19.
Esa mañana los cuerpos sudorosos de Minho y Taemin eran pasión pura, estabán envueltos en las sábanas blancas de su cama. Tenían temor de salir de la nube de placer y satisfacción en la que se encontraban sumergidos. Habían vuelto a hacer el amor como antes, comenzaron la noche anterior.
Taemin tenía el pelo enredado y los músculos doloridos. Sonriendo se tapó la cara con el antebrazo, estaba algo apenado pues acababa de hacerle sexo oral a Minho y eso todavía lo ponía algo nervioso, no sabía si realmente lo hacía bien. A veces seguía sintiéndose tonto en algunas cosas ante su novio, quien por ser mayor suponía que había tenido amantes experimentados. Taem se juzgaba torpe con su cuerpo y su sexualidad. En cambio a su parecer Minho se veía tan cómodo con su desnudez. ¿Y cómo no? si poseía un cuerpo perfecto.
Minho lo besó apasionadamente y tiró de él, su piel estaba caliente. Sujetó a Taemin de su trasero con ambas manos y lo levantó.
—Envuélveme con las piernas. —Taemin lo hizo, y fue llevado hasta el baño. Minho abrió el agua de la ducha templándola, cuando estuvo lista entró con su pequeño. El aguacero de la regadera los mojó de inmediato y ambos sintieron satisfacción con el agua.
—¡Ahhh, está deliciosa! —Señaló Taemin.
Una nube de vapor comenzó a cubrirlos. Taemin fue bajado con delicadeza, y de inmediato, Minho tomó un poco de gel para lavarle el cabello. Luego, enjabonó su esbelto cuerpo, disfrutando de la suavidad de su piel. A Minho le fascinaba hacerlo, pues amaba la sensación de su piel bajo sus manos. Después, hizo lo mismo consigo mismo, mientras Taemin lo observaba con un amor absoluto en sus ojos.
Minho lo abrazó por un momento antes de cerrar el agua. Luego lo llevó de nuevo a la recámara, lo sentó en la orilla de la cama y, con mucho cuidado, lo secó mientras repartía pequeños besos en su rostro.
—Eres tan hermoso, mi niño. Ya no podría estar sin ti.
Taemin se sonrojó. Todavía no se acostumbraba a recibir tanto amor; para él, todo parecía un sueño hecho realidad. ¿Cómo podía ese hombre tan varonil haberse fijado en él, que siempre se consideró tan ordinario?
—¿Me dejas tomarte una foto? Te ves tan lindo con el cabello revuelto —preguntó Minho con una sonrisa.
—Min, no creo que sea correcto... Imagínate que alguien la viera. Me moriría de vergüenza.
—Nadie la verá, mi teléfono está bloqueado con mi huella. Sin mí, nadie puede abrirlo. Quiero verte así todo el día de hoy, porque mañana lo pasaremos juntos. ¿Te gusta la idea?
Taemin abrió los ojos con sorpresa, una sonrisa nerviosa dibujándose en su rostro.
—¡Min! ¿De verdad estás hablando en serio?
—Claro, mi niño. ¿Por qué lo dudas?
Taemin bajó la cabeza, inseguro.
—Es que... yo pensé que ibas a estar con ella.
Minho lo abrazó con fuerza.
—Jamás, mi amor. Ella no significa nada para mí. Tú eres mi todo, y nunca permitiría que pasaras el día solo. Además, mañana tengo una sorpresa para ti. Prometo que te encantará, ya lo verás.
—¡Min, mi amor!
Taemin se acomodó y permitió que Minho le tomara las fotos que quisiera. Y así fue: le sacó varias, en diferentes poses, todas de manera muy sugestiva. Terminada la sesión, se arreglaron y Taemin se fue a trabajar, como siempre lo hacía.
El día transcurrió con normalidad para ambos. A la salida, Kyu llevó de regreso a Taemin a su departamento. Minho le avisó que cenaría con Cassandra, pero que haría lo posible por volver temprano. También le informó que no trabajarían al día siguiente, por lo que celebrarían desde temprano.
