22. Nuestra Flor.

Han pasado semanas, exactamente dieciocho días sin verle. Dos semanas y cuatro días ignorando el hecho de que le extraño un poco. De que me ha llamado tres veces, y la última  contesté porque estaba dormida.

El reloj marcaba las tres de la madrugada, escuché su voz, recuerdo que dio las gracias por contestar, se tomó su tiempo y con la voz apagada le escuché decir que extrañaba pasar tiempo conmigo, que después de todo se le hacía complicado no verme en tantos días.

Esa noche solo él habló, luego de escucharle soltar un suspiro dictó sus últimas palabras:


- No haré promesas, porque hacerlo no sirve de nada. Pero, estoy seguro, que si tengo que privarme de verte, la próxima vez lo pensaré más de tres veces. Pensaré tanto en ti... estarás tan presente, que no necesitaré hacerlo.

No dije nada, tampoco hizo falta, los ojos se me llenaron de lágrimas y salían silenciosas mientras rápidamente quería borrarlas con mis dedos.

- Te quiero, cosa rara. Espera pronto buenas noticias. Tenme un poco de fe, anda. Al menos tú ten fe, que ya yo la he perdido.

Quise decirle algo, pero nada salió por mis labios, era imposible para mi expresar algo. No dejaba de llorar y terminé la llamada antes de que notara que explotaría, no quería que escuchara que estaba triste, no quería quitarle las fuerzas. Estaba triste, todavía creía en él, pero muy poco. Abracé la almohada, lo recuerdo bien, quise dormirme enseguida pero no podía. Me quedé algunos minutos observando el cielo de la habitación, y fue cuando recibí un mensaje suyo:

Sexy Boy: "No llores, por favor. No sabes cuanto me hace falta uno de tus abrazos. Dulces sueños, Penélope." 3:50 am.

     "Pd: Perdón, cosa rara." 3:51 am.

Aquí estoy. Es domingo, el reloj indicaba las nueve con diez minutos y mi cuerpo se encontraba sobre el sofá observando aquel mensaje, recordando sus palabras y cada uno de sus sentimientos. No puedo negar que le extraño, es imposible no hacerlo.

Hace seis días de aquella llamada y no he sabido nada, Google no me ha brindado ninguna información coherente y moderna con la que pueda tranquilizarme. La ansiedad ha convivido todos estos días junto a mí y el temor de que cometa una locura aún está bajo muy piel.

¿Cuál será la buena noticia? ¿Qué estará haciendo? ¿Pensará en mí? ¿Me extrañará?


Aún sigo observando el techo de mi sala de estar, sin ningún pensamiento coherente que defina mi estado de ánimo. Quiero verle, ¿es mucho pedir? Mi teléfono vibra encima de mi barriga y encuentro un mensaje suyo acompañado de una foto:

Sexy Boy: "Estos son los resultados de los exámenes. Estoy en un parque cerca de tu casa por si quieres revisarlos en persona" 9:35 am.

Una sonrisa se dibujó en mi rostro al instante. Observé la foto y en una esquina de un sobre color amarillo salía su nombre completo al lado de la palabra paciente, el nombre del doctor que le atendió cuando el accidente en aquella ocasión y el nombre completo de la clínica junto a un cuño.

No dudé ni por un segundo de él, me levanté de un solo brinco del sofá y con pasos apresurados me encaminé a mi habitación. Abrí mi closet, saqué un suéter negro con puntitos blancos brillantes muy pequeñitos, unos jeans de tiro alto, que hacía parecer a mi cintura un poco más estrecha y algo holgado en los tobillos.

Rápidamente corrí escaleras abajo con las sandalias de plataforma, de tamaño moderado, ni muy altas ni muy bajas, en el punto medio. Llevaba el abrigo negro en las manos y un pequeño bolso con cadena donde guardé las llaves y el teléfono al entrar al taxi. Pago dos billetes de a veinte mi corto viaje y, olvidando el cambio, me adentro en el parque a toda velocidad.

No dejaba de observarlo todo, llevaba el cabello desordenado, con los rizos libres y con los lentes puestos, con que veía con claridad. Podía observar que muchas personas estaban con sus animales o practicando ejercicio, otras yoga, yo, quería encontrarle. No le veo por ningún sitio.

Apresuré el paso, me detengo un poco agitada, coloco uno de los risos detrás de mí oreja para lograr buscarle de nuevo con la mirada. Llevaba la respiración agitada de tanto correr. Joder, ¿dónde coño está?

Casi al darme por vencida le veo, acomodo con mis dedos los lentes y sí, era él. Vestía unos pantalones negros, pulóver blanco y abrigo color verde militar. Conversaba de pie, frente a Raimond, que estaba sentado en uno de los asientos del parque con las manos cruzadas a la altura del pecho. Christian caminaba de un lado a otro sin sentido, en una ocasión se agita el cabello mientras observaba el suelo con las manos metidas en sus bolsillos.

Sonrío, no estábamos muy lejos y  podía percibir que su estado es bueno y que quiere verme. Lo analizo con cuidado y...madre mía, que bueno se ha puesto.

Levanta la cabeza y se percata de mí, sonríe y corro hacia su cuerpo. Lo abrazo fuertemente al tocarlo. Cerré lo ojos. Recordé aquel abrazo justo antes de ir a Paris, me parecía único en aquel momento, pero este abrazo significa más. Joder, no deja de abrazarme con mucho más fuerza y los latidos de su corazón puedo sentirlo desde aquí.

