crave the feeling

Después de un mes de aquella noche, sus encuentros cada vez se hacían más divertidos, las ganas iban en aumento y se extrañaban demasiado cuando dejaban de verse por apenas algunos días.

No lo habían hecho oficial, pero eran exclusivas. Tenían pequeñas citas en los departamentos de cada una y por supuesto nunca faltaba la tensión sexual que en algún momento de la noche explotaba entre ellas.

Todo era bajo perfil; ambas tenían una imagen que cuidar, no podían imaginarse el escándalo que causaría que las vieran en alguna situación de esas, definitivamente dirían mucho más que "son muy buenas amigas".

En algunas ocasiones, Rosé se aparecía en el set donde Hyeri grababa el drama y la recogía, otros, la castaña llegaba al estudio y le hacía compañía a la rubia. Hoy, por ejemplo, habían asistido juntas al gym, y aunque a Hyeri no le convenció mucho el plan, decidió ir, todo era ganancia si estaba con la rubia.

Aparte, ¿verla sudada mientras se ejercitaba?

Sí, por favor.

Ella ya había terminado sus entrenamientos, así que se sentó cerca del lugar en donde estaba Rosé, a esperar por ella. Sin darse cuenta, empezó a detallar a la más alta.

Rosé le parecía extremadamente atractiva por supuesto, le gustaba su amplia sonrisa, su cabello rubio, sus talentosos dedos, su altura... y todo lo demás. Si le hubiesen preguntado qué era lo más sexy de Rosé hace algunas semanas, la respuesta sería su mirada antes de compartir un intenso beso.

Pero hacía algunos días había descubierto algo que comenzó bastante inocente. El martes por la noche estaban en el departamento de Rosé acurrucadas viendo una película, cuando ésta terminó, la menor se levantó para llevar el tazón de palomitas a la cocina, Hyeri se quedó allí mismo. Cuando Rosé regresó, le ofreció su mano para que se levantara del sofá, apenas le dio un pequeño tirón y Hyeri se tropezó en sus brazos.

—Oh. —recuerda haber soltado un suspiro. —Sí eres muy fuerte...

Y ya lo sabía, algunas veces Rosé se había encargado de llevarla en sus brazos a su habitación, pero claro, en ese momento no había nada sexual entre ellas como ahora.

Rosé en ese momento solo se limitó a sonreírle.

—Eres pequeña. —se encogió de hombros.

—No, no creo que sea eso. —ni siquiera sabía porque era importante aclararlo, solo quería hacerlo. —Podrías levantar a dos como yo.

—Podría intentarlo. —dijo Rosé con una sonrisa ladeada, acariciando la cintura de la mayor. —Solo hago boxing, no es para tanto.

Y Hyeri no dijo más nada en ese momento, solo se acercó a ella y la besó.

Hoy, como ese martes, estaba pasando algo parecido, una revelación de cuanto le gustaba lo fuerte que se veía la rubia. La observaba atentamente, fijándose cómo se movía mientras entrenaba... era demasiado para ella.

Rosé se veía confiada, lo hacía ver con tanta facilidad que le sorprendía. Su ceño estaba fruncido por la concentración, su cabello caía de su coleta, el sudor goteaba de su piel bronceada y esos músculos... Hyeri estaba prácticamente congelada.

Cuando terminó, le sonrió al entrenador amigablemente y caminó hacia ella.

—¿Hace mucho terminaste? —le preguntó la rubia.

—Algunos minutos... —con sus ojos recorrió el cuerpo de la menor, viendo el sujetador deportivo, aquellos pantalones cortos y sus abdominales. —¿Nos vamos?

—Iba a ducharme.

—Puedes ducharte en mi departamento, está bien. —la castaña insistió de inmediato y Rosé arqueó una ceja.

—¿No importa que vaya así? —sonrió un poco mientras Hyeri negaba rápidamente.

Rosé fue por su bolso bajo la atenta mirada de Hyeri en su espalda. La mayor no podía evitarlo y le avergonzaba un poco, pero de verdad estaba excitada en ese momento.

Caminaron hacia el auto de la castaña, Rosé estaba callada pero tenía esa mirada que hacía que el corazón de Hyeri se acelerara. Cuando entraron, la mayor se volteó para mirarla inmediatamente, no sabía exactamente qué decir.

—No sabía que verme entrenar podría tener un efecto en ti. —comentó Rosé lentamente, sus ojos encontrándose con los de Hyeri, luego miró sus labios.

—Es que... eres fuerte. —esas mismas palabras de hacia algunos días.

De repente una corriente de inseguridad invadió su mente, así que solo encendió el auto y empezó a conducir. Rosé se tomó unos minutos para responder.

—¿Te calienta que sea fuerte?

—¿Sí? —dijo con evidente dificultad. —Dios, hace calor.

—¿Así que quieres llevarme a tu departamento y mostrarme lo mucho que te calentó verme? —preguntó con un tono burlón y su mano se posó en el muslo desnudo de Hyeri, justo debajo del borde de su falda deportiva.

La castaña asintió levemente mientras la mano de Rosé subió poco a poco por su muslo, su agarre muy firme.

