Capítulo 20. ¿Qué es el amor?
La brisa del viento soplar su rostro era agradable en todos los sentidos del mundo. Volar con suavidad sin ninguna prisa también lo era. ___ miraba de vez en cuando a Piccolo que estaba concentrado en llegar a la casa de su ex alumno. La mujer no se imaginó que el Namekiano le hubiera pedido acompañarlo y ya después meditarían. Las ganas de ver a la pequeña Pan eran enormes. La última vez que la vio fue cuando estaba en ese estado de rebeldía y que le importaba poco lo demás. Además, esto era una forma de escaquearse de esos dos que la agobiaban. Ya los estaba entendiendo.
___ recordó una cosa que dijeron Piccolo y Saonel. Los Namekianos eran asexuales de nacimiento. Entonces se preguntaba porque se sentía atraída por ambos alienígenas. Muy confuso. Todo lo era. Deseaba indagar, pero no quería molestar o crear incomodidad. Como le dijo Bulma: debe estar neutra en cada momento, ignorar sus sentimientos o emociones. No era fácil. Sin embargo, parecía florecer poco a poco con sus actos no alocados. A veces se le apetecía tocar sus manos y escuchar su voz cerca de su oído como un susurro de la propia naturaleza.
La peli-(c/c) estaba distraída en sus pensamientos que no se percató que Piccolo se ha desviado un poco ya que estaban llegando a su destino. Tuvo que frenar en seco e ir tras él. Eso le pasaba por pensar muchísimo. Ella se puso del Nameakiano que esperó antes de tocar la puerta y no hizo falta porque Gohan abrió la puerta sintiendo sus presencias. El medio Saiyan esbozó una gran sonrisa radiante.
—¡Piccolo-san! ¡___! No os esperábamos.
—Perdona si venimos sin avisar —se disculpó Piccolo.
—No molestáis —dijo el chico para calmar la situación—. Siempre sois bienvenidos a nuestra casa.
—¿Puedo ver a Pan? —preguntó ___ con cierto toque tímido.
Al decir su nombre, la bebé hizo acto de aparición volando y con los brazos abiertos para recibir encantada a ___. Ella correspondió ese momento tierno y bonito.
—Estaba jugando conmigo al escondite. Está la casa un poco patas arriba —rio nervioso—. Lo siento, Videl —se excusó, mirando hacia atrás para ver a su esposa que caminaba hacia la puerta.
—No tienes que disculparte. Recuerda que tenemos una hija enérgica, al igual que su padre y su abuelo.
—¿Cuál de los dos? —cuestionó ___.
—A ambos —dijeron al unísono la pareja.
¡Vaya! Cuanta compenetración. Les daba envidia. Pan no paraba de balbucear palabras hacia ___ como queriendo decir algo. Esto le hacía gracia a la mujer. De pronto, la bebé se soltó de su agarre y tomó su dedo para llevarla adentro. Jugar. Muy simple para una pequeña. Piccolo vio ese gesto tierno entre esas dos. Sabía perfectamente que ella le importaba mucho los bebés, incluso recordó aquel momento en la playa cuando estaba hablando de tener hijos.
¡Ah, sí! Se había olvidado del motivo.
—Gohan, ¿puedo hablar contigo de algo?
—¡Claro, Piccolo-san!
—Y si fuera posible fuera y en privado.
El Saiyan se extrañó eso último. La seriedad que representaba Piccolo significaba que era un tema muy importante. A Videl no le importó. Eran cosas de ellos dos, así que la chica entró para vigilar a esas dos, sobre todo a Pan para que no hiciera ninguna trastada. Gohan cerró la puerta tras de sí y le indicó a Piccolo alejarse un poco de la casa. Ir hacia una zona boscosa para que pudieran hablar con mucha tranquilidad.
Íbamos a ser sinceros: estaba nervioso. Un mar de dudas surgió en su ser preguntándose la urgencia de su ex maestro. Aún lo consideraba en sus adentros. Él lo entrenó, sustituyendo a su padre en aquel entonces difunto. A saber, cuántas veces han revivido a Son Goku. Probablemente dos o tres contadas. La muerte era el peor enemigo de cualquier persona. Piccolo se acomodó en el tronco de un árbol y el chico decidió sentarse en una roca alta.
—¿Va todo bien, Piccolo-san? —preguntó, rompiendo el silencio.
—Quisiera que me respondieses a algo.
—A... Adelante —se puso nervioso.
—¿Cómo supiste que te gustaba Videl?
Son Gohan, hijo de Son Goku y Chichi, se quedó de piedra al escuchar esa pregunta proveniente de la boca de un Nameakiano como Piccolo. El muchacho se puso colorado al recordar ese instante. Ese momento en cuando se fijó en aquella chica casi dura.
—Bueno... Fue amor a primera vista.
