CAPÍTULO 3: LUNA LOVEGOOD


"¡Pobres y débiles criaturas! ¡Qué cobarde y traidoramente se os seduce! Si deseáis evitar los lazos que la traición os tiende, desconfiad de los hombres y no otorguéis vuestros favores hasta que el anillo nupcial no brille en vuestro dedo."

Mefistófeles en "FAUSTO"- Goethe.

Recostada sobre la cama de la habitación que comparte con Ginny y Luna, con el tibio ronronear de Crookshanks en su regazo, Hermione no deja de pensar en él. En lo cerca que estaba de ella. En el roce de sus fríos dedos sobre su mentón. En el modo en que su aliento cálido impactó en su rostro cuando él pronunció el hechizo que curó su herida. ¡Cuántas cosas quiso ella decir o hacer después de ello!, pero algo se lo impedía: la opresora sensación de un peligro invisible, de una advertencia sin rostro.

No sabe realmente por qué comenzó a hablar. Por qué le ha dicho a él sobre el episodio con el mortífago, cuando no fue capaz de confesárselo ni aún al profesor Lupin. Quizás sea porque inconscientemente, creyó que él la entendería mejor. Después de todo, como ex mortífago, debe estar familiarizado con la muerte más que el resto. Pero, ¿habrá usado Malfoy la terrible maldición alguna vez? Siendo hijo de quien era y habiendo pertenecido a los seguidores de Voldemort, debe haberlo hecho, pero a la vez, hasta donde ella recuerda, no fue capaz de usarlo con Dumbledore, ni tampoco con ella misma.

¡Qué gran contradicción representa Malfoy para ella! Draco Malfoy... debe recordarlo: el mismo que durante sus años de Hogwarts la insultó en cada oportunidad que tuvo. El mismo que había deseado que muriera atacada por el basilisco. El mismo que permitió la entrada de los mortífagos a Hogwarts iniciando con ello el desastre... El mismo que se había opuesto a Voldemort cuando le ordenó matarla.

Pero, ¿por qué? Eso es lo que no logra comprender, y el no tener recuerdos de ese episodio la trastorna. Nunca le ha dado las gracias, si es que debe darlas, así como esta tarde tampoco ha agradecido lo que hizo por ella. ¿Sería eso lo que él esperaba que hiciera al observarla, con aquella expresión confusa en su rostro?, se pregunta Hermione, y la pregunta, atormentándola una y otra vez, la obliga a dejar la cama e ir en busca de él para una aclaración que no puede esperar.

-HP-

Draco observaba el perfil de Daphne en la penumbra de su cuarto con curiosidad. La joven siempre había sido hermosa, pero nunca le había parecido tan fascinante como ahora que la veía interactuar con un montón de griffindors a los que nunca antes se había dignado a dirigirles la palabra.

El rubio había gastado largas horas de su tiempo intentando descifrar el origen de aquella fascinación, en la que sus largos cabellos dorados y su coquetos ojos azules debían tener mucho que ver, pero había algo más, y es que Daphne, en opinión de Draco, poseía el talento de exponer su propia infelicidad con un humor que conquistaba a todos. Ya desde sus días en Slytherin tenía ese hábito; él mismo había sucumbido a su encanto y en quinto año tuvieron su historia, pero cuando ella quiso dar seriedad al asunto, él había vuelto con la buena de Pansy, que nunca le exigía nada, y la rubia, comprendiendo la indirecta, volcó su atención a un slytherin de séptimo año, al que también olvidó pronto.

Lo extraño es que ahora, cuando una relación amorosa entre ambos habría sido más que conveniente, él ya no podía verla de ese modo, y ella tampoco quería entrar en terrenos peligrosos de expectativas que serían defraudadas, arruinando de paso la amistad. Y ambos necesitaban un amigo más que un amante. Por eso se conformaban con juguetones intercambios de besos y caricias, contactar de pieles desprovistas de ropas y una que otra interacción que buscaba emular placeres largamente extrañados, pero que no tenían más objeto, que el no sentirse tan solos. Muchas veces, como ahora, tras encontrar consuelo en las caricias compartidas, ella se quedaba en su cuarto y dormían en la misma cama, únicamente porque ella quería dormir acompañada y a él no le molestaba.

- Los de la Orden son en verdad muy ingenuos.- dijo Daphne de pronto mirando al techo. Draco sabía que quería dar pie a una conversación, y aunque él no estaba especialmente interesado en hablar, apoyó el codo en la cama para que su mano diera sostén a su cabeza y la interrogó con la mirada a fin de que siguiera, mientras con su mano le acariciaba la clavícula.- Dejan que cualquiera entre aquí con solo hacer una promesa solemne y beber un poco de Veritaserum.

- El Veritaserum es una poción confiable.

- Pero no invulnerable y tú lo sabes.- Era cierto. Habían aprendido del mismísimo Snape que existía un antídoto, pero su preparación requería al menos tres ingredientes que no solo eran difíciles de conseguir, sino que además, si no se utilizaban en la proporción exacta, el resultado era mortal.

- Ni los mismos mortífagos se atreverían a prepararla aunque encontraran los ingredientes.- susurró él en su oído, mordisqueando el lóbulo de su oreja.- Las posibilidades de que alguien...

