Dos citas. Un beso.




ASTRID

Mi cerebro hace otro intento por procesar lo que James ha dicho, pero parece no entenderlo. Mientras como mi cuarto de libra con queso, las preguntas se aglomeran en mi cabeza hasta el punto de salir arrancando cada vez que pienso en esa palabra prohibida que James mencionó.

¿Una cita? Claro que era una especie de cita, pero de estudios nada más. Conociendo a James, él querrá arrastrarme por todo el centro comercial como si de verdad fuésemos una pareja —lo que está lejos de ser... eso creo— mientras tomamos helado y hablamos de la vida.

No, no.

No puedo imaginarme con James al lado pareciendo mi novio, porque soy un llavero humano. Un mero bulto más.

—Luego de comer esto, volvemos a la biblioteca, ¿verdad? —le sugiero con sutileza, a lo que responde con una carcajada que llama la atención del grupo de chicas de la mesa continua— ¿Po-por qué te ríes? —pregunto en tono confidente, apartando mi vista de las chicas que parecen querer arañarme con los ojos.

—Por nada, por nada —dice, restándole interés y negando con la cabeza—. Cuatro Ojos, no te arrastré aquí para estar todo el día en la biblioteca. Ya te dije: es una cita. —Trago con dificultad la masa de comida. Debo tomar un poco de bebida para calmar los nervios que aumentaron al oír esa palabra prohibida—. De mí no tienes escapatoria, Astrid.

James me guiña un ojo como si fuese un galán de teleserie o comercial de pasta dental, pero luego deja su faceta artística y coqueta para clavar sus ojos en mi mejilla.

—Tienes un poco de mostaza en la mejilla —Alarga su brazo para quitarlo por mí, pero me adelanto a sus movimientos.

—Es raro que esto siempre suceda en las "citas" —cuestiono, queriéndome hacer un ovillo. Con una servilleta me limpio la mejilla que pretendía limpiar él; pero sale limpia, sin ninguna mancha de mostaza—. T-tú...

—Ups... —interrumpe— Quería tomar tu mejilla con esa excusa, pero veo que me salió todo al revés —insinúa, poniendo una expresión triste. Lo miro boquiabierta, sin poder creer lo que ha dicho.

—Oficialmente eres un tonto, James Cooper —acuso, abanicando mi rostro con las manos— ¿Qué otra maniobra barata harás? ¿Llevarme al parque de diversiones e ir a la "Casita Embrujada" para que te tome la mano del susto? —pregunto con sarcasmo. James abre los ojos con sorpresa por mi desliz.

—Precisamente eso esperaba hacer —responde con atónito—. ¿Acaso soy tan obvio? Hasta conseguí entradas gratis... —Asiento en respuesta— ¡Oh, rayos! —exclama con dramatismo. El grupito de chicas se ríe sin disimulo ante su inesperadamente tierna expresión— Bueno, ¿a qué lugar sugieres ir?

—A la biblioteca... ¿tal vez?

James toma una de las papas fritas y la lleva a su boca de una forma coqueta que hace suspirar al grupo de chicas. Entonces, de improvisto, se gira hacia ellas. Las cinco chicas parecen querer derretirse por la sorpresa.

—¿Podrían dejar de hacer eso?  Son bastante molestas... —Su sugerencia nos desconcierta a todas. James vuelve a mirarme frunciendo el ceño—. Es hora de irnos —gruñe. Agarra sus cosas, la bandeja y lanza una última mirada al grupo de chicas, quienes no dicen ni una palabra o hacen algún gesto.

Tardo unos minutos en dejar de mirarlo con extrañeza, pero me levanto luego para seguirle el paso.

Al salir del McDonald's me posiciono junto a James, al tanto que él camina sin un rumbo fijo. Lo miro de reojo para saber si sigue molesto —más bien, si descubro saber el porqué de su repentino enojo—, pero sólo consigo ser descubierta por él cuando también me mira por el rabillo del ojo.

—¿Qué pasó allá? —le pregunto, mirando en otra dirección.

—Nada —bufa con pesadez—. Esas niñas me estaban hartando. Se supone que la que debería andar dando suspiros y disimulando sonrisas eres tú, no ese grupito de hienas.

—Oh... —Cubro mi rostro con las manos buscando enfriar un poco mis mejillas rojas y calientes por las palabras de James.

