CAPÍTULO 7: THEODORE NOTT

"¿Era realmente cierto que no se cambia?... Sabía que estaba manchado, que había llenado su espíritu de corrupción y alimentado de horrores su imaginación; que había ejercido una influencia nefasta sobre otros, y que había experimentado, al hacerlo, un júbilo incalificable; y que, de todas las vidas que se habían cruzado con la suya, había hundido en el deshonor precisamente las más bellas, las más prometedoras. Pero, ¿era todo ello irremediable? ¿No le quedaba ninguna esperanza?"

- EL RETRATO DE DORIAN GRAY, Oscar Wilde.

La primera vez que Harry se dio cuenta, fue en el cumpleaños de Hermione. Ginny se lo había mencionado desde que los entrenamientos comenzaran dos semanas atrás, desde que Malfoy y Nott se pararon por primera vez frente a ellos para mencionar hechizos y pociones, y maldiciones e invocaciones, y un sinfín de cosas cuya existencia Harry ni aún imaginaba.

¿Creyó que el Sectumsempra era un hechizo horrible? Nott había hecho que la piel de una rata se separara a jirones de su pobre dueña, con un solo movimiento de su varita, mientras explicaba, con aquel rostro plano que siempre llevaba, que el mismo hechizo podía ser usado en humanos. Los presentes habían enmudecido ante tal demostración, preguntándose si Nott ya lo habría usado en algo distinto a una rata.

Sólo Hermione tuvo el valor de acercarse para poner fin a la vida del pobre animal en un acto de clemencia. No había contrahechizo, por lo que Harry creyó que la única razón por la cual Nott había enseñado aquel conjuro maldito, era para ganar el miedo de todos los presentes. Y lo había conseguido.

Miedo. Eso era lo que sentían por Theodore Nott, algo que se había intensificado desde la mañana en que Luna dejara la casa de un día para otro, bajo el pretexto de acudir junto a su padre enfermo. ¿No escaparía también del slytherin?

Pero ¿no debió haber llamado su atención el que Malfoy se quedara atrás en aquella exhibición de poder, cuando debía conocer, bien sabía Harry, tantos o más hechizos macabros que Nott? Sin embargo, se había limitado a enseñar aquellos ante los cuales podían hacer algo. Para el resto, para las maldiciones en que nada podían hacer, su consejo fue no ser tan imbéciles como para recibirlas.

Explicó como el perseguir a un enmascarado que corre era de tontos, pues suponía el método favorito de los mortífagos para llevar al perseguidor a una trampa. Mostró cómo se organizaban los seguidores de Voldemort para un ataque, como no hacían las embestidas de golpe, sino en oleadas; el modo en que seleccionaban a sus rehenes y mataban al resto, y la pavorosa facilidad que tenía el Señor Oscuro para controlar sus mentes, introducirse en sus pensamientos y torturarlos de ese modo hasta que no desearan más que su propia muerte.

Incluso las peleas con Ron habían dejado de ser frecuentes, y en una ocasión, quién sabía por qué, se había mostrado especialmente paciente con Neville, quien era ahora el mayor defensor del rubio.

Pero Harry había seguido inmune a lo evidente. Había estado demasiado ciego para ver ese cambio y buscar una explicación. Se mantuvo sordo a las dudas de Ginny cuando le decía que entre Malfoy y Hermione algo había cambiado. Que era obvio. Que todos lo notaban. Que incluso Tonks lo había notado. Pero no él. Él se negó a la posibilidad porque aquello era impensable.

Y luego, de golpe, la verdad se descubrió ante sus ojos. De golpe, quedó claro para él que aquella lástima que había temido que Hermione sintiera por el rubio, se había transformado en algo más... En algo que no debió ser nunca: era evidente el anhelo en los ojos de Malfoy al contemplarla apagar las velas de la sencilla torta que había preparado Molly para celebrar los diecinueve años de la joven.

Malfoy no solía estar ahí a esas horas, pero ese día hizo acto de presencia, aunque fuera desde las sombras, sin compartir con nadie. Eso ya era llamativo, pero lo terrible, lo que sembró la duda en Harry fue el modo intenso en que ella se sonrojó ante una mirada de él y la sonrisa cómplice que compartieron luego. El cómo no perdían ocasión para acercarse uno al otro, cuando creían que nadie más lo notaba. Y luego la facilidad con que se escabulleron ambos: salió él primero del comedor, ella lo alcanzó al instante siguiente. Solo Harry los siguió. Sólo Harry reparó en ellos y en el beso que intercambiaron al creerse ocultos.

Y entonces Harry huyó en silencio del espectáculo, como un cobarde. Porque era su culpa, y lo sabía. Era el único culpable. Él, que había jugado a Dios sin medir consecuencias.

- ¿Qué es lo que ocurre, Harry?- preguntó Ginny, tomando asiento junto a él sobre la cama de la oscura habitación. El joven sostenía la cabeza entre sus manos, dejándose devorar por la culpa de algo que no pudo prever.

De pronto giró su rostro hacia ella generando que un frío estremecimiento recorriera el cuerpo de la joven. ¡Tan terrible era la angustia en su rostro! Pero no era la primera vez que ella lo consolaba. No era la primera vez que lo veía cargar con fantasmas ajenos, por lo que sabía cómo reconfortarlo.

Entrelazó una de las manos de Harry con la suya y llevó la otra hasta el rostro del joven para acariciarlo. Harry inhaló hondo con aquel contacto y abrió los ojos, sintiendo que el peso de su conciencia se aliviaba un poco. Ginny tenía ese efecto en él.

- ¿Puedes contármelo?- preguntó ella. Había aprendido hacía mucho que el elegido se guardaba muchas cosas. Harry dudó por un instante y luego negó con la cabeza. La respuesta no sorprendió a la joven- ¿Crees que él le haga daño?- preguntó de pronto, haciendo que la mirada de Harry se posara en ella con miedo. Se refería a Malfoy, sin duda. A Malfoy y Hermione. ¿Sería posible que Ginny lo supiera? ¿Qué comprendiera la razón de su pesar? No. Era imposible- Sé que tu preocupación tiene que ver con Hermione. Vi el modo en que la mirabas, a ella y a Malfoy. Finalmente te has dado cuenta de lo que era evidente, ¿verdad?- él asintió en silencio- ¿Temes que él le haga daño?

- No podía dejarlo a manos de Voldemort...- susurró Harry, a modo de disculpa.- Aunque sé que Malfoy hubiera preferido eso, yo no... no podía, Ginny.

