CAPÍTULO 26: HERMIONE GRANGER

"Y así seguimos adelante, como botes que reman contra la corriente, incesantemente arrastrados hacia el pasado".

-EL GRAN GATSBY- F.S. FITZGERALD

Hermione despertó incorporándose de golpe, jadeando de horror y con la sangre golpeando fuerte en sus oídos. Las imágenes del sueño se sucedían una tras otra en su cabeza: sus padres, sus días de Hogwarts, Draco frente a ella, impidiéndole avanzar... Su camisa tiñéndose de sangre, y aquel desgarrador "lo siento". No era la primera vez que tenía ese sueño, ahora recordaba. Pero ya hacía mucho tiempo de eso, antes de que nada entre ella y Draco ocurriese, como un eco de advertencia que no quiso oír.

Apoyó los codos en sus rodillas y hundió el rostro entre sus manos para dar tiempo a sus ojos de acomodarse a la oscuridad. Aún no amanecía y por el ruido que producía el agua golpeando contra su ventana, supo que había comenzado a llover. ¿O llovía ya antes de llegar a casa? Su memoria vagó por los últimos recuerdos retenidos, y eso, unido a la sensación de una calidez inhabitual de un lado de la cama, trajo consigo el peso de todo lo ocurrido.

Draco.

Draco estaba ahí.

Draco había pasado la noche ahí, con ella.

Y por un breve instante, al contemplar su rostro dormido, tal cual lo recordaba de otro tiempo, algo muy dentro de Hermione se llenó de la desproporcionada felicidad del que encuentra aquello largamente buscado. Era la dicha infinita del reencuentro con aquel rostro que la cautivó con su silencio en un tiempo que no había espacio para cosas bellas. El protagonista de su primer beso memorable, y de tantas otras primeras veces. El mismo que arriesgó su vida por ella cuando nadie esperaba que lo hiciera y que accedió a ser lo que nunca quiso ser ante Voldemort, con tal que ella viviera. Las macabras marcas de su antebrazo daban testimonio de ello, evocando aquellas horas de dolor y miedo que ella quería olvidar.

El mismo que aquella mañana en que aún eran ignorantes de la tragedia en que naufragaría su amor, le había pedido que huyera con él. ¿Qué habría pasado de haberlo hecho? ¿Serían más felices? ¡Cuántas veces se había hecho esa pregunta!

Pero no importaba la respuesta porque no podía cambiar el pasado. No mientras la verdad existiera.

Su mano, que suspendida en el aire inmediato a la pálida piel del joven buscaba reiniciar el contacto con ese cuerpo amado, se detuvo en su avance. Y retrocedió con espanto por todas aquellas razones que hacían de aquello algo incorrecto. Todas esas razones que convertían lo de aquella noche en algo detestable.

De golpe dejó la cama, como si un resorte la obligara a hacerlo, y se encerró en el baño por interminables minutos. A llorar, colocando una toalla sobre su boca, a fin de enmudecer sus gritos. Su estómago se revolvía con rabia. Rabia contra ella, contra lo que había hecho. Y contra él, por haber estado ahí cuando no debió estarlo. Era su culpa más que suya, o al menos de eso intentaba convencerse. ¿No era más fácil culparlo a él?

Lo oyó, a través de la puerta, moverse sobre la cama y dentro del cuarto. Salir del cuarto y regresar a él. ¿Colectaría su ropa? ¿Se vestiría? ¿Se iría sin decir más?

¿Y si no se iba? ¿Y si se quedaba eternamente a esperar quién sabía qué? ¿A explicar cosas que no podían ser explicadas? ¿A poner a prueba su débil convicción de no volver con él? Y los minutos pasaban sin que ella se atreviese a salir, hasta que dejó de oír ruidos. ¿Se habría vuelto a dormir?

Se sintió ridícula. Patéticamente ridícula. ¿Qué clase de Gryffindor se escondía de ese modo en el baño? Debía salir, no importaba cómo y lo sabía. ¿No había sido acaso la valiente heroína de una guerra?

La luz seguía apagada al emerger tras la puerta, pero los primeros rayos del sol comenzaban a contagiar la habitación con su luminosidad opaca. La lluvia se sentía aún, lejana y amortiguada. Hermione intentaba concentrarse en eso. En la luz y la lluvia. Cualquier cosa con tal de que sus pensamientos no convergieran en el hombre que, aún a medio vestir, acariciaba el lomo del gato que se había posado junto a él sobre la cama.

Su cabello, aunque corto, se notaba desordenado, con unas cuantas mechas rubias levantadas del lado en que su cabeza había estado apoyada durante el sueño. Sus ojos se giraron hacia ella y en sus labios había dibujada una sonrisa. ¿Cómo podía sonreír? ¿Cómo?

- No creí que esta bola peluda siguiera viva...- sus ojos se posaron en los suyos por un momento, y aún así mantuvo su expresión tranquila. ¿Es que no entendía el error que había sido todo?- ¿Desde cuándo lo tienes? ¿Tercer año? Y entonces ya me parecía viejo...

- Será mejor que te vayas.- la mano que acariciaba a Croockshanks se detuvo en su acción, y sus ojos volvieron a ella con una expresión incrédula, secundada por el temor.

Por largos segundos no hizo más que quedarse ahí, en ella, mirándola a ella; analizando la intención en aquella frase, como si no lograra comprender su significado. Pero lo entendía.

Prueba de ello fue que tras unos instantes de dubitación, y evitando mirarla, fue colectando su ropa en silencio y vistiéndose en su avance. Sus dedos estaban ya sobre los botones de su camisa cuando se detuvo.

- ¿Qué tengo que hacer?- La pregunta, aunque inentendible para ella, transmitía sinceridad y algo parecido a la angustia.- ¿Qué tengo que hacer para que me perdones?- sus ojos volvieron a buscar los suyos y ahí se quedaron, enfrentándola.- ¡Dímelo! Lo que sea, Hermione. Dímelo y lo haré.

Ella separó los labios por un instante, pero solo una parte de ella quería hablar. La parte de ella que quería perdonarlo. La otra se impuso obligándola a callar.

- ¿Quieres que me entregue?- siguió él, poniéndose de pie.- ¿Quieres que les diga a todos lo que hice? Lo haré. Si eso es lo que quieres, Hermione.- su voz parecía más ansiosa que antes.- Si tengo que pasar el resto de mi vida en Azkaban lo haré, con tal de que me perdones.

- Draco- susurró- No es eso. Yo no...

- ¿Crees que no me arrepiento?- la ansiedad había dado paso a la desesperación, ahora patente en su rostro- Vivo atormentado día a día, al ser consciente de lo que hice. De todo lo que hice y lo que pude haber hecho para evitarlo. ¿Crees que no sé el tipo de persona que soy? Lo sé, Hermione. Sé bien lo que soy.- Estaba a solo unos pasos de ella cuando tomó aire para seguir, como si con ese gesto pudiera infundirse valor- Y no sabes cómo desearía haberte tenido a mi lado antes, porque sé que entonces todo habría sido distinto. De haber sabido que tú y yo...

- No se trata de nosotros, Draco.- sus ojos, grises y brillantes, le recordaron por un instante aquella tarde en San Mungo en que todo terminó- No había necesidad de que previeras lo nuestro, porque eso no cambia nada. ¿Es que aún no lo entiendes? ¿No entiendes que sin importar si eran mis padres o no, debiste haberte negado a matarlos solo por el hecho de que eran inocentes?

- ¿Negarme?- rió sarcástico, dolido- ¡Lo haces sonar como algo tan fácil!- la rabia comenzaba a ser patente en su voz.

- No digo que sea fácil. No se trata de hacer lo que es fácil, sino de hacer lo correcto...

- Hice lo que creí correcto.

- ¡¿Matar a mis padres te pareció correcto?!

- Tú no entiendes. Tú no estabas ahí. Tú no...

- No necesito haber estado ahí para saber lo que yo habría hecho.- ¿por qué su propia voz le resultaba de pronto odiosa? ¿Por qué tenía que haber dicho eso aparentando tanta superioridad moral?

Por un instante reinó el silencio. Por un instante, sus ojos, clavados en los de ella, reflejaban una miseria infinita. Pero antes de ella alcanzar a decir nada, antes de pedirle que se fuera, Draco Malfoy había dado tres largos pasos y la asía por los hombros. Su cabeza se había inclinado hacia ella para dejar a una misma altura sus ojos. Su respiración tan cerca de la suya.

- ¿Y lo que siento por ti?- preguntó con voz firme.- ¿Eso tampoco cambia nada?- Ella quería decir algo. Debía decir algo, pero no podía. ¡Estaba tan cerca suyo!- Hermione, ¿No entiendes acaso que yo te a...?

