12. Invasión.

Abro los ojos, despacio. Escucho un poco el ruido del exterior y puedo notar que a fuera ya es de día. Vuelvo a moverme un poco en el sofá, cae al suelo el libro Star de Danielle Steel y recuerdo, justo a las tres de la mañana cuando me dije a mi misma que solo cerraría los ojos por cinco minutos para luego seguir leyendo.

Observo el reloj de pared que tengo colgado justo en la pared frente a mí, las 12:25 p.m. Analizo mentalmente todo el cambio que ha dado mi vida en estos meses. Todo lo que he vivido y me río de solo recordarlo, Adam, sus cigarros con magia y su manera de volverme loca al instante. Cristian, el señorito Morgan, con sus secretos, con sus pensamientos ocultos y esas palabras con doble sentido. Vuelvo a reír. Maravillosa vida y, que viva la Puta que llevo dentro, que no sabía que existía.
Me animo un poco. Agarro del closet unos jeans de tiro alto, un cinturón negro, una camiseta blanca, un abrigo gris y unas botas en un tono de gris oscuro, acomodo mi cabello rizado en una coleta baja con un pañuelo anudado con un lazo en la parte trasera de mi cabeza y antes de salir agarro mi pequeño bolso de cadena. Sin pensarlo dos veces salí de mi casa, agarré un taxi en la esquina y me puse en marcha hacia el supermercado.

Agarré un carrito al entrar. Me coloqué los audífonos con Rosenfeld a todo volumen y como primera canción salió “Dangerous Woman”. Pasé por el estante de los vinos, como comienzo de mi travesía, agarré un Moscato, un Pino Noir y un Merlot. No es que sea alcohólica es que tengo que llenar la reserva, al agregar dos botellas de Vodka una señora canosa me observó con mal rostro y se apartó de mí, me saqué de los labios la piruleta que llevaba y a su espalda le saqué la lengua.

Revisé todo con calma. Compré numerosas cosas. En ferretería compré un picaporte nuevo por si se rompe el que tengo. Unos sartenes nuevos. Salsa de tomate. Puré de manzana para las noches de flojera. Dos tipos de quesos. Tres tipos diferentes de jamón. Camarones. Tomates. Lechuga. Manzanas. Bananas. Golosinas. Helado. Cookies. Nutella. Espaguetis y macarrones. Condimentos. En fin, adiós vida feliz de anciana de ochenta años. No puedo vivir pensando en tener una vejez feliz si no he vivido como quiero. A disfrutar, que para luego ya es demasiado tarde.

Antes de irme, coloqué una seria, pero respetuosa cantidad de condones y dos perfumes nuevos para mí que apenas conozco. La chica de la caja paso mi tarjeta cobrando todo lo que he comprado y colocó todo en bolsas de plástico. Esperé a fuera del supermercado un poco, cuando vi un taxi libre y me encaminé para tomarlo.
Solo demoré veinte minutos en llegar a mi hogar. Bajo del auto con todas las bolsas, con cuidado de que nada caiga al suelo y se estropee entro al edificio y justo ahora estoy subiendo en el ascensor.

La puerta se encuentra entre abierta. Me quito los audífonos y agarro con cuidado el picaporte y se deshace en las manos. Abrí con cuidado y encontré un pequeño desorden en mi salón, algunas masetas estaban destuidas en el suelo, los cojines del sofá también lo estaban, la otra parte del picaporte yacía ahí, justo ante mis ojos igual de destruido. ¿Qué ha pasado?

Con miedo de encontrarme a un ladrón dejé mis bolsas en el suelo y busqué en mi bolso mi teléfono. No lo encuentro. ¡Joder, dónde se ha metió!

- ¿Loly?.- escucho una voz suave y angelical de momento y me asusto un montón.- ¡Loly!

Mi pequeña bestia corrió a abrazarme muy fuerte. La tomé entre mis brazos y no dejaba de besarme el rostro con emoción. Me tomó el rostro entre sus manitas y me hizo suya a la fuerza.

