[7]

.AMANTES.

Michael suspiró antes de entrar a su casa.
Entró y se encontró con la imagen de su esposa, arreglando las rosas blancas, que le había dado; en un jarrón.

Ana nota su presencia y le sonríe con dulzura.

— Te pedí una señal y me diste varias — dice en alusión al ramo de rosas blancas.

Michael sonríe ligeramente.
Ana se le acerca y lo abraza por la espalda.

— Te extrañé tanto amor — deposita un cálido beso en el cuello del castaño, este al sentir el contacto la separa con suavidad.

— Ana...— la mira fijamente — tenemos que hablar.

Él estaba decidido a decirle la verdad, que no la ama y que descubrió el amor junto a otra persona.

— Mike, yo sé que te dije cosas muy feas e hirientes — lo toma de las manos — cariño, la rabia y el enojo me cegaron en ese instante y es por eso que dije todas esas cosas. Porfavor discúlpame mi amor — le sonríe con ternura — te amo y quisiera que volvieras a la casa. A nuestra casa. Mike, no solo yo te extraño, sino también Daniel.

— Eh...¿Por cierto dónde está? — vuelve a suspirar — ya recuerdo, ¿En sus clases de violín, cierto? — la pelirroja niega triste — ¿Qué pasa Ana?

— Daniel dejó las clases de violín.

— ¿Cómo, pero si ama tocar el violín?

— Él cree que ese es el motivo de nuestras peleas — el castaño sintió culpa ante eso — es por eso que le pidió a tu madre, que lo sacara de las clases de violín.

— ¿Dónde está?

— En su habitación.

Michael no dice nada más y camina a la habitación de su hijo. Al llegar lo encuentra cabizbajo, con la mirada perdida en su pequeño violín.

— Daniel.

Lo llama y el pequeño al escuchar la voz de su padre, se pone de pie de inmediato y corre abrazarlo.

— ¡Papá! — Michael lo carga en sus brazos y lo llena de besos — ¡Papá! ¡Volviste! — gritaba sin dejar de sonreír — ¡Volviste! ¡Volviste!

— Aquí estoy campeón — le vuelve a dar otro beso en la frente.

— ¿Si estás aquí, eso significa que mamá y tú, ya no están enojados?

Michael no responde ante la pregunta de su hijo, lo lleva a la cama y se sienta junto a él.

— Tenemos que hablar pequeño tonto.

El pequeño Daniel hace un puchero con sus labios.

— Ya te enteraste, ¿Cierto? ¿Quién te lo dijo? ¿Fué mamá o la abuela?

— No importa quién me lo haya dicho — finge estar molesto — no lo entiendo. ¿A qué idiota he criado? — lo mira fijamente — ¿Me puedes decir jovencito porqué dejaste las clases de violín?

— Yo...

— ¿Acaso a todos los niños le tiene que gustar el fútbol?

— Papá...

— ¡Claro que no! — grita un poco y el pequeño da un brinquito del susto — es cierto que el fútbol es fantástico y que a todo el mundo le guste, hasta incluso a las mujeres pero el violín es mucho más fantástico que el fútbol, pues solo los genios saben hacerlo — se acerca un poco a su hijo — y tú eres un completo genio, además yo tengo algo para evitar escuchar el chillido del violín — saca de su bolsillo, unos audífonos — ¿Ves esto? — se pone los audífonos — tú ve a tocar el violín que yo no escucho nada.

— ¿Papá, entonces puedo volver a las clases de violín? — Michael asiente — ¿Si vuelvo, tú y mamá no pelearán?

— Daniel, quiero que sepas algo — lo toma de las manos — hijo, tu mamá y yo no peleamos porque tocas el violín.

— ¿Entonces porqué lo hacen? Yo siempre creía que lo hacían por mi culpa, es por eso que dejé las clases de violín para que así, ustedes no peleen más.

Michael no aguantó más y envolvió con sus brazos a su pequeño.

— Nunca más lo vuelvas a creer, hijo tú no tienes la culpa de nada. Tú no eres culpable de nada.

— Pero así me sentía yo — los ojos de Michael se llenaron de lágrimas en un instante, ante las palabras de su pequeño. Estaba haciendo daño a su hijo y él ni siquiera lo sabía — papá...¿Mamá y tú se van a separar? — su corazón dolió con fuerza al escuchar su vocesita quebrada — ¿Ya no quieres a mamá? ¿Ya no me quieres?