Cielos. No sé si es el tono en que lo ha dicho o su expresión, pero se ha visto realmente tierno al decirlo.

—¿Oh? —Se inclina para verme. Una sonrisa surge en su rostro— Oh, ya veo... Mis palabras han calado hondo en ti.

—¡C-calla! —Lo hago a un lado— No digas nada, bobo. ¡Y vamos al parque de una buena vez!


MIKA

Touché.

Mi rendimiento en el campo de esgrima no se ha visto afectado aunque he faltado a más de una clase, cosa que al parecer ha sido una sorpresa para el profesor y los demás espectadores. Con la mente despejada y nada en qué preocuparme, hace del entrenamiento mucho más sencillo.

Después de dictar las palabras correspondientes al ser "tocado" en esgrima, me veo obligado a saludar a mi derrotado oponente con un apretón de manos, como una forma de respeto. Al salir del campo, dejamos los sables guardados y nos quitamos las mascarillas de protección. Busco un sitio solitario para sentarme. Entretanto, el profesor escoge a los siguientes alumnos para enfrentarse. Gruonie se levanta del lado de los acosadores ineptos que creen que alguna vez tendrán una posibilidad con ella, y camina hasta donde me encuentro para extenderme una botella con agua.

—Ten —recibo su botella haciendo una mueca desapacible, a lo que ella responde blanqueando los ojos—. No está envenenada, McFly.

Chasquea la lengua y se sienta a mi lado mirando a la nueva pareja que le toca enfrentarse.

—Tus acosadores creerán que te gusto, Ardilla —escupo con sarcasmo al notar cómo la mirada de unos cuantos está sobre mí con frenesí e impotencia.

—Estás de buen humor... —comenta, ignorando mi comentario—. ¿Ha pasado algo bueno en la semana? —Súbitamente, el manojo de recuerdos me lleva a mi encuentro con la pequeña Fissher en el cuarto de limpieza. Los sucesos que aquel día se amontonan en mi cabeza sacándome una sonrisa que Gruonie parece notar enseguida— Ah... tiene que ver con la chica del lazo.

—¿Te importa? —espeto, mirando hacia el frente.

—Bueno, no lo has negado —Sonríe y me imita— ¿Quieres hacer algo después de clases?

Volteo a verla enseguida, alzando una ceja. Ella se gira para verme y sonríe; está de buen humor también.

—¿Me estás invitando a una cita? —pregunto con sátira— Si quieres tener sexo podemos volver a lo de antes y esperar a que los demás se larguen.

La Ardilla carcajea mientras niega con la cabeza.

—Hablo en serio, McFly. Me regalaron unas entradas para el parque de diversiones.

—¿El parque de diversiones? —repito con la voz socarrona— No quiero mezclarme con esos seres vulgares y normales, que gritan por estupideces. No le veo la gracia a tener que sentarme en un juego oxidado y aburrido, fingiendo sentir una pizca de adrenalina en la sangre mientras los roñosos a mi espalda quieren vomitar su almuerzo.

—Sólo es por esta vez —suspira con resignación—. No quiero sentarme al lado de uno de estos descerebrados —Con su cabeza apunta a los acosadores fracasados que la persiguen— que creen tener una oportunidad conmigo.


ASTRID

Música. Niños. Parejas. Grupos de amigos. Payasos. Gritos. Comida. Juegos. Risas. Y más gritos. Más que a un parque de diversiones, parece que James me ha traído a un matadero de humanos. No puedo describir la sensación bochornosa que siento en mi estómago al ver cómo la montaña rusa pasa a sólo metros de nosotros moviendo mi cabello.

Trago saliva antes de comenzar a suplicar que subamos a otro juego y no a lo que parece mi muerte próxima.

—¿S-sabes, James? No creo que lo sepas, pero sufro de problemas al corazón... m-mi médico me ha dicho que no suba a estas cosas... —le comento intentando titubear lo menos posible y sonar convincente. Pero no se ha creído ni una palabra de lo que digo.

—Tranquilízate, Cuatro Ojos —Él revuelve mi cabello como si fuese una niña pequeña—. Recuerda que tienes a este fortachón a tu lado —agrega sonriendo con satisfacción y señalándose con el dedo pulgar—. Además, ya casi llegamos a...

