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. ¿I N T E N T A R O
R E N A C E R? .
~ Al día siguiente ~
— ¿Victoria? — sonríe y a la vez se acerca a la mencionada. Valentina confundida y nerviosa, lo sigue — tanto tiempo...¿Tú?
Michael frunce el ceño.
— ¿Ustedes se conocen? — pregunta el castaño y su madre asiente — vaya pero que chico es el mundo — suspira sarcástico.
— Conocí a Vicky...
— ¿Vicky? — muestra molestia ante la forma en como llamó a su madre.
— Sí, Vicky — sonríe Fausto de lo más tranquilo — la conocí en el día que se casó mi hermosa Valentina — acaricia las mejillas de la rubia — si no me equivoco, ¿Eras la encargada del gourmet? ¿Cierto? — Victoria asiente sonriendo — claro, no podía equivocarme. Pero no entiendo algo...¿Ustedes dos son familia o qué?
— Ella es la señora Ronda, señor — aclara Michael — mi madre.
— ¿Y por qué nunca lo supe? Si lo hubiera sabido, te hubiese invitado a la fiesta que organicé ayer...
— Lástima — interrumpe el castaño — ya veo. Ustedes no se dijeron un “Adiós” — capta la mirada de la ojiazul — porque saben muy bien que el “Adiós” mata el mañana y quién sabe, quizás algún día se vuelvan a encontrar...y mirense ahora.
Fausto ríe.
— ¿Acaso tu hijo es un poeta?
— No lo soy señor, solo...— mira por un instante a la rubia — me lo dijo un día un ángel.
— ¿Un ángel?
— Yo solo me entiendo.
— Eres raro muchacho.
— ¡Fausto! — reprocha Victoria.
— Bueno ¿Les apetece tomar un café?
— No me gusta el café — responde al unísono Michael y Valentina. Sorprendiendo a ambos padres, incluso a ellos mismos.
— Vaya, tienen un gusto en común — dice Victoria sonriendo.
— Lo había olvidado por completo — se lamenta Fausto — bueno, ¿Podríamos tomar otra cosa?
...
Risas comenzaron a inundar aquélla cafetería. Fausto y Victoria no dejaban de reír mientras que Michael y Valentina solo los observaban.
— Demasiado bien se llevan ¿No crees? — susurra el castaño con el ceño fruncido — ya me dió miedo salir de la estación — los mira con desagrado — nadie sabe que verás al salir.
— ¿Acaso están coqueteando?
— Es él quién le coquetea a mi madre. Solo te puedo decir una cosa — la mira de reojo — no quiero ser tu hermano.
— Valu mi niña — interrumpe Fausto — tengo algo que confesar — Michael decide prestarle atención — Vicky y yo...éramos amantes.
Michael casi se atora con el jugo de piña que estaba tomando.
— ¿¡Qué!?
Fausto explotó de la risa al ver la reacción de la ojiazul pero más le dio gracia, la reacción de Michael.
— ¿Acaso no tienen sentido de humor? Solo era una broma.
— ¡Casi me atoro por tu bromita!
— Hijo porfavor — interviene Victoria — Fausto y yo, solo somos muy buenos amigos.
— Créeme mamá, ese señor no ve a las mujeres como “Amiguitas”.
— ¿Qué quieres decir con eso? — cuestiona la rubia.
— Chicos porfavor — vuelve a intervenir Victoria — sé muy bien como es Fausto pero lo que yo tengo con él, es solo amistad.
— Una amistad que lastimosamente no se permite tocamientos.
— Fausto, será mejor que no digas nada — reprocha Victoria al ver el semblante molesto de su hijo — nuestra amistad se basa en acompañarnos en nuestra soledad. Él perdió a la mujer de su vida y yo perdí al hombre de mi vida. Ambos perdimos a nuestros amores, ambos pasamos por la misma situación. Cuando dos personas pasan por la misma fase, son capaces de entenderse entre ellos mismos. Se vuelven íntimos y lo que no pueden decirle a otros, se dicen entre ellos mismos.
— Dos extraños, una misma situación — añade Fausto.
— Nace una amistad y se soluciona un problema — concluye Victoria.
Tanto Michael como Valentina sintieron aquél comentario como una indirecta.
Algo que no dejaba de rondar por sus mentes.