- Oh, que cariño tan delicioso.- le hice cosquillas y la dejé en el suelo cuando vi aparecer a mi cuñado.

Me sonríe. No tengo ni la menor idea de qué está sucediendo, o cuál es la locura que se le ha ocurrido a mi hermana esta vez.

- ¡Ya ha llegado!.- le grita a mi hermana y escucho susurros enojados mientras se acercaba a pasos apresurados.

Ahí está. Lleva el rostro enrojecido con el enfado en primer lugar. El cabello lo lleva un poco desgreñado y no sale de mi cabeza esa costumbre que tiene de rascar su cabeza cuando no puede solucionar algo y eso, le causa enfado. Lleva en las manos un cojín, me lo arroja de momento después de analizarme justo después de gritarme “¡Cabrona!”.

Se acercó. Me abrazó muy fuerte y sollozó un poco en mi hombro.

- ¿Qué sucede?

Agarro sus hombros para observarle el rostro pero vuelve a sujetarse de mi cuerpo con un abrazo.

- Abrázame estúpida.- me dice entre lágrimas y eso hago.- Pensé que te había sucedido algo.

Observo a mi cuñado que hace un gesto indicándome que mi hermana está completamente loca y sonrío.

- Pero, ¿qué me va a suceder?

- Que te rapten, por ejemplo.- dio mi cuñado con los ojos bien abiertos demostrándome la paranoia de su querida esposa.

Emma se volteó y con mal rostro hacia él le dio a entender que sus preocupaciones también valían la pena y reí a carcajadas cuando éste levantó las manos proclamando paz. Río a carcajadas y mi pequeña Evie me sigue con su pequeña risa, sin entender si quiera porqué lo hago yo.

Después de colocar junto con Henry y Evie las cosas que he comprado en la cocina, mi hermana se ha quedado vigilando el trabajo del cerrajero en la sala de estar por romper de una sola patada el picaporte. Mi cuñado se ha adueñado de la cocina, y yo, organizo un poco los libros de mi habitación y los documentos del trabajo.

Bebo del vino. Encuentro el libro de Danielle Steel, el mismo que leía anoche. Lo ojeo un poco y encuentro una de las anotaciones que más me gustaron del libro.
“Aceptaba la vida tal y como venía, y se dejaba llevar por ella”

Recuerdo que cuando leí este libro apenas hacía un mes de mi separación con Theo. Me marcó mucho esta frase ya que siempre había tenido mi vida tan ordenada, aburrida y programada que cuando las cosas no salían como quería  me frustraba, hasta que trazaba mentalmente otra vez un nuevo plan. Tiempo después entendí que, no vale la pena hacer planes si luego de lograrlo te sientes vacía, entonces fue cuando justo en Estados Unidos comprendí que eso que no esperas que suceda, está hecho precisamente con magia, y eso es lo que importa, a pesar de que sea algo que no vuelvas a hacer. Pero la magia marca mucho más que lo que no tiene explicación, y siempre se queda ahí, grabado, justo en el lugar perfecto. 

- ¡Loly! ¡Loly!.- escucho pequeños pasos por el pasillo de la pequeña Evie.- ¿Qué es esto?

Aparece delante de mis ojos con una sonrisa estupenda y sus pequeños dedos agarraban una tira de tres  condones con estuche rosa platino y sonríe como si fuera aquello, algo con lo que jugar.

Sonrío. Es tan tierna, y creo que en el inicio del estómago se crea justo en este momento ese miedo a que crezca demasiado y que, por primera vez le rompan el corazón y verla sufrir por ello.

Le acaricio el cabello colocándome en cuclillas justo frente a su cuerpo. Observo sus ojos hermosos. Sus pestañas largas. Su sonrisa. Estoy segura que será una mujer  hermosa. Profesional en lo que le apasione, y que tendrá misma suerte que su madre, esa suerte que no tenemos muchas. La suerte de encontrar el amor, la amistad, la complicidad y el placer, en una misma persona.

- Ve, cariño, pregúntale a tu madre si alguna vez ha jugado con eso.- le guiño un ojo acompañado de una sonrisa y se marcha corriendo.

