[9]

.UNA TRISTE TORMENTA.

Con los ojos tristes y sin parpadear, se encontraban tanto Fausto como Victoria, mirando fijamente a sus respectivos hijos.

Valentina sintió que el corazón en cualquier momento dejaría de latir. La mirada fija de Fausto hacia ella, hizo que la culpa invadiera más de lo que ya estaba. Sus ojos azules se llenaron de lágrimas al ver, ese toque de tristeza y decepción en los ojos de su suegro, y también padre.
No pudo más y dejó que una lágrima saliera, como también quitó la mirada fija en Fausto. No se sentía digna de mirarlo fijamente a los ojos, ya no.
Por otra parte, Michael solo evitaba la triste y decepcionante mirada de su madre. Él sabía muy bien que tarde o temprano, su romance saldría a la luz, él lo sabía a la perfección pero nunca quiso que sea descubierto de tal forma.
Deja de mirar el suelo por un instante y nota que tanto su madre como Fausto, se acercaban a pasos lentos, hacia ellos. Su nerviosismo aumenta y la rubia quiso huir al notar la situación pero pareciera como si sus pies estuvieran clavados en el suelo, pues no se movía. Tenía tantas ganas de huir pero no lo hacía.

No había escapatoria, ambos padres se encontraban frente a frente, de sus hijos.
Valentina solo agacha la mirada, mientras Michael decide mirar los ojos tristes y llorosos de su madre.

— Mamá, yo...

No pudo terminar la oración, ya que Victoria lo calló de un golpe. Lo había abofeteado.

— ¿Cómo pudiste? — cuestiona en un hilo de voz.

— Vicky porfavor, cálmate — le susurra Fausto y la mujer asiente para luego secar sus lágrimas — vamos a casa Valentina.

La rubia al escuchar su nombre, levanta la mirada y mira los ojos tristes de su suegro.

— Papá...

— No digas...— suspira con pesadez — no digas nada — se acerca a ella y la toma del brazo, sin ni siquiera mirarla.

— Mamá...

Victoria sigue su camino y deja solo a su hijo.

...

Durante todo el camino a casa, se mantuvieron callados, ninguno de los dos emitió palabra alguna. Valentina no dejaba de mirar el suelo y Fausto por su parte, de vez en cuando la observaba.
Al llegar a casa, la rubia no supo que hacer. Sabía muy bien que le esperaba una larga y dolorosa conversación pero ella aún no se sentía capaz de enfrentar algo así.

— Mírame a los ojos Valentina.

Se escucha la voz de Fausto, rompiendo por completo el silencio tenso que se había formado.
Valentina no responde, sus ojos siguen clavados en el marrón intenso del suelo de la casa. Fausto lo nota, así que posa sus dedos en la barbilla de esta para levantar suavemente la mirada y poder mirar fijamente aquéllos ojos azulados tristes y llenos de lágrimas.

— Papá yo...— Fausto interrumpe con un suspiro triste, se aleja de ella con lentitud y se dirige a la puerta principal de la casa — papá porfavor...— calla al ver que su suegro se había ido.

No se pudo contener más y se dejó caer sobre sus rodillas para luego romper en llanto.

En ese mismo instante, Michael llegaba a su casa y de inmediato busca con la mirada a su madre. La encuentra en el jardín, con la mirada fija en las rosas blancas. Respira profundamente para luego acercarse a ella.

— Mamá...

— ¿Cómo pudiste hacer algo así? — el castaño no supo que responder — Michael, eres un hombre casado y tienes un hijo — gira y mira fijamente a su hijo pero este, agacha la mirada — ¡Mírame a los ojos cuando te hablo! — grita con los ojos llorosos.

— Lo siento pero no puedo...no puedo mirarte a los ojos después de lo que hice.

— Eso deberías decirle a Ana, no a mí — responde con frialdad para luego secar sus lágrimas — te desconozco tanto...

— Mamá, yo sé que hice mal pero simplemente no lo pude evitar...

— ¿No pudiste evitar serle infiel a tu esposa? ¿No pudiste evitar traicionar tu matrimonio, a tu familia?

— ¡Me enamoré maldita sea! — confiesa de un grito y Victoria se sorprende ante eso — mamá, tú no lo entiendes...yo creía que el amor no existía, que jamás lo sentiría pero...— calla por un instante — ella llegó a mi vida y...se apoderó de mí por completo. Ambos sabíamos muy bien que lo que hacíamos estaba mal pero no podíamos dejar de sentir lo que sentimos. Mamá, yo la amo...la amo como nunca creí amar a una mujer. Con ella descubrí lo que verdaderamente es el amor.

Victoria no dice nada, solo mira fijamente los ojos avellanas, llorosos de su hijo. Ella lo conoce a la perfección y sabe muy bien que lo que acaba de decir, realmente lo siente.