Aquélla tarde empezó a llover con fuerza. Pues una tormenta se acercaba pero no precisamente una tormenta producida por la naturaleza.
Michael observaba detenidamente el mar, mientras gotas feroces no dejaban de caer sobre su cuerpo. Derrepente una mano se posa sobre su hombro, este gira, encontrándose con un par de ojos azules como el mar, una cabellera larga alborotada y totalmente mojada por la lluvia.
Era Valentina.
— Mi matrimonio está fallando Michael y por lo que veo, el tuyo también — el castaño no dice nada — no puedo salvar mi matrimonio sola, es por eso que necesito a un amigo que me entienda, que me haga entender. Que esté familiarizado con mi problema...¿Quién mejor que tú? Es por eso que estoy aquí, ofreciéndote una amistad, juntarnos y así poder salvar nuestros matrimonios.
Michael seguía sin responder, solo la miraba con mucha profundidad.
— Dos extraños, una misma situación — susurra sin quitar la mirada.
— Nace una amistad y se soluciona un problema — concluye ella con una ligera sonrisa.
Y es así como dos extraños se juntaron para salvar sus relaciones y crear una nueva pero nadie sabía, la tormenta que eso generaría.
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Los días fueron pasando. Michael y Valentina no dejaban de verse cada tarde.
El castaño de ojos avellanas había encontrado su sonrisa perdida. Poco a poco, volvía a ser el mismo.
Valentina por su parte, disfrutaba mucho la compañía del castaño y no sabía el porque pero desde que se volvieron amigos, sus días se tornaron alegres y esa alegría aumentaba cada vez más cuando el castaño le sonreía. Por alguna extraña razón, deseaba mucho que sus clases como profesora terminaran lo más pronto posible, para así salir corriendo y poder ver al chico Ronda. Lo que ella no sabía, es que Michael también por alguna extraña razón, deseaba mucho verla.
Ambos como par de adolescentes no ocultaban su emoción al encontrarse en el punto de encuentro acordado.
— ¡Hey Mike! — alguien grita — ¿Una jugadita?
El chico solo sonríe y se apresura en atar los cordones de sus zapatillas.
— Profesora disculpe, necesito hablar con usted por un momento — dice una madre de familia.
— Eh...lo lamento mucho pero por hoy no se podrá, tengo algo importante que hacer — responde la rubia mientras guardaba rápidamente sus cosas en su cartera.
— Solo será un momento...— insiste.
— Lo lamento.
Termina de hablar y sale corriendo del salón de clases.
Cada tarde era la misma situación. Las emociones de ambos crecían cada vez más con el transcurso de los días y como es la misma situación, cada tarde conversaban acerca de Ana y Ruggero. De lo mal que estaban, de los malos que eran y otras veces, de los malos que eran ellos y como conocían muy bien a sus esposos, sabían que el orgullo era mucho más grande. Es por eso que ellos decidieron dar el primer paso.
— Okey, este libro es muy interesante y tiene muy buenos consejos — sonreía de oreja a oreja Valentina — es hora de poner en marcha la operación: “Salvando matrimonios”
Michael bufa.
— Puff — le quita el libro de las manos — ¿Y por qué tenemos que hacerle caso a un libro?
La rubia lo mira mal y arrebata el libro de las manos del castaño.
— Para tu información, un psicólogo escribió este libro.
— ¿Un psicólogo que se ha casado más de tres veces? Vaya, con tanta experiencia; hizo muy bien al escribir ese libro — la rubia se detiene y Michael también — lo justifico totalmente — sonríe al ver el rostro frustrado de la rubia pero su sonrisa aumentó al ver como tiró bien lejos el libro — ¿Y eso por qué?
— Por tu culpa — responde ella haciendo un puchero, que para el castaño es muy tierno — así nunca salvaremos nuestros matrimonios.
— ¿Tú quieres salvar tu matrimonio?
La rubia tarda en responder y Michael lo nota.
— ¿Y tú quieres salvar el tuyo? — Michael ríe — ¿De qué te ríes? No es gracioso.
— Eres una tramposa.
— ¿Tramposa?
— Ajá, porque yo pregunté primero y tú de copiona y dudosa, me haces la misma pregunta que yo te hice. Eso es trampa.
— Claro que no.
