13. Por los reencuentros.
Camino hacia la barra. Llevo unos jeans ajustados a la cintura y holgado en los tobillos, un crop top blanco con escote en V, una chaqueta de traje negro y unas botas de terciopelo negro, puntiagudas y con el tacón muy delgado. En todo el local se comenzaba a escuchar el piano de inicio de “If I ain´t got you” interpretado por Alicia Keys y Usher.
Bajo las escaleras, con cuidado. No llevo los lentes, pero puedo asegurar que hay algunos grupos de personas compartiendo. Se escuchan las risas. Con varios pasos me acerco a mi destino, la chica atendía a otra persona y espero un poco. Enseguida me atienden y pido cinco cervezas, junto con un plato de croquetas. Tomo asiento en una de esas sillas que están cerca a la barra. Me quedo observando el lugar, las lámparas son botellas bien decoradas y casi la mayoría del lugar está hecho con cosas reciclable, está muy bonito todo. No es tan grande, pero si moderno.
- ¿Cómo estás muñeca?
Escucho a una voz masculina y veo a un chico de cabello muy largo, una chaqueta de cuero. Me observa, no puedo describirlo, simplemente no es mi estilo. Giro mi cabeza hacia otro lado ignorándolo.
- ¿Estás sola?
- Espero a alguien.
Miento. Vuelvo a ignorarlo.
- ¿Quieres que te acompañe?
Lo observo algo enfadada. ¿Qué se cree este tipo? ¿Es que no se da cuenta?
- Es que…- me interrumpe en mi hombro el rose de una piel conocida.
- ¿Sucede algo?
Cristian estaba a mi lado. Observaba al chico con el rostro enfadado, el otro chico me observó pero yo estaba tan asombrada que no dejaba de observarlo. Llevaba unos jeans desgastado en la rodilla un pulóver negro y una chaqueta de mezclilla, junto a unas botas de negras de cuero. Estaba hermoso. A la moda. Siempre con ese estilo perfecto. A los pocos segundos Cristian se sentó justo a mi lado, colocándose frente a mis ojos. Coloca una de sus manos sobre las mías que estaban sobre la barra. Lo analizo. No es un sueño. Está aquí.. Sus ojos, tenían el mismo tono de azul de la última vez. Sonríe.
- ¿Estás bien?
Río un poco nerviosa. Siento calor en mis mejillas. “Claro que estoy bien. Joder, eres un orgasmo visual. ¿Cómo no voy a estarlo?”, me dije a mi misma.
- Sí..- lo observé. Aún sonreía. ¿Por qué no me ha llamado? Me traen las cervezas.- Debo irme.
Mi rostro no expresa nada. Él no dijo nada. No dejo de pensar en aquel mensaje que le escribí y no me contestó. En los días que hemos pasado sin comunicarnos, está bien, no somos nada pero eso me hace desconfiar un poco. No dice más nada. Agarro las cervezas y me encamino hacia la escalera. “¿Por qué no me ha llamado? ¿Por qué no ha contestado mi mensaje?”, vuelven las preguntas a mi cabeza.
- Penélope…- me giro para verle.- Me encantó verte.
Me quedé un poco desorientada. No pude soltar palabra. Sonrío y me marcho. Con cuidado llego a la mesa, traté de disimular mi estado de ánimo. Brindamos, cada uno dijo en voz alta por lo que deseaba brindar y puedo notar que desde aquí puedo verle, estaba sentado en una de las mesas cerca de la entrada en el primer piso, lo acompañaba una mujer con el cabello verde oscuro y dos hombres tatuados completamente tatuados. Observaba su teléfono, estaba un poco distraído. Se levantó. Comenzaba a despedirse. ¿A dónde va? ¿Por qué se marcha?
- ¿Penny?...- llama mi atención Emma y Laurent dirige la mirada hacia donde yo hacía minutos la tenía.- ¿Por qué deseas brindar?
Los observé a todos. Sonreí. El karma, siempre jugando sus cartas y ha revolcado mi vida tanto como ha querido. Colocando mis planes de cabeza. Dejando a mí mente fuerza de juego. Perdiendo una y otra vez contra el destino y las malditas casualidades.
- Por los reencuentros.
Brindamos. Tomé un gran trago y le vi marcharse. Me despedí rápidamente. Agarré mi bolso y bajé las escaleras un poco apresurada rezando por no terminar estrellada en el suelo. Atravieso la puerta. Hace un poco de frío, es una noche helada. Me acerco hacia los autos. Le veo, se encuentra cerca de un auto negro enorme. Habla por el teléfono y me detengo a la distancia perfecta, ni tan cerca ni lo suficientemente lejos.