— Hey, hey, hey no digas eso — lo toma de las mejillas y seca sus lágrimas — no lo vuelvas a decir Daniel. Tú eres mi vida hijo, eres todo para mí.

— ¿Por qué te fuiste de la casa? Papá porfavor vuelve y haz que mamá vuelva a sonreír. Ella está triste desde que te fuiste. Porfavor papá, vuelve con nosotros — agacha la mirada — no quiero que mi sueño se haga realidad.

— ¿Cuál sueño?

— Ese en donde te vas con otra mujer — el mundo de Michael se le vino abajo por completo — y me dejas a mí, y a mamá.

— Hijo, eso nunca va a pasar. Yo nunca te dejaré, eres mi vida Daniel.

— ¿Y mamá? ¿A ella tampoco la dejarás, verdad?















“¿Y tu hijo? ¿Acaso no piensas en él? Deja de pensar en ti y piensa en él”




















Recordó las palabras de su rubia favorita.

Ella tiene razón, él tiene que pensar en su hijo. Él tiene que dejar de pensar en él mismo y pensar en la felicidad de su hijo, y si su felicidad es tener a sus padres juntos, ¿Quién es él para arrebatarle esa felicidad? Él no puede hacerle algo así a su hijo, él no puede.
Si en sus manos está la felicidad de su hijo, él se lo daría.
Ya no hay nada que pensar, dejará de escuchar su corazón y hará lo que cree que es correcto. Lo hará por él.
Por él es capaz de dejar su felicidad al lado, solo por hacerlo feliz. Solo por él, lo hará.

— ¿Papá? — su delgada vocesita interrumpe sus pensamientos — ¿No dejarás a mamá, cierto? — Michael solo niega con la cabeza — ¡Yeeeee! — grita emocionado y a la vez se lanza sobre su padre — ¡Soy muy feliz! — gritaba en el pecho de su padre — ¿Entonces volverás a la casa, papá? — el castaño asiente — ¡Siiii!

Michael se contiene las ganas de llorar.

— ¿Hijo, qué te parece si jugamos a...

— ¡Cosquillas!

El pequeño empieza hacer cosquillas en el abdomen de su padre. Michael empezó a reír y de cierta forma, olvidar la tristeza y esas ganas tremendas de romper en llanto.

En la puerta unos ojitos marrones, totalmente brillosos y emocionados, los observaban. Ana no pudo evitar que uno de sus ojos, dejara caer una lágrima al ver a los hombres de su vida, felices y riéndose entre ellos mismos.
Una perfecta y maravillosa vista.

...

Siendo casi las nueve de la noche, Valentina recién llegaba a su casa.
Después de la pelea con Michael decidió ir a la playa, y estuvo ahí sentada en la arena, observando el mar y a la vez pensando en la situación que se encuentra. Estaba hecha un lío de sentimientos y emociones, no sabía qué hacer. Michael estaba decidido a dejar a su esposa pero ella, ¿Acaso haría lo mismo con Ruggero?
Estuvo pensando la situación pero no llegó a una conclusión.

Al llegar a la casa, se dirigió de inmediato a su habitación y se sentó en la esquina de su cama. Sus ojos azules se posaron en la rosa blanca que Michael le había dado. Lo extrañaba y tenía la necesidad de escuchar su voz, así que buscó su celular, se puso de pie, dejando a la vez la rosa sobre la cama. Caminó un poco y estuvo a punto de llamar a su castaño pero se arrepintió y no lo hizo. Gira y empalidece al ver a Ruggero, sujetando la rosa en una de sus manos.

Valentina se puso nerviosa y a la vez su cuerpo se tensó. ¿Y ahora qué haría? Tendría que buscar una excusa con rapidez, pues su esposo de seguro querrá saber de dónde salió esa rosa y más aún, quién se la dió.

Estuvo a punto de hablar pero la voz del italiano, hizo que no lo hiciera.

— Dicen que las rosas tienen su propio lenguaje, ¿Cierto? — le sonríe con ternura y la rubia trata de calmar sus nervios — Valu yo...

— Rugge — lo interrumpe con suavidad — hoy ha sido un día muy duro y estoy cansada. Además...mañana tengo una reunión con el director de la escuela.

