28. Vino, cigarro y un poco de ti.

Abro los ojos, no está en la cama. Estiro un poco mis manos y gimo por el gesto. Agarro mi teléfono, encuentro la notificación "No quieres irte, lo sé. Pero ya debes estar hasta las trancas de enamorada. Vamos, que el boleto de regreso es para hoy por si lo olvidaste. PD: no me odies, soy tu Yo del pasado. Ah, sí, sé que vine a joderte el día". Me dejo caer en el colchón desilusionada por mí mismo recordatorio. Tengo que decirle.

Bajo hacia la primera planta y con el teléfono en las manos me acerco a la cocina, despacio sin interrumpirlo me lo encuentro despaldas, llevaba un pulóver ligero gris y unos shorts de color negro con palmeras pequeñas en blancas. Sus pies estaban desnudos sobre el suelo y en la parte trasera de sus caderas llevaba un amarre de al parecer un delantal. Se gira, si era un hermoso delantal con el cuerpo sexy de una mujer en bikini. Río un poco.

—Antes de burlarte podrías decir los buenos días. —protesta un poco.

—Buenos días... —me acerqué a la encimera pasándole por al lado. —Te ves sexy.

—Lo sé, soy consciente de ello los 365 días del año. Gracias. —me sonríe.

Por un momento nos quedamos embobados observándonos directo a los ojos. Somos completamente conscientes de lo que sucedió anoche y de lo que sucedió antenoche, pero, ¿quién hablará sobre el tema? Obviamente yo no, y creo que él tampoco.

—¿Qué es lo que huele tan rico? —suelto y reacciona.

—¡Joder, se queman las arepas!

En movimientos rápidamente coordinados sirvió en dos platos, una arepa en cada uno y luego con toda concentración agrego crema encima junto a fresas perfectamente ordenadas. Sonrío, estaba hermoso, es que ya no podía verle de otra manera. Me era inevitable observarle con otros ojos.

Pasamos infinitos minutos en la cocina mientras desayunábamos y escuchaba de Christian todos sus planes para lo que queda de mes. Recuerdo su emoción al contarme que desea hacer aquellas fotografías artísticas y raras de las que me explicó. Termino de doblar los jeans que he traído y pienso que tal vez podría quedarme, trabajar desde aquí no sería un problema para Laurent. Tendría que pensarlo un poco más.

Huelo el pijama de dos piezas que llevo puesta, necesito un baño, camino hacia el cuarto de baño y me desnudo rápido. El agua de la regadera cae sobre mis hombros y poco a poco va bajando despacio por la espalda relajando todos mis músculos. Respiro profundo. Christian se cuela en mi mente. Los recuerdos de las veces que nos hemos encontrado con los deseos a la misma vez y hemos cometido el dulce pecado de besarnos. ¿Qué es lo que siento realmente? Joder, no lo sé. No estoy segura.

Después de varios minutos seco mi cuerpo desnudo frente al espejo y sacudo mi cabello húmedo, necesito secarlo un poco. Abro los ojos cuando dejo de mover mi mano y veo su reflejo, está justo ahora parado en la puerta detrás de mí, llevaba unos shorts deportivos al igual que sus zapatos. En sus oídos traía audífonos inalámbricos y me quedé un poco perdida en su torso desnudo, veía como pequeñas gotas de sudor caían por su piel firme y su boca estaba semi abierta por la aceleración de su respiración. ¿Cuándo había ido a correr?

Se quitaba los audífonos mientras sus ojos recorrían mis cuervas traseras y se quedaron nuevamente en mi rostro.

—Yo.. —quise decir al girarme hacia él cubriéndome un poco con la toalla que llevaba en mis manos.

—Estás hermosa. —rápidamente mientras seguía conectado con mis ojos.

Nos analizamos con la mirada un poco más. Frenábamos un poco las ganas. Queríamos que uno de los dos se arrepintiera de las cosas que nos llegaban a la cabeza. De los deseos acumulados. Di un paso al frente directo a su cuerpo y me sorprendí al encontrarme que sus labios junto a sus manos también me buscaron. Nos entregamos juntos.

Nuestros labios se devoraban desesperadamente. Sus manos sobaban mis glúteos y subiendo un poco más hasta mis caderas, me levantó del suelo y abracé su cintura con mis piernas. Besaba su cuello y le escuché gemir justo antes de sentarse en el borde de la cama con mi cuerpo sentado a horcajadas sobre él. Agarró fuerte la parte trasera de mi cabello haciendo que mi mirada quedara en la suya, como si estuviera diciéndome que este era el momento de parar, de arrepentirse de todo esto.