- ¿Y si te dijera que Theodore lo hizo?- un largo instante de silencio siguió a ello, lo que terminó por incomodar a la rubia, que giró su rostro en dirección a Draco, para encontrarse con una expresión que no esperaba. Como si una duda mortal lo hubiera atacado de un momento a otro. Pero Daphne no estaba de humor para resolver enigmas.- Hablando de él, ¿a qué hora pensará llegar? ¿Es que Lovegood no duerme nunca?- exclamó tirando de la sábana para envolverla en su cuerpo, en el mismo instante en que sintió a Draco incorporarse a su lado, para ir a recoger las piezas de ropa repartidas en el piso.- ¿A dónde vas?

- Debo hablar con Nott.- murmuró mientras abotonaba la camisa sobre el antebrazo donde debía estar el feo tatuaje que se empeñaba en ocultar incluso de ella, a través de algún hechizo que lo hacía desaparecer momentáneamente, cada vez que se quitaba la ropa. En opinión de Daphne, era un esfuerzo bien inútil, considerando que a ella no podía importante menos que la marca estuviera ahí. Pero luego recordó que ella también tenía cosas que prefería mantener ocultas. Que sus propias marcas fueran invisibles, le facilitaba las cosas.

Draco ya tenía el pantalón puesto cuando unos golpes se oyeron a la puerta y ambos jóvenes se miraron extrañados. No era habitual que alguien los buscara a ellos y menos a esas horas. Daphne saltó de la cama en busca de su ropa, cuando la puerta volvió a sonar.

- Malfoy... Soy yo.- la inconfundible voz de Granger les llegó a través de la madera, generando una expresión de extrañeza en el rubio y una maliciosa mirada en Daphne, que Draco no quiso interpretar. Terminando de colocarse los zapatos, mientras la rubia acomodaba su cabello, Draco caminó hasta la entrada de la habitación para abrirla y quedar así frente a la amiga de San Potter.

- ¿Qué ocurre?- preguntó algo brusco, pensando que tenía pendiente una conversación con Theo y no quería que la sangresucia lo retrasara con lo que sea que fuera a necesitar de él. ¿Querrían que fuera a preparar más pociones para facilitarle la vida a Longbottom?

Granger lo observaba con los labios entreabiertos y los ojos expectantes, mientras sus manos se retorcían nerviosamente otra vez, como si no encontrara aún las palabras para hablar. Draco alzó las cejas impaciente, aún apoyado en el marco de la puerta.

- Sólo quería...- comenzó ella, pero se detuvo de golpe, abriendo los ojos como si estuviera viendo un dementor por encima del hombro de Draco.

- Dile que pase, Draco.- sonó la cantarina voz de Daphne a sus espaldas, haciendo al rubio girarse- Yo he terminado aquí...

De pronto, la rubia estaba a su lado, posando una de sus manos en su hombro, mientras con la otra atraía su cabeza a la de ella para alcanzar sus labios y plasmar ahí un beso más prolongado y con más lengua de lo que una situación así ameritaba.

Al separarse, el rubio advirtió en los labios de Daphne aquella sonrisa torcida que utilizaba cuando hacía alguna maldad. La muy bruja lo había hecho adrede. Pero, ¿por qué? Entonces, volteó a mirar a Granger, quien tenía los ojos clavados en el piso y las mejillas más rojas que nunca. ¿Era idea suya o también respiraba más rápido? Sabía que la castaña era una santurrona pero no era normal que contemplar un beso le afectara tanto, ¿o sí? ¡Los Griffindors eran en verdad unos mojigatos!

Oyó a Daphne murmurar un "Adiós" mientras bajaba las escaleras, pero la mirada de Draco seguía fija en la joven frente a él.

- ¿Y bien?- preguntó, esperando a que la sangresucia se decidiera a decir lo que sea que tenía que decirle.- ¿Tienes algún mensaje de Lupin?- Granger separó los labios un par de veces y luego lo miró a los ojos con una expresión difícil de interpretar.

- Nada importante.- dijo finalmente, en algo parecido a un susurró, y se perdió escaleras abajo, sin que Draco tuviera tiempo de pensar en ninguna razón para retenerla.

-HP-

Hermione sentía su estómago revuelto mientras descendía los peldaños de la escalera aceleradamente, y sin saber bien hacia donde correr, lo hizo hacia la cocina, que solía estar vacía a esas horas. Lamentablemente para ella, esta vez no fue así. Junto a la mesa y con la sonrisa más inocente que le había visto lucir jamás, estaba Daphne Greengrass, tomando un tazón para preparar alguna bebida nocturna.

La rubia era hermosa. Hermione lo sabía, pero ahora no podía evitar pensar que toda esa belleza le resultaba horrible.

- ¡Granger!- exclamó como si le sorprendiera verla ahí. Llevaba el cabello aún despeinado y la ropa a medio acomodar, tal como cuando salió del cuarto de Malfoy, ondeando sus caderas por el pasillo, con los zapatos colgando en una de sus manos, creando para Hermione una imagen que dejaba claro lo que acababa de ocurrir en esa habitación - Esa debió ser la conversación más corta que se haya dado nunca.- Hermione le mantuvo la mirada un instante mordiéndose la lengua para no responder de pura rabia. Aunque no sabía bien cuál era el motivo de esa rabia.- Estoy preparando té. ¿Quieres uno?