- Harry- le llamó ella, alzando su rostro para encontrar sus ojos.- No todo está escrito, ¿sabes? El hecho de que Malfoy sea un patán, no necesariamente significa que termine haciéndole daño. Hermione es demasiado inteligente para que deje que él le haga algo realmente, y además...

- No es algo que hará, Ginny... No temo por algo que hará...- clarificó, sin que Ginny comprendiera.- Antes de traerlo a Grimmauld Place me aseguré de eso.

- ¿Lo hechizaste?- Los verdes ojos de él asintieron.

- Creí que haciéndolo eliminaba la posibilidad de insultos innecesarios hacia ella, o una traición, porque eso la habría herido, y él no puede hacer nada que la dañe directamente. Nunca imaginé que ocurriría esto.

- Pero... Si no puede hacer algo que la hiera directamente, entonces ¿cuál es tu temor?

- No es por lo que pueda hacer, Ginny... es por lo que ya ocurrió.-en su confesión había un dolor intenso que la pelirroja no lograba descifrar.

- ¿Qué es lo que hizo?- Harry se mordió los labios en el gesto inconfundible de quien no quiere compartir un secreto.

- No puedes saberlo... Ni siquiera él lo recuerda...- un largo instante de silencio siguió a ello.

- ¿Y Hermione?

- No puede enterarse jamás... menos ahora.- Ginny solo asintió, sin saber qué más hacer.- Si yo... si te ocultara algo que podría destruirte... ¿ me perdonarías?

- ¿El conocer la verdad me ayudaría a evitar que me destruya?- Harry negó con la cabeza.- Entonces preferiría no enterarme jamás...

Harry se quedó detenido en la contemplación de sus ojos marrones por un largo instante y luego besó las manos de la joven en agradecimiento. Si algo amaba de Ginny era la capacidad que tenía de tranquilizar su afligido corazón.

-HP-

Ella permite que él la bese, que él la toque en todos esos puntos que nada tienen de terribles, que no son más que su rodilla, o su hombro, o la parte más baja de su espalda, pero que, cuando él los toca, le resultan a ella algo que va más allá de este mundo, y las palabras pecado y placer toman significado y sus mejillas se tornan rojas y él sonríe, y la besa, una y otra vez, hasta que ella vuelve a perder la conciencia. Pero solo hasta un punto... ella nunca le permite traspasar ese punto.

A veces, sin que ella sepa cómo, los labios de él se hacen camino hasta algún área peligrosa. A veces no es más que su ombligo, otras veces, alguno de sus senos; y una vez, solo una vez, llevó sus labios más abajo de su vientre. El contacto la quema y la alarma y ella debe alejarlo de sí. Él acepta, aunque el deseo en su rostro es evidente... Pero el episodio se repite, una y otra vez, siempre. Y ella lo detiene, y él se detiene, algo que Hermione no entiende.

No es que lo imaginara alguna vez capaz de obligarla, no... Pero sabe, y está segura que él también lo sabe, que muchas veces bastaría con insistir un poco, solo un poco, para que ella cediera.

Pero él no insiste. Se limita a girarse sobre su espalda o a alejarse de ella una distancia prudente y cerrar los ojos hasta que los latidos de su corazón, su respiración, y algunos otros cambios, de los que ella finge no estar consciente, vuelven a la normalidad.

Y ella lo observa entonces mantener los ojos cerrados en actitud pensativa, y cree que es el hombre más bello del mundo. Como una estatua, como un ángel dormido, como un sueño. ¿En qué momento, el rubio petulante que la atormentara en su infancia se ha convertido en un sueño? Hermione no puede dejar de preguntarse.

Y en algún punto de aquellos instantes robados al tiempo, comenzaron a hablar... Ella fue la primera, aún lo recuerda, solo para hacer menos tormentoso el silencio; primero con timidez, luego con decisión, hasta que él respondió. Fue una respuesta escueta al principio, pero era algo, y las conversaciones siguieron desde entonces, siempre tocando temas inocentes, recuerdos de Hogwarts la mayoría, aunque nada que implicara enfrentamientos de ellos, ni nada referente al sexto año, ni a los mortífagos, ni a Dumbledore. Una tarde, él le confesó que en el baile de cuarto año le había parecido hermosa.

Pero esas confesiones no son frecuentes, pues generalmente responde con sarcasmos a los que ella ha comenzado a acostumbrarse y que ya hasta le parecen divertidos. Es lo que ella considera un sarcasmo "sano", aunque no está segura de si tal cosa existe. Y ahora lo tiene frente a ella, otra vez, como a cada instante en que se saben a solas, y lo besa para aprovechar el tiempo en que no pueden hacerlo, y lo mira para guardar imágenes que recordará luego.

"¿Qué fue lo que te obsequió la comadreja?", pregunta él de pronto, con su frente contactando la de ella, mientras su nariz juguetea con la suya. El cuerpo de él, cálido y posesivo, la aprieta contra los polvorientos libros dispuestos en la repisa de la oscura biblioteca. En momentos como ese, Hermione agradece mentalmente que a tan poca gente le gusten los libros, " Por el esmero que puso en el envoltorio, cualquiera diría que es algo de valor..." y ella se pregunta si no estará celoso, "Pero tratándose de un Weasley de seguro es algo hecho a mano..." y la besa, para evitar que ella diga nada...es un beso tibio y delicado, que la hace a desistir de defender a nadie, pero no de establecer su reclamo.

"Al menos él me ha regalado algo...", y al instante mismo en que las palabras dejan sus labios se arrepiente de haberlas dicho. ¿Suena como un reproche? Está segura que él lo pensará así, y se siente torpe, porque sabe que nada tiene que reclamar, pues no hay nada entre ellos que le permita hacer ese reclamo, ¿o si?

"¿Y quién dijo que no tengo un regalo?", y Hermione piensa que de no ser por la actitud mordaz de su rostro, esa pregunta podría haber resultado verdaderamente esperanzadora. ¿En verdad se había molestado en buscar un regalo para ella?, "Estoy seguro que sería el mejor obsequio que recibieras en tu vida, si tan solo te dignaras a aceptarlo", dicho esto, su pálido dedo se desliza desde el mentón de ella hasta el comienzo de su escote en un modo endiabladamente sugestivo y su mirada se torna de una intensidad sin igual. Y ella comprende en qué consiste el supuesto "obsequio" y la sangre se agolpa furiosamente en sus mejillas.

"¿Sabes, Malfoy?", alega, intentando ocultar su afectación, "Se supone que un obsequio es algo que debe gustar a aquel a quien se lo obsequiamos, y no a nosotros mismos al hacerlo", él se limita a besar el ángulo de su mandíbula y luego ascender hasta su oído.