— ¿Amor dices? Dices que nunca has sentido el amor y...¿Acaso no amas a Daniel?

— Mamá, eso es diferente...

— ¡Claro que no es diferente! El amor es igual en todos los sentidos — deja de mirarlo por un instante — si no amas a tu esposa y hay otra mujer en tu vida, entonces díselo.

— Mamá...

— Ana no se merece que la engañen de esa forma. Michael, yo no quiero meterme en tu vida pero tienes que decírselo a Ana. Ella merece saber lo que realmente sientes...si no se lo dices tú, lo haré yo. No podré guardarme lo que acabo de ver con mis propios ojos, ella es como mi hija y la quiero...

— Lo haré yo — interrumpe — yo...se lo diré.

— Más te vale que lo hagas — suspira con pesadez para luego darle la espalda — y ahora vete porfavor que quiero estar sola.

El castaño sintió ganas de abrazarla pero prefirió no hacerlo.

— Lo siento mamá, realmente lo siento — no dice nada más y se aleja de ella.

Sube a su habitación y se sienta en la esquina de la cama. Las lágrimas no dejaban de bajar de sus ojos avellanas, mientras miraba un punto fijo en el suelo. Saca el celular de su bolsillo y unas infinitas ganas de llamar a la mujer que ama, inundaron en él. Lo hizo pero la rubia no respondió.

— ¿Papá? — el pequeño Daniel aparece y el castaño al ver a su hijo, seca con rapidez sus lágrimas — ¿Por qué estás llorando?

— ¡Hey! — lo atrae a su cuerpo y hace que se siente en su regazo — ¿Por qué esa carita?

— Estás llorando — seca las lágrimas de su papá, con sus pequeños y suaves deditos — ¿Estás triste? — Michael asiente con la cabeza — ¿Por qué? ¿Tú y mamá...volvieron a pelear? — Michael niega — ¿Entonces porque estás llorando papi?

— Papá quiere un abrazo tuyo, ¿Podrías abrazarme? — el pequeño lo abraza — ahora, estoy mucho mejor...te quiero Daniel, siempre lo haré, porfavor no lo olvides.

— Yo también te quiero papá. Te quiero mucho.

...

Las horas pasaron y con ellas, la noche llegó. Tanto Michael como Valentina no podían pegar el ojo (dormir), por más que lo intentaban no podían conciliar el sueño.

— ¿Pasa algo amor? — susurra Ana con la voz somnolienta.

— Nada, solo...— suspira por un instante — no puedo dormir.

La pelirroja le sonríe con dulzura para luego apegar su cuerpo al de su esposo y así poder recostar la cabeza en su pecho.
Michael solo le sonríe con ligereza y la abraza.

— Trata de dormir o sino...— levanta la mirada y lo mira fijamente.

El castaño entendió la indirecta al notar la sonrisa pícara en los labios de Ana.

— He...— no pudo evitar sentirse incómodo — creo que, no es el momento...

— Mike te extraño, hace tiempo que no...

— Ana porfavor, ahora no estoy de humor — dijo suavemente y luego le plasmó un beso en la frente — será mejor que vuelvas a dormir, yo trataré de hacer lo mismo.

Por otra parte, Valentina no dejaba de removerse en la cama, las ganas de volver a llorar nuevamente se hicieron presente.

— Amore porfavor...— susurra Ruggero un poco fastidiado por la actitud de su esposa — sabes que mañana madrugo, porfavor quiero dormir.

— Lo siento...solo es que...— calla al ver como el italiano se sentaba en la cama — yo...— no podía mirarle a los ojos.

