Lo siento.
ASTRID
—¡Espera! —Wilson hace un ruido sordo al estrellar, prácticamente, su vaso contra la mesa redonda— ¿¡Estás diciendo que saldrías con Petunia Richards?! Esa niña tiene un prominente bigote de calidad monumental, hombre... ¡QUÉ ASCO!
¿Cómo acabé acá?
Rodeada de seis chicos que repentinamente comenzaron a hablar de chicas, me siento como un cero a la izquierda que no tiene nada que aportar además de ocupar oxigeno y espacio. Los clubs no son para personas como yo, mucho menos cuando de mis seis acompañantes sólo me llevo bien con uno. James no parece molestarle mi presencia, es el único que me habla con un carisma propio de él; pero con los demás es diferente. Sus caras al verme entrar por la puerta están lejos de ser descritas con la palabra "desagrado". Y no los culpo, yo también puse la misma cara cuando los vi bebiendo como si el mundo fuese a acabarse. Supongo que los adolescentes son así, tanto en fiestas en casonas lujosas, como en clubs que permiten a menores de edad entrar.
Entre trago y trago, dejaron su airada charla sobre deportes, por la plática de «Tu tipo de chica ideal». James tuvo —la no tan— brillante idea de preguntarles a sus amigos con qué chica de Jackson saldrían, y como era de esperarse, las respuestas han causado gran conmoción entre ellos. Hasta algunos secretos han sido revelados. Yo, claro, hasta ahora me he mantenido al margen bebiendo en silencio mi bebida.
—Oye, hermano —salta Roy mirando con franqueza a Wilson—. Petunia sería más linda si se depilara el bigote.
Río de mala gana, sólo para seguirle el juego a los chicos y no sentirme más excluida que de costumbre.
El club está lleno de personas que ocupan tanto mesas como la pista de baile. Todos disfrutando de unos buenos tragos y buena compañía. Recorro el club observando todo, con lujos y detalles, en busca de distraerme con algo.
Al fondo, sentado en una mesa, un sujeto de buen aspecto mira en dirección a nosotros mientras le presta poca atención a sus acompañantes. Con un vaso largo en mano, bebe lo que parece ser vodka o algo así.
No soy tan tonta como para fingir que no me he dado cuenta que desde hace casi una hora ha estado mirando hacia donde me encuentro. Y tampoco son lo suficientemente ingenua como para afirmar que mira a alguien más. Porque no es así. Siempre está esa extraña conexión visual y, hasta ahora, jamás creí que la tendría en un club. Claramente, él es alguien mucho mayor que yo, y me inquieta saber que soy yo el foco de su atención.
—¿Y tú Astrid? —Me giro al escuchar mi nombre salir de uno de los chicos.
Válgame el cielo, ellos me están hablando.
—¿Qué? —inquiero, mirándolos incomprendida.
—¿Con qué chico de Jackson saldrías? —repite el chico que aviso de la pelea aquella vez que James y Mika se agarraron a golpes.
Miro a los seis chicos que esperan con atención escuchar mi respuesta. James al verlo baja su cabeza y juguetea con un trozo de servilleta mojada con cerveza que está sobre la mesa. No entiendo el porqué lo hace. Tampoco entiendo por qué me siento tan culpable de pensar que él no es uno de mis candidatos.
Ni ninguno de ellos. Pero sé que una respuesta negativa no los dejará callados, así que me invento un nombre y una historia para darle credibilidad a mi pequeña —y absurda— mentira.
—Con Theo Miles —respondo y le doy un sorbo a mi bebida, observando con detalle sus rostros—. Es de primer año y es muy atractivo.
—¿En serio? —interroga otro. Él ha dicho que le "daría" a Claire y Sussie (las afamadas porristas de Jackson) de día y de noche— ¿Y qué se siente saber que no estás a su alcance?
Los cinco chicos se echan a reír a carcajadas sonoras. James blanquea los ojos, los cuales recaen en mí y cambia su expresión al percatarse que yo también me he reído. Le doy otro sorbo a mi bebida y carraspeo.
—No sé —me encojo de hombros y luego dejo en vaso sobre la mesa— ¿Qué se siente saber que no estás al alcance de las dos porristas?