"Te aseguro, Granger, que tú lo disfrutarías más que yo", lo dice con ese tonito medio en serio medio en broma que en ocasiones como esta resulta irritante y que, aún así, a ella no puede dejar de gustarle. Y ella se pregunta si no será masoquismo.

"Pues gracias por el ofrecimiento, pero no", intenta responder con firmeza, con los labios apretados, con falsa molestia.

"¿Por qué no?", su mano acaricia la cara de ella, mientras sus ojos analizan su mirada. Un rubio mechón le cubre parcialmente el ojo izquierdo y la expresión de su rostro refleja su inquietud. "Dime, Granger... ¿Por qué no quieres que te toque en el modo que quiero tocarte?", y ella tiembla. El aliento de él tan cerca de su oído, el calor de su cuerpo, la rapidez de su respiración y los latidos de su propio corazón golpeando fuerte contra su pecho. La sensación vertiginosa de la caída inminente y en su cabeza insustanciales objeciones que se niegan a participar de su alegato. Los labios de él acercándose otra vez a su boca... pero el beso no llega.

"Hermione...", es la voz de Harry a sus espaldas.

Todo sucede demasiado deprisa para que ella comprenda cómo ha ocurrido. En un momento Malfoy estaba a punto de besarla, y al instante siguiente, Harry la mira con expresión severa, desde la puerta de la biblioteca. Ella siente el estómago revolverse al pensar en que su amigo pueda adivinar lo que ocurre pero antes de encontrar alguna excusa, el muchacho vuelve a hablar para decirle que Tonks la busca hace un rato. Sus verdes ojos están fijos en los de Malfoy, pero no hay rabia en ellos. ¿No lo habrá notado?

Y Hermione asiente sin decir nada, porque no sabe qué decir, y sus ojos se giran al rubio que tiene la expresión más ilegible del mundo. ¿Cómo podía cambiar su expresión así?, se pregunta ella. ¿No había estado solo segundos antes susurrando indecentes propuestas en su oído? Y se escabulle entre ambos para no quedarse a explicar algo que ni ella misma entiende. Algo que no puede ser explicado.

-HP-

Draco intentaba descifrar los pensamientos de aquellos ojos verdes que parecían querer decirle algo, pero no lograba comprender. Si el "elegido" le hubiera dirigido alguna palabra de advertencia al menos, algo así como "Mantente alejado de ella, Hurón", o lo que fuera, podría comprenderlo, pero no era eso. Aquella mirada ni siquiera iba dirigida a él, como Draco entendió de pronto. Era la mirada de alguien que presiente un desastre del que se siente culpable. Pero ¿por qué podía San Potter sentirse culpable?

- Sé que soy increíblemente apuesto, Potter, pero la insistencia de tu mirada comienza a preocuparme.

Harry Potter no reaccionó como Draco esperaba. Tras abrir los labios, volvió a cerrarlos, como si quisiera decir algo, haciendo que Draco se tentara a entrar en sus pensamientos y sacara la respuesta de ahí él mismo. Un único hechizo contra el vulnerable intento de Oclumancia de Potter. Pero se había comprometido con los de la Orden a no utilizar Legeremancia con ninguno de ellos.

Tras un incómodo silencio que el rubio no comprendía, Potter se acercó a él. Era una cabeza más baja y casi dos meses más joven que Draco, pero su expresión cansada le hacía parecer más viejo.

- Nunca nos hemos agradado mutuamente, Malfoy...- comenzó Harry de pronto.-, y siempre he buscado los términos más desagradables para referirme a ti. Sin embargo, debo admitir que desde hace algún tiempo me he percatado de que los atributos de tu casa destacan en ti más que en ningún otro Slytherin... Eres astuto e inteligente...

- Gracias por recalcar lo evidente Potter, pero no te servirá de nada. Por atractivo que sea ser el objeto de tus pasiones, a mí me siguen gustando las mujeres.- torció sus labios con sarcasmo, pero Harry se limitó a ignorarlo.

- Y ya que la inteligencia de Hermione parece momentáneamente bloqueada,- siguió el joven- no me queda más que pedirte a ti que uses la tuya y la hagas comprender que lo que sea que está sintiendo por ti en este momento no puede ir más lejos.

- ¿De modo que Granger siente cosas por mí? ¿Te lo confesó ella misma?

- ¡No debe sentir nada por ti, Malfoy!- el rostro de Harry se tornó repentinamente amenazador- Sé que para ti esto no es más que una aventura para levantar tu ego, o molestar a Ron, pero déjame decirte que si algo llega a pasar entre ustedes, lo que sea, tú terminarás tan jodido como ella.

Ambos guardaron silencio un largo instante, con Draco pensando que Potter era muy malo haciendo amenazas, y Harry más preocupado que al principio pues la sardónica mueca con que Malfoy dejó la biblioteca al pasar por su lado, dejaron en claro al "elegido" que Draco Malfoy no tenía intención alguna de tomar en cuenta su consejo.

-HP-

El nuevo ataque de los Mortífagos tomó a los Weasley por sorpresa. No fueron más que diez encapuchados. Llegaron por la noche, tornaron la madriguera en llamas y desaparecieron antes que ningún auror pudiera llegar al lugar, antes que los mismos pelirrojos pudieran reaccionar a lo que estaba ocurriendo. Nadie fue herido pues no hubo siquiera tiempo para enfrentamientos sino sólo para huir.

No era el primer ataque que sufría el lugar, pero la rapidez con que tornaron la casa en cenizas, la poca voluntad de herir a los residentes, y la aparente inutilidad del asalto, todo, generaba entre los de la Orden más miedo y expectación de lo que lo hubiese logrado la muerte o el rapto de alguien. Sin duda era una advertencia, pero ¿de qué y para quién?

En ausencia de un hogar, Molly se trasladó definitivamente al cuartel, junto a su marido, los gemelos se alojarían con Bill y Fleur, y, Percy, para sorpresa de todos, pareció salir del estado casi catatónico en que se había dejado estar todo ese tiempo, y solicitó incorporarse a la Orden. Nadie se opuso.

¿No era obvio el motivo de Percy? A tanto llegaba su decisión, que había solicitado incluso trasladarse definitivamente a Grimmauld Place, pero Lupin consideró que sería más útil estando cerca del Ministerio, lo que el joven aceptó un tanto a regañadientes.

¡Cómo habría querido Lupin someterlo al Veritaserum! Pero la idea de mostrar abiertamente su desconfianza habría generado resquemores en su relación con los demás Weasleys. Además, ¿no había sufrido el pelirrojo demasiado ya a manos de los mortífagos, para que se recelara de él? Lupin no tenía más objeciones contra él, que su miedo a dejar entrar un espía, que podía venir de cualquier lugar.