- No, gracias.- respondió tajante, pero la rubia no pareció afectada por la agresividad de su respuesta. Se encogió de hombros sin darle importancia y colocando un rubio mechón por detrás de su oreja se volteó en busca de la tetera. Hermione había comenzado a caminar de regreso cuando se detuvo en seco. No podía dejarse afectar así por Greengrass. Por muy hermosa que fuera la rubia, alguien debía dejarle las cosas claras y explicarle qué estaba permitido en aquel lugar y qué no.- Sabes, Greengrass: no sé cómo habrán sido las cosas entre los Slytherins cuando estábamos en Hogwarts, pero acá son distintas.- Daphne alzó las cejas y una encantadora sonrisa apareció en sus labios, lo que encendió aún más la creciente ira de Hermione- No pueden encerrarse en los dormitorios a hacer ese tipo de cosas. ¡Esto no es un hotel!- en este punto fue que la joven se percató del tono histérico en su voz y se sintió algo avergonzada al estar llamando la atención a Greengrass en un asunto que no tenía por qué ser de su incumbencia. Sus siguientes palabras fueron en un volumen mucho más bajo.- Si estás acá es porque McGonagal...

- ¿Es el beso lo que te molestó?- la interrumpió la rubia con aquella seguridad que Hermione odiaba.

- No es que me molestara, - mintió- es que...

- Está bien... No volverá a ocurrir.- dijo simplemente, sin dejar de mirarla. Si había algún tipo de compromiso en sus palabras o simplemente mentía, era difícil saberlo.

- Bien.- Hermione intentó caminar hacia la salida otra vez, pero Greengrass la interrumpió.

- Me pregunto si será cierto ese rumor que corría en Hogwarts...- la castaña presentía ya que no debía preguntar. Que hacer caso omiso a esa provocación y seguir su camino era lo más sabio, pero su natural curiosidad, esa maldita manía suya de saber lo que los demás pensaban de ella, la obligó a quedarse.

- ¿Qué rumor?- la sonrisa de Daphne se amplió, mientras colocaba miel en su tazón, sin siquiera mirarla.

- Que nunca te han besado...- las mejillas de Hermione se tornaron escarlata, podía sentirlo, pero no iba a ceder ante la rubia.

- Pues de ti se decía todo lo contrario.

- ¿De verdad?- Greengrass llevó una mano a su pecho para teatralizar un fingido espanto y volvió a sonreír tan maravillosamente como ella sonreía- Pues no se equivocaban.- confesó- Me han besado mucho y si algún día tienes la suerte de que alguien te haga el favor, sabrás por qué me encanta.

Hermione despegó los labios para decir algo, pero las palabras no salieron de su boca, y se quedó mirando a la rubia por lo que parecieron varios minutos. En general, era difícil para ella no tener una respuesta, no encontrar una salida a un comentario tan estúpido como el de la rubia. Pero comprendió en ese momento que aquella conversación bordeaba un terreno del que ella sabía bien poco, uno donde el intelecto y los conocimientos adquiridos durante años de lectura, no servían de mucho. Era un tema para el que no tenía respuestas inteligentes. Por eso, dando media vuelta, se fue hasta su dormitorio, oyendo la risa burlona de Daphne Greengrass a sus espaldas.

-HP-

Aunque no lo demostraba, Luna era la más sorprendida desde el principio con la insistente atención que le prestaba Theodore Nott, especialmente cuando, en sus tiempos de Hogwarts, apenas y la había mirado un par de veces. Pero a ella no le gustaba mucho pasarse la vida buscando explicaciones a las cosas. Aceptaba estas como eran y creía, con una fe ciega a veces, en aquello que su corazón quería creer, fuese esto cierto o no. Esa era ella: Luna Lovegood, la crédula.

Sabía que esto le ganaba constantemente las burlas de algunos, así como la lástima de otros, pero no le importaba. Para ella, tener fe era una parte importante de su vida. Fe en que su madre estaba en un mejor lugar; fe en que aquella guerra acabaría bien y podría reunirse nuevamente con su padre; fe en que existían criaturas invisibles que se alimentaban de nuestros sueños; fe en que Theodore Nott era un buen muchacho. Uno triste, cierto, pero bueno en el fondo.

De lo contrario ¿cómo podría explicarse el que pasara con ella la mayor parte del tiempo, desde su llegada, hablando poco, pero siempre oyéndole atentamente y al parecer más que interesado en lo que ella tenía que decir, cuando muchas veces no había nada interesante en lo que decía?

Había oído decir a Hanna Abbot que Theodore debía tener algún interés romántico en ella, o de otro modo no podía explicar aquel comportamiento. La tarde en que eso ocurrió, Luna pasó la noche contemplando su propio rostro en un espejo, analizando lo que pudiera haber de atractivo en él, y quiso creer que había algo de hermosura en su simpleza. Pero una semana después Daphne Greengrass hizo su aparición, y no solo su belleza, sino también el recuerdo de aquel rumor que corría en Hogwarts de que ella y Theodore habían sido pareja, comenzaron a menguar su vanidad. No. No era tan bonita como Greengrass. Nunca sería ni la mitad de bonita que ella. Y, sin embargo, Nott se había mantenido fiel a su lado.

