Capítulo 11: EL FIDELIO ROTO
"¡Ah!- se decía mentalmente- ¡Que me ame ocho días, nada más que ocho días, y moriré de felicidad! ¿Qué me importa el porvenir? ¿Qué valor tiene para mí la vida? ¡Y esa dicha inefable, esa felicidad celestial, puede comenzar ahora mismo, en este instante, si yo quiero!... Sólo depende de mí..."
ROJO Y NEGRO- Stendhal
Harry sentía el sudor coronando su frente, colándose por su cabello y humedeciendo su ropa. Intentaba abrir los ojos, pero estos no respondían. "Él" no quería que viera; no quería que conociera el motivo de su felicidad creciente. Y de pronto, cuando Harry creyó que alguna posibilidad tenía de lograrlo, de franquear aquella pared interpuesta entre él y los pensamientos de Lord Voldemort, una fuerza maligna lo empujó lejos de todo, de regreso a su cama. Y los verdes ojos del muchacho se abrieron desorbitados para encontrarse con que el sol ya había colado sus rayos por las viejas cortinas de la habitación. A su lado, con expresión preocupada, estaba Ginny.
- ¿Estás bien?- sus ojos marrones brillaban muy cerca de él.- Te oí gritar cosas y entré para asegurarme de que...- parecía recién notar la respiración agitada de Harry y el modo en que el joven insistía en evadir su mirada.- ¿Una pesadilla otra vez?- un asentimiento fue su respuesta.
Y entonces ocurrió algo que Harry no esperaba y que ninguno de los dos habría podido prever. Quizás fuera la ausencia de Ron en el cuarto, o la vulnerabilidad que había dejado como huella aquel sueño en Harry. O quizás fuera simplemente porque, aunque inconsciente, él sabía que todo el esfuerzo que ponía en alejarse de Ginny no tenía sentido cuando Lord Voldemort conocía sus sentimientos mejor que nadie. Aquel puente establecido entre ambos la noche en que la cicatriz marcó su frente, era un vínculo del que él aún no lograba sacar provecho, en tanto el mago oscuro, se valía de ello a su antojo.
Como fuera, en el momento en que la joven rozó la mano de él con sus dedos, tan inocentemente como lo había hecho tantas veces antes, un fuego interno se apoderó de Harry y sintió que nunca antes lo había tocado de aquel modo. Nunca antes había tenido tal necesidad de aferrarse a ella como si lo hiciera por última vez en la vida cuando en realidad, bien lo sabía, era la primera vez que la quería tan intensamente.
La primera reacción de Ginny habría sido retirar sus dedos y sonrojarse, pero al notar la mirada de Harry fija en aquel punto donde sus manos se tocaban, se mantuvo inmóvil y expectante, hasta que comprendió que él no hacía empeño alguno por evitarla esta vez, y movida por aquella impulsividad que solía apoderarse de ella cuando pensar era molesto, entrelazó sus dedos con los de él y apretó su mano, en un modo que seguramente lo habían hecho antes, pero que nunca le había parecido tan íntimo como ahora.
- Era "Él", ¿verdad?- preguntó ella. Él apenas asintió, sin dejar de mirar sus manos, sin hacer el menor empeño por mirarla a ella como si hacerlo fuera peligroso.
Y ella dejó que el silencio se prolongara entre ambos pues se sentía caminando sobre un frágil cristal que amenazaba con romperse en cualquier momento. Con Harry siempre era así y ella quería prolongar aquel contacto que parecía tranquilizarlo y que ella disfrutaba, por el mayor tiempo posible.
Pronto se percató de cómo la respiración del joven, en lugar de ir más lento aumentaba su frecuencia, al igual que los latidos de su propio corazón. ¿Tan terrible había sido el sueño? Se preguntó sin comprender, y tan distraída estaba resolviendo el misterio de aquella pesadilla, que el beso que Harry plasmó en el dorso de su mano la tomó por sorpresa, y el modo en que clavó en ella sus ojos después de eso, la terminó por confundir.
Él aún estaba con la mitad de su cuerpo oculto bajo la sábana y la otra mitad incorporado sobre la cama. Ella, frente a él, parcialmente sentada sobre el colchón, notó lo comprometedor de aquella posición, pero solo el rojo de sus mejillas evidenciaron aquel pensamiento, pues no hizo nada para cambiar aquello, sino por el contrario, inclinó su rostro hacia él para depositar en sus labios un beso tan imperceptible como un suspiro, y al instante siguiente sintió como la presión sobre sus labios aumentaba sin que ella hiciera el menor empeño por moverse.
Era él quien la besaba ahora. Era él quien tiraba de su mano para acercarla a su pecho y luego envolvía su rostro para profundizar el beso. Era él quien humedecía su boca con su aliento y acariciaba su lengua con la suya y revolvía sus cabellos entre sus dedos en un modo posesivo y desesperado que nunca antes había tenido con ella. Y, sin embargo, ella quería que siguiera así. Quería que la tocara y la besara en aquel modo, y que sus manos recorrieran su espalda y acariciaran su pierna y la alzaran; y después, en un solo movimiento, la apresara bajo su peso.
Las manos de Ginny viajaron a la espalda de él, por debajo de su húmedo pijama y acariciaron su piel mientras él devoraba su boca. Y ella pudo sentir por primera vez aquella parte del chico, no más bien del hombre, por cuyo amor había decidido aguardar con paciencia, y algo en ella se encendió. Algo que ni ella misma sabía que existía.
No hicieron el amor realmente. Fue más bien un simulacro del sexo. Comenzó como una lenta danza de sus caderas que fue haciéndose más rápida y errática. Ambos temblaban en la fría habitación, con los ojos muy abiertos el uno en el otro, la respiración agitada, la espalda tensa, la cabeza arqueada, el aliento cálido, y el acelerado latido de sus corazones inundándolo todo.
Harry la observaba aún con sus pupilas dilatadas al extremo de no dejar casi rastro del verde de sus irises. Ella notó como la mandíbula del joven se tensaba y apretaba sus labios antes de girarse sobre su cuerpo para quedar a su lado.
- Lo siento...- le oyó decir, y parecía pronto a buscar una explicación para lo ocurrido, pero Ginny no lo dejó terminar.
Se apoderó de su boca antes de que pudiese arruinar el momento, y él pareció comprender. Una sonrisa se posó en los labios de ella y por los minutos que siguieron a ello no hicieron más que mirarse, mientras sus respiraciones retomaban el ritmo habitual y ya no había latidos inundando la habitación, ni Harry parecía recordar el tormento de sus sueños, ni la cercanía de la guerra, o la expectativa de su propia muerte. Sólo por aquel momento, no quería pensar más que en aquella sonrisa que adivinaba en el rostro de la joven.
Y ella también guardó silencio. Ya habría tiempo después para contarle de la huida de Theodore Nott o de cualquier otro evento con que él quisiera atormentarse luego. Por ahora, lo quería sólo para sí, sin tener que compartirlo con ese mundo al que parecía empeñado en salvar.
-HP-
Draco debía admitir que Granger estuvo en lo correcto. Tras la huida de Theodore Nott, todas las miradas recayeron en él y en Daphne, siendo sometidos a un interrogatorio inútil donde, para sorpresa de Draco, no utilizaron Veritaserum. ¡Había que ver lo escrupulosos que podían ser los de la Orden durante sus interrogatorios! Sin duda los mortífagos les llevaban ventaja en lo referente a conseguir información.
Sin embargo, aunque hubiesen sido más agresivos, no habrían conseguido mucho, pues ambos habían tomado la precaución de ser vistos en todo momento durante el escape de Nott a fin de conseguir una coartada. La participación de Draco estaba bien resguardada gracias a sus habilidades para la Oclumencia y la rubia había aceptado- aunque a regañadientes- las pequeñas modificaciones que Granger hizo en su memoria a fin de borrar los detalles de su conversación con Lovegood; esto, claro, no sin antes hacer un sinfín de amenazas respecto a lo que pasaría si la joven incurría en algún error durante el proceso.
