La fotografía perfecta. Parte 3.
MIKA
Pajarito sale de su desconcierto y alza un brazo para abofetearme, pero la esquivo sin quitar de mi rostro la sonrisa de satisfacción que tengo. Al ver su fallida agresión, opta por pasar el dorso de su mano sobre los labios, mirándome con recelo.
—No lo volveré a hacer —me disculpo—. Al menos por ahora.
Niega con la cabeza y continúa sacando fotografías sin hacer más. Seré honesto, con verla me basta y sobra. Es un gran paso que no esté huyendo de mí como lo hizo en otras ocasiones o esté frecuentando esa mirada de odio. Además estamos entablando peculiares conversaciones como solíamos hacerlo por mensajes cuando ella no tenía idea que yo era "Mr. Alguien", como me apodó ella. Hasta podría arriesgarme a decir que no me desprecia tanto... o eso espero. Y no hace falta mencionar que se ha sonreído en varias ocasiones y yo creí que nunca lo haría conmigo.
—¿Sabes? No pareces alguien que acostumbre el centro de la ciudad —comenta de pronto. Escucho el sonido de la cámara y noto que ahora está sacando fotos a los niños que juegan con sus padres.
Es decir una foto familiar, qué típico.
—Tienes razón, no acostumbro a venir aquí... —afirmo, poniéndome otra vez frente a ella para tapar su campo visual—. No le tomes a la familia, eso es muy obvio —argumento antes de que alegue—. Si quieres ganar ese concurso necesitas más que una fotografía.
Reposa la cámara entre sus manos y endereza la espalda.
—¿Qué sugieres? —curiosea, alzando una ceja— ¿Continuo fotografiando las sonrisas de los niños, Richard Avedon?
—¿Quién es ese?
—Es un fotógrafo... —lanza un bufido—. Bueno, ¿qué hago?
Me encojo de hombros.
—Comienza por lo básico, lo que nos hace felices —asiente, pensativa—. El sexo, el dinero, las drogas. Lo que provoca esa sonrisa... eso es lo que necesitas retratar en tus fotografías.
—¿El sexo, el dinero y las drogas, McFly? —esconde una sonrisa evidente y luego sacude su cabeza como si volviese en sí— A mí me hace feliz tomar fotografías, pero no puedo fotografiarme haciéndolo frente a un espejo. Eso es horrible.
Lanza un suspiro cargado de resignación y busca lo que parece ser una banca donde sentarse, pero todas están ocupadas. Rasca su cabeza comenzando a desesperarse y causando de su cabello luzca más despeinado y revoltoso. Acomoda sus gruesas y asquerosas gafas —se oye feo, pero es así. Sus gafas están rayadas y sucias, tanto así, que a simple vista se pueden notar—. Me aclaro la garganta para distraerla de su camino al colapso, y parece surtir efecto.
—Debo irme —junta los labios y hace una mueca, como si dudara de decir lo siguiente. Se acomoda otra vez las gafas como si haciéndolo lograra ocultar sus sonrojadas mejillas—. Nos vemos..., Mika.
—¿A dónde vas? —la detengo del brazo antes de que se gire y me de la espalda.
—A mi casa —sonríe nerviosa y esquiva mis ojos.
Me cruzo de brazos.
—Estás mintiendo. Pajarito, eres muy obvia.
El color rojo de sus mejillas se intensifica más al oírme, intenta disimular su bochornoso estado mirando en todas las direcciones como buscando algún lugar donde salir huyendo y esconderse de la vergüenza. Yo consigo reírme y me atrevo a acomodar uno de sus alborotados mechones detrás de su oreja ahora que ha bajado la guardia. Predispuesto a recibir una de sus miradas de advertencia luego, me sorprende que no lo haga.
—¿Por qué apodas como animales a todos? —interroga, con curiosidad.
—¿Por qué debería responder tu pregunta? —abre sus labios para responder, pero prefiere no hacerlo, o tal vez, no tiene los argumentos para contestar mi pregunta— Si me dices dónde vas, te responderé tu pregunta.
Esbozo una sonrisa victoriosa sabiendo a la perfección que no resistirá la curiosidad. Claro, yo no pretendo decirle el motivo por el cual a todos los trato como animales porque es algo evidente, y es que todo ser humano tiene alguna semejanza con algún animal gracias a su personalidad. Mamá decía que toda persona tiene a un animal dentro que lo representaba de diferentes formas; ella también solía asimilar a las personas con los animales, pero a diferencia mía, ella no se los decía como apodo ofensivo. Quizás era su naturaleza amable o simplemente porque le parecía de mal gusto. No sé. Yo decía que su forma de pensar era absurda, hasta que me di cuenta que tenía toda la razón.
—Voy a Patricia's —antes de preguntar qué es eso, ella continua—. Es un local de comida rápida.
—¿Por qué vas a un local de comida rápida?
—Porque pretendo tomar mi fotografía y... —baja la cabeza— y tengo hambre. En fin, ahora responde mi pregunta.
—¿Qué pregunta? —interrogo en tono juguetón, ella blanquea lo ojos fastidiada.