Termino con todo el vino de mi copa y me reincorporo a la cocina al sentir el delicioso olor que me llega de ahí. Mi cuñado se encuentra con mi delantal lila con flores blancas, me ofrece probar una salsa y pues después de soplar un poco me quedo maravillada por el sabor. Le doy el gusto bueno y mi hermana aparece con los condones en la mano y río mientras  me sirvo más vino.

- ¿Por qué dejas que la niña juegue con tus cosas?.- me entrega los condones y los guardo en el bolsillo trasero del pantalón.

- Tarde o temprano jugará con ellos.- le digo y frunce el seño.

Mi hermana se gira hacia mi cuñado que se encuentra despaldas.

- ¿No dirás nada?.- le reprocha a su esposo.
Henry levanta los hombros y nuevamente proclama paz sin desviar la mirada de lo que hacía.

- Soy su Ángel de la guarda, cariño, y además, tengo la razón…- ella frunce el seño y se sirve del vino.- Algún día tendrás que aceptarlo.

- ¿Aceptar qué?

- Que es va a ser una mujer exitosa y que follará como la tía, de eso no tengo duda.

Mi hermana no deja de reírse y mi cuñado se gira hacia nosotras.

- Yo, no sé. Ni quiero saber, ni mucho menos tengo dudas..- dice mirando mi rostro.- Pero, mi mujer, tiene muy buenos genes sexuales.

- Amor…- dice con dulzura.

Mi hermana se le colocan las mejillas enrojecidas y ambos se besan, mientras los observo me estremezco de ternura. Él nunca habla de estos temas y cuando lo hace, lo hace de esa forma, sutil, cuidadoso y muy educadamente.

- Eso no lo dudo, ya que madre era una bestia sexual, según el señor Rodrigo Stell.- menciono a mi padre con completa sutileza.- Aunque tampoco dudo de que seas una experta en chupar rabo.

Ambos se observan con complicidad.

- Ni te lo desmiento. Ni te lo confirmo.

Proclama mi cuñado y mi hermana agarra un pedazo de jamón ya cortado y me lo arroja, cosa que agarro, agradezco y me lo meto en la boca.

- ¿Qué es rabo, mamá?.- pregunta sorpresa de la pequeña Evie, parada con su pequeño cuerpo en la puerta de la cocina, introduciendo su manita en un condón verde.

- ¡Pero, qué haces con eso!

Me río al verla ahí, tan inocente. Con aquellas preguntas que hace y con su manita dentro del condón como si fuera un juguete nuevo. Mi hermana me fulmina con la mirada y hago silencio. Henry se voltea aguantando la risa mientras Emma se marcha con la niña al salón procurando inventar un nuevo significado para la palabra “Rabo”.

La tarde transcurrió tranquila, espaguetis para el almuerzo acompañado de vino y la excelente compañía de Emma, Henry y, mi querida y adorada, Evie. En la tarde, justo cuando la pequeña se levantó de su siesta de mediodía, nos metimos en la bañera por casi dos horas jugando a los submarinos, barcos, y sirenas con sus juguetes.

Me sorprendí un poco al escuchar de mi propio pequeño demonio que ella quería ser una pirata, y me pareció algo hermoso. No aspirar a ser alguien tan perfecto como una princesa y su vida tan igual a todos esos cuentos, me pareció divino y al comentárselo a mi hermana supe que una vez, de pequeña, mientras jugábamos en el jardín los tres hermanos, dije que quería ser el escudero que salvaba a la  princesa, y pues, con dos escuderas hermosas en ese entonces, no le queda más papel a Ethan  que el de la princesa afligida y encerrada. Fue entonces cuando recordé la foto de padre disfrazado de dragón, Emma y yo con un traje de soldado medieval y el pobre Ethan, con un vestido azul con vuelos y diadema. Histórica esa fotografía.

En la cena mi hermana cocinó filete de salmón y unas cuantas cosas más de las que disfruté, pero de las que no pregunté el nombre. Un poco de dibujos animados para después junto con un biberón de leche con chocolate para la pequeña y una jarra para mí de lo mismo, mientras que la pareja tomaba un baño relajante.