— ¿Entiendo, aún sigues molesta, cierto?

— Rugge...

— Entiendo — le sonríe con amor — te dije cosas muy feas y haré todo lo posible para que me perdones — se acerca al armario y toma unas cobijas — por ahora, dormiré en la habitación de los huéspedes.

— No...tienes que hacer eso.

— Lo haré y respecto a la rosa — Valentina se tensa nuevamente — me la llevaré conmigo — le vuelve a sonreír — esto es un avance de que obtendré tu perdón pero tengo que esforzarme para obtenerlo por completo. Quisiera darte un beso de buenas noches pero me ganaré nuevamente el derecho en hacerlo. Que tengas buenas noches amore mío.

Sale de la habitación sin dejar de sonreír.

Las horas fueron pasando y Valentina no podía conciliar el sueño, pues no dejaba de pensar en un castaño de dulces ojitos avellanas. Quería saber si su bonito, había cumplido con lo que dijo, quería saber si realmente dejó a su esposa.

Se levantó de la cama, tomó su celular y se encerró en el baño. Se quedó mirando por unos minutos, el número de su amado. Las dudas llegaron, pues tal vez él ya esté en un profundo sueño y preferiría no despertarlo pero las ganas de hablar con él, fueron más fuertes y decidió llamarlo.
Ni siquiera tuvo que escuchar un pitido porque Michael le respondió de inmediato.

— Lo siento, no quise despertarte — empezó ella, la conversación.

— No lo hiciste porque no puedo dormir y es que no dejo de pensar en ti.

Valentina sintió derretirse ante eso.

— Yo tampoco puedo dormir — confiesa.

— ¿Entonces, nos llamamos con el pensamiento? — sonríe y aunque la rubia no pueda verlo, sabía muy bien que lo estaba haciendo.

— ¿Y qué fué lo que pasó? ¿Dejaste a...Ana? — el silencio se apoderó del momento por unos segundos — ese silencio lo dice todo — sonríe con tristeza y a la vez sus ojitos se empiezan a llenar de lágrimas pero no era la única quién empezaba a llorar, pues Michael también lo hacía — ¿Vez? Yo tenía razón.

— Yo...— se le escuchó la voz quebrada y la rubia sintió su corazón oprimirse — solo lo hago por mi hijo.

— Que bueno que hayas dejado de pensar solo en ti — seca sus lágrimas — hiciste lo correcto, Mike.

— ¿Si lo hice porque siento que voy a morir al saber que tendré que perderte? — ambos sollozan con fuerza — yo no quiero perderte bonita.

— Yo tampoco pero tenemos que dejarnos ir...aunque nos neguemos con fuerza...tenemos que hacerlo.

— ¿Entonces...tenemos que terminar? ¿Es este...el fin?

— Es...lo correcto.

— Solo quiero que me digas algo bonita y quiero que seas sincera...¿Dime, realmente quieres acabar con lo nuestro?

— Mike...

— Quiero escuchar a tu corazón. ¿Realmente quieres acabar con lo nuestro?

Valentina calló por un instante. Sabía muy bien lo que su corazón quería pero...

— No...no quiero.

Una sonrisa se empezó a formar en los labios de él.

— Yo tampoco.

— Te amo tanto bonito.

— Yo también te amo mi amor — ambos sonríen — tengo muchas ganas de verte, te extraño. ¿Mañana en el mismo lugar?

— Estaré ahí mi amor.

— Y más te vale llegar a la hora porque sino mi corazón dejará de latir al no verte.

Y así, una vez más decidieron jugar con fuego, sin importar quemarse, sin importar quemar a personas que no se lo merecen.

Al día siguiente, se encontraron en el mismo lugar de siempre. La playa.
Valentina se había retrasado un par de minutos y cuando lo vio de espaldas, sentado en la arena, se acerca lentamente y le cubre los ojos con sus manos.

— ¿Quién soy? — susurra con dulzura en el oído del castaño.

Michael sonríe y de un jalón suave, hace que su rubia se siente sobre sus piernas.

— ¡Oye!

Reprocha pero él la calla con un tierno beso en los labios.

Así estuvieron por un par de horas, entre besos y caricias. Ambos ni se percataron que ya la noche empezaba.

— ¿Oye bonita porqué no trajiste abrigo?

