Atados.




Lean la nota al final del capítulo 7v7.

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MIKA

Astrid se acomoda las gafas y me mira de forma extraña. O más bien, confusa. Está de sobra decir que mi propuesta la ha descolocado y no entiende el propósito de ésta. Sería justo decirle los motivos de mi repentino "empecemos de cero", pero siendo ella alguien curiosa, seguro me invadiría con preguntas que no quiero responder ahora.

—¿Entonces? —insisto. Extiendo mi mano hacia ella, para estrecharlas como lo haría formalmente un hombre de negocios para sellar un contrato.

Baja su cabeza y mira mano a la espera de estrecharse con la suya.

—Está bien, pero no entiendo qué pretendes decirme —vuelve a mirarme—. Creí que ya lo habías dicho todo.

—No desde sus inicios, Pajarito.

Se dispone a decir algo más, sin embargo, parece arrepentirse. En lugar de hablar, prefiere soltar la conexión física de nuestras manos. Retrae la suya y se agarra el uniforme de trabajo, baja la cabeza y comenta con indiferencia, como si no notara lo repentinamente incómoda que se ha sentido con nuestro encuentro:

—Deberíamos estar trabajando...

Se apronta a salir del pasillo; no obstante, la detengo del brazo causando que ella me mire ofuscada y cubra instantáneamente sus labios con la mano libre. Alzo una ceja ante su reacción, provocando que se sonroje.

—No pensaba besarte —sonrío con picardía.

—Lo hice por las dudas —baja su mano—. Ya no sé qué esperar de ti, McFly. ¿Qué ocurre ahora?

—Mañana en la biblioteca.

—¿Mañana en la biblioteca? —pregunta, moviendo el brazo para que la suelte; pero no hago caso a sus insistencias. Así que desiste luego de su pregunta.

—Después del primer recreo, te veo en la biblioteca.

Dicho esto, me marcho para continuar limpiando este mugroso lugar.


ASTRID

¿Es que Mika no tiene otro día para hablar sobre su vida?

Probablemente, McFly está pensando en contarme todo en la biblioteca. Y aunque estoy ansiosa por saber que más envuelve su mundo con el de Patrick, que está unido a los dos, no puedo saltarme una clase así como así; mucho menos cuando es una clase con el Profesor Marshall. Él no acepta que un estudiante falte a sus clases, llegue tarde o se marche con alguna excusa barata como "me duele el estómago". Lo peor de todo es que si llego a faltar, seguramente llamará a mis padres. No por nada es uno de los profesores más estrictos y jodidos de Jackson.

Pero insisto ¿no podía ser otro día?

Por más que busqué McFly por el minimarket no lo encontré, no pregunté si se había marchado pues dudo que los demás lo sepan. Tampoco hablé con el gerente por temor a algún regaño.

No me quedó más que volver a casa dada a su repentina desaparición.


Después de cenar, subo a mi habitación. Mamá no habló nada sobre lo de Patrick y yo agradecí en mi interior que no lo hiciera. Tampoco habló sobre él, ni sobre su vuelta a casa; sólo se limitó a preguntar cómo había estado mi día y el trabajo. Me he preguntado un par de veces, desde que tuvimos la mini charla en mi habitación, si ella sabe algo de Patrick y no quiere decirlo o, quizás, no puede. Eso sería horriblemente desastroso.

Sería algo terrible.

Respiro hondo y le doy enviar al correo; allí envié la fotografía con el hijo de Patricia como modelo, su evidente felicidad hacia las hamburguesas y expresión al estar llevándola a su boca. No mentiré, temblé de nervios cuando le di click a la opción enviar; pero luego de unos minutos pude superar mi pequeño ataque de nervios.

Ahora necesito decírselo a alguien para compartir mi pequeña felicidad que se mezcla con ansiedad. Busco en mi celular a Megan y le envío un mensaje.

«Acabo de enviar la fotografía. Tengo nervios >.<»

En segundos, Megan responde mi mensaje:
«¡¡Felicidades, amiga!! No tengas nervios, eres una fotógrafa grandiosa *3*»

Inconscientemente sonrío al ver su mensaje. Es corto y sencillo, pero de alguna forma me hace sentir bien. Repaso en mi lista de contactos hasta detenerme en un nombre singular de "Mr. Alguien" —o Mika, ahora—. Por poco casi olvido que después de enterarme que McFly era Mr. Alguien lo bloqueé al instante, para que ninguno de sus mensajes me llegase y no lo eliminé por si me llamaba o algo.