En esos pensamientos estaba Lupin, cuando Severus Snape emergió de la oscuridad de la amplia chimenea que alguna vez perteneciera a Albus Dumbledore. La oficina del viejo director en Hogwarts seguía siendo uno de los lugares más seguros para reunirse, siempre y cuando lograran evitar la presencia de ojos curiosos, y tratándose del antiguo profesor de pociones, cualquiera que no fuera Remus Lupin entraba en esa categoría.

- Severus.- inclinó su cabeza el hombre lobo a modo de bienvenida. El mortífago alzó una ceja. Aunque podía interpretarse como una mueca de desprecio, Lupin había llegado a considerar aquello un lacónico saludo.- ¿Lo traes contigo?- preguntó mientras el hombre recorría la habitación con su mirada, en busca de algún espía oculto, como siempre lo hacía.

La guerra, en opinión de Lupin, había vuelto al hombre mucho más desconfiado de lo normal. Cuando finalmente pareció convencerse de que estaba seguro, se quitó la capucha y giró sus ojos a Remus.

- ¿En verdad crees que me atrevería a andar frente a sus narices llevando un Horrocrux conmigo?

- Pero dijiste que lo tenías.

- No físicamente. Pero ahora tú lo tendrás...- Remus lo miró con expectación. ¿Sería una trampa? Por muchas pruebas de fidelidad que Snape había dado hasta entonces, la animadversión que existió en sus años de infancia jamás les permitiría confiar el uno en el otro.- Es la Diadema de Helena Ravenclaw.- sus ojos negros se clavaron en los de Lupin, mientras su boca comenzaba a torcerse en algo similar a una sonrisa, una mueca que en su huraño rostro causaba espanto.- siempre estuvo bajo nuestras narices...

-HP-

La risa de Daphne debía traspasar los muros de todo el lugar; de eso Ron estaba seguro. Ni aún recordaba por qué la joven, sentada junto a él en el gran sofá de la habitación, había comenzado a reír, pero el motivo había perdido importancia. ¡Tan bella lucía incluso riendo así!

Algo había de demencial en esa risa, de eso Ron estaba seguro, y probablemente semanas antes lo habría espantado cualquier persona que riera de ese modo; ahora en cambio, no podía dejar de mirarla. Ahora, creía que Daphne Greengrass era la mujer más hermosa que había conocido jamás... ¡Si tan solo pudiera confiar en ella lo suficiente como para dejárselo saber!

El signo de Salazar Slytherin no dejaba de titilar en algún lugar cuando la veía. No importaba que ella pareciera distinta a los otros. No importaba que pareciera tener un verdadero interés en él. No importaba ni aún cuánto se había empeñado él en dejar de lado sus prejuicios. La desconfianza seguía ahí, como un latente veneno que le impedía admitir cualquier sentimiento que hubiese comenzado a sentir por la joven.

Y aunque a veces no le quedaba más que admitírselos a sí mismo, no podía dejar que ella lo supiera. Debía mantenerlos ocultos, muy ocultos... hasta que pudiera confiar. Hasta saber si realmente podía confiar. En cierto modo, admiraba su belleza, pero temía sus motivos.

- ¡Eres tan gracioso, Ronald Weasley!- dijo ella, y lo golpeó suavemente en el hombro otra vez. Solía tocarlo así, con suaves golpecitos de los que no siempre había necesidad. Otras veces se apoyaba en su hombro para ponerse de pie, o se acercaba a su oído lo suficiente como para que él pudiera sentir su perfume, haciendo algún comentario que no requería tal cercanía.

Un día Ron soñó con ella, con su cuerpo casi desnudo muy cerca de él, y sintió que caía en esa trampa que era ella. Pero, ¿era en verdad una trampa?

- ¿Qué ocurre?- preguntó Greengrass, mientras él la observaba. Sus ojos azules y brillantes parecían traspasarlo, leer dentro de él, comprender su turbación y... regocijarse. Como si lo supiera; como si fuese consciente del efecto que comenzaba a generar en él. ¡Y él no podía hacer más que mirarla con cara de bobo! Se sentía tan estúpido a veces, abriendo y cerrando los labios, intentando elaborar una pregunta que no se atrevía a formular.

En su rostro, en su bello rostro, podía leer una invitación. Siempre había una invitación, pero él no estaba seguro de si eso era o no algo bueno. Tragó saliva nervioso al tiempo que una fuerza invisible lo inclinaba hacia ella. Su rostro, a solo unos centímetros del suyo, le parecía cada vez más cerca, pero porque él se acercaba a ella, lo sabía bien, pues Daphne no se había movido. La calidez del aliento de ella le rozó los labios y Ron cerró los ojos...

- ¡Ron, rápido!- gritó Ginny llamándolo desde la puerta del salón. La excitación en el rostro de la pelirroja no dejaba traslucir si había notado o no lo que él y Greengrass habían estado a punto de hacer.- ¡Harry te necesita ahora!- terminó de decir Ginny antes de volver a desaparecer del lugar.

Ron se puso de pie al instante, movido por aquel resorte que solía activarse en él ante el llamado en nombre de su amigo, cuando se percató del rostro de Greengrass. El anhelo reflejado en los ojos azules de la joven era evidente, pero Ron no se detuvo a explicar nada. No podía. No sabía cómo.

Salió del lugar con el rostro más rojo que nunca, sin dar la disculpa que se atragantaba en su garganta.

-HP-

Dean envolvió a Luna entre sus brazos intentando transmitir cuánto la había extrañado esas dos semanas de ausencia. El joven no había dejado pasar un solo día sin enviar una lechuza preguntando por la salud de Xenophilius Lovegood y la de ella misma, sin dejar de recibir por parte de la joven una nota donde agradecía la preocupación, aseguraba que regresaría pronto, y preguntaba por Theodore Nott.

Dean se había negado a gastar tinta en escribir nada respecto al joven, creyendo que Luna comprendería la indirecta de sus voluntarias omisiones, pero no... Siguió insistiendo. Siguió preguntando por él, y ahora, cuando al fin regresaba con ellos, tras aceptar su abrazo y agradecer su preocupación, sus ojos celestes no dejaban de buscarlo. ¡Maldito Nott!

- Pero toma asiento, cariño.- la instaba Molly acomodando un puesto para la recién llegada.- El viaje ha sido largo y seguro que estás cansada. ¿Tu padre se ha recuperado bien?