— ¿Qué pasa? — la toma de la barbilla y levanta su mirada con cierta suavidad — ¿Amore, por qué esas lagrimitas? Espera ya sé, ¿No me digas que aún, usted señorita de Pasquarelli, le sigue teniendo miedo a los truenos? — mira por un instante la ventana y nota como ciertas luces se encendían en el cielo — amore no temas que yo estoy aquí contigo — la abraza con ternura y Valentina se sintió tan miserable — siempre voy a estar contigo — esas palabras fueron como un puñal en su corazón — ¿Recuerdas cuando éramos niños? — la toma de las mejillas y la mira fijamente — siempre me quedaba a tu lado cada vez que había una tormenta. Recuerdo como te sentía temblar en mis brazos, realmente te asustaban tanto los truenos — ríe — nos quedabamos dormidos abrazados y al día siguiente al despertar, papá siempre nos gritaba — la ojiazul no pudo evitar sonreír al recordar aquéllos momentos — ¿¡Qué hacen durmiendo juntos!? — imitó la voz de Fausto — vuelve a reír — ¿Quieres saber algo princesa? — acorta más la distancia sin dejar de mirarla fijamente a los ojos — yo al principio me negaba en aceptar que me pasaban cosas contigo pero luego supe que me había enamorado. Rayos, apenas tenía nueve y ya estaba enamorado. Me enamoré de ti desde que era un niño y tú ni siquiera te dabas cuenta. ¿Por qué eres tan distraída amore? — golpea suavemente la frente de la rubia — ¿Sabes? Por un momento sentí temor de que no sintieras lo mismo que yo, de que me vieras cómo un hermano, ya que crecimos juntos pero cuando te robé ese primer beso y te confesé mis sentimientos, tú respondiste con un “Te quiero" y pues...desde ahí empezó nuestra historia de amor — suspira enamorado — pero eso sí eh...sentí tanto miedo de que no te aparecieras en el día de nuestro matrimonio, pues tardaste tanto en aceptar casarte conmigo. No sé, creí que huirias pero después pensé, ella jamás me haría algo así y luego te apareciste en el altar y...ahora estamos aquí, los dos juntos, casados y muy felices — la besa con dulzura — te amo tanto Valentina, no tienes idea cuánto.

— Rugge yo...— agacha la mirada por un instante — yo...tengo que decirte algo y es que...yo...— en eso el sonido del teléfono la interrumpe.

— ¿Me pregunto quién llamará a las dos de la madrugada? — dice Ruggero para luego responder la llamada — ¿Bueno? Sí, soy yo...— de un momento a otro sus ojos se llenan de lágrimas y la rubia lo nota — no...él no puede...voy ahora mismo — cuelga la llamada.

— ¿Ruggero qué pasa? — pregunta con cierta preocupación.

— Papá, Valentina...él ha sufrido un ataque al corazón.

— ¿Qué?

Ruggero y Valentina no tardaron mucho en llegar al hospital.

— ¡Doctor! ¿Cómo está mi padre?

— ¿Es usted hijo del señor Pasquarelli? — Ruggero asiente de inmediato.

— ¿Dígame porfavor cómo está él? ¿Él está bien, verdad?

— Por el momento está estable.

— ¿Cómo por el momento? — interviene Valentina.

El doctor suspira con pesadez.

— ¡Doctor porfavor responde de una maldita vez! — grita con angustia el italiano.

— Ruggero porfavor cálmate — lo toma del brazo su esposa.

— No me voy a calmar hasta que el doctor responda — el doctor evita su mirada por un instante — ¿Por qué pone esa cara? ¿Mi padre estará bien, verdad? ¡Él tiene que estar bien!

— Esta es la tercera vez que su padre, sobrelleva un ataque cardíaco y su corazón está tan débil que ya no...

— Mi padre es un hombre fuerte y él podrá...

— Lo siento tanto muchacho — interrumpe — el corazón de su padre no funciona como un corazón debería funcionar. Ha sobrellevado tantos episodios cardíacos que ya no es posible que funcione con normalidad.

Ruggero sintió como su corazón dejaba de latir al escuchar esas palabras. No era el único en sentir algo así, pues Valentina también lo sintió.

— ¿Qué...— sintió tanto miedo de preguntar — es lo que está tratando de decir?

— Lo siento mucho — el lamento de la rubia se hizo presente — en cualquier momento el corazón de su padre, dejará de latir.

El italiano niega con la cabeza.

— No...eso no puede ser cierto. Mi padre no se puede...— su esposa lo abraza por la espalda — mi padre no se puede morir. Él no puede dejarme...no.

— Lo siento mucho muchacho. El paciente en estos instantes está despierto y está pidiendo verlos.

— Será mejor que vayamos Rugge — dice con la voz quebrada la ojiazul.

— No — niega el italiano — yo no seré capaz de...no podré despedirme...no puedo aceptar que él tenga que irse.

— Rugge — la rubia hace que la mire a los ojos — él nos necesita, él quiere que estemos con él...Rugge porfavor, papá en cualquier momento puede...— calla y vuelve a llorar, su esposo la abraza — no quiero que se vaya...papá no se puede morir.

Estuvieron así por un par de minutos, hasta que decidieron entrar a la habitación donde se encontraba Fausto.

— Vaya, me tuvieron esperando por un tiempo — bromea un poco al ver como sus dos hijos entraban por aquélla puerta blanca. Ruggero no podía verle a los ojos, todo lo contrario a Valentina — ¿Qué pasa, aún no me muero y ya están de llorones? — fue ahí que Ruggero levanta la mirada para mirar fijamente a su padre, este le sonríe con dulzura — vengan acá, sientense a mi lado — ambos hacen caso. Fausto toma la mano de cada uno para luego mirar a su hijo. Ruggero no podía evitar que cada vez más sus ojos derramaran lágrimas — ahora mismo me recuerdas cuando eras niño y llorabas cada vez que te caías — sonríe.

