2. ¿Quieres helado?


   Le doy la bienvenida a mi sala de estar justo a la media noche. Me deshago de los zapatos y me apresuro al entrar en la habitación para ponerme cómoda. Me deshago de todo, incluyendo del sostén. Agarro del closet su camiseta de color blanco completo y me la coloco, hace tiempo que me resistía a ponérmela y creo que hoy me he convencido.

   ¿Por qué hay tantas preguntas rondando por mi cabeza?

   Al irme, no lo he visto ni en la fiesta, ni en el parqueo. La Sra. Laurent me ha dicho que se había marchado hacía ya un buen rato después de yo desaparecer hacia el baño. Es lo único que pudo decirme al verme buscarle con la mirada. Es muy observadora.

   Me arrojo a la cama. Observo el techo de la habitación, tengo todo revuelto por dentro. Todo lo segura que estaba sin él, hoy se puso a prueba. Mis ganas de no verle nunca más se marcharon y mis no quiero que vuelva tembló.

   Mis ojos se entristecieron al recordar los primeros meses que estuvimos separados y lo tormentosa que fueron esos días. ¿Por qué busque? Aún no lo sé. A veces deseo no haber buscado y quedarnos con toda la felicidad que teníamos. Su paz. Con él lo tenía todo.

   Escucho el timbre de la puerta y me extraño. Espero un poco y escucho que suena nuevamente. Me levanto hacia la sala de estar.

   —¿Quién es?. —digo desde el otro lado de la puerta y no escucho respuesta.

   Agarro el picaporte y abro la puerta.

   —¿Qué te ha pasado?

   Encuentro a su cuerpo inundado en agua. Su cabello negro. Su ropa. Su abrigo. Hasta sus ojos, estaba apagado por completo. Theo, no soporta, le molesta los días de lluvia. Decía que los días de lluvia eran días tristes y que lo único que le hacía bien era estar en cama, disfrutando de mi compañía.

   —Pasa. ¿Te traigo una toalla?. —mueve su cuerpo dos pasos hasta la alfombra de la entrada, pero no dice nada. Cierro la puerta y lo observo, Theo es una persona que se enferma con facilidad, por lo que me apresuro un poco. —¿Estás bien?

   No responde nada y puedo ver en sus ojos que no quiere pensar, y que si lo hubiese hecho no estaría aquí, por lo que no se mueve y no dice ni una palabra. Voy a ir por una toalla cuando me agarra por el brazo y me besa. Me sorprendo un poco pero sus labios me dominan. Su calor. Su olor. Su ser. Todo él. Lo extrañaba y creo que mi cuerpo concuerda con ello.

   Sus manos frías tocan la piel desnuda de mi cintura y sin poder detenerme se escapa un gemido. La temperatura subió un gran escalón dominando a mis manos que desesperadas se deshacían su ropa. El abrigo gris fue el primero que desapareció de encima de su cuerpo. Justo después mis senos quedaron desnudos rápidamente. Sus manos los agarraron y se los llevaron a su boca, quien caliente los esperó para saborearlos y degustar de ellos. Mis manos seguían con la desesperación, esta vez un poco más allá haciendo que su torso se quedara desnudo y acariciara su pecho con besos húmedos.

   En un solo movimiento mis piernas quedaron abrazando su cintura y mientras nos besábamos, su cuerpo me llevaba hacia la habitación. No tenía noción del tiempo. Solo lo quería a él.

   Sus manos me dejaron encima del colchón y con soltura me aventuré a desnudarlo, percibo que se quita los zapatos en dos movimientos, para luego con solo agitar los pies liberarse de los pantalones y los calzoncillos. Mientras él lo hacía no dejo de observar su miembro despierto y sin pensarlo dos veces lo agarré con firmeza, me lo lleve a la boca disfrutando cada espacio de piel.

   —¡Joder!. —le escucho decir.

   Despacio dejo que entre hasta el fondo sin detenerme y sus manos se enredaron en mi cabello sujetándolo con firmeza y así tenerme un poco más cerca de él. Joder, que delicia. Hacerle el sexo oral y escuchar sus gemidos en apenas un susurro es algo demasiado placentero. Algo que extrañaba, lo admito.

   Me guía hacia su boca. Despacio me besa y detiene estas ganas frenéticas que tengo de él. Me besa la nariz. Los labios. La frente y vuelve a los labios. Se deja caer encima de mi cuerpo suavemente y comienza a olerme. Su nariz se pega tanto a mi piel que excita. Su olor me llega. Sus manos no dejan de tocarme desesperadas queriendo quedarse con mi cuerpo. Sus ojos, cerrados, analizando y disfrutando todo. Sus besos. Todo es tan intenso. Tan único. Tan lleno de ganas. Tan él. Tan yo. Tan nosotros, que logra que los sentimientos me encuentren.