Así, mientras nadie considerara a Granger como sospechosa y ella insistiera en que había gastado aquella tarde en la biblioteca- algo no difícil de creer- no tendrían más que las sospechas y difícilmente llegarían a obtener información respecto a cómo llegar a Nott.
Draco habría querido felicitarse por el éxito de su improvisado plan, pero sabía que sin la ayuda de Granger- que no solo había tomado a cargo la ejecución del mismo, sino que también había sido quien planificara los detalles- nada de eso habría sido posible. No era ciertamente algo que él pretendiera admitir frente a la joven, pero lo quisiera o no, esta nueva faceta de Granger- una que él no conocía al menos- lo obligaban a verla ante una luz diferente.
Quizá fuera ese el motivo de que su mirada se detuviera en ella en esa mañana, mientras los ex Gryffindors elaboraban sus teorías respecto a las catástrofes que traería a sus vidas la huida de Theodore Nott, como si matarlos a todos y cada uno de ellos fuera la única preocupación en la vida del Slytherin. ¡Y luego lo llamaban a él egocéntrico!
Al principio, él sólo había ido de paso a través de la sala principal de la casa, donde estaban todos reunidos a esas horas. Iba a seguir su camino cuando los ojos cafés de Granger encontraron los suyos, con una expresión cómplice. En su regazo cargaba el feo gato que ella hacía llamar "Crookshanks"- como si la miserable mascota necesitara que le recordaran su defectuosa condición- lo que significaba que todo había ido según lo planeado. El collar hechizado que habían puesto al cuello del animal se había activado según lo previsto, guiándolo en su regreso, lo que debió ocurrir cuando Theodore ya estaba lo suficientemente lejos como para que alguien le diera alcance.
Tras aquella confirmación, Draco ni aún se molestó en hacer un gesto hacia ella para confirmarle que entendía lo que el regreso del gato implicaba, pues habían acordado ignorarse por un tiempo para que nadie comenzara a atar cabos respecto a su participación en la huida de Theodore. Estaba pronto a tomar las escaleras, cuando el idiota de Dean Thomas llegó a su lado a hacer amenazas respecto a las represalias que tomaría si "su amigo mortífago" hacía algo a Luna.
Draco se limitó a torcer los labios, ante la imbecilidad de aquella intimidación, y sólo cuando a las amenazas se sumaron los insultos, pareció dispuesto a responder, pero fue la preocupación que encontró en los ojos de ella lo que le hizo desistir.
Granger le había advertido la inconveniencia de generar nuevas rencillas ahora que Percy parecía empeñado en hacerlo caer, y aunque él se había reído de los miedos de la joven cuando ella los manifestó, debía admitir que Granger estaba en lo correcto. Por eso, apretó los puños, se mordió los labios, y haciendo una señal de asentimiento que descolocó por completo a Dean Thomas, salió del lugar sin decir más.
Mientras caminaba hacia los vacíos cuartos del último piso, intentando estar solo, se decía que no era bueno pensar en ella ni en lo que había hecho, pues no podía evitar que algo similar a la admiración se colara ahí, como un virus, como una enfermedad que amenazaba con quedarse. Un sentimiento que quizás estaba desde antes, aunque oculto, aguardando como un parásito por una oportunidad para expandirse y conquistar. ¿Sería que secretamente siempre había admirado a Granger? De ser así, el odio jamás le habría permitido admitirlo, y en los últimos meses, no se había permitido ver en ella más que una entretención, un medio para su desquite, un obsequio para su ego.
Pero no podía dejar de admirar el modo en que sus ojos brillaban ante la indignación por la injusticia, la pasión que ponía en la defensa de sus principios, dejando de lado incluso sus rivalidades con Greengrass y sus desavenencias con él; el modo en que parecía leer sus intenciones cuando él intentaba deshacerse de ella con los malos tratos habituales, y cómo lo había enfrentado pese al bochorno que le provocaban sus palabras, todo por hacer lo que consideraba era correcto. Hermione Granger era en verdad un ser admirable, aunque Draco se prometía jamás admitírselo a nadie y hasta lo incomodaba un poco admitírselo a sí mismo.
Pero Draco no era tonto. Sabía bien el rumbo que comenzaban a tomar las cosas. Por eso, apoyado en el marco de la ventana de uno de los cuartos, se repetía una y otra vez que tenía que dejar de pensar en ella. No podía permitirse aquello, no mientras el miedo se apoderara de él cada vez que analizaba las posibles consecuencias de aquellos sentimientos. ¡No! No podía dejar que las cosas avanzaran en esa dirección. No lo permitiría. No importaba que las preocupaciones, la convivencia estrecha y su abstinencia de nueve meses, tres semanas y cinco días, lo encaminaran en ese rumbo. Él no cedería. Jamás se permitiría tener por ella un sentimiento de ese tipo.
Abriendo la ventana de golpe se detuvo por unos minutos simplemente a respirar hondo, dejando que el aire frío inundara sus pulmones, sin pensar en nada. La sola idea de pensar en ella lo ahogaba.
-HP-
Todo había ocurrido demasiado rápido en opinión de Hermione. En un momento veía a Malfoy subir las escaleras y se debatía entre seguirlo o no, y al siguiente, Kingsley Shacklebolt informaba a Neville que el hogar de su abuela había sido reducido a cenizas, sin que la anciana mujer tuviera oportunidad de escapar de las llamas.
El silencio inundó el salón ante la noticia, y ni aún Neville profirió más palabras que un par de murmullos inentendibles que se oyeron a disculpa, aunque nadie sabía bien por qué, mientras hizo una silenciosa retirada a su cuarto. Hanna fue la única que se atrevió a seguirlo, mientras Kingsley explicaba a Tonks que ese no había sido el único ataque y que otros cinco hogares de miembros cercanos a la orden fueron destruídos, sin que sus habitantes corrieran mejor suerte.
Hermione habría querido preguntar cómo era posible que los mortífagos pudieran llegar a ellos, cuando eran supuestamente hogares tan protegidos por el Fidelio como el Hogar de los Black, y si no era posible entonces que atacaran el cuartel en cualquier momento. Pero la pregunta se quedó en su garganta, cuando sintió la firme mano de Remus Lupin apoyarse en su hombro, y su mirada clavarse en ella, más severa de lo que le había parecido jamás.
- Hermione, ¿podemos hablar?- y el labio de ella tembló sin que ella pudiera evitarlo, impidiéndole decir nada, por lo que se limitó a asentir.
Cuando ya estuvieron en el cuarto del hombre lobo, y este cerró la puerta tras ella, asegurándose de poner un hechizo silenciador antes de decir nada, la joven comprendió que su miedo había estado bien fundado. Lupin sospechaba algo, y ella temió que estuviera en lo correcto. ¿Sería posible que hubiese descubierto lo ocurrido con Nott? Pero ¿cómo? Se habían asegurado de no dejar cabo suelto y ella misma había escondido todo el Veritaserum disponible, sólo en caso de que se decidieran a usarlo. No había modo de que...
- ¿Sabes lo que es esto, Hermione?- la expresión del hombre era de un cansancio extremo, y de franca decepción, mientras exponía su mano frente a ella, apretando las yemas de sus dedos pulgar e índice uno contra otro, justo frente a sus ojos.
Al principio, la joven no pudo distinguir nada, pero cuando pretendía decir algo para manifestar su turbación, el cabello anaranjado al que Lupin hacía referencia se hizo evidente.
