Hay Alguien Ahí?

¿HAY ALGUIEN AHÍ?
Los chicos de mi barrio acostumbrabamos a jugar al futbol frente a una casa abandonada a la cual nuestros padres nos habían prohibido entrar, según ellos por eso de las ventanas rotas, jardines con espinos o las vallas peligrosas que a muchos de los vecinos les preocupaba que tuviéramos accidentes. Regularmente nuestros padres nos llamaban a dormir antes de las 9 de la noche, pero aquella noche de sábado nos dejaron disfrutar de nuestro juego un poco más, pues tenían los vecinos una agradable reunión por el cumpleaños de uno de ellos.
En nuestro juego la pelota iba y venía de un patio a otro, de donde la recuperabamo sin mayor problema, hasta que la pelota entró por la ventana del segundo piso de la sucia casa, no sabíamos que hacer.
Luego de mucho nos dispusimos a trepar un árbol para ir a buscar nuestra pelota, que fue arrojada adentro por Juan. Juan gritó desde el árbol en el cual estábamos encaramados. —¿Hay alguien ahí? — con algo de miedo, a lo que una voz tímida e infantil respondió: —¡Sí! Y quiero jugar con ustedes —después de una rápida plática de niños, decidimos subir a jugar a las escondidas con nuestro nuevo amigo, del cual solo podíamos ver solo la sombra asomándose por una de las ventanas rotas.
Una de las chicas se dispuso a contar hasta 100 y todos nos escondimos donde pudimos, poco a poco nos encontraban nuestros amigos, pero nos fue imposible encontrar al niño desconocido antes de que nos llamaran nuestros padres a nuestros hogares. Pasaron varios días sin saber de aquel niño que nadie conocía o tal vez conocían pero no quisieron hablar de él, hasta que nuevamente otro día nos quedamos hasta tarde para jugar fuimos a la casa vieja y allí su sombra apareció en la ventana invitándonos a continuar el juego a las escondidas y tratar de encontrarlo.
Nosotros nos negamos de inmediato, nos parecía aburrido tener que buscarlo, porque era demasiado bueno para esconderse, así que mejor insistimos en que bajara a jugar fútbol afuera con nosotros.
El niño aquel se rehusó en cada ocasión cuando le pedíamos que baje, con una voz muy triste denotando su estado de ánimo. Fue entonces que le preguntamos —¿Por qué no quieres jugar con nosotros?— entonces con una voz tétrica y por demás escalofriante nos respondió. - Porque no puedo - y con un nudo en la garganta que lo hacía más tétrico aún nos dijo —¡Es que los fantasmas no tenemos pies ! —y ante nuestros ojos atónitos de terror, porque no podíamos creer lo que veíamos, bajó flotando desde el segundo piso. Fue entonces que nos echamos a correr a nuestras casas y nunca más salimos a jugar hasta tarde y menos en aquella casa, años después nos enteramos que en esa casa vivía una familia muy feliz un muchacho y sus padres, pero por situaciones de la vida la mamá perdió la vida en un accidente, el padre no soportó la tristeza y se dedicó a la bebida descuidando al muchacho, lo mal trataba como culpandolo de esa tragedia fue tanto el dolor del niño que se aventó del segundo piso de la casa cayendo de cabeza y muriendo instantáneamente, el padre al ver aquella escena dantesca se pego un tiro en la cabeza, desde ese momento ese niño se apropió de esa casa apareciendose por la ventana...

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