──────NUEVE.

09 ⁝ "OPORTUNIDADES Y CONFUSIONES"


Su cabeza dolía intensamente. Frunció el ceño, intentando olvidar el malestar por un momento, pero le resultó imposible. Abrió los ojos lentamente; todo a su alrededor daba vueltas y su visión era borrosa. Aún así, pudo divisar a una mujer que apareció frente a ella, murmurando unas palabras a su acompañante. No la conocía bien, pero la recordaba de hace unos minutos. Como si fuera una especie de rompecabezas, las imágenes recientes comenzaron a ordenarse en su mente.

Aún somnolienta, intentó moverse, pero su cuerpo le parecía demasiado pesado. Se sentía cansada. Oyó la puerta corrediza del auto para abrirse.

—Oye, levántate —dijo un hombre, tomándola del brazo y tirando de él para sentarla—. Esto es importante, tu sobrino, tío o novio, lo que sea, parece que te quiere mucho...

La castaña apenas pudo mantener los ojos abiertos mientras escuchaba a la mujer en el asiento del conductor reír y murmurar unas palabras a su esposo.

—¿Son estudiantes que trabajan? —preguntó Dae Yeol, mirándola—. Creí que estaban casados ​​—soltó una risa burlona. Ella lo miró con desdén, recién despertaba y ya oía su asquerosa voz—. Entonces... tendrán que desaparecer los dos —acercó su rostro, permitiendo que Nayeon sintiera el desagradable aroma de su colonia mezclada con alcohol y cigarrillos—. Tengo una hostelería en Gapyeong, pueden vivir ahí y trabajar. ¡Esto es tan genial! —dijo con un tono de emoción en su voz.

Nayeon frunció el ceño, sintiendo su estómago revolverse. Luego, el líquido subiendo por su garganta, intentó contenerlo, pero fue en vano. Se inclinó para vomitar fuera del auto. Dae Yeol no logró alejarse a tiempo y parte del vómito cayó sobre sus zapatos. Oyó al hombre y a su esposa quejarse, pero ella se concentró en el alivio momentáneo tras el vómito.

—¡Mierda! ¡Eres una estúpida! —gritó el hombre, enfurecido. Levantó el pie y la pateó, haciendo que Nayeon soltara un quejido de dolor y cayera al suelo de la camioneta.

La puerta volvió a cerrarse tras ella. Mientras intentaba recuperar la respiración, divisó el bolso de Gyuri frente a ella, recordando la navaja que habían guardado allí. Se movió lentamente hacia el bolso, consciente de que Jisoo llegaría en cualquier momento. Sabía que en su estado no podría hacer mucho, pero tomó la navaja y la guardó entre sus manos. Volvió a acomodarse en el auto para no despertar sospechas.

Estaba realmente jodida, lo sabía y lo comprendía más a medida que los efectos del somnífero desaparecían. Su mente rogaba que Jisoo apareciera con un plan para escapar.

—Oye, niña —la puerta volvió a abrirse y Dae Yeol apareció frente a ella—. Hora de levantarse, tu novio llegó —dijo, levantándola al tomarla por los hombros.

Nayeon supo que era el momento. Primero debía ir por Dae Yeol y luego por su esposa. Tal vez en el camino se encontraría con Jisoo y podrían escapar juntos. Aprovechó el impulso que el psicópata le dio y levantó la navaja, clavándola en el estómago del mayor. Sintió el líquido caliente de su sangre manchar sus manos mientras los ojos de Dae Yeol la observaban, atónitos. Tiró de la navaja para desenterrarla y volvió a apuñalarlo. El hombre apenas podía hablar, preso del dolor punzante.

Nayeon, con la adrenalina corriendo por su cuerpo, se apresuró a salir de la camioneta, dejándolo allí para esconderse detrás. Pasaron pocos segundos cuando la esposa de Dae Yeol vino a verificar por qué estaban tardando. Al verla sola, Nayeon aprovechó su distracción para atacarla por detrás.

El filo de la navaja, aún ensangrentada, rozaba la garganta de la mujer, quien chillaba.

—No te muevas —le advirtió Nayeon, sintiéndose eufórica. Era la segunda vez que experimentaba el peligro en su vida, solo que esta vez su tío no vendría a ayudarla. Todo dependía de ella y no dudaría en hacer lo que fuera necesario para salir de allí con vida—. ¿Dónde está Jisoo? —preguntó, alterada.