- ¡NO!- gritó, separándose de él, empujándolo con rabia- ¡No lo digas! ¡No te atrevas a decirlo ahora!- las lágrimas, largamente retenidas acudieron a sus ojos de pura indignación y comenzaban a nublar su vista.- ¡No es justo que lo digas ahora cuando es un imposible y no fueras capaz de decirlo cuando esa maldita frase era todo lo que quería oír de ti!- hablaba rápido y acalorada, con las manos empuñadas a ambos lados de su cuerpo y el rostro rojo- No sabes cómo deseaba que me amaras. Sufrí por la injusticia de ser yo quien rogara por cualquier muestra de afecto de tu parte. Me entregué a ti, sabiendo que no era a tus ojos más que una entretención para pasar las horas. Permití que me usaras para desahogarte, sin saber siquiera si querrías estar conmigo luego, cuando creyeras que Daphne seguía siendo más bella que yo. Aún sabiendo quién eras, te puse en un pedestal y te adoré en un modo ridículo, aún a sabiendas de ser la única que amaba...

- ¿No era obvio acaso lo que yo sentía por ti?

- Nunca tuve esa seguridad, porque nunca fuiste capaz de...

- ¡No me lo admitía ni a mi mismo! ¿Cómo se supone que te lo admitiera a ti?

- ¡Porque yo necesitaba esa certeza! De haberla tenido...

- ¿Habrías huido conmigo?- La expresión de Hermione cambió, pasando de la rabia a la confusión- No. No lo habrías hecho.- sonrió con tristeza- Ni aún entonces lo habrías hecho.

- De haber estado convencida de que...

- No, Hermione. No te mientas ni busques excusas que no existen. El saberlo no habría cambiado el final de esto.- ¿Por qué la palabra "final" sonaba tan macabra? ¿Por qué Draco parecía tan cansado?- Y tampoco sirve de mucho ahora, ¿no es verdad?- ¿Qué se suponía que respondiera? ¿Qué podía responder? De todo lo que Hermione era capaz era juntar y separar los labios, incapaz de dar sonido a palabra alguna.- Fui un estúpido al pensar que si venía aquí y te explicaba, que si te decía lo que pasó...- su expresión era triste otra vez- Pero ya no importa. Lo has dejado más que claro, y aunque no lo creas te lo agradezco- sonrió, si a esa mueca forzada se le podía llamar sonrisa- pues al menos así podré ahorrarme nuevas humillaciones.- sus ojos, mientras hablaba, habían adquirido una frialdad que ella apenas recordaba de otros tiempos.

- ¿Humillaciones? ¿Piensas que es tu orgullo lo único afectado?- ¿por qué de pronto estaba tan molesta otra vez?- ¡Mataste a mis padres, Draco! Y vienes aquí a pedirme que simplemente lo olvide y le de una oportunidad a lo nuestro ¿No ves acaso lo enfermizo que sería?- mientras hablaba, la rabia dentro de ella parecía ir creciendo. Rabia contra él, si... pero mucho más contra sí misma- ¿Cómo podría despertar junto a ti cada mañana si al hacerlo, mi estómago se revuelve al pensar que duermo con el mismo hombre que mató a mis padres?

- Anoche no parecía importante...- su sonrisa torcida y su rostro inclinado hacia un lado, era en él un acto de defensa que ella debió haber reconocido; pero no lo hizo.

- ¿Sabes el asco que siento al pensar en lo que pasó anoche?- el rostro de Draco se demudó de golpe- Para todo lo anterior tenía la excusa de la ignorancia, pero ahora... Ahora me siento... "Sucia"...- por un largo instante ninguno dijo nada.- ¿Curioso no? Tú primer insulto hacia mí fue precisamente ese: "Sangresucia"... Lo triste es que recién ahora en verdad me siento así: "Sucia". Sucia, por dejar que me tocaras, y más sucia aún por disfrutarlo...

- ¡Cállate!- exclamó él entre dientes, apretando los puños, los ojos entrecerrados y la cabeza inclinada en actitud amenazante. Sin duda sus palabras lo estaban hiriendo.

- Y lo único que quiero es dejar de sentirme "sucia" cada vez que me miro al espejo y pienso en todas las veces que me entregué a ti... Y te odio por ello... ¡Te odio por hacerme sentir así...!

Por un instante, sus ojos empañados por las lágrimas le impidieron ver al joven frente a ella. De lo contrario, hubiese notado el abrupto cambio en su expresión, la sombra que se posó en sus ojos y la postura aparentemente relajada que adoptó su cuerpo, que no transmitía relajo alguno para aquel que pudiera ver la desesperanza que comandaba su nueva actitud, mientras la frase "Te odio" se repetía en su cabeza una y otra vez.

Hermione notó el incómodo mutismo generado entre ambos cobrar mayor fuerza. Como si una corriente de frío lo envolviera todo, dificultando incluso la respiración. Llevó sus manos a secar sus lágrimas, aún inconsciente de las palabras dichas, cuando notó que él, sin detenerse a recoger su capa desde el piso, y en una pasividad que le era inusual, caminó hasta la salida.

Estaba a solo unos pasos de ella, que seguía inmóvil, mordiéndose el labio, cuando se detuvo y pasó sus largos dedos por su cabeza, como si con ello quisiera ganar tiempo para escoger las palabras correctas. Pero al girar hacia ella su rostro, no parecía haberlas encontrado.

Ni siquiera hubo un adiós. Ni un gesto previo al sonido de la puerta del cuarto, ni algún ruido que interpretar antes que dejara su hogar completamente. Y aún pasaron unos segundos de absoluta inmovilidad, para que Hermione lograra comprender el alcance de sus palabras y la desesperación se apoderara de ella.

Y cuando dejó el cuarto, se encontró a Coockshanks, pegado a la puerta de salida, expectante. ¿También él esperaría su regreso? Por un efímero instante, en su gatuno rostro, Hermione creyó adivinar un gesto de recriminación, mientras ella no dejaba de preguntarse: "¿Será posible que haya dicho que lo odio?".

-HP-

Blaise Zabini no había tenido las mejores experiencias en el área del amor, razón por la cual no entendía del todo la actitud de Draco frente al rechazo de la Sangresucia. Ya hacía cinco años habían roto; prueba de ello fue la larga convalecencia de la que él debió sacarlo en base a distractores que consistían en sexo, trabajo y... bueno... principalmente sexo.

Pero los reclamos con que Astoria lo había mareado al recibirlo, le dejaban en claro que ese elemental distractor no iba a ser suficiente esta vez.

- ¡Ni siquiera me deja entrar al cuarto, Blaise!- chillaba la rubia, mientras él escogía algo para beber de la licorera, con extrema pasividad. Astoria lo había sacado tan temprano de la cama, que necesitaba algo fuerte para volver en si- Aguardé toda la noche aquí parada, a la espera de una disculpa por dejarme sola en medio de esa ridícula boda. Pero cuando llega finalmente, todo mojado y medio vestido, en vez de darme una maldita explicación, me dice que me largue... ¡¿Qué me largue?! ¿Por quién demonios me toma?

- No por el amor de su vida, claramente- sonrió Blaise, agitando la copa de licor entre sus dedos. En general Astoria le agradaba más que otras chicas, o más bien, le disgustaba menos, pero en estos momentos, le parecía francamente insoportable.

- No se trata de amor, Zabini...- había puesto sus manos en las caderas y alzaba una ceja- Sino de respeto.- y el moreno no pudo dejar de sonreír ante el comentario. "No se trata de amor" ¡Si la rubia estuviera al tanto de que se trataba precisamente de eso!- ¡Si tan solo supiera con quien pasó la noche!

Para Blaise, la idea de soltar el nombre de Granger resultaba casi tentadora. Sin duda una escena en que la rubia le cayera a golpes a la castaña era algo que él quería ver; pero Draco no estaría tan contento si se enteraba quien había divulgado el secreto, sin importar lo noble que fuera la intención.

Además, Astoria no era tonta. Ya tenía a la sangresucia entre sus sospechosas, y no tardaría mucho en hacer las cuentas que él había hecho y comprender que el haber estado con McLaggen incluso después que Draco se había ido, no tenía por qué servir de coartada; y que si el rubio había llegado empapado, tenía que haber estado caminando por el Londres Muggle- donde vivía dicha mugrosa- ya que hacía un par de meses que el Ministerio había colocado un hechizo sobre las calles del Londres mágico, para evitar que la lluvia afectara a los transeúntes.

Seguro que Astoria se percataría de ese detalle una vez que la rabia se esfumara.

Confío en tí, Astoria...

Al terminar su copa, intentó calmarla, convenciéndola de que se fuera y lo dejara todo en sus manos. Él se encargaría del bienestar de Draco y también, por supuesto, de lo que más importaba a Greengrass: ser avisada tan pronto el rubio saliera de su cuarto. ¿Con qué objeto? Blaise no tenía puta idea.

Una vez que Astoria dejara el apartamento, el moreno se dirigió al dormitorio de su amigo, donde le bastaron un par de intentos para dar con el contrahechizo que permitió abrir la puerta.

La habitación estaba en penumbras a causa de las cortinas aún sin descorrer. La cama, hecha un desastre, y en medio de ella, Draco Malfoy, con todo y zapatos mojados, estaba tendido boca arriba. No necesitó acercarse demasiado para ver que tenía los ojos abiertos.

- Supongo que Granger no ha perdido su encanto si es capaz de dejarte hecho mierda otra vez- exclamó, acercándose. Pero Draco no hizo movimiento alguno, por lo que al cabo de un rato, Blaise se limitó a quitarle los zapatos y murmurar un hechizo para terminar de secar la ropa.

