➖Cap.4➖
Me quedo a un costado observando como los menores del grupo aprenden el manejo de diversas armas blancas a una velocidad increíble. Ya sea cuchillas o puntas filosas fabricadas con cualquier material encontrado en el inhóspito camino que andamos.
Luego, un leve movimiento me trae aparejado un fuerte pinchazo de agudo dolor en el brazo y recuerdo la herida sufrida, observando pequeños indicios rojizos de focos infecciosos que me ponen en alerta.
Me dirijo de inmediato hacia donde están entrenando. Específicamente hacia un pequeño brasero escondido entre las piedras, artilugio en donde calientan los materiales que sirven para moldear diversas puntas que me servirán como cura provisoria. Si es que puede llamarse "cura" a quemarte con hierro fundido sobre una expuesta herida.
—¿Está muy mal? —cuestiona mi teniente acercándose hacia mi lado. De inmediato, le indico que no se haga problemas porque una mancha más al tigre de guerra no hace la diferencia.
Lo único que quiero es poder cortar con el proceso de infección para no convertirme en una maldita carga para los otros en el trayecto de huir sin dirección. Demasiado tienen ya con tener que aprender a subsistir en este mundo de mierda que se encuentra completamente en ruinas. A parte, debemos partir con el albor del venidero día para así poder evitar lo más que se pueda a las malditas alimañas.
Dejo calentar en el improvisado fuego una especie de pequeña espada, cuyo mango se envuelve en diversos revestimientos de cueros. ¡Vaya a saber si son de animales o de partes humanas! A esta altura, eso ya no importa.
—¿No pensará quemarse con eso, no?—suelta mi sub alterno y maldigo para mis adentros, es que entre el insoportable dolor de apoyar el metal hirviendo sobre mi piel y sus nombramientos todos correctos, me alteran el condenado cerebro.
Entonces, muerdo mi labio inferior con extremada fuerza, resecos y agrietados labios que solo ven la humedad de las imperceptibles gotas de saliva cuando consumo algún que otro líquido, haciendo borrosos mis ojos cuando las lágrimas se agolpan de lleno y me rehúso a dejar que las malditas se deslicen por mis machucadas mejillas.
—¡¿Pero qué demonios?! —anuncia a los gritos uno de los más chicos mientras observa asustado todo el asunto.
Y vuelvo a maldecir para mis adentros cuando la atención de varios recae sobre mi trémulo cuerpo. Aún así, recorto un pedazo de trapo que me alcanzó mi teniente para darle unas vueltas a mi brazo.
—¡Escuchen todos bien atentos! — Anuncio seco a todo aquel curioso que se acerca —. Medicinas, no tenemos. Así que la única opción de evitar propagar una posible infección es de esta manera. Así que vayan haciéndose la idea porque de lo contrario, serán alimento de las bestias o un retraso para sus compañeros de supervivencia.
Un rotundo silencio se sucede en el lugar. Y a lo lejos, solo se escuchan los característicos sonidos de la inminente muerte que expiden ellos.
—Eso —señalo a donde proviene el sonido —es contra lo que tenemos que pelear, escondernos de ser posible. Pero si no se puede, deben ser valientes y actuar. No olviden que los protegemos con nuestra vida pero también, contamos con ustedes de ser al revés. A primera hora partiremos en busca del ansiado alimento. Espero volvamos enteros y que ustedes, también lo estén.
Una especie de arenga se sucede entre los civiles, algunos con cara de susto y otros dispuestos a luchar a como de lugar.
Si hay algo que han aprendido este último tiempo, es a soportar y luchar (si es que se quiere sobrevivir a no convertirte en uno de ellos). Soportar todo lo que les suceda, desde hambrunas intensas hasta locuras con vehemencia, y ni así, hemos abandonado a ninguno. Pero no está de más decir que si alguno retrasa al grupo por no hacer el intento de cuidarse, pondré primero la seguridad del conjunto ante cualquier individualidad.
Más tarde, sirven una especie de sopa con rancio sabor y horrible aroma como fuerte de comida para el ávido grupo. Y como cabeza de clan debo dar el ejemplo. Así que sin respirar demasiado empujo el líquido del cuenco fabricado hacia el interior de mi cuerpo rogando porque las náuseas no me ataquen y termine vomitando lo que tanto costó hacerlo.
Dejando el cuenco para otros, me retiro hacia un lugar entre las rocas que sirve como resguardo de baño para los ojos ajenos. Ya acomodado y mientras cierro mis ojos por un efímero momento, recuerdo su condenado hedor impregnado en cada uno de mis desacertados pensamientos.
¡Maldición!
Como un demente sin razón, declino mi cabeza con suma fuerza deseando que el duro golpe despeje cada uno de mis incorrectos pensamientos. Pero luego de limpiar mis primarias necesidades con un montículo de hojas frescas a un costado, una vesánica urgencia a causa de mi trastornada cabeza, me aqueja.
Y con un imperceptible quejido que se escapa desde mi boca, tomo mi duro miembro sin ningún disimulo. Apretando rudo y con fuerza mientras imprimo un sordo dolor que muta en forma de ascendente calor y concisa dureza sobre el par inferior.
Tratando así de despejar mi mente de muertes, de sedientas bestias y de horribles aromas. Solo dejando el innato deseo por obtener placer dentro de tanta mierda y dejándome llevar, por única vez, en mi condenada existencia.
¿Quién mierda se masturba cuando pueden tragarte por tener tu cabeza en otro condenado planeta?
Pareciera que ése, soy yo. Soy esa descabellada respuesta en cuanto me apoyo de espaldas y a piernas abiertas, arrodillado para el resguardo de los otros y mordiendo mi labio con suma fuerza.
Esto está mal... Condenadamente mal... Pero no puedo parar cuando añejos recuerdos se agolpan en mi mente y en forma de tortuosas imágenes indecentes.
Entonces, aprieto con más fuerza hasta casi sentir explotar mi cabeza mientras jadeo ahogado y entre abro mis ojos para sondear al costado. No quiero miradas indiscretas y mucho menos, indecentes propuestas de aquellas a quienes debo salvar y no follar, como me indica mi trastocada cabeza.
Pero cuando me dejo llevar en el recuerdo de las gloriosas mesetas de aquella última fémina que tuve la bendita suerte de verla desnuda montando mi dureza, se me cruza en mi cabeza aquella espantosa voz y el horrendo hedor a su alrededor. Haciendo que llegue a un inminente orgasmo de una manera tan cruda y real, que sentí apagar mi maldita función cerebral.
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