— Entonces si quieres que te responda, responde tú primero — acorta la distancia — ¿Quieres salvar tu matrimonio?
Valentina sintió unos cosquilleos en su vientre al tener a Michael tan cerca y más aún, sus ojos mirando fijamente los suyos. No sabía el porque pero los latidos de su corazón aumentaban a cada segundo.
— Eh...— ni ella misma sabía que decir — sí...— Michael se aleja lentamente de ella — es por eso...que estamos aquí ¿No?
El castaño suspira para luego asentir sin mirarla.
— Bueno y...¿Qué vamos hacer? — la rubia no responde — ¿Qué decía tu libro?
La tensión estaba muy fuerte entre ellos.
— Decía que...— bufa para luego armarse de valor y volver a mirarlo — mírame y dime lo que ves. ¿Cómo me ves?
— ¿Cómo te veo?
— Sí, lo bueno y lo malo. Sé totalmente sincero.
Michael vuelve a sonreír.
— Okey, pues — empieza a dar vueltas sobre la rubia y a la vez mirándola detalladamente — eres muy...¿Inteligente?, buena profesora, muy responsable...
— En el aspecto físico — susurra.
— ¡Ah claro! Bueno eres...chaparrita, wera, no eres para nada sexi...aunque por atrás...
— ¡Mike! — lo calla de un grito — ¡Eres muy cruel! No tenías que decir solo las cosas feas, sino también las bonitas...
— No me dejaste terminar.
— Y ya no quiero escuchar.
Empieza a caminar pero el castaño la detiene tomándola del brazo y a la vez atrayéndola a él.
— Tienes los ojitos más bonitos que he visto en mi vida — susurra muy cerca de sus labios.
La rubia muy nerviosa, sintiendo su respiración suave, chocar con el rostro de ella...sus mejillas se vuelven coloradas.
Michael se lame los labios y sonríe para luego hacer que la rubia se vuelva más roja de lo que ya estaba, pues junta su nariz con la de ella y se aleja sin dejar de sonreír.
— Y...¿Ahora que sigue?
— Eres un tonto.
Reprocha para luego empezar a caminar. Michael la sigue sonriente.
Ambos llegan a un centro comercial y entran a la sección de camas.
— Valu bonita. Si estás tan desesperada, mejor hubiésemos ido a un hotel — la molesta.
— ¡Hug! Me arrepiento totalmente de esto...
Quiso irse pero el castaño la detiene.
— Okey, lo siento bonita — se disculpa.
Valentina bufa y asiente. Lo toma de la mano y lo lleva hacia una cama. Ambos se sientan sobre ella.
— Bien, haremos esto — lo mira fijamente — tú serás Ana y yo seré tú.
— Está bien...¿Espera qué?
La rubia rueda los ojos.
— Yo seré tú y tú serás Ana. Yo haré lo que le tienes que hacer a tu esposa. ¿Okey?
— Entiendo. Está bien. Hagámoslo — suspira.
— Muy bien empieza — se acomoda en su asiento, esperando que el castaño hable — ¡Mike!
— ¡Oh sí! Bien — se relaja — como yo soy Ana, y cuando llego del trabajo digo: “Ha sido un día muy estresante” — imita la voz de su esposa.
— Entonces necesitarás un masaje amore — empieza con la actuación la rubia — unos masajitos por aquí — con sus dedos empieza a desaprovechar los botones de la camisa del chico — unos besitos por aquí — se sube encima del castaño y empieza a morder suavemente una de sus orejas.
Michael tembló al sentir los labios de ella sobre su piel pero eso no fue impedimento alguno para disfrutar sus caricias.
— No pares...no pares bonita.
— Eres tan hermosa — susurraba la rubia en su oído — me vuelves loco...te amo tanto.
— Oh...— se deja caer sobre la cama, con la ojiazul encima — también te amo...
— Eres perfecta — su mano derecha comienza acariciar el abdomen desnudo del castaño — y eres mía...
— Todo tuyo...— Valentina siente una mirada — porfavor no pares...— levanta el rostro y encuentra a un hombre observándolos con los ojos bien abiertos. Inmediatamente se aleja de Michael, completamente roja de la vergüenza — porfavor no pares bonita — susurraba el castaño con los ojos cerrados — no pares...no pares que me estoy poniendo calentón — con sus manos toma el rostro del hombre y cuando estaba a punto de besarlo, abre los ojos y se aleja de un salto — ¡Diablos!
