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Capítulo 9

Los días avanzaban en Hogwarts, y el gélido aliento del invierno ya se infiltraba por los pasillos de Hogwarts, marcando su presencia en este noviembre implacable. En medio de este crudo clima, opté por ignorar a Theodore; necesitaba tiempo y espacio para procesar todo.

Aunque en el fondo consideraba perdonarle, no era el momento adecuado. Después de todo, no éramos nada oficial, y no tenía motivos para enfadarme. Ahora, con la decisión de mantener cierta distancia, me encaminaba hacia el patio.

A lo lejos, vi a Harry junto con Hermione y Ron. Ginny, la pequeña Weasley, también se unía a ellos. En ese momento, un recuerdo del pasado se deslizó en mi mente como una sombra persistente. Recordé aquellos años atrás, cuando descubrí que Harry me había traicionado con Cho.

Recorría los pasillos con la intención de felicitar a Harry por su triunfo en la prueba. Al llegar a la sala común, compartí una sonrisa con Hermione y Ron antes de iniciar la búsqueda de Harry.

Al no encontrarlo entre la algarabía de la celebración, decidí encaminarme hacia su habitación. Opté por no llamar a la puerta y, en su lugar, entre directamente.

Mi mirada se topó con la escena de mi novio, sin camiseta, compartiendo un beso con Cho Chang, una chica de Ravenclaw que últimamente había estado demasiado cerca de él.

La perplejidad se reflejó en el rostro de Harry al notar la apertura de la puerta, girando rápidamente para encontrarme parada en la entrada de su cuarto.

—Blair, ¿qué estás haciendo aquí? —inquirió con cierto nerviosismo.

—¿De verdad, Harry? —pregunté, observando con odio a la chica de Ravenclaw. Antes de que tuviera oportunidad de retirarse, la detuve agarrándola del brazo. Ella me miró con temor.

Las palabras salen de mi boca de forma brusca y desagradable. —Te quedas aquí —lanzo con amargura. —En realidad, sigan haciendo lo suyo, yo me largo. Hemos acabado, Potter —anuncio antes de marcharme del lugar, sin siquiera dirigir un saludo a Hermione ni a Ron. No me sentía con ánimos para ello.

Me encamino rápidamente hacia donde están mis amigos, aquellos a quienes he dejado de lado durante este curso al estar con Harry.

Los localizo en nuestra sala común; al entrar, me reciben con sonrisas que, aunque presentes, carecen de verdadera alegría. Me acerco y me dejo caer en el sofá.

—Qué raro verte por aquí —comenta Enzo, y yo solo les miro con tristeza.

—Perdón por haberme alejado de ustedes, por Harry, que ni siquiera vale la pena.

Sus rostros se llenan de confusión.

—¿Qué ha pasado? —inquiere Draco.

Decidí dejar de recordar ese año, ya que no fue para nada bueno para mí. Me senté en un pasillo oscuro de Hogwarts y escuché pasos apresurados, optando por permanecer quieta para no delatarme.

De repente, apareció Mattheo acompañado por individuos con capas negras. Mortífagos. Entre ellos distinguí a Bellatrix.

Mi sorpresa al verla allí me provocó un suspiro de miedo, que, al parecer, fue lo suficientemente alto como para alertarlos a todos, incluido Mattheo, quien se volvió para mirarme. Mattheo abrió los ojos y se aproximó, acorralándome contra la pared.

—Ni una puta palabra, Blishwick —advirtió mientras posaba su mano en mi cuello. Incapaz de respirar correctamente, asentí y dirigí mi mirada a su mano, instándolo a retirarla.

—Mátala —ordenó Bellatrix acercándose a nosotros.

—No —respondió Mattheo retirando su mano de mi cuello.

—¿Por qué? —preguntó Bellatrix, observándome detenidamente mientras yo desviaba la mirada incómoda.

—No servirá de nada —explicó él. Me lanzó una última mirada.

—Gracias —susurré mientras me alejaba rápidamente, intentando escapar del lugar. Sin embargo, Bellatrix se acercó y me agarró del pelo.

—Mocosa —me espetó, observándome fijamente. —¡Crucio! —gritó de repente, y caí al suelo, retorciéndome y gritando por el agudo dolor. Traté de levantarme y escapar, pero la tortura me mantenía inmovilizada.

—¡Cru— comenzó a gritar nuevamente, pero no pudo terminar, ya que Mattheo la empujó con fuerza.

—¿Qué demonios estás haciendo? —le reprochó él con irritación. Logré levantarme, aunque mi cuerpo aún protestaba por el dolor.

—Ella nos vio —afirmó Bellatrix con confianza. —No puede enterarse nadie de que estamos aquí.

Permanecí en silencio, simplemente observando la situación.

—Pero te dije que no la tocaras, ¿qué coño no entiendes con eso?

Mattheo me observó, acercándose a mí.

—¿Estás bien? —me preguntó, y con dificultad asentí. Me tomó suavemente del cuello, obligándome a mirarlo. —¿Estás segura? —preguntó con suavidad, y nerviosa ante su tacto, asentí.

—Blair —dijo con firmeza Mattheo. —No me mientas.

—Estoy bien —respondí alejando su mano, y me dirigí rápidamente fuera de ese lugar, anhelando estar con Daphne y Serena para intentar superar el fuerte daño que sentía en mi cuerpo.

Con un nudo en la garganta, entré en la habitación de Daphne. Ella, que estaba concentrada en sus deberes, me miró y se acercó.

—¿Qué ha pasado? —preguntó mientras me abrazaba, y yo me aferré a su espalda.

—Me lanzaron un Crucio —dije entre lágrimas.

—Dios mío... —exclamó Daphne, separándose del abrazo y secándome las lágrimas que caían por mis mejillas.