- Si... Los nargles invisibles parecen haberle tomado cariño, así que su ánimo ha mejorado...- respondió ella con su suave voz, ganándose una escéptica mirada de la mujer, mientras Dean caía en cuenta de cuánto había extrañado esa voz y sus locuras.

La muchacha siguió intercambiando palabras con Molly, lamentando lo ocurrido a la madriguera, y haciendo gala de su optimismo al sugerir que una vez terminada la guerra- y es que Luna tenía plena confianza en que aquello terminaría pronto- podrían reconstruirla y que seguro hasta los gnomos y espíritus volverían también a ella.

Molly le agradeció gentilmente la propuesta pero dejó claro que si gnomos y espíritus encontraban otro hogar hasta que volvieran a levantar su casa, ella estaba feliz de que no regresaran nunca más.

- Te ayudaré con eso.- sugirió Dean, cargando al modo muggle la maleta de la joven mientras la acompañaba hasta su cuarto. Habiendo pasado once años de su vida sin saber que era mago, aún no se acostumbraba a usar la varita cuando podía hacerlo sin ella.

- ¿Han avanzado mucho con los entrenamientos? Supongo que tras todo este tiempo fuera, seré la más atrasada en todo.

- No... No hemos hecho tanto. Yo mismo te mostraré los hechizos útiles pues la mayoría de las clases han sido más bien un perverso sistema de tortura.

- ¿Por qué?

- Porque Nott es...- Luna lo miraba con sus ojos más abiertos que de costumbre, expectante. Dean no se percató de lo que iba a decir hasta que había comenzado la frase. Se maldijo mentalmente por su estupidez.

- ¿Qué ibas a decir?

- Que Nott es un sádico...- Lo dijo y ya. Necesitaba decirlo. Y como si aquella afirmación destapara finalmente una declaración largamente contenida, las siguientes palabras salieron atropelladamente de sus labios, frente a los atónitos ojos de la joven- Ese maldito sólo nos ha hecho demostraciones de las cosas horribles que aprendió entre los mortífagos, que de seguro él mismo las usó también. Disfruta mostrándonos cosas espantosas, con el único propósito de asustarnos...- la joven lo observaba con su mirada tranquila, como si él le hablara del tiempo, y Dean sintió que la rabia se apoderaba de él.- En verdad Luna, no logro entender cómo es que puedes mostrar preocupación por alguien así.- le reclamó.- En todo este tiempo, él ni siquiera se ha dignado a preguntar por los motivos de tu ausencia y tú, sin embargo...

- Él no es una mala persona, Dean. Es solo que tú no lo conoces.

- ¿Y tú sí?- preguntó él. La rabia inundaba sus palabras y una triste expresión se posó en el rostro de Luna ante la agresividad de esa pregunta.

- Sé que no quiere hacer daño. Lo sé.

- Luna... -sus manos se pusieron en los hombros de la joven y su mirada se fijó en sus ojos celestes con cierta desesperación.- ¿Es que no te das cuenta? Él no es una buena persona. No te quiere. ¡Nunca va a quererte!

- Yo no...- las palabras se atragantaron en la garganta de ella y sus ojos se fijaron en un punto a las espaldas de Dean. Aún antes de girarse, por la sola expresión de añoranza en los ojos de Luna, el muchacho supo de quién se trataba.

- Thomas tiene razón.- dijo el slytherin, imprimiendo una peligrosa lentitud a sus palabras. Su rostro inexpresivo, como de costumbre, no transmitía nada. Dean pensó que era eso lo que más lo aterraba de Theodore Nott. Terminó de girar su cuerpo hacia él, quedando Luna a sus espaldas.- No soy una buena persona.- Nott caminó hacia ellos, con los ojos fijos en Dean, sin duda podía palpar su miedo.- Soy cruel, incapaz de amar...- se detuvo a solo un metro de él.- Y mi alma, si es que alguna vez tuve una, se pudrió hace mucho tiempo.- Dean intentaba controlar los latidos de su corazón, mientras su mano derecha apretaba su varita con fuerza, preparándose para un enfrentamiento que creía inevitable.- Pero él no te dice todas estas cosas tan desinteresadamente, ¿verdad Thomas?- y ahí estaba esa sonrisa que Dean odiaba.- ¿No crees que es tiempo de decírselo? ¿O quieres que yo lo haga? A veces me pregunto si en verdad eres un jodido Gryffindor, pues tu cobardía lo pone en duda.

Dean no pudo aguantar más. Sus músculos se contrajeron sin que él pudiera evitarlo, sin que pudiera pensarlo siquiera y enarboló la varita hacia Nott. Pero antes de que algún hechizo saliera de su boca, la fría mano del slytherin apretaba su garganta y su espalda había golpeado la pared.

- Theodore...- suplicó Luna a su lado.

- ¿Se lo digo entonces, Thomas?- seguía Nott, con su brazo rígido y sus manos apretando el cuello de Dean hasta hacer daño. La expresión de su rostro, más que de crueldad era de rabia, de una ira inimaginable.- ¿Le digo cuánto la amas?

- Theodore, por favor...- seguía Luna, con las lágrimas agolpándose en sus ojos.

- Él te ama, Luna. Aunque es demasiado cobarde para decírtelo.

- Suéltalo...- la blanca mano de Luna se había posado sobre el brazo de Theodore. Fue un toque, solo un débil toque, pero Nott reaccionó a ello como si de fuego se tratara y retiró el brazo soltando finalmente a Dean, que cayó sobre sus rodillas y comenzó a toser jadeante, mientras Luna se inclinaba junto a él.

Cuando Luna volvió a alzar sus ojos, la mirada de Theodore estaba fija en ella con una expresión que no le había visto nunca. Parecía pronto a decir algo, pero las palabras no dejaron sus labios y dando media vuelta se fue de ahí, apurando el paso.

- ¿Estás bien?- preguntó la joven a Dean, aún confundida frente a todo lo ocurrido. El muchacho había recuperado la respiración finalmente. Sus ojos estaban algo rojos aún, y la varita, que aún sostenía en sus manos como un objeto inútil, temblaba de pura indignación.

- ¡Lo odio!- fue lo primero que dijo.

- No, Dean... No lo odies.... Él es así porque sufre.

- ¿Cómo puedes decir eso?- la rabia crecía en la expresión del muchacho, por lo que Luna comprendió que era momento de guardar silencio.- ¿No ves lo que acaba de hacer? No te entiendo Luna. No puedo entender que lo defiendas.

- No lo defiendo Dean, es solo que...- pero él no la dejó terminar. Poniéndose de pie, tan rápidamente como pudo, comenzó a caminar lejos de ella, deteniéndose sólo cuando había alcanzado el pasillo para girarse hacia la joven otra vez.