- Es el pelo de un gato.- siguió Lupin- Pero no de uno cualquiera, sino el de uno que tiene algo de Kneazle en él. ¿Sabes lo raro que es un gato así, y de este color en particular?- Hermione se mordió el labio sin responder. Lupin sabía que era de Crookshanks.- El auror que lo encontró en Azkaban tenía su teoría respecto a cómo pudo haber participado un gato en la huida de Theodore Nott, y he tenido que tomar mis riesgos para desmemoriarlo y evitar así que siguiera la pista de este cabello.- el hombre depositó el pelo en la mesa frente a ambos y tomó asiento en el lado opuesto a ella, observándola en silencio por un instante, sin que Hermione se atreviese a hablar. Tan impactada estaba ante la idea de que Lupin lo supiera.- Ambos sabemos a dónde lo habría llevado esa pista, ¿verdad?- Ella asintió, sin mirarlo aún.- ¿Por qué lo hiciste, Hermione?
- Porque era inocente...- recién entonces alzó la mirada hacia él, proyectando un valor que en verdad no tenía en ese momento- Porque usted lo sabía y aún así no hizo nada para defenderlo. Nadie iba a hacer nada y yo...
- ¿Creíste que sacarlo de Azkaban, arriesgando a Luna y a ti misma en el camino, era la mejor opción?
- Era la única forma de...- de pronto, Hermione sentía que su voz temblaba, y que sus razones ya no eran tan poderosas como le había parecido antes.
- No, Hermione... No era la única forma. Desde el instante mismo en que accedí a enviar a Theodore Nott a Azkaban, había planeado el modo de sacarlo de ahí, enviándolo a un lugar donde estaría seguro, y sin necesidad de arriesgar a nadie. Ahora, en cambio, Luna corre un peligro inminente y él mismo, si cae en las manos equivocadas, no tendrá posibilidad de escape.
- Pienso que lo menosprecia, profesor Lupin... ¿Es que no sabe acaso las cosas que Nott es capaz de hacer?
- Si, lo sé... Y por eso pienso que solo, y con la ayuda adecuada, habría podido estar seguro. Pero con Luna Lovegood a su lado no. Ambos sabemos que ella es su debilidad, y existen muchas posibilidades de que a estas alturas los mortífagos también lo sepan.
- Pues no creo que...
- Esta mañana informamos al padre de Luna de su desaparición...- Hermione apretó los ojos, sin comprender- No he tenido respuesta aún, pero ambos sabemos de lo que él es capaz por su hija... Ambos sabemos que no mide consecuencias...
Entonces la joven recordó la traición de Xenophilius Lovegood. Había estado dispuesto a entregarlos a ellos y al mismo Harry Potter- "Elegido" o no- a los mortífagos, con tal de recuperar a su hija. El problema es que Luna confiaba en él. ¿Sería eso a lo que Lupin temía?
- Sé que tus intenciones eran buenas...- siguió Lupin- pero ¿comprendes ahora que las intenciones no son suficientes? Hay muchas cosas que tú no sabes, Hermione...
- Las sabría si confiara en mí...- lo increpó ella, recuperando su valor de pronto. Porque, ¿no era cierto acaso su reclamo? Lupin les exigía confianza, pero no era capaz de compartir sus planes con ellos.- Puedo haberme equivocado, profesor, pero ¿cómo podría no hacerlo si usted no nos dice lo que ocurre realmente? ¿Cómo puedo saber qué hacer cuando no nos advierte ni aún que hay un traidor entre nosotros y que usted sabe quién es? Ni siquiera ha sido capaz de explicar el por qué no le pareció extraño que Snape nos salvara la vida a Neville y a mí, aquella vez en el bosque. No creo que fuera tan terrible explicar que creía inocente a Nott, o que tenía un plan para salvarlo. Al menos así habría podido consolar a Luna, en lugar de tenerla llorando como una loca y pidiéndome ayuda cuando creyó que una vez en Azkaban, Nott estaba perdido.- Lupin la observaba en silencio con una sonrisa triste dibujada en sus labios, que ella no era capaz de interpretar.- No habría estado de más saber cómo planeaba sacarlo de Azkaban y ponerlo a salvo, profesor. Porque en verdad no veo quien habría apreciado a Nott lo suficiente como para arriesgarse a ocultarlo tanto del Ministerio como de los mortífag...- y de pronto, la claridad llegó a la mente de Hermione y en su rostro se plasmó la incredulidad.- ¡Snape!
Y el gesto resignado de Lupin no hizo más que confirmar su deducción, pero el hombre lobo se negó a decir nada al respecto. No era el momento de explicar aquello según dijo, y ella no insistió. No podía hacerlo en ese instante cuando él parecía dispuesto a mantener el secreto de la huida de Nott y rogar por que las cosas salieran bien.
-HP-
Cuando Neville Longbottom apareció en su cuarto, pidiendo ayuda ni más ni menos que para escapar, Draco comprendió que el fin estaba cerca. Nunca había considerado que Longbottom tuviera cualidades particularmente destacables, pero si algo siempre atribuyó al Gryffindor era una lealtad inquebrantable. ¿Qué había ocurrido para que alguien como él quisiera dejar a la Orden?
- ¿Por qué recurres a mí?- preguntó Draco, desechando la idea de que el actuar del muchacho fuese producto de la cobardía, y es que la expresión de Neville reflejaba algo muy distinto. Era una decisión que había tomado yendo en contra de todo aquello en lo que creía, pero a la que se veía obligado.
- Pienso que eres el único que no juzgará mi decisión ni intentará convencerme de lo contrario.- El rubio lo contempló en silencio, sin decir nada. Neville no era del todo tonto al parecer, en lo que a juzgar reacciones se refería. ¿Cómo iba Draco a juzgarlo cuando, de estar en sus manos, él mismo habría huido hacía mucho?- Además, tienes acceso a muestras de poción multijugos, y Hanna piensa que nos podría ser útil para pasar desapercibidos por un tiempo.
- ¿Abbott?- preguntó Draco, alzando una ceja, y recién al notar las enrojecidas mejillas de Longbottom comprendió el tipo de relación que había entre él y la Haflepuff, algo que, con solo recordar como pasaban juntos todo el tiempo, parecía bastante obvio.
- Hace tiempo que su padre está enfermo, y como los mortífagos mataron a su madre, ella quiere ir junto a él. Sólo yo la retenía aquí, diciéndole que no se preocupara porque nada le ocurriría al Señor Abbott mientras contara con la protección del Fidelio y los de la Orden...- el triste tono de su voz era algo que incomodaba al rubio. No era común aquella actitud en un gryffindor, no cuando se caracterizaban por estar siempre llenos de un infantil optimismo. Era como si Longbottom hubiese madurado de pronto.- Pero si han podido llegar a mi abuela... si han podido matarla pese al Fidelio y todo lo demás...- sus ojos se posaron en los de Draco para examinar su reacción, y el rubio debió contener su expresión para no dejar traslucir su espanto al comprender lo ocurrido.
El hogar de los Longbottom estaba protegido por los de la Orden para hacerlo incluso una opción a utilizar como cuartel en caso de un ataque al lugar donde se hallaban. Si habían podido llegar a la abuela de Neville, podían llegar a ellos en cualquier momento. ¿Habrían sacado esa cuenta los demás? Si hasta Longbottom lo había hecho, dudaba que quedara alguien en aquel lugar que pudiera sentirse seguro en ese momento.
Neville dijo algo más, un par de explicaciones que Draco no se molestó en oír. En cierto modo lo entendía. Bastó con sostener la mirada a Longbottom para introducirse en su mente y comprender que proteger a la joven y su familia, salvar lo que quedaba por salvar, era para él una prioridad, algo que iba más allá de su lealtad y de dar la vida por lo que creía. Longbottom nunca había sido una oda a la inteligencia y, sin embargo, aquí estaba, tomando una decisión que, en opinión de Draco, merecía más respeto que la valentía idiota de los demás.