Luna no era ciega, y se percató de que en más de una ocasión, cuando Daphne estaba cerca, los ojos negros de Theodore se escabullían a recorrer su cuerpo, pero siempre volvían a ella. Eso debía significar algo, ¿o no? Quiso creer que sí, y desde entonces, su corazón latía con más fuerza cada vez que estaba junto a Theodore, y observaba su cabello castaño y ensortijado caer sobre su frente pálida, o sus labios gruesos entreabiertos. Y su sonrisa, tenue, tímida, a veces imperceptible para nadie que no fuera ella.

Incluso se había ofrecido a leer los cuentos que ella guardaba en su cuarto, para darle su opinión, y que Luna llevaba en ese momento bajo su brazo, en dirección a la sala de lectura, donde él la esperaba. No había alcanzado a atravesar la puerta cuando sintió la enfurecida voz de Malfoy. En el mismo instante detuvo su paso sin saber bien qué hacer, a solo metros de ellos, oculta en la penumbra.

- ¿Lo usaste para entrar aquí, verdad?- le reclamaba el rubio, con su voz grave, pero claramente haciendo esfuerzos por no ser oído a distancia.

- ¿Y si así fuera?- sonó la respuesta de Theodore, arrastrando las palabras con la lentitud que lo caracterizaba, en un tono mucho más frío que el que usaba con ella.

- Pero... ¿De dónde lo sacaste?

- Lo preparé.- Aunque Luna no estaba lo suficientemente cerca y no veía su rostro, podía adivinar una sonrisa en sus bellos labios, al emitir esa respuesta, que había dejado a Malfoy en silencio por lo que parecieron varios segundos.- Lo más difícil fue conseguir la sangre de un traidor... No podía ser la de uno cualquiera... Tenía que ser la de un gran traidor. Y entonces acompañé a mi padre a una de las primeras reuniones del Señor Oscuro... Tú también fuiste un par de veces, ¿no?- no hubo respuesta- El idiota de Pettigrew nunca supo qué diablos lo mordió.

- Podrías haber muerto al probarla.

- No fui el primero en usarla. Millicent quería mantener un par de cosas ocultas de su padre en sexto año. Al parecer era habitual para el viejo Bullstrode usar el Veritaserum con su hija... ¡Un nivel de confianza envidiable!- exclamó, en un modo sarcástico que Luna no le había oído en todo ese tiempo.

- ¿Y si algo hubiese salido mal?

- Confiaba en que saldría bien.- Hubo una nueva pausa entre ambos, durante la cual Luna intentaba asimilar lo que acababa de oír, sin saber que aún quedaba lo peor.

- ¿Y luego?- preguntó Malfoy.

- Guardé la poción, sabiendo que la necesitaría en algún momento. Nunca imaginé que ese momento llegaría tan pronto.

- De modo que sí la usaste para entrar aquí.- esta vez era una afirmación.- Pero, ¿qué es lo que tenías que ocultar, Theo?

- Eres bueno en Legeremencia. Seguro que ya lo sabes. Por eso has venido con todo este interrogatorio en cuanto Greengrass te contó del antídoto. Si aún no lo adivinas es que eres un idiota, igual que los de la orden.

- "El" te envió- el corazón de Luna latía a mil por hora y de pronto se percató de que sus piernas temblaban- ¿Qué te ofreció a cambio de ser su espía?

- La seguridad de mi "adorado" padre y de mi "dulce" abuela.- dijo con mofa.

- Nunca los has querido siquiera, ¿por qué habrías de...?

- ¿Y quién dijo que he hecho algo de lo que me pidió? Es más... ¿Te estaría contando esto tan abiertamente si en verdad fuese un jodido espía?- Luna sintió su estómago relajarse un poco ante aquella respuesta, pero siguió expectante.- Si el bastardo sin nariz no sabía que yo era el más interesado en ver muertos a esos dos, no es culpa mía. Sin él saberlo, me hizo un favor cuando se deshizo de ellos.- Luna llevó las manos a su boca, recordando sus débiles intentos de consuelo cuando llegó la noticia de la muerte del viejo Nott. De como todos pensaban que Theodore debía sentirse culpable por haber abandonado al señor oscuro y que eso provocara la muerte de su familia, y lo difícil que debía ser para él el no llorar. Ella incluso había celebrado su fortaleza.

- Pero... ¿No has pensado en que pudo haber previsto esto y te hechizó de algún modo para leer tus pensamientos a distancia? No sé si un hechizo así exista, pero él conoce conjuros de cuya existencia nadie sabe.

- Si no lo hubiera pensado no me pasaría todo el puto día hablando con una chiflada para que el señor oscuro no se entere de nada importante.- algo se quebró en el interior de Luna al oír esas palabras.- Créeme que desde que Daphne llegó, la tentación de echármele encima como tú lo haces es grande, pero ella siempre ha tenido facilidad para enterarse de cosas importantes y no puedo arriesgarme a terminar enterado de nada que le dé claves a tú sabes quién, para llegar hasta acá. ¿Qué es tan gracioso?

- Ahora entiendo por qué te la pasas con Lovegood.- También Luna lo entendió- Francamente había comenzado a asustarme la idea de que existiera algo entre ella y tú.