— Porque prefiero mil veces tus abrazos — ambos sonríen y Michael le da un beso corto en los labios, mientras Valentina recostaba la cabeza en su pecho — tu corazón late tan fuerte.

— Es que se pone como loco cada vez que estoy contigo. ¿Sabes amor? Cada latido, susurra tu nombre.

— Eso es muy romántico — lo mira fijamente — ¿Dónde quedó el Michael amargado, frío,  histérico y que se enojaba por todo?

Michael ríe.

— Sigue aquí, solo que...tú despiertas mi lado dulce, cursi y definitivamente romántico.

— Igual te amo. Amo al Michael dulce como también al Michael frío y enojón — lo besa — te amo.

— También te amo pero dime una cosa, bonita, ¿Cómo le haces para que sea tan dulce y meloso como la miel? ¿Cuál es el truco?

— Se dice la magia pero no el truco.

— ¡Amor! — la ojiazul niega — oye eso no se vale. Eres muy...

Deja de hablar al escuchar la melodía de un teléfono, el de Valentina.

— ¿Bueno?

La rubia responde la llamada, sin ni siquiera ver el nombre de quién llamaba, en la pantalla.

— Amore — su sonrisa se fue apagando al escuchar la voz de su esposo. Michael lo nota — ¿Amore dónde estás? — se le escuchaba preocupado — ya está anocheciendo y aún no llegas a casa. ¿Pasó algo? ¿Estás bien? — Valentina no sabía si responder o no — ¿Amore? ¿Valu estás ahí?

— Eh...sí, aquí estoy — reacciona y evita la mirada de Michael — estoy bien, no te preocupes. Lo que pasa es que...tuve una reunión en el colegio y...se me hizo tarde — mintió — disculpa por no avisarte.

— ¿Ya terminaste? Si quieres...¿Puedo ir a recogerte?

— No...ya estoy en camino. No será necesario.

— Entonces te espero.

— Si...nos vemos — cuelga y ese sentimiento de culpa, nuevamente la invadió por dentro.

— ¿Era él, cierto? — cuestiona Michael con cierto fastidio. Valentina solo asiente — lo suponía. ¿Porqué le mentiste? ¿Porqué no solamente le decías que estabas conmigo y ponemos punto final a esto de una buena vez?

— Mike...

— ¿Ya se reconciliaron?

— Aún no.

— ¿Aún? — sonríe sarcástico — ¿Así que planeas reconciliarte con él? ¿Y qué harás para que se reconcilien? ¿Acaso piensas dejar que te bese o que te toque? ¡Eh!

— ¡Ya basta! — grita — ¿Tú te reconciliaste con Ana, entonces porque yo no puedo hacerlo con Ruggero?

— Yo lo hice por mi hijo.

— Si pero igual dormiste con ella, durmieron juntos en la misma cama y quién sabe que cosas más hicieron...

— No pasó nada...

— Pero durmieron juntos
y...¿Acaso yo te he reclamado algo? No Michael, no te he reclamado nada porque ya lo acepté, ya acepté que soy la amante y que Ana es la esposa...

— Hey...

— Es la verdad — trata de no llorar — nosotros aceptamos esto y está mal pero no podemos detenerlo porque nuestro amor es más fuerte de lo que pensamos. Yo te amo con todo mi ser pero sabes muy bien que Ruggero es mi esposo...

— Y yo soy tu amante — concluye — si ese es nuestro destino, entonces lo seremos...aunque esté mal.

— Si — seca sus lágrimas — aunque esté mal. Ahora tengo que volver a casa...él me está esperando.

Michael se desordena los cabellos.

— Yo no sé si podré soportarlo...

— Mike...

Este se acerca y la apega a su cuerpo.

— Prométeme que no dejarás que te bese, ni mucho menos te toque.

— Mike, sabes muy bien que eso...

— Yo sé que es tu esposo y tiene derecho — cierra los ojos por un instante — aunque sea no lo dejes que te toque.

— ¿Y tú me prometes que no la tocarás?

— Jamás lo haré, eso tenlo por seguro. Yo te amo a ti.

— ¿Y qué pasa si ella quiere tocarte? ¿Dejarás que lo haga?

— Claro que no, lo prometo.

— Entonces yo también prometo en no dejar que me toque.

Acortan la distancia y se besan por un instante para luego abrazarse.