La mujer la insultaba, intentando liberarse. Nayeon presionó más la hoja de la navaja contra su piel, segura de que estaba marcando su cuello ligeramente. La mujer se detuvo al sentir el ardor provocado por la fricción del metal, pero sus gritos hacia su esposo no cesaban.

—Te mataré —advirtió el hombre a Nayeon, apenas moviéndose debido a la hemorragia.

—¡Trae a Jisoo! —volvió a gritar Nayeon. El hombre no parecía dispuesto a colaborar. Sintió que su plan no iba a funcionar—. ¡La mataré!

Rozó apenas la navaja sobre la piel del cuello de la mujer, probablemente dejando un pequeño rasguño. Justo en ese momento, una luz cegó a Dae Yeol y el ruido de un motor se oyó. Nayeon se giró, viendo un auto acercarse a toda velocidad. Al ver que no se detenía, se vio obligada a soltar a la esposa de Dae Yeol y rápidamente se tiró de costado, observando cómo el auto chocaba con la camioneta del psicópata.

—¡Sube! —la voz de Gyuri la hizo levantar la cabeza, viendo a la chica pelinegra asomarse por el asiento del acompañante—. ¡Vamos!

Nayeon parecía no reaccionar. Gyuri había venido a salvarla y casi se la lleva por delante. Se levantó al tercer grito de la pelinegra. No sentía dolor alguno mientras corría hacia el auto, recogiendo el celular de Jisoo que había caído al suelo debido al impacto. Subió a la parte trasera, divisando a Jisoo al volante, notando que el chico estaba bien.

—Arranca —se apresuró a decir Gyuri, mirando por la ventana.

Nayeon se giró, mirando por la ventana trasera, viendo cómo la pareja se acercaba al auto. La mujer se acercó a la ventanilla del asiento trasero, mirando directamente a Nayeon.

—Perra —gritó antes de golpear la ventana con un palo de golf. Nayeon soltó un grito sobresaltada por el estruendoso impacto. La mujer volvió a golpear, gritando que la mataría.

—¡Jisoo, arranca! —gritó Nayeon esta vez. Miró al chico, que parecía desesperado y confundido. Dae Yeol apareció por la ventanilla del lado del conductor, intentando abrir la puerta.

Los gritos se oían desesperando a los tres adolescentes. Nayeon notó al otro matón aparecer lentamente detrás del auto. Estaba a punto de gritarle nuevamente a Jisoo, cuando comenzaron a moverse en reversa. Con dificultad, el chico intentó salir de allí, golpeando todo lo que se interponía en su camino. Lentamente, se alejaron del lugar, dejando atrás al trío de psicópatas.

Nayeon se dejó caer en el asiento trasero, no sin antes volverse para asegurarse de que aquellos locos no los seguían. Al comprobarlo, se permitió respirar con normalidad.

Condujeron por un largo rato. Nayeon se quedó en su lugar, sintiendo ahora los efectos de los golpes y el agotamiento de aquella noche fatal. El silencio reinaba en el auto, los tres sumidos en pensamientos oscuros, incapaces de articular palabra alguna. Nayeon miró sus manos, aún manchadas con restos de sangre seca. No sabía cómo había llegado a esto. Tragó en seco, sintiéndose fatal. El remordimiento comenzaba a surgir en medio de aquel silencio opresivo.

"Solo estoy tratando de sobrevivir. Todo estará bien", se dijo a sí misma mentalmente, tratando de convencerse de que aquello era lo necesario para mantener su futuro. Después de todo, estaba dispuesta a cualquier cosa con tal de mantener sus sueños vivos.

El auto se detuvo, estacionándose en medio de la nada.

—¿Qué le dijiste? —preguntó Jisoo a Gyuri. Nayeon se sintió perdida en aquella conversación.

—Actividad extracurricular —susurró Gyuri apenas.

Nayeon levantó su torso del respaldo del asiento, soltando un quejido de dolor.

—Extracurricular una mierda... —murmuró la castaña, con la vista perdida en la oscuridad de la noche—. Vendrán por nosotros.

—¿Quiénes? —preguntó Gyuri.

—Ellos... Ryu Dae Yeol, si sobrevive —respondió Nayeon—. La mujer, marqué su cuello... Nos atraparán si nos quedamos aquí. Nos matarán —dijo con voz tranquila, asimilando la gravedad del problema en el que se habían metido—. Me matarán...

