Capítulo 19- Ilusa.
¡Hola! Os recomendaría que iniciaraís la canción de arriba cuando os avise, poniéndola baja de manera que no estropee la lectura. ¡Muchas gracias! Disfrutad de la lectura <3
—¿Dónde estabas? ¿Ocurre algo?—sus ojos se clavaron en los míos, cambiando su expresión por una preocupada por una milésima de segundo, retornando a la seriedad inicial en un instante.
—No te interesa.
Sus palabras me atravesaron con frialdad; desorientada, me pregunté el por qué de todo aquello.
Lo miré. Él me devolvió la mirada.
Congestionada, busqué en vano algo que decir.
—¿Satoshi...? —apartó la vista, evitándome.
—Ya lo has oído.— Sus orbes reflejaban dolor, los vocablos, inseguridad. ¿Habría yo hecho algo malo? Bajé la mirada hasta encontrar mis pies descalzos. Satoshi comenzó a hablar de nuevo.—A partir de ahora debería dormir en el suelo.—Alcé mi cabeza hasta toparme con él de nuevo; frialdad, ni un sólo sentimiento más que pudiera percibirse. Asentí, algo herida. No tendría sentido insistir en una situación así.
Me recosté sobre la cama, haciéndome un ovillo y enterrándome en la colcha de color salmón, definitivamente, él no solía actuar así; raramente se enfadaba con alguien, conservando esa actitud alegre y despreocupada, por lo que... ¿debería preocuparme por haber hecho algo dañino? Negué con la cabeza, convenciéndome a mí misma de que aquello era imposible.
¿Sería entonces causa de haberse visto frustrado en alguna batalla? ¿Una mala racha? De cualquier manera, debía estar ahí para apoyarlo.
Sentí un ruido tras de mí, acto seguido, el azabache prosiguió para extender unas sábanas en el suelo. Finalmente, se recostó en ellas, de espaldas a mi. No era capaz de ignorarlo.
—¿Qué te ocurre?— mi voz se sintió determinada, suspiré aliviada. El silencio destacó por su vacío.—¿Hice algo malo?
—No lo sé.— la carencia de emoción era apreciable. No solía mantener la calma en este tipo de situaciones, más tendría que tranquilizarme, no quisiera que ocurriera algo parecido a nuestra última discusión.
—¿Quisieras hablar de ello?
—N-no.—me sorprendí ante el titubeo, mas, resignada, no pude hacer otra cosa que no fuera permanecer en silencio. Sin duda, debería meditar bien lo que pudiese pasar aquella noche; ¡hacía media hora estaba feliz! ¿Qué podría haber ocurrido en ese corto lapsus de tiempo?
La seguridad de estar acurrucada entre las sábanas contrastaba con el calor que asolaba aquella noche despejada. Ah, verdaderamente el clima de Alola podía llegar a ser exasperante. Dí una vuelta sobre el colchón. Sin duda, aquella noche iba a ser larga para mí.
La cucharilla de café daba vueltas suavemente por la taza, a la par que yo la impulsaba. Una agradable fragancia a pan tostado y bizcocho recién hecho impregnaba la habitación, decorando a las risas y murmullos que allí se escuchaban. Bonnie, Clemont y Misty habían venido para realizar un desayuno- despedida, y el rubio, el moreno de ojos rasgados y Kuikui estaban concienciados de que fuese el mejor que hubiésemos experimentado. Por mi parte, por mucho que hubiera querido ayudar, no hubiera sido capaz de conseguirlo, ya que cada poco tiempo caía dormida. Sí, encima de la mesa. Y cualquiera que tuviese ojos era capaz de notificarlo, por lo que se limitaron a invitarme a sentarme y entregarme una taza de café, como hacían los demás comensales.