—¿Amor a primera vista? —repitió.
—¿Cómo lo explico? —Gohan cruzó los brazos para pensar con claridad—. Si te gusta alguien, lo lógico es que sientes un cosquilleo en el estómago. Ya sabes, como si tuvieras mariposas. También la otra persona te pone nervioso, ya sea por su cercanía, por su forma de hablar... Es un mar de emociones continuo. También por su personalidad.
—Eso suena estúpido, perdona que te lo diga —escupió sin remordimiento alguno.
—No se crea, Piccolo-san. El físico te puede atraer, pero la personalidad también. Su risa, sus manías, su forma de expresarse, cuando sus manos tocan tu piel... Esa persona solo está centrada en ti. Te escucha y te da su opinión. Y ambos intentamos todo lo posible para que la otra persona se dé cuenta que le interesas demasiado. Suena complicado, lo sé.
Los terrícolas y otras especies lo ven demasiado fácil a todo. Todas esas tonterías que explicó Gohan tendrán algún sentido. Frunció el ceño queriendo comprender todo eso.
—¿Por qué me pregunta?
Hora de decirlo.
—Es por ___. Me siento... raro estando con ella. Ya sabes cómo fui con ella, pero sucedió aquel suceso y ese cambio tan repentino. No se... Ese momento me recordó a ti y me ablandé.
Gohan parpadeó unas cuantas veces intentando captar la conversación. El adulto esbozo una pequeña sonrisa y río por lo bajo llamando la atención al Namekiano.
—¿Siente las ganas de protegerla? —cuestionó. Piccolo afirmó—. Eso demuestra que se siente atraída a ella.
—Soy un Namekiano, Gohan.
—¿Y no podéis a llegar a tener sentimientos?
—Yo desconozco lo que es amor —se sinceró.
—Claro que lo sabe. Lo ha demostrado conmigo, pero ese amor es fraternal al igual que está haciendo con Pan. Con ___ es diferente. La palabra enamorarse es un poco fuerte ahora. ¿Puedo saber que siente cuando está cerca de ella?
—Aparte de protegerla, pues aprender un poco de ella —contó—. Tampoco quisiera alejarme por las cosas que le han pasado. Quiero estar presente en ello. —Piccolo abrió los ojos dándose cuenta lo que estaba diciendo.
—Ahí tiene la prueba —rio de nuevo el Saiyan, mientras se levantaba.
—No... No puede ser que yo esté enamorado de esa...
—¿Loca? Piccolo-san, ya no lo es, ¿no?
No. No lo era. Esa palabra ya era demasiado grande. Ahora ___ era una persona casi normal que intentaba no emocionarse ante la presencia de ellos. Desvío la mirada hacia la casa intentando escuchar a ella jugar con la pequeña Pan. El Namekiano no pudo evitar esbozar una sonrisa porque sonaba tierna la escena.
—¿Lo que siento por ella es amor?
—Sí, es lo que pienso yo.
—Suena... raro.
—Te acostumbrarás.
—Lo dices como si fuera fácil. —Rodó los ojos.
—Tú le pediste que te acompañara, ¿no?
—Porque me pidió meditar conmigo —aclaró.
Gohan sonrió un poco entendiendo que su ex maestro no quiere profundizar más el tema. No deseaba incomodarlo más de la cuenta.
—Sé cómo os reproducís, pero no sé cómo llegáis a ese estado.
Un balde de agua fría sintió en su cabeza. Dios, nunca pensó que Piccolo sintiera curiosidad en eso. El muchacho se sonrojó y se puso muy nervioso.
—Bueno... No sabría decirle exactamente. Le tiene que gustar primero la persona y sentirse atraído.
—No ayuda mucho.
—¡Es difícil de explicar, Piccolo-san!
¿Lo era? ¿O era un tema que no quisiera sacar? Porque se le notaba muy rojo y a punto de echar humo por las orejas. Cada vez entendía menos. De pronto, sus orejas se agudizaron al escuchar la puerta de la casa abrirse. ___ tenía a Pan en brazos quien estaba dormida plácidamente. Atraerla físicamente. Esa idea pasó por su cabeza y no estaba entendiendo ese significado. El hombre y la mujer eran como el ying y el yang. Polos opuestos que se atraen a más no poder.
El Namekiano se separó de la pared para caminar hacia ella. La mujer alzó la mirada sintiendo la presencia del hombrecillo verde, quién se mostraba tranquilo y con un rostro serio. Preocupación. Fue la primera palabra que se le cruzó por la cabeza.
—¿Te sigue apeteciendo meditar? —preguntó. Los ojos de ___ brillaron con incandescencia—. Eso es un si.
—Es que no puedo hablar alto —se excusó.
—Entiendo.
—Estuvo un buen rato jugando conmigo y luego se quedó dormida —explicó a Gohan, mientras le entregaba a la pequeña.