Esa mañana, Minho había dejado el anillo en la joyería para ajustarlo, ya que se dio cuenta de que era muy grande para los delicados dedos de Taemin. Antes de ir con Cassandra, pasó a recogerlo.
—Kyu, ve a cenar. Te avisaré cuando necesites venir por mí. No es necesario que esperes aquí.
—Muy bien, señor Minho. Estaré pendiente de su llamada.
Minho llegó al departamento que Cassandra rentaba temporalmente en Seúl, ya que su casa estaba en China. Un empleado abrió la puerta, hizo una reverencia y lo invitó a pasar.
—La señorita Wong está en su recámara, enseguida vendrá. ¿Le traigo su bebida de siempre?
Minho se sentó en un sillón y respondió:
—Sí, Ji-Sung, por favor.
Minho notó el gran arreglo floral que había pedido. Estaba en una mesa grande, y era realmente bonito. No se arrepentía de haber pagado tanto por él.
—¡Mi amor! —gritó Cassandra, abrazándose a Minho con entusiasmo. Él cortó el gesto de inmediato. Le fastidiaba profundamente.
—¿Te gustaron las flores? —preguntó Minho, tratando de mantener la cordialidad.
—Por supuesto, amor. Tienes un gusto excelente.
—Cassandra, no me lo tomes a mal, pero me gustaría que cenáramos ya. Necesito prepararme para mi entrevista con el señor Mark.
La sonrisa de Cassandra se desvaneció. Estaba cansada de esos desplantes constantes por parte de Minho.
—Minho, ya que te gusta ser tan directo, yo también lo seré. Debes ser más atento conmigo, sobre todo si pronto nos vamos a casar. Estoy harta de que no me prestes la atención que merezco. Y te lo advierto: si esto sigue así, me retiraré de la inversión en la constructora.
—No te atrevas a amenazarme, Cassandra. No soy estúpido. Si te retiras ahora, la multa por abandonar la sociedad sería enorme, y el desprestigio, aún mayor. Quedarías como una empresaria poco seria.
—¿Crees que me importa el dinero? Lo que me interesa es Choi Minho. Si no voy a tenerte, no tiene sentido seguir con esto.
—Mira, por fin estamos de acuerdo. Firma cuanto antes y así evitamos estas escenas patéticas de novios falsos.
Cassandra no esperaba que esas palabras la afectaran tanto. No podía permitirse fracasar en algo que creía poder ganar. Solo tenía que dejar de lado su arrogancia y deshacerse de la verdadera amenaza: Lee Taemin. Haría lo necesario para cortar esa relación de raíz.
—Perdóname, amor. Es que me haces sentir mal. Si me dieras la oportunidad de conocerme mejor, estoy segura de que te enamorarías de mí. Prometo que seríamos muy felices juntos.
Minho se sintió incómodo. No le gustaba tratar mal a las mujeres. Su madre, Victoria, siempre le había enseñado a ser un caballero. Así que decidió no profundizar en el problema y llevar la velada en paz.
—Está bien, olvidemos lo que dijimos. Creo que ambos nos excedimos, Cassandra. Te pido disculpas, me comporté como un bruto.
—Tienes razón, amor. Ven, quiero que pruebes lo que preparé y me digas si ya puedo casarme contigo —dijo con una risa coqueta.
Esas indirectas irritaban a Minho, pero las dejaría pasar por ahora. Solo deseaba cenar rápido e irse a casa con su niño, para acurrucarse en su cálido cuerpo.
Cenaron sin contratiempos. Minho se comportó de manera decente y agradeció el detalle que Cassandra tuvo al prepararle los platillos que, según ella, él había mencionado que le gustaban.
—Todo estuvo muy sabroso, de verdad. Nunca imaginé que supieses cocinar; lo haces muy bien.
Ella aleteó sus pestañas, fingiendo ternura. La realidad era que había contratado a una cocinera profesional muy temprano para que Minho no descubriera su farsa. Cassandra no tenía ni la menor idea de cómo llevar las labores de un hogar.