Satoshi estaba igual o peor que yo, con nítidos círculos oscuros alrededor de las cuencas de sus ojos, y la mirada perdida hacia el vacío. Me pregunto en qué estaría pensando, que era lo que le perturbaba. Simplemente, todo lo que habíamos logrado avanzar se había consumido de un momento a otro. Dios mío, ¡todo me acababa saliendo mal! La ansiedad en mi pecho era constante, la variedad y cantidad de problemas considerables infinita, y mi paciencia y amor propio limitado. Debía solucionar esto en cuanto pudiese, sin lugar a dudas, Satoshi y yo necesitábamos tener una conversación.
La siguiente en la mesa, Misty, alternaba su mirada indefinidamente entre ambos, aparentemente nerviosa. Sabía a ciencia cierta que había pasado algo entre ambos, y que interferiría en nuestra relación. La pelirroja no podía terminar de caerme en gracia, percibía algo malo en ella que no era capaz de definir. Simplemente me convencía el no estar cerca de ella.
Por último, a mi lado, Bonnie se encontraba sentada con la mayor incomodidad posible entre aquel juego de miradas, pensamientos y bostezos. Sintiéndome con ánimos, alcancé a voltearme y le dediqué una sonrisa tranquilizadora, a lo que ella respondió frunciendo el ceño.
- ¿Me dirás ya lo que pasó esta noche?- negué con la cabeza, encogiéndome de hombros,.
- No ocurrió nada, en serio. -susurré.- Simplemente desapareció unos minutos y cuando retornó ya estaba así. Llevo toda lo noche pensando en que ha podido pasar.- La pequeña negó con la cabeza, quitándole importancia.
- No deberías excederte, sólo hablad un poco y pronto os estaréis dando besitos como antes.- La sangre acudió a mis mejillas al tiempo que tapaba su boca con mirada reprochante.
-¡Bonnie!- me dedicó una mirada pícara, encogiéndose de hombros.
- Sabes que es así...- Me quedé en silencio, sabiendo que sería imposible discutírselo, alcanzando a reír levemente. Tenía razón, debía hablar con él cuanto antes.
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Mochila a la espalda, hebras rojizas iban deriva al viento.
Sabía que aquello no había estado bien, nunca debía haber hecho esa pregunta que trataría de confundirlo, mas mi propia curiosidad me llevó a formularla.
—¿Qué puedo hacer para que se vaya?—Sin duda, la reacción de Satoshi era algo exagerada. Me encogí de hombros.
—Simplemente actúa distante, eso debería servir— ¿Estaba haciendo lo correcto profiriendo esas palabras? La ira me llevó a estar determinada, sin embargo, ¿era eso lo que realmente deseaba? Satoshi asintió, con una mueca seria.
—Sí... — al instante me sentí arrepentida, sabía que podía llegar a ser realmente testarudo a partir de eses entonces. El chico dio la vuelta, despidiéndose con un gesto, sumergido en sus propios pensamientos.
— ¡Satoshi! ¿Estás seguro de esto?
—¿Eh? Fuiste tú la que me hizo pensarlo.De todas maneras, sé que tienes razón.- inhaló aire profundamente.— Si todo sale bien, ella retornará a los concursos en breve.— fruncí el ceño. Pese a que había dicho aquello hacía unos minutos, todo parecía encajar en su cabeza.
—Está bien, haz lo que te venga en gana.— Me observó extrañado, limitándome yo a comenzar a caminar hacia el lado contrario.
Después de ver su comportamiento en el desayuno, no puedo evitar arrepentirme, quiera o no, no soy capaz de ver a Serena como una mala chica, y, si lo hace feliz a él, no debería entrometerme. Mas, ¿está bien para ella? De verdad está lo suficientemente enamorada, o el idiota de Satoshi la está influyendo? Desde luego, lucía serio con este tema. Aunque ambos sufrirían, ¿no estaba todo correcto antes?
Pego un grito a modo de frustración, su amor no me correspondía y debía haberlo aceptado. Ya era tarde.
El olor a salitre flotando en el ambiente, los Wingulls volando en el cielo azulado, el mar embravecido por el viento. El viento, una fuerza invisible, susurrándome que todo estaba mal, que todo había sido en vano. Y una embarcación que me gritaba patética, que me devolvería a Kanto sin haber causado más que un mal irreversible.