¿Debería desbloquearlo? Digo, hemos empezado desde cero; además, podría decirle que mañana no puedo faltar a clases.

Le doy desbloquear.


MIKA

Repaso otra vez la lista con las cosas que debo guardar. Dentro de lo que resta en la semana tengo previsto un viaje fuera de la ciudad con el fin de visitar unos parientes, y de paso, la tumba de mamá. La enterraron en su ciudad natal, por lo que no queda de otra. Bajo la insistencia de Ashley para que la acompañase, no me quedó de otra que aceptar. No me gustan los cementerios; lastimosamente, para estas épocas las visito a menudo, ya sea con Ashley, Chase y Jax, o simplemente, solo.

Mañana me retiro de Jackson antes, es por eso que cité a Pajarito después del receso. De otra forma, tendría de contarle todo el próximo lunes y, por lo que escuché, Patrick llegará dentro de la semana. No dudo que manipule todo a su antojo para quedar bien...

Ashley golpea la puerta de mi cuarto para sacarme de mis pensamientos.

—La cena está lista —informa—. Papá está abajo, no tardes.

Asiento sin decir más.

Olvidaba que también el viejo nos acompañará, como para hacer más ameno nuestro viaje —nótese el sarcasmo—. Supongo que lo hace por respeto a nuestra madre; seré honesto, me sorprende que haga espacio en su agitada agenda para ella.

Salgo de la habitación hasta llegar al comedor; papá está sentado y frente a su puntiaguda nariz yace una sopa que apenas ha tocado. Me siento a su derecha y Ashley hace lo mismo a su izquierda. No dice nada, sólo espera a que nos acomodemos para proceder a tomar de la sopa. Antes de agarrar la cuchara que yace junto a mi plato, recibo una llamada entrante que parece colocarlo de mal humor al instante.

—Sabes que no me gustan esas cosas en la cena —advierte. No despliega sus ojos de la sopa—. Apágalo.

No hago reproches y me apresuro en obedecer. La llamada entrante termina y al sacar de mi bolsillo el iphone me sorprendo al descubrir que era de Pajarito. No obstante, no me queda de otra que hacer lo que el viejo dice.


Al terminar la cena me apresuro en subir las escaleras y encender el estúpido celular. No obstante, pese a las llamadas hago con la esperanza de que conteste, no lo hace. Lo único que tengo de ella son dos llamadas perdidas y un mensaje.

"No creo que pueda ir mañana a la biblioteca mañana. No puede ser otro día?" —releo, conteniendo las maldición que predispongo para decirle a la mala suerte.


ASTRID

No sé cómo pasó, pero así se dieron las circunstancias.

Como acostumbro cada martes después del primer recreo, me dirigí a la sala del Profesor Marshall con el fin de llegar antes que él para no recibir alguna amonestación de su parte —una vez la recibí. Fue horrible—. Me senté en el banco junto a la ventana; justo detrás de James, quien aún no llegaba. Allí, sentada ya con mi cuaderno sobre la mesa, recordé lo que McFly me dijo en el desolado pasillo cuatro del minimarket y deduje que él debía estar en la biblioteca esperando mi llegada. Respiré hondo y al exhalar comprobé que estaba inusualmente nerviosa. Conté desde el número quince hasta el cero, diciéndome a mí misma que si el Profesor Marshall no aparecía saldría corriendo a mi encuentro con Mika.

Entonces, cuando mis labios formulaban con un vago movimiento "cero", James apareció por la puerta y nos gritó a todos que Marshall no vino a clases.

Ah... así fue como ocurrió.

Entro a la biblioteca como quien va a cruzar el campo de guerra, recibiendo los disparos del enemigo que se reducen a miradas curiosas de las personas mientras me observan adentrarme al enorme espacio lleno de libros que —ciertamente— nunca tomé mucho en cuenta. Fueron pocas las veces que tuve que venir a leer aquí; irónicamente, mi venida a la biblioteca no tiene nada que ver con libros, ni estudios, sino un tema completamente apartado de eso. Según Megan, contiene muchas revistas interesantes y libros de ayuda. Yo nunca fui amante de la lectura como ella, mucho menos de revistas. Mis intereses se reducen en fotografiar... Nada más. Es por eso que este lugar me es ajeno; los estantes, las mesas con estudiantes, la bibliotecaria, los sillones. ¿Desde cuándo una biblioteca tiene sillones?

