El chico caminaba por el bosque, dando tumbos. Estaba cubierto por una piel escamosa en forma de capa y unos pantalones cortos bastante viejos, mientras arrastraba un ser similar al un ciervo, pero con aspecto de reptil. Derrepente, una enorme bestia reptiliana saltó sobre él, buscando devorarlo...

El chiquillo terminó con la vida del depredador tras una pelea de horas y horas. Cuando cayó agotado al suelo, cubierto de heridas y con la mirada perdida, pensó en comida. Pero no en la asquerosa carne que llevaba comiendo ya años, sino comida bien preparada de animales y plantas sabrosos. Se quedó así tumbado durante unos minutos, teniendo el único pensamiento de niño de ocho años que había tenido en mucho tiempo. Porque todo niño debería tener derecho a soñar...

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- ¿Daniel? ¿Estás bien?

El chico agitó la cabeza y miró a la mujer:

- Sí Ludmi, ¿Por qué preguntas?

- Estabas llorando.

El demonio se sorprendió ligeramente y se tocó la mejilla. Efectivamente, su mejilla estaba húmeda:

- No es nada, solo estaba recordando.

El chico sonrió y se limpió las lágrimas y siguió a la mujer por una enorme puerta.