- Me odia...- masculló el rubio, más para sí que para el moreno. No despegaba los ojos del techo.

- Encamarse contigo ha sido una curiosa forma de demostrarlo.

- Le doy asco...

- Y yo aquí pensando que solo Pansy era capaz de sentir asco por alguien y aún así abrirle las piernas.- una sonrisa cómplice se dibujó en los labios del rubio ante ese comentario.

Hacía dos años, la última vez que se embriagaron de verdad, Blaise había dejado escapar los detalles de su corto romance con Pansy Parkinson y los motivos de su separación. Afortunadamente, Draco no cambió su comportamiento con él después de entonces, y aunque, en un principio, Blaise pensó que eso se debía al efecto amnésico del alcohol, habían momentos como este en que comprendía que recordaba todo. Simplemente no lo juzgaba por ello.

- Desearía que me gustaran los hombres...- susurró el rubio desde la cama- si pudiera amarte a ti, todo sería más fácil, ¿no crees?

- Pienso que seguiría siendo fatídico, considerando que no eres mi tipo.- y ambos rieron. Era bueno reír en momentos así.

Luego de administrar las pociones sedantes que pensó le ayudarían a dormir, y recordarle que lo necesitaría completamente repuesto al día siguiente, dada la cantidad de reuniones con que iniciarían la semana, salió del lugar. Llamó a su secretaria y pidió consiguiera un elfo doméstico de confianza- de esos que los asistían de cuando en cuando ahora que, gracias a las estúpidas leyes de protección de las criaturas mágicas de las que Granger era responsable, no se podían simplemente comprar y heredar- para que velara el sueño de su amigo.

Deseos no le faltaban de hacer una visita a viejos conocidos para encontrar un obsequio que enviar a Granger... No algo mortal, por supuesto. Con mandarla por un tiempo a San Mungo se conformaba. Incluso podía imaginarse haciendo una visita a la mugrosa en su sala de Hospital para revelarle el por qué de su castigo... ¡Era tan agradable soñar a veces!

Afortunadamente para Granger, ese día no podía gastarlo con ella. No cuando Lovegood había accedido a que él pasara esa mañana junto al Hijo de Theo, a solicitud del mismo niño.

Blaise no se consideraba a sí mismo con un don particular para los mocosos, pero Theodore le agradó desde el momento en que se lo encontró en Diagon Alley, y aunque sabía que esto se debía en gran parte al enorme parecido que tenía con su padre muerto, también estaba el hecho de que al niño le agradara estar con él, y quedaban pocas personas en el mundo de las que Blaise Zabini pudiera decir algo parecido. Podía ser incluso que Draco y ese mocoso fueran los únicos.

Además, era interesante tener de vez en cuando una actividad distinta al trabajo. Con el chico se salía completamente de ese contexto para entrar a un mundo en que sus acciones tuvieran más efecto que el de generar dinero. Más aún: estando con él, se sentía una mejor persona.

No es que Blaise buscara realmente una redención a sus pecados. Draco podía aspirar a eso, por estar en un camino intermedio. Él, en cambio, habiendo sido un mortífago en toda la extensión de la palabra, estaba jodido hasta la médula, y era una verdad que aceptaba sin entusiasmo ni pena. Era parte de la vida que le había tocado vivir, así como lo era la temprana muerte del padre al que nunca conoció; el rechazo de una madre que probablemente jamás lo quiso; la idealización de un amor no correspondido, y su posterior fracaso al creer alcanzarlo, por la causa más insospechada de todas. En cierto modo, el descubrimiento fue una bofetada a su vanidad, de la que nunca se recuperó.

Aún recordaba lo que había sentido cuando el llanto de Pansy mojaba su mejilla, cuando los ojos de la joven se posaron en los suyos abriendo la posibilidad a algo que él creía imposible.

Pansy Parkinson había sido, en todos los sentidos, su primer amor. Nunca, hasta que la vio cogida de la mano de Draco en cuarto año, había pensado en sentir algo por una chica. Había estado con varias, era cierto, pero sin jamás sentir nada de lo que debía sentir un idiota enamorado, y siempre lo atribuyó a que ellas no eran Pansy.

La joven nunca ocultó sus sentimientos por el rubio, y él fue incapaz de ocultar del todo los suyos por ella. Y entre más decía ella amar a Draco, más imposible le parecía tenerla y más empeño ponía en idolatrarla. ¿No debió notar que ya su subconsciente intentaba protegerlo de la verdad? Si Draco no se hubiera marchado; si Pansy no se hubiese sentido sola y traicionada; si no lo hubiese buscado por ser amigo del otro y si no hubiesen bebido hasta la embriaguez, Blaise podría seguir idolatrándola en su bendita ignorancia.

Pero ella se había sentido sola, y aunque en medio de sus sollozos y borrachera no dejaba de repetir que le asqueaba su negra piel, se había entregado a él. Y él, para entonces dolido por la traición de Draco, estaba decidido a aceptar el ofrecimiento sin condiciones. Esa noche, descubrió que el rubio jamás había tocado a Parkinson y entendió también, para su sorpresa, que tampoco con ella sentía nada.

Culpó al alcohol la primera vez y a la no correspondencia de sus sentimientos la segunda, pero entre más intentaba encontrar algo en las noches que compartían, más se quedaba sin nada que culpar al no encontrarlo.

No podía decir cómo llegó a la conclusión realmente. Solo sabía que un día, mientras ella lo besaba desesperada, él comprendió que ya no podían seguir así. Ella lo culpó a él, por no ser Draco. Y él la culpó a ella, por no ser hombre.

Durante días intentó negarse a sí mismo sus conjeturas. Pero entre más se ponía a prueba, más firme era su convicción. La noche en que quiso confesarlo a Theodore en busca de desahogo, descubrió que este se había ido. Ya no quedaba nada para él en Hogwarts, y participar más activamente en la guerra se ofrecía como un potencial distractor a todo, y estuvo en lo cierto.

No volvió a dar demasiada importancia a sus preferencias en la cama, hasta cuando todo había acabado, resolviendo que los tiempos de paz eran un mal terrible para aquellos que buscaban evadirse.

Pero consumar lo largamente evitado tampoco fue un alivio a sus tormentos. Le era demasiado difícil aceptarlo como para disfrutarlo, e incluso el intento de relación que mantuvo con un atractivo joven de sus esporádicos años de estudio, debió ser terminado cuando el otro se negó a mantenerlo en la clandestinidad.

Aún así, había llegado a un arreglo tolerable con la vida que consistía en encamarse con cuanta mujer se le cruzara por delante. Consideraba que había logrado hacer de ello un arte, y disfrutaba de ese logro más que de la consumación misma del acto. Para complacer los aspectos insatisfechos de esas relaciones, recurría al mundo muggle, donde podía peregrinar en busca de lo que quisiera con mayores libertades. El amor estaba descartado de las prioridades de su vida, o al menos ese tipo de amor.

Suponía ya que algo tenía que ver con esa carencia afectiva las esperanzas que había depositado en el pequeño Theodore. Durante años, su amistad con Draco había logrado llenar ese espacio, pero sabía que el rubio no lo necesitaba en realidad. Para el chico, en cambio, podría representar un buen reemplazo de la figura paterna ausente. Quizá sería ese pequeño, lo más cerca que estaría jamás de ser padre.

Sabía que Thomas ya había adivinado esas intenciones en él. Y sabía también que el muy estúpido pensaba que a él también lo movía un entrañable amor por Lovegood. ¡Si el muy imbécil supiera!

Afortunadamente, ese día no hubo necesidad de soportar las miradas molestas del eterno enamorado de Lovegood, ni sus bufidos. Al parecer aún no se había aparecido por casa de la rubia cuando él llegó en busca del pequeño.

Acompañados por el viejo elfo doméstico, del que pocas veces lograban separar a Theodore, y a quien Lovegood había terminado por aceptar como inamovible protector de su hijo, recorrieron Diagon Alley en busca de helados, golosinas y nuevos juguetes que podían ser interesantes. Aunque la palidez de la piel del chico, contrastada con la negrura de la suya lo delataba en todo momento, no faltaban los escasos de inteligencia que le preguntaban si se trataba de su hijo.

Él no se molestaba en negarlo y curiosamente, Theodore tampoco. Quizá estaba demasiado entusiasmado con sus juguetes nuevos como para notarlo; o tal vez, como él, también disfrutaba con la idea de llenar ese vacío.

- Irás a mi fiesta de cumpleaños este viernes, ¿verdad?- preguntó el chico cogido de su mano, mientras caminaban de regreso a casa de la rubia. El elfo, jadeando de extenuación, los seguía murmurando algunos reclamos a sus espaldas.- Tío Dean dice que todos están invitados.

- Conque tío Dean dice eso, ¿eh?- sonrió, imaginando la cara de Thomas si lo veía aparecer.

- Si. Y dice también que puedo escoger el pastel más grande de todos...- algo cambió en el ambiente. Al principio Blaise no supo decir qué, y siguió escuchando al niño, mientras describía las golosinas que habían encargado.- ¿Te gustan grajeas de pimienta, tío Blaise?

El elfo.