Mis pies comienzan a moverse antes de que yo pudiese dar la orden. La madera suena amortiguante cuando mis zapatillas irrumpen en ella. Un señor me pide el tickect, y distraídamente se lo entrego. Una vez en mi camarote, las lágrimas brotan por fin.
Siempre había sido mi destino, después de todo.
Dolorosa. Era la descripción de su mirada cuando está se posaba en mí. ¿De verdad esto está bien? Serena no se merecía nada de aquello... ¿Más que otra manera existía para que volviese a donde le correspondía estar? Sabía de sobrado que esa será la única manera posible. Aunque ambos saliésemos dañados, el beneficio sería mayor.
Asentí con decisión al frotar con el estropajo la última taza y me acomodaba en el sofá. Hoy sería la última jornada de vacaciones antes de volver a la escuela y una sensación de tristeza se generó en mi corazón al recordar que no la pasaría con Serena. Decaído, me recosté en el mullido asiento ideando un plan para el día.
¡Claro! Llamaría a Kiawe y entrenaríamos. Las batallas pokemon siempre habían evadido mi ser de todo pensamiento, justo lo que necesitaba en esos instantes.
Al momento en el que la voz grave y calmada de Kiawe da respuesta, registro el lugar que me rodea, agredeciendo que la pelimel no se encontrara.
El atardecer cae con sus usuales tonos cálidos, Pikachu, a mi lado, no deja de preguntar por mi malestar, yo solía limitarme a hacer como si no fuese capaz de comprenderlo. Temía lo peor, mas por más que retrasara la inminente discusión, tendría que enfrentar a la ojiazul tarde o temprano.
Debía de entenderlo; yo no merecía sacrificar su sueño, a ella. No podía dejar que yo fuera el que alcanzanse sus metas mientras ella estaba a mi sombra. Pues Serena debía brillar con luz propia.
Y quizás, cuando lo haya conseguido, y si ha conseguido perdonarme, la amaré, la amaré como sólo ella se merece.
¿Será capaz de perdonarme alguna vez?
La cabaña queda a unos escasos metros, un nudo se generó en mi garganta. Allí se encontraba ella, sentada sobre el escalón, esperándome.
Al divisarme, una sonrisa insegura se dibujó en su rostro, levantándose al instante y, tras dudarlo, envolviendome entres sus brazos. Por un momento, cerré mis ojos disfrutándolo a su par. Por mucho que aquel calor se generara en mi pecho, no podía dejar que lo mismo me desviara del plan. La aparto suavemente, mirándome ella claramente decepcionada.
—¿Dónde has estado? Estaba preocupada.—su voz es frenética, algo enfadada.
Frunzo el ceño... ¿Qué debería decir? Termino por ignorarla, llevándonos simplemente al tema inicial.
—Serena, debes marcharte.— pronuncio la última parte lo más rápido que pude. Bajé la mirada al instante
—¿Q-Qué?—clavó su mirada en la mía.
—Sí...- los siguientes vocablos se atoraron en mi garganta.Inspiré la mayor cantidad de oxígeno que mis pulmones me permitieron.—He estado pensando, y llegué a la conclusión de que eres inútil aquí.— mi rostro produjo una mueca, ¿cómo había sido capaz de decir eso?
Serena no acertó a decir nada,en shock. Debía continuar. El daño ya estaba hecho.
— N-no siento nada por ti._—mentí, sintiendo la sangre quemar mis venas— Sólo estaba confuso, de esta manera me has estado distrayendo de mis entrenamientos.
No quería mirarla. No era capaz de ello, así que mantuve mi vista en el suelo. Había descubierto que era el amor gracias a ella. Una de los sentimientos más bonitos que se pueden llegar a experimentar. Y ella, la persona más importante para mí en aquellos instantes, por eso, porque la amaba. Y porque sabía que aquello era tóxico para ella.
Pues pese al dolor, el resultado sería en mejora.
—Lo comprendo.— su voz quebrada por el dolor, débil, impotente.