- Pero Nott tiene razón... Yo sí te amo.- y siguió su camino sin esperar respuesta.

-HP-

- ¿Será este el último?- preguntó Ron. La diadema de Ravenclaw, destruida y sin poder alguno, estaba en la mesa en torno a la cual, parte de la Orden del Fénix formaba un círculo de asombrados rostros. Lupin había llegado con ella, refiriendo una historia no del todo creíble respecto a cómo había deducido que era el Horrocrux que buscaban y había dado con ella en la sala de los Menesteres.

No es que Harry dudara de Remus Lupin, pero la única parte que creía de toda la historia era la referente a cómo había utilizado el restante veneno de basilisco para destruirla. Aún así, no se atrevía a hacer preguntas.

- No... aún queda uno...- murmuró Harry, más para sí mismo que para los demás. Los ojos de los presentes se fijaron en él.

- Nagini- afirmó Hermione. Ya muchas veces lo habían hablado.

- Pero... ¿y si hay otros?- preguntó Ginny de pronto.- ¿Cómo podemos estar seguros de que solo queda la serpiente?

- Porque está furioso.- susurró Harry. Toda aquella tarde la cicatriz no había dejado de arder transmitiendo a él la ira de Lord Voldemort. El mago oscuro estaba furioso, pero algo más había en su enojo. Algo que no había estado presente antes: algo muy similar al miedo.- Puedo sentirlo como nunca lo había sentido antes, con ningún otro Horrocrux. Sabe que estamos cerca. Nunca creyó que llegaríamos a este.

- Entonces... Solo queda Nagini...- intentó sonreír Ginny, pero los demás no acompañaron su sonrisa. Para destruir a la serpiente, debían enfrentarse al mago oscuro en persona. Para llegar a Nagini, debían estar seguros de poder matar a Voldemort, algo que parecía casi imposible, porque ni aún sabían como llegar a él.

-HP-

Theodore Nott contemplaba su imagen reflejada en el espejo con detención. La inercia lo había llevado hasta aquel cuarto rodeado de artefactos arrumbados que Lovegood había descubierto tiempo atrás antes de irse. Desde aquella tarde en que la vio bailar, la tarde en que intentó besarla, siempre regresaba hasta esa habitación, sin saber por qué.

El sucio espejo le devolvía la oscuridad de sus ojos negros como dos pozos sin fondo destacando en su rostro pálido. Las armoniosas líneas de sus facciones eran algo que él siempre había aborrecido. ¿A quién se le ocurría revestir con un rostro hermoso a alguien como él? A veces, cuando más se odiaba a sí mismo, todo lo que quería era cercenar su propia cara hasta conseguir que su exterior luciera tan horrible como él se sentía. Como el ser despreciable que llevaba dentro.

No siempre fue así. Lo recuerda, o más bien quiere recordar. Antes sólo una naturaleza habitaba en él, y no era del todo mala. Pero entonces vino su infancia, y el tiempo, y su padre, y esa vieja loca que era madre de su padre; y las palabras hirientes, y los rencores, y los golpes, y los castigos, y las recriminaciones, y el miedo a sufrir, y el sufrir, y más miedo.

Y luego vino lo otro. El odio. El miedo transformado en odio. Transformado en una coraza para enfrentar al mundo. Y la coraza apoderándose de él y no dejando lugar para lo que era antes. Y su odio y él se hicieron uno...

"¿Me amas, Theodore?", había preguntado Daphne alguna vez y él aparentó dormir por única respuesta. A ella no la odiaba. No la amaba tampoco. Pero estar con ella era fácil porque no se sentía tan maldito. ¡Tan dañada estaba Greengrass desde antes que él no podía hacer gran mal!

"Si no cumples con tu parte... Tu padre muere."- había dicho la serpiente. Y él debió contener una sonrisa ante la imagen de tal promesa. Odio: eso era lo que sentía por su padre. Si Lord Voldemort no supo ver eso, no era su problema. Y no hizo nada de lo que se le pidió hiciera, aunque podría haberlo hecho. Y su padre murió, y también su abuela. Pero no hubo dicha entonces, sino sólo indiferencia. Odio e indiferencia. Era todo lo que gobernaba su mundo... Hasta que Luna Lovegood se negó a besarlo.

Al principio solo había sido una loca hablando chifladuras. Luego una compañera conveniente. Fue la negativa de Greengrass lo que transformó a Lovegood en una posible encamada, pero lo otro, aquel sentimiento nuevo que él creía imposible, había sido mérito de aquella negativa y su posterior ausencia.

O quizás estaba desde antes, sin que él lo notara. Se fue colando poco a poco en su interior, invadiendo un territorio imperceptible para expandirse luego como un virus al que no se puede expulsar.

Era su inocencia ciertamente el mayor encanto. Su sonrisa sincera, su mirada transparente y aquella capacidad única que tenía la joven de verlo a él como si realmente valiera algo. ¡Nunca nadie lo había mirado así, ahora lo sabía!

Daphne lo había querido, como un reflejo de su propio dolor; Blaise cuidaba de él como habría cuidado de un cachorro herido al que quería proteger, movido por esa lealtad idiota que lo caracterizaba desde niño; Draco lo quería por Blaise, y porque era un Slytherin no muy distinto de él mismo; Snape alguna vez se había visto reflejado en él, Nott lo sabía, y por eso le guardaba un tibio aprecio. Pero nunca nadie lo había querido por lo que era... Hasta que apareció Luna.

Y cuando Luna le transparentó su dolor, cuando le hizo ver que había escuchado su conversación con Draco, entonces vino la culpa, y el miedo otra vez. Miedo a herirla a ella, porque bien sabía que le haría daño. Miedo a ser atraído por ella, porque la inocencia atrae la maldad. Y miedo a lo que su nefasta influencia haría en la joven.

Y entonces la vio otra vez, cuando se había propuesto evitarla. Y la rabia contra Thomas se apoderó de él. Porque el maldito tenía razón: él le haría daño. ¡Y ahí estaba otra vez el deseo de hacer las cosas bien! Y se lo dijo. Le dijo que Dean la amaba, como si eso fuera a cambiar algo. Pero debía intentarlo. Quería intentarlo. Aunque Thomas fuera un cobarde y no la mereciera. Pero era mejor que él para ella. Cualquiera era mejor que él para ella.

Su puño colapsó de pronto contra el espejo, desintegrando el rostro reflejado ahí en muchas imágenes distorsionadas. ¡Cómo quería destruir aquella cara! Sus nudillos sangraron algo, pero no dolía. Los observó por un instante en silencio, y entonces sintió sus pasos.