Otros estallidos de carcajadas. Algo atontado y sorprendido, el amigo de James disimula su derrota bebiendo de su cerveza. James, aún riendo, me revuelve el cabello aun eufórico por mi respuesta, y él no es el único así. Un gesto exagerado a mi parecer, pero supongo que no esperaban que abriera la boca y tuviera las agallas de responder esa pregunta con la misma pregunta.
Cielos, ya no sé qué digo.
—Voy al baño —le informo a James, en un tono confidente.
Él asiente al escucharme.
—¿Quieres que te acompañe?
—Bueno, como quieras.
Ambos nos levantamos de nuestros asientos y ante burlas de sus amigos diciendo que estamos enamorados y vamos a hacer "cosas de grandes", nos alejamos de la mesa y caminamos esquivando, tanto a las personas como las mesas en nuestro camino, hasta el baño.
—Estaré esperando aquí —informa apoyando su espalda en la pared rosa del club, justo al lado de unos psicodélicos cuadros.
MIKA
—Podría distraer a James, pero primero necesito dar con él.
La Ardilla se levanta de su banquillo y se arregla. Tras hacerles unas señas a sus amigas, vuelve a centrarse en mí. Despliega una sonrisa casi nerviosa —si no la conociera tan bien diría que fue una nerviosa, tan parecida a las de Astrid— y luego respira hondo, como si se preparara para hacer algo sumamente arriesgado. Yo estoy completamente fuera de mí, la música comienza a colocarme de mal humor. Y él no hacer nada empeora las cosas.
Tomo a Gruonie del brazo y la arrastro a la pista de baile en busca de James y Pajarito, o simplemente, algún rostro familiar que sirva para encontrarla. El olor a sudor, trago y cigarro, entra por mis fosas nasales dejándome un mal gusto de boca. Chasqueo la lengua ante el hecho de tener que esquivar a los demás y pasar a su lado.
—Podrías bailar un poco y no estar parado como una estatua, Mika —sugiere Gruonie, moviendo sus curvas al son de la música. Ella no parece tan preocupada por encontrar al dúo, pero yo sí. No terminaré mi búsqueda hasta que sepa algo de ellos.
—Olvídalo, no sirvo para estas cosas, Ardilla. Y no vine a eso. —Ella sólo se limita a sonreír. Enderezo mi espalda y observo a las personas que tengo alrededor, pero no doy con nadie familiar— ¡Mierda! —gruño ante mi penoso descubrimiento.
Apenas logro ver algo con las luces precarias de discotequera indecente que cuelgan en el centro.
Estoy comenzando a desistir de mi búsqueda y largarme de acá. Tal vez, los dos ni siquiera están aquí y Gruonie sólo se los imagino. Tal vez, se fumó algo que provocó que los viera. ¡Qué sé yo! Ellos no están aquí.
Un vago pensamiento cruza por mi cabeza, pero no logra formularse del todo cuando siento que alguien tira de mi manga.
Una vez.
Dos veces.
Tres veces.
Observo en la dirección del autor de aquel sutil movimiento que no fue hecho de casualidad, sino con la intención de llamar mi atención. A nuestra izquierda, un sujeto alto al cual con suerte puedo ver con claridad, baila con una niña mucho más baja que él, cabello largo y ondulado, una camiseta negra y unos distintivos lentes gruesos.
Es ella.
Es Astrid.1
—¡Fissher! —la llamo y ella se gira hacia mí fingiendo sorpresa. Todo su rostro pide a gritos que la aparte del andrajoso y alto sujeto con el que baila.
Yo no me hago esperar y acompañado de Gruonie, tomamos a Pajarito hasta llevarla a un lugar apartado —específicamente, el largo pasillo por el que hay que transitar para llegar al club—. Astrid cierra los ojos con fuerza y respira hondo, botando el aire de sus pulmones con fuerza. Mueve sus labios en silencio y vuelve a abrir los ojos.
—Lo siento —musita.
—¿Estás bien? —le pregunta la Ardilla, inclinándose hacia ella para observarla mejor— Estás pálida.
—Estoy bien, es sólo que... —niega la cabeza y luego lanza un bufido—. Gracias por librarme de él. Y perdón por interrumpirlos.
Aprieto mis puños en cuanto dice eso. ¿Qué es eso de «librarme de él»? ¿Y dónde está el Perro a todo esto? Todo este tiempo creí que me los encontraría a los dos bailando y disfrutando del otro, pero topármela con un sujeto completamente diferente y mucho mayor que ella me obliga a mí mismo reprenderme. Prefiero que esté con alguien conocido que con alguien que sea un completo desconocido..., y mucho más mayor.