   Abro los ojos y encuentro su mirada fija en mí. Sus ojos están igual que los míos, incluso vacíos. Aún más tristes.

   Lentamente desvió la mirada. Me dejó un beso entre los senos. Cuidadosamente me penetró. Despacio. Poblando mi cuerpo. Arqueé mi cuerpo. Como puedo estar tan húmeda con solo besarme y tocarme. Despacio salía, casi por completo. Luego entraba despacio, hasta el fondo. Mi piel se erizaba cada vez que se movía. Mis párpados pesaban, por lo que con ojos cerrados disfrutaba de los intensos movimientos. Volvió moverse. Es increíble.

   Abrí a penas un poco los ojos. Agarré su cuello. Lo acerqué hacia mi boca. Nos besamos. Me penetraba lento, hasta lo más hondo, haciendo que mis dientes se quedaran con su labio inferior por la intensidad. Salía con un poco más de rapidez pero entraba hasta lo más profundo. El sudor se hace paso en nuestras pieles, lo que hace que acelere un poco las penetraciones sin dejar de besarme. Sin soltarme los labios. Como si al hacerlo se escape este momento. Como si se escapase el orgasmo y nuestros sentimientos. Agarré su mentón y nos observamos, aquella imagen, nuestros dos cuerpos follándose y nuestros rostros satisfechos.

   El orgasmo estaba a la vuelta de la esquina cuando me penetra con un poco más de fuerza y los dos caímos rendidos ante él. Soltó un suspiro profundo. Me observó. Abrí nuevamente los ojos sin saber cuando fue que los cerré. Apoya su frente en la mía, y sonríe un poco, su respiración era entrecortada.

   —Te extrañé tanto. —me susurró a los labios.

   —Yo también.

   Fueron sus primeras palabras de la noche. Me besa los labios sin moverse. Me observa un poco y algo dentro de mí se derrumbó provocando que mis lágrimas salieran despacio por mis mejillas. Sus ojos comenzaron a destruirse cuando decido abrazarlo por sorpresa. Sus manos envuelven mi diminuto cuerpo dentro del suyo y con su nariz en mi cuello, toma un poco de mí mientras mis lágrimas no dejan de salir en silencio.

  Muevo un poco mis pies. Encuentro que están entrelazados con los suyos. Gimo de placer infinito, de ese, tan sano, como es estar tan abrazado a alguien. Tan pegados, que a veces uno quiere más. Mucho más. Porque más aún sigue siendo insuficiente. Me pego a su cuerpo, y me llega más de su olor. Mi nariz choca con su piel y abro lentamente los ojos. Me encuentro con su cuello. Me muevo un poco, veo que observa el cielo de la habitación. Sonríe. Me observa.

   —Buenos días. —me besa frente con un beso inesperado. —¿Cómo has dormido?

   —Perfectamente.

   Y así nos quedamos por unos minutos. Mi cuerpo, completamente desnudo, justo a su lado. Acurrucada bajo su brazo con el rostro encima de su pecho. Era exquisito estar así. Recordé todos los domingos, aquellos, cuando despertábamos justo al medio día después de una larga noche de Netflix y sexo sobre el colchón. También estuvieron ahí los miércoles, muchos miércoles, aquellas huídas inesperadas del trabajo justo dos horas después del medio día solo para follar. Y así seguir, dormidos hasta las noches de los demás días del año donde era religión hablar de nuevos proyectos para un futuro juntos bajo las sábanas, destruidos poco después por el sueño. Uff, recodar.

   Abro los ojos al sentir sus labios sobre mi mejilla, me he quedado dormida, aclaro un poco mis ojos y veo el desayuno en la esquina de la cama. Vuelvo a removerme los ojos con las manos, y sí, ahí estaba. Como era costumbre. "¿Seguirá siendo el mismo?", pensé.

   Acercó el desayuno mientras me acomodaba. Se colocó cerca de mi. No quitaba los ojos de encima de mis actos. Agarré una rebanada de pan, la mordí y lo observé. Reímos. Robó una mordida de mi desayuno y un ataque de risa nos dominó a ambos.

   Me dejó un beso en la frente y otro en la punta de la nariz, sonreí y luego me susurró que se iba a vestir para el trabajo. Me quedé observando la puerta de la habitación, anonadada. ¿Cómo todo puede seguir como antes? ¿Cómo puede seguir siendo el mismo?