Pocas palabras más intercambiaron antes que Draco accediera a ayudar al muchacho y no pudo evitar incomodarse cuando, antes de salir, Longbottom le confesara, con todo el dramatismo característico de los Gryffindors, su idea de que la guerra sacaba lo mejor y lo peor de las personas, y que en el caso del rubio, el resultado había sido beneficioso.
Solo la penumbra de la habitación impidió a Neville advertir la tirantez sombría que adquirió ante sus palabras la expresión del rubio.
-HP-
- ¿Crees que la huida de Nott tenga algo que ver con esto?- preguntó Ginny. Hacía más de una hora sopesaban teorías respecto al modo en que los mortífagos lograron franquear el Fidelio sin llegar a ninguna conclusión.
Harry se limitó a negar con la cabeza en respuesta a la pregunta de la joven, que mantenía su suave mano sostenida sobre la rodilla de él, algo que había atraído más de una mirada, pero nadie había comentado nada, como si fuese algo esperable. Y era cierto: su relación con Ginny era predecible desde el inicio, incluso para Voldemort. ¿Por qué se había empeñado entonces en mantenerla alejada de todo? Cualquiera hubiese sido su razón en otros tiempos, ahora, mientras dirigía su mano a tomar la de ella y apretarla en un gesto íntimo que hizo colorear las mejillas de la joven, pensaba que nunca había tenido sentido.
La mirada que ambos intercambiaron no pasó desapercibida para Hermione. En los minutos previos, Harry le había hablado a Ron y ella de la indescriptible felicidad de Lord Voldemort, concluyendo que era eso, el haber podido franquear el Fidelio, lo que generaba en él tal emoción. La pregunta era ¿cómo? La joven se abstuvo de plantear aquello como obra de Percy, aunque sus dudas apuntaban a él, y al parecer, las de Lupin también.
¿Por qué si no los hogares protegido por el Fidelio, donde había algún Weasley alojando, no habían sido atacados? El hombre lobo se había encargado de renovar las protecciones, asegurándose de que la identidad del guardián secreto no fuera conocida por nadie, aunque Hermione estaba segura que entre los guardianes no habría ningún Weasley.
Pero renovar el hechizo sólo les ayudaba a ganar tiempo. Todos sabían que se aproximaba lo inevitable, y el que Harry finalmente se permitiera manifestar libremente sus sentimientos por Ginny, significaba en opinión de Hermione, que el elegido también estaba consciente de la cercanía del fin. Giró su rostro hasta encontrar los ojos de Ron, fijos en la rubia joven a su lado. Hacía solo unos minutos Daphne había vuelto a mostrarse tan devota a él como antes, luego que Ron la defendiera abiertamente frente a Dean y su nueva manía de acusar a los Slytherin como responsables de todo aquello.
Claro es que la defensa de Ron no buscaba salvar de la calumnia a todos los acusados, sino sólo a Greengrass, pero aún así, la rubia parecía contenta, como demostró al apoyar sus blancos dedos en el antebrazo de Ron, al tiempo que sonreía a él, en respuesta a su mirada.
Y Hermione no pudo evitar pensar en Malfoy.
Sabía que su relación con él bien poco tenía que ver con lo que había entre las parejas frente a ella. Él no la quería, y había dejado más que claro que aquello no cambiaría jamás. Sin embargo, ella no podía dejar de desear que las cosas fueran diferentes, aunque solo fuera para guardar alguna esperanza. Sabía que de él no podía esperar una declaración de amor, ni románticos paseos a la luz de la luna. Tampoco habría flores o galanterías, como en una pareja normal. Con él, no existía posibilidad alguna del mítico vestido blanco frente al altar. Junto a él, se anulaba toda posibilidad de una relación real.
Y pese a todo ello, mientras contemplaba a aquellos trágicos amantes frente suyo, se preguntaba si eso tenía importancia realmente. Ginny y Harry, por mucho que se amaran, tampoco tenían un lindo porvenir por delante. No era mejor el panorama para Daphne y Ron. ¿Podía alguno de ellos, por muy enamorado que estuviera, soñar con el futuro? No. Porque mientras el último Horcrux no fuera destruido, nada podían hacer. Porque mientras siguieran ahí escondidos esperando una oportunidad que parecía no llegar jamás, Lord Voldemort insistiría una y otra vez en darles caza. No había realmente mucho futuro que ambicionar. ¿Qué esperaba ella entonces?
Quizá en otro tiempo, el que Draco Mafoy no la amara sería una limitante. Quizá el que Draco Malfoy fuera un ex mortífago, lo habría hecho todo imposible. Quizá el que Draco Malfoy fuese simplemente Draco Malfoy, habría impedido que ella sintiera por él lo que sentía. Pero la guerra lo cambiaba todo.
La inminencia del peligro y la idea de la pronta muerte acechando siempre, restaba importancia a todo lo demás. A todos los "pero". ¿Por qué entonces ella se negaba a dar rienda suelta a lo que sentía, a permitirse unos segundos de romance, correspondida o no, en aquel mundo en que las esperanzas en el futuro perdían sentido y lo único importante era el presente?
"Te deseo", había dicho Malfoy. ¿A quién beneficiaba ella con no tomar de él lo poco que él quisiera dar, con tal de olvidarse de todo por un instante?
¿A quién ayudaba al negarse a vivir su amor, aunque fuera de mentira? Sacrificaba su orgullo y un buen par de principios, sin duda, pero ¿no había orgullos y principios más importantes en este tiempo? Sacrificaría su primera vez y todas las ideaciones románticas con que la había imaginado siempre. ¿Pero servía de algo esperar por un amor que le correspondiera, cuando lo más probable es que terminara muerta o ultrajada?
Sus ojos se clavaron en Greengrass, que había hecho aparecer una tetera y ofrecía su contenido a los presentes para calmar los nervios. Ella no creía tener la fuerza de la rubia para enfrentar las cosas. Hermione temía que algo así la destruiría... como a Parvati, cuyos ojos habían perdido para siempre el brillo que los caracterizaba en sus tiempos de Hogwarts. Parvati, que caminaba entre ellos como un fantasma. Parvati, cuyo rostro expresaba desconcierto al leer frente a todos la carta que sostenía entre sus manos.
Era la despedida de Hanna, anunciando su huida junto a Neville Longbottom.
-HP-
Draco pretendía inútilmente conciliar el sueño. No era posible con aquella sensación de desmoronamiento envolviéndolo todo. Temía que al despertar las cosas pudieran estar peor incluso de cómo las dejaba al dormirse. ¿Era eso posible? Sí. Lo era. Mientras el Señor Oscuro existiera, lo peor siempre era posible. Mientras los mortífagos siguieran las órdenes de ese mestizo, lo peor era inevitable.
Mortífagos, como él... Capaces de hacer las cosas que él había hecho. ¡Y luego venía Longbottom a decirle que en el fondo no era una mala persona! Igual que el idiota de Dumbledore y sus ridículas palabras.
"Tú no eres un asesino, Draco", había dicho el viejo. ¿Cuántas cosas, peores que matar incluso, no había hecho él después de aquellas ilusas palabras? Era un mortífago, la jodida marca en su antebrazo se lo recordaba siempre. No era mejor que los otros.
Prefería el odio sincero de la comadreja o el patente desprecio de San Potter. Incluso las infundadas acusaciones de Thomas eran para él más tolerables que las falsas esperanzas de una redención final. Porque para él no había redención. De eso estaba seguro. Ni aún habría podido dar una razón real, pero sabía que en su corto camino recorrido no había vuelta atrás, no cuando había sido marcado en el modo en que él lo fue, y no se refería con ello a la calavera de su antebrazo, sino a una marca mucho más profunda. Una que llevaba en el fondo de su alma.