- Bonito auto.- me observa.
Se sorprende un poco al verme. Sonríe. Termina la llamada. Ambos no dejábamos de observarnos. No lo esperaba, y eso me gusta. un punto para mis impulsos.
- ¿Puedo llevarte si deseas?
- ¿A dónde me llevarías?.- bromeo.
- Tengo un lugar que me encantaría enseñarte. ¿Vienes?
Por un momento recordé aquella ocasión en donde Adam me dijo exactamente lo mismo y sonreí.
- Una vez, alguien me dijo lo mismo y terminamos follando en una habitación.- le digo mientras abre la puerta de su auto. Se queda quieto.
- No sería mala idea.
Me observa. Me guiña un ojo. Me da la espalda y justo cuando va a entrar en su auto me adelanto y lo hacemos al mismo tiempo. Me observa con los ojos bien abiertos y vuelve a sonreír.
- Eres rápida.- me coloco el cinturón. Pensó un poco. Se mantuvo en silencio unos minutos.- ¿Estás segura?
- ¿Estás seguro tú?.- le devuelvo la pregunta.
- La verdad es que no lo estoy.- sonríe desviando la mirada hacia al frente.
- Yo tampoco lo estoy…- le respondo rápidamente y me observa un poco más tranquilo.- Pero contigo me siento bien, y es muy temprano para regresar a casa. ¿No crees?
Bromeo. Ríe en voz alta cuando le sonrío después de lo que he dicho para calmarlo. Ambos estamos un poco nerviosos.
- ¿Preparada?.- me dice con un poco de fuego en los ojos.
- Arranca de una vez.
Vuelve a soltar una carcajada y nos alejamos a una velocidad espantosa. Salimos a la avenida y coloqué música en la radio, automáticamente el auto se inundó por la canción River de Bishop Briggs. Nos observamos, cómplices de nuestros pensamientos e intensiones. Fue una de esas miradas de “Con esa canción te follaría”.
Anduvimos varios minutos. La velocidad no nos detenía. Abrí la ventanilla y me dejé llevar, el aire que golpeaba en mi rostro era violento y mis rizos rojizos se movían salvajemente. Rápidamente entramos en el establecimiento de uno de los hoteles más lujosos de Londres, nos detuvimos en la entrada. Se baja del auto. Rodea el vehículo y me abre la puerta. Me coloco delante de sus ojos. Me observa. Desvía la mirada. No quiere observarme. Siento en sus manos que está temblando un poco.
- ¿Me traes a tu habitación?.- sonrío un poco.
Yo también estoy nerviosa. Después de todo creo que mi cabeza ha comenzado a pensar demasiado y estoy sintiendo que no estoy preparada para esto. Quizás pueda hasta tener miedo de él. O de mí. O quizás, de nosotros.
- ¿Quieres regresar?.- me pregunta preocupado.
Lo analizo. Esta vez si me está observando directo a los ojos. ¿Qué piensa hacer conmigo? Tengo curiosidad. Respondo que deseo quedarme con solo un movimiento de mi cabeza y nos encaminamos hacia dentro del hotel. Él estuvo por un momento en recepción hablando con la chica del computador mientras yo observaba todo, aunque no podía distraerme mucho, en mi interior de alojaba el miedo.
A los pocos minutos nos adentramos en el ascensor ambos en silencio. Él parecía muy seguro de sí mismo, yo estaba con dudas, con temores, con recuerdos en la piel y con preocupaciones rondando la cabeza.
Caminamos por un pasillo lleno de puertas hasta que nos detuvimos delante de la que sus manos giraron con un solo movimiento el picaporte y abrió despacio. La habitación era enorme. Era una suite perfectamente adornada. Perfectamente arreglada. Perfectamente...perfecta en cada centímetro que observaba. No se podría agregar nada negativo sobre esto que estoy observando.
- ¿Qué dices?.- me pregunta.
Le pido unos minutos más para ir al baño, y ¡madre de dios!, la bañera, el jacuzzi, las velas, las flores, las baldosas blancas con adornos en dorado, todo perfecto. Salgo, lo veo en medio de la habitación con su teléfono en las manos y me observa esperando mi respuesta.
- Hermoso.- le digo un poco emocionada.- ¿Cómo sabías que me gustaría?
- Eres así tan sencilla, tan perfecta, tan...- lo observo con una ceja levantada.- Observa esto..
Apagó las luces de la habitación. Encendió las lámparas de los costados de la cama. Abrió las enormes ventanas que daban a la ciudad y me observó desde ahí.