   Bajamos juntos poco después. Esta vez me llevó al trabajo y de camino hacia él cantamos a todo pulmón una canción muy antigua que tanto nos gusta, que de casualidad la pusieron en la radio. A la hora de despedirnos, dudé un poco pero lo besé, sí, así sin más. Mis labios sorprendieron a los suyos justo cuando hablaba. Al terminar el beso sus ojos se quedaron cerrados por unos segundos y sus labios se saborearon como si se quisiera quedar con aquel gesto inocente.

   Justo ahora está abriendo los ojos. Me observa. Veo que en sus ojos hay un poco de fuego y me sonrío, me encanta ponerlo así.

   —Me marcho. —digo para provocarlo un poco.

   Sonríe. Se muerde la esquina del labio inferior sin apartar la mirada de mí. Me acerco de nuevo y le beso la frente, justo después la punta de la nariz, para después sus labios. Él seguía sonriendo con un toque de perversión. Sé que cada vez que le beso la frente mis senos quedan a la altura de su boca y sus ojos, admito que lo hice por eso. Hacerme la santa cuando él está ardiendo es mi pasión.

   Bajo del auto con una sonrisa enorme y con las mejillas ardiendo. Me adentro a mi trabajo y no puedo parar de sonreír. Joder, que bien se siente todo hoy.

   Era un poco tarde, y en los pocos años que llevo de trabajo nunca lo he hecho. Temo de mi jefa. Dejo mi bolsa y los archivos que traigo encima de mi escritorio para entrar a su oficina. No encuentro a nadie dentro y eso me asombra. Me acerco a la mesa y le llamo al teléfono del de su escritorio. Timbre. Timbre. Buzón. Sonrío, sé que está con aquel hombre que tanto le agrada.

   La dejo en paz y me marcho a leer.

   La mañana transcurrió tranquila, las llamadas de citas, reuniones y este libro que hoy no noto tan tedioso, solo fácil de leer. Justo al medio día, se apareció mi jefa. Hablaba con alguien por teléfono, se acercó a mi escritorio agarró las pequeñas hojas de las citas, me guiñó un ojo junto con una sonrisa y entró a su oficina. Me río un poco por la vibra tan bonita que trae hoy y me sorprende de nuevo.

   —En diez minutos salimos. Reunión. —me dice aún con su teléfono en la oreja y vuelve a sonreírme.

   Cuanta energía positiva. Parece una adolescente.

   A los diez minutos exactos salimos de ahí. Entramos en su auto y fuimos a un hotel que ni pude ver el nombre ya que llegábamos unos minutos tardes.

   Llevamos aquí un poco más de una hora y ya me aburro. Mi jefa está un poco alejada de mí ya que los asientos están un poco distanciados. Me aburro. Comienzo a escribir en mi libreta de apuntes su nombre "T" "H" "E"... ¿Qué estará haciendo?... mi teléfono vibra encima de la mesa y lo escondo un poco bajo la mesa para que nadie se percate.

   Jefa: "Muy entretenida la noche de ayer" 1:44 pm.

   Sonrío y al observarla también está sonriendo. Le respondo con un movimiento afirmativo de mi cabeza y ambas sonreímos.

   Después de la reunión, donde éramos las únicas dos mujeres de tantos hombres, ya era costumbre. Caminamos hacia la salida y vamos a almorzar juntas. Mientras disfrutábamos del delicioso filete de res escucho la anécdota de cómo lo pasó anoche. Los ojos le brillaban mientras lo hacía. Las mejillas se le tornaron de un color rojizo mientras hablaba y se abaniqueaba en ocasiones. Disfrutaba de su alegría, y de lo grandiosa que se sentía hablando de él. Escuchó con atención cuando le conté sobre Theo, ella ya lo conocía y compartimos algunos comentarios.

   Luego de habernos bebido poco más de la mitad de la botella de un vino francés delicioso nos marchamos haciendo que, justo a las 4:10 pm, estuviéramos bajando de su auto frente a la editorial. Reíamos por el efecto que hacía el alcohol en nuestras venas.

   —Penny. —escucho una voz masculina detrás de mí.

   Me giro y veo a Theo fuera de su auto, lleva el cabello un poco desordenado y la corbata no la lleva puesta. Es idea mía o comienzo a desearlo. Me quedo como una niña pequeña, sin evitar verle.

   —Anda, ve y fóllatelo. Sé que tienes ganas. —escucho a mi jefa y la observo sorprendida. —El vino. Es el vino que me pone así.

   Nos abrazamos en forma de despedida y le susurré un "Qué folles en la noche". Me acerqué a Theo, lo abracé de momento y tomé como mío una parte de su perfume. Delicioso. Me toma los libros antes de entrar al auto y nos marchamos en cuestiones de segundos.

   —¿Has bebido?. —me dice sin apartar la mirada del camino.