La pareja en los asientos delanteros no dijo nada. Oh Jisoo se giró para mirarla, sus ojos se detuvieron en las manos de la chica, luego contemplaron su rostro perdido. Nayeon ni siquiera se molestó en devolverle la mirada. No dijo nada, solo la miró y sintió pena por arrastrarla a esto. Se sentía culpable; ninguna de las dos chicas era responsable de todo lo que estaba pasando. Era él y solo él.

—¿Y ahora qué? —preguntó Nayeon, viendo al chico comenzar a limpiar el volante con desesperación.

—¿Qué?

—¿Qué hacemos? —susurró Gyuri—. ¿A dónde iremos?

—No sé.

—A tu casa —sugirió la pelinegra.

—Saben dónde vivo —respondió el, mirando por el espejo retrovisor cómo Nayeon parecía salir de su trance—. A la escuela.

Ella negó, mirando a Jisoo—Allí me secuestraron... —susurró antes de salir del auto.

Gyuri se quedó en su lugar, sintiendo una ligera punzada de culpa. Sabía que si no la hubiera dejado sola, tal vez esto no habría ocurrido o hubiera sido ella quien estuviera en su lugar.

Oh Jisoo la miró desde la ventanilla.

—¿A dónde vas?

—Hay que hacer algo —argumentó Nayeon con determinación—. ¿O piensan quedarse aquí toda la noche y esperar a ser atrapados nuevamente?

El chico la miró sin entender, luego vio a Gyuri bajar del auto también.

Ambas chicas comenzaron a rebuscar en la guantera, el maletero y los asientos. Gyuri encontró un encendedor mientras Nayeon se acercó al capó, levantándolo y encontrándose con la batería del auto. Manipuló los cables hasta que pequeñas chispas comenzaron a saltar de esta.

Pocos segundos después, el auto comenzó a incendiarse completamente. Los tres miraron las llamas arder, sintiendo que sus preocupaciones se quemaban junto con el vehículo. Un suspiro salió de los labios de Nayeon, quien se giró para comenzar a alejarse.

—Vámonos —susurró.

El trío comenzó a caminar, cada uno a la par, oyendo el estruendo del auto incendiándose a sus espaldas.

El camino hasta el lugar más cercano donde poder dormir fue duro. Mantuvieron el silencio durante toda la caminata. Jisoo se quitó sus zapatillas para dárselas a Gyuri, que aún llevaba sus zapatos de punta, mientras Nayeon esperaba pacientemente a que ella se los cambiara.

Miró a la pareja frente a ella. Nunca se había imaginado estar en una situación como esta junto a ellos. Si se lo hubieran dicho hace unos meses, habría reído y pensado que era una estúpida broma. Pero allí estaba, junto al "marginado" de la clase y la "perra suicida". Había peleado con Minhee, su relación con Sunoh había terminado, había apuñalado a un hombre y casi a una mujer, y ahora estaba escapando de unos psicópatas. Todo en el transcurso de un par de días. Sus desgracias parecían no tener fin.

Entraron al primer hotel que encontraron. "Hotel Valentín" decía un gran letrero de luz verde. Los tres pidieron una habitación. La mujer en recepción los miró raro, ya que compartirían una habitación los tres, pero no le tomaron mucha importancia. No tenían dinero suficiente para pedir una más.

Al entrar a la habitación, Gyuri se dirigió hacia la puerta del baño sin soltar palabra alguna, cerrándola al instante. Nayeon soltó un suspiro mientras se recostaba en la cama, frunciendo levemente el ceño al sentir el suave colchón bajo su adolorida espalda. Cerró los ojos, dejando que el silencio de la habitación la envolviera.

El colchón se hundió en la parte de los pies, pero ella no le dio importancia, demasiado cansada para preocuparse.

—Oye —susurró Jisoo—, ¿estás bien?

—No lo estoy —respondió sin abrir los ojos, sin atreverse a moverse de su posición.

Jisoo se giró para mirarla, la preocupación evidente en su rostro—¿Te... te hicieron algo? —se atrevió a preguntar.

—No. Solo me durmieron... Pero de todas formas... nunca estuve bien del todo —respondió, siguiendo el hilo de la pregunta del chico. La castaña abrió los ojos, mirando hacia el espejo en el techo, viendo la figura de Jisoo reflejada—. Gracias por ir a salvarme... Los dos... no tenían por qué hacerlo y se arriesgaron.