— Me voy a llevar esta cama — avisa el hombre.
— Hágalo ya — responde Michael con rapidez.
El hombre se aleja, dejándo solos a la rubia y el castaño.
Michael suspira y empieza a abrochar los botones de su camisa, sin apartar la mirada de la rubia quien aún seguía hecha un tomate.
— Rayos...me olvidé por completo que estábamos en un lugar público — se reprochaba a sí misma.
Michael sonríe al ver como arruga la nariz. Se ve tan dulce, pensó.
— Eh...¿Todo eso te hace Ruggero y tú nada? — la ojiazul asiente. Este se sienta más cerca a ella — pues...realmente eres muy sexi.
— ¿Neta?
— Totalmente — sonríe y con una de sus manos aparta un mechón rubio para luego colocarlo detrás de su oreja — y ahora...tú me acompañarás a un lugar.
— Mike espe...
El castaño no la dejó hablar, unió su mano con la suya y salió del lugar.
Ambos llegaron a un lugar que para la rubia, no era tan agradable.
— ¿Qué hacemos aquí?
— Tú me enseñaste a como ser con Ana y ahora me toca a mí enseñarte como debes ser con Ruggero.
— Okey...pero aún no lo entiendo.
Michael bufa para luego enseñarle una vestimenta muy atrevida. Consistía en un top lila, junto a una faldita que dejaba mucho a la imaginación. Acompañado con un antifaz de gatita y un látigo con rayas negras.
— ¿Acaso pretendes que yo use esa cosa? — cuestiona al borde del susto.
— ¿No te gusta? Bueno hay opciones. Tenemos de doctora, colegiala, policía...
— ¡Mike!
— Soy hombre y créeme que a nosotros nos gusta ver a nuestras mujeres usar estas vestimentas.
— No lo haré.
— Créeme, a Ruggero le encantará y si pasa algo malo pues — le enseña el látigo — puedes defenderte con esto, incluso castigarlo — le guiña un ojo.
...
Michael es quién llega primero a su casa.
— Hijo ¿Por qué tan tarde? — cuestiona Victoria.
— ¿Llegó Ana?
Su madre asiente.
El castaño sube las escaleras y antes de abrir la puerta, respira hondo.
— Hola mi amor.
La pelirroja se encontraba sentada en su cama, dándole la espalda.
— Hola amor — saluda ella sin mirarlo — ¿Qué tal el día?
— Bien...¿Y el tuyo?
— Ha sido un día muy estresante.
Michael recuerda la enseñanza de Valentina, así que decidió poner en acción lo aprendido.
— ¿Estresante? Hmmm...entonces necesitarás un masaje amore — lo dice en tono seductor.
— ¿Amore?
El castaño se acerca a ella y empieza acariciar sus hombros.
— Unos masajitos por aquí — le quita suavemente la bata negra que traía su esposa para así poder dejar besos en uno de sus brazos. Ana en vez de disfrutar se sentía extraña, pues ella sabe muy bien que su esposo nunca había sido tan cariñoso — ¿Te gusta amore? — y en eso empezó a masajear la espalda de la pelirroja, pero los masajes en vez de ser suaves, eran un poco toscos — y ahora unos besitos por aquí — empieza a morder ligeramente una de las orejas de su esposa — eres tan hermosa...— sus dedos se posan en el rostro de Ana — te amo tanto...
Para, al sentir algo pegajoso en sus dedos.
— ¿Verde? — mira sus dedos y en eso Ana gira y el castaño se aleja asustado — pero que...
Su esposa traía puesto una mascarilla de aguacate (palta).
— ¡Mike! ¿Acaso estabas jugando conmigo?
— Claro que no Ana, solo...
— Me voy al baño.
Sale molesta.
El castaño suspira.
— Valu...— susurra sonriendo.
Por otra parte, en la casa Pasquarelli Zenere se encontraban cierta cantidad de varones, acordando temas financieros de trabajo.
— ¿Valu sabe de esto?
Cuestiona Fausto a su hijo, este se pega la frente de inmediato.
— Se me olvidó por completo decírselo.
— ¿Acaso eres un...— es interrumpido por el timbre de la puerta — de seguro es ella — se levanta de su asiento.