El par de golpes que llamaron a la puerta lo sacaron de sus pensamientos por el instante que tomó colocarse la camisa abierta sobre el pantalón de su pijama. Al momento en que el rostro de "ella" apareció frente a él, sus lúgubres resquemores volvieron a atormentarlo.
Intentó preguntar por el motivo de su inesperada visita, cuando habían acordado no volver a hablarse por un tiempo a causa de la huida de Theodore Nott, pero Granger se escabulló entre él y la puerta, ingresando sin esperar invitación.
- ¡Neville y Hanna se han ido!- exclamó ella, adelantándose a cualquier pregunta por parte de él. Draco la contempló un instante en silencio, concentrándose en no dejar traslucir ninguna expresión, mientras cerraba la puerta.- Los mortífagos atacaron los hogares de gente cercana a la Orden, de casas que estaban protegidas por el Fidelio...- su fisonomía denotaba cierta desesperación, y su voz, rápida y entrecortada, parecía anunciar que las lágrimas correrían por sus mejillas en cualquier momento.- ¿Sabes lo que eso significa?
- Que Longbottom tenía buenas razones para huir.- dijo él, con voz anodina.
Hermione separó los labios para decir algo, pero las palabras no salieron de su boca. Malfoy tenía razón: Neville tenía buenas razones para huir. Todos ellos las tenían ahora que los mortífagos parecían prontos a dar con ellos, ahora que Lord Voldemort estaba cada vez más cerca de poner fin a la única esperanza de la Orden, en tanto ellos seguían con las manos atadas, sin encontrar una solución. Nada podían hacer hasta no tener la certeza de que Nagini era el último Horcrux, de lo contrario, cualquier intento por acercarse al Señor Oscuro, sería inútil.
Draco había caminado hasta la ventana y apoyaba su frente contra el frío vidrio. Hermione notó el desorden de su cabello y la actitud hastiada con que recibía la noticia.
- ¿Y tú?- preguntó Hermione, permaneciendo inmóvil a sólo unos metros de él, mientras se preguntaba por qué había ido a desahogarse precisamente con él.- ¿No quisieras poder huir también?
Draco giró sus ojos hacia ella con la cabeza aún inclinada y pasó sus dedos por los desordenados cabellos rubios a fin de peinarlos hacia atrás. Hermione se sintió extrañamente maravillada por aquel gesto sin importancia que le hizo recordar lo hermoso que era Draco Malfoy. Pensó que nadie así de hermoso podía ser malo realmente.
- ¿No quisieras poder hacerlo tú?- Le preguntó él de vuelta, con una de sus cejas alzadas y la inquisidora mueca de su labio enfrentándola.
- Aunque quisiera...- ella se encogió de hombros, sin despegar sus ojos de él.- No tengo a dónde huir...- sonrió triste.- Ni siquiera tengo alguien que me llore cuando muera pues borré cualquier rastro mío de los recuerdos de mis padres para ponerlos a salvo. ¿Sabes lo que es que tus propios padres vivan sin saber que tú existes?- rió amarga, al instante que los labios del rubio se rigidizaban más de los habitual.
- No... no lo sé...- ¿podía ser que sus ojos grises lucieran algo más oscuros que antes?- Porque mis padres están muertos.
Hermione sintió su estómago revolverse ante la indiscreción cometida y bajó la mirada al tiempo que un "lo siento" escapaba de sus labios. Era cierto. Los padres de Malfoy estaban muertos, con lo que Malfoy estaba tanto o más solo que ella en el mundo.
A menos que cuentes como familia a la psicótica de su tía.
Una inoportuna sonrisa se formó en sus labios ante este pensamiento, pero la hizo desaparecer al instante, mientras alzaba el rostro en busca del rubio para encontrarlo apoyando su hombro contra el marco de la ventana, los brazos cruzados sobre su pecho y los ojos grises fijos en ella. Su blanco pecho, surcado de tenues cicatrices dejadas por el sectumsempra de Harry, asomaba por la camisa entreabierta y Hermione pensó en que nunca se dejaba ver sin cubrir sus brazos, y entonces recordó la razón de ello.
- ¿Algo más de lo que quieras hablar,- preguntó Malfoy, con expresión ilegible- o ya puedo volver a la cama?- quería que ella se fuera, sin duda, aunque ella no podía saber por qué, menos ahora que una antigua duda se colaba en sus pensamientos.
- ¿Por qué tomaste la marca?- preguntó de pronto, sin poder contenerse. Pero contrario a lo que esperaba, la expresión del rubio no se mostró perpleja o triste, sino todo lo contrario: una sarcástica mueca se había dibujado en sus labios mientras inclinaba el rostro hacia un lado, examinándola.
- Porque quería...
- No.- se atrevió a decir ella- No pudo ser esa la razón.
- ¿Y cuál es tu teoría entonces, Granger?- había molestia en su voz, era evidente, y Hermione no pudo evitar maldecirse por tener esa manía estúpida de hacerlo enojar con sus preguntas.- Nadie me apuntó con una varita para que lo hiciera, si eso crees... Llevar la marca es un honor que sólo se permite a unos pocos.
- ¿Un honor del que te avergüenzas ahora?
Draco habría querido responder que no se avergonzaba, que estaba orgulloso, que era para él un privilegio llevar la marca cuando ningún otro Slytherin de su generación fue honrado de ese modo. Que muchos se hacían mortífagos, pero solo unos pocos eran dignos de ello... O esa era la mentira que había defendido siempre. Esa era la idiotez con que se había contentado cuando su brazo fue marcado, el embuste con que se engañaba a sí mismo para glorificar un acto que habría querido evitar a toda costa... Pero el arrepentimiento no cambiaba nada. No borraría de su mente lo que había hecho a causa de esa marca.
- ¿Te irás de una vez si digo que me arrepiento?- fingía una sonrisa, en actitud despreocupada, pero su molestia era evidente en el modo en que tensaba su mandíbula y apretaba sus puños.
Hermione no entendía en qué momento la conversación había llegado a eso, pero se alegraba de que así fuera. Se alegraba de haberse atrevido a tocar el tema para que él comprendiera que ella creía en él. Nunca se lo había dicho y quería, o más bien, necesitaba que él lo supiera. Quizá así Draco Malfoy dejaría de sentirse tan solo.
- ¿Sabes? El Profesor Dumbledore creía en ti...- comenzó ella, intentando explicar que ella también quería creer en él, pero Malfoy la interrumpió antes de poder agregar algo más.
- Si... creía en mí.- su expresión era sarcástica, ciertamente, pero cargada de una tristeza indescriptible- Y por eso está muerto.
- No, Draco... - ¿por qué había vuelto a llamarlo por su nombre?- Tú no lo hiciste al final... no lo habrías hecho...- intentó acercarse a él, pero la sonora carcajada de Malfoy la detuvo a sólo unos pasos de él, que, apoyando la espalda contra la pared, se sostenía el abdomen con las manos, como si la serie de carcajadas que habían hecho presa de él le resultaran dolorosas.
- ¡No tienes idea, Granger!- detuvo de pronto su risa.- No tienes idea de las cosas que he hecho.- "Odio" eso había en sus palabras. Pero Hermione podía ver que no era un odio contra ella, sino contra él mismo, lo que hacía todo aún más desconcertante.- No tienes idea del tipo de hechizos que usé ni de cómo los usé... - sus ojos estaban fijos en ella, con una expresión que no le había visto nunca, pero que solo podía resumir en una palabra: Dolor.- ¿Quieres saber en qué se diferencia la sangre sucia de los que son como tú, y la sangre limpia de los traidores? En nada.- sonrió, pero incluso aquella sonrisa solo transmitía espanto.- ¿Quieres saber cómo lo sé?- su expresión era más que sugestiva- ¿Quieres que te describa el nauseabundo olor de los intestinos al ser expuestos al aire, o cuántos minutos tarda el corazón en dejar de latir luego que utilizas un simple hechizo para desangrar a su dueño?- Los ojos de Hermione debían reflejar su horror, ella estaba segura, pero no había forma de evitarlo. ¿Quién podría quedar indiferente ante aquellas descripciones? Y él, ¿en verdad había vivido todo aquello? ¿En verdad había participado de las cosas horribles de las que hablaba?