—Suele pasar a menudo. Ya te habrás dado cuenta que Pan es un bebé con mucha energía.
—Siento no poder estar mucho tiempo aquí —se disculpó Piccolo.
—No se preocupe, Piccolo-san. Es entendible —entendió la situación—. Espero que la conversación que tuvimos le haya ayudado.
«Yo también lo espero», pensó el Namekiano ya con la mirada fija en la chica. ___ ladeó la cabeza sin entender nada, pero no quería indagar en la conversación que hayan mantenido esos dos. La mujer se despidió del medio Saiyan haciendo una pequeña reverencia a modo de respeto y salió volando junto con el otro.
¡Ahora sí que iban a estar a solas! Tranquila, no te emociones mucho. Que luego Piccolo se molestará y no querrá meditar. No obstante, no evitaba estarlo por el simple hecho de que iba a estar a su lado pendiente de sus facciones y demás. Ojalá poder coger su mano y no separarse nunca. Debía resistir.
Por otro lado, Piccolo no paraba de dar vueltas y vueltas ante la conversación que tuvo con su ex alumno. Aún seguía sin comprender ciertas cosas, pero estaba claro que solo podía entenderlo por acciones. Miró de reojo a la mujer que estaba distraída en sus pensamientos y con una sonrisa de oreja a oreja. El Namekiano sintió curiosidad en saber que estará imaginando. Lo más probable era algo relacionado entre ellos dos.
Iba descendiendo lentamente porque encontró su lugar preferido para meditar. Los ojos de ___ se agrandaron un poco al ver una majestuosa cascada caer en picado hacia el lago. Agradable para los oídos de cualquier especie habitante en este planeta. Estuvo un buen rato admirando la belleza de ese paisaje metido en un bosque profundo y luego se centró en Piccolo que apoyó sus pies en una de las piedras del lago. Ella lo imitó.
—Es un lugar mágico —pronunció aún anonadada.
—¿Te gusta?
—¡Como para no gustarme!
Piccolo sonrió, satisfecho por la respuesta de la Kauneus. Seguramente que ella no exploró lo suficiente como para saber que existían estos parajes tan culinarios. El hombrecillo verde se sentó para estar en la posición de Loto. Nuevamente ___ lo imitó porque no estaba muy segura que postura tomar. Era la primera vez que iba a meditar.
—Bien. Ahora tienes que cerrar los ojos y tener la mente en blanco. No debes pensar en nada. Simplemente déjate llevar por el sonido del agua fluir, las hojas de los árboles siendo azotados por el viento y escuchar los pasos de los animales corretear por la zona.
—Yo no tengo capacidad para hacer eso. Mis orejas no son tan agudas como las tuyas, Piccolo.
—Claro que puedes. Solo tienes que tener la mente en blanco —repitió.
A veces las cosas que decía no tenían sentido alguno, pero ya vio que el Namekiano cerró los ojos con intención de meditar. ___ suspiró no teniendo más opción que hacer lo mismo. Tener la mente en blanco. No pensar en nada. Qué difícil sonaba eso. Solo centrarse en el sonido de su alrededor.
El agua de la cascada romper en el lago era relajante. Tanto que a más uno le entraba ese modo de relajación completamente. Su cuerpo ya no estaba tenso. Es más, notaba como sus sentidos se agudizaban poco a poco. La brisa del viento soplar sobre su rostro y juguetear un poco con sus cabellos. Sentir el vello erizarse por tal sensación. Pequeños ruidos provenientes de ciertos animales alrededor de la zona. A esto se refería completamente. No estaba tan mal.
El tiempo iba pasando. Piccolo abrió los ojos fijándose que ya estaba atardeciendo. Estuvieron un buen largo tiempo meditando. ___ aún mantenía los suyos cerrados con una sonrisa de oreja a oreja. El Namekiano aprovechó ese momento para verla más de cerca. Quería entender perfectamente las palabras que le dijo Gohan. No negaba que ___ era bonita para los ojos de cualquier mortal. El pelo largo recogido por una simple trenza le quedaba de maravilla. Su piel brillaba a luz del sol dándole ese toque dorado.
Definitivamente, ella se tenía que autoproclamar Kauneus.
Tocar su rostro debía ser agradable. Un momento. Piccolo sacudió la cabeza quitándose esa estúpida y cursi tontería. Él no era así. No entendía esas cosas. O tal vez los estaba desarrollando sin darse cuenta. Indagó un poco más dándose cuenta de un pequeño revoloteo en su estómago. No evitó tocarse el vientre para sentirlo un poco más. Mariposas en la barriga. Eso significaba amor. Las palabras de Gohan estaban grabadas a fuego en su memoria.
