Capítulo 26

Los días en el bosque le habían traído a  una nueva perspectiva, una vida más libre de las preocupaciones humanas. Había dejado atrás la Tribu Quileute, su hogar y todo lo que alguna vez consideró seguro, para abrazar la naturaleza salvaje de su ser lobo. Sin embargo, mientras la libertad de la vida en el bosque le brindaba un sentido de paz y autonomía, también venía acompañada de desafíos imprevistos que la desconcertaban.

Aquella tarde, mientras el sol empezaba a ocultarse tras las copas de los árboles, se encontró inquieta. Un malestar extraño se apoderaba de ella, y no era el tipo de incomodidad que podía atribuir al hambre o al cansancio. Era algo diferente, algo nuevo. Un aroma dulzón flotaba en el aire, proveniente de su propio cuerpo. Al percibirlo, una ola de nerviosismo recorrió su lomo. Se giró rápidamente, buscando el origen de ese olor, y lo encontró al notar una sustancia viscosa y roja que provenía de su vulva.

«Carajo... ¿Qué está pasando?», pensó Leah, su mente tamborileando con preguntas. El pánico empezó a colarse bajo su piel, sus instintos agitándose.

Antes de que pudiera siquiera procesarlo por completo, Nylion, el lobo de pelaje rojizo pardo y blanco, olfateó el aire y se quedó paralizado. El aroma lo había alcanzado, y su cuerpo reaccionó antes que su mente.

«Leah...» Nylion trató de conectar sus miradas, preocupado por lo que veía y sentía. No estaba seguro de lo que estaba ocurriendo, pero su instinto sabía que algo había cambiado en Leah.

«¡No te acerques, Nyl!» gruñó, mostrando sus dientes con una mezcla de nerviosismo y frustración. «Estoy... ¡Carajo! Estoy monstruando. ¿Qué debo hacer? ¿Qué hace una loba salvaje en estos casos?» Su mente era un caos, incapaz de asimilar por completo lo que estaba sucediendo en su cuerpo.

Nylion, confundido pero preocupado, intentó alejarse, decidido a buscar ayuda. «Voy a traer a mamá, Leah. No te preocupes, todo estará bien. ¡Volveré enseguida!» Pero antes de que pudiera moverse, un gruñido ronco lo detuvo en seco.

Pero no pudo, dominada por el instinto que la empujaba a actuar, saltó sobre él. Su cuerpo se frotaba contra el de Nylion, buscando alivio a la presión que sentía, una necesidad inexplicable que la impulsaba a quedarse a su lado. Él quedó estático debajo de ella, su corazón latiendo rápido mientras el instinto animal en él comenzaba a despertar.

«No te vayas... no me dejes», suplicó Leah, su tono mental tembloroso, pero cargado de deseo y necesidad.

Nylion intentó resistir, asustado por lo que sentía y por el miedo a actuar fuera de control. Pero ya era tarde. Las feromonas de Leah lo habían invadido por completo, y por más que quisiera buscar ayuda o apartarse, el instinto lobuno lo dominaba. Aunque al principio había intentado aullar para llamar a su madre, el impulso de responder al cortejo de Leah fue más fuerte. Y cuando Amore llegó, el lazo ya estaba sellado. Ambos lobos se habían rendido al llamado más profundo de sus cuerpos, sin poder escapar de la naturaleza que los regía.

Amore observó en silencio desde las sombras, con una mezcla de preocupación y aceptación en su mirada. Sabía que este momento llegaría, aunque quizás no de esta forma. Lo único que quedaba ahora era guiarlos por el resto del proceso, ayudarlos a entender lo que significaba esta unión y lo que vendría a partir de ella.

La danza del cortejo entre Leah y Nylion comenzó de manera instintiva, desbordada por la presión del deseo y la confusión de ambos. Lo que empezó con simples caricias y movimientos nerviosos pronto se convirtió en algo más profundo y primitivo. Los dos lobos estaban inmersos en una danza que parecía regida por fuerzas invisibles, fuera de su control. Durante un día y medio, la conexión entre ellos se mantuvo sin cesar, como un lazo que los ataba tanto física como emocionalmente.