—Dime qué es lo que quieres.

Justo en ese momento se detuvieron en un semáforo en rojo. Hyeri se acomodó en su asiento y la miró fijamente.

—Quiero... quiero que me dómines.

—Puedo hacer eso.

Hyeri apretó los muslos por reflejo, muy consciente de lo húmeda que estaba. Cuando la castaña volvió a prestar atención a la carretera, la mano de Rosé siguió moviéndose entre sus piernas. La mayor intentó no retorcerse bajo su toque.

—Chaeng... esto no es seguro. —dijo débilmente.

—¿Quieres que me detenga?

Rosé se acercó más y su mano se movió de nuevo, ahora ahuecando a Hyeri a través de sus bragas, pero sin proporcionar fricción. Sus caderas se contrajeron involuntariamente.

—¿Hyeri? —la rubia llamó su atención. La castaña miró a su alrededor; el camino estaba lleno de autos y gente, pero nadie podía verlas realmente. Además, era buena conductora. Y no creía que pudiera obligarse a pedirle que parara, incluso aunque lo intentara.

—No pares. —susurró.

La mano de Rosé se deslizó inmediatamente debajo de sus bragas, presionando contra su centro caliente, y Hyeri dejó escapar un gemido entrecortado.

—Estás extremadamente mojada. —se maravilló Rosé, sonando sorprendida. —¿Te gusta la idea de que te dómine? ¿Te gusta la idea de que te haga mía y no deje que te muevas ni un centímetro a menos de que yo lo permita?

—Sí. —jadeó Hyeri cuando Rosé deslizó dos dedos dentro de ella. —Me encanta esa idea...

—Puedo notarlo, bebé. —dijo Rosé, Hyeri la escuchó moverse en su asiento y aquellos dedos dentro de ella se curvaron a la perfección. Otro suave gemido escapó de sus labios y sus ojos se cerraron por un segundo, antes de volver a abrirse.

Estaba conduciendo, ¡por Dios!

Había sido una mala idea.

Hyeri tomó la muñeca de Rosé, deteniéndola.

—No podemos... ugh, es peligroso.

—¿Demasiada distracción? — Rosé parecía decepcionada, pero de todos modos empezó a mover su mano. Sin embargo, Hyeri no soltó su muñeca y, aunque la rubia podría haber alejado su brazo fácilmente, no lo hizo.

—No quiero que nos estrellemos. —dijo Hyeri con cuidado. —Pero tampoco quiero que muevas tu mano.

Hyeri soltó la muñeca de Rosé, con ambas manos en el volante. Afortunadamente, su departamento estaba a solo unos minutos más de distancia, aunque probablemente serían los minutos más largos de su vida. Rosé deslizó los dedos hacia atrás por completo y la mayor dejó escapar un suave suspiro.

—Supongo que tendré que esperar para cogerte hasta que lleguemos al departamento. —Rosé hizo una pausa mientras Hyeri apretaba sus dedos, sus muslos temblaban. Cuando la castaña volvió a mirarla, ella misma se retorcía un poco. —También me caliento solo con verte, ¿sabes? me excita lo pervertida que eres.

Hyeri soltó un leve gemido al escuchar las palabras de Rosé.

Cuando encontró un lugar para estacionar, detuvo el auto, le dio una mirada a Rosé y notó cómo ésta la miraba como si pudiese comérsela allí mismo. Sin dudarlo, Hyeri se inclinó y Rosé se encontró con ella en el medio, compartiendo un beso caliente.

Los dedos de Rosé empezaron a moverse dentro de ella de nuevo, y Hyeri jadeó en medio del beso. Sus manos se fueron hacia el cabello desordenado de Rosé logrando que ésta le mordiera el labio.

—Entremos. —sugirió Rosé, un poco sin aliento por el beso. Lentamente retiró los dedos y Hyeri gimió. —Hay muchas cosas que no puedo hacerte en el auto.

La mayor asintió y se apartó de mala gana. Le temblaban las manos cuando agarró las llaves, y sus piernas estaban inestables cuando abrió la puerta y salió. Rosé rodeó el auto y Hyeri no pudo evitar darle otra mirada; recorriendo todo su cuerpo. Rosé sonrió, como si supiera exactamente lo que estaba pensando Hyeri.

Era mediodía y había gente alrededor, pero eso no impidió que Rosé se acercara, presionando a Hyeri contra su auto. La besó de nuevo, apasionadamente, robándole el aliento a la otra chica. En ese punto, ambas estaban demasiado calientes como para que les importara, si salía alguna foto por ahí, luego lidiarían con eso.

—Vamos. —dijo Rosé de nuevo, Hyeri asintió y finalmente entraron al edificio, evitando las miradas divertidas del portero.

En el momento en que entraron al departamento de Hyeri, Rosé la presionó contra la puerta.

—Me encanta besarte. —la rubia mantuvo sus frentes unidas y le dio un apretón a su trasero. —Me encanta apretarte.