Ella, mi inspiración, mi amiga de la infancia, la única capaz de producir en mi aquellos sentimientos desconocidos durante Kalos, aclamados en estos momentos. La única que había sido capaz de sacarme de depresiones, animarme y apoyarme hasta el mismísimo final.
Ella, mi único amor. Y lo que estaba haciendo no era más que un acto de lo mismo hacia ella.
Porque deseo lo mejor para tí, Serena Yvonne.
Porque te amo, Serena Yvonne.
¡¿Por qué?!
¿No era lo suficiente para él?
¿Esto era menos importante que las batallas?
¿¡Por qué no fue todo más que una efímera ilusión?!
Un pasajero sueño adolescente... de una chica perdidamente enamorada, y un chico que parecía corresponderlo.
Parecía.
Una ilusión. Vivida por mí, creada por mí.
¿Cómo podía esperar cualquier otra cosa siendo el Satoshi?
Me enamoré de sus carisma, perseverancia, amabilidad, cariño, despreocupada actitud. De cada una de sus imperfecciones. De él. ¿Dónde estaba ahora?
Podría haberme conformado con permanecer a su lado. Con disfrutar de su amistad, de lo que me podía ofrecer. Nunca debí haberlo besado en aquella tarde en Kalos. Y quizás, sólo quizás dentro de algunos años, lo habría vuelto a ver con una chica a la que realmente amara.Y, muy a mi pesar, sería feliz, porque él era feliz: eso era suficiente.
Entonces, ¿por qué? Por qué nos besamos por segunda vez? ¿Por qué sus ojos emitían aquel brillo cada vez que estábamos juntos?
¿Sólo se trataba de confusión? ¿Algo de cariño? ¿El miedo a no decepcionarme? ¿¡Acaso no le importaban mis sentimientos?!
Era Satoshi quién me confundió a mí. A una ilusa como yo lo era.
Las primeras lágrimas de impotencia bajaron mis mejillas. Las siguientes no se hicieron de rogar.
Mis piernas comenzaron a desplazarse antes siquiera de que yo fuera capaz de controlarlas.
No me frenó.
No me gritó que volviera. Que todo fue un error.
No me dí la vuelta para comprobar su estado.
Estaba herida, rota.
Cerré mis párpados con fiereza, inhalando lo más fuerte que pude, reprimiendo las lágrimas que empezaban a caer a borbotones.
Satoshi no vino a consolarme. Desde un principio supe que no lo haría.
Solíamos tener el "No te rindas hasta el final" como lema.
No me estoy rindiendo, no lo haré. Es algo que aún tengo claro.
Las lágrimas comenzaron a ahogar mis pensamientos, colmar mi cabeza de dolor.
Me desato la cinta azulada que guardaba codiciosamente en mi pecho, dejándola caer en la superficie helada del suelo.
Me pregunto algo, ¿me estaría rindiendo si me marchara?
Al fin y al cabo, ¿no me estaría rindiendo si permaneciera aquí?
Sabía que el amor no se desvanecería. Menos aún siendo consciente de que este siempre me persiguiría.
Recordándome los buenos tiempos, aquellos en los que todo era perfecto. El campamento, nuestro viaje, nuestra efímera historia de amor.
En cada ocasión en la que nuestras manos se entrelazaban, nuestros labios se rozaban, nos dedicábamos a aquellas sonrisas tan tuyas y tan mías, podía sentir uno de los más bellos sentimientos.
Pues el amor, si verdadero, es eterno. Podría reprimirlo, enterrarlo en dolor y sé que permanecería allí, impávido. Porque el amor termina siendo más fuerte que el dolor. Y allí seguiría, imitando a un inmarcesible fantasma.
Es por ello, acabo de llegar a una conclusión.
Me marcharé.
Retomaré los concursos.
Porque duele.
Porque te odio, Satoshi de Masara Town.
Porque te amo, Satoshi de Masara Town.
"El peor conflicto se produce entre lo que sabes y lo que sientes."
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