   —Sí, vino francés. —dije con una sonrisa.

   Se toma un tiempo y sonrío.

   —¿Ambas o con alguien más?. —pregunta de nuevo.

   —¿Celos?. —le observo y no lo hace. No responde, ni me observa. Se queda en un total silencio. —Solo nosotras.

   No dice nada, pero sus pequeños celos me han provocado aún más. Escucho que suelta un suspiro profundo como que de alivio y me siento acalorada. Me pone que él me cele, no alguien más, pero él sí. Joder, que ganas de follármelo.

   El auto se detiene frente a mi edificio, nos observamos. No sabemos qué decir.

   —¿Qué planes tienes para hoy?. —le pregunto con valentía.

   —Tengo que adelantar algunas cosas del trabajo.

   —Noche ocupada.- digo sin más. —Me escribes cuando quieras, ¿vale?

   —Ok.

   Cuando voy a bajar me detiene sujetando mi mano. Cierro nuevamente la puerta y le observo. Se acerca a mi cuerpo. Deja un beso en la frente, luego uno en la punta de mi nariz y luego se detiene justo frente a mis labios. Observo los suyos por un momento. No para de observármelos. Quiero besarle. Así tan cerca uno de otro, no es bueno para mi estado sexual.

   —Que tengas una linda noche. —dice observando mis ojos y los míos perdidos en sus labios.

   —Ok.

   No me alcanzaron más palabras para poder decir. Estaba nerviosa. Estaba deseosa. Estaba ansiosa. Le tenía muchas ganas, y él se estaba aprovechando de eso. Se separa con una sonrisa victoriosa y me bajo con un calor dominando mi cuerpo.

   Mi cuerpo daba vueltas en la cama sin poder conciliar el sueño. Observo mi reloj y veo que indica las 12:02 am, ¿por qué no puedo dejar de pensar en él? Agarro mi teléfono y le escribo, no puedo retener más las ganas.

    Yo: "¿Ocupado?" 12:03 am.

   Él: "¿Qué haces que no estás dormida?" 12:03 am.

   Me emocioné al ver su rápida respuesta.

   Yo: "No puedo dormir" 12:04 am.

   Arrojé mi teléfono a mi lado esperando su respuesta, pero no llegaba. Me levanté al baño convenciéndome a mi misma que tuviera paciencia. Volví a tirarme en la cama. Agarré mi teléfono, ignoré un poco mis ganas de recibir una noticia de su parte y anduve un poco en google observando algunos lugares hermosos. Encontré un hotel en Miami llamado Oasis, hermoso. Las fotos me han enamorado y aunque los precios no mucho, pero me gustaría unos días de vacaciones en ese lugar.

   Recuerdo nuevamente que no me ha llegado nada y dejo el teléfono encima de la cama. Voy a la cocina, tengo hambre.

   Encuentro un gran tesoro en la nevera. Un recipiente de helado de vainilla, y los grandes. Como no acordarme que nuestra nevara tenía que tener helado de chocolate ya que Theo es adicto al chocolate. Él y su adicción.

   ¿Dónde estará? ¿Por qué no contesta?

   Dos toques llamaron a la puerta y voy a abrir. El reloj marcaba las 12:30 am, pero tenía una linda esperanza de que fuera él.

   Ahí estaba. Vestía su chándal gris claro, sus pantuflas de cuadros blancos y azules, un pullover de tela muy fina en blanco y un abrigo negro al igual que la bufanda. Lleva dos bolsas de plástico en cada mano, como siempre. Ropa y comida. En el rostro trae una sonrisa enorme, cosa que me hace sonreír al instante.

   —¿Puedo entrar?. —me pregunta.

   Solo río un poco y lo dejo entrar. Cierro la puerta detrás de su cuerpo.

   —¿Quieres helado?

   —Con un beso me conformo. —le observo un poco asombrada.

   Me río. Me acerco a su cuerpo. Muy cerca. Le beso la punta de la nariz.

   —¿Satisfecho?. —sonrío provocativa.

   Me besa con emoción. Las bolsas caen al suelo ya que agarró mi rostro para besarme. Su lengua pobló mi boca. Mi cuerpo se erizaba a su paso. Se detuvo, nuestras respiraciones estaban entrecortadas.

   —Creo que aún no me lleno del todo. —me susurra.

   Me vuelve a besar. Nos reímos un poco mientras lo hacíamos. Cómplices del fuego nos fuimos al sofá y sentada sobre su cuerpo comenzó a desnudarme. Me besa entre los pecho desnudos, me observa y cierro los ojos.

   —Como extrañaba esto. Como extrañaba tu piel. Joder, te extrañaba. —me dice y me observa directo a los ojos mientras lo hace.

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