Pegué la nariz en su nuca, justo cerca de su cabello, inhalé un poco y recordé su olor, seguía siendo el mismo, fuerte, de esos que no olvidas nunca. Apretó mi cuerpo mucho más fuerte después de acariciar un poco mi espalda y jugar con mi cabello. Me levantó del suelo, dio dos giros y dejó mis pies nuevamente en el suelo. Estaba feliz de tenerme así, sin soltarme ni un segundo, y ese sentimiento se contagia.

Nos observamos con sonrisas en el rostro, acarició mi piel con una de sus manos. Joder, quiero tenerle siempre.

- Te extrañaba.- le escuché decir justo delante de mi rostro.

- Y yo.- le dije sin dejar de sonreír.


Tomamos asiento debajo de un árbol que estaba cerca, apartados un poco de todos dando espacio para nosotros mismos. Ha traído una manta para colocarla en el césped y, junto a una botella de vino y pizza, nos hemos puesto al día de aquellos días que nos mantuvimos alejados.

El tema "París" rondaba por mi cabeza y no podía borrarlo, desvío la mirada hacia enfrente tratando de ignorarlos. No quiero arruinar el momento.

- Me ha llamado Lucy..- le escucho decir y trago saliva con dificultad, después de todo parece que pudo leer mis pensamientos.- Le he contado sobre los exámenes que me he hecho y ..- le observo, bebe un poco del vino y me toma la mirada.- Quiero ayudarla.

Su tono de voz es como si estuviera preguntando si está en lo correcto, si debería hacerlo, y sé que duda de que pueda hacerlo, pero confío en él, aunque tengo un poco de miedo. De que le gane la tentación de volver a caer, y yo no pueda estar ahí para ayudarle, exactamente eso.

- Quiero ayudarla como lo has hecho tu conmigo.- me dedica la mirada.- ¿Crees que lo logre?

Sonrío un poco triste, coloco una de mis manos sobre las suyas y le observo.

- Yo no he hecho nada, todo lo has hecho tú.- acaricia la piel de mis dedos con los suyos, y me pierdo en el rose.- Christian, muchas veces tienes que sentarte a pensar en tus acciones. Si estás dispuesto a hacer felices  a las personas que más quieres tendrás que modificar tus actos, eso es todo.


- Solo quiero intentarlo, después de todo no quiero dejarla sola.- dice autoseguido.

- ¿La amas?.- solté sin pensar.

Aún sigue acariciando mi piel, dentro de mi interior todo está a la espera de su respuesta. Desvío la mirada nuevamente hacia la vista que tenemos delante de nuestros ojos, agarro la copa de vino y llevándomela a los labios bebo un poco, intentando borrar el nudo que se ha hecho en mi garganta. Escucho su respiración, sus ojos están perdidos en nuestras manos y en su interior busca la respuesta.

- No lo sé.- nos observamos directo a los ojos.- He cambiado un poco, no sé que suceda cuando vuelva a verle.

Un pequeño vacío se aloja en el inicio de mi estómago. Bebí del vino otra vez, vaciando esta vez  mi copa. Me quedo por varios segundos observando los dibujos tallados en el cristal, recuerdo a Adam, aquella vez en el aeropuerto, sus ojos y todo lo que sentía mi cuerpo al verle. Creo que tampoco sabría decirle si le quiero, justo ahora no tengo la verdadera respuesta, Christian se ha metido tanto en mí que estoy bien así. Estoy bien observándole, escuchándole y queriéndole, porque aún le quiero.

- Hace unos meses, cuando decidí volver a Londres, nunca pensé encontrar a otra chica..- lo observo, su mirada estaba perdida en el vino que llevaba su copa.- Mi madre es la mujer más hermosa y perfecta he conocido, hasta esa noche..- ríe sin apartar la mirada de su bebida.- No me importaba que el coche estuviera destrozado, solo quería seguir viéndome en tus ojos.. Aquella tarde, ¿recuerdas la flor que me regalaste?

- ¿Aquella flor? Sí, la recuerdo.

- Nuestra flor.- le escucho susurrar.

Me observa. Le sonrío, tengo los ojos llorosos y acepto lo que ha preguntado. No he olvidado ni un solo minuto que he pasado a su lado.

- Nunca pensé que conocería a otra mujer así de perfecta. Tan llena de sueños alocados que me hicieran querer salir de la pesadilla en la que estaba viviendo.

Aleja sus manos de la mía, se observa los dedos un poco desanimado y por un momento la tristeza se adueña un poco de mí, no quiero que esté infeliz, quiero verle sonreír, aunque yo no lo esté.

- ¿Has tomado hormonas femeninas?.- explota de a risa.- Qué moñas te has vuelto, joder.

Me burlo un poco rompiendo con el el silencio incómodo, deja la copa de vino a un lado y se tumba en el suelo con la cabeza sobre mis muslos.

- Sé que te ha gustado lo que he dicho.- me provoca con una sonrisa pícara.

- Si sientes algo duro, es mi pene erecto, a él sí que le ha gustado lo que has dicho..- le escucho reir desenfrenado.

Por un momento no dejamos de observamos, es tan cómodo estar a su lado, tan placentero sentir que está cerca.

- Fue hermoso conocerte.- le escucho decir.

- Sí, creo que encontrarnos ha sido la hijeputada más loca que nos ha hecho el karma.- bajo la mirada y le sonrío, noto que los ojos le brillan un poco y que me sonríe.- Creo que nunca se imaginó que nos llevaríamos tan bien.

Aceptó con un solo gesto de su cabeza. Se relajó. Cerró los ojos. Llené con un poco de vino mi copa quedándome ahí, contemplándolo todo y con su cuerpo sobre mis pies.

Esto es paz, poderse sentar junto a alguien, dejar salir los sentimientos, bromear y hacer del silencio el espacio más acogedor que pueda existir.

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