- Y los gritos, Hermione...- fue entonces, cuando él usó su nombre, que ella se sintió de pronto transportada al infierno que era el mundo para Draco Malfoy.
Pudo compartir por un instante lo que él sentía. Pudo entender el horror que él ocultaba bajo su arrogancia y su sarcasmo. Nunca antes había compartido ella un momento así con nadie. Nunca nadie se había expuesto de ese modo frente a ella y no pudo evitar preguntarse si alguna vez Parkinson o Greengrass, o cualquier otro Slytherin, había podido verlo así.- Los gritos de las mujeres cuando son golpeadas, de los hijos cuando ven morir a sus padres. Las súplicas, la desesperación ante la muerte...- su mirada estaba perdida en algún punto muerto. Sus ojos más grises a causa de un horrendo recuerdo, y su voz... apenas un susurro.- Y la idea de que quizá podrías haber hecho algo para cambiar tu destino... quizá podrías haber ido con el viejo a tiempo a buscar protección, y quizá él podría haber sido de ayuda, y entonces no tendrías que pasar por nada de eso... Estarías seguro, en algún otro lugar, y no paralizado por el miedo, horrorizado ante lo que estás viviendo y comprendiendo que las cosas no van a cambiar... No para ti, al menos.
Hermione había hecho desaparecer los centímetros que los separaban sin él notarlo, y ahora colocaba sus cálidas manos a ambos lados de su rostro. El contacto era algo que Draco no habría querido ni deseado, pero sin duda necesitaba.
Cerró los ojos por un largo instante sólo para disfrutar aquella calidez inesperada, antes de atreverse a enfrentar los ojos de la joven que tan inmerecidamente se compadecía de él. Por qué lo hacía era algo que Draco no lograba comprender, y aunque recordaba vagamente que tenía buenas razones para obligarla a salir de ahí, y evitar que el beso se produjera- razones como el miedo a sentir por ella algo que no quería sentir- era tal la necesidad de lo que ella prometía, del tibio consuelo que ella podía darle, que evitó pensar en consecuencias... ya habría tiempo para pensar en ellas más tarde.
- ¿Lo entiendes ahora, Granger?- preguntó, sin saber realmente por qué había hecho aquella confesión, aunque presentía, temía más bien, que en el fondo quería que alguien lo supiera.- No soy una buena persona...
Pero Hermione no dijo nada. No sabía qué decir en aquel momento, y ya fuera por la celeridad con que latía su corazón, por el zumbido de sus oídos, por la belleza del rostro que tenía frente a ella, o porque simplemente era lo único que sintió podía hacer para aliviar en algo su dolor, se inclinó sobre la punta de sus pies y atrayendo el rostro de él hacia ella, presionó sus labios contra los de Draco Malfoy.
Sin embargo, los segundos pasaban, y por más presión que ella ponía en aquel contacto de labios contra labios, él permanecía inmóvil, sin mostrar un abierto rechazo, pero sin participar del beso tampoco. Y es que Draco no lograba comprender lo ocurrido. ¿No acababa de confesarle a ella las cosas terribles de las que había participado? ¿No había descrito sin tapujos la crudeza de sus acciones pasadas? ¿Cómo podía entonces besarlo? ¿Cómo podía ella ofrecerle la redención que para él significaba aquel beso, después de lo que había oído? La posibilidad del perdón... ese hálito de esperanza con el que pocas veces soñaba... Eso era para él aquel beso, y es que, si Hermione Granger, la señorita principios era capaz de perdonarlo, ¿no podría el resto del mundo, y hasta él mismo, perdonarse también?
Hermione se separó de él sin atreverse a mirarlo por no encontrar ahí su rechazo. Él acababa de confesarle cosas horribles, y ella, en lugar de ofrecerle consuelo, o salir del cuarto como él parecía querer que hiciera, se había lanzado a besarlo. Estaba pronta a dar una disculpa y salir de ahí corriendo, cuando se atrevió a encontrar sus ojos y vio ahí algo que la detuvo: no era el miedo que había visto antes; tampoco la confusión o el desprecio que ella esperaba. No. Era algo más, y aunque Hermione no habría sido capaz de definir qué, sintió que debía quedarse, que fuera lo que fuera que pensara Draco Malfoy en ese momento, sin duda quería que ella se quedara.
Y, cuando las manos de él se enredaron en su cabello y atrapó su boca con la propia, entonces supo que no estaba equivocada.
Desesperación. Eso era lo que gobernaba a Draco mientras devoraba su boca. Anhelo, deseo, rabia, dolor, y una inmerecida esperanza. Era una mezcla de sentimientos que se apoderaban de él, y la tibieza de su boca y el modo en que sus cálidas manos se escurrían por debajo de la camisa para contactar su espalda, no hizo más que avivar todo aquello y sumar otro par de emociones que lo llevaron a pensar en las diferencias entre lo terrenal y lo divino, entre el hombre y Dios. Era como si, para el estado emocional imperante en Draco, Hermione Granger fuese la única cura posible.
Un quejido escapó de los labios de Hermione cuando sus cabellos fueron jalados con más fuerza obligándola a inclinar hacia atrás su cabeza. Pero el modo en que los labios de él se apoderaron de su cuello al instante siguiente le hizo olvidar cualquier reclamo por el uso innecesario de violencia y no se percató siquiera de cómo los cuatro primeros botones de su blusa predilecta fueron a parar al piso tras un solo movimiento, por haber cometido el simple pecado de ser un estorbo en el camino del rubio.
Pero él sí tomó conciencia de ello... de cómo estaba perdiendo el control con ella. De cómo la desesperación hacía presa de él y quería perderse en ella para escapar por un instante de todo, para dar consuelo a su atribulado espíritu. El sexo siempre había sido bueno para eso... Pero... ¿Era eso justo para ella? Besó su cuello otra vez, con más ternura de la que ella pareció esperar, y movió el rostro de la joven de regreso, hasta encontrar sus ojos, y supo que no... No era justo, porque para Granger aquello no era solo sexo. Y un sentimiento que no supo reconocer se apoderó de él. Una sensación desagradable a la que tiempo después daría el nombre de "remordimiento"... Aunque no era eso realmente.
Draco Malfoy era un egoísta. Siempre lo había sido y no creía que eso fuera a cambiar jamás. ¿Por qué detenerse entonces, cuando no había nada en ese instante que necesitara tanto como lo que ella parecía más que dispuesta a ofrecer? Porque además de egoísta era un cobarde, y como buen cobarde, temía que aquello para él tampoco fuera sólo sexo... nunca se había sentido así solo por sexo.
Hermione lo observaba sin comprender por qué se había detenido de pronto. ¿Por qué la observaba de ese modo? Malfoy tenía los ojos brillantes y el cabello desordenado- culpa de ella, sin duda- con los labios, más rojos que de costumbre, seductoramente entreabiertos. Pero su expresión no reflejaba el deseo que ella esperaba ver ahí. No la contemplaba como lo había hecho las veces anteriores. Algo había distinto en su mirada, aunque ella no sabía qué. ¿Tendría miedo de que las cosas terminaran como la última vez? ¿Miedo a que ella, en el último momento, se arrepintiera de lo que hacía? Sus motivos tenía para temer aquello y, por lo mismo, Hermione se sintió obligada a demostrarle que esta vez no habría marcha atrás, no por parte de ella al menos.