Un estremecimiento recorrió su espalda al notar que el viejo Trisbus ya no se oía a sus espaldas y se giró en su búsqueda. No había rastros de él.

- Tío Blaise...- siguió el niño.

- Será mejor que nos apresuremos.- dijo intentando aparentar calma, aunque la varita estaba fuera de su bolsillo y preparada antes de pensarlo. Había muchas razones por las cuales el elfo podía haberse quedado atrás, pero el instinto le decía a Blaise que debía sacar al chico de ahí cuanto antes.- Tu madre debe estar preocupada y...

- ¡EXPELLIARMUS!

- ¡TÍO BLAISE!- gritó Theodore, al ver la varita de este volar lejos de su mano, mientras el moreno posicionaba al niño rápidamente a sus espaldas, en un instinto de protección.

- Tiempo sin vernos, Zabini...

-HP-

Dean Thomas sabía que no se había comportado bien la noche anterior. El alcohol en su cabeza, nublaba sus pensamientos. Eso, y los celos que despertaban en él, cada vez que Luna mencionaba a Blaise Zabini. ¿Sería posible que todo lo que él había hecho por ella fuera en vano comparado con lo que ese maldito había conseguido en esos últimos meses?

Tanta rabia había sentido ante esa idea, que ni aún se percató de que al marcharse enfurecido dejaba a Luna sin acompañante. Al despertar, recién comprendió su descuido, y encontrar la chaqueta que llevaba el día anterior, a los pies de su puerta esa mañana, le había dado a entender que muy probablemente Luna la había tirado ahí, sin siquiera tocar el timbre o dejar una nota, para dejar en claro que no lo quería ver nunca más. ¿De qué otro modo podía interpretar aquello?

Luego de beber varias tazas de café muggle para terminar de quitar la borrachera, se convenció de que lo mejor era pedir disculpas a la joven cuanto antes. Con esa intención acudió a la casa de Xenophilius, donde creyó la encontraría, pero el hombre le informó que había dejado el lugar muy temprano. Esto solo sirvió para aumentar aún más la ansiedad en Dean, por lo que prácticamente corrió en dirección al hogar de Luna, pensando, mientras caminaba hasta ella, cuál sería el mejor modo de exponer sus disculpas, y si habrían posibilidades de que ella lo perdonara.

En esos pensamientos estaba cuando, en mitad del desolado sendero que conducía a la casa, distinguió el llanto de Theodore, mezclándose con la voz de una mujer que le gritaba por que se quitara de en medio. Corrió cuán rápido pudo, distinguiendo a su paso el cuerpo inconsciente del viejo Trisbus, pero no se detuvo hasta unos metros después cuando el espectáculo completo se descubrió a sus ojos.

Blaise Zabini, al parecer víctima de algún hechizo macabro, yacía en el suelo en medio de un charco de sangre, mientras uno de sus brazos, en movimientos torpes, intentaba quitar al pequeño del campo de la bruja, que insistía en gritar al lloroso niño que se quitara de ahí de una vez, sin que Theodore se soltara del cuerpo caído.

Todo ocurrió demasiado rápido como para que Dean tuviese tiempo de pensar, y por lo mismo, cuando repasara los hechos luego, se convencería de que había actuado más por instinto que por otra cosa cuando con su varita, y antes que la bruja se percatara de su presencia, la atacó por la espalda, mandándola a volar por los aires. Comprobó la indemnidad de Theodore antes de enviarlo por ayuda a casa de su madre y, sin siquiera detenerse a pensar de quién se trataba, aplicó un hechizo contenedor en Zabini, para detener la sangre, de donde fuera que escapase, hasta que llegara el auxilio.

Solo entonces caminó hasta la bruja inconsciente en el piso, tomando el resguardo de apuntarla con la varita en todo momento, asqueado ante la idea de que esa mujer hubiese sido tan inhumana como para atacar mortalmente a alguien frente a un niño pequeño. Y en sus negros cabellos y piel aceitunada, aunque muy cambiada por lo que sea que le había tocado vivir en esos años, descubrió ante él a Parvati Patil.

-HP-

Hermione no quería dejar el cuarto donde se había encerrado esa mañana. Recordaba todos los episodios de su vida en que se había sentido miserable y sabía que este era el peor de ellos.

Siempre había evitado pensar en Draco o en lo ocurrido a sus padres, buscando refugio en su trabajo. Pero ahora, gracias a la estúpida idea que había tenido de invitar a Cormac McLaggen, y al desastre en que había terminado esa idea, no estaba segura de poder regresar a su oficina el lunes.

¿A qué regresar? ¿A soportar la humillación de ser despedida por algún motivo ridículo que encubriera las argucias de Cormac por vengarse de ella? No le sería difícil en lo absoluto, mientras Tiberius McLaggen tuviera las influencias que tenía en aquel lugar. Y todos sabían cómo consentía a su sobrino el viejo Tiberius.

Si. Estaba segura de que ya no tendría empleo si intentaba volver. Y aunque lo tuviera, ¿no se encargaría de todos modos Cormac de cobrarse en algún modo? ¿Valía la pena soportarlo por un trabajo que, después de todo, tampoco le gustaba demasiado?

En otros tiempos, Hermione Granger había soñado con generar grandes cambios en el mundo mágico. Pero luego de la corta victoria conseguida con la liberación de los Elfos domésticos, había sido relegada a trabajar tras un escritorio, donde, aunque hacía un buen trabajo, no hacía nada importante.

Siempre pensó que aquel "ascenso" que tuvo al sector administrativo se debía a que los altos funcionarios del Ministerio no habían quedado del todo felices al perder a sus sirvientes. La felicitaron en público, pero la odiaron internamente y se encargaron de transformarla en alguien más inofensiva. ¿Todo funcionaría así en el mundo?

Y como no tendría un trabajo como distractor, estaría condenada a pensar en él. En Draco. En lo que había dicho a Draco y en el modo en que su bello rostro reaccionó ante sus palabras. Lo había herido, lo sabía, y aunque por un lado se alegraba de haber puesto fin de una vez a cualquier esperanza de reconciliación, por otro lado se aborrecía por haberlo hecho. ¿Merecía Draco algo así después de todo cuanto había hecho por ellos? Había momentos en que pensaba que sí, pero generalmente la respuesta era negativa.

En eso estaba, cuando Ginevra Potter, con una ojeras que daban clara cuenta de lo tardía que había sido su retirada de la fiesta el día anterior, apareció en su hogar, pidiéndole la acompañara al departamento de su hermano, para distraer a James mientras ella ayudaba a Daphne a arreglar los últimos detalles de su luna de miel.

Hermione dudaba mucho que Daphne necesitara ayuda para algo en la vida, y creía que en verdad Ginny había ido en su busca para obtener los pormenores de la noche anterior y satisfacer su curiosidad. Prueba de ello fue lo rápido que comenzó con las preguntas una vez la convenció de acompañarla. "¿Notaste el modo en que Malfoy te miraba?", "¿Cormac lo notó?", "¿McLaggen y tu ya son novios?" "¿Lo hicieron anoche?".

Y aunque Hermione solo respondió con evasivas, sin querer contar nada de lo ocurrido, Ginny hizo sus conclusiones de todos modos, adivinando que su amiga había tenido sexo la noche anterior y que se arrepentía infinitamente de ello. Su error estaba en pensar que el protagonista había sido Cormac.

- Vamos, Hermione, ¡no es tan malo!- intentó consolarla, Ginny- McLaggen no es el tipo ideal para encamarse estando ebria, pero no creo que sea tan imbécil como para hablar de ello en tu trabajo.

- Pues yo creo que si es suficiente imbécil como para hacerlo.- comentó Daphne, que acomodaba más y más vestidos en una maleta mágica. Ginny intentó rebatirla y continuar dando ánimos a su amiga, hasta que recibió una lechuza de su madre explicando que la necesitaba en la madriguera de forma urgente.

- ¿Estarán bien si las dejo solas un rato?- preguntó la pelirroja, examinando a las aludidas, mientras tomaba a su hijo de entre el vestido de novia que el pequeño se había encargado de arrastrar por el suelo.

Hermione por un instante se sintió tentada de huir con ella, pero no quería dar a Daphne la impresión de escabullirse. Además, la rubia parecía demasiado ocupada escogiendo las medias adecuadas para el viaje, como para darle importancia a ella. Si mucho tendría que soportar su indiferencia.

Lamentablemente para Hermione, no bien Ginny se había ido, los ojos azules se giraron hacia ella, con una expresión sagaz, difícil de evadir.

- No fue McLaggen con quien pasaste la noche, ¿verdad?- preguntó y Hermione sintió los colores subir a su rostro.

- Dudo que eso sea de tu incumbencia.

- No... no lo es. Pero mi hermana me envió una lechuza esta mañana, muy molesta porque a causa de mi estúpida fiesta, no había vuelto a ver a Draco hasta después que amaneciera.

- Tu hermana debe ser muy torpe si pierde novios con tanta facilidad.

- Supongo.- sonrió la rubia con suficiencia, como si algo de lo dicho confirmara su teoría.

- Sabes, Greengrass...

- "Weasley"- corrigió Daphne.