Reconoció su aroma, el ruido característico que hacían sus pisadas, el aura que la acompañaba siempre y lo inundaba todo. Pero no se giró hacia ella ni se dignó a mirarla hasta que la tuvo enfrente, cogiendo su mano herida entre sus propios dedos blancos, examinando su piel en silencio, hasta apuntar a ésta con su varita.

El ACUAMENTI dejó los labios de ella sin que Theodore siquiera se percatara. Tan absorto estaba en la contemplación de aquel rostro que hasta hacía un tiempo no significaba nada. Ella terminó de secar su mano ya lavada, con la tela de su vestido y permanecieron un largo instante en silencio, antes que comenzara a hablar.

- Mi madre solía decir que los espejos no mienten...- Luna aún no lo miraba, pero mantenía un firme agarre sobre su mano herida.- Pero que es muy común que no sepamos interpretar lo que nos muestran.

- Tu madre debió ser una mujer muy sabia.

- Eso quiero creer. Pero es poco lo que recuerdo de ella.- tornó a mirarlo. Una débil sonrisa se dibujaba en su rostro.- Y tú, Theodore, ¿recuerdas algo de tu madre?

- Recuerdo que yo la maté.- las palabras dejaron sus labios como si fuera una cuestión sin importancia. Como si se lo dijera a todos. Como si no hubiese guardado aquel secreto celosamente durante todos esos años, y detestado a todo aquel que se lo preguntaba. Pero a ella no podía odiarla.

Los ojos de Luna guardaron su expresión tranquila como si nada terrible hubiese sido dicho, y su gesto era una invitación a hablar de aquellas cosas que él nunca había hablado. Todas aquellas cosas que había guardado con recelo de los oyentes curiosos y que ahora se agolpaban en su pecho pujando por salir.

- Descubrió que mi padre era un mortífago.- siguió Theodore con sus ojos fijos en ella.- Se enteró del tipo de cosas que había hecho y le reclamó por ello... Comenzaron a pelear y yo... yo solo quería que pararan.- hizo una pausa, tomando aire al evocar el doloroso recuerdo.- Solo quería que dejaran de gritarse y algo explotó dentro de mí, y la arrojó varios metros hasta impactar contra el muro... Cuando llegué junto a ella vi como la vida dejaba sus ojos. No sé cómo...Simplemente lo supe.

Algo había en el celeste de los ojos de Luna que lo incitaba a hablar. Algo había ahí que lo obligaba a decir lo que nunca había dicho a nadie.

- Fue una gran manifestación de magia sin varita, según dijeron... No hubo investigación porque tenía solo seis años y había sido un accidente. - Luna posaba su varita en los nudillos de Theodore, arrojando una extraña tibieza que reparaba su piel, alzando sus ojos a él de cuando en cuando, para mostrar que seguía atenta a su relato.- Mi padre se encargó de que la noticia no llegara a los periódicos, pero mi abuela me recordaba a diario que mi madre seguiría con vida de no ser por mí, y me maldecía e insultaba de las formas más horribles, reclamándome que mi padre era infeliz por mi culpa- bajó la vista para tomar aliento y siguió, porque tenía que decir lo que nunca había dicho a nadie.- Él nunca dijo nada, pero tenía otras formas de mostrar su odio...- los ojos de Luna eran dos pozos claros con la inmensidad del mar contenida en ellos, que lo impelían a seguir hablando.- Cuando mi padre llegaba a casa, yo me encerraba esperando que no recordara que tenía un hijo. Que no caminara hasta mi cuarto para hacerme pagar por lo que hice. Algunas noches tenía suerte, pues él solo se dormía y la puerta de mi cuarto se mantenía cerrada.- Sus dedos, ahora sin sangre gracias a la ayuda de ella, viajaron a su propio cuello, a correr el nudo de su corbata, y luego a quitar los botones que cubrían su pecho, para dejar al descubierto ante los ojos de Luna, su piel marcada.- Las noches en que bebía eran las peores...

Los ojos de Luna se detuvieron largos minutos en las cicatrices que se revelaban ante sus ojos. Estigmas circulares de color oscuro sobre su piel blanca, algunos más oscuros que otros, todos sobrepuestos, dando cuenta de una tortura prolongada por años.

- El cigarrillo era el castigo más habitual...- Los tibios dedos de Luna se extendieron hasta él, acariciando la piel quemada con una mirada que observaba sin juzgar- Pero no era el único.- Los ojos de ella viajaron desde su pecho hasta sus ojos.

- Debió ser doloroso...- fue todo lo que dijo, con su voz cadenciosa.

- Lo fue... pero no por el castigo, sino por lo que representaba. Por la culpa que sentía por haberla matado, por pensar que merecía el castigo, y por la rabia que provocaba en mí su odio... Solo cuando llegué a Hogwarts los castigos cesaron, aunque no porque ellos dejaran de odiarme, sino porque me las arreglaba para no volver a casa...

Theodore quería oír lo que Luna tuviera que decir de su confesión, pero la joven no decía nada, sino que sus dedos seguían dibujando patrones en su piel desnuda, y corriendo los botones de su camisa, para terminar de ver el resto de su cuerpo, igualmente marcado.

- Detener los castigos tampoco sirvió de mucho, porque para entonces, yo mismo me había convencido de merecer todo lo malo que me pasaba. Y el único modo que encontré de sobrevivir a ese odio que me comía por dentro, fue ocultando la rabia y la culpa al resto del mundo... Y nada resultaba mejor para ello que el miedo, porque nadie quiere conocer demasiado de aquellos que temen...- sonrió triste.- Solo unos pocos me aguantaban después de eso. Los pocos que estaban tanto o más heridos que yo mismo, y que habían aprendido a usar corazas propias. Pero nunca nadie... Nadie...- Ella no hacía más que mirarlo con una expresión tranquila, como si escuchase la más dulce historia de la infancia, y aunque Theodore no sabía bien cómo seguir, cerró los ojos y dejó que lo que sentía se transformara en palabras.- Nadie antes que tú pudo ver más allá de mi odio.

Y de pronto, Theodore notó cómo su propia respiración se había acelerado y un nudo contraía su garganta. Sus ojos le picaban y se sentían húmedos, demasiado húmedos. Y entonces supo que estaba a punto de llorar.

Hacía años que no lloraba, desde la vez en que se había embriagado suficiente con Blaise. El moreno lo había abrazado, sin saber qué más hacer, y él le agradeció que nunca hiciera mención al evento.

