14- El amor todo lo complica (ganador del 4º Reto del Verano de Wattvampiros).
Del amor al odio sólo hay un paso. Y de la cordura a la locura también.
ᅳ¿Cómo te llamas? ᅳme interrogó Graham aquella noche, cuando yo esperaba a Heather, mi hermana menor, a la salida de la universidad.
ᅳElizabeth ᅳle contesté, sin despegar la mirada de los ojos grises azulados; eran magnéticos, borraban mi lucidez con el paso de los segundos.
ᅳMe he enamorado de ti, Elizabeth, hace mucho que te vigilo a escondidas ᅳexpresó, cogiéndome de la manoᅳ. Tú eres de mi propiedad. Deseo que vengas conmigo. Así te presento a los míos.
Lo seguí a pesar de su tacto gélido y abandoné todo por él. La carrera como profesora universitaria, las amistades, mis obligaciones familiares. A partir del instante en el que escuché su primera palabra, supe que lo amaba y que mi vida se encontraba ligada a la suya. Graham era mi alma gemela, aunque suene a cliché. Mi madrugada y mi anochecer, todo. A ellos los odié desde el principio.
ᅳNo sabemos por qué el jefe te eligió ᅳme decían telepáticamente, a todas horas, sin darme treguaᅳ. Nunca estarás a nuestra altura.
Cuando más gozaban era contemplando mi espanto. Por ese motivo traían a esos seres desafortunados, vivos, para horrorizarme con su maldad. No les alcanzaba con chuparle la sangre hasta dejarlos como hojas marchitas. Se tiraban sobre ellos y les desgarraban las carnes, igual que una jauría de perros cimarrones, despojándolos de todo rastro de humanidad. Al final del banquete, sólo quedaban expuestos los huesos blanquecinos.
ᅳ¿Quieres un poco? ᅳme preguntaban, sonriendo de manera que los colmillos manchados de rojo quedaran totalmente expuestos, intentando amedrentarme cuando Graham no los veía.
ᅳNo ᅳles contestaba sin dar más explicaciones.
ᅳTe crees mejor que nosotros pero jamás llegarás a nuestro nivel ᅳme gritaban dentro de la cabeza y yo sabía que mi amado era lo único que se interponía para que no terminara despedazada, igual que el resto de humanosᅳ. Nunca serás uno de los nuestros, te odiamos.
Pensarás que soy audaz si te comento que siempre dormía en paz. Creía que Graham me protegía. Eran sus vampiros, lo obedecían hasta en el más simple capricho. Pero mientras yo descansaba abrazada a él, en su féretro de madera de nogal, los demás se iban turnando durante mis horas de sueño, con la finalidad de aullarme en el cerebro.
ᅳNo eres uno de los nuestros.
ᅳTe odiamos.
ᅳDeja a Graham y vete.
ᅳSuicídate.
ᅳEstás enferma terminal, pronto te mueres.
ᅳNo vales para nada, sin el jefe no durarías ni un mísero segundo.
Con el paso del tiempo me iba acostumbrando a esas voces dentro de mí. Formaban parte de mi cuerpo. Y, además de odiarlos, los despreciaba. Para sentirse mejores necesitaban humillarme. A mí me bastaba con ver lo que ellos hacían, para ser superior.
Sin que estos vampiros lo supieran, en numerosas ocasiones los seguía en sus noches de caza. Me sorprendía al observar que también podían ser encantadores. Ilusa de mí, que conocía sus secretos asesinos, había pensado que caían sobre los humanos como las plagas egipcias. Pero no. El placer antes de matarlos, radicaba en seducirlos. En corromperlos, para hacer que nadaran en la degradación y que suplicaran, que pidieran por favor ser como ellos: monstruos desalmados y sin almas.
ᅳSólo decidme a quién tengo que matar y lo mataré por vosotros ᅳexpresaban las víctimas, antes de convertirse en la cena.
Y los vampiros estallaban en carcajadas, dichosos. Porque esos infelices traían al matadero a sus mujeres, a sus hijos, a sus padres, por una simple promesa de gloria eterna o una mirada amorosa. Si el odio pudiese matar, los esbirros de Graham se hubiesen convertido allí mismo en ceniza.
ᅳTú crees que el jefe no sabe lo que te hacemos ᅳse burlaban, jugando con mi menteᅳ. Pero es Graham el que nos ha dado la orden, ha sido su idea. Para fortalecerte. ¡No sabemos qué ve en ti!
Por más que me repitieran esas palabras en millones de ocasiones, no conseguían que las creyera. Hacerme dudar de mi media naranja era parte de la diversión.
Cuando escrutaba los ojos de Graham, sabía que me quería más que a nada en el mundo. En la noche gris de la mirada de mi amado, era la única. La única mujer venerada a lo largo de los milenios.