...

Valentina no muy segura de entrar a su casa, igual lo hace. Deja las llaves sobre una pequeña mesita y al levantar la mirada, se encuentra con la sala, repleta de rosas blancas. Un camino de velas encendidas, hasta la mesa central, en ella también había un par de velas encendidas, copas y una botella de vino. Y fué ahí que aparece Ruggero, vestido de mozo y con una corbata en forma de moño; haciendo pose de servidumbre.

— Bienvenida señora Pasquarelli — se le acerca sin dejar de sonreír — hoy seré tu mozo privilegiado, así que pídeme lo que desees.

Valentina sonríe.

— ¿Rugge, qué es todo esto? ¿Tú lo hiciste?

El italiano la toma de la cintura y la apega a su cuerpo. La rubia se tensa un poco, por el contacto.

— Tú te mereces más que esto. Amore, porfavor perdóname. Yo...

— No hay nada que perdonar — interrumpe.

— Claro que lo hay, yo te dije cosas muy feas y...

— Rugge...solo olvidemos y ya.

— Eres tan linda — captura sus labios de manera dulce — te amo amore — la vuelve a besar.

— Rugge — lo separa suavemente — ¿Porque no comemos? Tengo mucha hambre.

— Espera Valu — le acaricia las mejillas — te tengo otra sorpresa y esa es que saldremos de viaje por dos días.

— ¿Qué? Rugge sabes que no puedo, tengo que ir a la escuela y...

— De eso no te preocupes amore, hablé con el director y te dió el permiso. ¿No es maravilloso? — cuestiona con emoción.

— Sí — sonríe — y...¿A dónde iremos?

— Adivina.

— Rugge.

— Esta bien, te diré. Prepárate que sé que te va a gustar — entrelaza sus manos con las de su esposa — iremos a...¡París!

Valentina no pudo ocultar su emoción y alegría, pues le encanta esa ciudad.

— ¿París? ¿Me estás hablando enserio Rugge? — el italiano asiente junto a una sonrisa — ¡Me encanta!

— ¡Lo sé! — la toma de la cintura, la levanta un poco para poder elevarla y dar unas cuantas vueltas — ¡Lo sé! — la baja con cuidado — nos iremos mañana mismo, ya están reservados los pasajes, así que tienes que hacer maletas amore — la vuelve apegar a su cuerpo — será como nuestra segunda luna de miel — la rubia al escuchar eso, sintió nervios pero igual no dejó de sonreírle a su esposo — ahora si, a comer y te digo que yo fuí quién cocinó.

— Pero si tú nunca...

— Está bien, pedí por delivery — ambos ríen ante eso.

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~ Al día siguiente ~

— ¡Amore, ya tenemos que irnos!

— ¡Ahora bajo!

Valentina un poco nerviosa, toma su teléfono y estaba a punto de marcarle a Michael pero aparece Ruggero, haciéndola brincar del susto.

— ¡Rugge me asustaste! — reprocha.

— ¿Amore, a quién llamas?

La ojiazul trata de controlar sus nervios ante la pregunta de su esposo.

— ¿Yo? Al director...tengo que decirle unas cosas.

— Nada de eso — le quita el teléfono para luego sacar el suyo — este será nuestro viaje, así que no habrá interrupciones, así que nada de teléfonos.

— ¿Qué? Rugge eso no puede ser...

— Dejaremos nuestros teléfonos — los pone en la mesita de noche.

— ¿Y qué pasa si hay alguna emergencia?

— Tranquila amore.

— Rugge...

— Porfavor — pone cara de cachorrito.

Valentina suspira.

— Esta bien.

No dicen nada más y salen de la habitación para luego salir de la casa. Justo en ese instante, el teléfono de la rubia empezó a sonar, era Michael quién llamaba.

— ¡Mike!

El castaño estaba tan sumergido, haciendo llamadas que no se percataba, que su esposa lo llamaba.

— ¡Mike! — reacciona y gira para verla — ¿Qué haces?

— ¡Papá, ven a jugar! — le grita su hijo tomándolo de la mano.

— Si vamos — le sonríe.

Su cuerpo estaba ahí, con su familia pero su mente y corazón, estaban con una rubia de ojitos azulados, la cuál no respondía sus llamadas y eso lo preocupaba.

🖤

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