Mejor dicho: ¿Dónde está McFly?

Busco entre las mesas por si logro encontrar su rostro ya tan familiar, pero no coincido con ninguno. Me paseo por los largos estantes llenos de libro, caminando por todas la secciones posibles sin dar con su paradero. Vago sin rumbo por la biblioteca bajo la mirada perspicaz de la bibliotecaria, quien se arregla los lentes al verme. Rehúyo de sus ojos acusadores y me dirijo al sitio más solitarios, oscuro y apartado de la biblioteca, donde por fin encuentro a McFly.

Está dormido. Luce semejante a un niño pequeño, con su cabeza sobre sus brazos usando el descansabrazos como almohada. Sobre su regazo hay un libro abierto, de hojas amarillentas y gastadas. Desde mi puesto no logro leer qué libro es y tampoco creo poder hacerlo en algún momento. Verlo así me pone incomoda, como si estuviese viendo algo totalmente privado. Es como cuando veía si fotografía en casa; se siente un acto delictivo que deberé pagar con la pena de muerte. Él parece disfrutar tanto de su desconexión con el mundo real que siento lástima de despertarlo; hasta parece gustarme verlo así de inofensivo.

Cierro los ojos con fuerza en un intento en vano de eliminar el absurdo pensamiento que pasó por mi cabeza. No vine a pensar bobadas sobre McFly, sino a escuchar lo que tiene para decir.

—McFly... —Carraspeo y me acerco para zarandearlo. Él abre los ojos con asombro hasta que, en un par de pestañeos, logra volver del mundo de Morfeo.

—Te ganó la curiosidad, ¿verdad, Pajarito? —esboza una sonrisa ladeada y me hace un hueco en el sofá.

—En realidad, el Profesor Marshall no vino a clases —respondo. Miro hacia los lados comprobando que nadie esté cerca; no quiero que un rumor se expanda por sentarme junto a McFly. Por ahí supe que andaba un rumor sobre la rubia que se sienta junto a mí en el bus y el amigo de Mika. Mierda, no quiero ni pensar qué pasaría si se enteran todo lo que ha pasado entre McFly y yo—. Creí que tenías clases de Lenguaje en la primera hora.

Me siento en el acolchado sofá rozando el hombro de McFly. Él sostiene el libro que leía y lo cierra, lanzándolo al suelo como si le importase una mierda.

—Falté a clases porque me aburren, así que vine aquí.

—Ah, sí. A ratos olvido que puedes hacer lo que se te dé la gana. Bueno...

—¿Me desbloqueaste? —interrumpe— Ayer me llamaste.

Carraspeo y miro en otra dirección para que no se percate de mi repentino sonrojo.

—Sí, era para decirte que no podría venir... Pero ya estoy aquí, así que vamos al grano.

—Bien... —se acomoda en el sofá como si fuese a relatarme una historia demasiado larga como para estar incómodos. De pronto, saca de su bolsillo una hoja de cuaderno que arruga en su mano—. Antes, te diré algo: No estoy aquí para decir que soy un santo, porque los dos sabemos que soy todo lo contrario. Tampoco quiero excusar mis actos. Estoy aquí para sincerarme por primera vez después de mucho tiempo. Así que promete que leerás todo.

Su advertencia me causa escalofríos y un remolino de sensaciones difíciles de describir.
¿Para qué la advertencia? ¿Para que no salga corriendo huyendo de él? ¿Para no terminar odiándolo de por vida?

—Me pones nerviosa —suspiro entrecortadamente—. ¿Qué es todo esto?

—Promételo.

—Lo prometo...

Él baja la cabeza y me entrega la hoja arrugada.

—Léela.

Despliego la arrugada hoja y comienzo a leer.

«Conocí al par de hipócritas, Patrick y Mathew, en secundaria; compartíamos el mismo gusto por lo paranormal, así que comenzamos a juntarnos. Los dos ya se conocían, no sé si lo sabías...