- ¿No crees que ahora que eres la mujer de uno de mis mejores amigos, deberíamos intentar al menos tolerarnos?- Hermione lo planteó con toda la calma que pudo, pensando que Daphne no era tonta, y sabría ver el por qué de su ofrecimiento. Todos esos años debían haberla hecho madurar algo, ¿no?

Pero en lugar de la tranquila aceptación que ella esperaba por parte de la rubia, lo que tuvo frente a ella fue una sonrisa burlona, seguida de una serie de carcajadas descontroladas.

- ¿Quieres que seamos amigas?- preguntó con sorna, llevando las manos a su boca para contener la risa, ante la incrédula mirada de Hermione.

- ¿Se puede saber por qué me odias tanto?- preguntó al fin. Daphne debía odiarla, estaba segura. No había otra explicación a su comportamiento con ella.- Si es por Ron, te aseguro que entre él y yo jamás...

- ¿Crees que es por eso?- volvió a reír Daphne.- ¿En verdad crees que me siento intimidada por lo que sea que Ron pudo sentir por ti? ¡Vamos, Granger! Se supone que eres inteligente, no me hagas ponerlo en duda- la miraba con expresión lastimosa, pero sin dejar de sonreír.

- Se puede saber entonces ¿por qué? Yo nunca te he hecho nada que...

- No se trata de algo que hicieras, sino de tu actitud.- Hermione la quedó mirando, sin comprender.- Tú y yo nunca podremos ser amigas, porque eres una hipócrita, y si hay algo que yo detesto más que nada en el mundo, es la hipocresía.

- ¿Hipócrita? ¿Y en qué modo he sido yo una...?

- Siendo una trabajólica amargada que antepone principios morales imbéciles a su propio bienestar, y aparenta que eso la hace feliz.- Daphne se había colocado sobre la cama, con las piernas cruzadas, sonriendo con suficiencia. Parecía dispuesta a hablar por mucho rato.- Podrías ser feliz con solo quererlo, con solo tomar lo que se te ofrece en bandeja de plata, pero en lugar de eso, arrojas tu felicidad por los suelos, y finges ante los demás, convenciéndolos de que tu admirable superioridad moral es todo lo que necesitas.

- Daphne... no tengo idea de lo que estás...

- Draco.- sus azules ojos adquirieron una seriedad mortal.- Tú serías feliz con él, y lo sabes. Pero tus ridículos principios te lo impiden. No quieres que los demás te juzguen por estar con un exmortífago. No quieres que piensen que antepones tu felicidad a lo correcto. Quieres que los demás te admiren por lo que estás dispuesta a hacer a cambio de mantenerte intachable para ellos. Pero déjame decirte una verdad, querida: A nadie le importa una mierda lo que hagas.

Por un largo instante ninguna de las dos dijo nada, hasta que Hermione comenzó a mover la cabeza de lado a lado.

- No tienes idea de lo que estás diciendo.

- ¡Oh! Es verdad...- exclamó con hilaridad- No estoy considerando ese miserable acto de maldad perpetrado por Draco ¿cierto?- Hermione palideció.

- ¿Cómo sabes que...?

- ¿Qué? ¿Qué mató muggles mientras estuvo a las órdenes del Señor Oscuro? ¡Todos ellos lo hicieron, Granger! Era parte de ser mortífago. Que tú no lo quisieras ver hasta el final, es porque hasta para eso has sido una hipócrita. Lo peor es que en tu hipocresía lo arrastraste a él. Aunque claro, tu moralidad sí acepta herir a un mortífago, ¿no?

- Si supieras lo que ocurrió...

- No necesito saberlo, Granger.- se encogió de hombros.- No son los hechos los que importan, sino la importancia que damos a esos hechos.

Hubo un largo instante de silencio en que Hermione pensaba que Greengrass jamás entendería. No podía comprender nada.

- Lo que más rabia me da,- siguió la rubia- es que lo tenías todo para ser feliz y lo despreciaste, solo para vivir en tu jodida autocompasión... ¿Sabes? Hubo un tiempo en que de verdad te envidiaba, y si fueras feliz ahora probablemente seguiría haciéndolo...

- ¿Es por eso que me odias? ¿Por envidia?

- No. Como dije, podría envidiarte, si fueras feliz, pero no lo eres. Por eso no es envidia lo que siento por ti, sino rabia.- Hermione la quedó mirando sin comprender. Daphne bajó los ojos por un instante sonriendo triste- Para quienes hemos debido afirmarnos con uñas y garras a las pocas cosas buenas que la vida ha puesto en nuestro camino, aquellos que desprecian la felicidad que se les sirve en bandeja, nos resultan odiosos... Es como si estuvieras sediento en medio del desierto y tuvieras enfrente a alguien que derrama el agua de su cantimplora, ni siquiera para dárselo a otro, sino simplemente para autoinmolarse. El problema es, Granger, que a nadie beneficia tu dolor. A nadie...

Daphne se levantó de la cama, caminando hasta la maleta para intentar cerrarla, con lo que Hermione pensó había puesto fin a la conversación, pero no habían pasado ni diez segundos, cuando la rubia volvió a hablar.

- Me preguntaste una vez como hago para que las cosas horribles que me han ocurrido no me afecten. Te lo dije entonces pero no lo comprendiste, así que te lo repetiré: tomo el jodido episodio y lo reescribo. No lo olvido... recuerdo muy bien toda la mierda que hubo en mi infancia y si, ya que seguro estás pensando en eso, sí recuerdo a los imbéciles que me violaron... es imposible olvidar algo así, pero no le doy poder sobre mi vida. No dejo que mi vida sea descrita en base a ese episodio porque dejar que mi vida sea definida por una tragedia es darles la victoria de mi dolor.

Al tocar el tema de lo ocurrido aquella noche en Diagon Alley, Hermione recordó por qué siempre había admirado secretamente la valentía de Daphne Greengrass. Pero no podía dejar de pensar que lo ocurrido a ella misma era incluso peor.

- Y lo más terrible es que pareces creer que Draco es tu enemigo, cuando en realidad tanto tú como él tienen un adversario común.

- ¿Te refieres a Voldemort?

- No, boba... La guerra. A todos nos afectó de un modo u otro...

- Tú no entiendes, Greengrass... Hay cosas tan terribles que...

- ¿Y en verdad crees que solo te pasaron a ti?- la rabia volvió a posarse en el rostro de la rubia.- ¿Crees que para Draco fue muy fácil tener por tía a una demente que lo obligaba a participar de sus crímenes a base de torturas y amenazas? Conoció los efectos del Cruciatus en carne propia, antes que ninguno de nosotros. Le dieron una tarea imposible, amenazando de muerte a sus padres. ¿Piensas que fue sencillo para él aceptar que por negarse a matarte a ti, los condenó de todas formas? ¿Te has preguntado alguna vez por qué terminó enfrentando a Voldemort o por qué le avergonzaba la marca que había tomado? Ni siquiera dejaba que yo la viera, aunque todos sabíamos que estaba ahí.

- Lo sé...- ¿Qué más podía decir?

- ¿Lo sabes? Era un niño, Granger. Un niño de dieciséis años al que le tocó vivir algo que no entendía. De algún modo, tú lo curaste de eso... Cambió por ti en una forma que dudo alguien haya podido cambiar antes de él. Pero luego, fuiste incapaz de ver al hombre en que se había convertido y lo juzgaste por las acciones del niño que fue. No viste el hecho de que se metió en medio de una guerra por ti, cuando la valentía no era lo suyo. Para ti nunca fue más que un jodido mortifago, moralmente inferior a ti, como todos... La culpa no es algo de los slytherin, ¿sabes? Pero por ti, por haber tenido la mala idea de enamorarse de ti, ahora se siente culpable de los crímenes a los que tú das tanta importancia y puede que incluso termine casado con esa arpía que es mi hermana, solo para terminar de castigarse.

- ¿Astoria?

- Sí... con Astoria.- Daphne la miraba expectante, como si por primera vez le importara oír a Hermione decir lo que fuera que tuviera que decir. Pero Hermione no podía dejar de pensar en que la rubia no entendía lo que había ocurrido.

- Quizá... Quizá sea lo mejor...- murmuró Hermione al fin, y la expresión de Daphne se endureció.

- ¿Y luego me preguntas por qué te odio?

Por suerte para Hermione, el regreso de Ginny puso fin a la conversación.

-HP-

Blaise, algo más repuesto en su sala de hospital, no dejaba de repetir lo mucho que odiaba deber algo a Thomas, pero comprendía que ahora tendría con ese idiota una deuda de por vida.

- Lo único bueno de todo esto- dijo a Draco- es que he tenido oportunidad de comprobar que algo te importo, ya que dejaste de lamentarte por un rato y viniste a verme.- sonrió complacido, ante lo que el rubio esbozó una sonrisa difícil de interpretar.- Por cierto, ¿cómo es que has logrado escapar de Astoria? Creí que estaría custodiando tu...

- ¿Y quién ha dicho que lograra escapar de mí?- oyó decir a la joven que ingresaba al cuarto. Lo que siguió a ello fue el interminable monólogo de la rubia, deplorando las instalaciones de San Mungo, exponiendo los cambios que podrían hacerse si tuvieran un mecenas como lo había sido Narcissa Malfoy en otro tiempo, y criticando el sistema judicial en el mundo mágico, que dejaba andar libre por la calle a criminales como Patil.