Ella en medio del éxtasis y el desconcierto, trataba de recuperar el control de su mente. Pero cada vez que intentaba alejarse o romper el contacto, algo en su interior la obligaba a permanecer junto a Nylion. Era como si su cuerpo ya no le perteneciera por completo. Ambos se encontraban atrapados en una unión física que parecía imposible de deshacer. Al final de ese largo día y medio, cuando por fin el instinto más fuerte empezó a disminuir, intentó moverse, pero se dio cuenta de que estaban todavía unidos.

«¿Qué demonios está pasando?» pensó con desesperación. Sus ojos oscuros se encontraron con los dorados de Nylion, y en ellos vio reflejada la misma mezcla de pánico y sorpresa. Él también estaba asustado, incapaz de entender por qué no podían separarse.

«Leah… no puedo moverme», dijo Nylion con su voz telepática, su tono asustado. Intentó dar un paso atrás, pero el tirón del nudo que los mantenía unidos lo detuvo inmediatamente. Ambos jadeaban, exhaustos y nerviosos.

Ella trató de calmarse, pero el miedo comenzaba a nublar sus pensamientos. «Nyl, esto no debería estar pasando. ¡No entiendo nada!»

Fue en ese momento cuando la presencia de Amore se hizo sentir en sus mentes, como un susurro que les trajo un poco de claridad. La loba legendaria se acercó con calma, sin apresurarse, observando a la pareja desde la distancia antes de hablarles mentalmente.

«Tranquilos, mis pequeños. Lo que están experimentando es completamente natural», dijo Amore, su voz telepática era suave y reconfortante, pero también firme. «El nudo que ahora los une es parte de la concepción. La naturaleza de los lobos ha determinado que su unión se selle de esta forma, y hasta que las feromonas de Leah no disminuyan, permanecerán así.»

Ella bufó, frustrada y avergonzada. «¿Feromonas? ¿Por eso no podemos separarnos? ¿Cuánto tiempo más estaremos así?»

Amore dejó escapar una especie de risa interna, casi maternal. «Depende de ti, Leah. El nudo es un mecanismo biológico. Tus feromonas están señalando que el proceso de apareamiento aún no ha concluido del todo. Tienen que esperar a que tu cuerpo regule las hormonas que liberaste durante el celo. Hasta entonces, no habrá forma de separarse.»

Nylion, todavía jadeante y nervioso, intentó tranquilizarse. «¿Y qué pasa si nos lastimamos al intentar separarnos antes?»

«Si intentan separarse a la fuerza, podrían dañarse», explicó Amore con serenidad. «El cuerpo del lobo está diseñado para este tipo de unión, pero forzarla puede tener consecuencias. Solo relájense, dejen que la naturaleza siga su curso. Eventualmente, el nudo se soltará por sí mismo.»

Ella suspiró, agotada tanto física como emocionalmente. No sabía si sentir alivio o frustración ante las palabras de Amore. «Esto es una locura… No puedo creer que estemos atrapados así.»

«No estás atrapada, Leah», respondió Amore, su tono más serio ahora. «Estás experimentando algo que es parte de ser lo que eres. Esta unión es sagrada, es el inicio de una nueva etapa en tu vida, una etapa que incluye la posibilidad de crear una nueva vida. Nylion ha respondido a tu llamado, y su instinto también lo ha guiado. No tengas miedo de lo que viene, porque es parte de la naturaleza que ambos comparten.»

Guardó silencio, sus pensamientos un remolino de emociones. Parte de ella quería gritar y escapar, pero otra parte empezaba a entender que esto era más grande que cualquier cosa que ella hubiera experimentado antes. Estaba asustada, sí, pero también había un leve sentido de aceptación que comenzaba a asentarse en su interior.

Nylion, por su parte, permanecía inmóvil, dejando que el instinto y las palabras de su madre lo calmaran. «Estaré contigo, Leah. No iré a ninguna parte.»

Ella lo miró a los ojos, sus pensamientos finalmente en calma. A pesar del desconcierto, había algo reconfortante en la presencia de Nylion. «Lo sé», fue todo lo que respondió, mientras sus cuerpos permanecían conectados, esperando pacientemente a que la naturaleza terminara lo que había comenzado.

Los minutos se volvieron horas y, eventualmente, el día y medio que Amore había mencionado transcurrió en un estado de calma forzada. Ambos seguían atados por el nudo que los mantenía conectados, ambos sumidos en un silencio introspectivo, procesando lo que había ocurrido entre ellos. La tensión inicial había dado paso a una extraña paz, aunque no por ello se sentían menos abrumados.

