. Sangre de brujo


Hemos comenzado, nuevamente por la mañana muy temprano, nuestro intento de restablecer la memoria (hasta ahora inexistente) de Marcus.

Yo pongo las ideas y las medidas a tomar en el asunto. Erick aporta la esperanza que nos impulsa a mantenernos cerca de Marcus aunque él, en estos momentos, representa el peligro más letal.

Seguimos trabajando con elementos simbólicos: su chaqueta favorita, libros antiguos, juguetes de su infancia y un collar familiar que posee la letra "S" de su clan.

Los no-resultados han sido desalentadores. La mayor reacción que hace Marcus es olisquear un libro, arrancarle las páginas y arrojarlo lejos de él. Acción que, hasta donde he analizado, no significa nada más que su irritación hacia nuestra presencia.

Marcus se comporta cada vez más agresivo; pocos son los momentos en que se doblega en una esquina tan inmóvil como una estatua blanquecina. Su calma escasea, sus ojos rojos chispean de furia y, sin importar el dolor de las quemaduras a causa del sol, se acerca a los barrotes en los momentos donde su instinto lo impulsa a escapar.

—No podemos dejar que se vaya —murmura Erick mientras desmigaja un trozo de pan blanco.

Estamos en el comedor de la casa de los Solluna con la intención de almorzar antes de continuar con nuestros intentos, hasta el momento, fallidos.

—En el Mundo Oscuro —mencionó —, no es ilegal que los fríos maten humanos; son sus presas naturales.

Erick sonríe con amargura y posa sus manos sobre la mesa de vidrio helada.

—Es cierto —dice —. Pero si es ilegal que se expongan. Si soltamos a Marcus en este momento lo único que hará será saciar su sed, sin ocultar su naturaleza, se expondrá ante los humanos como un vampiro.

—Y los Elite, los Inmortales superiores, vendrán por él —corroboró.

—Lo destruirán sin piedad.

—¡¿Pero qué podemos hacer entonces?! —exclamó abollando la hoja de papel donde he anotado los intentos fracasados.

Erick tuerce el gesto y deja caer su cabeza sobre la mesa produciendo un sonido sordo.

Suspiro ruidosamente, me sosiego, despejo mi mente de pensamientos negativos al entender que estos son ineficaces para esta situación y, sonriendo ampliamente, exclamó:

—¡Vamos, Erick! No podemos rendirnos ahora.

—Es más fácil decirlo que hacerlo.

—Cierto —concuerdo —. Pero debemos encontrar una manera de que Marcus pueda alimentarse. Esa podría ser la razón por la cual no ha mostrado mejoría alguna.

—Hablas como si Marcus fuera tu experimento personal.

—¡No juegues, Erick, esto es serio!

—¡De acuerdo! Pero, ¿qué quieres que haga? Ya le dije a Kay que deberíamos ir a una cárcel, sacar a un par de presos que tengan cadena perpetua y entregárselos a Marcus como un buen festín de cumpleaños atrasado. ¡Pero Kay dice que no es correcto!

—Erick, en el fondo sabes que no es correcto.

—Lo dice la chica que le dijo a Marcus que un asesinato está bien o mal dependiendo de las circunstancias.

—¡Eso es diferente! —protesto sin evitar sonreír al recordarlo.

—¿Por qué?

—Trataba de hacerlo sentir mejor con su naturaleza. No quería que se alejará por sentir que era insuficiente para mí.

Erick descansa su rostro sobre su palma, apoyando el codo en la superficie de la mesa.

—Eres buena persona —murmura.

Solo puedo sonreír. Y, a pesar de conocer con anterioridad las emociones fuertes y los pensamientos impulsivos de Erick, por primera vez comienzo a comprender porque Marcus lo valora tanto.

—¡Eso es! —grita Erick y al incorporarse con violencia golpea su vaso de jugo derramando el contenido sobre la mesa.

—¿Qué? ¿Qué?

—¡Lo que necesitamos —dice emocionado —es aliviar el dolor de la sed que sufre Marcus! ¡Y para eso necesitamos vida en estado puro! O sea... un voluntario.

—¿Quién estaría lo suficientemente loco como para meterse a una jaula junto a Marcus? —duda Lía al entrar al comedor.

Desvío la vista al conocer la respuesta de Erick, la cual hace eco en el interior de su mente.

