CAPÍTULO 9: PRECIPICIO


"Aquellos a quienes debía amar han muerto; han muerto los que hubieran podido amarme. Y no tengo tiempo ni fuerzas para intentar el viaje hacia aquellos que sobreviven... No hay nada en mí, ni siquiera mi voz, mis ademanes ni mi risa, que no pertenezcan al monstruo que he lanzado contra el mundo y a quien he dado mi nombre."

NIDO DE VÍBORAS, Francois Mauriac.

Hermione no puede menos que agradecer que sea Luna y no Ginny quien está en la habitación cuando ella llega. Luna, quien no hará preguntas molestas como Ginny. Luna, quien no la juzgará por el desorden de su cabello ni por el evidente llanto de su rostro. Luna... que quizás sea la única en aquel lugar que podría entenderla, porque Luna, al igual que ella, ha caído por un slytherin. ¿No es eso lo que todos dicen? Y Luna nunca se ha empeñado en ocultarlo.

La rubia escribe una carta, ha dicho que a su padre, mientras tararea una melodía que evidencia su felicidad. Solo alguien como Luna puede ser tan feliz en tiempos como aquellos. Hermione la observa en silencio mientras toma asiento en su cama. Quiere pensar en Luna todo lo posible, para evitar así pensar en ella misma y en lo que acaba de ocurrir, o, más bien, en lo que no ocurrió.

"No puedo hacerte daño", ha dicho él, como si de una maldición se tratara. Y ella no deja de preguntarse cuál es el motivo, y aunque todo apunta a una única conclusión, lo que acaba de ocurrir le hace dudar de que eso sea posible.

"¿Cómo sabes si él te ama?", pregunta Hermione de pronto, haciendo que Luna detenga su escritura al saberse aludida. Una sonrisa se dibuja en los labios de la joven. Sabe que la pregunta apunta a su relación con Nott, y aunque podría decir mil cosas para no responder, parece dispuesta a hacerlo como si comprendiera de pronto que Hermione necesita que lo haga. Sus ojos celestes son tan transparentes como todo en ella.

"No podemos saber eso, Hermione", sonríe, en aquel modo amable que tiene Luna al hacerlo, mirando hacia ella como si de una niña se tratara, lo cual es ridículo, pues Hermione es mayor en edad y mucho menos inocente. Aún así, ella no puede dejar de sentir que la rubia entiende mejor esas cosas que ella misma. "Las personas como ellos no dicen "te amo". La sola palabra los espanta."

Iba a preguntar a qué se refería con "ellos", para mantener su negación, pero pensó que era ridículo hacerlo luego que Luna fuera tan franca con ella. Sabía que ese "ellos" aludía a Nott... y a Malfoy.

Luna deja la pluma sobre la mesa que hacía las veces de escritorio, y camina hasta tomar asiento en la cama de Ginny, quedando frente a Hermione. El silencio entre ambas habría sido incómodo en cualquier otra ocasión, con cualquier otra persona, pero no con Luna.

"Y entonces...", Hermione muerde su labio antes de seguir, insegura de lo que quiere preguntar., "¿Cómo haces para saber si te quiere?"

"Confío en que es así...", sonríe Luna, encogiéndose de hombros. La ingenua actitud de la joven le habría molestado en otro momento, pero no ahora. "Nunca puedes estar segura de los sentimientos del otro, Hermione, pero sí de los tuyos, y esos son los que importan. Si amamos a alguien intensamente, ¿es correcto negarnos el placer de su compañía solo por miedo a que nos haga daño? Sufrir viene aparejado al concepto de amar, y eso es algo que debes aceptar en el instante que decides dar tu corazón a alguien, porque el amor te hace vulnerable en muchos aspectos, pero también te hace fuerte en otros."

"Hablas como mi madre", Hermione siente las lágrimas agolparse en sus ojos. Su reacción es siempre igual cuando piensa en sus padres, aquellos seres para los que ella no existe y cuyos abrazos y mimos ella no puede dejar de anhelar, "ella siempre dice cosas así".

"La extrañas, ¿verdad?" Hermione asiente, y en la triste expresión de Luna, advierte que la joven piensa en su propia madre. "Lo bueno es que cuando todo esto acabe, podrás volver a verla. ¿Crees que le gustará Malfoy como yerno?", y ella ríe ante el atrevimiento de Luna. ¿Yerno? El solo imaginar el rostro de Malfoy al oír plantear algo tan absurdo, es gracioso.

"Te aseguro, Luna, que no existen posibilidades de tal cosa."

"He visto como te mira, ¿sabes?"

"Si... me mira como se mira a una posible encamada, Luna. No hay modo de que mire a una sangresucia como algo más que eso. ¡Créeme! Me lo ha dejado claro". Piensa que los ojos de Luna se abrirán como plato ante esa confesión y entenderá lo que ha ocurrido, y se recrimina mentalmente el haber dicho tanto; pero los ojos de Luna no parecen sorprendidos.

"El que quiera... "eso"", sus mejillas se sonrojan al aludir al sexo y sonríe presa de un fugaz recuerdo que deja a Hermione preguntándose si "eso" no habrá ocurrido ya entre Luna y Nott, "no significa que no pueda quererte de otro modo, Hermione".

"Luna... ¡Él no me quiere!... ¡Nunca va a quererme!", su voz tiembla al decirlo, con una histeria que no creía existiera en ella, como si no solo quisiera convencer a Luna, sino a ella misma, pero la joven sigue como si no la hubiera escuchado.

"¿Cómo puedes estar segura?" De no ser por la pasividad de los ojos de Luna, Hermione habría sentido una infinita rabia nacer en ella ante aquella pregunta. "Quizás él solo tenga miedo de admitir que siente algo por ti, porque piensa que el aceptarlo lo hará vulnerable. Ya no podrá mantenerse al margen de todo como ha venido haciendo hasta ahora, porque si tú tienes ese poder sobre él lo harás tomar parte de esto. Así eres tú, y él lo sabe".

"¿Así soy yo?", sonríe Hermione irritada. La lógica de Luna la molesta. "A decir verdad, Luna, no creo que Malfoy hiciera un análisis tan profundo respecto a las consecuencias de confesar sus afectos."

"Puede que no lo hiciera conscientemente, Hermione, pero estoy segura de que eso explica muchas cosas...". Dice la joven con expresión soñadora mirando hacia un punto indeterminado del techo. Y entonces una malsana ira inunda el corazón de Hermione.

Aborrece la ingenua insistencia de Luna por ver amor donde no lo hay. Se despide de ella todo lo cortés que puede en ese instante, y sale del cuarto aunque solo sea para no oírla... y es que nada hay peor en el mundo que hablar con alguien que es feliz cuando nos sentimos miserables.

Sin embargo, lo que Luna dijo hace eco en su cabeza una y otra vez mientras desciende las escaleras. ¿Y si la joven tiene razón? ¿Y si en verdad Malfoy tiene miedo de amarla por lo que implicaría ese tipo de relación? Razones no le faltan, considerando que habían usado el amor por su padre para obligarlo a tomar la marca, y el amor por su madre para forzarlo a buscar la muerte de Dumbledore.

¿No había sido el miedo a ver morir a sus seres queridos lo que lo había llevado por ese camino? ¿Quién podía culparlo entonces, por no querer volver a amar a nadie? ¿Por temer amarla a ella? Y entonces el rostro desencajado de Malfoy antes de salir del cuarto regresa a su mente, y las últimas palabras pronunciadas le recuerdan su miedo: "¡No puedo hacerte daño!", ha dicho él, como si se tratara de una maldición... Como si en verdad la idea de amarla lo aterrara.

Tan abstraída va en sus pensamientos que no ve a Molly hasta que la tiene enfrente, y en su angustiada expresión advierte que algo no anda bien. Y la mujer le explica que Ron y Daphne llevan más de dos horas lejos.