A las diez con veinte minutos la bestia cayó rendida y despacio, entre mis manos la dejé sobre mi cama y acostándome a su lado por un rato para acariciar su cabello me relajé. Pensé un poco.

¿Qué pasará cuando tenga hijos? ¿Tendré la habilidad de inventar significados abstractos para palabras obscenas? ¿Seré una buena madre? ¿Evie me querrá cuando crezca?

Son preguntas sin repuestas, al menos por ahora.

Escucho un zumbido. Viene de debajo de la cama. Con cuidado coloco nuevamente mis pies cubiertos por mis calcetines color verde militar y colocando las rodillas en el suelo miro debajo. Mi teléfono estaba alumbrado y se volvió a apagar, justo entendí el porqué de la paranoia de Emma y la tranquilidad de mis días. Río un poco al encontrarlo sin batería y lo conecto a su cargador justo encima de mi escritorio. ¿Cuánto tiempo estuvo ahí abajo?

Abro los ojos. No puedo dormir. De mi cabeza no sale Adam, no puedo evitarlo. Sus ojos. Su sonrisa. Su forma de fumar. El sexo entre nosotros. Aquella noche, junto la chimenea de aquella casa abandonada en el centro de un bosque cubierto de nieve. Su comportamiento. Su tatuaje. La mañana siguiente, el despertar y la bañera. Todo. Absolutamente todo. Y suena raro, pero la pasé tan bien, que puede que ahora extrañe ese sentimiento.

- ¿Qué haces aún despierta?.- me susurra mi hermana del otro lado de la niña sobre mi cama.

Observo a la niña dormida y la veo con los ojos abierto observándome. Pensé una escusa perfecta pero es imposible mentirle.

- Estados Unidos.

Noto un silencio entre nosotras y dejo salir un suspiro.

- ¿Lo extrañas?.- me pregunta.

- Te diría que sí, si hubiésemos llegado a más. A muchas cosas más …- “A una relación”, por ejemplo. Sonrío. Creo que hubiese sido lindo.- Pero no es tan así. Es que yo misma no sé que me sucede.

- Explícate un poco más.

- No dejo de pensar en él y en todas las pequeñas cosas que hicimos.- pienso otro poco.- Es extraño, como si me hubiese quedado…

- Como si te hubieses quedado con ganas de más.- completa la frase.- De mucho más.
Repite exactamente lo que he dicho.

- Sí, es eso. Fue tan fuerte, tan placentero que…- suspiro con un poco de tristeza.- Es que es inevitable borrarlo.

- ¿Y por qué no le buscas?.- la observo. Aún no le he contado que está casado.- Su teléfono, Ruth debe tenerlo.

Vuelvo a pensar. Es cierto que puedo escribirle, como amigos, después de todo eso somos. Pero a quién voy a engañar, no somos más que dos desconocidos que encajaron perfectamente en lo sexual y dejados llevar por la locura, pasaron los momentos más intensos de sus vidas. Eso fue, solo locura, y es mejor que quede así. Él tiene su vida, y yo… Yo tengo que hacer la mía. No queda de otra.

- No, es mejor no molestarlo. Él ya tiene su vida.

- ¿Y por qué no te quedas con el recuerdo de aquello que vivieron?

- Sí, lo sé y fue lo que decidí.- me quedo en silencio.- Creo que no debería pensar más en él.

Ambas nos quedamos calladas. Después de unos minutos, pude a ver dudado de que se había dormido cuando la escuché decir:

- Correr, y correr en el desierto. Sedienta. Hasta que ves a lo lejos un Oasis. Palmeras. Lago. Frutas. Las mejores horas de tu vida y justo cuando pisas fuera, solo un paso, desaparece todo. Todo se esfuma. Te quedas como si nada, como si te hubieran quitado algo, como si te lo hubiesen quitado todo.- me observó en silencio. Yo estaba pendiente a sus ojos.- Así estás tú ahora mismo, y él, es ese maldito Oasis.

 

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