Oh Jisoo se giró para mirarla nuevamente, acomodándose mejor para quedar frente a ella.

—Quería hacerlo —argumentó sin pensarlo mucho, cansado de reprimir tantas palabras y sentimientos—. Quería ir por ti en cuanto supe que te habían secuestrado...

Ella no respondió. Se acomodó esta vez para mirarlo a la cara.

—Creí que era estúpido, pero luego lo pensé y no encuentro razón alguna... No entiendo.

—¿Qué cosa?

—¿Por qué te arriesgas por esto? Podrías simplemente habernos denunciado y te librabas de esto... Pero te quedas aquí... —Nayeon tragó en seco. Una gran parte de ella sabía perfectamente que la única razón por la que seguía era el dinero, pero otra muy mínima tenía la sospecha de que no era solo por eso—. Podrías morir si sigues, si te quedas conmigo...

Ella se levantó, sentándose en la cama. Lo miró unos segundos y luego se acercó, quedando a pocos centímetros de él. Ambos se miraron en silencio por un momento, él demasiado hipnotizado por el rostro de la castaña y ella sin entender del todo por qué la cercanía del chico le resultaba satisfactoria.

—Porque somos iguales —argumentó Nayeon, casi en un susurro—. Y no moriremos...

Oh Jisoo notó la cercanía de la chica. Era la primera vez que ambos se miraban desde esa perspectiva, a tan pocos centímetros de distancia. Nayeon tuvo el impulso, sin saber por qué, de levantar su mano hasta tocar su rostro. Él la miró atento a cada uno de sus movimientos. Su mano se deslizó por la capucha de su sudadera, quitándosela para poder ver mejor su rostro. Ella le sonrió a medias, notando el nerviosismo del chico. Él aprovechó aquella muestra para esta vez tomar la mejilla de Nayeon. Lentamente comenzó a acercar su rostro al de la chica, sintiéndose un poco extraño, casi sin creerlo del todo. Sus labios se encontraron, y una intensa oleada de emoción recorrió a Jisoo. Era un momento que había deseado, aunque nunca se atrevió a admitirlo, y ahora, sintiendo la suavidad de los labios de Nayeon contra los suyos, todo lo que había reprimido estalló en su interior.

Para Nayeon, el beso fue como un destello en medio de su confusión. La cercanía de Jisoo, su calidez, la forma en que la sostenía, todo la envolvía en una mezcla de emociones que no lograba descifrar del todo. Pero junto a esa confusión, una ola de culpa la inundó. Sunoh llegó a su mente como si la realidad le diera un buen golpe en la cara. ¿Cómo podía hacer eso en un momento tan caótico? ¿Cómo podía permitirse besar a aquel chico cuando todo a su alrededor se desmoronaba?

Justo cuando el beso se profundizaba, una sirena se oyó fuertemente cerca y la puerta del baño se abrió, dejando a la vista a una Gyuri preocupada.

Nayeon se apartó rápidamente, alejándose de Jisoo, como si aquello hubiera bastado para despertarla de aquel trance en el que se encontraba desde que despertó en aquella camioneta. Por otro lado, Gyuri, al salir del baño, notó perfectamente la cercanía de ambos. Optó por no decir nada al respecto, ignorando la punzada en el pecho. Se acercó hasta la ventana, cautelosa, divisando una ambulancia pasar frente al edificio.

—Es una ambulancia —murmuró—. No es la policía...

—Ambulancia —susurró Jisoo, comenzando a reír. La poca cordura que mantenía comenzó a esfumarse después de la cercanía de la castaña.

Nayeon lo miró sin entender, contagiándose poco a poco de la inesperada risa del chico. Aun sentada sobre la cama, movió su mirada hacia Gyuri, quien ya tenía una mini sonrisa en el rostro. Los tres comenzaron a reír repentinamente, debido al estúpido susto que se habían llevado. La risa de Jisoo inundó la habitación, el chico realmente parecía que no tenía intenciones de parar con aquello que tanta gracia le causaba.

—Oye —habló Nayeon. Ambas habían dejado de reír al ver al chico Oh caer de la cama y seguir riendo en el suelo—. Jisoo.