Guarda su cámara dentro de su mochila y emprende camino hacia Patricia's, lugar al que nunca he ido. Ni siquiera sabía de su existencia. Tal vez compre el perfume de Ashley más tarde, de todas formas, si quiere oler bien que tome una maldita ducha y ya. Astrid está de buen humor al parecer, por lo que no perderé tiempo en estupideces.
La sigo unos pasos más atrás. Ella se ha dado cuenta que trazo una persecución hasta el local de comida rápida, pero no pone reparos, y cuando me doy cuenta de esto opto por ponerme a su lado conservando una distancia prudente. Al llegar al local siento enseguida el molesto olor a fritura y el bajo nivel del lugar, aún así hay personas inmorales que comen allí.
—¿En serio comes en este lugar? —hago una mueca de evidente desagrado.
—Sí —contesta. La puerta se cierra tras de mí dejándome atrapado en el chiquero este—, la dueña es amiga de mamá y su hijo será el protagonista de mi fotografía. Apunta con su cabeza uno de los sucios rincones del local; en la última mesa, sentado sobre una silla (o quizás dos), un tipo gordo se devora la hamburguesa más enorme que pude ver en mi vida. Es una imagen digna para una película de terror, seriamente—. Dijiste que empezara por lo básico, lo que provoque felicidad. Para él la comida es felicidad, comerla lo hace feliz.
—¿En serio? No lo noté... —comento con sarcasmo.
—Entonces es perfecto.
Pajarito camina hacia una de las mesas que están frente al gordo y se sienta mirándolo. Antes de sentarme, la duda y el amor por la salubridad surgen en mí, inquietándome, pero finalmente me siento frente a ella, dándole la espalda al gordo.
—¿De verdad comerás acá? ¿Puedo invitarte a un restaurant de verdad.
—Soy reacia a tus ostentosidades, McFly —pronuncia con fastidio—. Prefiero pasar. Además, no deberías juzgar el local sin conocer la comida. ¿O es que no conoces el dicho: "No juzgues un libro por su portada"?
—Debería ser yo quién te hace esa pregunta, Pajarito —acoto con una sonrisa—. ¿Acaso no me has juzgado antes?
—Yo jamás te juzgué, hablé basándome en tus acciones —objeta con seriedad.
Una mujer avejentada llega hasta nuestra mesa con una libreta en su mano derecha y una lapicera en la otra. Nos mira con una enorme sonrisa que enseña sus amarillos dientes.
¿Cómo no juzgar el sitio con ésta demostración?
—¿Qué comerán?
—Yo quiero una hamburguesa normal y un vaso con jugo de durazno —responde y luego me mira, esperando que diga algo—. Y para él lo mismo, por favor.
—No comeré mierda —gruño recién pudiendo apoyar mis codos en la mesa, acción que hago sin percatarme antes.
—¡Mika! —Pajarito frunce el entrecejo, molesta— Discúlpelo —se dirige a la tipa—, él no tiene modales. Las hamburguesas corren de todas formas.
Clava sus ojos en mí cuando la mujer se va.
—¿Qué?
—Eres una diva, ¿lo sabías? —saca de su mochila, su cámara fotográfica y observa al tipo obeso del fondo. La enciende y enfoca mirando la pantalla digital con la mayor discreción posible—. No te muevas.
Acato su orden sin comprender lo que pretende al escuchar el sonido de la cámara sacar una fotografía. Al comienzo tengo la absurda —y penosa— idea de que me ha tomado una fotografía a mí; no obstante, dejando de lado mi inmaduro pensamiento, deduzco que me está usando de señuelo para fotografías al obeso que tengo a mis espaldas, como si fuese la amiga X de una chica enamorada que quiere fotografiar a su amor entre la multitud sin que se de cuenta.
—Perfecto... —dice enfocando otra vez. Noto como muerde su labio inferior con cada fotografía.
—Gracias por el halago —manifiesto y ella sonríe ante mi broma—. ¿Ya lo tienes?
—Sí, creo que sí —baja la cámara y examina las fotografías bajo la mesa—. Hay algunas buenas, sólo les pondré algo de desenfoque al fondo para que mi modelo resalte.
La anciana o mujer avejentada vuelve con una bandeja con las dos hamburguesas sobre unos platos blancos dentro. Los deja sobre nuestra mesa junto a los vasos con jugo que Pajarito pidió y se marcha. La pequeña Fissher vuelve a guardar la cámara en su mochila y se dispone a comer.
—Esto se ve asqueroso... —comento, antes que de la primera mordida a su hamburguesa.
—Son las hamburguesas más deliciosas que probarás en tu vida... confía en mí.
Agarro la hamburguesa entre mis manos y la miro, recorriéndola completa. Es como si tuviese entre mis manos a un espécimen raro o algo por el estilo.
—¿Puedo confiar en ti? —le pregunto.
—Todos los días, Mr. Alguien.
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Para las que no recuerden; en las conversaciones por celular que Astrid y Mr. Alguien tenían, ella le dice que no cree que tenga un admirador secreto ni mucho menos que él gusta de ella, así que le pregunta "¿Puedo confiar en ti?" y él le responde "Todos los días".
#TeamHamburguesa (a mí no me gusta, pero igual (?))
Un saludo para mi papi c:
Nos vemos el miércoles, en el mismo canal y a la misma hora :)
Aún recuerdo cuando querían matar a Mika por malo... y ahora, lo adoran >:D
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