Bueno, eran amigos desde antes y tenían un estúpido juego al que llamaban "El Pastor y El Cordero"; ellos eran los pastores y los demás el cordero. Para ese entonces, mamá había fallecido y caí en una depresión infantil. No tenía amigos, no tenía apoyo de mi padre... a los únicos que tenía era a mi hermana pequeña y a Patrick con Mathew, así que cuando me ofrecieron entrar a su juego y ser amigos no lo pensé dos veces y acepté. Me volví en un pastor en busca del cordero que iría directo al matadero. Ya debes imaginar de qué trataba tan juego, ¿no?

Bien.

Nunca, dentro de mi cabeza, había desarrollado odio hacia alguien en particular, ni había gozado el sufrimiento ajeno, hasta que encontré al cordero perfecto que Patrick y Mathew querían molestar.

Su nombre era Sebastian Lupin...»

—¿"Era"? —interrogo, apartando mi cabeza de la hoja arrugada para mirarlo. Él ni siquiera se atreve a verme.

Continuo leyendo:
«...Sin amigos, solitario, de otro curso; Sebastian era perfecto para el juego y por mucho tiempo disfruté ser el pastor. Hasta que el cargo de consciencia se presentó y no pude hacerlo más. No quería, a pesar de las insistencias de Patrick y Mathew. Él día en que quise pedirle perdón por mis actos me enteré que ya no estaba. Se había esfumado de la tierra. No hallé rastro alguno sobre él, sobre su familia, sobre algún conocido... Nada. Mi sentimiento de culpa fue tanto que dejé de lado a Patrick y Mathew, el psicólogo del colegio citó a papá para que me llevara con un psicólogo pagado que no hizo nada.

De lo único que era consciente era que, sea lo que sea que Sebastian haya hecho o hiciera a futuro, sería por mi causa.

Pero el juego continuaba y debía encontrar a otro cordero, pero me negué. ¿Qué pasó entonces? Me convertí en el cordero. Sin amigos, con depresión, un padre ocupado, un psicólogo ambicioso y sin nadie que me prestara atención. Patrick y Mathew encontraron a otro cordero (yo) e insistían en decir que yo había matado a Sebastian. Y ya sabes lo demás, los golpes, los insultos, los videos... Chase y Jax fueron quienes me defendieron para entonces; me dieron una mano. Papá dejó de pagar el psicólogo y me valí por mi mismo para seguir adelante, con la culpa comiéndome los sesos. Cuando vi a tu hermano por primera vez en Jackson, pensé que la historia se repetiría y levantamos unas reglas que Chase, Jax y otros chicos más creamos un día. Las tres reglas no tardaron en hacerse famosas y, extrañamente, todos comenzaron a obedecerlas.

Ellos no saben lo de Sebastian, ni pienso decirles. No hasta que sepa qué pasó con él...»

—Mierda... 

—Eso es todo, ya lo sabes todo —arrebata de mis manos la hoja. La parte a la mitad y continua rompiéndola hasta que de la hoja no queda más que pequeños trozos—. Sebastian es lo único que me tiene atado a tu hermano y la serpiente venenosa de Mathew.


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Bueno, ya saben qué hay entre Patrick, Mathew y Mika. Y Astrid también. Espero que el capítulo les sirva para comprender que muchas veces el que abusa también fue abusado; y no estoy excusando a nadie... El bullying es un tema super delicado y hay que profundizar en él. Muchos lo hacen por diversión como P y M; otros, como Mika, lo hacen por X motivos. Es un círculo vicioso terrible.

¿Cómo creen que reaccionará Astrid? Comentenlo aquí c:

¡¡¡¡Heeeeeeeeeeeey, llegamos a los 5M y estoy ultramega feliz!!!!

No les mentiré, no subí capítulo el miércoles porque fui al cine (estoy de vacaciones, entiéndanlo TnT) a ver "La Quinta Ola", llegamos tarde y compramos las entradas más tarde y bah... al final, llegué a mi casa como a las 1 de la madrugada. Así que, no pude escribir nada. Pero, como soy buena persona, y para recompensar los 5M, les dejaré elegir entre dos opciones:

1. ¿Quieren maratón?

2. ¿Quieren preguntas? (preguntas tanto para personajes, como para mí 7u7)

COMENTEN Y ATENTOS AL MENSAJE DE MI PERFIL, ALLÍ PONDRÉ QUÉ OPCIÓN GANÓ.

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