- No seas ridículo.- El tono de asco con que las palabras salieron de los labios de Theodore, fue lo que más dolió.

Luna sentía su corazón bombear aceleradamente y sus piernas temblaban un poco. Intentó moverse lejos de ahí pues le dolía seguir oyendo, pero entonces una tabla rechinó bajo sus pies y el ruido atrajo la atención de los muchachos. Huir habría sido admitir que lo había oído todo y no podía dejar que lo supieran. No quería dejar que Theodore lo supiera.

- ¿Los interrumpo?- preguntó poniendo su mejor cara mientras emergía de la oscuridad del pasillo. Malfoy torció su sonrisa en aquel modo característico que tenía de expresar su desprecio. Pero a Luna eso no le importaba. Todo lo que ella podía ver era la expresión amena con que Theodore la observaba y que ahora ella sabía no era real. ¿Cómo podía fingir tan bien?

- No. Yo he terminado- Y el rubio giró sus ojos a Theodore con una sonrisa plasmada en los labios.- Pueden seguir haciendo lo que sea que los mantenga entretenidos.- el sarcasmo le pareció a Luna demasiado evidente. Sintió como los pasos de Malfoy se perdían por el pasillo, mientras ella fijaba su mirada en el tibio crepitar de las llamas que ardían en la chimenea, intentando controlar su respiración. No quería llorar. No podía hacerlo.

- ¿Estás bien?- preguntó Theodore de pronto. Sus negros ojos resplandecían en la oscuridad con aquella intensidad que la fascinaba. Una intensidad fingida para no poner en riesgo a la Orden. Aunque, ¿No era eso acaso una buena causa?- ¿Qué ocurre?

- Nada- intentó sonreír. Ella también podía fingir. Tenía que hacerlo, si eso lo ayudaba a él. Él no tenía la culpa. Nunca había alentado nada directamente. Fue ella quien tejió infantiles ilusiones en torno a un imposible. Fue ella quien había querido soñar con esos ojos negros y con ese rostro encantador.- Traje los escritos de los que te había hablado, pero es muy tarde ya para leer.

- ¿Qué sugieres hacer entonces?- preguntó él y Luna respondió con su mejor sonrisa.

- Creo que dejamos pendiente un partido de ajedrez.- Si él fingía ella también podía hacerlo. Por el bien de todos, tenía que hacerlo. El problema era que ella no fingía completamente.

-HP-

-¿Tostadas con tu té?- preguntó Daphne con su perfecta sonrisa cuando Draco apareció en la cocina al día siguiente. Por algún motivo los Slytherin eran siempre los primeros en aparecer ahí. En un comienzo era solo Draco, aunque lo hacía únicamente para evitar tener que comer en compañía del resto. Luego Nott se unió a él, y el rubio se preguntaba si no lo haría por la misma razón. Pero lo que sí sabía con certeza es que no era ese el motivo del temprano despertar de Daphne.

La joven había sido la primera en pie desde sus tiempos de Hogwarts, y en cuanto llegó al número doce de Grimmauld Place, arrebató a la madre de los pelirrojos el puesto en la cocina a fuerza de levantarse cada vez más temprano que el resto. Draco se preguntaba si eso sería por un real deseo de cocinar, o más bien por aquella necesidad de cautivar a todos que llegaba a ser enfermante.

Aceptó el humeante té con ralladura de naranja- la rubia ponía su particular toque en todo- mientras el olor de las primeras tostadas invadía la cocina, trayendo consigo el recuerdo de tiempos mejores que él se empeñaba en mantener alejados de su mente para no reiniciar aquella serie de preguntas con que se atormentaba siempre. ¿Qué pensarían sus padres si lo vieran ahora? ¿Qué habrán pensado de él por no haber matado a la sangrecucia?

- ¿A qué se debió lo de anoche?- preguntó de pronto, interrumpiendo a Daphne, que había comenzado a hablar sobre lo difícil que era conseguir una buena mermelada en esos tiempos.- ¿Por qué mostrar tanto afecto frente a Granger?

- ¿Te refieres al beso?- sonrió Daphne, fingiendo sorpresa. Él asintió, llevando el tazón a sus labios, pero sin dejar de mirarla.- ¡Lo siento! Sé que parece maldad pero la tentación de hacerla rabiar de celos era tan grande que no pude evitarlo.- y se encogió de hombros.- Supongo que sí soy mala después de todo.

- Dudo que a ella le importe no tener a quien besar. - Draco se reclinó sobre el incómodo asiento.- Con lo mojigata que es, lo más probable es que... ¿de qué te ríes?

- ¿En verdad no te has dado cuenta?- una rubia ceja de la joven se alzaba interrogante, y su expresión reflejaba sorpresa.

- ¿De qué? ¿Ya se está besando con Weasley?- preguntó con cara de asco, teniendo como respuesta una expresión incrédula.

- Está bien si no tienes intenciones de llevártela a la cama, pero no por eso puedes obviar lo evidente...- Draco alzó una ceja incrédulo- El modo en que te mira no deja lugar a dudas.

- Estás soñando, Greengrass. Todo lo que hay en esa mirada es reproche.

- ¡Y luego dicen que los Slytherin son perspicaces! Parece que pasar mucho tiempo entre Griffindors te está contagiando su imbecilidad. ¡Sigue así y pronto tendremos la versión rubia de Longbottom!

