18. Otra vez yo.
Es martes, mi teléfono me despierta muy temprano y, acumulado al exceso de personas que se encontraban en las calles impidiéndome llegar a tiempo a mi trabajo, mi mal humor aumentó consideradamente. Anoche no paraba de darles vueltas al asunto de Christian. Dejar las cosas encima del escritorio fue lo primero que hice al llegar, encontré la oficina de mi jefa con un cartel por fuera que me indicaba que estaba ocupada y puedo asegurar que está reunida con los inversionistas de EUA. Tomé asiento en mi escritorio y comencé a realizar algunas cosas que tenía pendientes.
A la hora del almuerzo en aquel restaurante tranquilo al cual solemos frecuentar cuando los ánimos están un poco bajos no podía sacarme de la cabeza sus miedos y las últimas palaras dichas en París. Su “No quiero estar en ningún sitio si no estás” retumbaba fuerte en lo más profundo de mi mente, directo al alma, el recuerdos de sus ojos desesperados pidiéndome a gritos que no le dejara solo. Que estuviera a su lado. Que me necesitaba, y eso, hace que mi cuerpo quiera quedarse, ahí, a su lado, como aquella ocasión en el baño. Besar su nariz y expresarle que me hacía feliz, o aquella tarde en el estudio, donde escuché de sus labios que para nosotros siempre existirá un futuro. ¿Será eso cierto? No lo sabía, solo estoy segura de que le creí rotundamente, esa tarde mi alma se quedó abrazada a su cuerpo como una niña pequeña aferrada a su peluche.
Una simple cena me espera encima de la mesa del comedor después de un relajante baño. Las chicas preguntaron sobre mi relación con el Sexy Boy, el famoso modelo Christian Morgan. Les conté un poco de todo lo bueno que esconde aquel delgado pero ejercitado cuerpo, su elegancia, su sonrisa y sin olvidar, sus hermosos ojos color cielo. Su delicadeza al hablar, y esa forma tan suya de impresionarme con cosas tan simples como Londres en plena oscuridad, o el atardecer más hermoso de París.
En más de una ocasión quise que todo volviera, que me escribiera sus frases con doble sentido o sus “Duerme bien, cosa rara” que tanto recuerdo. Entré a su chat, buscándole, percatándome de que no se había conectado desde nuestra última noche en París. Añoraba verlo en línea, creo que eso hacía que mi subconsciente disminuyera ese sentimiento de extrañarlo, después de todo me brindaba la mínima esperanza que necesito en este momento para saber que al menos está vivo.
Entro a mi habitación, con el teléfono descansando en una de mis manos silenciado y en la otra una copa de vino, creo que debo relajarme. Enciendo mi computador, las notificaciones me indican que tengo tres correos nuevos en la bandeja de entrada. Trabajo, promoción y, dirección de correo desconocida. Asunto del correo: “Otra vez yo” la curiosidad se adueñó de mí y en cuestiones de segundos ya estaba el correo abierto.
“ No sé si aún me recuerdas, espero que sí. Te debo, ante todo, una disculpa, creo que tu huída fue a causa de mis errores. Nuevamente he rehecho mi vida, trabajo en el bufete de abogados de mi padre como abogado principal, no es muy motivador, pero es mi deber, aunque hubiese deseado seguir cocinando para aquel restaurante clandestinamente.
Te extraño, creo que he contado todas estas tonterías sobre mi vida para atrasar el tiempo en decírtelo, pero no he podido. Sí, no he podido olvidarte. Tampoco me he esforzado en hacerlo, creo que es imposible e inútil eliminar del alma lo que queda bien grabado.
El beso robado en la piscina. Verte bailar. Tu huída después de aquella noche de sexo. Escuchar tus gemidos en el establo, ver tus piernas temblar y tus gestos llenos de placer. La cabaña, puede parecer loco pero aún sigue tu olor en la cama y, no quiero borrarlo, es el único recuerdo que me queda de ti.
Estoy agradecido de haberte conocido, de habernos cruzado y de todo lo poco que vivimos. No me arrepiento de nada, después de todo es lo único que me ha hecho sentir de verdad en años y creo que, aún hoy, no he vuelto a vivirlo. Es difícil sentirte lejos, aunque sé que es lo mejor para ambos.
Penny, zafarse de tu recuerdo se me es imposible, y tengo la esperanza de que al menos recuerde mi nombre, ¿sería mucho pedir? Saber de ti se me dificulta, Ruth no me lo deja muy fácil aún siendo mi mejor amiga, no sabe lo que he tenido que hacer para obtener tan solo esto. Deseo que éstas líneas sean de su agrado, y que al menos le quede un poco de aquel “Te quiero” que dejó ir mientras me hacía el amor.
PD: Extrañarla, ya es costumbre en este sitio,
Adam Wyatt.”
Respiro profundo. Algo dentro de mí se destruyó por completo, el asombro inesperado de encontrarme su correo me ha hecho leerlo dos veces seguidas y a la tercera, mis lágrimas se escapaban de mis ojos mientras mi cabeza se hacía la idea de que él estuviera leyéndomela. No dejaba de llorar, las gotas de tristeza se escabullían por mis mejillas. Las manos me temblaban, se me hacía imposible cerrar el correo, no podía responder, no tenía palabras. No podía moverme, solo lloraba, es algo que no podía controlar. ¿Por qué? ¿Por qué se aparece ahora? ¿Por qué se despide? ¿Por qué me escribe si está bien?
No responderé, es cierto lo que ha dicho, es mejor así. Olvidarnos es lo mejor para ambos. Apago el computador, dejo la copa de vino encima del escritorio y, al apagar las luces y meterme en la cama, cerré los ojos pidiéndome a mi misma no recordarle.
Unos minutos. Solo duró mi resistencia unos míseros minutos. Sus ojos color caramelo llegaron a mi mente al instante, aún podía recordarlos con facilidad. Su sonrisa. Sus labios mientras descendían por mi cuerpo desnudo. Sus enormes manos sobre mi piel excitada. Su cuerpo, el calor de su piel desnuda y su voz, su fuerte voz mientras me decía “Te quiero” o aquel, “Sé mía” que susurró con la respiración entrecortaba mientras sus manos acariciaban mi sexo.
Vuelvo a secar mis mejillas, la piel quemaba los recuerdos. La piel también extraña a quien la hizo feliz. No dejo de pensar en él, en su nombre, Adam Wyatt. En lo que sentí. En como hizo de mis heridas flores con un solo beso. Dos toques en la puerta sacaron a mi cuerpo de mis pensamientos rápidamente, limpié correctamente mi rostro de cualquier rastro de tristeza y me apresuré hacia la puerta. El reloj marcaba media noche cuando abrí la puerta despacio y lo encontré, estaba vestido tan básico que podría confundirlo con una persona normal, algo que no era. Es imposible ser una persona normal cuando te pagan millones solo por un par de fotografías.
Se le veía un poco más animado, o creo que la palabra correcta sería revivido. Lo dejé entrar sin hacer ruido, ninguno de los dos expresó nada. Le ignoro un poco, cuando estoy de regreso a la habitación le escucho decir:
- ¿Estás bien?.- me volteo hacia él y lleva un poco de preocupación en el rostro.
- Solo quiero dormir.
- ¿Quieres que me marche?
No dejo de observarlo, retengo dentro las enormes ganas de abrazarle, pero sé que lloraré y no quiero hacerlo. Sus ojos azules me pedían un “No” como respuesta, los míos ya estaban demasiados rotos.
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