Cuando, minutos más tarde, Bill insiste en que no es seguro para ella acompañarlos en busca de su hermano, la mirada de Hermione le hace ver que no habrá modo de detenerla, no cuando cree que Greengrass finalmente ha mostrado su lado oscuro y que es ella la causante de lo que sea que ha ocurrido a Ron. Porque es una slytherin, como Nott... como Malfoy... y de ellos no se puede esperar nada más.

-HP-

Fue la Marca Tenebrosa la que los llevó hasta la vieja botiquería. Ni un alma rondaba en ese instante el lugar desde donde la calavera se alzaba, como habría ocurrido antes de que todo comenzara y es que, en esos tiempos, la curiosidad podía ser mortal. Y todos lo sabían.

Bill fue el primero en echar a correr al advertirlo, tras apenas arribar a Diagon Alley. Tonks y Hermione, que se habían transformado en su única compañía, lo siguieron de cerca. ¿No se suponía que eran esas calles seguras? ¿No se suponía que sobrarían los aurores en torno a ellos?

Hermione fue la segunda en entrar, apuntando con su varita a lo que fuera que los esperara dentro, creyendo que el pánico de Bill ante la idea de encontrar a su hermano muerto, no lo dejaría prever una trampa. Pero no había un mortífago esperando.

Asomando en aquel lugar donde acababa el mostrador, con la mitad del rostro pegado al suelo y una expresión de asombro en sus ojos abiertos, estaba la mujer que Hermione conociera en cuarto año, la misma que le recomendara los ingredientes para la poción alisadora que usó la noche del baile. ¡Cuánto tiempo ya de ello!

Greengrass estaba en el otro extremo, con su espalda pegada a la pared y sus piernas flectadas. Entre sus manos sostenía su fragmentada varita en lo que parecía un vano intento por repararla. Hermione no se detuvo en ella demasiado, pues sus ojos buscaban a Ron, por lo que no entendió la expresión en el rostro de Bill ni el perplejo silencio de Tonks.

- Weasley está a salvo.- sonó la voz de Greengrass de pronto, algo amortiguada. Recién cuando Hermione volvió a mirarla, comprendió el por qué.- Pero deben ir por él antes que piense que lo mandé directo a una trampa. Los otros aparecieron tan rápido que no tuve tiempo de explicar nada.- Aunque alzaba una ceja y sonreía en aquel modo que solía hacerlo, la hinchazón de su nariz y las moraduras que comenzaban a formarse alrededor de sus ojos, daban a su expresión un aspecto que no tenía nada de la belleza que la caracterizaba. Su cabello, desordenado y en algunas partes mezclado con la sangre del corte que tenía en la frente, había sido cercenado a la altura del hombro en el lado derecho, haciendo que contrastara con el largo acostumbrado que conservaba el izquierdo.

Hermione sintió de pronto que su garganta se secaba y que decir cualquier palabra le era imposible. Aunque la capa de Greengrass impedía ver más nada, ella ya podía adivinar que el resto del cuerpo de la joven no debía lucir mejor.

- ¿Qué fue lo que...?- La voz de Bill sonó incómoda, contraída. Como si temiera hallar una respuesta, mientras se inclinaba junto a Daphne y le alzaba el mentón para contemplar mejor el efecto de lo que había ocurrido. Los vidrios de los cristales rotos crujían con cada paso que él daba.

Daphne parecía algo molesta de que se perdiera tiempo en interrogarla en lugar de ir por Ron, por lo que dio una breve descripción de los sucesos desde su llegada a Diagon Alley y hasta que había enviado al pelirrojo lejos de ahí.

- Luego, la estúpida que ven ahí abrió la boca más de la cuenta...- siguió la rubia, apuntando con el mentón a la mujer en el piso. Enumeraba todo como si explicara algo muy aburrido que nada tenía que ver con ella- por lo que terminó hecha cadáver.

- Pero a ti... ¿qué te hicieron a ti?- preguntó finalmente Bill, como si esa hubiese sido la pregunta desde el principio.

- ¡Ah! ¿Te refieres a mi cara? Se enfadaron porque negué que Weasley hubiese estado aquí, y cuando acabaron por convencerse de que decía la verdad, me creyeron medio muerta y simplemente se fueron... Lo cierto es que estoy pensando en tomar clases de actuación. ¡Hice la mejor interpretación de un moribundo que hayan visto jamás!- y rió, tan efusivamente que su rostro pareció doler por el esfuerzo. Hermione se preguntaba ¿cómo podía reír en una situación así?- Pero no hablemos de mí, sino de tu hermano... No sé cuánto ha pasado desde que lo mandé lejos, pero te aseguro que a estas alturas se debe estar asustando. ¡Hubieras visto su cara de horror cuando lo apunté con la varita!

- Y ¿dónde lo mandaste?

- A la casa de mis padres... No me miren así. ¡Fue el lugar más seguro que se me ocurrió! Quedó abandonada hace tiempo, pues se llevaron hasta los elfos domésticos. Está protegida con mil hechizos que impiden que nadie que no sea un Greengrass pueda entrar o salir, a menos, claro, que uno de nosotros lo haga llegar hasta ahí, así que estoy segura que está a salvo, aunque a estas altura debe estar algo asustado.

Mientras Bill le preguntaba cómo llegar y la rubia daba las indicaciones de dónde había escondido la llave y como debía usarla para anular el hechizo protector, Hermione advirtió que Bill confiaba en Greengrass. Confiaba incluso más de lo que ella creyó que debía hacerlo.

Tras indicar a Tonks que las llevara de regreso al cuartel y que Greengrass se negara a que nadie la trasladara a San Mungo, Bill se retiró en busca de su hermano, negándose a llevar a Hermione con él.

- ¡Vamos! Te ayudaré a ponerte de pie...- se ofreció Tonks tendiendo su mano a la rubia, pero está se negó.

- La verdad es que... hay algo que debo discutir antes con Granger...- Hermione sintió los ojos de la rubia posarse en ella, imponentes.- A solas...

- Creo que lo pueden discutir cuando estemos...

- Prefiero hacerlo ahora.- la interrumpió Greengrass y volvió a mirar a la joven frente a ella, esta vez con una expresión que Hermione no le había visto nunca. Era lo más parecido a una súplica que podían permitir esos ojos.

- No creo que...

- Está bien Tonks... - La bruja metamórfica pareció dudar aún unos segundos antes de consentir. Aprovecharía, según dijo, de avisar a los aurores.

No bien Tonks hubo salido, Greengrass sorprendió a Hermione con la más inesperada de las solicitudes, mientras tendía hacia ella su mano con aprensión.

- Necesito que me prestes tu varita.

- ¿Qué?

- ¡Oh, vamos, Granger!- bufó la rubia con molestia.- No intentaré matarte si a eso temes, pero me queda poco tiempo para hacer el hechizo y mi varita, partida como está, no es capaz de conjurar nada.

- Puede que Bill confíe en ti, Greengrass, pero hasta que no traigan a Ron sano y salvo yo no...

- Después discutimos lo de la confianza y de nuestra mutua antipatía, pero ahora en verdad que el tiempo apremia, pues el hechizo solo es cien por ciento efectivo en las primeras horas... No puedo arriesgarme a que llegando a la Mansión me hagan preguntas incómodas antes de que logre conseguir una varita, ¿entiendes?

- No, Greengrass... Si quieres un hechizo para el dolor, yo puedo perfectamente hacerlo por ti, sin necesidad de que...

- ¿Has hecho alguna vez un hechizo contraceptivo?- en ese punto su voz se había hecho más seria de lo que había sido nunca y su mirada era de hielo. Hermione enmudeció al comprender la implicancia de aquella pregunta.- Eso supuse.- y volvió a sonreír.- Ahora dame la jodida varita.

Durante los segundos que pasaron entre que Hermione cediera y Greengrass abriera finalmente su capa para conjurar el hechizo presionando la punta de la varita en su vientre, no hubo en el lugar más que un silencio absoluto. Antes de regresar esta, la rubia usó un segundo hechizo para reparar su ropa, una mezcla de tela hecha jirones, sangre y algo más, que hizo a Hermione querer vomitar.

