Capítulo 8

Cuando era niña me gustaban las películas de Disney. Nunca me pregunté cómo es que las princesas se casaban con alguien que conocieron dos días atrás, en mi mente, el amor era la respuesta a todo. Y entonces crecí.

********************

Al abrir los ojos se encontró en su propio dormitorio. Le dolía la cabeza y se percató de que no podía abrir un ojo. Cuando quiso levantarse, tuvo la sensación de que todo daba vueltas y tuvo que volver a recostarse. Escuchó voces, un poco apagadas ya que las personas estaban al otro lado de la puerta.

—... fue arrestado y no molestará por un buen tiempo.

—¿Y cuando salga?

—Tiene una orden de restricción para todas las empleadas de la agencia.

—¡Muchas gracias!

La puerta se abrió y Lily apareció.

—¡Estás despierta!

Otras dos personas entraron tras ella. Isabel se acercó corriendo a la cama, pero Jackson se quedó en el umbral.

—¿Cómo te sientes?

—No... lo sé... ¿Qué pasó?

—Tranquila. Primero lo primero, descansa y recupérate y ya luego hablamos de lo que pasó. Debo irme, la dejo en tus manos.

—Claro jefa. Te traeré tus medicinas, debes tener un dolor espantoso.

Las dos mujeres salieron.

—¿Tú me dirás que pasó?

Jackson llevaba un traje formal y un portafolios muy elegante que dejó en el suelo para acercarse a ella.

—Isabel tiene razón, primero descansa. —Acarició su cabello con cuidado.

—¿Isabel? ¿Ahora son amigos? —Jackson sintió su corazón encogerse por la voz débil de la chica.

—Es mi clienta.

—Oh.

Recordó que mencionaron una orden de restricción. Algunos retazos de lo sucedido comenzaron a llegar a su mente: George la estaba esperando cuando fue al baño e intentó violarla. Apretó los ojos tratando de apartar los recuerdos. Estaba mejor sin ellos.

—Me asusté mucho cuando me llamaron del hospital.

Debió suponerlo, él era su contacto de emergencia, como ella era el de él. Así de unidos eran y en un par de días todo se había venido abajo.

—Si te llamaron del hospital, ¿cómo es que estoy aquí?

Otra persona que no había visto antes entró en ese momento.

—Yo hice que te trajeran, no te iba a dejar en una fría habitación de hospital, ¿verdad?

—¡Abuelo Oso!

El anciano, alto y de complexión recia, a pesar de su edad, se acercó a ella y la recogió en sus brazos con cuidado.

—¡Te extrañé tanto, pequeña!

—Yo también te extrañe... abuelo...

No era su abuelo, pero después de la muerte de sus padres, ante la soledad y la quemante indiferencia de su tía, aquel viejo Oso y su esposa, habían sido lo único que la salvó de la profunda tristeza que ocupó el vacío que dejó su familia. Quería volver a aquellos días de sencilla paz, quería olvidar lo oscuro y cruel que era el mundo y volver a ser la niña que creía en el amor.

—Lo has pasado mal, ¿verdad?

—Voy a estar bien.

—No tienes que ser fuerte todo el tiempo, pequeña, puedes darte el lujo de caer de vez en cuando y dejar que alguien más te levante. Eso no te hace débil, solo te hace humana.

Esa noche se durmió con la sensación de que el mundo no era tan malo después de todo.

Lily y Jackson se turnaron para cuidarla mientras se reponía del todo. No le quedó más remedio que soportar estar en cama, aunque a los tres días estuviera cansada de tantas atenciones, porque el doctor dijo cinco días y todos se empeñaron en hacerla permanecer en cama todo ese tiempo.

—Déjame salir a caminar un poco.

—Claro que no.

—Jackson... ¡Por favor! —rogó poniendo su mejor cara de súplica.

—Ya sabes que ese truco no funciona conmigo.

Le puso en la palma de la mano una enorme píldora. ¡Era asquerosamente amarga!

La hinchazón del ojo había bajado mucho, pero los moratones en las costillas y el abdomen estaban adquiriendo un horrendo color verde. Menos mal que nadie la veía en esas zonas, a excepción de ellos dos, porque la ayudaban a cambiarse.

—No sabes cuánto odio no haber estado ahí.

—Si hubieras aparecido de repente pensaría que me acosabas.

Se tuvo que reír a pesar de lo mal que se sentía por no haberla ayudado. Luego se puso muy serio.

—¿Sabes? Si quieres que olvide lo que pasó en la casa de campo... lo haré. —El desconcierto de Rina ante sus palabras fue evidente—. ¿Quieres que lo dejemos atrás?

Se quedó callada por algunos largos y agónicos instantes, hasta que asintió débilmente.

—Entonces —suspiró—, todo será como antes. Será mejor que descanses.

El suave tirón en su mano impidió que se pusiera de pie.

—¿Pasa algo?

—Yo... no quiero quedarme sola.

—¿Quieres que me quede hasta que te duermas?

Volvió a asentir y, sin decir nada, se acomodó a su lado.

—Cuando éramos niños le tenías miedo a los fantasmas, ¿recuerdas?

—Lo recuerdo. Si hubiera sabido cómo es ser adulto, no los habría temido tanto.

La abrazó, apretándola contra su pecho. De pequeños la protegió de sus miedos. Cuando despertaba llorando por las noches al recordar a su padre. Cuando se escondía para no volver a casa porque su tía estaba borracha. Cuando tenía tanto miedo de no encajar en la universidad que tomó una decisión tan descabellada. Ahora, la única forma de protegerla era inmolar sus propios sentimientos por ella. Renunciar a lo que sentía y ser lo que ella necesitaba que fuera: solo su amigo de siempre.

—Tranquila, de igual lo que venga, siempre estaré aquí.

—¿Lo prometes?

—Lo prometo.

Era una promesa y las promesas son sagradas. Eso le había enseñado su abuelo y pensaba honrarla hasta las últimas consecuencias.

—Jackson...

—¿Sí?

—Me estás apretando muy fuerte.

—Lo siento.

Aflojó el abrazo y ella levantó la mirada hacia él. ¡Maldición! ¿Por qué tenía que ser tan endiabladamente hermosa? Sus enormes ojos violetas lo traspasaron e hicieron tambalear la firmeza de su decisión. Intentó separarse, desistiendo de su intento. La besó en la frente.

—Duerme —susurró con gran esfuerzo y ella se acomodó en su regazo para luego cerrar los ojos.

Nunca digas te amo, era la regla más importante para ella, y él iba a respetarla, aunque en ello se dejara la vida.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top