— Y tú siempre estabas ahí para levantarme — titubea un poco.

— Ahora tienes que aprender a levantarte solo.

— Papá...

— Yo siempre estaré ahí contigo, aunque tú no me veas. Siempre estaré acá — toca el pecho de Ruggero — te quiero Ruggero.

— Papá porfavor, tienes que luchar...

— Ya me cansé de luchar.

— No digas eso, tú eres muy fuerte y de seguro saldrás de esto...

— Hijo para...

— Papá...

— Ruggero mírame — el italiano obedece — ¿Algún mensaje para tu madre?

Ruggero se levanta del lugar para luego salir de la habitación.

— Rugge espera...

— Déjalo Valentina — la ojiazul gira y mira a Fausto quién por cierto le hace señas para que se acerque — ven aquí mi niña.

Valentina con rapidez se acerca a él y toma su mano para luego depositar un beso sobre esta.

— Papá porfavor perdóname, perdóname porfavor...por mi culpa estás aquí...yo...

— ¡Hey! ¡Hey! ¡Hey! — reprocha un poco — no digas esas tonterías.

— Es la verdad, yo soy la culpable de que tú estés...

— Te prohíbo que vuelvas a decir esa estupidez. Escúchame — hace que lo mire a los ojos — tú no tienes la culpa de nada, sabes muy bien que soy un viejo enfermo y que en cualquier momento esto pasaría...mi corazón ya no es tan joven como antes — sonríe — tú no tienes la culpa de nada mi niña, así que porfavor quita esa tontería de tu cabeza.

— Pero igual me siento tan culpable.

— ¿Culpable por qué? ¿Por enamorarte?

— Por traicionar a Ruggero y ti...yo nunca quise hacerle algo así, yo lo quiero mucho...

— Pero no lo amas.

— Papá porfavor perdóname — suplica entre sollozos — ¿Qué castigo merezco por ser tan egoísta? ¿Qué castigo merezco por traicionar el amor de Ruggero? ¿Qué castigo merezco por destruir mi matrimonio?

— Valentina mi niña, yo soy un padre y no puedo castigar, solo puedo aconsejar — seca las lágrimas de la rubia con sus dedos y la mira fijamente a los ojos — deja a Ruggero.

— Papá...

— No lo amas y estando así solo lo alejas de su verdadero amor y tú también te alejas del tuyo. Estas relaciones incompletas no generan felicidad.

— Pero papá, yo...

— No es tu falta mi niña. El amor y la muerte llegan sin avisar y nadie puede controlarlos — la rubia vuelve a sollozar — ahora ven aquí mi niña — la ojiazul obedece y Fausto la abraza — todo estará bien mi niña. Te quiero Valentina, te quiero tanto como si fueras mi propia hija.

— Yo también te quiero papá y aunque no tenga tu sangre, tú siempre serás mi padre.

— Disculpen — Valentina y Fausto se separan y notan a Victoria en la puerta.

— ¡Vicky, amiga mía! — grita Fausto feliz — ¿Vienes a aceptarme como novio? — la mujer sonríe — si es así, te pondré de nombre “Sábado”.

— Yo los dejo solos — dice Valentina, evitando la mirada de Victoria — luego vendré con Ruggero — le susurra a Fausto y este asiente.

La rubia sale de la habitación, evitando por completo la mirada de Victoria. Fausto nota la situación.

— Vicky, acerca de...

— Mi querido Fausto, no vine para hablar de eso, estoy aquí porque quiero pasar tiempo con mi mejor amigo.

— ¿Amigo? ¿No que era “Novio”? — Victoria ríe y Fausto imita su acción.

Valentina al salir de la habitación, se encuentra con su esposo, quién está sentado sobre un sofá. Ella se sienta a su lado.

— Mi papá se está muriendo, Valentina.

— Rugge...

— No quiero perderlo — susurra con la voz quebrada y su esposa lo abraza. Ambos sollozan — ¿Qué haré sin él, Valen? ¿Qué haré sin mi padre? Gracias a Dios, te tengo conmigo — la rubia sintió como el corazón se le rompía en miles de pedazos al escuchar lo que el italiano dijo.

En ese mismo instante, Fausto decía sus últimas palabras.

— Perdónalos Vicky...ellos...no tienen la culpa de...de enamorarse...

— Fausto — susurra Victoria con la voz quebrada.

— Tengo tanto sueño...— trata de mirar fijamente a su mejor amiga pero sentía como los párpados se le cerraban — te quiero...ahora yo...

Y fué ahí que los ojos se le cerraron, quedándose dormido para nunca mas despertar.

🖤

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