- ¡Bien! Creo que estábamos a tiempo. Ahora, si fueras tan dulce y me ayudaras a ponerme de pie, Granger, consideraré la idea de decirle a Draco que te compre algo lindo para navidad.- y mordió sus labios, mirando a Hermione con una expresión malévola que ella no lograba comprender. ¿Cómo podía Greengrass hacer bromas en una situación así?

- ¿No crees que es mejor si te llevamos a San Mungo?- preguntó, mientras servía de apoyo a la joven que apretaba los labios conteniendo el dolor, mientras se ponía de pie.

- Si voy a San Mungo sabrán lo que ocurrió, y si he hecho salir a la idiota de pelo rosa es precisamente para que nadie se entere.

- Pero tú...

- Pero nada, Granger... Por extraño que parezca, confío en que te llevarás este secreto a la tumba, y ¿sabes por qué? Porque si se lo dices a alguien, o llego alguna vez a creer que lo dejaste escapar, te arrancaré la lengua y se la daré de comer a ese feo gato que tienes...- pese a tener dos ojos morados, la frente sangrando, el labio hinchado y la nariz probablemente rota, la expresión de Greengrass era de temer. Pero Hermione comprendía el dolor que había detrás de esa mirada, por mucho que la rubia se empeñara en ocultarlo.-¿Está claro?

- No es necesaria la amenaza. No se lo diré a nadie.

- Bien. Y ahora deja de poner esa cara de lástima. No me tendrías lástima si supieras las ganas que tengo de desmemoriarte a riesgo de dejarte descerebrada. Pero sin varita es un tanto complicado. ¿Qué pasa ahora? ¿Por qué me miras así?

- Sólo quiero que sepas que si en algún momento quieres hablar de lo que pasó, yo...

- ¡Por un demonio! ¿Es que no entiendes?- su voz sonaba colérica- No necesito tu lástima ni la de nadie. Además... ¿No era yo quien hace solo unos días se quejaba de no haber tenido un buen polvo?- volvió a reír, para contrariedad de Hermione, quien no lograba entender esa risa- Acabo de tener mi dosis para un buen rato. Y en todo caso el imbécil ese no estaba tan mal, ¿sabes? Tenía una nariz y unos ojos que a ti te encantarían, ya que tienes debilidad por los rostros bellos.- sonreía pícara, en una clara alusión a Malfoy.- Lo memoricé rasgo por rasgo, y cuando lo vuelva a ver...- en este punto sus ojos tomaron un negro que Hermione nunca había visto en ellos, pero que le recordaron a Theodore Nott en sus momentos más terroríficos.- le arrancaré la piel de su bello rostro a jirones.

La ira que denotaban aquellos ojos era algo que parecía imposible, y, sin embargo, cuando segundos después, Tonks reingresó al lugar, la rubia había demudado su expresión por completo. Hermione se preguntó cuántas otras cosas guardaría Greengrass detrás de su sonrisa.

-HP-

Quebrar cosas tenía un misterioso poder relajante. A esa conclusión había llegado Draco Malfoy luego de golpear contra el piso del sótano cuanto frasco, alambique o caldero se puso en su camino, sembrando el lugar de líquidos multicolores y vidrios rotos.

Respirando agitado contemplaba su obra con cierto placer macabro, esperando, rogando más bien, que el efecto durara lo suficiente para hacerlo olvidar. Y es que tenía que olvidar... ¡Maldita Sangresucia!

De las personas que Draco había odiado en su vida- una lista que era muy extensa- Granger comenzaba a ocupar un lugar muy cercano a Bellatrix Lestrange. ¡OH, si! Y es que contrario a la creencia popular, Draco Malfoy aborrecía a la hermana de su madre más de lo que odiaba a Weasley, más que a Potter, más incluso que al mismo Lord Voldemort.

Si bien Voldemort había dado muerte a sus padres, Bella lo había destruido a él mismo, poco a poco. Primero con sus palabras hirientes, cuando, a su regreso de Azkaban, lo atormentó a diario criticando la mano blanda de Lucius y los constantes mimos de Narcissa, que, en su desquiciada opinión, habían hecho de él un bebé sin agallas. Y tras la caída en desgracia de su padre, la tortura por parte de ella se hizo insoportable.

No solo se burló de él y lo humilló de todos los modos posibles, sino que fue ella quien, por primera vez en su mimada vida, le hizo conocer el dolor. El CRUCIATUS no era nada comparado con los hechizos que esa bruja conocía. Se los enseñó todos y cada uno. A veces lo obligaba a usar a los elfos para practicar. Otras veces, el hechizo era ejemplificado en él mismo.

"Conocer los efectos de la maldición le ayudará a dar intensidad a sus emociones cuando lo use en alguien."- había dicho la desquiciada ante un reclamo de su madre- "Tú sabes Cissa, que yo misma he experimentado todos los hechizos antes de usarlos, y eso me ha hecho una mejor hechicera".

"¡Eso te ha hecho una desquiciada, Bella!", había gritado su madre mientras lo ayudaba a él a ponerse de pie desde el frío suelo, donde la sádica de su tía lo había dejado medio muerto.

Pero esa fue la única vez que su madre intervino, y es que Bellatrix se encargó de hacerle ver las consecuencias de intentar pedir ayuda, utilizando el IMPERIUS en él por primera vez para obligarlo a matar a su propia lechuza.

Una vez que el animal estuvo muerto y Draco se debatiera entre el horror y el espanto de haber usado por primera vez la más terrible de las maldiciones imperdonables, Bellatrix se acercó a su oído: "Vuelve a poner a mi hermana en mi contra y me encargaré de que no sea una sucia lechuza lo próximo que mates."

Draco podía recordar sus ojos sádicos puestos sobre él mientras le acariciaba el rostro, aprovechando que el IMPERIO le impedía a él hacer nada más. "Haré de ti un mortífago digno... No como el idiota de tu padre, no... Tú llevas mi sangre... La sangre de los Black, y eso te hace más poderoso de lo que Lucius pudo ser nunca. El Señor Tenebroso lo sabe... lo ha visto en ti, y yo me encargaré personalmente de que te conviertas en lo que él espera..."

Después de esa noche no hubo tregua en lo que Bellatrix consideraba era un entrenamiento adecuado; ni hubieron más reproches de su parte tampoco. Los hechizos con que Theo atormentaba a los Gryffindor no eran nada comparados con los que él conocía.

Ni el mismo Snape podría desafiarlo en las útiles artes de leer la mente, y eran pocos los que lograban resistirse a su IMPERIO. Lo cierto era que aprendía rápido, y una malsana felicidad se apoderó de él al pensar en cómo lo temerían a su regreso a Hogwarts. Infantilmente, imaginaba el rostro espantado de Potter y compañía cuando comprendieran de lo que él era capaz.

Pero no hubo tiempo de fastidiar a Potter, pues vino lo impensable, lo que haría que dejara de ser un niño para siempre y se convirtiera en lo que sea que se había convertido. "Mortífago", era el título oficial, pero ¿Qué significaba ser mortífago realmente? La transformación había comenzado con dolor, al recibir el horrendo tatuaje en su blanco brazo; a esto solo siguió el espanto al comprender en qué consistía su primera misión; y conforme el tiempo pasaba, Draco se sentía caer por un precipicio que no acababa jamás y del que no había escapatoria posible.

Ni siquiera intentó negarse. Conocía bien el castigo, podía leerlo en los ojos del Señor Tenebroso. "Nunca exijo a nadie más de lo que le creo capaz de hacer..."- había dicho el maldito- "Hay un gran poder en ti, Draco Malfoy... Sé que no me decepcionarás."

Y entonces vino la catástrofe: el temor constante a ser descubierto, el miedo a su propio poder, y a la vez el deseo de que alguien pusiera fin a todo. Partió intentando representar el papel que se le exigía, pero terminó convertido en algo que ni él mismo reconocía, en algo que odiaba. En un ente que deambulaba por los pasillos del castillo con un único propósito, aunque dentro de él gritaba constantemente por ayuda. Pero nadie escuchaba... Nadie entendía su súplica silente.