Recostada sobre la tierra húmeda, sentía el calor del cuerpo de Nylion a su lado. El lobo, aunque aún nervioso, la miraba con una mezcla de afecto y respeto, consciente de la fragilidad de la situación. Ambos sabían que habían cruzado una línea importante, una que no podían deshacer. Las palabras de Amore resonaban en la mente de Leah, sobre la sacralidad del proceso y la necesidad de aceptar lo que habían vivido.

«No es tan malo como pensé», admitió mentalmente, aunque el cansancio y la incomodidad la hacían gruñir de vez en cuando.

«Yo tampoco sabía que sería así», respondió Nylion, su mente todavía llena de dudas, pero en parte agradecido por haber estado a su lado en ese momento.

Amore los había observado desde la distancia, siempre vigilante, pero sin intervenir a menos que fuera absolutamente necesario. Finalmente, cuando el momento llegó y las feromonas de Leah comenzaron a disiparse, el nudo que los unía se aflojó de manera natural. Los dos lobos, exhaustos pero intactos, finalmente se separaron. El alivio fue inmediato, aunque ambos se quedaron quietos durante un rato más, recuperándose de la intensidad del momento.

Amore se acercó con pasos tranquilos, su figura majestuosa proyectando una calma inquebrantable. «Ya está hecho», dijo con suavidad, sus ojos observando a Leah y Nylion con una mezcla de orgullo y seriedad. «Ahora deben aceptar lo que ha sucedido y lo que vendrá. Ambos han cumplido con la naturaleza de su especie, y eso no es algo que puedan cambiar o rechazar sin sufrir las consecuencias.»

Ella alzó la cabeza, agotada, pero también más tranquila. «¿Y qué se supone que hacemos ahora?»

«Seguir sus instintos», respondió Amore, con la misma firmeza que había mostrado antes. «Rechazarlos solo traerá confusión y sufrimiento. Han dado el primer paso, pero habrá otros. Este no es el fin, sino el comienzo de un nuevo ciclo. Confíen en su naturaleza, y todo se desarrollará como debe.»

Nylion miró a su madre con un aire de respeto, pero también preocupación. «¿Te quedarás con nosotros?»

La loba legendaria sonrió suavemente, pero negó con la cabeza. «No puedo quedarme, al menos no por ahora. Me habéis dicho que me necesitan en Forks. Si es así, mi conocimiento será necesario allí. Además, ustedes dos necesitan tiempo a solas para procesar lo que han experimentado.»

Leah, aunque aún algo incómoda con la idea de quedarse sola con Nylion, entendía que Amore tenía responsabilidades más grandes. «¿Cuánto tiempo crees que estarás fuera? ¿Podremos ir contigo?»

Amore inclinó la cabeza ligeramente, calculando la distancia y el tiempo que le tomaría llegar a Forks. «No lo sé con certeza, pero haré todo lo posible para volver tan pronto como pueda. Mientras tanto, cuídense el uno al otro. Y, Leah, no tengas miedo de lo que estás sintiendo. Negarlo solo hará las cosas más difíciles. Y... no creo que sea sano que vayas donde hay estrés, quédate hasta que los resultados sean obvios»

Leah gruñó en respuesta, no de agresión, sino de frustración. No era fácil aceptar lo que había sucedido, pero sabía que Amore tenía razón. Rechazarlo sería peor. Nylion permanecía en silencio, asimilando las palabras de la loba mayor.

Amore dio unos pasos hacia atrás, preparándose para partir. Antes de irse, miró a ambos con una mezcla de cariño y autoridad. «Confíen en ustedes mismos, en su instinto. Están conectados ahora, y eso no puede ser ignorado. Cuídense mientras me voy.»

Sin más palabras, Amore se dio la vuelta y comenzó su camino hacia Forks, moviéndose con una elegancia sobrenatural. Leah la observó hasta que su figura desapareció entre los árboles, dejando a los dos lobos jóvenes solos en el corazón del bosque.

Nylion, aún algo nervioso, se acercó a Leah con cautela. «No sé qué va a pasar ahora, pero… estoy aquí. No me voy a ningún lado.»

Lo miró de reojo, todavía procesando la enormidad de lo que había pasado. «Supongo que ahora solo podemos esperar. No tenemos otra opción.»

Ambos lobos se acomodaron bajo la sombra de los árboles, permitiendo que el silencio del bosque los envolviera. Aunque las dudas y el miedo aún rondaban en sus mentes, había también un extraño consuelo en la conexión que compartían ahora.

