Capítulo 1
En la Tribu Quileute, el caos era la norma. La manada, liderada por Sam, había estado al borde de la ruptura. La traición de Jacob Black al revelar nuestro secreto a Isabella Swan había sido el inicio de un desastre. Su imprudencia lo llevó a involucrarse con vampiros, y eso, por supuesto, enloqueció a Jacob. Él estaba perdidamente enamorado de ella, pero sabía que nunca sería correspondido: era menor de edad, poco interesante y, en su mente, un verdadero problema.
Jacob anhelaba proteger a Bella, aunque ella no lo buscara. ¿Protegerla de qué? De los vampiros nómadas, de una pelirroja vengativa, y, sobre todo, de la abominación que resultó ser su bebé híbrido con Edward Cullen. Eso fue la gota que colmó el vaso para Sam, quien ordenó exterminar a la criatura. Así, la manada se dividió: Jacob defendía a Bella, poniendo su amor por encima de su lealtad a la tribu, mientras Sam se mantenía en el camino justo y protector.
Fue en medio de esta locura que yo, Leah Clearwater, decidí actuar. No podía quedarme de brazos cruzados mientras mi hermano, Seth, se unía a Jacob en su locura. La peste de los vampiros era insoportable; su solo aroma me causaba alergia, y mi instinto de proteger a la tribu me instaba a exterminar el peligro que los Cullen representaban.
Elegir a Jacob como Alfa era incómodo. Su obsesión por Bella y su posterior impronta en la híbrida Reneesme, a quien apodaban Nesie, solo complicaba las cosas. Con la impronta, la ley nos obligaba a no lastimar a la niña, resolviendo así, como por arte de magia, el conflicto entre las manadas. Pero cada nuevo día traía un nuevo problema, y siempre parecía estar ligado a Isabella, Reneesme y Jacob. Estos tres eran la única cosa que podía soportar más que de lo que me presentaba malestar de ver a Sam Uley y a su prima Emily Young. Aunque ahora entendía su elección, no podía perdonarlo por no valorar mis sentimientos.
Hoy, 26 de noviembre de 2016, se cumplen diez años desde el nacimiento de Nesie y diez años sin noticias de Paul Lahote.
Mi vecino, Paul, había sido el primero en confirmar que la leyenda Kattüpraimar era cierta. La leyenda decía que cada 150 años, una loba legendaria descendía del bosque en busca de un lobo quileute con quien imprimarse y fortalecer el espíritu e instinto primal. La unión de una loba salvaje y un lobo Quileute prometía prosperidad, abundancia y un lazo profundo con la madre Luna. Esa loba no solo poseía habilidades telepáticas, sino que solo podía comunicarse con los líderes del consejo y los Alfas de la manada. Paul había sido el primero en imprimarse en Amore, eligiendo la vida salvaje sobre la humana.
Los ancianos estaban ansiosos por saber de él, su adaptación, su descendencia, y, sobre todo, esperaban que esta mágica leyenda iluminara el camino de muchos lobos solteros en la manada. A medida que el día avanzaba, una mezcla de curiosidad y preocupación crecía en mí. ¿Qué significaría realmente su elección para el futuro de nuestra tribu?¿Realmente daría solución a los problemas de la tribu?
[...]
El dieciséis de noviembre se había solicitado una petición especial a los Cullen: rastrear la manada de Amore para localizar a Paul. ¿Por qué recurrir a los Cullen? Porque Isabella había mencionado que Edward y la loba mantenían una extraña amistad; él podría ser capaz de encontrarlos. Así fue como, dos días después, Edward recibió un mensaje confirmando su asistencia, representado mediante siluetas de patas pequeñas y grandes de lobos, en tonos de tintas variadas sobre una hoja de árbol. Dando por sentado que llegarían en tres días.
Ese día se organizaría la fogata, y los preparativos para las esperadas visitas eran la novedad en la tribu. Aunque no podía negarlo, sentía anhelo por experimentar el cariño tan puro y hermoso que los lobos compartían con sus improntas, pero hacía tiempo que había desistido de eso. Para ella, estaba claro que el destino decía que no había lugar para su propio anhelo.
Sin embargo, sabía que todo podía cambiar con un simple contacto visual; eso lo comprendía a la perfección. No se sentía capaz de volver a confiar en un hombre; ya no quería sentirse engañada ni menospreciada, y la atracción que antes podía sentir se había desvanecido. Era como si el interés por la pasión o el deseo se convirtiera en una idea lejana y difícil de concebir.
Recordaba una conversación profunda con Jacob durante una guardia en la madrugada, un recuerdo que ahora la llenaba de vergüenza.
-¿Y qué pasa si alguien viene y solo conectan? ¿Qué harás en ese caso? -le había preguntado Jacob.
-Sé que hay posibilidades para cualquier idiota, pero hasta ahora no ha pasado nada. No creo que tenga la suerte de librarme de mi pasado tan fácilmente. Han pasado once años, los sueños irreales se han desvanecido para mí. Estoy cansada. Mejor los admiraré de lejos.
Leah reflexionó sobre esas palabras, que ya habían pasado cinco meses desde esa charla. Faltaban solo horas para que los invitados pisaran las tierras Quileute, así que se dio una rápida ducha para relajar sus músculos y, en menos de quince minutos, se vistió. Caminó por el pasillo de la casa y, al pasar por la habitación de su hermano, golpeó la puerta de roble con firmeza.
-¡Apúrate, Seth! Jake viene hoy a buscarnos. ¡Si no te apuras, te dejamos!
Mientras secaba su cabello con una toalla, sintió a su pequeño hermano revolviendo cosas en su cuarto antes de pasar rápidamente hacia el baño. Poco después de que se cerrara la puerta, escuchó un golpe.
-¡N-nada se rompió!
Leah, resignada ante la actitud de su hermano, bajó las escaleras y dejó la toalla secando sobre el respaldo de una silla. Se acercó a su madre, le dio un beso en la mejilla con cariño y saludó a Charlie. Hace cuatro años, su madre había comenzado una relación con el padre de Bella, y aunque no le guardaba rencor, el amor entre ellos surgió tras el luto por un amigo y gran esposo. A pesar de que Charlie era un buen padrastro, ella no podía llamarlo "padre". Para su corazón, Harry Clearwater, aunque no la protegiera de Sam, siempre sería su verdadero papá.
El sonido de un auto estacionándose resonó en el aire, al igual que los chasquidos de las zapatillas mojadas de Seth, quien apareció con la respiración agitada y el cabello desordenado, casi resbalándose en el último escalón de la escalera.
-¡Listo! ¡Estoy muy emocionado! ¡Ya quiero ver el cambio en Paul!
Se despidieron de sus padres, quienes irían poco después. Charlie no había tenido tiempo de ducharse, ni su madre, pero seguramente no tardarían. En el auto ya los esperaban Jacob y Nessie, listos para dar una gran bienvenida. Sin embargo, Leah no podía evitar sentir que estaba perdida. Se preguntaba si se aburriría.
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