De pronto, James Cooper, quien hace sólo segundo parecía lleno de confianza, palidece y se encorva girándose hacia mí, como si hubiese visto al mismísimo demonio. Niega con la cabeza, como un niño pequeño con algún trauma horrible. ¿La razón? Quien supervisa la entrada es un sujeto disfrazado de oso.

—M-mejor vamos a otro sitio, ¿sí? —sugiere con la voz temblorosa, intentando no mirar al "oso" a unos metros de nosotros.

—¿Qué ocurre con el "fortachón" de hace un instante? —inquiero con sarcasmo, cruzándome de brazos.

—Pues a ese fortachón le horrorizan los osos... —aclara. Me toma del brazo y me arrastra lo más lejos del oso y la montaña rusa—. Sea un hombre disfrazado, una simple caricatura o imagen impresa. Odio los osos.

Respira profundo junto a una banca que está ocupada por lo que parecen ser unos padres aburridos y agotados.

—¿Incluso los de peluche? —Asiente repetidas veces y se sacude entero— Já... qué mal. Supongo que si te pido uno no me lo darás...

Espera un minuto... ¿Qué he dicho?

Cubro mi boca enseguida, sintiendo todo mi cuerpo arder en un fuego invisible al caer en cuenta de las palabras que dije hace unos momentos. Hago un intento en decir algo más, para aclarar el asunto, pero cada intención desaparece cuando James se inclina hasta quedar a unos centímetros de mí cara. Achina sus ojos, como si tratara de leer mis pensamientos más recónditos, y hace una mueca:

—¿Quieres un oso de peluche?

—¿Ah...? —Río de forma ridícula. Dado a su cercanía, doy un paso hacia atrás para que no ocurra lo de hace un tiempo, otra vez— No, no. Sólo era un comentario. No lo dije porque quiera un peluche, aunque quiero uno, pero no es necesario que me lo des, porque no fue... ah... yo...

Opto por callarme sintiendo un gran peso sobre mi cabeza.

¿¡Qué estoy hablando?!

—¡Bien! —exclama de repente. Me toma de la mano y camina en dirección a un puesto de puntería donde el mejor premio es un oso gigante de peluche— Ganaré ese horrendo oso por ti.

—Dije que no era necesario... ¡Jaaaames! ¡James...!

Antes de volver a replicar, mis ojos navegan a través de la multitud de personas hasta localizar una figura singular que podría resaltar entre millones por su sola presencia tan ostentosa y arrogante. Con ese caminar aplastante y su postura altiva. Esa mirada directa e intimidante. Esa sonrisa sumamente perturbadora y arrasadora. Sólo han sido segundos —segundos que tal vez fueron una mera ilusión—, pero podría jurar que he visto a Mika McFly pasar a sólo metros de nosotros.

¿Acaso me estoy volviendo una loca? ¿Sus constantes abusos me están afectando a la cabeza y me lo he imaginado? ¿O realmente McFly está en un lugar como éste? Imposible. McFly no parece el tipo de persona que tolera a otras que no sean de "su clase", mucho menos donde haya tanta persona divirtiéndose.

Estoy loca, es definitivo.

¡TA-CHAAN! Lo siento, es lo único que logré conseguir.

Pestañeo un par de veces para salir de mis pensamientos, encontrando el rostro alegre de James junto con un peluche de un pájaro a su lado; es el peluche más peludo que he visto, con textura suave, como si acariciara a un gato. Tiene unos ojos negros y grandes, el pelo sintético de color amarillo, con patas anaranjadas y un pico rosado. Al tomarlo no puedo evitar sentir ternura, como si se tratase de un animal real.

—Gracias...

Soy una bestia. Mientras James luchaba por conseguir mi peluche yo pensaba en McFly.

—De nada —sonríe como solo él podría hacerlo—. Luego me das mi premio —Me guiña un ojo y cambia su sonrisa cordial a una completamente seductora—. O tal vez lo tome de improviso...

Me pongo como una piedra.

—¿Qué quieres decir con eso, JC? —interrogo, sintiendo una punzada en el pecho.

—Nada, nada —responde, restando interés a mi pregunta—. Ahora vamos de una buena vez a la "Casita Embrujada". Te mostraré que valiente es este fortachón.