Le observé los labios, al encontrarlos entre abiertos, agitados, me perdí. Me desorienté por completo, agarré su rostro y le besé agresivamente como nunca en la vida lo había hecho. Con mi lengua saboreé sus labios dándole entrada VIP al infierno donde ya me encontraba. Me alejé solo un poco y le vi sonreír justo antes de acercar mis labios otra vez a los suyos. Dimos comienzo nuevamente a esto que le llamamos fuego, y mira que nos gustaba quemarnos. Sentía que una de sus manos se introducía entre mis piernas. Se separó de mi un poco. Analizó mi rostro, pude percibir que sonreía de medio lado y estaba segura de que planeaba algo.

—¡Joder!... —grité sin tomar medida de lo fuerte que lo había hecho.

Mi cuerpo como acto reflejo se arqueó cuando lo sentí penetrarme tan fuerte sin avisar, sin previo aviso de lubricación porque ya me tenía a sus pies de lo excitada que estaba. No dejaba de penetrarme aceleradamente con sus dedos.

Mi piel arde. Cierro los ojos y hecho la cabeza hacia atrás. Su mano izquierda se coloca en mi cuello haciendo un poco de presión que causó un choque eléctrico entre mis piernas. Coloqué mis dos manos agarrando su muñeca y me incorporé para observarle. No estoy segura de mi rostro en este momento, no dominaba nada de mi ser, solo sé que le sonreí poseída de todo lo que me hacía sentir y que ese gesto le hizo gruñir muy bajo provocando en él desesperación. Me acerqué una vez más, agarré su labio inferior con mis dientes suavemente mientras sus movimientos fueron disminuyendo poco a poco e introduje mis manos en su entrepierna buscando su miembro. Comencé a acariciarlo a su ritmo. Gemí sobre sus labios cuando entró hasta los más profundos son sus dedos y luego gimió él cuando aceleré la caricia.

Era una carrera de sensaciones. Nos provocábamos uno al otro. Estaba dispuesta a ganar, pero mi cuerpo le pertenecía. Mientras el orgasmo me gritaba que ya casi, mi mente me repetía que un poco más. Pero era imposible, yo... Nos detuvimos, toques en la puerta nos sacaron asustados de la escena como dos niños pequeños que hacían algo malo. Esperamos un segundo y sí, volvieron los golpes en la puerta. Mi teléfono comenzó a gritar desesperado en mi horrible tono de llamada, y lo odié tanto.

Me separé de su cuerpo, agarré de mi maleta, que estaba aún sin cerrar, una bata de satín de color negro y me cubrí el cuerpo desnudo mientras él se colocó ambas manos en la cabeza. Se puso de pie, se giró, me observó agitado y... Dios, ¿qué fue todo eso?

—Yo... —quiso decir. Se agitó el cabello, volvió a observarme luego de mirar la puerta y noté un poco de desesperación. —Voy a ocuparme. Debe ser algo importante.

Yo no sabía que decir. Observó mi teléfono del otro lado de la cama que aún gritaba el maldito. ¿Quién coño era?

—Creo que deberías contestar. —dijo tratando de que la atmósfera mejorara.

—Oh, sí. Claro.

Me acerqué, lo agarré. Observé que era mi hermana la inoportuna y escuché como desapareció por la puerta. Me arrojé al colchón justo dos segundos antes de contestarle la llamada.

Mi hermana me reclamó por un buen tiempo que había perdido mi vuelo, que la pequeña me esperó con ansias. No pude explicarle, aún no tenía claro todo lo que había sucedido. Todavía pasaban los pequeños recuerdos como los estados de WhatsApp, uno tras de otro y sin poder colocar el dedo en la pantalla para analizarlos bien. Estaba segura que tenía que marcharme, cerca de él no iba a estar nunca segura de lo que sentía. Terminé de empacar todo, me coloqué unos jeans altos, zapatos deportivos y una blusa con estampado de flores de color verde menta hermosa. Baje a despedirme, estaba dispuesta a esperar en el aeropuerto. Raymond me ayudo con el equipaje, y le buscaba por el jardín, se encontraba sentado en la mesa con techo cerca de la piscina. Los pies los tenía estirado sobre otra silla y observaba hacia la nada.