— ¿Por qué tocaría si es su casa?
Fausto no dice nada, solo se dedica a caminar hacia la puerta y así poder abrirla.
— Mi niñ...
Calla de inmediato al ver lo que sus ojos veían.
— ¿Dónde está mi chico malo? — pregunta la rubia de manera sexi y a la vez entraba a su casa meneando las caderas como nunca lo había hecho — no te escondas de mí amore porque si te encuentro — estira con ganas su látigo — te daré duro contra la pared — todos los presentes se quedaron perplejos, observando la escena — quiero que me hagas gritar tan fuerte para que todos los vecinos sepan tu nombre — sonríe traviesa y a la vez se muerde los labios provocativamente — ¿Qué esperas amore mío para comerme como un lobo feroz? — no escuchaba respuesta — Rugge, mi amor ¿Dónde estás?
Fausto se le acerca para susurrarle en el oído.
— Todos estamos aquí.
Valentina se pone totalmente roja al escuchar la voz de su suegro. Con las manos temblorosas, decide bajar lentamente la venda que traía en los ojos. Siente como los ojos se le llenan de lágrimas al ver a un montón de hombres frente a ella, todos mirándola con la boca abierta.
Estaba siendo el centro de atención, ante tremendo papelón que había hecho.
Ruggero se encontraba frente a ella, sus ojos no parpadeaban ni por un segundo. Su cuerpo estaba ahí pero parecía que su mente en otro lado, pues tenía al frente a su esposa prácticamente desnuda con ciertas telas diminutas que cubrían partes íntimas. No solo la tenía desnuda para él, sino también para todos sus compañeros, incluso para su propio padre.
Sintió que le iba a dar un ataque cardíaco. Lo único que hizo fue desmayarse.
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~ Dos días después ~
— ¡Bien! — grita emocionada — al fin tengo otra idea. Escucha...
— ¿Otra idea que me haga comportar como un imbécil?
Valentina lo piensa para luego suspirar cansada.
— Tienes razón, no quiero volver hacer el ridículo frente a todos — dice fastidiada — ¿Entonces qué hacemos?
— Nada.
— ¿Cómo que nada? — frunce el ceño — Mike, acordamos en que seríamos nosotros en dar el primer paso.
— Lo sé pero estoy cansado. Necesito descansar — la mira fijamente — necesitamos descansar.
— No estamos en un colegio donde se tiene vacaciones.
— Sugiero que dejemos en estand by la operación: “Salvando nuestros matrimonios” — propone con una sonrisa.
La rubia achina los ojos.
— ¿Qué sugieres?
— No sé...— deja de mirarla — esta tarde juega mi club favorito de fútbol, “Chivas” y me encantaría ir a ver. Aunque no tengo entradas pero eso que importa — la ojiazul suelta una risita y el castaño aprovecha en mirarla a los ojos — ¿Te gustaría ir conmigo?
Michael no se podía sentir más feliz, como lo está ahora. Alentando a su club favorito de fútbol y más aún, en compañía de ella. De la hermosa rubia de cabellos dorados con hermosos ojitos azules, aquélla rubia que últimamente no ha dejado de aparecer en sus pensamientos.
Sus ojos castaños brillaban cada vez que la miraban sonreír. Tiene una hermosa sonrisa, pensó.
Podía darse cuenta lo mucho que disfrutaba ver el partido de fútbol. Él solo se dedicaba a mirarla, más no se percató que su equipo favorito había metido un gol.
Todo el mundo celebrando y él admirando a su rubia.
Tanta fué su admiración que se vio a él mismo, apartando su cabellera rubia con suavidad para luego depositar un dulce beso en una de sus mejillas.
— ¡Mike! — el grito emocionado de la ojiazul hace que vuelva a la realidad — ¡Metieron un gol!
Se abalanza a él para poder abrazarlo. Él sintió su delicioso aroma de vainilla. La rubia levanta el rostro y la cara del castaño se encontraba a milésimas de distancia, al de ella.
El de ojos avellanas suplicaba que su corazón no salga de su lugar.
Derrepente el hermoso y mágico momento fué interrumpido por unos nuevos gritos, pues nuevamente el equipo favorito del castaño había metido otro gol.