Pasaron a la sala para tomar una copa de vino. Cassandra creía que en cualquier momento Minho sacaría la cajita con el anillo y le pediría que fuera su esposa. Pero mientras más avanzaba la noche, la esperada propuesta no llegaba, y ella comenzaba a impacientarse, hasta que decidió insinuarlo. Ya no aguantaba más.
—Min, ¿me vas a dar el obsequio que compraste?
—Ya te lo di, son las flores.
—¿Las flores?
—Sí.
Cassandra deseó que la tierra se la tragara. Estaba haciendo el ridículo. ¿Pero no había visto el anillo? A menos que... ¡Claro! ¿Cómo no se dio cuenta antes?
Se levantó con torpeza, irritada, y sin querer derramó su copa de vino sobre el saco de Minho.
—¡Oh, lo siento! Dame tu saco, lo limpiaré antes de que la mancha penetre en la tela.
—No es necesario, mejor me voy. Lo haré en mi departamento.
—Amor, no me hagas sentir peor. Déjame hacerlo.
Minho se quitó el saco y se lo entregó. Fue al baño a refrescarse un poco; la situación lo tenía tenso y molesto. Mientras tanto, Cassandra trataba de quitar la mancha cuando de repente la cajita del anillo cayó al suelo. La recogió, furiosa.
—Estúpido anillo y estúpido Lee Taemin...
Iba a volver a guardarlo en la bolsa, pero lo pensó mejor. Decidió quedárselo. Quería fastidiar a ese niñato, hacer que no recibiera su regalo al día siguiente. Sabía que Minho le reclamaría, pero ella negaría haberlo visto. "Maldita zorra. Si ese pendejo trepador social cree que se va a quedar con el anillo, está equivocado. Le voy a hacer pasar un maldito coraje que hasta del estómago se va a enfermar." —Era arriesgado, pero estaba dispuesta a hacerlo. Tenía suerte de que Minho lo llevara consigo.
—Ahora sí me retiro, Cassandra. Ya es muy tarde y mi chofer me está esperando abajo.
—Claro, amor. Si terminas temprano la reunión con el señor Mark, puedes venir y platicamos un ratito. Me sentiré muy solita en el día del amor.
—No empieces, ya lo hablamos.
—Solo decía, amor. No te enojes de nuevo.
Minho rodó los ojos y se marchó. Le urgía ver a su niño.
En cuanto Cassandra cerró la puerta, comenzó a ejecutar el plan que había ideado para arruinarle la noche y el día a Taemin. Después, tomó un par de fotos y las envió al celular de él.
Taemin ya estaba dormido, pero cuando escuchó que su teléfono anunciaba un mensaje, se levantó adormilado para ver de quién era. Sin fijarse en el remitente, abrió el mensaje.
Su corazón dio un vuelco. Sintió un dolor punzante en el estómago y corrió al baño para vomitar. Mientras lo hacía, comenzó a llorar. Cassandra le había enviado una fotografía en la que se veía una cama enorme. Un hombre, que aparentemente era Minho, estaba desnudo y enredado en las sábanas; una pierna sobresalía entre ellas. Cassandra, sentada en la orilla de la cama, mostraba con orgullo un anillo de compromiso. Parecía que acababan de tener relaciones. Para rematar, el mensaje que acompañaba la imagen era venenoso y cruel:
"Mira, zorra asquerosa, jamás vas a tener uno de estos. Haznos un favor y muérete, déjanos ser felices."
El dolor que Taemin sentía en ese momento era indescriptible. No se lo deseaba ni a su peor enemigo. Minho, su Minho, había sucumbido a los encantos de esa mujer. Él ya no era nada. Prefería morir antes que seguir sufriendo por esa maldita traición. Minho lo había dejado, y ya no tenía razón para seguir viviendo.
Con manos temblorosas, llenó un vaso con agua, buscó las pastillas para dormir que Minho tenía guardadas y se sirvió una gran cantidad en la mano. Las miró por unos segundos, antes de llevarlas hacia su boca.
CONTINUARÁ...
💔😭💔😭💔😭💔😭
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