—Yo lo haré —asegura el amigo de Marcus.

La expresión de Lía refleja un ligero asombró y, en su cabeza, reconoce la valentía de Erick.

—No —niega Gabriel. Quién acaba de entrar detrás de los pasos de Lía y con una expresión adolorida dibujada en el rostro —. Erick, es demasiado peligroso, los fríos prosélitos no tienen control alguno sobre su sed al alimentarse. Si Marcus te pone las manos encima, te asesinara.

—¡Ustedes pueden detenerlo! —exclama Erick con decisión —Inmovilicen a Marcus y yo me acercaré. Dejaré que tome de mí lo que necesite para saciar su sed y, si él no me suelta y quiere matarme, ustedes pueden frenarlo en el momento justo.

—Eso no te lo podemos prometer —dice Lía con una expresión severa plasmada en su rostro perfecto —. Podemos intentarlo, si es lo que quieres, pero no podemos asegurarte que estarás a salvo; los fríos prosélitos se alimentan con desesperación y consumen el doble de energía vital que un frío normal.

—Lo que Lía quiere decir —continua Gabriel —, es que si decides hacer lo que propones deberás hacerlo bajo tu propia responsabilidad.

No hay duda, ni arrepentimiento, en los ojos de Erick al escuchar las posibles consecuencias.

—Lo haré —sentencia.

Gabriel, Lía y Kay Solluna han irrumpido en la celda de Marcus molestándolo completamente. Marcus ha rugido, golpeado y resistido el ataque de su propia familia para inmovilizarlo.

Finalmente, tras varios intentos fallidos, Kay logra sujetarlo fuertemente por un brazo y Gabriel por el otro; doblegando a Marcus hasta que sus rodillas se clavan en el suelo.

Lía es la encargada de separar a Marcus de Erick si la situación escasea de control. Y, al parecer según sus pensamientos, no le molestaria en lo absoluto hacer pedazos a su hermano si la situación lo amerita. 

—Estamos listos —informa Kay a Erick.

El joven brujo, decidido pero rebosando de miedo en su interior, avanza hasta entrar en la jaula y posicionarse cerca de Marcus. 

Los ojos de Marcus son dos esferas rojizas que no poseen misericordia. Es imposible sostenerle la mirada sin sufrir un escalofrío violento que te advierte que debes huir antes de que la muerte te atrape.

Erick extiende su brazo derecho, con el corazón latiendo a toda marcha e incitando a Marcus a destrozarlo, y su muñeca queda al alcance del ser frío sediento de vida.

El tejido se rasga con facilidad ante los colmillos afilados, desgarrando la carne, haciendo brotar la sangre de brujo y quitándole sin piedad la fuerza vital de Erick.

El brujo comienza a respirar con lentitud, su rostro palidece y, a pesar de que la mordedura de un frío es uno de los peores dolores, aprieta los dientes y contiene sus gritos de dolor puro.

Finalmente Kay decide que es suficiente, advierte a Lía y ella, sin dudar, proporciona a Marcus varios golpes para que esté suelte a Erick. Marcus se resiste a dejarlo ir, la sangre de Erick se derrama de forma alarmante entre los labios del ser frío. Pero finalmente cede ante los golpes impiadosos de su hermana.

Erick cae sentado hacia atrás y se recuesta de espaldas en el suelo helado al temer desmayarse. Su herida, abierta como si dos cuchillos se hubiesen clavado hasta el hueso y escarbado entre su carne, no le produce dolor suficiente ante su debilitada conciencia y su cuerpo adormecido.

Todo ha salido bien en mi visión sobre la situación. Así que, regresando a la realidad donde Erick aún está temblando fuera de la jaula, le pongo la mano en el hombro y, guiñandole un ojo, le digo:

—Estarás bien.

Erick, comprendiendo de donde irradia mi seguridad, avanza menos tembloroso hacia Marcus.

Y todo acontece como lo he predicho.


Erick duerme un par de horas, come muchísimo y bebe agua como si hubiese salido de un desierto. Mientras esperamos, ya que eso es lo único que podemos hacer, esperar a que Marcus sea más lúcido al no poseer en su cabeza maquinando el único pensamiento de alimentarse.

Elías advierte la caída del sol y la hora de regresar a la mansión. Y me marcho, aliviada debo añadir, con la promesa de Erick de llamarme ante cualquier cambio por parte de Marcus.