Gyuri miró a la castaña con algo de preocupación por él. Nayeon sintió pena; estaban tan hundidos en la mierda que entendía y no le sorprendería que el chico perdiera la cordura en ese momento. En situaciones así solo quedaban dos cosas por hacer: reír de tu propia desgracia hasta no poder respirar o llorar hasta que no puedas más, y el chico había elegido la primera opción.

Él siguió moviéndose en el suelo, acompañado por sus risas de fondo.

—Jisoo —volvió a llamarlo esta vez Gyuri.

—¿Qué...? —intentó hablar en medio de aquel ataque de risa—. ¿Qué hacemos ahora?

Nayeon se dejó caer, volviendo a apoyar su espalda sobre el colchón, con la mirada en el espejo del techo. Era una pregunta que ya no se atrevía a responder, porque simplemente ya no sabía la respuesta y eso le aterraba.

Jisoo dejó de reír, de una vez por todas, para soltar un largo suspiro y colocarse en posición fetal, aún sobre el suelo.

—Quiero parar —habló después de unos segundos en silencio. Ambas oyeron algunos sollozos de su parte. El chico realmente estaba mal—. Quiero acabar con esto ahora.

Ninguna de las féminas dijo alguna palabra, sintiéndose en parte culpables de la desgracia del chico, viéndolo romperse en ese momento. Nayeon tragó en seco, acomodándose mejor en la cama e intentando dormir, con la idea de que algo tendrían que planear si querían seguir con sus vidas, con o sin dinero.




Esa mañana despertó diferente, en un lugar diferente. Había podido dormir apenas algunas horas, y su cuerpo dolía igual que ayer. El suave colchón bajo ella parecía haber empeorado su estado, pero aun así, allí estaba. Nayeon se levantó con dificultad, sintiendo el peso de los eventos pasados aún sobre sus hombros, pero con una chispa de determinación en su corazón.

El sol apenas empezaba a asomarse por el horizonte, llenando la habitación con una luz tenue y dorada. Nayeon miró a su alrededor, observando el cuarto de hotel barato en el que se encontraban. Era un lugar modesto, lejos del lujo al que alguna vez aspiró, pero en ese momento, era su refugio, el único sitio donde podía permitirse un respiro. A su lado, Gyuri dormía profundamente, agotada por la noche anterior. La veía, y por un momento, sintió tranquilidad por tener a alguien que compartiera su carga.

Nayeon se estiró, tratando de aliviar el dolor de su cuerpo, y caminó hacia la ventana. Abrió apenas la cortina y dejó que la luz del sol  inundara su rostro. Cerró los ojos y respiró profundamente, sintiendo una calma momentánea que necesitaba desesperadamente. En ese instante, tomó una decisión: tenía que arreglarlo todo, o al menos intentarlo.

El plan era deshacerse de Dae Yeol. Sabía que no sería fácil, pero era la única opción que tenían. Sus mentes e ideas habían quedado en blanco después del fracaso del día anterior, ambas estaban exhaustas y llenas de dudas. A este punto, Nayeon ya no estaba segura de nada, todo parecía inestable. Pero a pesar de todo, deseaba fervientemente creer que podían lograrlo, que de alguna manera, todo estaría bien.

Imaginó el escenario ideal: la policía encontraría el celular de Jisoo y creería que Ryu Dae Yeol era el proxeneta detrás de todo. "¿Por qué saldría mal?" pensó, tratando de convencerse a sí misma de que tenían una oportunidad. Pero sabía que no sería así de fácil. No era cuestión de suerte; era cuestión de acción y decisión.

Nayeon volvió a la cama y se sentó al borde, mirando a Gyuri. La chica comenzó a despertar, parpadeando contra la luz del sol. Sus ojos se encontraron, y sin necesidad de palabras, ambas comprendieron la gravedad del día que tenían por delante. Pero también compartieron un destello de esperanza. Eran conscientes de los riesgos, pero más aún de la necesidad de triunfar. Sus vidas dependían de ello, y no podían permitirse más errores.

Con una última mirada de complicidad, se prepararon para salir. Cada movimiento estaba cargado de una mezcla de miedo y esperanza. Sabían que el día sería largo y lleno de desafíos, pero también sabían que por lo menos no lo harían solas.

"Karaoke Banana" leyó Nayeon en cuanto miró hacia arriba. Gyuri le dio una última mirada y asintió, ambas tan seguras de lo que harían. En ese momento, se dieron cuenta de que, a pesar de todo, había una pequeña chispa de esperanza. Harían lo posible para que todo saliera bien. Porque en medio del caos, la esperanza era lo único que no podían permitirse perder.