Draco, al oír a Blaise explicar que no tenía intenciones de levantar cargos contra Patil, intercambió con el moreno una mirada de extrañeza, seguida de la comprensión. Blaise supo entonces que algo adivinaba el rubio respecto a las razones que tenía para no hacerlo.

Blaise no tenía deseos de explicar a nadie sobre el último encuentro que sostuvo durante la guerra con Parvati Patil. Fue la tarde en que Draco acudió al rescate de la sangre sucia, directo a la trampa de Marcus Flint.

Carmichael debía asegurarse que Patil dejara el lugar, o ese había sido al menos el mandato de Flint. Blaise había participado junto a muchos mortífagos, y estaba más o menos acostumbrado a compartir con psicópatas. Pero Eddie Carmichael tenía la peculiaridad de que, además de sádico, era inteligente, lo que lo hacía doblemente peligroso para sus víctimas.

Blaise aún podía recordar los gritos desesperados de Patil luego que Carmichael, en lugar de mostrarle la salida, la retuviera para su placer personal. Blaise sintió los ojos de la joven clavarse en él, clamando por ayuda, y pensó que en verdad la chica debía estar muy desesperada como para pedir ayuda a un mortífago. Quizá en otras circunstancias se habría molestado en frenar a ese sádico, pero en esas horas en que la vida de Draco dependía de que él lograra formular un buen plan, tener a Eddie divertido con ella le ganaba tiempo para acudir a Snape. Quizá por eso mató con tanta facilidad al mortífago cuando tuvo la oportunidad posteriormente. Nunca supo qué pasó con Patil, y si tenía que ser franco, le importaba poco.

Pero no por eso desconocía los motivos que tenía la morena para acabar con él, y lo que menos quería Blaise Zabini en esos momentos, era que esos sucesos salieran a la luz. Si levantaba cargos, toda esa mierda se haría pública.

- Lovegood puede decir que es noble de tu parte no levantar cargos- seguía la rubia- pero yo creo que es en verdad bastante estúpido, y...

- Ya déjalo Astoria.

La joven no parecía muy contenta con el tono hosco con que Draco la interrumpió, pero cambió la expresión rápidamente sin darle importancia, y aceptó salir cuando el rubio le dijo que debía hablar a solas con Blaise, haciendo incluso bromas antes de irse y despidiéndose de Malfoy con un beso en los labios que duró bastante más de lo necesario.

- ¡Que chica más encantadora!- expuso el moreno cuando ella se había marchado. Por respuesta tuvo algo similar a un gruñido.- ¿Y cómo lo hiciste para que te perdonara? Esta mañana parecía en verdad enfadada luego que la plantaras en la fiesta.

- Tenemos un arreglo.

- ¿Y ese arreglo consiste de casualidad en que seguirás con ella mientras evite reclamarte nada?

- Algo así...

- ¿Por qué lo haces?- el rubio alzó una ceja sin comprender- Puede que tu dinero le atraiga más que tus otros dones, pero eso no la convierte en una mala chica. ¿Por qué ilusionarla?

- ¿Quién dice que intento ilusionarla?

- Vamos, Draco... Ambos sabemos que Astoria nunca será la Señora Malfoy.

- ¿Por qué estás tan seguro?- la indiferencia del rubio comenzaba a irritarlo.

- ¿Piensas casarte por despecho?

- No veo por qué tendría que esperar, a mi edad mis padres ya tenían un heredero.

- Si... Pero Lucius amaba a tu madre. ¿Qué pasará cuando Granger tenga antojo de ti otra vez?- Draco sonrió con tristeza.

- Ha dejado más que claro que eso no volverá a pasar.

- Lo mismo hizo hace cinco años si mal no recuerdo.

- Ahora es... diferente...- Blaise lo observó aún por un largo instante, en tanto Draco le mantenía la mirada.

- Sigo pensando que es un error.

- ¿Y qué sugieres que haga?

- ¿Me lo preguntas a mí?- rió Zabini. Ambos sabían que no era el más indicado para hablar de amor.

-HP-

Hermione no se presentó a trabajar el lunes. Verdaderamente lo había intentado, pero luego de sumergirse en pensamientos desagradables que consumieron su mañana, no encontró una razón para hacerlo. Ni aún se sintió con la fuerza suficiente para inventar una excusa a su ausencia. Por lo mismo, no le sorprendió del todo recibir la visita de Harry esa misma tarde.

Pero contrario a lo que ella esperaba, el muchacho no preguntó en ningún momento por el motivo de su desgano, ni intentó desviar la conversación, como acostumbraba hacerlo, hablando de los aburridos casos que se acumulaban en el Departamento de Aurores.

Simplemente pidió pasar y tomó asiento frente a ella, sin esperar mucha invitación. Por largos instantes, Hermione, envuelta aún en bata y con el cabello revuelto, lo contempló expectante. Parecía nervioso, pero extrañamente resuelto.

- Hace un tiempo dijiste que ya habías superado lo de Malfoy...-comenzó de un momento a otro. Tan de sorpresa tomó a Hermione, que ni siquiera intentó rebatirlo- Y debo admitir que quise creerte, aunque en el fondo sabía que no era así.

- ¿Y qué te hace pensar que no?

- ¡Vamos, Hermione! No había que ser muy perceptivo para darse cuenta de cómo se miraban.

- Pues te equivocas. Yo en verdad he superado ese asunto.- Harry sonrió con burla.

- Bien... entonces no haré esto por ti, sino por Malfoy...

- ¿Perdona?- exclamó la joven. ¿En verdad Harry quería decir que lo antepondría a ella?

- Lo siento, Hermione, pero hasta ahora siempre he pensado solo en ti, en lo que tú decías querer o no querer, y en lo que todos parecían pensar que era mejor para ti. Pero en la boda de Ron me di cuenta que no eres la única afectada en esto y no me parece justo no hacer nada por él, cuando fue gracias a él que ganamos la guerra. ¿O has olvidado eso también?

- No sé qué es lo que pretendes, Harry Potter, pero comprenderás que nada de lo que me digas puede cambiar lo que Draco hizo. ¿En verdad crees que puedo perdonarlo? De los demás puedo aceptar eso, pero de ti, que sabes la verdad, me parece ridículo.

Harry no dijo nada por un largo instante, pero lejos de considerar las palabras de la joven, parecía más bien preparar la mejor manera de empezar a hablar.

- ¿Recuerdas lo mal que juzgué a Severus Snape antes de saber la verdad?

- ¡No puedes comparar a Draco con él! Snape lo hizo como parte de un plan elaborado por Dumbledore.

- Si... mató a Dumbledore como parte de un plan. Lo que no sabes, es que Severus Snape fue también el culpable de la muerte de mis padres.- Hermione abrió los ojos aturdida. Harry nunca lo había mencionado antes- Él fue quien dijo a Voldemort de la profecía. Estoy seguro que es algo que lamentó toda su vida, y fue en parte el motivo por el cual trabajó para Dumbledore durante tanto tiempo; pero lo cierto es que él sí quería que mi padre muriera. Solo cuando mi madre murió también vino el arrepentimiento.

Hermione no podía dejar de mirarlo, sin dar crédito a lo que oía. ¿Cómo era posible algo así? ¿No había sido Harry el más preocupado en rescatar el cuerpo de Snape y limpiar su imagen a los ojos del mundo? Según Ginny, había pensado incluso en nombrar a su hijo en honor al viejo profesor, y desistió sólo porque ella se opuso.

- Todos cometemos errores, Hermione.- siguió Harry.- ¿Pero qué sentido tiene el castigo cuando se ha aprendido del crimen cometido?

- ¿Crees que no he intentado perdonarlo? Pero no importa cuánto lo intente, no encuentro modo alguno de justificar el que matara a muggles inocentes... Fueran mis padres o no, no debió matarlos...

- ¿Has pensado que solo tenía dieciséis años?

- No importa la edad, Harry. Ni tú ni yo lo habríamos hecho solo por salvarnos.

- Es verdad... tú habrías preferido morir...- clarificó él, con voz cansada.- Pero pretender que él hiciera lo mismo, es exigir un comportamiento heroico según la idea mitificada que tienes de heroísmo. Tú te habrías negado y asumido consecuencias, porque es el modo en que enfrentas las cosas, pero no puedes pedir a él que actúe según tus principios. No puedes esperar ese tipo de heroísmo de un adolescente que está aterrado, que sabe que si no mata lo matarán a él, y que ese castigo se extenderá también a los que ama.

Hermione separó los labios por un instante, dispuesta a decir algo, a rebatirlo. Pero no encontraba las palabras.

- Malfoy puede no ser mi persona preferida en el mundo,- siguió Harry,- y puedo cuestionar muchas de sus decisiones, pero algo que le reconozco es que está dispuesto a hacer cualquier cosas por aquellos que ama.- Harry acomodó los anteojos sobre su nariz y fijó en ella sus ojos verdes.- Estuvo dispuesto a todo por ti, Hermione. A morir por ti, cuando corrió a tu rescate, y a ser el maldito esclavo del monstruo que mató a sus padres, todo por salvarte.