El silencio del bosque se hizo más pesado mientras sus pensamientos se entrelazaban con sus emociones. Estaba tumbada junto a Nylion, ambos exhaustos después de la experiencia que acababan de vivir, pero la paz que los rodeaba no era suficiente para disipar las dudas que se arremolinaban en su mente. Miró a Nylion de reojo, observando su respiración pausada, su pelaje rojizo pardo aún brillando bajo la luz que se filtraba entre las copas de los árboles.

El miedo, un tipo de miedo que no había sentido antes, comenzó a invadirla. No era el terror de la batalla ni la tensión de la supervivencia, sino algo mucho más íntimo. Una duda que perforaba su orgullo y la vulnerabilidad que había tratado de enterrar por tanto tiempo.

Finalmente, no pudo contener más la pregunta que llevaba rondando su mente desde que Amore los dejó. Era una incertidumbre que la carcomía por dentro, algo que necesitaba saber, aunque temiera la respuesta.

«Nyl,» pensó, su voz temblando ligeramente en su mente mientras lo miraba de nuevo, incapaz de mantener contacto visual por mucho tiempo. «Si no quedo preñada… ¿me rechazarás?»

La pregunta pareció detener el tiempo entre ellos. El silencio se extendió por lo que le pareció una eternidad, el viento jugando con las hojas mientras los sonidos del bosque parecían desvanecerse. Pudo sentir su corazón acelerarse, su respiración volviéndose pesada. Había hecho la pregunta que más temía, una que la hacía sentir más vulnerable que nunca.

Nylion levantó la cabeza, sus ojos cálidos y atentos mientras las palabras de su compañera lo envolvían. No había esperado esa pregunta, pero al verla allí, con su duda y su miedo tan claros, algo profundo dentro de él se agitó. Movido por un instinto más fuerte que cualquier cosa que hubiera sentido antes, se acercó con ternura, lamiendo suavemente el hocico de Leah.

«No,» respondió Nylion, con una convicción que no dejaba lugar a dudas. Sus ojos, normalmente llenos de energía juvenil, ahora brillaban con una seriedad y calidez que la conmovieron profundamente. «No te rechazaré, Leah. No me importa si quedas preñada o no. Lo único que sabré es que… lo intentaremos de nuevo, en otro momento, cuando estés lista. Y lo haremos con más tranquilidad, sin presiones

Lo miró, sorprendida por la sinceridad de sus palabras. Algo en su interior se relajó, aunque no por completo. Todavía estaba asustada, todavía se sentía vulnerable, pero las palabras de Nylion eran un bálsamo para el torbellino de emociones que la invadía.

«No te preocupes por eso,» continuó Nylion, acercándose un poco más a ella, su cuerpo cálido brindándole consuelo. «Cachorros o no, estaré aquí para ti, siempre. Somos compañeros ahora, y no hay nada que pueda cambiar eso.»

Fue así como sintió una oleada de alivio, pero también una profunda emoción que no esperaba. Su vida había estado marcada por el rechazo, primero por Sam, luego por la carga de ser la única loba Quileute, y ahora… ahora sentía que, por primera vez, alguien la aceptaba por completo, sin importar lo que el futuro trajera. No se trataba solo de ser útil, de cumplir con alguna expectativa. Nylion no la veía solo como una loba destinada a darle descendencia, la veía como su igual, como su compañera.

Ella exhaló, su cuerpo relajándose poco a poco. Aún tenía dudas, aún no sabía cómo enfrentaría el futuro, pero por ahora, estar allí junto a Nylion era suficiente. Lo miró a los ojos, dejando que su propia gratitud y afecto fluyeran a través de su vínculo telepático.

«Gracias, Nyl,» pensó, su voz más firme esta vez. «No sé si estoy lista para todo esto, pero… me alegra que estés aquí.»

Nylion sonrió, si es que los lobos podían hacerlo, y movió la cola ligeramente, un gesto de alivio y satisfacción. «Siempre estaré aquí, Leah. No importa lo que pase.»

Y con esas palabras, el bosque volvió a rodearlos en su calma habitual. Ambos lobos, aún unidos por algo más profundo que solo su instinto, se quedaron allí, en silencio, permitiendo que el tiempo siguiera su curso. El futuro era incierto, pero al menos en ese momento, no tenían que enfrentarlo solos.

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