Gyuri, mientras se preparaba, no podía evitar que su mente divagara hacia los eventos que las habían llevado hasta allí. Cada golpe, cada insulto, cada mala decisión... todo había dejado una huella en ella. Sentía la presión de la responsabilidad de lo que estaba por venir. Quería asegurarse de que todo saliera bien, no solo por ella, sino también por el par con el que habia pasado tanto tiempo en medio de esto. 

Nayeon acomodó un poco su gorro, cubriendo mejor su rostro, caminaron a pasos lentos y cautelosas de no cruzarse a ninguna cara conocida. Divisaron a algunas estudiantes y después de ofrecerles dinero, cruzaron las puertas del karaoke junto a ellas, hasta adentrarse en una de las cabinas. Luego de esperar unos minutos volvieron a salir, para comenzar con lo que habían venido a hacer. Gyuri habia aprobachado la distracción de Nayeon paga terminar con su plan y enviar la ubicación de aquel lugar por mensaje.

Fue fácil para ambas cruzar la recepción sin ser vistas; el hombre allí se encontraba totalmente dormido. En cuanto encontraron el cuarto de Ryu Dae Yeol, fue Nayeon quien se adentró, mientras Gyuri se escondía en otro de los cuartos para llamar a la policía desde allí.

Nayeon cruzó la puerta, observando cada rincón de aquel "cuarto" que parecía la entrada hacia una casa común. Apenas dio dos pasos y divisó una caja con varios celulares dentro. Rebuscó entre ellos hasta que encontró el "Alphago", lo tomó y lo guardó en su bolsillo. Luego, sacó el que Gyuri había tomado de Jisoo.

El silencio en la habitación la tranquilizaba de alguna manera. Justo antes de colocarlo en la caja, una idea cruzó por su cabeza. La castaña volvió a echar una mirada al interior de la habitación, asegurándose nuevamente de que estaba sola, y desbloqueó el celular para entrar a la sala de chat.

"Pueden verlas ahora", "Club de Karaoke Banana. Calle Junggu 32, Seúl". Reconoció la foto enviada junto a ese mensaje. Minhee y ella sonreían para la cámara; aquella foto la habían tomado una de las tantas veces que habían ido al Río Han con Sunoh y Kitae. Se sintió melancólica por un momento, pues no había vuelto a hablar con su mejor amiga luego de aquella discusión.

Luego cayó en cuenta. Gyuri era quien tenía anteriormente el celular. Ella había enviado aquel mensaje con una imagen de ellas y la dirección del lugar donde se encontraban. 《Esto no era parte del plan》 fue lo primero que pensó.

Antes de que pudiera siquiera buscar alguna otra respuesta, oyó ruidos del otro lado de la habitación. Su respiración se aceleró debido al susto repentino. Colocó nuevamente el celular en la caja y se levantó, dispuesta a salir de aquel lugar.

Logró llegar hasta la puerta, cuando la sombra de una persona tras ella la dejó estática. Tragó en seco mientras lentamente giraba su cabeza. Ryu Dae Yeol la miraba seriamente. Si verlo con una sonrisa psicópata ya le generaba miedo, esta vez, ver aquel rostro sin expresión le resultaba horroroso. El hombre frente a ella levantó su brazo sano, haciendo notar el bate que sostenía. En una fracción de segundos, Nayeon oyó cómo este impactaba de lleno contra su pantorrilla, a la vez que escuchaba su propio grito, para segundos después caer al suelo y sentir el dolor expandirse por su pierna.

Lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos debido al dolor que estaba sintiendo en ese momento. Dae Yeol la miró desde su lugar, luego se quitó la gorra, intentando ver su rostro. Ella se arrastró, alejándose. Sus intentos de huir fallaron gracias a la pared que chocó con su espalda. Ryu se acercó a ella, tomando su rostro con sus manos y quitándole el cubrebocas, revelando su rostro completamente.

El hombre soltó una sonrisa cínica, reconociéndola perfectamente.