Los dedos de la joven viajaron, sin que sus ojos se despegaran de sus ojos grises, hasta los botones remanentes de su blusa, temblando más de lo que ella hubiese querido en ese instante. Todo su cuerpo temblaba, y Draco pensó que la habitación no estaba tan helada como para explicar aquello. En un instante, la blusa de la joven estaba en el suelo, y segundos después, las manos de ella iban a su propia espalda para quitar el broche del sujetador y hacer que esta prenda siguiera en su camino a la previa.
Hermione no podía creer lo que estaba haciendo. Desnudarse voluntariamente frente a Malfoy, para incitarlo a actuar, no le parecía la acción más digna del mundo, pero se justificaba pensando que no era como si le mostrara algo que él no hubiera visto antes. Sin embargo, cuando sus manos viajaron hasta la camisa de él para intentar removerla y él la detuvo, el pánico se apoderó de ella al pensar que Malfoy la estaba rechazando. Después de lo que ella acababa de hacer, él la estaba rechazando.
Draco notó la mirada horrorizada de sus ojos mientras él detenía sus muñecas a fin de que la camisa permaneciera en su lugar. No quería que ella viera lo que ocultaba bajo sus mangas. No quería que ella tuviera la certeza de lo que él era realmente y el horror la obligara a dejarlo. Tenía miedo de que ella se fuera... Ella, y su perdón.
Hermione fue consciente de cómo las manos de él soltaron sus muñecas y pensó en que lo menos indigno era recoger su ropa y marcharse, sin esperar explicaciones de ningún tipo. ¿No era obvio acaso que él quería vengarse por lo que ella había hecho antes? Pero no tuvo tiempo de hacer nada, pues las manos de él se aferraron firmemente a su rostro obligándola a besarlo, y cuando ella comenzó a responder al beso, el guió los brazos de ella hasta detrás de su cuello a fin de que lo abrazara y luego sus manos se apoderaron de la cara posterior de las piernas de ella, alzándola del suelo hasta quedar enlazada a las caderas de él, en un modo que la hizo sonrojar con violencia mientras la palabra "indecente" era exclamada- sin mucho éxito- en algún rinconcito de su mente.
Al instante siguiente estaba contra la cama, con él encima suyo, besándola, tocando, mordiendo, lamiendo y apretando todo aquello donde sus manos y su boca podían llegar, mientras ella no atinaba más que a jalar los cabellos de él y revolverlos todo cuanto podía, aprovechando de devorar su boca y mordisquear sus labios cada vez que el rostro de él se acercaba al suyo.
No fue muy consciente del sonido que hizo el cierre de su propio pantalón al abrirse, ni aun cuando él la despojó de este, y sólo cuando se percató de que él, hincado frente a ella sobre la cama, tenía su mirada fija en la de ella mientras se deshacía de las nada sensuales medias que ella había tenido la mala idea de colocarse esa mañana, Hermione comprendió lo que estaba a punto de ocurrir. Pero, contrario a su buen juicio, todo lo que hizo al respecto, fue morderse el labio inferior y perderse en la intensidad de aquella mirada.
Draco gateó hasta ella, hasta que sus labios estuvieron juntos otra vez, en un beso demandante e intenso, donde lenguas, labios, saliva y dientes, parecían querer mezclarse en una sola masa informe, y sólo cuando él dejó escapar un quejido ella disminuyó la presión de sus mordidas.
Los labios de él recorrieron su cuello, mientras se deshacía de la última prenda de ella y el pantalón de su propio pijama, sin que ella pareciera siquiera molestarse en notarlo. El espectáculo de Hermione Granger, con ojos cerrados y cuello extendido sobre su propia almohada, era algo en verdad excitante. Y los ruidos que escaparon por aquellos labios, cuando la boca de él llegó a sus pezones, era algo que él quería atesorar en la memoria.
Cuando la boca de él regresó a la suya y pudo sentir la presión que ejercía "aquella" parte de él entre sus piernas, supo que estaba pronto a ocurrir lo inevitable. Curiosamente, no hubo ninguna duda en esta ocasión. Ningún resquemor por el hecho de que no la amara. Ningún remordimiento o sentimiento de pérdida. Esto era algo que ella quería hacer, y quería hacerlo con él, por ilógico que pudiera parecer a los demás, y hasta a ella misma.
Ella sólo podía pensar en la incomparable sensación que la embargaba entonces, al sentir el cuerpo de él contactando el suyo en todos esos puntos donde nadie la había tocado antes; en el calor que emanaba de su cuerpo y se disipaba en el ambiente; en la calidez del aliento de él y en sus ojos grises, y en sus cejas, y en la expresión de su mirada, y luego... el dolor.
Tan absorta había estado en sentir, que olvidó el pequeño detalle del "dolor"- tema recurrente en las conversaciones de chicas- por lo que el quejido que escapó de sus labios la tomó enteramente por sorpresa. Él, sin embargo, parecía haberlo esperado, pues la observaba con expresión contenida, mientras sus labios rosaban tiernamente los suyos, esperando que la respiración de ella se calmara y que la tensión de aquel primer momento se disipara.
Al cabo de unos minutos volvió a moverse dentro de ella, hasta que sintió que se tensaba otra vez. Y aún debió repetir la acción otro par de veces antes de que ella tomara conciencia de cuán íntimamente unidos se encontraban ahora, y comprendiera de pronto por qué aquel momento era tan especial: en todas sus amistades e intento de amores previos, el vínculo, por fuerte que fuera, nunca había pasado de ser sentimental. Lo que había ocurrido ahora, en cambio, establecía entre ella y Malfoy un lazo físico, que por ser para ella la primera vez, sabía que no lo podría olvidar jamás, así como sabía también, que no importaba cuantas veces repitiera esto en el futuro, con él o con otros, era este primer momento el que recordaría hasta el último día de su vida. Al entregarse a Draco Malfoy, lo supiera él o no, no le entregaba sólo su cuerpo, sino un rincón en la memoria de su propia alma.
Draco estaba sostenido en sus antebrazos cuando comenzó a moverse, primero en un modo controlado, casi mecánico, examinando en todo momento la reacción de la joven, hasta que todo rastro de dolor fue reemplazado por el deseo.
Hermione evitaba mirar sus ojos, como si no mirarlo pudiera evitar que él se percatara del modo en que ella mordía su labio para contener cualquier sonido que escapara por su boca y evidenciara demasiado. Podía notar como los músculos del joven se tensaban por debajo de su piel con cada vaivén y llevó sus manos a recorrer la parte de su espalda a la que lograba dar alcance por debajo de la molesta camisa que él no se había dejado quitar.
En un momento en que el joven enlenteció sus movimientos, y la contemplaba con particular concentración, los ojos de ella descendieron hasta aquel punto donde sus cuerpos se unían, y en lugar del bochorno que ella habría esperado aquella visión generase en ella, sintió un fuego intenso recorrer su cuerpo con la fuerza de un incendio, y sus dedos se introdujeron en los cabellos de él y en un agresivo movimiento lo atrajo hasta ella, para devorar su boca.
Al instante siguiente los movimientos de él aumentaban en velocidad y fuerza y la respiración de ella se entrecortaba. Un ronco sonido escapaba de la garganta de Draco de pronto y ella fue incapaz de contener sus propios quejidos por más tiempo. En cuestión de segundos el pecho de él contactaba el suyo y sus brazos se colaban entre su espalda y la cama, hasta que la presión apenas le permitía a ella respirar, en el momento en que más necesidad tenía de hacerlo.
Horas más tarde, Hermione recordaría cómo el chirrido de la cama había inundado la habitación, haciendo eco a murmullos que no significaban nada; pero en ese instante en todo lo que podía pensar era en palabras como "pasión" y "divino" y "placer" y "fuego" y en que aquello que estaba sintiendo entonces era lo que hacía que gran parte de la vida de las personas girara en torno al sexo.