- Ven.- me ofreció su mano. Caminé desde la puerta hasta las ventanas, justo después de la espaciosa cama.- ¿Qué dices ahora?
Me susurra. Está a mi lado. Yo estoy perdida en la ciudad. Nunca había visto esta versión de Londres, tan iluminada, tan tranquila, tan divina, tan sola… tan…lo observo.
- Es que es perfecto todo lo que veo. Joder, la noche, la cuidad, la vista, el lugar, la paz...un vinito. Falta un vino, para complementarlo.
Me sonríe cómplice. Se marcha. Me acerco un poco más. La cuidad estaba hermosa. Me quité las botas, tomé asiento en la alfombra y me quedé observando la hermosa vista. Me dejé llevar un poco. Pienso, recuerdo la primera vez que nos vimos. Me recorre un escalofrío por todo el cuerpo. La cena en el restaurante chino. Lo que nos dijimos. Como nos miramos. No me atrevo a mirar hacia atrás y buscarle con la mirada. ¿Qué pasará esta noche?
Me doy cuenta de su presencia, me asusta un poco. Lo observo, deseando que no haya escuchado mis pensamientos, está de pie a mi lado, me ofrece una copa de vino y la acepto. Se quita los zapatos, se sienta a mi lado un poco más cerca de la ventana. Me levanto rápido agarro las almohadas y le ofrezco una. Me agradece con una sonrisa. Lleva una pierna doblada, la flexionada apoyando en su rodilla su brazo derecho con el que agarra la copa de vino.
- ¿Por qué la vida es tan complicada?
Le escuché decir después de varios minutos en silencio, mientras yo contemplaba como las luces de afuera le iluminaban el rostro. Mientras me dejaba llevar y creaba sinfines de opciones de cosas que podría hacerme. Mientras me convencía a mi misma que de él no debo tener miedo y de mi, de cómo me siento justo ahora, mucho menos. Su rostro no mostraba nada. Su cuerpo no se movía. Desvié la mirada hacia el cielo nocturno.
- Creo que nosotros mismo complicamos a la vida..- el silencio se mantuvo por un momento.- A veces, queremos tener todo tan controlado que nos complicamos los días. Después de todo nos gusta la complicación. Nos gusta estar un poco estresados. No entendemos que la felicidad es fácil, que llega sin darnos cuenta y de la mano de las personas que menos nos imaginamos..- me quedo observando el líquido rojo intenso que traigo en mi copa.- Nuestra mente está tan enfrascada en ser feliz que ignoramos que sufrir es también un sentimiento. Sufrir es parte de la vida. Sufrir es el sentimiento que nos hace bajar de esa preciosa nube. Sufrir, es en lo que se convierte la felicidad cuando no es correspondida, y eso precisamente, no puede ser tan malo...- me observa. Su rostro no dice nada. No expresa nada. Me mira como si hubiese dicho algo fuera de lo normal que suele escuchar.- Sólo hay que aceptarlo y, después de todo, vivir un poco mejor.
Dejo en mi boca todo el vino que queda tratando de borrar todos esos recuerdos de Estados Unidos. Su rostro. Su nombre que retumba en mis oídos, “Adam”. ¿Por qué sigue aún aquí? Me acuesto tranquila. Coloco la almohada bajo mi cabeza y me coloco en posición fetal, lo observo. Se acuesta frente a mis ojos observando el cielo de la habitación. Deja salir un suspiro como si lo que le acabo de decir le hubiese afectado.
Lo contemplo. No tenía puesto el abrigo. Desde aquí pude notar el olor a su perfume, algo intenso. Se gira hacia mí. Sus ojos azules se encontraban oscuros, profundos, intensos. Me visualizaban. Esta vez me sonríe un poco, los párpados comienzan a pesarme y poco a poco comienzo a pestañear cada vez más lento. Con una de sus manos acaricia mi rostro colocando parte del cabello detrás de mi oreja. Me dejo llevar y caigo en un sueño ligero, en un estado de tanta tranquilidad que puedo sentir aún el roce de sus dedos sobre mi piel, su olor profundo y su presencia.
Abro un poco los ojos por última vez, despacio, puedo verlo, sigue acariciando mi rostro y observándome. Me observa como si estuviera a gusto, como si en el fondo estuviera feliz de tenerme aquí, a su lado.
- Creo que me quedaré dormida...- susurré con los ojos cerrados.
Mandó a callar mis justificaciones. Mis miedos, e incluso mis recuerdos. Me quedé quieta.
- Buenas noches, Penélope.- le escuché decir en un susurro.
- Buenas noches....Cristian.
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