—¿Me recuerdas? —susurró. Su mano comenzó a bajar, su cuerpo se tensó cuando su mano se dirigió a su cuello—. ¿Recuerdas a Mijung?... Aún tiene las marcas en el cuello, sabes lo fastidiosa que se pone al verlas en el espejo. —Su agarre comenzó a tener más presión, obstruyendo sus vías respiratorias. Ella tomó su mano, clavando sus uñas en esta, intentando con dificultad quitarlas de su cuello.

Tenía sus ojos llenos de rabia, mirándola directamente. Ryu Dae Yeol esperaba pacientemente su muerte; ella lo sabía perfectamente, disfrutando de hacer sufrir a la perra que lo había apuñalado. Segundos pasaron, interminables para la castaña, cuando su agarre desapareció, soltándola de un empujón y haciendo que su cuerpo golpeara contra la pared detrás de ella. Nayeon inhaló profundamente para luego terminar en un ataque de tos debido a la búsqueda desesperada de sus pulmones por un poco de aire y ahogarse en el intento.

Intentando recuperarse, vio a Dae Yeol hablar con alguien desde lo alto de su ventana. Podía oír el alboroto afuera. Miró la puerta, notando los pocos metros que la separaban de esta. Sin embargo, su pierna no dejaba de doler; no podía simplemente correr hacia la puerta y marcharse.

—Señor, ¿es usted el jefe banana? —una voz conocida para la castaña se oyó desde fuera.

Sabía que Kitae se encontraba afuera y probablemente Sunoh también estaría allí. Tragó en seco, buscando con la mirada algún objeto, con la esperanza de que surgiera alguna forma de huir. Divisó un extintor de fuego en el suelo, volvió su vista hacia Dae Yeol, viéndolo concentrado en los adolescentes afuera de su karaoke. La castaña aprovechó aquella distracción para arrastrarse con dificultad hacia el extintor. Parándose lentamente, soportando el dolor, se movió cerca de la puerta, manteniéndose en su lugar a la espera de que el mayor intentara volver a atraparla. Apretó la palanca, liberando el gas impulsor en cuanto Dae Yeol notó su desaparición.

Salió de aquella habitación, comenzando a caminar mientras batallaba con el dolor en su pierna. Desde los pasillos pudo oír en lo que se había convertido aquel karaoke: vidrios rotos, golpes y algunos gritos. Siguió su camino. Tenía que salir de allí cuanto antes; Dae Yeol estaría furioso en ese momento y la castaña era consciente de que no dudaría ni un minuto en acabar con ella después de todo.

Los pasillos parecían eternos, su mirada se desviaba de atrás hacia adelante, con nerviosismo, asegurándose de que nadie la siguiera. Doblando el pasillo hacia la izquierda, su cuerpo impactó con otra persona. La castaña lo empujó, soltando un pequeño grito, desesperada y totalmente asustada, provocando que se tambaleara y cayera al suelo.

—Nayeon. —Levantó la mirada, viendo a Oh Jisoo agacharse a su altura, preocupado por su estado—. ¿Estás bien?

Ella volvió a respirar con tranquilidad, asintió.

—Gyuri —susurró apenas—. Hay que encontrarla.

Oh Jisoo la ayudó a levantarse. Nayeon se apoyó en su hombro, sintiéndose un poco aliviada al estar claramente más cerca de la salida. Quería marcharse cuanto antes, pero primero debían ir por Gyuri. Comenzaron a caminar hacia las escaleras de la salida nuevamente, cuando divisaron la figura de la chica Bae intentando huir cuando uno de los matones de Dae Yeol la frenó, parándose frente a ella.

Nayeon miró dudosa a Jisoo, quien sin pensarlo demasiado corrió hacia el par, tirándose sobre el matón, quien cayó por las escaleras.

La castaña volvió a acercarse a ambos, quienes la ayudaron a mantenerse estable y comenzaron a salir de aquel lugar. Lograron bajar el primer escalón cuando Nayeon y Gyuri cayeron hacia atrás con un golpe seco. La castaña sintió cómo su espalda golpeaba el suelo y soltó un grito desgarrador, llevando sus manos hacia su cabeza, sintiendo cómo le tiraban del cabello con brutalidad, arrastrándola como si fuera un trapo.