- ¿Por qué haces esto, Harry?

- Porque tú pareces incapaz de ver el daño que estás haciendo, y él no se merece eso.

- Y tú, ¿no fuiste tú capaz de ver el daño que hacías con tu silencio?

Harry sonrió triste ante el comentario, mientras se colocaba de pie, depositando un diminuto frasco de líquido color plata, en la mesa frente a Hermione.

- Precisamente por eso, Hermione...- En sus ojos había culpa, pero también determinación.- Porque ya una vez hice mucho daño con mi silencio, es que no quiero que vuelva a ocurrir lo mismo.

Hermione observó el frasco plateado con desconfianza.

- ¿Qué es eso?- preguntó.

- Ya que estás dispuesta a juzgarlo por las acciones de una noche, será mejor que sepas todo lo que ocurrió esa noche.- Hermione rió nerviosa. ¿Harry se había vuelto loco? - Rodolphus Lestrange tuvo la "amabilidad" de entregarnos su punto de vista.

- ¿Pretendes que vea morir a mis padres?

- No lo sé Hermione. Sólo tú puedes decidir si eso es todo lo que hay por ver ahí.

El silencio volvió a reinar en el ambiente cuando Harry cerró la puerta, sin que Hermione pudiera despegar sus ojos del frasco que el moreno dejaba atrás. ¿Creería en verdad Harry que aquello podría cambiar algo? ¿No había admitido ya Draco que él los había matado, sin estar bajo los efectos de ningún hechizo?

Había sido su decisión hacerlo, y en opinión de Hermione, nada podía cambiar eso. Nada.

Con rabia, se puso en pie ágilmente y tomó el frasco entre sus manos para llevarlo a la chimenea, y sostuvo el plateado líquido sobre las llamas conjuradas por la varita por espacio de varios segundos. No quería verlo. No entendía del todo qué intentaba hacer Harry con todo eso, pero ella no tenía por qué someterse a esa tortura. ¿Para qué? ¿Era necesario agregar una imagen a la verdad que la atormentaba por las noches?

Curiosamente, cuando el timbre volvió a sonar, y el frasco amenazó con resbalar entre sus dedos, se aferró a este instintivamente, para salvarlo de las llamas. Por largos instantes siguió con él ahí, solo observándolo, hasta que el timbre insistió. Con cuidado, y un inusitado miedo, dejó el objeto sobre la misma mesa donde Harry la había puesto. Estaba segura que era él quien tocaba el timbre, seguramente para seguir con su charla de hermano mayor, y no quería que adivinara que lo había movido siquiera.

Pero al abrir la puerta, no fue con los verdes ojos de su amigo con los que se encontró, sino con unos ojos azules que no veía hacía mucho, mucho tiempo. Tenía el cabello rubio, algo más estropeado que en sus días de Hogwarts, cortado en una melena y llevaba algo más de maquillaje de lo que Hermione le habría recomendado usar. Pero en lo demás, era la misma.

- Hola...- sonrió, mordiéndose parcialmente el labio, en un gesto que evidenciaba algo de vergüenza ante su atrevimiento, aunque Hermione no podía saber entonces el por qué de ello.

- Hola, Lavander.- intentó sonreír, pero al instante siguiente, y sin que ella comprendiera nada, Lavander Brown había comenzado a llorar.

-HP-

Dean sintió el efusivo abrazo de Luna como una puñalada mortal. No supo qué marcó la diferencia realmente, o si solo hasta ahora estuvo lo suficiente preparado para asumir la verdad, pero ese abrazo, uno que se parecía a muchos otros, pero que por ser más intenso era más fácil de apreciar, estaba cargado de agradecimiento.

"Agradecimiento", se repitió una y otra vez en su cabeza durante los minutos siguientes. Nunca como entonces había apreciado cuán lejos estaba ese gesto de cualquier sentimiento que él esperaba de ella.

Luna seguía hablando de Theodore y de las impresiones que este parecía tener de lo sucedido, de lo poco que lo había afectado al tener un final feliz, y de cómo preparaba ya un nuevo dibujo que llevar a Zabini al día siguiente, con deseos de una pronta recuperación. Pero los pensamientos de Dean no podían estar más lejos de todo ello.

- Lo increíble es que Blaise ha dicho que en un momento Theo alzó su mano contra Parvati y ella salió impulsada varios metros más atrás...- seguía Luna, tomando asiento junto a la mesa mientras extendía a él una taza de té humeante.- Por supuesto Theo no es muy consciente de ello aún, pero, ¿te das cuenta? ¡Aún no cumple cinco años, y ya es capaz de hacer magia sin varita!

- Recuerdo que su padre era bueno en ello...- interrumpió Dean, en lo que podría haber sido un comentario amable, pero el nefasto tono utilizado, llamó la atención de Luna.

- ¿Ocurre algo?

- Pensaba en que... No importa cuánto lo intente... Jamás conseguiré que estando conmigo o hablando de mí, tus ojos se iluminen en el modo en que lo hacen cuando hablas de él...- su mirada, que hasta entonces había permanecido fija en el tazón, se giró a ella, cuya expresión era difícil de interpretar.

- Dean...

- Lo sé... Tú fuiste clara al decir que no debía esperar nada más, pero no podía evitar esperarlo. Todo este tiempo no he hecho más que... ¡Oh, Dios! ¡Qué tonto he sido!- sonrió, pero con tal tristeza en su expresión, que la joven inclinó la cabeza de pura lástima.- Todo este tiempo no me he dedicado más que a la inútil empresa de luchar contra un fantasma, albergando esperanzas en que de un día a otro te darías cuenta de cuánto te amo...

- Lo sé, Dean... Sé que me amas, pero...

- No lo digas, Luna...- sonrió débilmente- fue también parte de mi imbecilidad pensar que mi amor podría bastar para ambos, cuando desde el principio debí haber comprendido que no existe modo de transformar el afecto en otra cosa.

- De verdad lo siento...

- No tienes nada que sentir. Desde el principio dejaste todo claro y no has hecho más que mantenerte fiel a ti misma, que es una de las cualidades que más admiro de ti.- su mano tomó la de ella y la llevó a sus oscuros labios, depositando un ceremonioso beso, justo antes de ponerse de pie.- Me quedaré hasta el cumpleaños de Theodore. Después de eso... Creo que lo mejor será dejar Londres por un tiempo...

- ¿Y dónde irás?- él se encogió de hombros.

- Aún no lo sé, pero sé que es lo mejor...

Por un largo instante se extendió el silencio entre ambos, hasta que Luna dejó la silla, para envolverlo en un nuevo abrazo, y él besó su rubia cabeza a modo de despedida. Pero no se despedía de ella, sino de la largamente albergada idea de que ella llegara a amarlo. Recién comprendía que eso no ocurriría jamás.

- Te extrañaré...- susurró ella, y él la apretó aún con más fuerza.

-HP-

Hermione no había vuelto a pisar los pasillos de Azkaban desde la tarde en que ingresara ahí, oculta tras el rostro de Nimphadora Lupin, pretendiendo rescatar a Theodore Nott. Rememorar esa época, curiosamente, no provocaba en ella el alivio de la superación, sino la nostalgia por la felicidad de otros tiempos. Era irónico, y jamás lo habría admitido con nadie más, pero fue precisamente al terminar la guerra, que sus problemas comenzaron, aunque solo pudiera dar como razón de ello, el haber desconocido la verdad antes.

Aguardando en la sala a que trajeran a la prisionera, Hermione se preguntó una vez más si no lamentaría el haber cedido a los ruegos de Lavander. Pero era tanto lo que la rubia había insistido y llorado frente a ella por su amiga, que no conmoverse habría sido imposible.

Según el relato de la chica, Parvati había llegado a ella, semanas antes de que la guerra acabara, en condiciones inimaginables. "Ella sabe que fue un error lo que hizo, Hermione. Sabe que puso en riesgo tu vida y que tienes derecho a odiarla por ello, pero si tú supieras cuánto ha sufrido y sigue sufriendo, entenderías que no estaba bien cuando lo hizo..."

Hermione la dejó hablar sin replicar nada. ¿Qué podía decir? ¿Que no había vuelto a pensar en Parvati Patil nunca? ¿Que lo memorable de aquel episodio para ella fue el que Draco Malfoy acudiera en su rescate? ¿Qué la tragedia que recuerda de ese día es la muerte de Severus Snape? ¡Tanto había ocurrido a consecuencia de la traición de Parvati, que nunca dedicó un pensamiento a los posibles motivos de la morena!

Y sin embargo, ahí estaba, acudiendo a hablar con quien una vez la quiso muerta; quien, según Lavander, pagó con creces su traición y se había mantenido oculta desde entonces, viviendo a medias y bajo mil disfraces. Pero no fue hasta que el auror reingresó, ubicando a su prisionera en la silla, que Hermione comprendió en parte la magnitud de su miseria.

- ¡Con que Lavander fue por ti, después de todo!- exclamó. Y su rostro, surcado por feas cicatrices que mermaban la belleza de otro tiempo, se contorsionó horriblemente en una expresión de desprecio.

El cabello, cortado a la altura de los hombros, parecía una maraña reseca en la que se distinguían tempranas canas. Pero lo más terrible eran sus ojos, de cuencas profundas y una dureza que hizo a la joven temblar.

