25. EPÍLOGO
2 MESES DESPUÉS
—Taem, hoy decido unir mi vida con la tuya, por siempre y para siempre, a pesar de los tropiezos que tuvimos. Prometo luchar contigo y construir un futuro lleno de paz y amor. Eres y serás mi niño mimado, el amor de mi vida. Porque O TÚ O NADA; así, simple y sencillamente.
Sus rostros estaban tan cerca que solo necesitaron una pequeña inclinación hacia adelante para juntar sus bocas. El beso fue tan tierno y dulce que los aplausos y chiflidos no se hicieron esperar. No era una boda oficial, pues todavía no se permitía en Corea, pero eso no fue impedimento para que realizaran una hermosa ceremonia simbólica y significativa. Deseaban compartir su dicha con las personas que amaban y que los amaban. Y aquellos que no, no fueron requeridos en tan hermoso día. En realidad, fue algo muy íntimo.
La fiesta se llevó a cabo en los jardines del internado. Las monjitas estaban tan entusiasmadas que ellas realizaron toda la decoración con la ayuda de los chicos que allí vivían.
—Min, estoy tan feliz que creo que voy a necesitar un corazón más para guardar todo este amor que siento por ti.
—Mi niño, puedes tomar el mío, pero te advierto que también está lleno de amor.
A partir de ahora, todo sería felicidad; los malos ratos y tragos amargos habían quedado atrás. El día en que Victoria habló sobre la traición de la que fue objeto, todos los prospectos a nuevos socios le dieron la espalda a Byung, ofreciéndole a Minho la oportunidad de asociarse con ellos. Y como él ya era el director, no hubo mayor problema. Su hermano Seung tuvo que alinearse y trabajar bajo sus órdenes, pero antes tuvo que pedirle una disculpa a Taemin. Ahora solo llevaban una relación de jefe y empleado. Jinki logró encontrar muchas inconsistencias en las finanzas de Cassandra Wong. El fisco giró una orden de aprehensión por lavado de dinero e invalidó su adquisición del internado, pues el padre de Victoria se los había donado. Encontraron por casualidad el título de propiedad en un cajón olvidado.
DOS AÑOS DESPUÉS
Minho estaba apurado revisando unos planos que su hermano le había hecho. Taemin los estaba ingresando a la computadora para que su esposo hiciera la presentación adecuada a sus socios. Jessi entró algo apenada a la oficina.
—¿Qué sucede? —le preguntó Minho.
—Mmm, tu pap... el señor Byung quiere verte. Está abajo en recepción. Seguridad no lo ha dejado pasar.
—No me interesa, diles que lo saquen y, si no quiere irse, que llamen a la policía.
—¡Min! —exclamó Taemin.
—Mi niño, no puedo.
—¿No puedes o no quieres?
—Su presencia me incomoda. Además, no voy a soportar que te trate mal. Jamás lo volveré a permitir.
—Jessi, diles que lo dejen subir.
Ella asintió y dio la vuelta para hacer lo que Taemin pidió.
—Pero, Taem...
—Pero nada, Min. Tenemos que saber por qué quiere verte.
Minho puso cara de pocos amigos; odiaba cuando su esposo hacía ese tipo de cosas.
Un hombre avejentado y esquelético, más parecido a un mendigo, entró por la puerta de la oficina. Apenas podía caminar y despedía un desagradable olor. Era obvio que no se había aseado en mucho tiempo. Taemin se acercó a él para ayudarlo, sin importarle lo sucio que estaba. Lo condujo hasta un sillón y pidió a Jessi que trajera unos bocadillos y una jarra de jugo. Sabía por experiencia propia que el señor no había comido.
—Gracias, hijo. Yo...
—Taem, no tienes que hacer todo eso. Imagino que el señor se va pronto.
—Tu padre, Minho, no el señor.
—Él no es mi padre.
—Claro que lo es.
—¿Quieres que se lo agradezca? Pues no, no lo merece. Es un viejo desgraciado, solo eso.
—Cállate, Min. No sabes lo que dices. ¿No te das cuenta de que seguro está enfermo? ¿Que vive en la calle?
—Por favor, no peleen por mi culpa. Bastante daño les causé, y sobre todo a ti, pequeño. Te pido perdón de rodillas.
Byung trató de hincarse, pero le fue imposible; sus huesos no estaban bien y exhaló un quejido de dolor. —¡Ayyy!—
—Cuidado, señor. —Taemin lo sostuvo de nuevo.
Minho ni siquiera se movía; no pensaba hacer nada por ese hombre.
La comida llegó y los ojos de Byung se iluminaron.
—¿Puedo tomar un pan?
—Claro, puede comer todo lo que quiera. Solo hágalo despacio; cuando uno no ha probado bocado en días, puede hacer daño. —Taemin le sonrió.
Byung comenzó a sollozar; ese chico no le guardaba rencor alguno a pesar de todo lo maldito que había sido con él. Siempre lo menospreció por haber vivido en la calle, pero la vida da muchas vueltas, y él ahora era un vagabundo, un callejero. Algo que él mismo repudió.
—Minho, hijo, a ti también te pido perdón por todo lo que te hice. Tienes razón de no querer escucharme ni verme. Te prometo que no lo harás más; solo quería que supieras que estoy muy arrepentido de todo lo malo que fui. Y si algún día puedes perdonarme, yo seré feliz. Pero si no lo haces nunca, yo lo entenderé.
Minho no dijo nada; es más, se volteó de espaldas para no tener que verlo más. Taemin se dio cuenta de que su esposo no claudicaría, así que puso toda la comida en su mochila, que siempre cargaba, y se la colocó a Byung en la espalda. Le guiñó un ojo y le dijo: —Si puede, compártala con algún amigo.
—Gracias, hijo. Que el Señor te dé más.
—Gracias a usted, señor Byung.
Byung se quedó mirándolo con extrañeza. ¿Gracias, por qué?
—Por ser el padre del hombre que más amo en el mundo. Sin usted y sin mamá Victoria, él no hubiese nacido. Y yo ahora no sería quien soy.
Byung se marchó hecho un mar de lágrimas. Sabía que Minho necesitaba tiempo para perdonarlo, pero tenía la esperanza de que eso sucedería algún día. Pues Taemin era un gran chico, uno que a cada momento le daba una gran lección de vida. Porque, como Taemin decía, todos merecemos una segunda oportunidad.
FIN
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