Los gritos desesperados de Gyuri resonaban en sus oídos, intensificando su propia sensación de impotencia. Sus ojos se dirigieron hacia Jisoo, notando lo perdido que se encontraba en medio del caos. Divisó nuevamente la figura de otro matón detrás de él. No alcanzó a terminar la primera palabra cuando este ya había tomado al chico del cuello y lo arrastraba hacia ellas con una ferocidad que cortaba el aliento. Fueron guiados por los pasillos, Nayeon y Gyuri aún siendo arrastradas y manoseadas por Dae Yeol, mientras Jisoo quedaba algunos pasos atrás. Subieron las escaleras con el peso de la angustia aplastándolas.

Los pasos del mayor se detuvieron abruptamente, junto con la fuerza con la que maltrataba a las chicas. Los ojos de Dae Yeol se clavaron en la figura que comenzaba a acercarse por el pasillo, como un depredador observando a su presa.

Nayeon quiso gritar en cuanto sus ojos se encontraron con los de su tío. Su estado era irreconocible comparado con la última vez que lo había visto en el hospital; esta vez, era mucho peor. Sus ojos se cristalizaron, pero no pudo soltar palabra alguna. Lo siguió con la mirada mientras lo veía atacar al matón que sostenía a Jisoo, una escena macabra que parecía sacada de una pesadilla.

Dae Yeol la soltó de un tirón, haciendo que las piernas de Nayeon flaquearan y cayera al suelo con un dolor agudo. El suelo parecía dar vueltas bajo ella, su mente se nublaba con el terror que la invadía. Gyuri se acercó, tomando su brazo con urgencia para ayudarla a levantarse, pero incluso el apoyo de la chica no podía calmar el miedo que la atenazaba. En cuanto se puso de pie, su tío estaba frente a ella, analizando su estado con una mezcla de preocupación y desesperanza.

La risa sádica de Dae Yeol resonó en el aire como un eco de su propia angustia—Vamos —dijo, mostrando su cuchillo con una amenaza velada—. ¿Por qué no te mueres, maldito? Vamos, ven aquí —intentó provocar a su tío, deseando que este cayera en su trampa y lo siguiera. Continuó su camino por los pasillos hacia la terraza, desapareciendo de su vista mientras seguía gritando para llamar la atención del Sr. Lee.

El Sr. Lee miró una vez más a su sobrina y luego subió un escalón. Nayeon tomó su mano con desesperación, deteniendo cualquier intento de seguir a aquel monstruo. Su tío se detuvo, bajo la mirada de los tres adolescentes que observaban la tragedia desplegarse frente a ellos.

—No... —habló con dificultad, su garganta le dolía con cada palabra—. No vayas —pidió con voz entrecortada—. Por favor...

—Tienes que... —susurró hacia su sobrina, su voz apenas audible— salir de aquí... —Nayeon negó rápidamente con la cabeza, ignorando el dolor en su pierna mientras subía con dificultad los escalones, colocándose frente a él con una determinación temblorosa.

—Cosas como estas arruinan nuestras vidas —murmuró, grabando las palabras de su tío en tiempos mejores. Para este punto, las lágrimas de ella brotaban sin control—. Estamos a tiempo de dejarlo... Vámonos, por favor... —suplicó, su voz temblaba con cada sílaba—. Por favor, tío, eres la única familia que me queda... Vámonos... Por favor.

Los adolescentes detrás se miraron entre sí, asombrados por la revelación de esta relación familiar. Ver a la castaña casi desesperada les dio una punzada en el pecho. Jisoo intentó tocar su hombro con compasión, pero Nayeon le apartó la mano con un gesto brusco. No tenía otra cosa en mente más que intentar convencer al mayor de renunciar a su imprudente misión.

El hombre negó con la cabeza, sabiendo que allí, frente a su sobrina, le pondría fin a su labor de protegerla. Sólo esperaba una cosa de ella.

—Nayeon... Debes irte —dijo, soltando el agarre de la menor, dirigiéndole una última mirada a Jisoo para luego, esquivárla y pasar junto a ella.

Nayeon intentó seguirlo, pero fue detenida por Jisoo y Gyuri, quienes la tomaron de los brazos para arrastrarla fuera de allí con urgencia. La castaña sollozaba incontrolablemente mientras era alejada de aquellas escaleras, sin saberlo en ese momento, pero con un oscuro presentimiento, de que aquella vez había sido la última vez que vio a su tío.

Le costaba similar la situación, dándose cuenta de lo profundo que había llegado y cómo había resultado todo. Todo había tomado lugar en unos pocos meses, pero recordar cada acción y decisión que tomó se sentía como si hubiera sucedido una eternidad.





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