Rosé la besó de nuevo, apretándose contra ella, cada centímetro de ella presionado contra Hyeri. Una de sus manos fue al cabello de la más pequeña, tirando de los mechones castaños en un puño apretado, haciéndola gemir de inmediato. Rosé lamió sus labios y sus lenguas se encontraron desordenadamente. Su otra mano subió bruscamente la falda deportiva de Hyeri, lo que provocó que sus piernas se abrieran, invitando a Rosé a entrar.

Con un tirón a cada lado del encaje, las bragas de Hyeri cayeron al suelo. Los dedos de la menor encontraron su camino dentro de ella nuevamente, deslizándose con facilidad. Hyeri estaba muy mojada, prácticamente rogando que entraran en ella. Rosé finalmente le dio lo que quería, cogiéndosela con sus dedos rápido y duro. El beso se interrumpió cuando Hyeri gritó en el momento en el que Rosé agregó un tercer dedo.

—¿Todo bien, preciosa? —preguntó suavemente. Hyeri apretó con fuerza alrededor de sus dedos, dejando escapar otro fuerte gemido.

—Sí. —jadeó, moviendo las caderas hacia adelante. La más alta la recompensó tirando de su cabello con más fuerza e inclinando su cabeza hacia atrás, dándole un mejor acceso a su cuello. Besó su pulso acelerado, luego mordió y chupó con fuerza, se aseguró de dejar un moretón. Sus dedos empezaron a moverse de nuevo, haciendo que Hyeri continuara gimiendo y retorciéndose.

—Deberíamos hablar. —murmuró Rosé en el oído de Hyeri. —Ya sabes, establecer límites...

El pulgar de Rosé se movió sobre el clítoris de la castaña, dispersando sus pensamientos durante unos segundos.

—No puedo pensar cuando estás tan deliciosamente dentro de mi, Chaeng... podemos hablar más tarde. —protestó. —Ahora solo cogeme, por favor...

—El consentimiento es importante... —insistió Rosé.

—Está bien, te diré lo que quiero. —se acercó a ella y susurró en su oído. —Quiero que me hagas tuya. Con tus dedos, con un strap-on, no me importa, solo... quiero eso, quiero que me lo hagas duro.

Rosé la besó de repente, mordiendo sus labios y provocando más ruidos suaves. Sus manos recorrieron la espalda de Hyeri y luego se deshizo de su ropa completamente, dejándola desnuda.

Caminaron torpemente hacia la habitación y Hyeri subió a su cama. Rosé tenía una expresión extraña en su rostro, algo entre la lujuria y diversión.

—¿Vienes o empiezo sola?

—Estoy disfrutando de la vista. —respondió Rosé, acercándose a la cama. Se quitó el sujetador deportivo y los pantalones cortos de licra, igualando a Hyeri. Pero antes de que la mayor tuviera su propia oportunidad de comérsela con los ojos, Rosé estaba encima de ella, uniendo sus labios por milésima vez.

La rubia agarró cada una de sus muñecas y las movió sobre su cabeza, las  mantuvo inmovilizadas con una de sus manos mientras la otra se movía hacia entre sus piernas, tres dedos deslizándose fácilmente. Hyeri, desesperada y ansiosa, envolvió sus piernas alrededor de las caderas de Rosé, acercándola más. Sus gemidos, aunque cada vez más fuertes, fueron absorbidos por sus besos frenéticos.

—Te encanta esto, ¿no? —Rosé murmuró, rompiendo el beso. Curvó los dedos con precisión, sacando un largo jadeo de los labios entreabiertos de la mayor.

Para Hyeri existía algo extremadamente delicioso en la sensación de... sentirse ¿impotente? no, más bien, sumisa, sí, le calentaba sentirse sumisa, y más ante aquella rubia.

—Se siente bien... muy bien... —respondió finalmente Hyeri, sin aliento. La sonrisa de respuesta de Rosé fue increíblemente hermosa.

Sus dientes y sus labios suaves y... y su mano fuerte que sostenía sus muñecas, sus muslos mantenían a Hyeri firmemente en su lugar. Se retorció, solo un poco, para ver qué haría Rosé, y mordió más fuerte, su agarre se apretó, sus dedos se movieron más rápido.

—Dios... —gimió Hyeri, arqueando la espalda. —Sí, Chaeng, sí...

Los dedos de Rosé empujaron dentro de ella dos y tres veces más, y luego Hyeri finalmente se corrió, con la cabeza echada hacia atrás y la boca abierta dejando escapar un grito silencioso. Todo estuvo blanco durante un largo momento, y todo lo que pudo sentir fue a Rosé a su alrededor y dentro de ella mientras intentaba recuperarse.

Le tomó un minuto, pero Hyeri volvió a sus sentidos, con una sonrisa de satisfacción en su rostro que coincidía con la sonrisa de Rosé. La menor soltó sus muñecas y lentamente deslizó sus dedos hacia afuera, luego se apartó de Rosé para acostarse a su lado en la cama. Hyeri inmediatamente se acurrucó contra ella, hundiendo su rostro en el cuello de la rubia.

—Te daré unos minutos para que te recuperes, esto apenas comienza.

...
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