Draco volvió a beber del té, mientras se sonreía de las teorías ridículas de Greengrass.

- ¿Sabes todas las razones que tiene Granger para odiarme?

- Díselo a ella.- sonrió Daphne, encogiéndose de hombros mientras bebía de su tazón.- Yo no soy la que te mira con ojos lánguidos.

Draco habría querido responder algo, pero la molesta seguridad de Daphne, así como el sonido de pasos en dirección a la cocina, anunciando que Ronald Weasley había sido atraído por el olor a tostadas, le hizo guardar silencio.

Aún antes de que sus miradas se encontraran, ambos jóvenes sabían lo que estaba por venir. Intercambiaron el acostumbrado par de insultos que ninguno de los dos sabía de dónde había salido. Draco le recordó al pelirrojo su pobreza y Weasley renovó a Draco sus juramentos de una muerte lenta y dolorosa apenas diera el menor paso en falso. Solo la llegada de Molly calmó las cosas, ya que Daphne nunca se molestaba en separarlos. ¿Por qué lo iba a hacer, cuando la entretenían tanto aquellas infantiles discusiones de hombrecitos?

Draco se retiró apenas pudo, a sabiendas de que Weasley no lo haría: su amor por la comida era más grande que su odio por el rubio. Y en tres zancadas estaba al pie de la escalera, justo a tiempo para encontrarse con la sangresucia, quien al verlo entrecerró los ojos transmitiendo algo muy similar al reproche y lo esquivó, con la nariz apuntando al techo.

Draco sintió un temblor recorrer su cuerpo al recordar dónde había visto esa expresión antes: Pansy Parkinson cuando estaba celosa.

Era extraño comparar a dos personas tan diferentes como la sangresucia y Parkinson. Siempre había pensado que una era la antítesis de la otra, pero al parecer, todas las mujeres eran iguales cuando se trataba de ciertas reacciones comunes al género. Y entonces las palabras de Greengrass volvieron a su cabeza generando en él un tibio cosquilleo ante la posibilidad. ¿Y si era cierto? ¿Y si en verdad la santurrona idealizada en los sueños húmedos del pelirrojo tenía una fijación en él? ¡Qué divertido sería todo entonces! Y alentado por esa sola idea, se giró hacia ella, cuando ya la joven se había desplazado varios pasos.

- Granger...- los rizos castaños se agitaron en el aire por la brusquedad del movimiento que hizo la joven al enfrentarlo. "Rabia" Eso era lo que se leía en sus ojos cafés que centelleaban como fuego.

- ¡¿Qué?!- ella misma tembló levemente, al parecer asustada por la brusquedad de su pregunta. "¿Será posible?" era todo lo que Draco podía oír en su cabeza.

- Lamento lo que ocurrió anoche.- ¿era ese el motivo de su enojo? Por el modo en que el rostro de la joven se relajó ante aquella disculpa, la respuesta debía ser un sí.

- No sé de qué hablas.- "Negación", gritó una vocecita en la cabeza del rubio, mientras la teoría de Greengrass iba adquiriendo más fuerza.

Draco dio un par de pasos, lentamente, hasta quedar frente a ella, que aunque no se movió del lugar donde estaba, parecía haberse encogido momentáneamente.

- El beso...- explicó Draco, buscando una reacción en ella.- Fue de mal gusto lo que Daphne hizo.

- Lo que pase entre Greengrass y tú, me tiene sin cuidado.- "¿En verdad?", quería preguntar él, pero con la sangresucia no podía ser tan confrontacional.- Lo que me molesta es que estén haciendo espectáculos frente a...

- No pasa nada entre ella y yo.- mintió. Inmediatamente la expresión de Granger pareció suavizarse y sus labios se separaron dejando escapar el asombro.

- ¿Y el beso?

- No significa nada...

- Pues... todos dicen que tú y ella...- tartamudeó casi, llevando un mechón de sus rizos por detrás de su oreja en actitud nerviosa. Draco dio otro paso hacia ella, lentamente, sin dejar de mirarla. La sangresucia retrocedió casi por reflejo.

- También dicen que tú estás con Weasley...- mencionó, aparentando suavidad en su voz.

- Ya te dije que eso no es cierto- sonrió ella triste. ¿Sería porque en verdad lamentaba no estar con Weasley?- En todo caso, no veo porqué tenga que importante si Ron y yo...

- Puede que sí me importe...- la interrumpió él. Sólo medio metro lo separaba de ella, que había alzado el rostro para analizar la expresión del rubio en una actitud tan fácil de interpretar que daba risa.

Draco se preguntaba cómo podía ser tan inteligente en algunos aspectos y tan torpe al momento de ocultar sus emociones. Una placentera sensación se apoderó de él al pensar en la cara que pondría Weasley si se enteraba. ¡Y es que Daphne tenía razón! Draco ni siquiera necesitaba utilizar Legeremancia para leer lo que ese rostro gritaba en aquel instante. Con el rabillo del ojo, vio asomar la silueta de Weasley, lo que lo alentó a inclinarse hacia ella hasta que su nariz quedó suficiente cerca del oído de la joven.- ¿Qué era lo que querías decirme anoche?- dijo en un tono apenas audible, notando como el cuerpo de ella se paralizaba ante su cercanía.