Michael sonríe con dulzura y la rubia imita su gesto pero en cuestión de segundos su rostro se volvió totalmente rojo, pues el castaño había pegado su nariz con la suya por unos instantes.
— ¿Por qué haces...eso? — titubea nerviosa.
— Te ves hermosa mi tomatito.
Toda la tarde se la pasaron juntos. Cuando la noche llegó, Michael la invitó a cenar, lo cual Valentina no se negó.
Ahora ambos se encontraban sentados en una terraza, disfrutando las brisas del mar y escuchando el hermoso sonido de las olas.
De un momento a otro la rubia empezó a reír.
— ¿Qué pasa bonita? — la rubia seguía riendo — ¿Tengo algo en la cara?
Valentina asiente.
— Sí, esto.
Sus dedos se acercan a los labios de Michael para así quitar los restos de chocolate. Valentina reacciona al darse cuenta lo que había hecho pero el castaño aprovecha en lamer aquél dedo donde había chocolate.
La rubia sintió su corazón latir con tanta fuerza y a la vez sus mejillas calentarse. Michael lo nota y con uno de sus dedos plasma un poco de chantilly en la punta de la nariz de la ojiazul.
— ¡Oye! — reprocha ella sonriendo.
— Mi Rodolfo el reno pero con la nariz blanca.
— Entonces tú serás mi Santa Claus.
Termina la oración para luego embarrar sus dedos con crema chantilly y plasmarlos en la barbilla del castaño.
Ambos ríen formando una hermosa armonía.
— ¿Vamos a la playa? — cuestiona el castaño mientras tomaba una servilleta y así poder quitar el chantilly de su barbilla.
— ¿Ahora? — imita la acción del chico — ¿No crees que ya es muy tarde?
— Vaya, no sentí el tiempo estando a tu lado — sonríe — solo será un momento — se levanta de su asiento y le extiende la mano — vamos bonita, di que sí.
Valentina sonríe y toma su mano.
— No sé porque no puedo decirte que no.
Michael vuelve a juntar su nariz con la suya, gesto que se le estaba haciendo costumbre y a la rubia le encanta; para luego entrelazar sus dedos de sus manos con las de ella.
Ambos caminaban por la orilla del mar con los pies descalzos, sintiendo el tibio mar salado.
— La luna está hermosa — se detiene la ojiazul — ¿No lo crees?
— Pues yo diría que está celosa — se detiene a su lado — porque hay alguien mucho más bella que ella — dice sin apartar la mirada de la grande luna llena.
— ¿Así? ¿Y quién es ese alguien?
El castaño se gira, quedando frente a frente a la ojiazul.
— ¿Sabes? Deberías esconderte, porque tu belleza opaca la luna llena — la rubia nuevamente sintió su corazón latir tan fuerte — el color de tus ojos encaja perfectamente con el resplandor de la luna.
— Mike...
El castaño acorta distancia.
Ambos tragaron duro al sentir sus cuerpos tan cercas, ambos se tensaron, ambos sus respiraciones se empezaron acelerar.
Valentina sintió miedo, miedo de que Michael pueda escuchar los latidos tan fuertes de su corazón.
— ¿Puedo...hacer algo? — susurra muy cerca de sus labios.
Valentina asiente sin pensarlo.
Michael carga a la rubia, al estilo princesa y se lanza junto a ella al mar.
— ¡Está fría! — reprocha ella — ¿Acaso estás loco?
— Más de lo que te puedas imaginar — responde él para luego ambos explotar de la risa.
Michael no tenía pensado lanzarse con ella en brazos al mar, lo que quería hacer realmente era otra cosa. Cosa que su corazón por alguna extraña razón le pedía a gritos que lo hiciera.
...
— ¡Amore! ¿Pero qué pasó? — busca una toalla y se le acerca de inmediato para así poder envolverla con el objeto — cariño, vas a enfermarte.
— Estoy bien Rugge.
— ¿Qué fué lo que pasó?
— Solo...— sonríe al recordar a Michael — me caí.
— ¿Te caíste? Escucha, ve a cambiarte que yo te prepararé una taza de chocolate caliente.
La noche transcurrió y tanto Michael cómo Valentina no dejaban de pensarse.
Ambos en su respectivas casas, en sus respectivas camas, con sus respectivos esposos pero en vez de dormir, se pensaban mutuamente sin dejar de sonreír.
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