Epílogo
Dos semanas pasó desde aquella invasión y la paz a La Tierra se aspiraba en todos los rincones del planeta. ___ admiraba desde su casa el paisaje junto con la tumba de su madre. Desde que tuvo la conexión con la madre naturaleza tenía la necesidad de estar a su lado para contarle todo lo sucedido. Y desde ese momento supo toda la verdad. La tierra le contó todo el sufrimiento que pasó su madre ante el odio de su padre. Sin embargo, se entristeció tanto al saber que su padre siempre la amó. Nunca fue su atrevimiento de hacer daño a una mujer tan maravillosa como su madre. Y tampoco con ella. La tierra le transmitió sus últimas palabras:
«Hija. Sé que he sido un padre cruel. Nunca quise hacerte daño. Estaba cegado ante la ira de ser traicionado por tu madre por no conceder un varón. Ella me dijo la verdad. Me dijo su naturaleza. No la culpo. Estábamos destinados a estar juntos y yo dejé que el veneno de mi odio y de mis palabras la afectasen. Estoy orgulloso de haber entrenado a una hija magnífica. Eres fuerte. Y espero que continúes el mismo camino de tu madre; es decir, que encuentres el amor verdadero. Perdóname».
—Yo siempre te he perdonado —susurró con lágrimas en los ojos—. Nunca te he odiado, padre. Yo estaba cegada ante la rabia por haberme cortado el cabello queriendo sentirme un chico, pero madre me abrió los ojos. La furia no te lleva a nada.
___ acariciaba con suavidad los hierbajos del suelo. Una manera de transmitirle la tierra a que le entregara el mensaje a su padre. Nunca supo donde lo enterraron. Tal vez lo incineraron y entregaron sus cenizas a la madre naturaleza. El viento jugaba con gracia su trenza a modo de pequeños latigazos. Cerró sus ojos dejando que esa suavidad estuviese presente, pero los volvió a abrir cuando sintió unas energías aproximarse hacia ella.
No movió su cuerpo. Solo esbozó una pequeña sonrisa cuando notó una mano apoyada en su cabeza con algo de cariño. Levantó la mirada para ver quién era. Saonel le devolvió la sonrisa.
—Yo pensaba que era Piccolo.
Eso dolió al Namekiano del universo 6. Los otros rieron por lo bajo.
—Me aconsejó hacerlo antes de venir aquí —confesó, rascándose un poco la mejilla—. ¿Estás bien? Hace un tiempo que no te veíamos.
—Solo necesitaba estar a solas con mi madre —mencionó—. ¿Cómo estás de las heridas? —preguntó ___ mirando al otro Namekiano.
—Ya estoy mejor gracias a las semillas del ermitaño —explicó Piccolo sentándose a su lado.
—¿Quieres que nos marchemos? —cuestionó Hit.
Ella negó la cabeza aún manteniendo su sonrisa. Saonel se puso a su lado también acompañándola un poco. Todos se quedaron un rato callados a modo de respeto, pero Jiren se inclinó para entregarle unas flores a ___.
—Esto es para ella.
—... Gracias, Jiren. Ni me había fijado que tenía que poner unas nuevas —rio—. Todo este asunto de quién soy y demás, me afectó demasiado.
—Necesitas descansar.
—Estoy bien.
Sus ojos estaban fijos en la tumba de su madre y colocó aquellas margaritas preciosas. No dudó en olerlas primero para volver a su posición de antes. Entonces recordó cierto detalle.
—He oído que Champa-sama y Vermoudh-sama quieren volver a sus universos.
—Sí, parece ser que se han aburrido demasiado —respondió Saonel.
—Además, no quieren meterse en estos líos del universo 7 —añadió Hit.
—Lo siento…
—No tienes que disculparte. Nada es tu culpa.
Eso significaba que no podía estar con Hit, Saonel y Jiren. Al menos tenía a Piccolo y no se sentiría sola en el sentido amoroso, pero le entristecía demasiado. Un suspiro salió de sus entrañas cerrando los ojos suavemente dejando que el viento siguiera jugando con su cabello.
—Pero hablaremos con los ángeles para que podamos trasladarnos aquí.
—Vosotros. Yo no tengo problema —informó Hit recordando aquel suceso cuando iba a "matar" a Son Goku.
—Ah, se me olvidó que eres un sicario.
—Me gustaría volver a veros —confesó—, aunque siento que la primera impresión fue mala por mi parte.
Palmadas notó en su cabeza para mirar a la izquierda al responsable.
—Ya eso está olvidado —comentó Piccolo—. No deberías preocuparte por eso.
—Pero…
—Nosotros somos los que deberíamos disculparnos —añadió el alienígena gris—. Ese suceso en la playa nos abrió los ojos.
—Estás loca, pero eso no quita que seas buena persona —rio Saonel.
—Gracias por la confesión.
—Si tu destino como Kauneus nos escogió como tus parejas, entonces debemos aceptarlo. Aunque sabes bien que…
—Lo sé. Tú y Saonel sois Namekianos.
Ya comprendió muchas cosas de esas tres razas. Y la de ella misma. De pronto, el viento arrecia con fuerza llevándose unos cuantos pétalos que bailaban con mucha fuerza en su rostro. Una sonrisa dulce y pequeña apareció en su rostro. Ese pequeño remolino le recordó esa tormenta de emociones que tuvo cuando los conoció por primera vez y cómo se comportó. Y luego fue el cambio cuando se cortó el cabello haciéndose daño y engañandose así misma de que no sentía nada.
El Gran Zunoh y la madre naturaleza les dieron todas las respuestas que necesitaba. ___ apoyó la cabeza en el hombro de Saonel y él la dejó porque estaba agotada. Su corazón latía con gran felicidad porque encontró sus medias naranjas. Mantendrá ese amor hasta que el fuego interno se extinga llevándose su vida por completo.
Su obsesión se convirtió en amor correspondido.
¡Otra historia termina acá!
Yo sé que mucha gente esperaba que hubiese un encuentro sexual con Piccolo y Saonel, pero en realidad no lo hice por motivos de su orientación sexual y yo quiero respetarlo.
Espero que os haya gustado muchísimo. Gracias aquellos que lo han apoyado (aunque no fueran muchos), por sus votos y comentarios. Todo eso me ayuda a proseguir y a escribir más historias.
¡Nos vemos en la próxima historia!
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