—No te preocupes... —le anima la Ardilla.
—Bueno... —muerde su labio—, adiós.
ASTRID
No tengo las suficientes agallas para poder mirar a Mika a la cara. Y es que si no fuese por su atrevido movimiento a sabiendas de que actuaría sin pensar y me sacaría del club, probablemente estaría aún siendo acorralada por el sujeto que desde hace un buen rato estaba observándome desde su mesa.
Como me lo encontré fue muy rápido y directo, tanto así, que apenas tuve tiempo de procesar su invitación y negarme a tener que bailar con él. Yo simplemente estaba en el baño, cuando al salir me lo topé en la entrada, como si me hubiese esperado. De James no había rastro y el tipo ni siquiera me dio tiempo de decirle que estaba esperando a un amigo para que me dejara en paz. James no estaba en la entrada donde supuestamente estaría, y de camino a la pista para bailar con el sujeto, vi que la mesa donde estaban sus amigos estaba ocupada por otras personas. "¿Dónde están todos?", me pregunté. Pero lejos de obtener una respuesta válida, me encontré siendo prácticamente tocada por el tipo que, sin ningún ápice de verguenza, comenzó a bajar sus manos cuando de pronto la música cambió a un lento. Claro, yo atiné a subir sus manos y decirle que no quería bailar, pero mis palabras no parecían entrar a su oído y cabeza, sino que provocaba que se acercara más a mí mientras hablaba de cosas sin sentido. Sola, en medio de la pista con un desconocido, mi esperanza se desvanecía con cada acercamiento del sujeto. Y cuando mis pensamientos más oscuros comenzaban a inquietarme, sentí el particular aroma del perfume de McFly.
Estaba a mi lado, inmóvil, en busca de algo... o alguien.
Bastaron tres tiros disimulados de su manga para que me sacara de allí. Bastaron tres tiros de su manga para que volviera a ayudarme. Y, aún así, no puedo mirarlo o agradecerle lo que hizo.
—¿A dónde crees que vas? —me detiene él.
Volteo a verlo, pero miro en otra dirección enseguida.
—Necesito hacer una llamada —respondo.
—No —dice al instante—. Necesitas volver a casa. Por Dios, vamos.
Me toma por los hombros y me lleva casi a arrastras a la salida. Aunque intento que se detenga y decirle que pare, no puedo. Y para mi sorpresa, al salir, los cinco amigos de James y él, están esperando afuera hablándole suplicantes al guardia de la entrada. Al notar que la puerta se abre, y de ella aparecemos Mika y yo, los seis se giran a vernos. Primero a mí, luego a McFly. Antes de decir alguna palabra, él se adelanta a los hechos y se apronto a agarrar a James, amenazante.
—¡Tú, idiota, la dejaste sola! —le grita.
Los cinco amigos de James lo apartan al instante, empujándolo, mientras yo me aproximo a ellos buscando hacer algo más que estar parada como una estúpida muerta de frío en la noche.
—¡Nos corrieron del club! —responde uno, casi al borde del histerismo y gritando mucho más fuerte que él.
—Sí, McFly —James le da la razón a su amigo, sorpresivamente calmado. Ahora, clava sus ojos en mí— ¿Estás bien? Llegó un guardia a sacarnos y apenas nos dejó hablar. Perdón —se disculpa.
Me limito a mover mi cabeza, asintiendo.
—Ya, vamos —me ordena McFly, regalándoles una última mueca de desagrado e incomprensión a los seis chicos. En especial a James, quien se sorprende al escuchar a Mika darme tal orden.
Noto que niega lentamente con la cabeza, como sugiriendo que no haga lo que estoy próxima a hacer, pero no le hago caso. Pronuncio un silencioso «lo siento» y emprendo mi camino siguiendo a McFly.
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¡TA-CHAAAN! Nuevo capítulo.
Seré breve, estoy ocupada y casi no pude escribir como deseaba. Éste capítulo iba a ser mucho más largo, pero porque estoy de salida no pude seguir escribiendo. Quizás lo haga más tarde, en la noche.
Muchos besos y pásense por mi nueva novela.
Encuesta Flash: ¿Qué canción le pega mejor a la historia de Mika y Pajarito?
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