MIKA

Esto es repulsivo.

Apenas entramos al parque de diversiones —nombre que no le queda para nada—, un grupo de chicas con las hormonas alborotadas nos ha quedado viendo como si fuésemos salido de alguna película. Han pasado babeando mientras caminaban susurrándose babosadas triviales entre ellas. A la Ardilla le ha hecho gracia, pero a mí no. No acostumbro a que las personas de sus calañas osen a mirarme de esa forma.

Después de unas cuantas miradas más por parte de otros chicos, una niña pequeña se ha tropezado justo frente a mí obligándome a agacharme y recogerla, acción que atrajo más miradas de "hormonas con bocas y uniformes escolares". Luego de unas merecidas gracias por parte de su madre como si fuese el mismísimo Papa traído del Vaticano, a Gruonie se le ocurre una brillante idea que me pone de más mal humor...

—Argh... Mika, vamos. Cambia esa turbia expresión —evoca Gruonie al voltear para verme—. Estás asustando a todos.

—Eso pretendo, Ardilla —sentencio—. No soporto más tener que fingir una sonrisa dulce frente a estas ratas de alcantarilla.

Gruonie se echa a reír agarrándose el estómago. Es lo único que ha hecho mientras contemplaba con gracia todas las torturas que soporté.

—Apuesto que cambiarás tu terrible expresión ahora.

Gruonie señala la estructura de decoración oscura con diferentes estatuas que deberían dar miedo. En el ante jardín de la casona, hay un cartel roído y escrito con letras que deberían parecer sangre; leo lo que dice y no puedo evitar lanzar una carcajada.

—¿"La Casita Embrujada"? Estás loca, Gruonie.

—¿Tienes miedo, McFly? —Hago una mueca de desagrado en respuesta— Bien, entonces entraré sola.

Odio cuando la Ardilla se pone como una niña mimada con el fin de conseguir las cosas que desea. Supongo que es culpa de sus padres por criarla de esa forma siendo la hija única de una familia adinerada. Lo cierto es que nunca he conocido a ninguno de sus padres y pretendo no hacerlo jamás, pero si llegase a darse la instancia no escatimaré en decirles que controlen a su hija con complejo de princesa.

—No pienso agarrarte de la mano cuando grites —dicto al colocarnos en la fila—. Espero que lo tengas claro.

—Me has agarrado otras cosas antes, y no has reclamado.

Arpía.

Como medio de entretención mientras esperamos entrar, comienzo a observar a las personas de más adelante. Odio tener que involucrarme de tan cerca con personas desconocidas. Sin embargo, logro captar entre los demás al castaño fracasado que está loco por la mojigata. Él luce entusiasmado, con una sonrisa tan molesta como su personalidad. Se menea de lado a lado y parece hablar con alguien más.

Aunque quisiese ver con quien más está, no logro ver más allá que el viejo obeso con complejo de puerco detrás del castaño inepto. No obstante, tengo la oportunidad de ver un poco más allá, cuando una mano parece acomodarle sus visos.

—¿Qué miras? —interroga Gruonie, poniéndose en puntillas para ver lo mismo que yo.

—Nada.


Tras salir de la "Casita Embrujada", Gruonie me obliga a acompañarla hasta una banca junto a un basurero para saciar su repentina adicción por los cigarrillos.

Creí fumaba sólo después del sexo, pero al parecer su afición por los cigarrillos la está consumiendo cada día más.

Me siento junto a ella, mientras tanto, hago un esfuerzo sobrenatural para soportar el olor a cigarro y la pierna en movimiento que el sujeto sentado al otro lado en la banca mueve sin cesar. Entre tanta caminata y juego aburrido, ha comenzado a oscurecer, pero eso no impide que logre divisar al castaño junto a quien parece ser la Pequeña Fissher.

Los dos se miran de frente y sonríen, causándome un revoltijo incómodo en el estómago.

Ella sólo sonríe frente a ese tonto sin gracia. Es simplemente despreciable.


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No me odien () tuve una semana muy, pero muuuy agotadora y ocupada, así que ni tiempo tuve siquiera de leer las novelas que pretendía leer. Pero Abemus Capítulo :D

¡SÍÍÍÍ, al fin beso con James! (づ ̄ ³)

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