El día llegó, y Snape debió terminar lo que él no pudo. El desprecio se pintó en el rostro de los otros ante su debilidad. El desprecio y la burla. Y aún así, algo de alivio había en él por no haber hecho lo que él sabía habría marcado su vida para siempre.

Las pocas veces que Lord Voldemort volvió a dirigirle la mirada después de eso, había en su serpentino rostro una sonrisa que él no lograba entender. "Escrúpulos", le oyó murmurar durante una de las reuniones en que se había quedado mirándolo por más tiempo del habitual. "¡Un Malfoy con escrúpulos!", y su sonrisa se curvó en aquel modo despreciable en que deformaba su rostro a veces.

La mano de su madre buscó la suya por debajo de la mesa y la apretó ligeramente en lo que él había aprendido a interpretar como un "¡Resiste!". Del otro lado de la mesa, los ojos de Bella brillaban de un modo peligroso.

Y de pronto, Voldemort era el dueño del mundo, y su adorable tía se dejó llevar por sus sádicos deseos de dolor y muerte, pero no sin arrastrarlo a él con ella. "Limítate a mirar si quieres...", dijo la bruja mientras un desgraciado sangresucia se desangraba en el piso, ante los asqueados ojos de Draco. "Tarde o temprano te unirás a nosotros, sobrinito... Tarde o temprano dejarás de colocar trabas a tu propio poder..." Luego vino un torbellino de sangre y destrucción. Vio a una maestra de Hogwarts morir en el comedor de su hogar. Vio a Rodolphus torturar a cuanto mago se ponía en su camino y a otros tantos matar sin juicio previo a quienes consideraban desleales con su Señor.

Vio como mataban a los padres de las gemelas Patil, como se sorteaban a las jóvenes entre sí, y el modo en que la Ravenclaw se desangró hasta morir cuando la castigaron por intentar escapar. Él se negó a participar, es cierto, pero tampoco hizo nada por evitarlo, limitándose a cerrar los ojos por detrás de su plateada máscara y esperar a que todo acabara. Aunque ¿qué podría haber hecho?

Resultaba irónico que, meses después de eso, tuvo ni más ni menos que a Parvati Patil en la puerta de su cuarto ofreciéndose a él. Los ojos negros de la joven reflejaron abiertamente el desconcierto ante su negativa pero, ¿cómo podía él estar con ella sin recordar aquel momento? ¿Sin asquearse de lo que vio hacer a otros y más aún por lo que él no hizo? El solo pensar en ello le revolvía el estómago...

¡Cuántas otras cosas había presenciado y cuántas otras había hecho! Pero cada vez que intentaba enumerarlas, cada vez que buscaba los detalles de las más terribles, un horrendo dolor de cabeza le impedía recordar nada más y él dejaba de insistir. ¿Para qué atormentarse con lo que no podía ser deshecho? Él estaba jodido hasta la médula, lo presentía. No, más bien lo sabía. Y el no poder recordar quizás fuera precisamente un mecanismo de defensa de su mente, para evitarle tomar conciencia de ello, para evitar que se atormentara constantemente. ¡Cuánto daño había hecho! Y, sin embargo, a Granger no podía hacerle daño. ¿Por qué?

Si bien era cierto nunca había sido su intención forzarla, la idea de darle una lección y humillarla en venganza por ser la causante de su frustración, estaba viva en él. Habría querido torturarla con sus palabras hasta que el llanto le impidiera respirar. Preguntarle ¿qué pensarían Potter y Weasley si la vieran ahí, desnuda y con las piernas abiertas, siendo jodida por un mortífago?

Hablarle al oído de todas las posiciones en que se imaginaba haciéndola suya, hasta que su rostro ardiera de vergüenza; decirle que en sus sueños se hundía en ella una y otra vez y que estaba seguro que ella también soñaba con él. Preguntarle qué hacía él en sus sueños, ¿cómo la tocaba? ¿Qué sentía al tenerlo dentro de ella? ¿Se tocaba pensando en él?

¡Qué fácil habría sido lastimarla! Y es que en ese instante, con la indignación nublando cualquier otro pensamiento, lo único que quería era hacerla sufrir. Y, sin embargo, no había podido hacerlo.

Tan terrible era pensar en el significado de ello, que agradeció en cierto modo que la chica Weasley llegara a interrumpirlo. ¡Cualquier cosa con tal de dejar de pensar en Granger!

Los marrones ojos de la novia de Potter contemplaron el destrozo de los tiestos y frascos contra el suelo con una ceja alzada, pero no hubo comentario al respecto.

- Necesitamos que traigas pociones para el dolor y algo para reparar heridas también...- Esa era la pelirroja: mandona como ella sola.- Si es que dejaste algo sin destrozar, claro.

- Algo más, ¿su alteza?- preguntó irónico, con los brazos cruzados, en actitud desafiante.

- Sí... Daphne apreciaría que te apresures.- Draco alzó una ceja.- Es a ella a quien atacaron los mortífagos.

Algo más agregó Weasley respecto a que su hermano se había salvado de pura suerte y de cómo estaba segura que eso no le importaba a él en lo más mínimo, pero el rubio no se interesó demasiado en las explicaciones mientras agarraba las pociones necesarias en medio de los vidrios rotos, y se apresuraba escaleras arriba.

-HP-

Cuando Ron apareció en la oscura habitación abandonada, la primera conclusión que hizo fue que Daphne Greengrass los había engañado a todos. Pero el sentimiento que lo inundó entonces, contrario a lo que él esperaba, no fue el miedo por lo que pudiera ocurrirle ahora que había caído en su trampa, sino la decepción.

Él había creído en ella: en sus ojos azules, en su linda sonrisa y en la maravillosa forma en que contoneaba sus caderas al caminar... "¡Imbécil!", se regañó a sí mismo, pensando que había sido un verdadero idiota al esperar de una slytherin algo distinto al engaño y se maldijo mil veces por haber bajado la guardia mientras recorría la habitación iluminada apenas con el LUMUS de su varita, a la espera de que los mortífagos aparecieran de un momento a otro.

Pero lo que más le dolía era que fuese ella precisamente la traidora. Ella, a quién él había estado a punto de besar solo momentos antes. Ella, la mujer con quién él soñaba todas las noches hacía semanas. Ella, por quien él comenzaba a sentir algo mucho más intenso y profundo de lo que había sentido jamás por ninguna mujer. Era curioso que recién ahora se lo admitiera a sí mismo. Ahora, que la realidad había dado paso a la decepción.

Sin embargo, a medida que los minutos corrían y nadie venía por él, Ron se dio cuenta de que algo no encajaba: ¿No lo había ayudado ella misma a escapar de los mortífagos cuando estaban en San Mungo? ¿Por qué entonces entregarlo ahora?

Una hora después se decidió a recordar que era un Gryffindor, y que como tal, debía dejar la habitación y finalmente enfrentar lo que fuera que lo esperara del otro lado. Pronto comprendió que se hallaba en un lugar que llevaba mucho tiempo deshabitado. Aunque la luz era escasa, lo que alcanzaba a entrar por los amplios ventanales era suficiente para apreciar lo imponente de las escaleras y la amplitud del salón hacia el cual se abría. En las paredes, los retratos de lo que parecían ser antepasados habían sido puestos a dormir mágicamente, por lo que no despertaron ni aún cuando Ron dejó caer por accidente lo que debió ser un jarrón muy caro.

Recién mientras recorría el salón comprendió que era el hogar de Daphne, cuando, desde un marco cubierto de polvo colocado sobre el gran piano de cola, una rubia niña le saludaba pronta a tomar el tren que la llevaría a su primer año de Hogwarts. Ron la recordó entonces. Durante años habían compartido más de una clase, sin jamás intercambiar palabras. Ninguna que él pudiera memorizar al menos. Todas las demás fotos del lugar, como comprobó luego, eran de otra niña muy parecida a ella, seguramente su hermana. La que él tenía en su mano era la única de Greengrass.