—¿Estás bien? —dije acercándome.

—Estupendamente —soltó colocando los pies en el suelo para que yo tomara asiento enfrente suyo y eso hice.

Nos observamos por un momento, en mi interior no sabía cómo decirle que me marcharía, que debía hacerlo. Se quita los lentes de sol que llevaba, colocándolos encima de la mesa.

—¿Por qué no me has dicho que te irías? —su rostro se nubla por un momento.

—Perdón, lo he olvidado por completo.

—Era el taxi. —lo observo con un poco confundida. Sus hombros ya no estaban tensos. —Raymond llamaba porque el taxi estaba esperando.

—Lo imagino. He perdido el vuelo de todas formas. —apenas suelto en un susurro.

Nos quedamos varios segundos en silencio. Me observo las manos un poco, dejo salir un suspiro, tengo que decirle que me iré de todas formas. Levanto la mirada hacia sus ojos y sonríe sutilmente.

—Le he pedido a Raymond que reserve en otro vuelo para la tarde. —mostró una pequeña sonrisita.

Yo también sonrío, siempre me sorprendía. Me encanta, lo sé, pero estoy demasiado confundida como para seguir aquí. Necesito aclararme.

—Gracias.

Nos quedamos de nuevo varios minutos observándonos. Algo muy dentro me decía que le besara, que le abrazara, pero me negué. Desvié mi mirada hacia otro lado mientras sonreía. Tenía que marcharme cuanto antes o querré quedarme aquí de por vida.

Todo en el aeropuerto fue rápido, hasta despedirme de él lo fue, no quería sentirme mal por ello. Le abracé y sus manos estrujaron mi cuerpo mucho más fuerte hasta que dejó salir todo el aire y yo pude llevarme conmigo un poco de su perfume. Todo el vuelo me la pasé inquieta, imposible descansar, no podía conciliar el sueño. Pisé el suelo de Londres a las siete con treinta minutos, un taxi estaba esperando por mí y volví a sonreír gracias a la gran capacidad que tenía Christian para facilitarme la vida. Había sido él, se lo he sacado al chofer, era un hombre mayor muy amable.

Tomo poco tiempo en llegar a casa de mi hermana, habían hecho de cenar y mi madre también estaba allí. Llegué de sorpresa, solo mi hermana sabía. Me recalcaba que tenía una cara espantosa y que seguro estaba atormentada por algo, se lo negaba, pero sé que pronto sacará lo que me sucede. Tiene esa habilidad. Es mi consejera después de todo.

Mientras cenábamos mi hermana y mi cuñado contaban la hazaña de la carrera emocionados, junto a mi pequeña hermosa que no hacía más que querer contar ella a mi madre todo lo bien que la pasó en casa de su "Abuelo Nono". Estaba distraída, agarré el teléfono y bajo la mesa le dejé un mensaje "Gracias por el taxi", pero no estaba en línea. Después de la cena, la pequeña se queda totalmente dormida sobre mí en el sofá mientras le acariciaba el cabello un poco perdida en mis pensamientos.

—Al parecer no le han dado rabo lo suficiente. —suelta mi hermana a mi madre cuando se acercan.

—Emma, despiertas a la niña. —dicta mi madre al ver a la pequeña moverse.

Sonrío al ver el mal rostro de mi hermana, estaba preocupada, lo sé. Agarra a la niña, y se voltea antes de irse hacia mi madre.

—Habla con ella a ver si cambia esa cara de culo que tiene. —le sonrío y la veo marcharse.

Mi madre se queda quieta por un instante y luego coloca una de sus manos en mi pierna acariciándola con una suave caricia.

—Estás hermosa. —me susurra.

—Son tus ojos. —acaricio su mano con ternura.

Se toma otros minutos en silencio.

—Me hubiese encantado ver esa carrera. Tu padre debió de estar muy emocionado, le encanta verlos correr. —le escucho decir con dulce voz. La observo y sonreía con un poco de añoranza.

—¿Extrañas a papá?

Sonríe, la tristeza no se ha ido de su rostro. Traga con dificultad antes de hablar.