- Yo sólo...- parecía haber olvidado incluso cómo hablar y él sonrió al notarlo, buscando con la mirada al pelirrojo, quien lucía mortalmente pálido, y sus manos empuñadas en actitud impotente. Draco estaba pronto a defenderse, pensando que de un momento a otro Weasley le saltaría encima; pero contra toda lógica, Ron dio la media vuelta y desapareció.- Sólo quería agradecerte por...- Tan asombrado estaba Draco ante la actitud de Weasley, que olvidó lo cerca que estaba de Hermione y cuando ella comenzó a hablar, él se giró instintivamente, y sus narices se rozaron en un contacto que hizo estremecer a ambos. Pero Draco era bueno controlando sus reacciones. Ella no.

Catorce horas, ocho minutos, y diez latidos, desde que ella me confesó que una maldición imperdonable salió de sus labios.

La expresión de la sangresucia era encantadoramente graciosa. Una mezcla de miedo y expectación, condimentada con un toque de inocencia que le brindaba una belleza que no había tenido antes. Draco siempre había pensado que en los momentos previos al beso era cuando las mujeres lucían más atractivas. Incluso las feas se beneficiaban de aquella respiración entrecortada, de la profundidad de sus pupilas dilatadas y la atractiva hinchazón de sus labios rojos que se llenaban de sangre.

- ¿Por qué?- preguntó él de pronto, haciendo que ella parpadeara nerviosamente y le dirigiera una mirada interrogante, casi asustada.- ¿Por qué querías agradecerme?- siguió él. La idea de controlar la situación le encantaba.

- Mi frente...- fue todo lo que ella logró articular, mientras él la observaba sin comprender.- La herida...- intentó aclarar ella y él entendió al fin. Llevó sus fríos dedos hasta aquel punto donde antes existió una herida que él curó, notando como la joven se estremecía ante cada contacto, notoriamente avergonzada de su propia reacción.

Lo siguiente que hizo fue pura maldad: descendiendo lentamente con sus dedos por el borde de aquel rostro tembloroso que tenía frente a él, terminó posando toda la palma de su mano en la tibia mejilla de ella, y la suave presión de sus yemas sobre la mandíbula de la sangresucia, obligó a esta a alzar el rostro hacia él. Con el pulgar acariciaba con roces apenas perceptibles el borde inferior de su labio, mientras sus ojos entrecerrados, fijos en los de ella, dejaban claro lo que estaba por venir. "¡Si tan solo Weasley estuviera presente!", sonaba la vocecita en la cabeza de Draco, lamentando que el pelirrojo hubiera vuelto a entrar a la cocina, lejos de su campo de visión.

Draco inclinó su rostro hacia ella, hasta que sus narices se rozaron. Podía sentir el tibio aliento de ella impactando sobre sus propios labios, y le pareció extrañamente dulce. ¿Sería verdad que nunca la habían besado?, la sola idea de robarle ese privilegio a Weasley hacía todo más excitante.

Casi pudo sentir la calidez de esos labios rojos sobre los suyos, justo antes de que la joven pusiera sus pequeñas manos en el pecho de él y frenara su descenso.

- ¡No!- fue todo lo que salió de los labios de ella y Draco se detuvo, abriendo los ojos como plato cuando comprendió lo que había estado a punto de hacer. Iba a besar a la sangresucia, solo por molestar a Weasley. Cuando se detuvo a pensarlo, no le resultó una idea del todo inteligente.

Al instante siguiente, ella se había ido y él se quedó ahí, estático y mudo, confuso entre diversas sensaciones que se apoderaban de él y de las cuales solo lograba identificar bien una: la confusión.

Pero luego, ya más repuesto, volvió a imaginar la cara que pondría Weasley cuando se enterara. Y este solo pensamiento lo envalentonó otra vez; tendría que dejar de lado el asco. Una gran sonrisa se posó en sus labios al pensar en que la convivencia podría comenzar a volverse más entretenida que nunca, y todo gracias a la sangresucia.

-HP-

Ella no logra entender lo que ha ocurrido. No quiere creer que ha estado a punto de besarlo. Recuerda la novedosa sensación de su tibio respirar tan cerca de ella. Recuerda el embrujo de sus ojos grises, enigmáticos, profundos. El modo en que algunos mechones de cabello le cubrían parcialmente los ojos, y como ella habría deseado moverlo de ahí con sus dedos... Y recorrer su espalda. Y unir sus labios a los suyos y sentir que el mundo explotaba en torno a ellos.

Y luego recuerda que es Malfoy. ¡Ese cautivante rostro de ángel es el de Malfoy! Y se maldice por querer besarlo. Y maldice a los Black por heredar a él sus bellas facciones, y a Lucius, por aportar a aquella estatua la intensidad de sus ojos de mercurio. ¡No es justo que un ser como él sea tan bello! ¡No es justo que ella se deje afectar por él en aquel modo! No es justo que Ron, el bueno de Ron, no genere en ella ni la mitad de las sensaciones que Malfoy promete con un roce.