Fue entonces que la puerta principal se abrió, y tan rápido giró Ron a enfrentar a quien fuera que apareciera del otro lado, pues aún no sabía bien qué esperar de toda aquella situación, que el retrato resbaló de entre sus manos yendo a caer al suelo.

- ¿Bill?- había más asombro que alegría en su voz.

- Te dije que estaría bien.- dijo su hermano a Percy, que apareció tras él, con un rostro exageradamente angustiado en opinión de Ron, y tan efusivamente se acercó a abrazarlo al saberlo con vida, que Bill y Ron intercambiaron una mirada extrañada. ¿Desde cuándo Percy era tan expresivo?

- ¿Por qué diablos tenías que ir tú a Diagon Alley?- fue lo próximo que dijo Percy con una expresión de reproche.

- ¿Por qué? ¿Qué pasó en Diagon Alley?- de pronto el terror lo inundó. ¿Qué había hecho Daphne?- ¿Fue Greengrass?

- ¿Greengrass?- preguntó Percy.

- Es la chica rubia de Slytherin...- aclaró Bill.- Llegó con nosotros hace unos meses.

- ¿Qué fue lo que hizo?- volvió a preguntar Ron, cada vez más alarmado. ¿Sería posible que ella...?

- ¿Crees que ella es la causante de esto?- Bill sonaba molesto.

- No lo sé... es que ella...

- Ella te salvó la vida, Ron.- y en sus palabras había ese tonito de reproche que su hermano usaba cuando los reprendía por algo.- Te mandó hasta acá para que los mortífagos no te encontraran.

- ¿Mortífagos?- recién entonces Ron comprendió todo, y en su rostro se dibujó la desesperación.- ¿Qué fue lo que...? ¿Ella está...?-Ni una sola pregunta lograba formular para exponer lo que quería.

- La golpearon... Pero estará bien.- algo en los ojos de su hermano, y en el modo en que había tardado más de lo necesario en responder, sembraron la duda en el corazón de Ron. Greengrass lo había salvado. Otra vez. Pero, ¿a qué costo? Ron no estaba seguro de querer una respuesta.

Bill los apuró a regresar, pero antes de dejar el lugar, Ron se inclinó sobre el retrato que había dejado caer al piso y extrajo la foto de entre los vidrios rotos, aunque no sabía bien por qué lo hizo.

-HP-

Al ingresar al cuarto en que habían dejado a Daphne, Draco se percató inmediatamente de tres cosas: el rostro de Greengrass era todo menos atractivo; el hombre lobo parecía deseoso de hacer muchas preguntas; y Hermione Granger- el objeto de sus inquietudes- estaba ahí también.

Al instante en que sus miradas se encontraron, él se empeñó en trasmitirle la más absoluta indiferencia y notó como el rostro de ella se tornaba de un rojo granate, bajaba la vista, y al instante siguiente se excusaba para dejar el cuarto. Lupin la siguió al instante siguiente, dejando a los dos slytherin a solas.

- Está horrible, ¿verdad?- preguntó Daphne aludiendo a su rostro. Draco se sentó en el borde de la cama y la cogió por el mentón para examinarla.

- ¿No usaron magia?

- No... sólo el jodido puño.

- Creo que estará bien entonces.- dictaminó, inclinándose para buscar entre los frascos que había dejado en el velador una poción específica.- Te pondré esto encima para evitar cicatrices. Quítate la ropa...

- Mmm... Prefiero que no.

- ¡Vamos, Greengrass! No es como si no lo hubiera visto antes.- gruñó, frascos en mano. ¿Desde cuándo Daphne era tímida?

- ¡Pero no quiero que lo veas ahora!- alegó, y en el tono que se advertía en ella, Draco supo que algo no andaba bien y la observó por largos segundos en silencio.- No te atrevas a meterte en mi cabeza, Draco...- amenazó ella. Él no necesitaba hacer Legeremancia para adivinar lo que sabía ya por el solo hecho de conocerla.

- ¿Fue más que solo golpes, verdad?- preguntó ligeramente enrabiado.

- Eso no es de tu incumbencia.- y esa fue su confirmación. Conocía a Greengrass lo suficiente como para saber que cuando se empeñaba en ocultar algo, debía tratarse de algo grave. Y por lo mismo no insistió. Si algo molestaba a los hijos de Slytherin era que otros metieran sus narices donde nadie les llamaba, pero no por eso dejó de extender a ella un frasco que Daphne reconoció al instante como una poción contraceptiva.- Ya resolví ese problema...- sonrió triste, al comprender que él había llegado a la conclusión correcta.

- La poción siempre es más efectiva... no está de más la precaución.- insistió él y ella tomó el frasco que le ofrecía, llevándolo al instante siguiente a sus labios.- Dejaré la poción reparadora aquí, para que la coloques sobre las heridas cuando quieras usarla... pero no será tan agradable como sería si me dejaras a mí aplicarla...- sonrió seductor y ella agradeció esa sonrisa... Agradeció que no insistiera, que no dirigiera hacia ella esa lástima que Daphne tanto aborrecía.

Pero al instante siguiente, mientras Draco le indicaba que bebiera una pócima para el dolor, su rostro se hizo súbitamente serio.

- Draco... ¿Te suena el nombre de Zelmick?- el frasco con la poción tembló entre los dedos del rubio al oír ese nombre. ¡Claro que lo recordaba! Alto, pálido, ojos malignos... Sádico.

- Puede ser...

- Él parecía conocerte bien...- los ojos de Draco se fijaron en ella mientras la obligaba a beber del frasco como si quisiera silenciarla de algún modo.- Dijo que no logra entender que Potter te aceptara entre ellos después de lo que hiciste... ¿A qué se refiere, Draco?

- No lo sé...- se encogió de hombros.- Hice muchas cosas... ¿Ya duele menos?- preguntó, intentando evitar el interrogatorio, pero Daphne no parecía con intenciones de ceder.

- Hay algo más...- esperó hasta que Draco volviera a posar sus ojos en ella antes de hablar.- Dijo que es solo cuestión de tiempo para que el Señor Oscuro de con Theodore y contigo. Que no todos en la Orden están contentos con ustedes aquí. Dijo que con Theo van a sentar un ejemplo para quienes se atrevan a pensar en traicionarlos, pero que es a ti a quien Voldemort quiere tener en frente...

- ¿Sabía que Theodore estaba aquí?- se giró Draco extrañamente interesado. No era un secreto que él estaba junto a Harry Potter, pero sólo los de la Orden sabían de la presencia de Nott en ese lugar. Lord Voldemort lo había enviado como espía, pero con Theodore cortando el contacto al instante siguiente de recibir la instrucción, no tenían cómo saber que había logrado llegar ahí.

- Eso es lo otro...- bufó ella molesta.- No solo sabían que Theo está aquí, Draco. Sabían que esta noche Longbottom iría a Diagon Alley. ¡OH, es cierto, tú no estás al tanto de nada! A último minuto el bobo de Longbottom se estaba echando para atrás, por lo que Weasley y yo nos ofrecimos a ir por él. No alcanzó a pasar media hora desde que llegamos al lugar cuando los mortífagos aparecieron preguntando por Longbottom.- tomó un sorbo de la poción haciendo una mueca de asco, antes de seguir.- No llegaron ahí por casualidad, sino que alguien les dijo que el idiota amigo de Potter iría. ¡No te imaginas lo sorprendidos que estaban de encontrar a Weasley en su lugar!

- Sigue siendo un "idiota amigo de Potter", en mi opinión...

- No seas pesado, Draco... lo que intento decir es que...

- Hay un traidor en la Orden.

- ¡Exacto!- Draco entrecerró los ojos al comprender lo que eso implicaba.

- ¿Y de quién sospechas?

- De Weasley... ¡No Ronald, idiota! El otro... El que estaba en San Mungo.

- ¿Quién lo diría?- rió Draco- ¡Percy Weasley!...