ᅳNunca he conocido a nadie como tú, Elizabeth ᅳme decía, acariciándome el cuerpo desnudoᅳ. Ni lo conoceré. En tres mil años sólo de ti me he enamorado. Soy totalmente tuyo. Y tú eres de mi propiedad.
Cuando recordaba sus palabras, siempre había algún vampiro, dentro de mi cabeza, para intentar que dudara. Después de largar una carcajada, me decía:
ᅳ¿Acaso crees, tonta ingenua, que sólo comparte el féretro contigo? Tiene uno en cada ciudad y un amor en cada esquina.
Luego de años de burlas una madrugada, cuando Graham partió por negocios, decidí rastrearlo. Un par de horas después de su partida. Mi adorado me había espiado antes de abordarme así que, si me descubría, le diría que lo había aprendido de él.
ᅳAmigos míos, servíos a voluntad ᅳgritó mi alma gemela, mientras sus vampiros asolaban a los moradores de la aldea, igual que los mosquitos en las noches de veranoᅳ. ¡No dejéis ni a uno solo con vida!
Y daba el ejemplo, clavando sus colmillos en un hombre tras otro, sin interrupción. Devorándolos hasta los huesos. Ese desconocido no era mi Graham. Nunca lo había visto de esa manera. Siempre reposaba calmado, a mi lado, mientras su odiosa jauría se ensañaba con los humanos.
Había aprendido a controlar mis pensamientos por lo que, cuando todos regresaron, ninguno sospechó que yo había vuelto a nuestra morada quince minutos antes.
ᅳ¡Te he extrañado, mi amor! ᅳexclamó, abrazándome, y yo olí en su aliento la carne suplicante de millones de víctimas.
La siguiente noche de caza, esta vez en la ciudad, me escondí detrás de una iglesia. Vi cómo abordaba a las chicas más guapas que salían de la discoteca de enfrente. Todas de ojos claros y cabellera rubia interminable, igual que la mía. No hacía nada con ellas. Pensé que me guardaba fidelidad. Me equivoqué.
ᅳ¡Empieza la diversión, amigos míos y fieles seguidores! ᅳlos exhortó, en la sala del castillo que coronaba la montaña, a quince minutos de la iglesia en cuya entrada me había cobijadoᅳ. ¡Bienvenidos a mi hogar!
Allí mismo, en la tarima sobre la que daba el pequeño discurso, comenzó a quitarse la vestimenta, pausadamente. Pude ver ese cuerpo musculoso, pálido, que yo tanto amaba, expuesto a la vista de todos sin pudor. Una vampiresa y un vampiro, los que más se ensañaban conmigo, se pusieron al lado de Graham, desprovistos de ropa también. Los tres se entremezclaron y ése fue el comienzo de la orgía.
Cuando todos llegaron, cansados, al pueblo que compartían conmigo, disimulé. Me estaba haciendo una experta.
ᅳ¡Mi amor, cómo te extrañé! ᅳme susurró en el oído; en esta ocasión me llegó el aroma a sexo, a vampiros: tuve que contener la náusea que me subía por la garganta.
ᅳ¡Yo también te amo, Graham! ᅳexclamé, para que todos me oyeranᅳ. ¿Por qué no voy con vosotros la próxima vez?
ᅳNuestros negocios te aburrirían ᅳme respondió, acariciándome los pechosᅳ. Papeles y más papeles. Controlo las propiedades, hablo con los administradores.
Ahí fue el momento en el que más me costó fingir que nada sabía: al escuchar todas las risas dentro de la cabeza. Sus vampiros siempre me habían dicho la verdad. Yo me negaba a reconocerla. Graham me miraba fijo pero sus ojos color humo ya no me hipnotizaban.
He decidido seguirlo una última vez, escondiéndome entre las sombras. En esta oportunidad visitaba Cambridge.
ᅳMe he enamorado de ti, Heather, hace mucho que te vigilo a escondidas ᅳle decía a mi hermanaᅳ. Mañana vengo a buscarte, mi amor rubio.
Ella estaba tan deslumbrada que no veía sus colmillos letales.
Cuando hace unos minutos le he clavado la estaca a Graham, me he dado cuenta de que el amor es mera ilusión. No es fuego: sólo humo. Es odio, un odio insondable.
Intento contemplarme en el espejo, que no refleja mi figura. Siento que el aborrecimiento se incrementa. Graham me había engañado desde el principio, diciéndome que únicamente bebía de mí. Le coloqué la estaca directo al corazón, sin lástima, delante de sus monstruos, antes de matarlos uno a uno.
Yo, Elizabeth Van Helsing, juro por la memoria de mi tatarabuelo Abraham, que jamás volveré a olvidar mi tarea. Acabaré con toda esta plaga vampírica desde dentro. Cada vez que un vampiro escuche mi nombre, el miedo le subirá desde las entrañas.
La vida de Elizabeth no ha sido de la manera en que Graham se la había pintado...
https://youtu.be/l-hzXOWOIA8
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