—Hoy hace catorce años que no le veo. —sus ojos se ponen un poco llorosos. Pestañea rápidamente para que no salieran las lágrimas. —Rodrigo ha sido un hombre espectacular. El único hombre que me ha hecho sentir mujer, y mira que he tenido relaciones. —bromeó y ambas nos reímos. —A veces, uno por idiota y por inmadurez de la edad comete errores tan insignificantes, que cuando se viene a dar cuenta, el espejo ya te brinda la versión de tu cuerpo a los cincuenta y nueve años, con arrugas y con dolores por todos lados.

—Estás hermosa con tus cincuenta y nueve años. —le dejo un beso en la mejilla y dejo mi cabeza sobre mi hombro.

Me acaricia suave el rostro con su mano. Cierro los ojos. Le veo. Su sonrisa. Sus ojos. Su cuerpo. Sus gestos. Todo, me vienen los recuerdos de nuevo a la cabeza. No sale de ahí.

—Conocí a alguien, pero no sé. No estoy segura. —confieso con ojos cerrados, aun disfrutando de su caricia.

—Por algo te había notado tan ida últimamente. —le escucho sonreír en voz baja. —¿Y cómo es?

—Tiene algo que me incita a perderme. —mi madre estalla de la risa y me reincorporo para observarle. —No te rías. No sé explicártelo de otra forma. Es algo... algo... es que no sé. Es algo y a la vez es todo. Joder, sensaciones raras están en mi cuando le tengo cerca. Me pone tanto, que no estoy segura de.. ya sabes.. —mi mamá acepta que entiende lo que le quiero explicar. —y no quiero hacernos daño. ¡Qué me ha dicho que quiere estar a mi lado por tiempo indefinido y me he quedado paralizada por completo! Dios mío, que tonta soy.

—Por dios, los jóvenes se complican mucho la vida. —se ríe un poco.

—Es que eres tonta de manual. —se incorpora mi hermana a la conversación brindándonos una copa a cada una. —El chico se te ha declarado de la forma más hermosa que he visto y no le dices ni un "gracias". Es que así de fría no vas a conseguir que te follen. Afloja un poco, querida.

Dicta mi querida hermana sirviéndonos el vino tinto que ha comprado mi cuñado. Mi madre solo volvió a sonreír y sus mejillas se tiñeron de un color rojo que le quedaba perfecto con su forma de ser tan perfecta.

—Es que sí, ya han pasado cosas. Perdí el avión porque casi terminamos.. ya saben.. enredados.

—Yo sabía que andabas en algo. —recibí la acusación directa de mi hermana.

—Y si todo está tan genial entre ustedes, ¿por qué lo complicas tanto, cariño?

Las palabras dulces de mi madre hicieron me hicieron pensar un poco. ¿Qué me pasaba? ¿Por qué huía? ¿Le quiero? ¿Me quiere? ¿Por qué tantas dudas?

—No lo sé. —confieso al fin. —Tengo mis dudas.

Ambas se quedaron en silencio. No sabían que decir, y yo, estaba igual. ¿Por qué si todo está bien tengo que preocuparme tanto?

—A veces tenemos la necesidad de que algo nos haga luchar para lograr lo que verdaderamente queremos. No nos gustan las cosas tan fáciles o simplemente no creemos que merecemos las cosas buenas sin sufrir un poco antes de tenerlas. A veces no abrimos los ojos hasta que estamos completamente seguros de que esa persona no se irá nunca. Y otras veces, necesitamos que algo, bien fuerte, nos saque de ese estado de inmovilidad para ir corriendo detrás de lo que verdaderamente nos importa. El problema de todo eso está en que cuando abras los ojos, o cuando te llegue ese golpe extremo, no sea demasiado tarde para correr o para ver que ya no hay nadie esperando. —mi madre bebe vino con una sutileza que nos ha dejado a mi hermana y a mi pensativas por dos minutos sin decir ni movernos.

Eso me hizo pensar más que esos veinte minutos que estuvimos conversando cosas de mujeres. No volvimos a tocar el tema de mis dudas respecto a Christian. Cuando decidí irme por fin, faltaba una hora para medianoche y mi madre un poco pasada de vino me abrazó con fuerza justo antes de subir al taxi y me dejó en un susurro "No tengas tanto miedo en la vida, cariño. Vive" Las tres estábamos un poco tomaditas, las dos botellas de vino nos hicieron muy bien para sincerarnos y emitir criterios como las mujeres independientes que éramos.