- Cree que puedo ayudarte...

- ¡Esa estúpida!- bufó, dejándose caer pesadamente contra el respaldo, en tanto su mirada examinaba a Hermione con expresión divertida.- Sigue creyendo que puede hacer algo por mí...

- Puede que Lavander tenga razón.- su voz sonó menos amistosa de lo que ella esperaba.- Al parecer Zabini no presentó cargos por tu ataque.- Patil sonrió con sarcasmo.

- ¡El magnánimo Zabini! Casi olvido que es un jodido converso. Cuando lo vi en Diagon Alley, tan tranquilamente caminando, mientras yo debía mantenerme oculta de todos, la rabia no me dejó pensar en nada más que en lo injusto que era todo y en lo mucho que lo quería muerto... Por eso lo seguí...- dijo, con la tranquilidad de quien refiere un hecho sin importancia.

Hermione la observó por varios segundos en silencio, sorprendida de que la morena se limitara a mantener su mirada, con un desprecio que ella no esperaba. A todos llamaba la atención el que Zabini no levantara cargos por lo ocurrido, lo que muchos atribuían a un gesto de retribución ante el perdón concedido a él mismo. Hermione, en cambio, adivinaba ya que había algo más, pero no creía que fuese un buen momento para ahondar en ello, no cuando había prometido a Lavander a hacer lo posible por sacar a la joven de ese lugar.

- ¡O sea que estoy aquí por lo que te hice a ti!- la interrumpió la morena. La entonación usada estaba lejos de denotar el arrepentimiento que Hermione había esperado.- ¿Curioso no? A los mortífagos se les perdonan sus crímenes, pero a mí no se me deja pasar ni un jodido secuestro, sin importar los años transcurridos.

- Los cargos fueron hechos antes de que la guerra acabase. Como no había rastros de ti, nunca tuvimos tiempo de someterlo a juicio.

- Y de haberlo hecho, ¿me habrían perdonado tan fácilmente como a Zabini?- Hermione se dispuso a decir algo pero Parvati, inclinándose hacia delante, con sus manos esposadas colocadas como apoyo sobre la mesa, la interrumpió.- No... no lo habrían hecho. ¿Crees que no sé que hasta Percy Weasley debió pasar un tiempo aquí? A quienes más sufrimos con todo esto no se nos perdona la menor falta.

Hermione sabía que desde el punto de vista de Paravati Patil podía resultar injusto, para ella misma resultó injusto muchas veces, pero la política del Ministerio aspiraba a un bien mayor. ¿No era eso al menos lo que había dicho Harry? Y ella no se había molestado en poner resistencia, porque Zabini era amigo de Draco, y el rubio lo necesitaba.

- Supongo que puede parecerte así, pero quiero que sepas que haré lo posible por ayudarte.- un atisbo de duda pareció dibujarse en el rostro de la joven, pero no duró más que unos segundos, siendo reemplazada por la rabia.

- ¿Por qué?

- Porque no veo cómo el que estés aquí pueda beneficiar a nadie.

- ¿Y has venido solo a hacérmelo saber?

Hermione pensaba replicar que lo había hecho por Lavander, porque la habían conmovido sus ruegos y la importancia que daba a su amistad con la morena. Según ella, su presencia en Azkaban podría tranquilizar a Parvati. Pero no explicó nada de eso, pues la respuesta que salió por sus labios fue más bien una pregunta largamente incubada.

- ¿Por qué lo hiciste?- los labios de la joven se curvaron en una escalofriante sonrisa.

- Porque te odiaba.- soltó sin más. Se diría que sus ojos negros experimentaban un gran placer al notar el dolor que provocaba en ella con sus revelaciones - No podría decirte el por qué realmente, pero creo que algo tuvo que ver con que él te quisiera a ti, sangresucia y todo, en lugar de mí.- Hermione abrió los ojos, sin comprender.- ¿Nunca te lo dijo? ¿No te contó cómo me fui a ofrecer a él y el muy imbécil me rechazó?- su oscura mirada examinó detenidamente en busca de algún cambio en su expresión- Y luego va y se enreda contigo, ¡Contigo! No eras más bonita ni tenías nada que pudiera ponerte en ventaja respecto a mí y, sin embargo, te quiso a ti. ¿Qué tenías tú que no hubiera en mí? Sólo había una diferencia obvia... ¡Y tú no dejabas de alardear de ello!- gritó de pronto, demudando su rostro, que ahora transmitía dolor. Hermione no se atrevía ni aún a hablar.- ¿Y tenía yo la culpa de ya no tener eso que tú enarbolabas como un estandarte de tu nobleza?

- Yo no sabía que tú y él...

- No seas estúpida. No fue por despecho... Lo que yo buscaba en él no tenía nada que ver con amor, pero si mucho con que él era un miserable a mis ojos, y en su estado indigno no tenía derecho a rechazarme. Pero al escogerte a ti, y tu aceptarlo, lo pusiste en un nivel superior a mí misma. ¿Podía yo valer menos que él? Tú me hiciste sentir como si así fuera...

Una tibia lágrima descendió por la morena mejilla, pese a su notorio intento de refrenarla. Por un largo instante se mantuvo en silencio, quizá porque hablar dolía demasiado, o porque esperaba una réplica, era difícil adivinar. Lo triste era que, a pesar de sus palabras, en su rostro se hizo evidente cuánto se arrepentía de lo ocurrido; lamentaba sin duda, todas aquellas ilógicas decisiones, comandadas por el odio, que habían extinguido lo bello o inocente que pudo haber en ella. Y Hermione no pudo dejar de sentir lástima por lo poco que quedaba de la bella joven que ella había conocido en Hogwarts.

- Pero ya te diste cuenta del monstruo que era en verdad, ¿no?- volvió a hablar la morena, con la locura brillando en sus ojos negros otra vez.- Por eso ya no estás con él. Ya sabes que es como los otros, tan maldito como todos los otros y tan innoble como ellos, ¿no es verdad?- se reclinó contra el respaldo de la silla y sonrió con suficiencia- Si... Ahora ves las cosas como yo...- Y Hermione no pudo evitar temblar ante la idea.

-HP-

Aunque cumplió la promesa hecha a Lavander e intercedió en el Wizengamot por Parvati Patil, el sentimiento que persiguió a Hermione mientras lo hacía, no era la lástima, sino el miedo. Miedo a que la morena estuviera en lo cierto: "Ahora ves las cosas como yo".

¿Y si en verdad ella y la joven tenían el mismo modo de interpretar los hechos? En opinión de Hermione, Parvati no podía ver más allá de su miseria ¿Y si era cierto que ella misma tampoco quería ver más allá de su propio dolor? ¿No era ese el reclamo que le habían hecho Harry y Greengrass?

Daphne Greengrass- pues jamás sería Weasley para ella- que había pasado por lo mismo que Parvati y quien sabe por cuántas tragedias más en su vida, y, no obstante, buscaba incansablemente su felicidad en un modo admirable.

"No son los hechos los que importan..."- había dicho la rubia, "si no la importancia que damos a esos hechos".

Daphne había tomado su desgracia y reescrito su historia, dando importancia a lo único que para ella significaba algo: el triunfo de su propia fortaleza al sobreponerse a su tragedia. Eso explicaba la palpable superioridad con que sus ojos miraban al mundo... y el por qué de su desprecio por ella.

Quizá Parvati tenía razón y ambas veían el mundo igual ahora. ¿No se enfocaba ella también en la perversidad de su tragedia, y se dejaba comandar por el dolor? La única diferencia es que ella no había traspasado el límite de la cordura.

¿Era en verdad eso lo que quería para su vida? Se preguntó. ¿Terminar como Patil, consumida por el infortunio? Y en su naufragio voluntario, ¿no arrastraba a Draco consigo?

Pero, ¿cómo perdonar? ¿No era eso una traición a sus padres?

"...Déjame decirte una verdad, querida: A ellos les importa una mierda... A nadie beneficia tu dolor".

Y aunque pudiera perdonar, ¿cómo ser feliz junto a él, cuando lo ocurrido sería un hecho latente en sus vidas?

"... Tomo el jodido episodio y lo reescribo. No lo olvido... pero no le doy poder sobre mi vida..."

Pero ella no tenía la fortaleza de Greengrass. ¿Cómo podía reescribir algo tan terrible? ¿Cómo podía dejar de dar importancia a su dolor?

"Ahora ves las cosas como yo".

No quería ser como Parvati... Pero, ¿podría ser como Greengrass? ¿Podía reescribir su tragedia y convertirla en victoria? No. No podía. Pero si al menos pudiera conocer los detalles de la historia, si al menos comprendiera el por qué de todo...

"Sólo tú puedes decidir si eso es todo lo que hay por ver ahí".

Y el plateado frasco que reposaba sobre su mesa, brilló con mayor intensidad que nunca cuando ella lo tomó entre sus manos y corrió en busca del Pensadero.

-Fin del Capítulo 26-

Y muy pronto, por este mismo canal, el capítulo 27 y final... luego el epílogo.

Título del siguiente capítulo: DRACO MALFOY

Cariños, Alex.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top