- Piénsalo: ¿Por qué los mortífagos estaban sorprendidos de que fuera un Weasley al que mandaron a la trampa? Además fue él quien dijo que enviar a Longbottom solo a Diagon Alley era seguro... que habían aurores resguardando todo, pero cuando llegamos ahí no había nadie.

- Querrá morir cuando se entere de que envió a su propio hermano...

- Además, los mortífagos sabían de ti y de Theodore, pero no de mí... Percy es el único Weasley que jamás me ha visto aquí, y hasta donde yo sé no sabe de mi existencia, pues la única vez que yo estuve lo suficiente cerca fue en San Mungo, mientras él estaba catatónico y nadie nunca le refirió el episodio de los mortífagos que intentaron secuestrar a Ronald para no exacerbar su delicado estado...- Draco alzó una ceja risueña- ¡OH, está bien: quizás no soy tan importante como Theo y tú y por eso no hablan de mí, pero igualmente mi teoría se mantiene!- Draco meditó por un instante. Si Daphne tenía razón, ellos estaban jodidos. No habría modo de que nadie creyera que un Weasley era un traidor.

- ¿Se lo dijiste al hombre Lobo?

- ¿Estás loco? Si siquiera siembro la duda de que hay un espía, ¿a quién crees que culparán? ¡No a un Weasley, te lo aseguro! Tú al menos contarás con el voto de confianza de Potter, que fue quien te trajo hasta aquí después de todo, y de Granger, claro... Pero ¿Theo? ¿Quién lo defenderá? ¿Lunática Lovegood?

- ¿Por qué te excluyes de la lista? Eres una Slytherin también...

- ¿Has visto mi rostro, Draco?- señaló, apuntando a su cara. El rubio torció el labio, incómodo.- Creo que esto me ha ganado algo más que el beneficio de la duda... Pero Theo...

La brusca entrada de Ronald Weasley puso fin a la conversación, y pese a que la contrariedad y el disgusto que expresaban el rostro del pelirrojo eran para Draco una abierta invitación para hacer un sinfín de comentarios que lo pusieran más rojo que de costumbre, el estado actual de Greengrass lo hizo optar por salir, mordiéndose los labios, para no decir nada... por el momento.

No había alcanzado a caminar mucho cuando se encontró con que Potter y Granger conversaban al pie de la escalera.

-HP-

Mientras Hermione lo ponía al tanto de lo ocurrido, Harry sentía un vacío apoderarse de su estómago, lo que era un mal presagio. Nunca había sido bueno en las artes adivinatorias, pero llevaba días presintiendo que aquella aparente inactividad de los mortífagos, así como el hormigueo constante de su cicatriz, no anunciaban nada bueno. Y oír que habían estado más cerca que nunca de secuestrar a Ron, le hacía suponer que era el inicio de algo grande. El atentado en San Mungo había sido algo apresurado y torpe, sin planificación. Esto, en cambio, por lo que Hermione narraba, fue algo calculado.

Lo que le pareció curioso de toda la situación fue que apenas llegaron los Weasleys, Ron no se detuvo ni aún a corroborar lo ocurrido cuando preguntó por Greengrass y echó a correr escaleras arriba.

- ¿Crees que eso sea solo por agradecimiento?- preguntó Harry de pronto, apuntando hacia Ron. Hermione sonrió.

- Ya es la segunda vez que ella le salva la vida... A estas alturas, será mejor que lo que Ron sienta por ella sea más que eso.

- ¿No te molesta entonces?- la mirada de Harry estaba fija en ella al hacer esa pregunta, analizando su expresión. Hermione sabía que no era esa la pregunta que él quería hacer, sino otra.- Antes pensaba que tú y él terminarían juntos.

- Supongo que yo también lo pensaba.- Hermione bajó la mirada, no quería que Harry siguiera preguntando pues era obvio su objetivo.

- ¿Y qué pasó?- pero antes de que ella pudiera responder, la respuesta a la pregunta de Harry bajó por las escaleras. Su amigo contemplaba la escena expectante mientras Malfoy terminaba de descender los escalones que lo dejaron junto a ellos.

Hermione se armó de valor para obligarse a sostenerle la mirada, pero la expresión fría de sus ojos grises la hizo sentir súbitamente incómoda, y amedrentada, por lo que retrocedió sin querer. Una sonrisa extraña, mezcla de burla y de rabia, se dibujó en los labios de Draco al notarlo y siguió su camino como si nada, sin siquiera dignarse a mirar a Harry.

Recién cuando Malfoy hubo desaparecido, escalera abajo, Harry se atrevió a hacer su pregunta.

- ¿Ya no hay nada entre ustedes?- Hermione pestañeó un par de veces, comprendiendo que Harry siempre había estado al tanto de lo que sea que hubo entre ella y Malfoy. En sus labios se posó una sonrisa triste y negó con la cabeza.- Es lo mejor, Hermione.- dijo él, acariciando con su mano el hombro de su amiga. En su rostro, el alivio era evidente.

- ¿Por qué confiaste en él, Harry? ¿Por qué lo dejaste venir hasta aquí?

- Ya te lo he dicho antes, yo solo...

- Si... me has dicho muchas cosas, pero ninguna es la verdad. ¿Cuál es la verdad, Harry?

- ¿Por qué quieres saberlo?- Y leyó la respuesta en el desesperado rostro de la joven: Hermione amaba al idiota ese.- Quieres creer que hay algo bueno en él, ¿verdad? ¿Quieres que te diga que esa noche se negó a matarte porque de un momento a otro los más nobles valores se apoderaron de él? ¿Que por arte de magia se hizo una buena persona? Él no es una buena persona, Hermione.

- ¿Y entonces por qué tú...?

- Me pareció la mejor opción.- Y la frialdad de sus ojos anunciaban que la conversación debía llegar hasta ahí, pero Hermione no podía dejar de hacer la pregunta que le daba vueltas en la cabeza hacía semanas.

- ¿Por qué se negó a matarme, Harry?

- No lo sé... Pero algo te puedo asegurar y es que no tuvo nada que ver con amor.- Hermione abrió los ojos como plato ante aquellas palabras. ¿Era acaso tan evidente?- Así que si te imaginas que siempre ha guardado por ti un sentimiento oculto, es mejor que te vayas quitando esa idea de la cabeza... Si se porta bien contigo ahora es solo porque está obligado a hacerlo.

- ¿Obligado?- Harry apretó la mandíbula levemente en un gesto que ella no comprendió.

- Claro... Obligado... Si te hace algo lo mandamos a Azkaban... ¡Ya te lo dije, Hermione!- Si le confesaba del hechizo que había puesto sobre el rubio, tendría que explicar muchas otras cosas, y no podía hacerlo.

- Pero... Si Dumbledore quería darle una oportunidad...- siguió Hermione.- Algo bueno debió ver en él, ¿verdad?...- los ojos de Harry se ennegrecieron ante aquella pregunta y por primera vez en la vida, Hermione deseó poder dominar en algo la Legeremancia. ¿Qué era lo que ocultaba su amigo?

- El Malfoy que no fue capaz de matar a Dumbledore esa noche, no era el mismo que enfrentó a Voldemort seis meses después... Yo estuve ahí, Hermione. Si Voldemort logró vencer a Malfoy, fue solo porque los Horrocruxes lo hacen inmortal... Por eso Voldemort lo quiere muerto, y por eso nos conviene tenerlo de nuestro lado... Tom Riddle cometió un error al matar a sus padres, porque ese es el único motivo por el que Malfoy está con nosotros. No porque sea una buena persona, ni porque comparta nuestros principios, ¿entiendes? Lo más probable es que en el fondo, él siga pensando como ellos.

Y Hermione asintió, comprendiendo que con ese "como ellos", Harry se refería a los mortífagos. A que Draco nunca había dejado de considerarla una sangresucia y que nunca dejaría de hacerlo. Y, sin embargo- repetía la incesante vocecilla en su cabeza-, él ha dicho que no puede hacerte daño...

-HP-

- Ya no luzco tan bonita, ¿verdad?- sonrió Daphne torciendo el labio y alzando su ceja rota.