No podía ser que él estuviera enamorado de ___. Pero ¿y si fuera así? ¿Se negaría a ello? ¿Se abriría? Muchas dudas en su cabeza y no era capaz de resolverla por su cuenta. Esto era una nueva sensación para él. Esto era diferente. Sí, era ahora o nunca. Piccolo extendió el brazo e iba lentamente hacia la cara de la mujer aún centrada en la meditación. Titubeaba. Tragaba saliva. Los nervios aparecieron así sin más. Y, al final, sus yemas rozaron sutilmente la mejilla de ___.
Ella abrió despacio sus ojos para encontrarse esa situación tierna. Piccolo la estaba tocando. Una alegría sintió en su pecho. ___ siempre era quien lo abrazaba o agarraba su brazo. Esta vez era diferente. Sus mejillas se sonrojaron a más no poder llamando la atención al Namekiano. Su pulgar no paraba de acariciar esa zona roja a punto de erupcionar cual volcán. Se veía, de alguna forma, tierna. Ella apoyó la mano con la suya no queriendo que se separase por miedo a que esto sea un sueño.
Si tal solo pudiera acercarse para besarlo. Sentir sus labios solo una vez. Y Piccolo centrado en sus actos. Si esto era correcto o no. No se negaba a que esta emoción que estaba sintiendo era agradable. Esa calidez que emanaba en su moflete significaba algo. ___ no iba a hablar, solo disfrutar porque si dijese algo se rompería esta conexión tan única y Piccolo se haría el loco. Se notaba la diferencia entre él e Hit y Jiren.
—Aún desconozco todas estas emociones, pero me siento bien estando contigo —confesó Piccolo sin apartar la mirada en ella.
Se puso más colorada de lo normal que hasta desvió la mirada avergonzada.
—Yo no sé si esto es amor porque nunca lo he experimentado.
—No te preocupes. Yo no tengo prisa en que te des cuenta. Solo quiero que este momento sea recordado para ambos.
Definitivamente, su actitud ha cambiado. Él asintió un poco sintiéndose más calmado que antes y siguió acariciando su mejilla. Como bien dijo ella, no había prisa. Él estará atento a todo a partir de ahora. Y la magia se rompió cuando:
—¡Oh! ¡Mierda!
—¿Qué pasa?
—¡¿Qué día es hoy?! —exclamó la mujer levantándose con mucha prisa.
—Hoy es sábado.
—¡Se me olvidó rezar a mi difunta madre! Siempre lo hago los sábados porque es el día en que falleció —explicó.
—¿Quieres que te acompañe a tu casa? —Se ofreció el Namekiano poniéndose de pie.
—¡Sí! ¡No! Quiero decir... —Los sentimientos le estaban jugando una mala pasada—. Puedo ir sola a mi casa. Esto es algo que me gusta hacerlo sola —dijo, tomando sus manos—. Espero que lo comprendas.
—Descuida.
—Pero gracias.
Antes de marcharse a su hogar, se puso de puntillas para besar la mejilla del hombrecillo verde. Se tornaron de un color morado no creyendo lo que acaba de hacer. ___ rio dulcemente ante esa reacción y voló, dejando a un hombre paralizado como una estatua. Su corazón no paraba de bombear con mucha rapidez a punto de salir sobre su boca. Tuvo que dar una gran cachetada a sus dos mejillas para despertar ese trance. Piccolo chasqueó la lengua, molesto por atreverse, pero luego no evitó sonreír un poco.
Y la mujer no tardó mucho tiempo en llegar a su destino y poder rezar en condiciones a su madre. A tres kilómetros construyó un altar para ella. Se aproximó con unas rosas que había cogido a lo largo de su trayecto. Se arrodilló en el altar aún con la mano en su pecho queriendo tranquilizar a su palpitado corazón.
—Perdona si me olvidé, pero es que han pasado un montón de cosas —se disculpó—. A cambio, te traigo estas rosas a modo de disculpa.
Intercambió las viejas por las nuevas colocándolas con gracia en el pequeño jarrón de bronce. Era el objeto más apreciado de su madre. El primer regalo de bodas que recibió.
—No sabes la de cosas que me han sucedido. No sabía que eras una Kauneus, al igual que yo. Encima, los chicos que me gustan parecen que tienen algo de interés en mí. Ojalá estuvieras aquí presente, te hubieran gustado.
La brisa del viento era testigo de su confesión. Ese soplo era como si su madre estuviera hablando con ella.
—Te echo mucho de menos —confesó—. No sabes la falta que me haces.
Diez minutos. Diez minutos estuvo en silencio pidiendo a todos los dioses que cuidasen de ella en el cielo. ___ era creyente en todos los sentidos y más aún de haber conocido a unos cuantos dioses. Después hizo una reverencia a modo de respeto, se levantó, se giró y se asustó porque no pensó encontrarse a cierta persona.
—¡Jiren!
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