Hoy a los hombres les han picado los oídos, porque hemos hablado de ellos, de sus dificultades y de sus éxitos. De lo complicados que suelen ser a veces y de lo bien que nos hacen pasarlo en la cama. Tomamos por el sexo masculino, con todo lo que lleva incluido. ¡Salud, por ese ser que con treinta y siete de fiebre siente que se muere! ¡Salud por ellos!

Cuando salí del baño me encontré desnuda, con el cabello mojado y borracha, mientras no dejaba de ver su recuerdo sobre mi cama abrazando a un recuerdo viejo de mi cuerpo. Uno que no sentía lo mismo que ahora. Uno que ya ha dominado con su piel.

Me coloqué ropa ligera. Busqué en mi nevera algo para beber y me encontré la mitad de una botella de vino blanco. Agarré una copa junto a la botella y me marché hacia mi habitación. En mi librero encontré un paquete viejo de cigarrillos con solo dos y mi mechero, y fue el único cargamento importante para iniciar esa conversación conmigo misma que tanto necesitaba. Me uní a mi sala de estar, mi sofá es ese medio transportador hacia lo más profundo de mi.

Me relajé un poco, estaba sentada en el suelo con la espalda pegada al sofá. Estaba a punto de comenzar el ritual. Todo el apartamento estaba a oscuras, solo entraba de afuera una luz blanca que iluminaba un poco todos mis muebles. Me serví el vino. Bebí un poco. Me encendí un cigarrillo y solté el humo de la primera calada.

Busque dentro y me encontré enojada conmigo misma por no dejarme llevar por completo. Encontré miedos sobre quererlo demasiado y que no fuera recíproco. Encontré de que sí, que le quería, eso ya lo sabía. Y que había una alta probabilidad de que estuviera enamorada o que sintiera al menos algo fuerte por él, pero que el tema "Ex novia" me afectaba un poco. Me frenaba también el hecho de follar y engancharme más, o por algún motivo hacerle daño. Apagué el cigarrillo en el cenicero después de una larga y última calada.

Masajeo mi cabeza para tranquilizarme. De momento me sentí atormentada. A punto de estallar. Relleno mi copa nuevamente. Bebo un gran trago de vino y con manos temblorosas me enciendo el último cigarrillo. Respiro profundo. Paso los dedos por mis ojos para limpiarlos y fumo un poco. ¿Qué hago? Observo mi teléfono a mi lado encima del sofá, y me cabe la duda de llamarlo o no. ¡Qué más da!

Tres tonos... Tiene que estar en el trabajo... ¿Cuelgo? Creo que es lo mejor.

—Pensé que no me llamarías de nuevo.. —escucho su voz agitada. —¿Penélope? ¿Estás ahí? ¿Sucedió algo?

—Sí, perdón. Estoy aquí. —le contesto con un poco de miedo.

—Joder, me has asustado. ¿Qué ha pasado?

Estoy muerta de miedo. Estoy borracha. Creo que me estoy arrepintiendo.

—Te quiero, ¿vale? Yo también quiero pasar tiempo indefinido a tu lado, y me parece la declaración más bonita que me han hecho nunca. Te quiero, pero tengo muchísimas dudas. Yo... es que no sé. Siento muchas cosas dentro, que a todas les pongo un "pero"... Pero.. —le escuché reír muy bajo y luego soltar un suspiro profundo.

—¿Has tenido que beber para confesarme que me quieres? —se burla un poco.

—Sí, soy una cobarde, lo sé. Y pensando un poco machista, parezco un hombre por mi forma de actuar. Son ustedes lo que siempre hacen esta idiotez. —vuelve a reír un poco.

—Hay Penélope, Penélope. ¿Qué hago contigo? Eres perfecta, nena. Y créetelo, porque lo eres. —le susurra tan bajo al teléfono que mi piel reacciona al instante. —Pero, qué puedo hacer, ¿cierto?

—Dime que me quieres, por favor. Dime que después del tiempo que necesitamos todo va a fluir y todo será perfecto. Por favor, estoy borracha hasta más no poder. Estoy temblando. Dime que me quieres solo para ti, lo necesito. —suplico un poco embriagada.

Varios segundos en silencio entre ambos.

—Te amo, Penélope. Y aunque te he tocado muy poco, ya me perteneces. —dejo salir un suspiro profundo de satisfacción. —Ahora, ve a descansar, ¿vale? Y recuerda siempre que estoy enganchado de ti como nunca lo he estado en mi vida de nadie ni de nada. Te lo diré las veces que haga falta para que no vuelvas a dudarlo nunca.


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top