—¿Quién fue? —preguntó Daphne con determinación.

—No puedo decírtelo.

—Vamos Blair, soy tu mejor amiga.

Yo niego y ella me mira con compasión.

—Bellatrix— comienzo a decir mientras lágrimas vuelven a caer por mis mejillas.

(...)

Había transcurrido un día desde la dolorosa experiencia, y me sumí en mi cuarto, evitando las clases de hoy y rechazando las invitaciones a las comidas de ayer y hoy.

Mi cuerpo resentía la cruel maldición que me habían lanzado; era la primera vez que me enfrentaba a semejante maleficio.

La puerta de mi habitación recibió golpes insistentes.

—Draco, no te voy a abrir —declaré con frustración, ya que había pasado el día de ayer y hoy rechazando sus intentos de entrar.

—No soy Draco —replicó la voz de Mattheo. Nerviosa, me revolví en mi cama. Recordé la noche anterior, cuando Mattheo había acariciado mi rostro y cuello.

Traté de apartar esos pensamientos, pero Mattheo volvió a tocar la puerta. Al ver que no respondía, susurró un encantamiento, y lo vi en el umbral, observándome.

Entró, cerrando la puerta tras de él, y se acercó a mi cama.

—¿Por qué estás encerrada aquí? —preguntó Mattheo, sentándose en el borde. Acomodándome para hablar con él, contesté con cierta ironía en mi voz:

—Es obvio, ¿no? —Él me miró sin expresión.

—Cuéntamelo, Blair —dijo con firmeza, y solté una risa amarga.

—Riddle, estabas ahí delante, ¿qué me va a pasar?

Su mirada reflejó algo de tristeza.

—Yo la paré —aseguró con firmeza.

—La segunda vez —añadí. Él desvió la mirada hacia la ventana mientras se levantaba.

—No podía hacer nada más —explicó. —Estaban todos ahí.

Cerré mis ojos apoyando mi cabeza en la pared.

—¿Sabes que me metí en problemas por ayudarte, ¿no?

—Nadie te pidió que lo hicieras.

Respondí, y él se giró para mirarme.

—Porque esas cosas no se piden. Simplemente ayudas.

Pensando en el odio mutuo que nos ha caracterizado durante años, dudé en preguntar, pero finalmente lo hice:

—¿Qué hacían ellos aquí? —pregunté. Mattheo me miró con una sonrisa burlona.

—Bonita, muchas confianzas, ¿no? —asentí nerviosa.

Él rió y se acercó.

—Solo puedo decirte que tenemos un plan.

—¿Tenemos? —pregunté confundida.

—Bueno, ellos tienen —corrigió él nervioso, pasándose la mano por el pelo. Solté un suspiro ante la incertidumbre, y Mattheo volvió a sentarse en la cama, mirándome.

—Lo siento por lo que hizo Bellatrix —dijo con un suspiro, y confundida, le respondí:

—¿Mattheo Riddle pidiéndome perdón? —pregunté con una risa.

—Te sigo odiando, que lo sepas —recuperó su tono usual, y yo me reí.

—Yo a ti también —advertí, y él asintió.

—Bajarás a cenar en un rato —declaró, y yo niego. —No es una pregunta.

Se levantó del cuarto, abrió la puerta y, antes de cerrarla, me dirigió una mirada.


(...)

Ingreso al Gran Comedor para la cena y me acerco a mis amigos, tomando asiento junto a ellos. Mattheo me mira y asiente con la cabeza antes de seguir conversando con una chica.

—Por fin —dice Draco, visiblemente enfadado. —No me has abierto la puerta ni una sola vez.

—Perdón, estuve resfriada —mentí, y noté las miradas de Daphne y Mattheo sobre mí.

—¿Por eso no bajabas? —pregunta Enzo, y asiento.

—Sí, tenía mucha fiebre. Por eso no bajaba —afirmo, recibiendo asentimientos de mis amigos. Daphne me sonríe, intentando tranquilizarme, y le devuelvo la sonrisa.

—¿Qué tal con Theo? —pregunta Blaise, y niego.

—No hablé con él —digo, y él asiente. —A todo esto, ¿dónde está? —añado, ganándome las miradas de algunos presentes.

—Estará en la sala común —dice Serena, y yo asiento mientras tomo un poco de comida.

Por fin, salía de mi cuarto

—¿Y cómo te sientes ahora? ¿Mejor del resfriado? —pregunta Draco, mostrando una genuina preocupación.

—Sí, ya me siento mucho mejor, gracias por preguntar —respondo, tratando de desviar la atención de cualquier detalle sospechoso en mi explicación.

Serena, con una sonrisa cálida, comenta: —La fiebre puede ser bastante molesta, pero parece que ya pasó. Me alegra verte aquí abajo.

Asiento agradecida, pero la pregunta de Blaise rompe la armonía: —¿Qué hiciste todo el día encerrada?

—Solo descansé y traté de recuperarme —respondo evasiva, sin querer entrar en detalles.

Serena, siempre curiosa, pregunta: —¿Y Theodore? ¿Te fue a visitar?

—No, no tuve visitas. Probablemente estaba ocupado con sus propios asuntos —digo, tratando de proyectar indiferencia.

Draco, con expresión desaprobatoria, agrega: —No deberías haber estado sola en esa situación. Pudiste haber avisado.

Aunque realmente no estuve sola.

—Pero ya estoy bien, gracias a todos por preocuparse.
























































Por fin un poco, de lo que paso con el trio de oro y Blair

Mattheo, te amo. Por ti vivo y respiro.

Poco a poco hay más interacciones con el <3

Opiniones?

He escrito la parte de Mattheo con la canción de Iris de fondo💘💘

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