Cuando los movimientos de él se tornaron más apremiantes y erráticos, un torbellino de emociones impidió a Hermione pensar en nada más, pues algo en ella crecía y se expandía buscando una salida, una escapatoria a lo que sea que se apoderaba de ella haciéndola estremecer en un modo glorioso. El sonido que condensaba todo cuanto sentía murió en su boca, ahogado por la presión de los labios de él sobre los suyos y Hermione creyó perder conciencia por un instante de todo cuanto la rodeaba, todo lo que no fuera la laxitud de su cuerpo, los rápidos latidos de su corazón y la calidez de un aliento ajeno impactando contra la piel de su cuello, justo antes de sentir el peso de él dejarse caer sobre ella.
Era la gloriosa culminación de una declaración silenciosa, aunque ninguno de los dos supiera realmente lo que había sido declarado... Pero lo presentían.
-HP-
Cuando Hermione volvió en sí tras aquellos minutos de inconsciencia, Draco, apoyado de lado contra la cama, la observaba con una expresión indescifrable, mientras con sus dedos apartaba los enmarañados cabellos, pegados por el sudor, del rostro de la joven. No había arrepentimiento en su acción, pero tampoco la manifiesta alegría que, en opinión de Hermione, debería seguir a lo que acababan de hacer. Pero, como ella bien sabía, Draco Malfoy no era el prototipo de amante. No con ella al menos.
La joven se mantuvo en silencio un largo instante, sin saber qué decir, simplemente mirándolo, hasta que Draco se giró sobre la cama para quedar con actitud pensativa, observando el techo, lo que contrarió aún más a Hermione, que estaba pronta a incorporarse para salir del cuarto, cuando las palabras de él interrumpieron su huida.
- ¿Conoces algún hechizo para este momento?- aunque seguía mirando el cielo, Hermione supo que la pregunta iba dirigida a ella, y supo también al tipo de hechizo al que se refería, y aunque la idea de que él no quisiera tener hijos con ella la indignaba un poco, su lógica le hizo recordar que ella tampoco quería tener hijos, ni con él ni con nadie por el momento.
¿No era por eso que llevaba ya dos años utilizando sagradamente la pastilla muggle que impedía tales consecuencias? Aunque en verdad no había comenzado a tomarla para prevenir embarazos al principio, sino sólo para evitar molestos periodos menstruales. Nunca pensó entonces que fuese ni más ni menos que con Draco Malfoy, con quien pondría en práctica su principal indicación.
- No es necesario.- aunque intentó evitarlo, la molestia en su tono era evidente, pero ni ella misma habría podido explicar su molestia.
Draco se giró hacia ella con una ceja alzada, pronto a preguntar si hacía uso de alguna poción, pero la expresión dolida de Hermione lo detuvo y prefirió no decir nada. Sabía que Granger era una persona inteligente que vería la inconveniencia de correr riesgos, por lo que si ella decía que eso estaba controlado, él confiaba en que así era. Lo que no entendía era el por qué de su aparente molestia.
¿Sería que recién ahora sopesaba lo que acababa de ocurrir y se arrepentía? Si así era... ¡Mal por ella! Por su parte, le había parecido una experiencia de lo más agradable y quizá fuese aquello incluso el remedio ideal para quitársela de la cabeza. ¿No era eso lo único que lo había mantenido constantemente pensando en ella? Tan abstraído estaba en su vano intento de autoconvencimiento, que la pregunta de la joven lo tomó por sorpresa.
- ¿Quieres que me vaya?- Draco giró su rostro hacia ella, que tenía sus ojos, con la expresión más suplicante que le había visto nunca, clavados en él. Era evidente que la joven temía una respuesta afirmativa. Era palpable el miedo que tenía a su rechazo, y por el modo en que aquel pensamiento generó en él una agradable sensación, una débil esperanza en algo a lo que él temía, Draco supo que debía decirle que se fuera. Sin embargo, su cabeza respondió negativamente, adelantándose a cualquier palabra y Hermione pudo respirar más aliviada.
Fue la sonrisa que se dibujó en el rostro de ella, aquella sonrisa jovial y sincera, lo que lo instó a besarla. Él sabía que no era lo más inteligente a hacer cuando lo que quería era evitar sentir nada por ella, pero para cuando lo pensó ya era demasiado tarde. El beso había sido casi espontáneo.
Cuando Draco despertó horas después, se encontró con el cabello de la joven muy cerca de su rostro, usando su hombro como almohada. Uno de sus tibios brazos cruzaba su pecho, aferrándose a él en un modo íntimo que no habría esperado de ella. Draco no hizo nada por cambiar de posición, pues era en verdad agradable. Y cuando sus dedos comenzaron, sin él quererlo, a acariciar la maraña de cabellos de Hermione, el hijo de Lucius Malfoy no pudo evitar maldecirse mentalmente al imaginar a su padre revolcarse en su tumba- si es que lo habían enterrado en una tumba- al saber que su heredero disfrutaba estar junto a una sangre sucia.
A Draco solo quedaba esperar que aquella situación no pasara de ello, pero estaba consciente también de que ya no tenía una verdadera razón para evitarlo... Y, lo que era más desconcertante, tampoco intención de hacerlo.
-HP-
Luna despertó cuando el sol del nuevo día comenzaba a colarse por la ventana. A su lado, el pecho de Theodore subía y bajaba al compás hechizante de su lenta respiración. Pero no fue eso lo que la despertó, lo sabía, y solo cuando volvió a sentir, por tercera vez, el golpetear contra la ventana, pudo reconocer el origen del ruido.
La lechuza se había marchado ya con la respuesta de Luna, cuando Theodore Nott se despertó para abrazar a la joven que regresaba a la cama, con una sonrisa inesperada entre sus labios.
- ¿Qué es lo que te hace tan feliz?- preguntó él, sonriendo a su vez, mientras acariciaba los cabellos de la bruja. ¿Sería que había recordado otra vez su embarazo? Desde que él se lo confesara la tarde pasada, la joven no había dejado de manifestar su alegría.
- Mi padre me ha escrito...- sonrió ella, sin comprender por qué Theodore demudó su expresión.- Dice que nos ayudará...
- ¿Sabe de mí?
- Al parecer el profesor Lupin le ha planteado sus sospechas de por qué huimos juntos, pero eso no importa ahora... -sus ojos brillaban esperanzados- Lo importante es que nos ayudará...
- Luna...- Theodore mordió su labio esperando encontrar las palabras adecuadas. Sabía cómo la joven confiaba ciegamente en su padre, pero él no estaba seguro de poder confiar en nadie.- ¿No dijimos que haríamos esto solos?
- Pero también dijiste que debíamos irnos lejos...- su voz reflejaba un júbilo que él no compartía.- Papá tiene amigos que pueden ayudarnos a...
- Luna...- intentó explicarse él, pero ¿cómo hacerlo? La joven confiaba ciegamente en aquellos a quienes quería. ¿No era eso, en parte, lo que amaba de ella?
- Él nos ayudará... Ya verás...- plasmó un beso en sus labios para quebrar la reticencia que veía en sus ojos.- ¿Es que acaso no confías en mí?
Theodore Nott no dijo nada. No podía traicionar así la ciega confianza que ella tenía en él. No podía intentar cambiar una de las cosas que la hacían ser ella misma. Se dejó besar por la joven, convencido de que no era necesario herir sus sentimientos. Ya encontraría el modo de resolver las cosas. No había necesidad de que ella conociera el mundo tal cual él lo conocía.
Él velaría por los tres.
-Fin del Capítulo 11-
Comentarios son bienvenidos.
Alex.
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