- Siempre serás hermosa, Greengrass.- dijo Ron y una sonrisa de verdad se dibujó en los labios de la joven mientras Ron caminaba hasta ella.- Gracias... En verdad, Gracias...

- Me gustan las flores...- Ron la miró sin comprender.- Si quieres agradecerme tráeme flores... Violetas... son mis favoritas.

- ¿Alguna otra cosa?- sonrió.

- Si...- y el rostro de ella se tornó súbitamente serio.- Quédate conmigo.- Más que una sugerencia, era una súplica.- No me gusta estar sola.- y sonrió, mientras movía su adolorido cuerpo con dificultad para hacerle a él espacio en la cama.

Ron se mantuvo dubitativo unos segundos, pensando en lo que era correcto y lo que no. En el qué diría su madre o cómo se burlarían sus hermanos, y de pronto, los azules ojos de Greengrass eran lo único que importaba. Le había salvado la vida otra vez. Podía confiar en ella. ¿Qué importaba lo que pensara el resto si compartían la misma cama? ¿No lo habían hecho ya antes? La única diferencia es que ahora todos lo sabrían.

Lentamente se fue acomodando junto a ella, evitando moverla más de lo necesario para evitar que otro gesto de dolor se posara en su rostro. Y de pronto estaban ambos tendidos sobre la cama, con los ojos fijos uno en el otro. Ron no podía evitar contemplar el golpeado rostro de ella y sentir que la rabia se apoderaba de él. Quería preguntar quién lo había hecho, saber qué más habían hecho, pero Bill había insistido en que la dejara descansar, y él también creía que quizás fuera lo mejor.

- ¿Te sientes comprometido, verdad?- preguntó ella, con un tono triste. Sus ojos azules, pese a la oscuridad del cuarto, ejercían sobre Ron un efecto embriagador- De lo contrario jamás aceptarías tan fácilmente quedarte aquí.

- No...- sonrió él, sosteniéndole la mirada.- Realmente quiero hacerlo.- y era cierto. Lo próximo que supo es que sus manos retiraban el cabello del rostro de ella, y luego acariciaban su mejilla. Su cabeza se inclinaba hacia Daphne en busca de sus labios, pero ella lo detuvo, poniendo su mano en el pecho de él.

- No... no así...- Y las mejillas de él se pintaron de rojo.- No pienso dejar que nuestro primer beso ocurra mientras mi rostro parece un camote...- sonrió, y Ron la secundó algo más aliviado, mientras ella tomaba una de las manos de él entre las suyas, y cerraba los ojos al parecer dispuesta a dormir.

- Creí que...- se interrumpió Ron. No estaba seguro de que debiera decirlo, pero creía que era lo justo para ella saber lo mal que él la había juzgado.- Creí que me habías traicionado.

- ¿Por qué?- ni siquiera abrió los ojos.

- Porque me enviaste lejos sin decir nada... yo en verdad creí que...

- Eres muy bobo a veces, Ronald Weasley...- dijo ella con voz somnolienta como si lo que él planteara fuese imposible. Ron apretó sus dedos con los de ella y llevó el dorso de su pequeña mano blanca hasta sus labios para besarla.- una sonrisa de lo más dulce se posó en los labios de Greengrass.- Buenas noches, Ron.

- Buenas noches, Daphne.

Cuando Molly Weasley ingresó al cuarto horas después para evaluar el estado de la joven, y se encontró con que ambos dormían juntos, sospechosamente cerca, no hubo un gran escándalo de por medio, ni consideró que aquello pudiera ser algo inmoral.

Tampoco puso en duda los valores de Greengrass o los principios inculcados a su propio hijo. De algún modo que no terminaba de entender, creyó que aquello era lo más correcto y cerró la puerta en silencio imaginando que, si las cosas salían bien, entre los hijos de Fleur y los de Daphne, tendría los nietos más lindos de todo Inglaterra.

-HP-

-¿Crees que a Malfoy le guste Hermione?- preguntó Luna, tomando asiento a los pies de la cama de Theodore, extendiendo a este una taza de té. El joven, que trabajaba en un bosquejo del rostro de la chica, le entregó el dibujo antes de incorporarse para recibir el líquido caliente.

Luna se detuvo a analizar el dibujo olvidando su pregunta, mientras Theodore la contemplaba con sus ojos profundos. Nadie que hubiese visto la escena podría haber adivinado lo que había entre ambos. ¡Tan fría era la mirada de él! Pero no para Luna, que podía ver más allá de las apariencias. Que sabía ver lo que esos ojos transmitían mientras bebía del tazón y la contemplaba en silencio.

- ¿La sangresucia te pidió que me preguntaras?- Luna se giró hacia él con aquella expresión dolida que él le conocía tan bien.- Lo siento... ¿Fue Granger quién te pidió que me lo preguntaras?- Luna sonrió frente a la corrección y él se mordió el labio con fruición. ¡Era tan fácil complacer a la joven! ¡Tan sencillo hacerla feliz!

- No. No fue ella. Pero creo que él si le gusta a Hermione.

- Pues si aprecias a Granger en algo, dile que lo olvide.

- ¿Por qué?- preguntó ella algo preocupada.- ¿No crees que él pueda quererla?

- Aunque lo haga, y espero que eso no ocurra, nunca resultaría.

- ¿Por qué?- Theodore bebió del té examinando la expresión de la joven. Sabía que Draco había partido aquello solo para molestar al pelirrojo, y sabía también que la situación se había extendido más de lo necesario, pero conocía a Malfoy lo suficiente para saber que una vez la llevara a la cama, cortaría todo tipo de relación con Granger. Porque había algo que le impedía sentir por ella cualquier otra cosa sin arriesgarse a sufrir luego. Draco no era un hombre estúpido; debía estar consciente de ello.- ¿Es por ser ella hija de muggles?

- No... dudo que eso importe mucho en la situación actual.

- ¿Y entonces?- Luna giró hacia él sus ojos celestes y lo miró en silencio, expectante. La respuesta tardó en llegar.

- Corría un rumor entre los más cercanos a Lord Voldemort... De algo que Draco había hecho...- se detuvo. No le gustaba recordar ese tipo de cosas. No con Luna. Sentía que asumir frente a ella que él también había sido un mortífago y que él también había hecho cosas despreciables, era obligarla a compartir un secreto que podría contaminar su inocencia. No. No podía decirlo todo.- Desde que estoy aquí él nunca ha hecho mención a eso, ni yo he considerado adecuado preguntarle. Solo me queda asumir que los de la Orden no lo saben.

- Y eso que hizo... ¿Es muy grave?

- Tratándose de Granger, sí. Por eso, dile que si quiere pasar un buen rato con Draco es cosa suya, pero que no sería inteligente sentir por él algo más.- ella sonrió triste.- ¿Qué ocurre?

- Es curioso: es lo que todos me dicen...- Theodore alzó una ceja confundido- Que no es inteligente sentir por ti algo más... - una sombra oscureció los ojos del joven. Él mismo le había repetido eso hasta el cansancio.- Pero ¿quién ha dicho que el amor sea algo inteligente?- y lo besó. Theodore se deshizo de la taza y del dibujo que ella aún sostenía con rapidez, para apoderarse del rostro de ella y besarla como era debido, atrayéndola hasta quedar recostada en la cama con él. Luna tenía la capacidad de transformar, con una sola palabra o una sonrisa, todo lo malo en algo bello.

Apartó los rubios mechones que le cubrían el rostro y la besó en la frente, luego la mejilla, y al final la boca. Sus manos descendían recorriendo el cuerpo por encima de la ropa, para llegar hasta el borde inferior de su chaleco e introducirse en él. Habría adorado hacerla suya otra vez, sobre la cama en que soñaba con ella por las noches, pero la brusca entrada de Malfoy acabó con cualquier posibilidad. Luna se incorporó tan rápido como pudo, con las mejillas rojas, mientras Draco los horadaba con su mirada molesta, alternándola entre él y la joven.

