24- El rey ciego.
"El que sirve por la paga
y sigue por la apariencia,
en cuanto llueve, se marcha
y te deja en la tormenta".
El rey Lear, William Shakespeare,
Acto II, Escena II [*].
No hay más ciego que el que no quiere ver. Y si se trata de un rey, peor aún, pues su locura sólo desemboca en guerra. Eso piensa Lear, antes rey y hoy un viejo pobre, solitario y chocho.
Su hija Goneril, la primogénita, lo engañó diciendo que lo quería más de lo que podían expresar las palabras y por encima de todo. Lo mismo que la segunda, Regan, que se declaró más amante de su anciano padre que la hermana. Cordelia, la menor, expresó, en cambio, que lo amaba como cualquier hija a un padre y por ese motivo la echó de la corte y la maldijo. El rey de Francia supo apreciar su sinceridad y la desposó encantado y ella se fue con su esposo, para nunca más volver. Supo, por los rumores, que renegaba de él mientras tuviera vida.
Lear repartió su reino y fortuna entre las otras dos y sus maridos.
ᅳPadre, no necesitáis un ejército ᅳle dijeron, con sonrisas que no les llegaban a los ojosᅳ. Aquí estás protegido.
Y, de un plumazo, licenciaron a sus caballeros, que se vieron obligados a ponerse al servicio de otros señores.
ᅳPadre, no os vemos bien, deberíais guardar reposo en vuestra habitación ᅳy así lo encerraron, con la excusa de su salud.
Esa noche despertó sobresaltado: Goneril lo contemplaba con una mirada extraña que no se apartaba de su cuello. A la mañana siguiente tenía dos marcas allí y se sentía débil.
La madrugada posterior se sentó en la cama, precipitadamente. Regan no le quitaba la vista de encima y sonreía como sólo saben hacerlo las criaturas malignas. Por vez primera lo embargó el temor. Intentó abandonar la estancia cuando lo dejaron solo pero estaba encerrado.
A partir de ese momento, las dos alimañas a las que había llamado hijas, se turnaban para extraerle la sangre. Ya no se molestaban en hacerlo cuando dormía. Nunca había sospechado que, además de ambiciosas, también eran vampiresas. Se encontraba agotado. Ellas, confiadas en su falta de fortaleza, se atrevieron a hablar en la puerta de sus aposentos.
ᅳPoco falta para que muera ᅳmanifestó Gonerilᅳ. ¿Qué debemos hacer?
ᅳCortarle la cabeza, por supuesto ᅳle contestó Reganᅳ. ¿Para qué convertirlo en inmortal si ya ha vivido lo suficiente?
ᅳCierto es, ochenta años han visto sus ojos... Que así sea, entonces. Esta madrugada lo haremos.
De eso hace horas. En el ínterin se ha desatado una tempestad que ha mantenido ocupados a los dos monstruos, impidiendo que vinieran a su habitación. Tal es la fuerza del viento que las maderas que tapian las ventanas vuelan. La lluvia entra en la estancia inundándolo todo, de manera que da igual estar dentro que fuera.
ᅳ¡Al bosque voy! ᅳexclamó Lear en voz altaᅳ. Y que los dioses me amparen por haber estado tan ciego.
[*] RBA Coleccionables, Barcelona, 1994, página 196.
El rey Lear cuando expulsa a Cordelia y queda en manos de sus dos hijas vampiresas.
https://youtu.be/ZGAm64ehOhY
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