Pero él ha dicho que no tiene nada con Greengrass. ¿Y el beso? ¡Qué importa el beso cuando todos saben que los Slytherin tienen conductas un tanto liberales! Lo importante es que él ha dicho que no tiene nada con ella. Y el corazón de Hermione late de nuevo al recordarlo. Y un tibio cosquilleo se posa en su estómago al pensar en que él ha estado a punto de besarla. ¡Él: el mismo que la ha llamado "sangresucia" en sus días de Hogwarts! Y una placentera sensación la recorre al confirmar que él ha cambiado. Que él tiene que haber cambiado ¡o nunca, nunca, nunca, habría intentado besarla! ¿O sí?

Y la duda se apodera de ella otra vez.

-HP-

Harry no se había levantado aún, no quería levantarse. ¿Para qué? El último indicio de un Horcruxe que habían tenido no era más que una trampa en la que Neville y Hermione habían estado a punto de morir. No importaba lo que Lupin dijera. Harry no podía dejar de sentirse la causa directa de todo, y aunque un tibio optimismo recorriera el entorno de vez en cuando, Harry Potter estaba convencido de que no importaba lo que hiciera o cuantos Horcruxes lograra destruir. Lord Voldemort siempre tendría más posibilidades de ganar. Y cada vez estaba más cerca de lograrlo.

Pero no era la aceptación de su propia muerte como un hecho inevitable la causa de su hundimiento anímico, sino más bien el saber que con cada intento ponía en peligro a más gente. Aunque sabía también que no intentar nada tampoco era la solución. Si Tom Riddle ganaba, la muerte era el destino final de todos ellos. Muerte. Muerte y tragedia habían marcado su vida y al parecer no lo abandonarían nunca. Muerte. La muerte de sus padres, la de Cedric, la de Sirius, la de Dumbledore y la de Dobby. Y siempre por una misma causa: él. Siempre era, de uno u otro modo, culpa de él. Cómo también era el culpable de tantas otras cosas que no podría olvidar jamás. No importaba cuánto lo intentara; había imágenes impregnando su memoria, que no lo dejarían nunca.

Y, sin embargo, había tantos a su lado, poniéndose en peligro constantemente como si no pudieran ver el halo negro que lo rodeaba. Y estaba Ginny. Ginny, que con cada sonrisa y con cada palabra, y con cada caricia compartida le hacía sudar de miedo. Miedo a que ella fuera la próxima. Y estaba Ron. Su amigo Ron, cuya fe inquebrantable en que él ganaría al final lo hacía querer llorar. Y estaba Hermione. Hermione. Hermione. ¿Cómo sería la vida de Hermione si no hubiese entablado aquella fatídica amistad con el "niño que vivió"? Seguramente en estos momentos estaría en Hogwarts, sumida en sus libros; aún tendría contacto con sus padres muggles y muchas cosas en su vida nunca habrían ocurrido... Si tan solo Harry Potter no existiera.

- Harry...- era la voz de Ron, de pie frente a la cama.- ¿No piensas levantarte?

- No me siento bien.- respondió alzando la frazada por encima de su hombro. Pero Ron no entendió la indirecta y caminó hasta el lado de la cama, tomando asiento ahí, con los brazos apoyados sobre las rodillas en actitud pensativa. Si Harry hubiese estado usando sus gafas habría notado también el modo en que apretaba los puños hasta poner sus nudillos blancos.

- Te entiendo. No es un buen día para levantarse tampoco.- Harry se mantuvo en silencio, expectante. Conocía a Ron lo suficiente para saber que algo quería decir y no se iría hasta hacerlo.- Harry... Hay algo que tengo que preguntarte... Sé que puede parecer una pregunta ilógica pero necesito saber lo que piensas, porque yo no sé bien qué creer.- no esperó a la respuesta de Harry. - ¿Crees que Hermione y Malfoy tienen algo?

- No.- fue la respuesta seca de Harry, aunque ahora sonaba algo más atento que antes.

- Yo tampoco quiero creerlo, pero... ¡No lo sé! Greengrass dijo que...- guardó silencio.- Tal vez se equivoca, pero... acabo de verlos juntos y... no sé qué pensar.

- Ron, ¿te das cuenta de lo que estás diciendo?- Le dolía la cabeza. No quería pensar en aquella posibilidad. Ron era celoso, siempre lo había sido. Seguro estaba imaginando cosas.

- Tienes razón.- aceptó el pelirrojo de mala gana.- Pero... Hay algo que me da vueltas en la cabeza una y otra vez.

- ¿Qué cosa?

- Esa tarde, en casa de Malfoy... ¿Nunca te has preguntado por qué Malfoy se negó a matarla?

- Tampoco mató a Dumbledore.

- Si, pero esto es diferente. Él siempre había odiado a Hermione y, sin embargo, no la mató, sabiendo que el no obedecer significaba la muerte. ¿Nunca te has preguntado por qué lo hizo?- No hubo respuesta por parte de Harry- Yo a veces pienso que hay algo que no sabemos. Hay algo que nos oculta. No sé qué es pero... ¿Harry?... ¿Harry?

Como no hubo respuesta, Ron se puso de pie, asumiendo que el sueño había vencido a su amigo. Sólo cuando Harry sintió la puerta cerrarse volvió a abrir los ojos. Un nuevo temor se sumaba a sus preocupaciones.

-Fin del Capítulo 3-

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