- ¡La próxima vez pongan un puto aviso!- exclamó, dejándose caer sobre su propia cama y acostándose con todo y ropa para terminar con lo que parecía haber sido un mal día. Se enredó entre las sábanas hasta que solo un par de mechones rubios asomaban por arriba.

Luna y Theodore se mantuvieron en silencio un largo instante, hasta que ella sonrió por lo bizarro de la situación y se puso de pie, al parecer dispuesta a irse.

- ¡Me encanta como está quedando mi retrato y solo espero que puedas terminarlo pronto para llevarlo conmigo!- dijo de pronto, cambiando el tema, tras lo cual se inclinó para depositar en los labios de él un beso de buenas noches.- ¿Terminaste el té?'- preguntó extendiendo los manos a la taza.

- ¿Quieres leer mi futuro?- bromeó él.

- En realidad pretendía llevarla de regreso a la cocina pero ya que insistes...- tomó asiento otra vez junto a él, quien le extendió el objeto no sin antes robarle un beso. Luna, con sus mejillas rojas, puso la taza entre sus manos, cerró los ojos e inhaló profundo, en una increíble imitación de Trelawney, antes de mirar en el fondo de esta. Y entonces la sonrisa se borró de su rostro.

- ¿Qué es lo que ves?- preguntó Theodore, quien por su naturaleza racional no daba a las artes adivinatorias más importancia de la que daba a los lazos familiares, que no era mucha; por lo que no vio nada terrible en la reacción de Luna.

- Nunca fui buena en estas cosas.- sonrió ella confundida, poniéndose de pie, aunque tan rápido, que al instante siguiente de hacerlo, todo a su alrededor dio vueltas y Theodore alcanzó apenas a evitar el golpe que habría sufrido contra el piso. Pero la tasa resbaló de entre sus manos generando un gran estrépito al quebrarse.

- ¡Por un demonio!- alegó Draco, incorporándose de entre las sábanas- ¿Es que no van a dejarme dormir?

- ¿Estás bien?- preguntó Theodore, ignorando a Malfoy, quien al advertir el rostro pálido de Luna, consideró prudente guardar silencio.

- Si... sólo... sólo ha sido un mareo...- dijo la joven, reincorporándose. Nott reparó la taza con un movimiento de su varita. Acto seguido insistió en acompañarla a su cuarto, para asegurarse de que descansara como era debido.

Al regresar, Draco lo esperaba con una ceja alzada y los brazos cruzados, encima de las sábanas. Parecía dispuesto a hablar.

- ¿No dijiste que querías dormir?- le preguntó Nott.

- Hay un espía en la Orden.- soltó de un momento a otro atrayendo su atención para luego explicarle lo ocurrido con Greengrass y cómo pensaban que él sería el principal sospechoso.- ¿Entiendes que debemos ir con más cuidado ahora, verdad?- Nott asintió en silencio, pero contrario a lo que Draco esperaba, cuando volvió a hablar no fue para referirse a ese tema, sino a otro muy distinto.

- ¿Sabes que Granger se está enamorando de ti?

- ¿Debería importarme?- bufó molesto, por lo que Nott dedujo era esa la causa del enojo.

- ¿No te parece perverso alentar algo así en ella?

- Creo que pasar tanto tiempo con Lovegood te está ablandando. ¡Yo sabía que no era solo una jodida coartada!- se incorporó sobre la cama mirando fijo a Nott- Lo próximo que te oiré decir es que la "amas'' .- dijo con sorna.

- No tengo mucha experiencia con eso...- respondió Theodore.- Pero sea lo que sea que siento por ella, es algo muy parecido a eso.- y sonrió. ¿Desde cuándo Theo Nott sonreía con cursilerías de ese tipo. Draco torció los ojos y comenzó a ponerse los zapatos.

- ¿A dónde vas?

- A buscar un lugar donde pueda dormir. Aquí apesta a Amortentia...- dijo caminando hacia la puerta, llevando una almohada y el cobertor consigo. Había pasado una de las peores tardes de su vida y lo último que necesitaba era un Slytherin enamorado a su lado.

-HP-

Parvati Patil no había despegado los ojos de Percy en toda la noche, lo que comenzaba a incomodarlo. Y cuando todos habían dejado ya la cocina en dirección a sus cuartos y él debió quedarse a esperar a Bill para regresar con este, la joven caminó hasta quedar sentada frente a él en la mesa. Sus negros ojos fijos en él, inquisidores.

- ¿Por qué lo haces?- preguntó de pronto, incomodándolo.

- ¿De qué hablas?

- ¡Olvídalo! Si no quieres decirme el por qué no insistiré. Tú tendrás tus motivos.

- ¿Se puede saber de qué...?

- Sé que eres un espía...- la palidez del rostro de Percy evidenció la respuesta que él se empeñaba en ocultar. No era necesario decir más nada. De algún modo podía ver en sus ojos negros que para ella era una certeza. Pero también vio algo más: el hecho de que no se lo diría a nadie.- Hanna ha llorado toda la tarde pensando en qué habría ocurrido a Neville de haber ido a Diagon Alley como tú propusiste...

- ¿Y eso demuestra que soy un espía?

- No... Pero el horror y la culpa con que has estado toda la noche pensando en que pudiste haber enviado a tu propio hermano a la muerte...- una sonrisa agria se dibujó en los labios de Parvati en este punto- eso si que no deja lugar a dudas. Los demás no han llegado a esa conclusión solo porque no te creen capaz de algo así...- Percy guardó silencio. Ni siquiera se molestó en ocultarlo. Algo había en los ojos de la joven... un indicio de complicidad. Pero, ¿por qué lo hacía Parvati?- El problema es que no todos son tan ciegos ¿sabes?

- ¿A qué te refieres?

- El profesor Lupin se ha quedado mirándote más de lo que acostumbra. Sólo es cuestión de tiempo para que haga sus cálculos.

- ¿Por qué me dices esto?

- Tengo mis motivos...

Percy habría querido preguntar cuáles eran esos motivos, pero los pasos de Bill acercándose lo obligaron a guardar silencio.

- Vendrás a verme pronto ¿Verdad?- preguntó Parvati a Percy cuando el otro pelirrojo apareció en la puerta.- ganándose una mirada confusa por parte del aludido.- ¿Y me traerás esas grajeas con sabor a limón que me prometiste?- La sorprendida expresión de Bill lo obligó a responder.

- ¡Claro! De limón... tus favoritas.- sonrió fingido, siguiéndole el juego. ¿Desde cuándo la chica Patil era una manipuladora?

- ¡Bien! Así podré enseñarte esas jugadas de ajedrez de las que te hablaba... Para que nunca más tengas que arriesgar una pieza importante.- Y Percy comprendió el mensaje.

Sea cual fuera el motivo, Parvati Patil lo ayudaría, y aunque él tenía un mal presentimiento respecto a toda la situación, decidió aceptar el inesperado apoyo. Después de todo, estaba contra el tiempo, y si no encontraba pronto el modo de entregar a Voldemort una carnada para Harry, Penélope pagaría las consecuencias. ¿No habían sido claros en su amenaza cuando lo dejaron ir? Retuvieron a Penélope, a quien todos creían muerta, para tener con qué amenazarlo. Recuperar a la joven con vida, dependía de qué tan rápido cumpliera el cometido.

- Estaré aquí mañana mismo.- sus ojos nunca dejaron los de ella.

Cuando la joven dejó la cocina al fin y ambos caminaron lejos de Grimmaud Place, el abismal silencio de su hermano menor fue mal interpretado por Bill.

- ¿Ajedrez?- lo miró sugestivo.- ¿Sabes? Fue precisamente jugando ajedrez que conquisté a Fleur.- sonrió.- Me alegra saber que es un método recurrente entre los Weasleys.

Percy lo contempló un largo instante en silencio. ¡Qué estúpidos le parecían sus hermanos a veces!

-Fin del Capítulo 9-

Este capítulo va enteramente dedicado a mi Daphne Greengrass de la vida real, a quien jamás dejaré de admirar. Te quiero, G.

Alex.

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