Y ahora estaba a punto de hacerlo frente a esa joven que lo miraba en un modo que nadie lo había mirado nunca; que lo observaba como si él no fuese realmente el monstruo que creía ser a veces; y de pronto, la idea de llorar no era del todo terrible, y la certeza de que ella sería su único testigo no lo incomodaba en lo absoluto.

- Alguna de las marcas las hice yo mismo,- siguió, con voz temblorosa,- sólo para recordarme que merecía el castigo - sendas lágrimas rodaron por su mejilla y el resto de aquel líquido formado en sus ojos fue a dar a sus narices, por un canal que alguna vez había leído que comunicaba ambos, y ahora la molesta sensación estaba también ahí.

Era casi embarazoso el modo que debió utilizar el dorso de su mano como pañuelo para retener lo que amenazaba con salir, mientras en su cabeza algo le hacía sentir más vulnerable de lo que se había sentido en años, necesitando como nunca, que ella dijera algo. "Que diga que te acepta", susurraba una voz en su cabeza, "que no le importa lo podrido que estás... Que ella puede aguantar toda tu mierda... que no se destruirá contigo".

Pero otra voz le recordaba que eso era imposible.

Theodore inspiró profundamente y pasó el dorso de su mano por las mejillas intentando borrar los rastros de su llanto. El silencio de Luna comenzó a molestarlo, pues hacía que su llanto le resultara vergonzoso.

Y entonces, sin que mediaran palabras entre ambos, sintió las tibias manos de Luna ubicarse a cada lado de su rostro. Era la sensación cálida que anhelaba en ese instante al parecer, pues un suspiro de alivio se escapó por su boca. Los ojos celestes de la joven estaban fijos en los suyos, transmitiendo algo que él no había visto nunca, pero que necesitaba como el aire.

Luna se había apoyado sobre la punta de sus pies para alcanzarlo pero aún así la diferencia de altura los separaba. Fue necesario que él se inclinara en busca de su boca y entonces el beso se produjo.

Nunca antes Theodore Nott había necesitado un beso tan desesperadamente como entonces, y nunca antes tampoco se había entregado tan completamente al besar. Quería fundirse en ese beso, transmitir todo cuanto había quedado por decir- si es que algo no se había dicho- y terminar de confesarle su agradecimiento. Su más absoluto agradecimiento ante aquella inesperada pero ansiada muestra de aceptación.

Porque Luna Lovegood, pese a estar hecha de luz, pese a su inocencia, y aún sabiendo lo que él era, igualmente lo quería.

Cuando se separaron, tiempo después, ambos faltos de aliento, Luna vio como una sonrisa se dibujaba en aquellos labios haciendo aún más bello su rostro. Una sonrisa sincera. Una sonrisa que no le había visto nunca. Y ella sonrió también.

-HP-

El llanto desconsolado de Ginny es algo con lo que Hermione no quiere lidiar, no sabe cómo. Entiende su miedo, su preocupación constante y la desesperación que la embarga, pero ella no quiere comprenderla, porque al hacerlo, haría más reales sus propios miedos. Y Ginny llora, ya no tan en silencio. Sus lágrimas mojan la almohada y han pegado el cabello a su rostro. Y Hermione ya no puede ignorarla, ni aparentar dormir. El llanto de Ginny no permite dormir a nadie y Luna aún no regresa al cuarto. ¿Dónde está Luna?, se pregunta. La ravenclaw siempre ha sido buena en estas cosas. Ella no.

Se levanta. El frío se cuela por el delgado pijama que usa mientras camina hasta la cama de la pelirroja y le dice cosas en las que ni ella misma cree, para que se tranquilice. Le dice que Harry estará bien, que es un gran mago, que podrá hacerlo. Que Nagini tarde o temprano tendrá que morir, aunque sea de vieja. Y Ginny sonríe ante la idea de que la serpiente muera de un infarto y se pregunta si para entonces, aún estará ella en edad de casarse. Ambas ríen ante la idea. Ambas ríen porque no saben qué más hacer. Ambas ríen porque saben que no habrá muchas oportunidades de hacerlo en el tiempo que viene. Y Ginny se tranquiliza al fin.

Cuando la puerta se ha abierto Hermione cree que es Luna, quiere que sea Luna quien se una a ellas para cambiar de tema, pero es Parvati, con una ira que exalta más su ya ofuscado carácter. Ha pedido dormir junto a ellas para evitar a Greengrass quien esa noche se muestra especialmente intolerable en el cuarto que comparten hace un tiempo.

"Algo ha debido ir mal con Ron", dice la gemela antes de tomar la cama de Luna, alegando que a la joven rubia no le importará, dado que seguro está con Nott. Y el tema gira ahora en torno a ellos... Al terrorífico slytherin y a la niña dulce por la que ellas temen. Y de pronto, ya no es de Nott de quien hablan, sino del otro slytherin.

"¿Qué hay entre Malfoy y tú?", pregunta Ginny de pronto, con una actitud que refleja cuánto tiempo ha querido cuestionar sobre aquello. Y Hermione enmudece sin poder decir nada.

"¿Qué tal es en la cama?", es Parvaty quien pregunta entonces. Y el calor sube al rostro de Hermione quien niega ser "ese tipo de mujeres", aunque no sabe bien de qué habla. Ginny dice algo que es gracioso y ambas intentan reír, pero algo hay en los ojos de Parvati que les impide mantener la risa y la contemplan en silencio. Parvati, la gemela Patil que perdió a su hermana, la valiente gryffindor que no ha vuelto a ser la misma desde entonces. ¿Qué secretos encierras en tus ojos negros, Parvati? Nadie pregunta. Nadie responde. Se impone el silencio y ni aún se dan un hasta mañana. Tal ha sido el dolor en los ojos de Parvati.

Los minutos pasan. Las horas pasan. Y Parvati llora sin que Hermione lo entienda y ni aún necesita acercarse a ella para oír sus palabras. "Si pudiera volver atrás no me importaría ser ese tipo de mujeres", y Hermione no sabe si responder o fingir que duerme. ¿Qué fue lo que ocurrió? Quiere preguntar, pero no sabe si quiere saber la respuesta. Ya la presiente. Lo ha oído antes entre murmullos, pero no ha querido escuchar. "¿Sabes cuántas mujeres son violadas en una guerra, Hermione? Una de cada tres.", y Hermione tiembla, sin saber qué contestar, "Ginny y tú solo han tenido suerte...", y luego no dice nada. Ya no hay llanto; solo duerme. Pero Hermione ya no puede volver a dormir...

- Fin del Capítulo 7-

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