En plena madrugada, cuando ya me hallo acurrucada debajo de varias frazadas por causa del helado invierno, se me presenta una visión camuflada en un sueño:

Veo a Marcus, su rostro: un semblante apacible, frío e inexpresivo, pero totalmente tranquilo. Al separar sus labios para pronunciar una palabra, no audible para mí, veo que sus colmillos retráctiles han desaparecido y exponiendo una dentadura perfecta.

Al despertar, sudorosa y de repente, rebosó de alegría al interpretar esa visión como una señal de que Marcus volverá a ser el muchacho frío y estable que era desde que lo conocí.

El sol ha salido oculto entre las nubes. Y, al poner mi pierna sana y las muletas en los terrenos de los Solluna, divisó a Kay paseando en el jardín de enfrente de la casa con aire de alegría.

Su sonrisa, irremediablemente perfecta y copia exacta de la sonrisa de Marcus, me aclara que algo ha salido más que bien.

—Buenos días, Nahomi —me saluda.

—¡Marcus! —exclamó su nombre y me contagio de la sonrisa de Kay —¡Está calmado!

—¿Cómo lo sabes? —vacila —Acaba de suceder hace un par de minutos y ni siquiera tuve tiempo de pensarlo como para que leyeras mi mente.

—¡Lo predije en la madrugada! —revelo —Quiero verlo, por favor, lléveme con él.

Agradezco que Kay no me haga esperar y me lleve directamente al sótano.

Ahí está Marcus, su acción de separar los labios pero pronunciar palabra asemeja repetirse desde mi punto de vista.

Erick está con él. Sentado a su lado, conversa como cotorra y Marcus lo escucha sin reaccionar ni verse afectado por la cercanía.

¡Quiero abrazarlo! Quiero estar cerca de él y manifestarle lo agradecida que estoy con él por haber hecho tantas cosas por mí. Pero no puedo. Porque al momento de avanzar hacia Marcus su reacción me detiene en seco:

Cuando sus ojos se encuentran con mi mirada, su rostro se vuelve sombrío, lleva una mano a su pecho y otra a su cuello como si sufriera un fuerte dolor provocado por mi cercanía.

—¡Nahomi no te acerques más! —grita Erick exaltado.

Marcus retrocede hasta pegar su espalda a una pared y se doblega con dolor hasta ocultar su rostro entre sus rodillas.

—Nahomi —murmura Kay y, tomando mi mano, me invita a alejarme de Marcus hasta el pie de las escaleras.

—¿Qué sucede? No entiendo que pasa, no entiendo —alego irritada. No estoy acostumbrada a no comprender de inmediato lo que sucede. Y los pensamientos y recuerdos acelerados de Kay no ayudan en nada.

—Marcus ha recuperado parte de su memoria —me informa con suma calma —. Pero, al parecer, no te recuerda... a ti.

La claridad de recibir la verdad se convierte de inmediato en una sensación dolorosa.

Ahora lo comprendo. Si su memoria no llega hasta el momento en que nos conocimos, e incluso hay baches sobre los momentos esenciales de su aprendizaje sobre la sed, lo único que siente al verme es dolor, sed y más dolor.

No conoce mi nombre, tampoco mi rostro. Ha olvidado cada momento, cada palabra, que vivimos juntos.

«Te amo.» Fue lo que me reveló una vez.

Pero eso ya no está.

¿Acaso todo eso simplemente ha desaparecido? 

Mi celular, de forma inoportuna y sacándome de mi burbuja y dudas dolorosas, vibra en mi bolsillo por un mensaje.

Es Axel.

Limpio de forma fugaz una lágrima que se ha deslizado por mi mejilla al recibir la noticia de que Marcus no me recuerda, y abro el mensaje: 

Axel:

 ¿Tienes tiempo de venir hoy? Tengo algo de que hablarte.

¡HOLA! Sorpresa, normalmente actualizo los domingos pero como ya tenía el capítulo listo decidí publicarlo un dia antes.   

Bueno, cuentenme: ¿Que les ha parecido? ¿Se alegran de que Marcus está recuperando parte su memoria? 

¿Creen que recordara a Nahomi?

¿Que creen que planea Axel? 

¡Agradezco que lean y espero que les este gustando la historia!

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